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Invierno del 220
Un paso, y a éste le siguió otro. Una mueca de rostro hacia un lado, giro de cabeza hacia el frente de nuevo, un par de chasquidos de dedos, y la marcha continuaba con un "flow" envidiable.
— Vivo con tu madre.. ¡En un castillo!
A veces lo traigo gordo,
a veces fino...
Vivo con tu madre.. ¡En un castillo!
Cartooooon de leche
~pijama de lino.
Vivo con tu madre.. ¡En un castillo!
¡Hola señor alce!
¡Hola señor pingüino!
Y así avanzaba desde hacía rato el Senju, cantando una absurda canción que se le había metido en la cabeza y no tenía ni por donde cogerla. Era tan absurda como surrealista era la situación, pues tampoco le pegaba nada al pseudomafioso esa peculiar sonata. De hecho, él iba cantando sin vergüenza alguna por la calle, haciendo caso omiso al resto. Quizás demasiado absorto en el maldito sonido de su cabeza.
— ¡Tskkk! —chasqueó la lengua.
Se daba cuenta, estaba absorto en ese maldito sonido y ni se había dado cuenta de que había pasado la mil y una tiendas y no se había detenido a comprar. Había venido a Tanzaku Gai para ello, pero su mente...
~Vivo con tu madre.. ¡En un castillo!
A veces lo traigo gordo,
a veces fino...
Vivo con tu madre.. ¡En un castillo!
Cartooooon de leche
~pijama de lino.
Vivo con tu madre.. ¡En un castillo!
¡Hola señor alce!
¡Hola señor pingüino!
Se llevó la mano al rostro, resignado — Puta canción...
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Un paso y luego el otro. Atrás de estos pasos, seguían los de su hermana menor. El abrupto parón del primero hizo que esta última se choque en seco contra sus piernas. Se separó rápido y le frunció el ceño.
—Pero avisa si vas a hacer eso hijop-
—Ya, no llores. — Le interrumpió, como siempre, con una sonrisa jocosa. —Aquí te dejo, voy a verme con unos amigos herreros para hablar unas cosas.
—¿Eh? ¿Te acompañé hasta aquí para que ahora me dejes sola?
—Vamos, si me dijiste que te gusta este lugar. Y tampoco es que no sabes manejarte sola. — Se dio media vuelta y comenzó a alejarse de ella.
—Espero que me estés mintiendo y por lo menos todo esto sea porque te vas a ver con una chica o algo de eso. — Comenzó a caminar para el lado contrario. —¡Buena suerte con tu novia, cabrón!
—Que te den. Más tarde nos vemos. — Musitó, como siempre tranquilo, sin necesidad de darle explicaciones a su hermana.
En cierto modo, la molestia de Jun era solo berrinche hacia Shirō, porque amaba encontrarse en Tanzaku. No estaba allí por negocios ni por necesidad de comprar nada. Puede sonar raro, pero solo disfrutaba del ambiente, de la cantidad de gente y muchas otras cosas. La caminata por la ciudad, una vez más, se le hacía placentera, observando el ir y venir de las personas.
—Vivo con tu madre.. ¡En un castillo!
Escuchó por ahí, una persona cantando como si nada. En diagonal y en frente de ella, un muchachito flaco y con las pintas de las más raras. Ese tipo parecía ser la definición física más moderna que se podía tener de un gangster. Aunque ya era demasiado para ella, le agradaba el estilo del chico. Eso si, se le notaba bastante debilucho y flacucho. Por ese lado por lo menos, imponía demasiado poco. Caminaba como con cierto ritmo y con esa tonta canción.
Le parecía una buena idea bajarle todo ese humor y fanfarronería que llevaba encima de la manera más "Jun" posible. Cuando pasó por un lado del chico, la Nara puso su pie en frente del muchacho para que se caiga de golpe. Pero, mientras tantos, con sus manos metidas en la sudadera, estaba formando un sello. Sobre todo por si el muchacho era un agresivo. Pero no esperaba que este lo haga, se confiaba que un tipo como ese solo la maldiga o la ignore. Después de todo, algunos perros solo ladran y no muerden.
