Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Hiroki arqueó ambas cejas, incapaz de creerse que, en una fracción tan ínfima de tiempo que le había dejado solo con el animal, Takumi ya se había ganado la confianza del felino mientras que él, que lo había sentido literalmente sobre sus carnes, ni si quiera lo soportaba.
Así que bufó, sacando el trozo de pescado seco que había conseguido.
—Toma, Kiro, come —le apremió, acercando el pequeño trozo de pescado al minino que primero gruñó al notar su proximidad, clavando sin querer sus uñas sobre la carne de Takumi. Sin embargo, cuando olisqueó lo que le ofrecían, se inclinó dejando de dañar al kazejin para comer un poco y saciar su hambre.
Hiroki le dedicó una mirada de alivio mientras Kiro terminaba de relamer su mano, dejando solo una pequeña espina y probablemente las manos del moreno empapadas de saliva gatuna. Luego se recostó sobre los brazos del chico que lo sujetaba y cerró los ojos.
—¿Y ya está? —murmuró, indignado—. Vayamos a casa de Hinoka-san antes de que me dedique a estrangular gatos —gruñó con el ceño fruncido, comenzando a andar con las manos en alto, incómodo por sentir como la saliva se comenzaba a secar, dejándolo más pegajoso de lo que ya se sentía.
Ojalá encontrase una fuente pronto.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Toma, Kiro, come —El genin sacó de una bolsa un pescado seco, ofreciéndoselo al gato. Éste último le clavó las uñas al kazejin con un acto reflejo según se acercó la mano de su compañero.
—Ay Kiro, cuidado que es comida nada más. —Exclamó.
Pese a esto el felino se comió en un abrir y cerrar de ojos el trozo de pescado, dejando limpia la espina y las manos de Hiroki llenas de babas. Acto seguido se recostó en los brazos del marionetista y cerró los ojos, parecía que se había quedado dormido.
—¿Y ya está? —No parecía contento, normal todo hay que decirlo, le había arañado la cara hacía escasos cinco minutos.
—Bueno, podía haber sido peor. Le tenemos dormido con no muchos percances. —Intentó quitar hierro a la situación.
»Vayamos a casa de Hinoka-san antes de que me dedique a estrangular gatos
—Ehhhh... Pequeño problema, ¿tú sabes dónde está la casa de Hinoka-san? Porque no estoy muy seguro de que lo indicara en el pergamino. —Expuso su duda mientras acariciaba suavemente la espalda del gatito.
—Ehhhh... Pequeño problema, ¿tú sabes dónde está la casa de Hinoka-san? Porque no estoy muy seguro de que lo indicara en el pergamino.
—Oh... —murmuró Hiroki, y luego rio—. Sería un inconveniente si no fuera porque es mi vecina —reveló, llevándose su dedo pulgar izquierdo hacia él, aunque estaba lleno de babas.
Así que Hiroki lideró el camino hasta una calle bastante amplia, con casas a ambos lados de dos pisos, algo más ostentosas de lo que solían ser los hogares normales de Uzushiogakure. Hiroki terminó por resignarse y se guardó las manos en los bolsillos, no muy feliz por no haber podido limpiarse todas las babas que Kiro le había dejado.
—Es aquí —informó, señalando la entrada de una casa donde solo podían ver el gran muro de piedra con pequeños grabados de la familia y una gran puerta de madera que los separaba de la entrada.
Hiroki llamó.
En unos instantes, una mujer menuda de cabellos dorados y ojos esmeralda apareció por la puerta, con una bata puesta y un moño revuelto. No parecía estar esperando visita.
—¿Sí? ¿Qué quieren? —preguntó, hasta que sus ojos se posaron en el animal que dormitaba en los brazos de Takumi—. ¡Oh, Kiro! —exclamó, emocionada, mientras se acercaba a él—. ¿Dónde estaba? ¿Os ha dado muchos problemas? —preguntó, quitándoselo suavemente de entre los brazos al kazejin, abrazando ligeramente al animal cuando ya lo tuvo entre los suyos.
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—Oh... —Se rió. —Sería un inconveniente si no fuera porque es mi vecina. —Culminó señalándose con el pulgar.
—No te puedes imaginar lo que me alivia oír eso. —Comentó tras un suspiro de alivio.
