Eri esperó, paciente, a la contestación de Reiji sobre su barba. Pareció sopesar lo que quería decir, o quizá, simplemente le gustaba hablar de su barba y, por ello, quería buscar las palabras adecuadas para referirse a ello. O todo era producto del calor que hacía aquel día.

—¿No te da calor? Madre mía, yo no podría, ya me cuesta tener el cabello largo... —se quejó, notando como su cabello había crecido ligeramente desde su última misión juntos.

—Seguramente a ti te cueste mas arreglarte el pelo que a mi la barba.

—Pues la verdad es que seguramente —asintió—. Pero no voy a aburrirte con mi cabello. Total, es un desastre —se rió, aunque trató de ocultar algún que otro mechón por detrás de sus orejas, ocultando lo obvio—. ¿No tendrás algún bañador en tu barco, por casualidad?

—. ¿No tendrás algún bañador en tu barco, por casualidad?

—Hombre, pues tengo, pero no creo que mis bañadores te valgan. —Hice una pequeña pausa para que se notase que era broma —Aunque seguro Yuuna tiene alguno que te valga. Supongo que no habra problema si lo pillas prestado.

No, ¿Verdad? Eran amigas y las amigas se dejan la ropa entre ellas. Como los amigos. Y los hermanos y hermanas. Aunque ciertamente era un poco raro dejarle la ropa de tu pareja a otra chica. Bastante. Pero bueno, por situaciones mas raras había pasado en aquella vida.

—Y si no te vale ninguno siempre podemos ir a la tienda del puerto. Te puedo prestar dinero.

Quizas comprarle ropa a otra chica era más raro aún.

Eri forzó una sonrisa un tanto irónica. No lo había pensado bien a la hora de formular aquella frase. Claro, Reiji era hombre, solo tendría bañadores, pues de hombre. Yuuna no estaba así que no podía pedirle prestado ninguno y que se lo dejara Reiji podría incomodar a la joven ¿novia? De Reiji.

—Y si no te vale ninguno siempre podemos ir a la tienda del puerto. Te puedo prestar dinero.

—Sí, mejor, vamos, yo me compro uno de esta temporada, no te preocupes por el dinero —restó ella importancia, asintiendo mientras comenzaba a andar hacia la zona del puerto donde se aglutinaban las tiendas de ropa de playa y derivados—. ¿Crees que a Yuuna le molestaría que me acompañaras a comprar?

Lo preguntaba en serio.

—No me preocupa en absoluto el dinero.

No es que me sobrase, pero vivía bastante bien. Si, no era cosa de ir derrochando por ahí, aunque a veces uno se diera un caprichito como aquella camisa estampada de diezmil ryos. Además, me había salido gratis la casa, nada de hipotecas. Solo había tenia que arreglarla un poquito y pum. Aunque probablemente hubiese acabado heredando el casoplon de mis padres.

—Pues no ¿No? —Solo estaba acompañado a una amiga. Nada más. —Solo vamos a que te compres un bañador por que te hace falta y ya ¿No? Además, también acompaño a mi madre a comprar cosas y no pasa nada.

Aunque quizas eso era otro tema diferente...

—Está bien, tienes razón —pero aunque Eri le hubiera dicho aquello, no estaba tan convencida como quería aparentar—. ¿Vamos a alguna tienda en concreto o sabes alguna en particular?

A pesar de que había preguntado, lo cierto era que seguía su camino hacia las tiendas que conformaban la zona turística del puerto. No es que hubiera gran cosa, y de turista tenía más bien poco por las pocas personas que venían, pero al menos había tiendas que mirar.

La primera que llamó su atención era una muy... Simple. Un escaparate con bañadores de una pieza de colores oscuros, que más parecían para hacer ejercicio que para bañarse en el mar.

El precio estaba bastante bien, no lo iba a negar.

—No sé si aquí estará lo que busco... —aunque quisiera solo bañarse, tampoco quería gastarse el dinero que tenía en simples bañadores. Ya que se dejaba el dinero, se lo dejaba bien—. ¿Qué crees que me quedaría bien? —preguntó, mirándose ella misma.

Ni siquiera me dejó contestar la pregunta. Eri se había encaminado rapido hacia las tiendas del puerto y se había parado a mirar en la primera que se había cruzado. Mucho más rápida que mí madre buscando cosas.

—Si es por necesidad ¿Da un poco igual no? En tu casa ya tendrás alguno que te quede bien.

Si. Estaba evitando responder a la pregunta. Por que para responder tendría que imaginarsela con cada uno de los bañadores puesto. Y eso era MUY incomodo. Demasiado.

—Si solo lo quieres para bañarte un rato por que has olvidado el tuyo en casa, coge cualquiera y ya está. Total, debajo del agua no mira nadie, no hace falta lucirnos.

