Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—Bueno, te aseguro que lluvia hay bastante. — sonrió nuevamente y le levantó el pulgar. —Vale, solo tengo que hacer tráfico ilegal de dulces por tu dojo. Nada complicado.
Vaya que si Shirō le insistía que coma antes de estar haciendo actividad, pero la pereza de Jun por las mañanas había ganado ese duelo hace mucho. Y, claro, no siempre le iban a llevar la comida a la cama. Shirō si la mimaba de vez en cuando, pero no lo iba a hacer todos los días.
—No quiero molestar a Shirō, ya lo hago mucho eso. Si tengo ganas de ir a buscar algo para comer lo hago y sino no.
Y si, en algo tenía que haber desventajas de ser un poquito baja. Para pasar por los túmulos de gente tenía que hacerse entre ellos, metiendo el brazo con cierta fuerza en los peores casos. Por suerte, este era el caso. A pesar de la dificultad, estaba muy lejos de que fuera una situación que le disgustase. Le daba bastante igual la situación.
En unos de los laterales de la calle, notó que había un puesto de comida, que entre sus productos se podían ver los dichosos dangos. Se hizo entre la gente para llegar ahí y miró al vendedor. Un señor que parecía superar los cincuenta, con un pelo canoso corto y no mucho más alto que Chika.
—¡Buenas! ¿Pueden ser dos de esos? — dijo con una voz suave, señalando a los dango.
—Claro jovencita.
El señor parecía tener la mezcla de los dango ya preparados, por lo que solo le quedaba cocinarlos y, posteriormente, pincharlos. Mientras el mercader cocinaba, Jun iba ganando terreno y poniéndose en frente de Chika, cosa de que no pague ella de antemano.
—Vale, solo tengo que hacer tráfico ilegal de dulces por tu dojo. Nada complicado.
— Ilegal no, ilegal no. Solo... sutil... sigiloso. Sí, tráfico sigiloso de dulces.
Chika volvió a asentir levemente mientras se acercaban al puesto de dangos. Ilegal era una palabra fea, el gobierno no podía prohibir de lo que no se entera. Siendo el gobierno Kimi y su dieta completamente balanceada. ¡Chika aún está creciendo! Una chica necesita su azúcar.
—No quiero molestar a Shirō, ya lo hago mucho eso. Si tengo ganas de ir a buscar algo para comer lo hago y sino no.
La peliazul solo suspiró. Ya le había repetido varias veces que el desayuno era la comida más importante del día, pero seguía insistiendo en que iba a hacer lo que quisiera. Estas jovenzuelas de hoy en día sencillamente no querían escuchar por no escuchar. ¿Era esto una de esas epocas rebeldes de las adolescentes? Llevaba años esperando la de Kimi, pero ni rastro. Siempre tan seria y disciplinada, era como una maquina, ahora literal.
Jun se encargó de pedir los dangos y Chika sencillamente la siguió y la dejó acercarse tanto como quisiera. Ambas habían acordado que pagaría ella, así que automaticamente olvidó que cualquier otra opción fuese una opción y se quedó mirando los dangos.
— Entonces, en resumen, no desayunas porque no quieres. Pero, ¡Jun-chan! Desayunar es importante. — había intentado dejarlo estar, pero el poder del desayuno era demasiado importante. — Y puedes comer dulces, porque en el desayuno es legal. Como, realmente legal.
"Ilegal no". Pues, sinceramente, lo parecía bastante. Pero quizás a la Kaminari no le gustaba esa palabra, quizás era un poco fuerte. Aunque también "tráfico sigiloso" parecía ser otra palabra algo fuerte, pero era la que ella prefería.
