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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Allí estaba él, el Tiburón, con la mandíbula desencajada. Presenciando a Sumizu Kouta, o mejor dicho, el casi decapitado Sumizu Kouta.

A la enorme piedra que componía la estatua de la leyenda de Amegakure, a diferencia de sus otros dos congéneres, le faltaba la jodida cabeza entera. Allí en donde debía estar su rostro tan sólo habían malformaciones de roca. Kaido llevaba media hora preguntándose, en silencio, quién podría haber hecho semejante ofensa. Y qué poder tan destructivo tendría que haberse usado para abofetear de esa manera la enorme estatua. ¿Lo sabrían ya en Amegakure? ¿Sería él quien diese la jodida noticia allá en la Aldea de la Lluvia?

—Joder, esto tiene que tratarse de una puta broma —comentó, entre dientes. Con la vista perdida, sin creerse aún lo que no veía.
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#2
Le habían hablado mucho de aquel lugar, un sitio que se encontraba en la frontera de tres países y que, cualquier ninja que se preciara debería visitar, al menos, una vez en su vida, y en eso se había embarcado el pelinegro, había hecho una maleta con las provisiones necesarias y se había lanzado a la exploración.

Cada vez que llegaba a un lugar con población se paraba a preguntar el camino, pues apenas conocía nada de los lugares por lo que pasaba, o los caminos que tenía que recorrer, pero a pesar de todo, allí se plantó, quizás tardando más que cualquier otra persona, pero llegó, que era lo importante.

Tal y como le habían contado, el sitio era bastante impresionante, un enorme lago, una cascada y las tres estatu...

«¿Le-Le falta la cabeza?»

Riko se acercó un poco, confuso con aquel descubrimiento del que nadie le había hablado y allí vio a alguien, alguien con un color raro, desde luego, pero alguien al fin y al cabo.

Perdone, pero... ¿sabe qué ha pasado con esa estatua?

Realmente no sabía de quién era la estatua, de hecho no sabía quien era ninguna de las tres personas que representaban, pero tenían que ser importantes y hacerle eso... era un nivel de vandalismo extremo.
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#3
Una voz perturbó su introspección, y le obligó a voltear para ver quién podía ser.

Se trataba de un joven de cabello negro rapado a los costados, ojos azules —muy similares a los suyos—. y una contextura que bien podía delatar sus catorce años. Piel albina, de porte insulso y para más inri, con el símbolo del remolino reposando orgulloso en una placa metálica, cuya bandana le envolvía el cuello.

El gyojin observó parsimonioso al intruso, hasta que se dignó en responder a su pregunta.

—Ya quisiera yo —dijo, mientras volvía a ver la estatua—. pero mucho me temo que no hay forma de saberlo con certeza. La última vez que estuve por aquí Sumizu Kouta-sama tenía el cogote intacto, como los otros dos cabrones, pero ahora... le han decapitado.

Escupió al suelo, y rechistó con un bufido. Finalmente, volvió a reparar en el chico, y en su bandana. Y lo hizo no porque desconociera la procedencia de aquel símbolo, sino que hacía tres meses que, desde los acontecimientos del Chunin, no se había encontrado con alguna de esas ratas. Antes podía comportarse con cierto civismo, dada las buenas relaciones entre aldeas, ¿pero ahora, qué se supone que tenía que hacer?

—¿No habrás sido tú, eh, pardillo? —indagó, con el manojo de dientes afilados curvándose en una no muy sutil sonrisa depredadora.
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#4
—Ya quisiera yo. pero mucho me temo que no hay forma de saberlo con certeza. La última vez que estuve por aquí Sumizu Kouta-sama tenía el cogote intacto, como los otros dos cabrones, pero ahora... le han decapitado.

El uzujin asintió, esperaba que ese chico pudiera aclararle la situación, pero al parecer estaba en la misma situación que él, y de hecho parecía bastante molesto con el hecho de que hubieran decapitado justo esa estatua.

«¿Sumizu Kouta-sama?»

Tal y como había deducido, eran personas muy importantes las de las estatuas.