Entonces se dedicó a seguir a su compañero por una zona de casas con muy buen aspecto. «No me puedo quejar para nada de la casa que me ha dejado Airi-san, pero aquí tendría mucho espacio para colocar un taller de marionetas...»
—Es aquí. —Señaló una parcela que desde la calle sólo permitía ver un gran muro pétreo con pequeñas litografías familiares y en cuyo centro había una gran puerta de madera. Acto seguido procedió a llamar.
Abrió una señora con aspecto de que el día de hoy se lo estaba tomando de descanso, debía de ser Hinoka-san.
—¿Sí? ¿Qué quieren? ¡Oh, Kiro! —Exclamo mientras se acercaba al kazejin, en cuyos brazos vio al gatito. —¿Dónde estaba? ¿Os ha dado muchos problemas? —Ya cogió suavemente a Kiro y comenzó a abrazarlo con cariño.
—No se había movido del Jardín de los Cerezos, estaba buscando algo de comida. Y bueno... Al comienzo se nos complicó un poco pero lo solucionamos rápido y sin demasiados percances. —Se le escapó una ligera risa.
—No se había movido del Jardín de los Cerezos, estaba buscando algo de comida. Y bueno... Al comienzo se nos complicó un poco pero lo solucionamos rápido y sin demasiados percances.
—¡Ay! Pobrecito mío —compadeció ella, acariciándolo—. Ya sabía yo que podía confiar en los shinobi que tenemos, esperad aquí un minuto.
Y la mujer desapareció haciendo que lo último que vieran ellos fuera su pequeño y chafado moño deshacerse nada más entrar de nuevo. No pasaron más de unos instantes cuando apareció de nuevo con un pergamino similar al que habían dado a Takumi un rato antes, sin Kiro entre sus brazos y con el moño rehecho.
—Porque supongo que habéis venido por la misión que encargué, ¿no? —Hiroki asintió—. Bien, bien, aquí tenéis, en cuanto entreguéis este papel os darán la misión por completada.
Y le tendió el pergamino al marionetista.
—Muchísimas gracias por todo, chicos, de verdad.
—¡No hay de qué, Hinoka-san! —exclamó el Senju, sonriente. Luego se giró a Takumi—. ¡Vamos!
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—¡Ay! Pobrecito mío. Ya sabía yo que podía confiar en los shinobi que tenemos, esperad aquí un minuto. —Comentó antes de entrar para salir al poco sin el gato y con un pergamino en mano. —Porque supongo que habéis venido por la misión que encargué, ¿no? —El marionetista asintió junto a su compañero. —Bien, bien, aquí tenéis, en cuanto entreguéis este papel os darán la misión por completada. —Y ofreció el pergamino a Takumi, el cual lo agarró con una sonrisa en la cara. —Muchísimas gracias por todo, chicos, de verdad.
—¡No hay de qué, Hinoka-san! —Exclamó con clara felicidad Hiroki.
—Ha sido todo un placer ayudarle, pase buen día. —Inclinó la cabeza a modo de despedida.
»¡Vamos!
—¡Si! Que alegría nuestra primera misión completada.
Y enfiló el camino hacia el Edificio del Uzukage junto a su compañero de misión.
—¡Si! Que alegría nuestra primera misión completada.
Hiroki asintió y juntos tomaron rumbo hacia el Edificio del Uzukage donde les recibió el mismo hombre que les había atendido al comienzo del día, tomando los dos pergaminos y poniendo el sello correspondiente de completada una vez confirmó que habían llevado a cabo la misión con éxito.
Les felicitó de forma mecánica y ambos fueron libres de nuevo con la promesa de recibir su recompensa en unos días.
—¡Misión completada! —exclamó Hiroki una vez fuera—. Muchas gracias por haber trabajado conmigo, Takumi, ha sido de verdad un placer —agradeció a su compañero, sonriente—. Ahora me voy a limpiar porque no aguanto más con este tacto en las manos... ¡Nos vemos!
Y con un movimiento de mano, se despidió del marionetista y salió corriendo por donde un rato antes habían venido, pero con algo diferente: su primera misión realizada con éxito.
¡Hasta aquí la misión! Ha sido un placer rolear contigo Takumi, espero que volvamos a hacerlo .
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