Por una vez más, Chika le recordó lo importante que era el desayuno. Pero había cosas que Jun nunca iba a cambiar. Llámenlo soberbia, orgullo, terquedad, cabeza dura. Cualquiera de esas palabras representaban algunas actitudes que tenía la Nara y, esto quiere decir, que si a ella piensa que algo es de tal manera o hace algo de tal manera, no va a cambiarlo, por más de que le presenten mil pruebas de que no se deba hacer eso. Y, lo que si le parecía ilegal a ella, es que alguien se esfuerce lo más mínimo por la mañana para hacer algo. En las mañanas no hay que esforzarse.
—¿Realmente es legal comer dulces? — la miró de reojo. —No suena muy sano que digamos, si es que seguimos con la línea de que no desayunar tampoco es sano.
No mucho después, el señor sacaría el primer palillo con tres dango. Cada uno de color diferente, uno blanco, el otro rosado y el otro verde.
—Tomen niñas. — dijo mientras extendía el palillo y ya se iba preparando para pinchar el otro.
—¿Realmente es legal comer dulces?No suena muy sano que digamos, si es que seguimos con la línea de que no desayunar tampoco es sano.
Jun seguía cogiendo a Chika a contrapie. Dio un paso atrás, intentando asimilar lo que le decía para poder contraargumentarle. Su expresión era de preocupación. ¿Y si no podía convencer, ya no a Jun, sino a sí misma? ¿Donde quedaba lo bueno de la vida? El dulce y la venganza.
— E-eh, el dulce es bueno. Tu cuerpo necesita dulces y desayuno. ¿Cómo iba a ser ilegal? No es sano comer una tonelada, pero uno o dos pasteles al día... Eso es lo que te da energia. Porque todos sabemos que la energia viene del dulce. Nadie se come barritas energeticas saladas, claro que no.
Acabó su argumentación asintiendo, como siempre hacía.
—Tomen niñas. —
—Tómalo tú. Yo agarro el otro.
Chika lo agarró de inmediato, sin pensar demasiado en nada. Aparte, claro, de convencer a Jun de que el dulce era lo mejor y de que desayunase mientras salían sus dangos. Era una adolescente resabiada así que solo había una forma de convencerla.
— ¿Y si... apostamos? Podemos hacer un combate y si yo gano, desayunas y si tú ganas, yo desayuno. Todos los días.
—Bueno, puede ser. En esta te dejo ganar. Pero no voy a desayunar si no me da la gana, ni siquiera dulces.
Mientras Chika cogía los respectivos dango, el señor fue pinchando los otros tres. En un movimiento sigiloso y sutil, Jun metió su mano en su bolsillo y con la misma fue abriendo su billetera. Fue agarrando los ryō de ambos palillos, que ya había visto en un cartel que tenía los precios.
—Y aquí va el segundo. — extendía con su mano el palito.
—¡Muchas gracias!
Fue con ambas manos a agarrarlo, con una lo tomó rápido y con la otra le deposito el dinero correspondiente. Si la otra chica no se daba cuenta, se irían caminando mientras seguían con la charla del desayuno, lo dulce y un gran etcétera.
—¿Apuesta? No te tenía así eh. Adicta y timbera, mirá vos. — rio sutil y comió la primera bolita mientras caminaban. —Pero, espera, ahí no gano nunca yo. Vos siempre desayunas y yo no. A ti no te cambia en nada.
Esta vez la miró, sin saber si ella la había entendido mal o la otra solo le quería colar la pequeña trampa.
—Además, debería ir a buscar mi kodachi. Mano a mano soy demasiado torpe y aún no aprendí muchas técnicas ofensivas.
—¿Apuesta? No te tenía así eh. Adicta y timbera, mirá vos.
— Si sirve para que desayunes, adelante. — y Chika asintió para sí de nuevo.
Y se quedó pillada durante un segundo. ¿Debería haberse callado eso? No, ¿no? Es decir, era evidente que tenía ese objetivo desde el principio. ¿Por qué mentir?
—Pero, espera, ahí no gano nunca yo. Vos siempre desayunas y yo no. A ti no te cambia en nada.