Y no creía que a los peces les interesase mucho la temporada de moda de bañadores y bikinis uzureños, la verdad.

Pero Eri no desistió, incluso cuando Reiji le había dicho que daba igual si era por necesidad. ¡Aunque fuera por necesidad! No se iba a gastar el dinero en algo que no le gustaba. Así que, a pesar de que el shinobi tuviera razón, señaló otra tienda más adelante.

—¡Seguro que en esa tienen algo! —exclamó, tirando del chico hacia esa dirección.

Lo que Reiji no sabía era que Eri no solía ir de compras. Ella se solía apañar con lo que tenía en casa con tal de no gastar ni un ryō de más. Pero cuando se trataba de comprar... Necesitaba su tiempo para saber qué era lo que quería y necesitaba.

La tienda era parecida a la anterior, pero contaba con un catálogo más amplio: desde bañadores de una pieza sencillos hasta otros más elaborados. La tienda en sí era pequeña, pero ya se podía apreciar como había gente en busca de qué ponerse para el verano.

Eri entró sin reparo y comenzó a buscar rápidamente.

—¡Ajá! —volvió a exclamar, esbozando una sonrisa con el ceño fruncido por haber estado centrada en su búsqueda—. ¡Este podría servir!

Sacó del perchero un bañador de una pieza, pero con huecos que dejaban transpirar la piel. Era de color claro, con flores de cerezo como estampado.

—¿Qué te parece? ¡Es bonito!

Parecía que la lógica no iba a servir para terminar aquello tan rapido como me gustaria que terminase. De hecho, fui bastante ignorado y Eri continuó buscando en otra tienda de bañadores que había no muy lejos de allí. También yo había dicho que no había problema, así que ahora tocaba cumplir. Aunque también había dicho que sí pensando que compraría el primer bañador de su talla y listo.

No tardó mucho en encontrar un bañador clarito con flores de cerezo. Ese le gustaba ¿No? Y de todos modos ya le había dicho que debajo del agua nadie iba a mirar si iba o no a la moda. Además... Había cuatro gatos en la playa todavía. Hasta dentro de un mes o así no iban a empezar a llenarse.

—Muy... Muy uzujin, si. — respondí rápidamente. —Ese seguro que te queda perfecto.

Dije intentando que se me notara lo menos posible que me daba un poco igual que bañador se pusiera. No por nada en especial, solo por lo incomodo del momento. Básicamente, me negaba a imaginarmela con ningun bañador puesto. Aunque cabe destacar una cosa: Si iba a ir a la playa a nadar con ella, inevitablemente iba a acabar viéndola. Pero eso diferente a imaginarmela vestida con cada uno de los bañadores que me enseñara. Muy diferente. Mucho.

Eri sonrió ante las palabras de Reiji, tomando la prenda con cariño. Él le había dicho que seguro que le quedaba perfecto, así que con dos opiniones, la Uzumaki decidió que era hora de probárselo, llevárselo y poder bañarse en la playa como realmente quería.

—¡Gracias! —agradeció, inclinando su cabeza con más ímpetu del necesario—. Voy a probármelo, no tardaré nada, ¡ahora vuelvo!

Antes de meter la pata al no encontrar una señal clara de dónde se encontraban los probadores de la tienda, preguntó a uno de los dependientes, que le señaló el lugar en cuestión. Ella respondió con agradecimientos mientras se disponía a terminar su tarea.

Una vez se lo colocó y se miró al espejo, se dio cuenta de lo desmejorada que estaba. ¿Tanto se había dejado? Suspiró mientras tomaba una goma de pelo y se recogía mejor el cabello, ignorando su reflejo y centrándose en la prenda en cuestión: era bonita y cómoda, además de que no estaba mal de precio. Cerró los ojos y se dio dos golpes en las mejillas.

Hoy tocaba playa.

Se lo quitó para pasar por caja, en la cual tardó escasos minutos para estar de vuelta con Reiji.

—¡Ya estoy! —informó, sonriente—. Podemos volver a la playa, me cambiaré allí en un momento y ya podemos bañarnos.

—¡¿Allí donde? ¿En mitad de la arena?!

¿Eri era una exhibicionista? Verdad que no había mucha gente en la playa, pero quitarse la ropa ahí en un lugar público aunque estuviese casi vacío era un poco... Un poco no, MUY preocupante. ¿Que te llevaba a hacer algo así? Daba igual que tuvieras un cuerpo bonito, esa no era la forma adecuada de exhibirlo.

También es verdad que yo iba por ahí provocando con mi perfecta barba al descubierto. Pero claro ¿Como se ocultaba semejante maravilla de la naturaleza? No se podía. Sería pecado ocultar tal perfección, además, que era muy difícil taparse la barba.

—¿No será mejor que te cambies en el barco? Además, así te busco una toalla ¿No pensarías secarte con la ropa seca?