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El ritmo seguía distrayéndole parcialmente de su quehacer, pero igual tampoco tenía prisa. Podía tomarse un respiro, pues por un día el reloj no quería matar su bienestar psicológico. No tenía que pelear contra el gran señor tempo, ya fuese por hacer misiones, encargos, o por acudir a su propio negocio. Reafirmó su pie derecho en el asfalto, en lo que chasqueaba aún los dedos, y lanzó de nuevo su pierna izquierda en un nuevo paso. Para cuando lo intentó de nuevo con la pierna derecha, algo no fue como debería...
*¡PLUM!*
Por suerte, antepuso el brazo izquierdo a su rostro, y acabó haciendo casi una pirueta sacada de un baile moderno. Terminó dando una especie de voltereta, que le sorprendió hasta a él mismo, pero que para nada había sido espectacular. A decir verdad, un niño pequeño sabría darlas mejor. Pero en realidad tampoco le podías pedir mucho mas, pues había sido un acto casi reflejo para evitar romperse la crisma contra el suelo.
Esto mismo le llevó a una seria cuestión...
—¡La concha la Lora! ¿¡Que puñet- —sus ojos buscaron con efímera necesidad, pues apenas llevó la vista tras de sí descubrió la roca con la que había tropezado.
El Senju se levantó y se sacudió los pantalones del chándal, para acto seguido meter las manos en los pantalones y dar un paso hacia la chica. Arqueó la ceja, e incluso el labio en una mueca de serio desagrado.
—¿Te parece gracioso, eh enana? —bramó en lo que su ceño se fruncía, y clavaba su mirada en la joven. —¿Te crees muy graciosa?
Para cuando quiso hacer cuenta, cayó en un detalle bastante más llamativo que su corte de pelo o su piercing, ésta tenía la bandana plateada que la identificaba como kunoichi. Era el colmo de los colmos, ¿qué buscaba, pelea? El Senju no era muy aficionado a ello, pero tampoco era una persona que se dejase avasallar por cualquier otro.
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Le sorprendió lo rápido que reaccionó y de la forma en que lo hizo. Iba a seguir caminando, pero no tuvo que esperar mucho para que el agua rompa en hervor. Ni bien se recompuso, el muchacho fue a buscarla directamente. No parecía muy feliz que digamos después del julepe que se pegó. Se había tensado un poco al momento que el chico se acercó, pero no tenía pinta que le vaya a hacer nada. Se atrevió, incluso, a deshacer el sello que estaba formando en su sudadera.
—Uy, perdón. No fue mi intención. — A pesar de sus palabras apacibles, la Nara estaba sonriendo de oreja a oreja. Realmente si se creía un poco graciosa.
Sacando el físico lamentable que tenía el shinobi, debía admitir que algo en su ser imponía cierto respeto. Ya sea por sus pintas, esa mirada rojiza clavada en sus ojos o su forma de dirigirse, el muchacho parecía saber por donde iba su fuerte.
—Supongo que no queremos problemas, ¿no? — No quería ser amenazante. De hecho, esas palabras tenían otro significado. —No creo que a algunas personas de aquí les guste que haya peleas en su ciudad.
Ella aún le seguía mirando y no volteó la vista para ningún otro lado, pero estaba segura que, no muy lejos de ellos, había algún que otro samurái dando vueltas. Y sería raro que no haya alguno por ahí, en esa ciudad había un cuartel central gigante. Ya no quería meterse en problemas con autoridades, ya había tenido bastante suerte en Sendōshi de salir de ahí sin ninguna represalia. En algún momento se le iba a acabar esa suerte. Tenía que empezar a actuar con cierta cautela y discreción. O quizá con más madurez pero, siendo sinceros, no era algo que tenga ganas de hacer.
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La chica se mantuvo impasible ante el shinobi, y con una sonrisa aún entre dientes inquirió que había sido inintencionado, e incluso pidió perdón. Sin duda, ya sabía el porqué se había dedicado al mundo ninja y no al del teatro o el cine. Se le daba de pena mentir. Sin embargo, no perdió un segundo en escudarse en un argumento bien formulado, había por ahí mucha gente, y una pelea entre shinobis podía ser de todo menos poco llamativa. La cabrona era observadora o inteligente, o ambas cosas.
