En la mayoría de lugares de Oonindo, todavía podía verse un bonito atardecer. En el Valle de los Dojos, el sol se escondía ya bajo los picos de la cordillera que rodeaba y protegía el valle. Ahora capital del País del Fuego, tampoco había cambiado mucho. El valle fue y era un refugio para combatientes, vinieran de donde viniesen, si se comportaban con honor.

Amedama Daruu no estaba seguro de si podía considerarse honorable. Pero era un combatiente. El campeón del último y fatídico torneo, de hecho. Le habían reconocido, en varias ocasiones, pero las conversaciones habían sido menos agradables de lo que le hubiera gustado. O quizás no. El Hyūga no era un joven de muchas palabras, y prefería no tener que volver a lidiar con otro fan loco, como había tenido que hacerlo mucho más lejos de allí.

Estaba sentado, distraído, tras un día algo ocioso. Mordisqueaba con cierto desdén unos dangos más bien sosos.

Lo que no esperaba Daruu, desde luego, era tener que lidiar con otro kusajin. Y cuando le vio, no supo qué sentir al respecto. Por una parte, Yota le había salvado la vida, y aquél otro era un buen amigo. Si es que las amistades entre los ninjas pueden forjarse con algún que otro intercambio de golpes. Por otra parte, la Morikage había declarado prácticamente una caza mayor en su territorio que le afectaba directamente.

Supuso que tendría que dejar su resentimiento aparte hasta que él se revelase como partidario o no de esa caza. O podría preguntárselo directamente. Solo tenía clara una cosa:

Cualquiera que apoyase a Kintsugi se convertía automáticamente en la presa. Él también tenía unos buenos ojos para cazar.

Manteniendo un trote ligero durante aquella preciosa puesta de sol se encontraba Tsukiyama Daigo, quien había aprovechado que tenía un par de días libres en la cafetería para dar un pequeño viaje.

Aunque no estaba viajando para descansar, por supuesto, esa era una palabra que Daigo no conocía. En su lugar había decidido viajar al lugar en el que había desarrollado una de sus mejores técnicas para intentar recordar cómo lo había hecho, pues ahora que tenía una persona a la que se la estaba enseñando se dio cuenta de lo difícil que era enseñar una técnica.

Mientras pasaba por el Bosque Sesgado, quizás por suerte, el chico se encontró con un viejo amigo. Uno al que ya llevaba un tiempo sin ver.

—¡Eh, Daruu! ¿Qué tal? —Saludó alegremente, levantando un brazo—. ¿También has venido a entrenar?

Daigo notó inmediatamente que algo no estaba del todo bien con Amedama Daruu. Su reacción fue de genuina alegría, pero fue una mueca triste, como si algo le carcomiera por dentro. El amejin levantó la mano y saludó.

—Toda una sorpresa verte por aquí. Qué coincidencia —dijo—. ¿Cómo estará aquella chica?

Suspiró.

»Sí. Tengo que entrenar mucho. Ya sabes. Nunca sabes donde vas a poder encontrarte un enemigo. —El Hyūga apartó la mirada—. Ya no sabes de quién te puedes fiar ni de quién no. Cuando crees que lo sabes, te sorprenden. Para bien, a veces. A veces... a veces para mal.

Daigo se quedó un par de segundos mirando a Daruu. Parecía no encontrarse del todo bien, pero decidió no mencionar nada al respecto. Ya le hablaría él de ello si quería.

—Espero que esté bien, seguro que estará entrenando, también.

Se agachó para estar a la altura de Daruu, que estaba sentado.

—Bueeeeeno. —Le sonrió alegremente, empezando a entender lo que le sucedía a su amigo—. En ese caso, supongo que tendré que sorprenderte para bien ¿huh? —Dijo—. ¿Te apetece que entrenemos juntos?

Pero Daruu no estaba dispuesto a dar su puño suave a torcer. En lugar de eso, entornó los ojos, miró fijamente a Daigo y le lanzó un dardo envenenado con solo una respuesta correcta:

—Depende —dijo—. Depende de si compartes opinión de tu kage sobre los jinchuuriki y de si cumplirías su orden matando a sangre fría a mi pareja si se atreve a pisar la frontera. —Daruu se levantó—. Depende, Daigo. De esa única cosa depende.