—¿No habrás sido tú, eh, pardillo?

Aquella pregunta y el tono de la misma le pillaron por sorpresa pero, si la intención del azulado era intimidar a Riko, vería en su rostro que no funcionaba, ni si quiera enseñando aquella hilera de afilados dientes que poseía.

«¿Acaso es una persona si quiera?»

Por el tono de piel, los dientes, su apariencia en general era un híbrido entre ser humano y tiburón, y aquello, sin duda alguna, era bastante raro.

No tendría ningún motivo para hacerlo, ni si quiera sé quienes son esos tres. — Explicó impertérrito señalando las estatuas. —Y por cierto, me llamo Riko, no pardillo.

Aquella frase era la típica que se acababa con una sonrisa socarrona, que se decía con un tono amenazante, pero Riko no varió su tono de voz y su rostro no cambió en ningún momento, simplemente se mantenía neutro.
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#5
—¿Eh? ¿cómo que no sabes? ¿no te lo enseñaron en la academia? —indagó, aunque al creer saber la respuesta, decidió continuar con su clase básica para tontos que se saltaron la clase de Historia contemporánea de Oonindo—. Sumizu Kouta, Uzumaki Shiomaru y Koichi Riona. Los tres antiguos Kage de las tres aldeas que colaboraron para derrotar a todos los Bijuu, sacrificando sus vidas en el proceso. Se supone que estas estatuas son un homenaje a la batalla que se suscitó en este mismo valle.

Luego, recayó en otro detalle. Sutil, aunque para él, importante.

—Espera. ¿Riko, dices? —se volteó hacia él nuevamente y arrugó en entrecejo—. ¿Acaso eres familia de Senju Riko?

Coincidencia o casualidad. Riko era uno de los nombres más familiares para el Tiburón cuando se trataba de Uzushio. Él había conocido a uno con el mismo nombre en Inaka. No era un nombre demasiado común, así que por eso se le hacía muy extraño.
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#6
—¿Eh? ¿cómo que no sabes? ¿no te lo enseñaron en la academia? Sumizu Kouta, Uzumaki Shiomaru y Koichi Riona. Los tres antiguos Kage de las tres aldeas que colaboraron para derrotar a todos los Bijuu, sacrificando sus vidas en el proceso. Se supone que estas estatuas son un homenaje a la batalla que se suscitó en este mismo valle.

Riko escuchó con atención la historia que aquel chico, con bandana de Amegakure en la frente le contó, y gracias a la cual, conoció la historia resumida de aquel lugar y comprendió por qué tenía tanta importancia para los ninjas de las tres aldeas.

Bueno, digamos que me salté gran parte de la academia. — Resumió el joven. —Entones, la estatua decapitada es la Sumizu Kouta, que imagino que es el primer kage de Amegakure, ¿no?

Lo suponía dado el hecho de que aquel joven parecía molesto con aquella afrenta a la estatua.

—Espera. ¿Riko, dices?¿Acaso eres familia de Senju Riko?

El uzujin negó con la cabeza.

No, lo siento, no conozco ningún Senju Riko. — Dijo tranquilo.

El pelinegro quedó pensativo unos instantes, recordando la historia que su compañero Reiji le había contado el día que se conocieron, y creyó oportuno preguntarle a alguien ajeno a su Villa.

Y oye, me han hablado mucho de algo que sucedió en el examen Chunin, ¿le importaría contarme su opinión? He visto mucha tensión últimamente y me gustaría conocer todas las versiones.
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#7
El muchacho, que alegó haberse saltado la academia —y no parecía que fuera, precisamente, por su inteligencia y/o astucia—. arrojó como si nada la pregunta del millón. Abordando un tema que para los protagonistas de aquel suceso, era casi que hasta tabú.

—Oye, déjame darte un consejo —el amejin se tiró en la tierra poco después de quitarse la mochila—. no vuelvas a mencionar ese asunto ante cualquier extranjero que recién acabes de conocer. Ya sabes que hay tensión, que es un tema delicado y no todos van a ser tan comprensivos como yo. En serio, esa mierda puede herir la susceptibilidad de mucha gente. Ten cuidado.