«Hijaeputa...»
El Senju suspiró, y tras ello flexionó levemente su tronco superior hacia la kunoichi, recortando las distancias entre ambos rostros. Su mirada rojiza se hincó con mas densidad aún en los de su adversaria, buscando intimidarla.
—¿Todo en Amegakure se arregla a palos o qué? —preguntó en lo que él tomaba una pintoresca media risa. —Que triste, ¿no?
Volvió a su anterior posición casi de inmediato, tras ello un paso hacia detrás, y lanzó su diestra hacia el interior de la chaqueta. Tomó una cajetilla de tabaco, y rápidamente la volteó para tomar con la zurda un cigarrillo. En lo que la zurda llevaba el susodicho a los labios, la diestra guardaba la cajetilla y sacaba un mechero.
—¿Sabes?
»Me debes un refresco —inquirió con el cigarrillo en los labios, en lo que le prendía fuego a su extremo con el encendedor.
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Podía ser que no era la mejor usando palabras ni tampoco era muy buena con su lenguaje no verbal, pero si tenía sus argumentos bien claros. Si lograba hacer entender su idea, era fácil convencer a la gente. Y parecía que pudo convencer al gangster wannabe para que baje un poco los humos. Eso la hacía demasiado feliz. No había nada mejor para ella que salirse con la suya y encima que le den la razón. Era de los placeres que más disfrutaba en la vida.
Aunque, mientras una abundante cantidad de dopamina recompensaba a Jun, el chico no tardó en soltarle una puyita.
—Quizá te confundes con Kusa, en Ame no hacemos esto. Aunque no lo parezca, me gusta dialogar.
Si, sus actos no respaldaban sus palabras. Pero las imperativas ganas que tenía de que se caiga ese tipo canchero eran inmensurables.
Luego de esto, estaba a punto de seguir en su camino de ocio. Pero el uzujin todavía tenía cosas para decir. Parecía que la situación anterior lo había estresado o algo por el estilo porque, cuando volteó a verle, tenía un tabaco en la boca. Claro, le faltaba un poco de drogas adictivas a su fachada de chico malo. Se había olvidado un poco de esa fachada cuando se quejó de los palos.
—¿Perdón? ¿Qué dices? — Sonrió ladina, pues estaba a punto de comprobar si podía seguir molestándole por otro lado. —¿Estás insinuando quedar para una cita? Digo, pensé que la gente como tu le gustaba otro tipo de personas. — Se rio un poco y puso sus manos lejos de su pecho, disimulando sostener dos globos, con una obvia referencia. Está de más decir que solo era una broma, aunque quizá de mal gusto. —Además, pareces un poco más grande que yo.
Si delirarle así le funcionaba, automáticamente era un día hermoso para la Nara. Le dieron la razón y pudo estar molestando un rato a alguien, claro si es que después de eso no le pasaba nada.
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La kunoichi no pareció estar de acuerdo con lo argumentado sobre Amegakure, contraargumentando que los que solían acudir a la violencia física para resolver conflictos eran los de Kusa. Podía rebatirle mil y una cosas —si señor— pero cuando una persona tiene la razón, la tiene. Era bien sabido que Kusagakure, cuna del taijutsu, era bien dada a resolver las cosas a golpes. Nunca mejor dicho.
El Senju le propinó la primera calada al cigarrillo, y casi se atraganta con la respuesta de la chica sobre una cita. No. Ni hablar. ¿¡QUE COÑO!? — ¿U-una qUÉ!? —no pudo ni contener su pensamiento. Si ésto le hubiese pillado bebiendo, sin duda habría bañado a la chica. Quizás tenía suerte y todo. No contenta con ello, simuló unos grandes pechos con sus manos, en lo que se burlaba diciendo que creía que le iban otro tipo de chicas. Ni tan siquiera Tres le soltaba palos de esa clase. Sin duda, o bien le gustaba burlarse de quienes no conocía, o bien era una bromista de cuidado. Era un auténtico peligro.