»No sé cómo si quiera os atrevéis a permitírselo.

Y el dardo envenenado impactó, vaya que sí, pero Daigo lo recibió sin inmutarse. Escuchando a Daruu con calma hasta que terminó de hablar.

—Porque no soy quien decide lo que se le permite a mi kage, sino al revés. —Dijo, con mucha calma—. Y porque la entiendo, incluso si no comparto su opinión.

Él también se irguió, ahora que Daruu se había levantado.

—Nunca le haría daño a alguien inocente, y Ayame no solo lo es, ¡sino que también me cae genial! —Dijo, sonriendo tranquilamente, antes de reírse un poco—. Espero que no le estés preguntando eso a todos los kusajin que ves.

Daruu soltó una pequeña risilla, cruzando los ojos con Daigo en una mirada encendida.

—Je. —Se levantó, estirando los brazos y las piernas—. A todos aquellos a los que alguna vez consideré amigos. —Crujió el cuello a izquierda y a derecha. Le miró de nuevo, y activó su Byakugan—. Entonces... ¿aquí y ahora?

El Hyūga no esperó a la respuesta y se lanzó al ataque en una vertiginosa carrera que acabó haciéndole deslizar sobre la hierba alrededor de uno de los troncos. Por el flanco izquierdo, Daruu inició con la palma izquierda, tratando de golpear con su Jūken al kusajin en el rostro (18 PV).

En cuanto Daruu activó su Byakugan, el boxeador ya se imaginaba lo que venía después, y eso le encantaba.

—Aquí y a... —dijo, pero Daruu ya había empezado.

«¡Ni si quiera me ha dado tiempo de prepararme!»

Cerró los puños y se puso en guardia, viendo como el Hyūga se acercaba.

«No pasa nada. Dejaré que sean nuestros puños los que acaben la conversación».

El chico sonrió y bajó un poco la guardia. Sabía que no tenía manera de evitar su ataque si lo dejaba acercarse. Ya lo conocía lo suficiente.

Qué suerte que no intentaría esquivarlo.

¡BAM! El ataque de Daruu impactó de lleno en la cara de Daigo, quien al contrario de lo que probablemente se esperaba el amejin, no se movió ni un centímetro del lugar.

De hecho, si lo intentaba, Daruu tampoco conseguiría moverse demasiado. Pues su mano parecía haberse quedado pegada a la mejilla del boxeador y no tenía la suficiente Fuerza para despegarla.

—¡Te tengo!

En un momento, el chico giró sobre sí mismo mientras atrapaba el brazo de Daruu con ambas manos, agachándose para colocar su cadera por debajo de la de Daruu y levantarlo para estamparlo en el suelo, lanzándolo por encima de su hombro (16PV).

Una vez hubiese lanzado a su rival, Daigo aprovecharía para intentar patearle en un costado (19PV).

Y le dio. Vaya que si le dio. Fue un golpe seco, directo. Ni siquiera hubo retroceso. Daruu llegó a pensar que le había dado mal con la mano, o que Daigo se había vuelto extremadamente resistente. Lo que nunca pudo preveer es que el peliverde se había vuelto...

Pegajoso.

El Hyūga trató de estirar con todas sus fuerzas, pero pronto se vio alzado y todo dio una violenta vuelta. Su espalda chocó contra el suelo, y solo entonces vio su mano libre. Gimió un quejido de dolor.

Daigo se movió rápido para continuar con la combinación de golpes, pero Daruu no se lo iba a permitir. Le señaló con la palma de la mano e hizo que el muchacho sintiese un fuerte golpe en el pecho (Hakke Kushō, 28 PV) que lo levantaría a él del suelo y le convertiría, probablemente, en uno de los pioneros de la aviación en Kusagakure.

Daruu aprovechó para levantarse, tomar aire y quedar en guardia.

Antes de que el boxeador se diese cuenta. Antes siquiera de sentir el dolor del impacto, el chico ya se encontraba un par de metros en el aire, alejándose a toda velocidad del Hyuuga.

«¡Es esa técnica!»