Soltó un suspiro burdo y apoyó las manos en la arena.

—Supongo que no estabas ahí cuando sucedió todo, ¿no?
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#8
—Oye, déjame darte un consejo. no vuelvas a mencionar ese asunto ante cualquier extranjero que recién acabes de conocer. Ya sabes que hay tensión, que es un tema delicado y no todos van a ser tan comprensivos como yo. En serio, esa mierda puede herir la susceptibilidad de mucha gente. Ten cuidado.

Algo en las palabras del medio tiburón le hizo darse cuenta de que tenía toda la razón, no había sido la mejor de las ideas, pero le gustaría poder comprender lo que sucedió y todo lo que ello podría implicar en un futuro, ahora que había tomado parte de un bando y tendría que posicionarse del mismo.

Tiene razón, lo siento, tendré en cuenta su consejo para el futuro. — Aceptó el genin.

—Supongo que no estabas ahí cuando sucedió todo, ¿no?

El pelinegro asintió.

No, no estaba ahí, por eso tengo curiosidad.
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#9
No, no estaba ahí, por eso tengo curiosidad.

—Pues procura satisfacerla con alguien de tu propia aldea. O después, cualquiera de tus congéneres puede sugerir a conveniencia que te has dejado sugestionar por un amejin, y eso te va a traer muchísimos problemas.

El tiburón le sonrió, lacónico, y se le quedó viendo como lo hace un tiburón cuando observa a su presa. Kaido no se saboreó los labios por los pelos, pero tenía toda la cara de que en cualquier momento le iba a meter un mordisco en la yugular al uzujin. Ganas no le faltaban, pero quizás, su sed de sangre no se iba a ver satisfecha si no era la de ciertas personas. La de ciertas ratas.

«¿Qué pasaría si, por obra del destino, un pánfilo uzujin cae en las fauces de un solitario tiburón?»

—Y... ¿has venido sólo, Riko-san?
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#10
—Pues procura satisfacerla con alguien de tu propia aldea. O después, cualquiera de tus congéneres puede sugerir a conveniencia que te has dejado sugestionar por un amejin, y eso te va a traer muchísimos problemas.

Riko asintió, aquella iba a ser la primera y última vez que preguntara al respecto de lo ocurrido el los exámenes Chunin, al menos a alguien que no fuera de su propia aldea.

Los siguientes segundos fueron, por decirlo de alguna manera, raros. El amejin le sonrió y no precisamente una sonris amable, tal y como su mirada dejaba entrever y, sin saber muy bien por qué, se empezó a sentir incómodo, como si hubiera pasado a ser un pequeño pececillo en un mar lleno de tiburones.

—Y... ¿has venido sólo, Riko-san?

Miró a los ojos al amenio, dubitativo.

S-Sí. — Se limitó a responder, con cada fibra de su cuerpo tensa, como si esperara que el chico le atacara de un momento a otro.

«Quizás debería empezar a desconfiar más de la gente...» Se reprimió a si mismo
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#11
Un sí, entre dientes; fue lo que salió de Riko, que estaba más tenso que un fémur.

—Valiente, qué valiente —dijo—. ¡qué suerte que te encontraste conmigo! El Tiburón de Amegakure, un buen samaritano. Kaido, Umikiba Kaido —era la primera vez que decía su nombre—. ¿y qué haces por estos lares? yo iba de camino a una misión.
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#12
—Valiente, qué valiente ¡qué suerte que te encontraste conmigo! El Tiburón de Amegakure, un buen samaritano. Kaido, Umikiba Kaido ¿y qué haces por estos lares? yo iba de camino a una misión.

Umikiba Kaido, sin saber muy bien por qué, sabía que ese nombre no se le iba a olvidar fácilmente. Al menos pudo relajarse por unos segundos, viendo que, al menos de momento, las intenciones del amejin no eran malas.