— Perdona, pero no te hagas ilusiones — contestó tajante, en lo que volvía a introducir ambas manos a los bolsillos. — No es una cita, ni mucho menos. Es una compensación por intentar hacer a un militante casi caer al suelo de boca. Es una falta de respeto, y es una forma de resolver la disputa sin violencia. ¿No crees?
» Y no, en eso tampoco has acertado. Me llama más la atención un tono de piel clara, o una cabellera rojiza como el fuego.
» Mira, tengo una idea aún mejor —cortó bruscamente la conversación, sacando su diestra del pantalón con una moneda de plata. — lanzaré la moneda al aire. Si sale la cara de la chica, te tocará invitar al refresco; si sale por el contrario la estrella, me conformaré con esa ridícula disculpa tuya.
Acto seguido, el shinobi lanzó la moneda al aire, y la atraparía cuando pasase a la altura de su rostro, manteniendo la mano cerrada frente a ambos. Si la suerte le sonreía, se saldría con la suya. Si por desgracia Fortuna no estaba hoy de su parte, también ganaría, pues tendría un motivo para dejarla en paz y continuar con lo que había venido a hacer. Fuese como fuese, iba a salir ganando, aunque la chica no lo supiese.
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Bueno, fue una misión cumplida a medias. Tampoco se iba a poner como el típico chico vergonzoso que se pondría rojo en tal momento, pero si lo agarró bastante de imprevisto, haciendo que este se medio atragantase con el humo.
¿Ilusionarse? Soltó un notorio sonido de "Pfff" con los labios cuando escuchó eso. Supuso que solo intentó seguir la broma o algo por el estilo, porque lo último que haría sería ilusionarse. A pesar de que ya hacía chistes subidos de tono y de esa índole, la verdad es que la chica recién ahora se estaba fijando en sus gustos. Pero lo que tenía claro es que ese chico no le atraía para nada. Si, buen estilo y todo lo que quieras, pero solo eso. Era más una apreciación hacia su forma de vestir y tal que otra cosa.
— Supongo que nada más te prejuzgué. — Ya había prejuzgado a bastantes personas, pero se le hacía hasta cómico la cantidad de estereotipos que tenía el muchacho. Tenía que intentar predecir algún gusto suyo. Y lo hizo. Y falló.
Sonrió cuando el uzujin sacó una monedita de plata y soltó su idea. Le agradaba eso. Dejar todo en manos del azar y dejar el debate en un segundo plano. Porque, claro, ella tenía todas las de perder en ese debate. Le metió el pie porque estaba aburrida y el muchacho no estaba haciendo nada malo. Digamos que no tenía mucho de donde agarrarse. Una clásica tirada de moneda podía hacer que eso se resuelva rápido.
— Si, bueno, supongo que es lo más justo. — «Realmente no.» — ¿Qué disculpa? — Rio un poco, pues ella solo se estaba burlando con esa "disculpa". — Vamos, lanza.
La moneda voló por los aires y luego fue atrapada por el chico. Si, la Nara estaba totalmente confiada de que ganaría. Pero era obvio que, una vez más, la suerte no estaría de su lado. Algo dentro suyo, detrás de todo ese orgullo y confianza, le decía que iba a perder.
Acercó su cara a la mano del shinobi y se quedó esperando que la abriera.
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12/10/2021, 23:05
(Última modificación: 12/10/2021, 23:06 por Senju Hayato.)
Tras aceptar el trato, la chica había caído sobre la telaraña. Aunque ella no lo sabía, estaba en una situación en la que pasase lo que pasase, tenía todas las de ganar el Senju. Éste abrió la mano, y para sorpresa de ambos, la pequeña convivencia entre ambos no había hecho más que empezar. Había tocado cara, y por tanto la kunoichi debía invitar al refresco. A menos que no fuesen de las que cumplen su palabra, claro.
Siete sonrió —Cara. —aclaró, por si no estaba claro.