Miró detrás suyo. Ya se había alejado unos 5 metros de su rival, pero no estaba dispuesto a dejarle respirar tan pronto en su duelo, así que formuló un sello y sopló para cambiar su dirección y recortar las distancias.

A mitad de camino, el boxeador formuló el sello del tigre para crear un clon Kagami justo debajo suyo, al que utilizaría para saltar pisándole la espada e impulsarse la poca distancia que le quedaba para alcanzar a su rival, pasándole de largo por encima suyo.

Mientras el espectro de chakra caía al suelo, rodando, y Daigo pasaba justo a un metro del Amejin, el chico formuló un último sello para crear una enorme y densa pantalla de humo de 9 metros de diámetro justo encima suyo.

Frente suyo, Daruu pudo escuchar como el clon que había caído al suelo se acercaba para pegarle un puñetazo directo al rostro (19PV).

Mientras tanto el real, creyéndose ocultado por el humo, empezó a alejarse sigilosamente a espaldas del amejin.

Nada más levantarse, sin embargo, Daigo cambió su dirección en el aire con un jutsu y volvió a volar hacia él. El Hyūga estuvo a punto de repetir su técnica, pero el kusajin forumló un sello y creó un clon simple bajo él que utilizó para saltarle por encima. Daruu se vio envuelto de golpe en una gran polvareda que le obligó a cerrar los ojos y aguantar la respiración.

«¡Mierda!»

Intentó apartarse hacia algún lado y hacia ninguno en concreto, porque sabía que vendría algún ataque, y recibió un impacto doloroso en el hombro, por la parte delantera. «El clon», supo Daruu. No podía ver, pero al menos eso significaba que Daigo tampoco podría hacerlo. Ya había tanteado un poco al kusajin, y no era especialmente veloz.

Así que se le ocurrió una solución poco ortodoxa, pero práctica.

Con una rápida y discreta ráfaga de chakra (tercer alterador), Daruu se elevó hacia el cielo, por encima de la nube de polvo, y dirigió su vista telescópica hacia el suelo, más o menos por donde debía estar el Daigo real al haber pasado por encima suyo. Lo vio escabullirse con sigilo, despacito, y sonrió, tengo que admitirlo, con cierta maldad.

«Con esto, la precisión será opcional, compañero.»

«¡Suiton: Bakusuishōha!» (->)

Daruu escupió tal cantidad de agua que cayó como una catarata sobre Daigo y posiblemente sobre su clon (100 PV), ahogando en el proceso al polvo en suspensión, arrancando unos cuantos tocones de raíz y creando un pequeño lago artificial en el terreno.

El muchacho aterrizó en el agua y buscó a Daigo con la mirada.

El chico continuaba moviéndose, procurando no llamar la atención de su rival. Silencioso, como un ninja. Creyéndose seguro, a salvo. pero no la ventaja estratégica resultó no ser suya, sino de su rival.

«¿Eso que escucho es agua?» Pensó ¿pero desde dónde la escuchaba? «¿Encima mío?»

Sí, la respuesta era sí, y no tenía tiempo de pensar lo que estaba pasando exactamente. El tiempo apremiaba y solo podía hacer lo único que podía hacer una persona como él en su situación: correr.

Justo antes de que la masa de agua impactase en el suelo, Daruu pudo ver a una sombra emborronada salir a gran velocidad de la pantalla de humo.

El agua se llevó consigo al clon y a varios de los troncos que habían en el lugar, que ahora flotaban en el pequeño lago que se había formado en su lugar, mientras que algunos otros especialmente altos y anchos habían conseguido mantenerse de pie y sobresalir en el agua.

Daigo se puso encima de uno de los troncos que flotaban por ahí, concentrando chakra en sus pies para no resbalar y caer.

—Creo que nos acabamos de meter en un lío. —Dijo, riéndose un poco—. Pero ya nos preocuparemos luego de eso.

En un momento, el chico se desató ambas cadenas de la cadera, tomando ambas en cada mano por un extremo.

—¡VAMOS! —Exclamó, mientras se echaba a correr hacia su rival.

Al llegar a un par de metros de distancia, el joven agitó ambas cadenas en un amplio golpe de derecha a izquierda (20 PV por cadena).