—¿Qué? ¡No! —exclamó, horrorizada. Ella pensaba cambiarse en los típicos bañitos que hay cerca de la playa, o incluso en algún local donde sirven bebidas frías y así podía invitar a Reiji por haberla acompañado. ¿Cómo podía pensar eso de ella?—. Hay muchos sitios donde cambiarme, ¡no soy una exhibicionista!

—¿No será mejor que te cambies en el barco? Además, así te busco una toalla ¿No pensarías secarte con la ropa seca?

También era cierto.

—Pensaba secarme al sol, y así tener varias opciones: secarme y pillar un resfriado, o probablemente una hipotermia, pero, ¿y si también mejora mi sistema inmunológico? —preguntó como si fuera lo más lógico del mundo—. Aunque si lo miramos así, lo tuyo es mejor. ¡Vamos al barco!

¿Mejorar su sistema inmunológico? Eri se había vuelto loca. Bastante loca. ¿Que narices le había pasado durante aquellos meses que no nos habíamos visto? ¿O quizas ya habia intentando lo del sol y le había afectado a la cabeza?

Fuese como fuese, aceptó en ir al barco. Y no tardamos en llegar, pues el puerto estaba bastante cerca. Subimos, entramos y le señalé el baño.

—Puedes cambiarte ahí, yo mientras voy a buscarte una toalla.

Y con eso, me fui a la habitación a coger una de las toallas de playa, y luego esperé fuera pacientemente a que terminase de cambiarse, apoyado con los brazos cruzados en el borde del barco, con una toalla colgando en cada hombro. Vaya imagen.

Eri siguió al shinobi-herrero a su barco, donde le señaló el baño para poder cambiarse. Eri asintió y, tras un sonoro gracias, se perdió dentro de la habitación. No tardó mucho en cambiarse, además; para no cargar con su ropa, se la selló en el antebrazo.

Recogido el cabello en un moño alto y con el bañador ya colocado, salió y buscó a Reiji, quien esperaba, paciente y junto con dos toallas.

—¡Ya estoy aquí!

Sin embargo, una terrible ola sacudió el hogar de Reiji, junto con otra ola, mucho más potente. Sin embargo, ésta última no había sido de agua, sino de un chakra rojizo. Ambas les harían trastabillar si no se sujetaban rápido. Eri se sujetó como buenamente pudo, mirando hacia donde había venido aquellas inesperadas ola.

A lo lejos, se podía vislumbrar una silueta sobre el agua, aunque para su suerte, estaba muy lejos del puerto de Uzushiogakure. Sin embargo, varios ninjas ya se estaban preparando para marchar hacia aquella dirección.

—¡Reiji! ¿Estás bien? —exclamó la chica.

Lo bueno de vicir en un barco, es que tenias una casa móvil. Podias irte de vacaciones a cualquier lugar y te llevabas la casa contigo. Menos a las cosas de la hierba. Ahí no podía ir.

Por otra parte, lo malo de cicir en un barco es que o te acostumbrabas al oleaje, o era terriblemente incómodo. Como si todas las noches mientras duermes hubiera terremotos. A veces las aguas estaban calmadas, otras no. Pero al final uno se adaptaba.

—¡Reiji! ¿Estás bien?

—Si, estoy acostumbrado a estas cosas.

Lo del oleaje era de lo más común del mundo en mi vida portuaria. Casi tan común como levantarse de la cama por las mañanas. Lo que no era tan comun era la segunda ola, ni la figura sobre el agua a lo lejos.

¿Nos estaban atacando por la costa? Joder, encima durante mis vacaciones. ¿No podian atacar cuando se terminasen? ¿Era necesarios joderme las vacaciones?

—No veo nada desde aquí, pero algo me dice que eso que vemos en el agua no es un amigo. Quizás deberíamos ir a ayudar.

Aunque en realidad, había dicho ese quizas mientras estaba entrando al barco corriendo para cojer a Tsubame. Quien sabe si eso no era un ataque de Kurama o Dragón rojo.

—No veo nada desde aquí, pero algo me dice que eso que vemos en el agua no es un amigo. Quizás deberíamos ir a ayudar.

—Sí, es lo mejor. —Concedió Eri, desellándose sus cosas del antebrazo para coger su túnica, su portaobjetos y su bandana. Las demás prendas las dejó dobladas en un rincón del barco. Ya habría tiempo de recogerlas más adelante.

¡BOOOOOOOOOOOOOOOOOM!

Una explosión que logró crear como un géiser de agua se vislumbró desde lejos, y Eri se mordió el labio. Tenían que ir pronto a ayudar. En cuanto volviera Reiji, se lanzaría al agua y, con el control de chakra sobre sus pies, correría a toda velocidad hacia el lugar indicado.

Queda añadir, claro, que la Yoroi ya estaba activada.