Antes de guardar la moneda, la volteó para que viese que no había trampas en su juego. La diosa fortuna había tomado su decisión, ya no había vuelta atrás.
—La suerte no te sonríe hoy, o el destino es muy caprichoso.
Tomó el cigarrillo con la diestra en lo que exhalaba la bocanada de humo hacia otro lado, en lo que llevaba su mirada a la kunoichi. Esperaba que no saliese corriendo en dirección contraria, o alguna otra locura. Pero en fin, tampoco es que fuese a perder una millonada. Aunque... con el dinero no se juega.
—Tenía que ver algún sitio de la zona donde también vendan licores. No bebo, pero son cosas de negocios. Si conoces algún sitio por aquí para tomarnos el refresco, y que tengan también licores, mataría dos pájaros de un tiro. Si no, pues cualquier sitio.
¿Era una sabia decisión dejar que la kunoichi escogiese el lugar?
—Por cierto, ¿puedo saber como te llamas?
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—¡Mierda! — Exclamó al ver el resultado de la tirada.
Razón no le faltaba al cabrón que tenía en frente. La suerte no le sonrió ese día. Pero era así. A veces tienes suerte, a veces no. A veces te saldrá cara y a veces no. Hoy había perdido ella, pero mañana...
—¿Negocios? — Se le hizo curioso esa palabra ¿Qué tipo de negocio podía tener un tipo como ese? Como sea. —La última vez que estuve aquí no le presté mucha atención a eso, fue todo un poco ajetreado la verdad. Pero algún lugar vamos a encontrar. — Dio un paso para delante y comenzó a emprender la caminata. —Nara Jun. Dime Jun a secas ¿Cómo es el tuyo?
Si el shinobi le seguía, iban a comenzar a buscar los lugares donde haya un poco más de actividad "turística". Ya sea comida callejera, restaurantes, bares. Realmente no abundaban mucho, pero si había unos cuantos. Y es que debería de ser esencial los negocios en un lugar tan concurrido. Ya sea alguien de negocios u otra persona que necesite comprar algo en específico en Tanzaku, se agradecía que haya lugares para descansar, comer o tomar abiertos al público.
Luego de algunos minutos caminando, se encontrarían con un bar. Parecía estar agarrotado de gente y por fuera tenía carteles pegados de todo tipo de ofertas. Bebidas, combos de comida, entre otras cosas. No tenía pinta de ser muy moderno ni exclusivo, pero si parecía que le gustaba bastante a la gente. Dos puertas de entrada, que cada vez que entraba gente, se podía oír por dentro el barullo que causaba la gente hablando.
—Bueno, este podría ser el lugar. No se si prefieres seguir buscando o nos metemos aquí. Vos ganaste, vos elegís. — Le miraba de frente y cruzada de brazos, con una tranquilidad anormal en ella.
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Pareció no gustarle el resultado de la suerte echada, pero supo aguantar el tipo. La chica, pese a haber perdido, no se retractó y cumpliría con su parte del trato. Decía no conocer muy bien el sitio, pues apenas lo había visitado un par de veces. Entonces estaba casi igual que el Senju, pues en ésta ciudad tampoco había deambulado demasiado. En lo que caminaban, concretó llamarse Nara Jun, e incluso increpó a que la llamase Jun a secas.
—Mi nombre es Senju Hayato. Pero puedes llamarme Siete.
Su respuesta tenía un toque de similitud al de la chica, pero difería eones de la misma. En vez de facilitarle un corte a su propio nombre, como podría haber sido Yato, simplemente lanzó a conocimiento el nombre por el que le llamaban o conocían la mayoría. Un sobrenombre, que para bien o para mal, le seguiría allá a donde fuese.
La caminata pareció llegar a un posible final, en el que la kunoichi inquirió que debía elegir el Senju, puesto que había ganado a la moneda. Éste apagó el cigarrillo con los dedos, y guardó la colilla para no ensuciar el suelo.
—Sí, me parece un buen lugar. Quizás un poco concurrido, pero se ve bien. —Aclaró.