Un placer, Kaido-san — Respondió el joven con respeto. —Realmente yo he venido porque no conocía este sitio, y me habían dicho que, siendo shinobi, tenía que conocerlo. — Explicó escueto. —¡Oh! Así que vas de misión, pues perdón si te he retrasado, si quieres te dejo tranquilo. — Se ofreció el pelinegro, no quería que nadie pensase que estaba interfiriendo en una misión de una Aldea extranjera, y menos con la tensión que se vivía en esos momentos.
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#13
Un placer, Kaido-san. Realmente yo he venido porque no conocía este sitio, y me habían dicho que, siendo shinobi, tenía que conocerlo ¡Oh! Así que vas de misión, pues perdón si te he retrasado, si quieres te dejo tranquilo.

—Vaya, con que haciendo la de turista. Joooder, parece que fue hace una eternidad cuando podía darme el lujo de andar por ahí haciendo el pringado —dijo, sincero—. no te creas, esto de hacer misiones es todo un coñazo.

Alzó las manos de la arena y se las batió una con otra, para deshacerse de la tierra. Entonces, se levantó del asiento junto con su mochila de viaje, la colgó nuevamente a su espalda y estiró todo el cuerpo. O casi todo.

—Tienes razón. No debería retrasarme mucho más, aún me queda un buen puñado de horas de viaje. Mejor voy marchando ya. Nos vemos, compañero. Salúdame a tu gente, seguro que me extrañarán un poco.

Comentó, jocoso, antes de coger rumbo hacia el norte. Su destino podía ser, probablemente, el País del Bosque.
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#14
—Vaya, con que haciendo la de turista. Joooder, parece que fue hace una eternidad cuando podía darme el lujo de andar por ahí haciendo el pringado. no te creas, esto de hacer misiones es todo un coñazo.

Sin duda alguna, Kaido podía ser muchas cosas, pero cuidadoso con las palabras no era una de ellas, parecía soltar las cosas según le venían a la cabeza y eso, dependiendo de la situación, podía no ser del todo adecuado para un ninja, pero claro, esto Riko se lo callaría para sí, no estaba tan loco todavía.

—Tienes razón. No debería retrasarme mucho más, aún me queda un buen puñado de horas de viaje. Mejor voy marchando ya. Nos vemos, compañero. Salúdame a tu gente, seguro que me extrañarán un poco.

El Kaguya asintió, sin saber muy bien las intenciones de ese saludo que le estaba pidiendo, pero de todas formas, lo haría, solo para ver si sus compañeros podían contarle algo más sobre él.

¿A alguien en particular?

Una vez el medio pez se fue, Riko se puso con sus cosas, dejó caer la mochila en el suelo, cerca de la orilla del lago y comenzó a avanzar sobre el agua, sin alejarse demasiado y comenzó a realizar un entrenamiento de Taijutsu sobre el agua, para mejorar su concentración y uso del chakra.

«Si todos los amejines son como ese tipo... Tengo que entrenar más, sin duda alguna.»
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#15
—Ellos lo sabrán —concluyó, antes de marchar—. ¡Adeú!

. . .

Kaguya Riko, tras la marcha del Tiburón, tuvo toda la voluntad de ponerse a entrenar su taijutsu.

Hacía bien, el joven genin, pues lo más apremiante para los novatos de la época era entrenar hasta que el cuerpo no les diera más. Porque, adelante de ellos, en el horizonte de su nindō, una importante camada de veteranos se debatían entre ellos en una época turbulenta donde la Paz de Shiona ya no imperaba más tras lo acontecido en los Examenes de Chunin. ¿Qué objetivo sino el de alcanzar a los grandes shinobi podría tener un novato como él, sino?

Aunque alcanzar ese objetivo, desde luego, no es sencillo. El tiempo pasa tan rápido como el atronar de una centella en el corazón de Unraikyo. Y con ella, la luz del día se fustigó en cuanto el sol quiso esconderse tras las enormes montañas que se extendían más allá de la frontera con el País de la Tierra.

Para entonces daban las séis de la tarde, aproximadamente.

Era la hora en la que muchos depredadores salían a cazar.
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