¡Aquél cabrón se había escabullido de su técnica! A pesar de que su velocidad dejaba claramente mucho que desear, se había escapado en el último momento gracias a un Shunshin no Jutsu bien colocado.

Mientras Daigo charlaba, despreocupado, sobre no se qué problemas que en aquél momento Daruu no entendió —pero que quizás debía haber entendido antes de siquiera lanzar su técnica de Suiton—, él aterrizó en el agua y consiguió mantener el equilibro balanceándose con los brazos y manteniéndose a flote con ayuda del chakra. Entonces, envalentonado, Daigo echó a correr hacia Daruu de nuevo, tras desatar dos cadenas de su cintura y agarrarlas con la mano.

Obviamente, Daigo era diestro con sus propias armas, o eso creía él. Pero tras formular Daruu unos sellos, tuvo que detener su carrera a la fuerza cuando ambas cadenas cobraron vida propia y se enredaron alrededor de su cuerpo. Daigo, inmovilizado, vió las puntas de las cadenas, enrolladas en una bola con un nudo rudimentario, observándole desde delante de su cara como dos guantes de boxeo improvisados.

—¡Eh, Daigo! —gritó Daruu. Entonces una de las cadenas le metió un golpetazo terrible en toda la boca—. ¡Pero tío, no te pegues! ¿Estás tonto? —¡Zas! La otra cadena le golpeó también en la cara. Su nariz crujió desagradablemente (20 PV en total) y el kusajin cayó derribado, hundiéndose en el agua...

Pero por supuesto, nada de eso había sucedido en realidad (Shinshin no Genjutsu). Daigo estaba allí plantado, balanceándose de mala manera entre los restos renqueantes del oleaje que había provocado la técnica de Daruu.

Eso sí, ahora la iniciativa la tenía el Hyūga, y tres agujas perladas rompían el viento para clavarse en su pecho (8 PV por senbon). Daruu corrió en dirección a Daigo, pero flanqueándolo a una distancia prudencial. Tenía otros tres senbon en la mano derecha.

Por cosas como estas, Daigo no solía utilizar sus armas en combate. ¡En cualquier momento se pueden volver contra ti! Y por lo visto, en el caso de las cadenas, era literal. Como dos animales que se negaban a obedecerle, ambas armas se detuvieron frente suyo antes de partirle la nariz, tirándolo en el agua.

Espera. ¿Tirándolo al agua? Eso no podía ser verdad. Las cadenas no hacían eso. De hecho, las cadenas no habían hecho eso. En realidad él estaba ahí, de pie y con su nariz intacta. Todo estaba en su cabeza.

Lo que no estaba en su cabeza, definitivamente, eran tres senbon que estarían en su pecho si no reaccionaba rápidamente.

El chico contuvo la respiración e inclinó su cuerpo hacia atrás para evitar las agujas, aunque quizás acabó inclinándose un poco más de lo que pretendía, pues acabó cayendo y hundiéndose completamente en el agua.

Una vez sumergido, el chico no perdió un solo segundo y soltó las cadenas para realizar un sello antes de soplar con fuerza (Soyokaze no Jutsu), propulsándose a gran velocidad hacia Daruu como alguna especie de torpedo que tenía por objetivo impactar directamente en el estómago del amejin (Cabezazo Tekken, 19PV).

Daigo se inclinó como si estuviera jugando a ese curioso pasatiempo de los borrachos del País de la Tierra, donde pasaban por debajo de un palo. En esta ocasión el palo eran tres agujas asesinas, y Daigo no necesitaba el alcohol para justificar tan humillante movimiento. El peliverde cayó al agua, y Daruu entrecerró los ojos para mirár más allá. El muy entusiasta no se cansaba de utilizar el mismo jutsu contra Daruu, de manera bastante efectiva. Aunque claro, eso no podía serle efectivo siempre.

El torpedo kusajin fue interceptado por la palma de la mano de Daruu. Agarró toda su cabezota y se dejó arrastrar unos instantes, aguantando el golpe, y luego lo redirigió, desviándolo todo él y lanzándolo a volar en la trayectoria que ya traía consigo. Luego, simplemente, le lanzó los senbon que estaba sujetando para que se le clavaran en el costado (8 PV por senbon).