Podía haber sido caballeroso, y darle entrada a la kunoichi. Pero quizás hacer algo así, ni iba demasiado con su forma de ser, ni podía verse como un acto caballeroso (dependiendo de los ojos). En vez de cederle el paso, abrió un poco la puerta y entró en primer lugar.
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De la misma manera respondió el muchacho, que a partir de ahora sabía su nombre. Pero parecía que no le iba a servir mucho, ya que parecía que le gustaba bastante su mote. Le gustaría saber bien el porqué del apodo, pero todavía no se sentía en confianza con el chico como para preguntarle. Incluso, todavía no le agradaba la personalidad que mostraba el muchacho.
Parecía que si tenía ganas de meterse a ese lugar. Al contrario de Siete, ella se sentía cómoda con el cúmulo de personas en el bar.
—Si, parece que tiene pinta. — Tomó la iniciativa y dio el paso hacia adelante. —Vamos.
Al abrir sendas puertas se encontrarían con un lugar casi lleno. No había demasiada luz en el lugar, era un poco más oscuro que el exterior, pero algunos foquitos de luz que colgaban del techo hacía que la gente se puede notar con claridad. Las personas ni se inmutaron cuando ambos jóvenes entraron al lugar, incluso parecía que le molestase más el momento que entró la luz cuando abrieron la puerta que la presencia misma de ellos. Por dentro parecía ser un poco más grande que en el exterior y, a pesar de la fachada de la ciudad, el lugar no se mantenía tan arcaico. Si bien tenía muchos elementos antiguos, quizás las sillas, mesas y similares eran un poquito más modernos.
Si Hayato le seguía el paso a la Nara, ya habrían dado un par de vueltas por el lugar. Y debían revisar bien, pues pocos lugares quedaban disponibles para ambos shinobis. Jun se paró en seco y se acercó bastante al chico para hacerse entender con tanto ruido en aquel lugar. No era el típico ruido de discoteca, pero si había que hablar un poquito más fuerte de lo normal.
—Solo nos quedan dos lugares. — Con el dedo señaló dos taburetes altos que estaban libres en frente de la barra. —Ahí. — Dejó de señalar para moverse un paso y señalar otro lugar. Este estaba un poco más lejos y estaba un poco más libre de personas. Eran tres sillones individuales y había una especie de mesa ratona para apoyar los consumibles del lugar. —O allá. — Se giró de nuevo para verlo. —¿Qué prefieres?
Estaba siendo más cordial de lo normal, en otra situación hubiera decidido el lugar sin más. Pero quería que el chico se sienta lo más a gusto posible, pues no quería que después se vaya quejando de nada. Quería cumplir el trato que habían tenido y que él no le cause ningún problema. Ya tenía demasiados.
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Jun pareció realmente cómoda ante tanto barullo. Ésto era realmente curioso, el shinobi había de ser el que más cómodo estuviese en una situación así, pues la vivía demasiado a menudo cuando visitaba su negocio. Sin embargo, habían invertido roles. Fuese por a o por b, la chica parecía estar en su salsa. Sin demora, inquirió que siguiesen. Hayato afirmó con un gesto de cabeza, que la chica apenas vería pues inmediatamente puso marcha en una pequeña aventura por mitad del lugar.
«Bueno, por lo menos sí que venden alcohol...»
Fue en lo que más se fijó el chico en lo que deambulaban por el sitio. Apenas hizo caso al mobiliario, que no encajaba demasiado con el resto del local, pues unos eran relativamente modernos en lo que el local parecía una taberna de hacía varias décadas atrás. Tras un par de vueltas sin acomodarse en ningún sitio, la kunoichi paró y se acercó a Siete para resolver la situación. Habían tan solo dos sitios donde poder sentarse, y los aclaró incluso señalándolos.
—Pues prefiero esos sillones, parecen más cómodos.
Aclarado el lugar, el Senju puso marcha hacia los mismos. Si bien la chica confirmaba que le parecía bien, terminarían sentados en dos de los tres sillones junto a la pequeña mesita. Sin duda, era un lugar destacable, era raro que nadie más hubiese acomodado su culo en ellos.
«Sin duda, Fortuna está de mi lado.»
Siete terminaría sentándose en el sillón central, si es que Jun no se le adelantaba. Trataría de relajarse en el mismo, dejándose caer y con ello dejando de lado una compostura formal. En fin, siendo él mismo.
—¡Hostiaputajoder! —exclamó. —Que putoincómodos son éstos sillones... joder.
Definitivamente, los sillones no eran tan cómodos como parecían. Quizás por eso habían estado desocupados.
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Parecía que Siete era un tipo que le gustaba la comodidad, quizás en la barra podían atenderlos más rápido pero los sillones parecían ser el lugar más indicado de todo el bar. Y es que estos parecían bastante amenos, no solo por lo cómodo sino también porque no había tanta gente alrededor. De hecho, Jun no tiene problemas con donde sentarse, pero probablemente, si le hubieran dado a elegir, hubiera elegido los sillones sin lugar a duda.
—Como gustes. — Nuevamente, se mostraba apacible y algo servicial. Vaya a saber uno, quizá perder la apuesta le hizo que se le bajen un poco los humos...
Si, claro.
Siguió al muchachito hasta el tan querido oasis en el desierto de lugares de ese bar. Lo que no se esperaba ninguno de los dos, es que esos sillones eran un simple y estereotipado espejismo. Raramente, ella no fue la primera que se quejó. Pero tampoco la primera que se sentó.
—Parece que tienes buen ojo para la comodidad. — Soltó sarcástica, seguida de una risilla propia de hiena. —A veces la suerte cambia.
Finalmente, ya con la advertencia del muchacho, la amejin se sentó en el sillón que se encontraba a la derecha de Hayato. Y, mierda, era cierto que eran incómodos como el culo. Ya era bastante notorio porque ese lugar estaba vacío. Podían conformarse con estar algo alejados de la gente.
—Bueno, por lo menos tendrás un refresco gratis... Por cierto. — Le miró, curiosa. —¿A qué te referías con lo de "negocios"? Digo, con respecto a lo de los licores.
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La chica no se hubo negado en ningún momento a pillar el sitio que eligió el Senju, y por ende terminaron en esa situación. La comodidad del sofá era más que carente, y el genin no titubeó en quejarse sobre ello. Por suerte o por desgracia, había sido el primero en tomar asiento, y por tanto el primero en percibir esa falsa comodidad. Sarcástica como una serpiente vestida de vaquero, se burló del buen ojo de Siete para la comodidad, y entre risas afirmó que la suerte a veces cambia. La verdad, razón no le faltaba. Fortuna era una diosa de lo más singular, y bromista.
Tras la advertiqueja del shinobi de orbes carmesí, la amejin tomó asiento justo a la derecha suya. Reconoció que por lo menos, aunque su suerte hubiese cambiado, seguía teniendo un refresco gratis. Había ganado, dentro de lo que cabe. Sin embargo, no le faltó tiempo para hacer un inciso, una pregunta que tenía entre ceja y ceja, una curiosidad de gato. Sin pelos en la lengua, preguntó a Siete sobre qué negocios podía tener en referencia a los licores.
—Pues, verás... —¿Cómo explicar su negocio sin ser de nuevo víctima de mala mirada? —Soy copropietario de un negocio en Yamira, es un local donde la gente va a fumar y beber. Pero con todo éste jaleo que está habiendo últimamente, nuestros antiguos proveedores están muy escasos de licores. Así que, pues eso... que tenemos que buscar más proveedores de licor. Al final, tener a los clientes satisfechos es lo que hace que un negocio prospere.
»Y si te preguntas, ¿cómo puede llevar su vida de shinobi y llevar a la misma vez un negocio fuera de la villa? Pues es sencillo, con mucha ayuda de mi segunda al mando. Si estuviese solo, sería imposible. —confirmó, encogiéndose de hombros. Por otro lado, había dado una buena media verdad sobre su negocio. Detallar mas sobre el mismo, ya era hundir un poco el dedo sobre la llaga. Y eso es antihigiénico además de asqueroso.
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