— ¿Cómo que no? Ganas una dieta saludable. O bueno, dime qué quieres tú si ganas. ¿Clases gratis en el dojo? ¿Te enseño Raiton? Soy muy buena profesora.
Chika la siguió sin un segundo pensamiento, llevándose a la boca uno de los dangos sin siquiera mirar el color.
— O si quieres, te ofrezco uno de mis pastelitos especiales. Aún no me han salido bien, pero el primero que me salga, para ti. ¿Qué me dices? Es un buen trato.
Le ofreció completamente convencida. Se le había olvidado por completo que debía pagar y estaba con su misión principal, conseguir que su kouhai desayune.
—Mira Chika, lo saludable está un poco sobrevalorado a mi parecer.
Llegó un punto que disfrutaba hacerla delirar. No sabía si iba a llegar a sacarla de quicio, pero ella podía continuar hasta la infinidad y mucho más.
—Soy demasiado vaga para las clases. Y, conociendo mi ninjutsu elemental, ni siquiera voy a sacar chispas. Incluso aunque me enseñes. — puso su dedo en los labios y se quedó pensando. —Un pastelito puede ser, pero no se si es lo que más me complacería.
Con su boca tomó la segunda bolita, como si lo estuviera arrancando del palito, pero no de forma tan brusca. Con la otra mano hizo un chasquido.
—¡Ya sé! — la apuntó con el palillo, como si este fuese una arma. —Si te gano, vas a tener que llamarme por mi nombre, pero sin honoríficos. Nada de Jun-chan, ni Nara-san. Solo Jun. — la miró de reojo, con una media sonrisa. —Por lo menos por un tiempo.
—Mira Chika, lo saludable está un poco sobrevalorado a mi parecer.
El corazón de Chika se saltó un par de latidos al oír las duras palabras de Jun. Sin ningún tipo de delicadeza y toda la adolescencia del mundo.
—Soy demasiado vaga para las clases. Y, conociendo mi ninjutsu elemental, ni siquiera voy a sacar chispas. Incluso aunque me enseñes.Un pastelito puede ser, pero no se si es lo que más me complacería.
Y ahora encima le dice que no quiere que le enseñe nada para rematar a la pobre e inocente Chika.
—¡Ya sé!Si te gano, vas a tener que llamarme por mi nombre, pero sin honoríficos. Nada de Jun-chan, ni Nara-san. Solo Jun.Por lo menos por un tiempo.
Chika había estado copando con el enorme dolor que Jun le infligia con cada una de sus palabras dandole bocados a sus dangos, tragandoselo de golpe cuando Jun aceptó su apuesta. A costa de dejar de llamarla Jun-chan. ¿Era el coste digno de tal recompensa? ¿Cual era el límite para conseguir que Jun desayunase?
No, no podía pensar así. ¡La derrota no existía! Da igual lo que pidiese Jun, iba a ganar sí o sí. Ella era una Kaminari. Si Kimi se enteraba de que siquiera dudaba de su victoria le daría dos palizas, una por dudar y la otra para asegurarse.
— Acepto. Cuando y donde quieras, Jun-chan. Cuando gane tendrás que desayunar por siempre jamás. Si tu ganas te llamaré Jun...
Se llevó a la boca la última bola de dango y la masticó para intentar tragarse todo lo que Jun le había dicho antes de aceptar su duelo.
Llevó la última parte del postre a su boca y guardo el palillo para tirarlo más tarde.
—Te deseo suerte, porque va a ser difícil verificar que lo vaya a hacer para siempre.
Parecía que bromeaba pero para nada era así. Si un día no iba a tener ganas de desayunar, simplemente no lo iba a hacer. Aunque intentaría mantener, por lo menos, su apuesta por una semana por lo menos. Claro, si es que perdía.
—Si quieres podemos pasar por mi casa a buscar mi kodachi y lo hacemos hoy mismo. Si ya no tienes tiempo, mejor lo hacemos otro día.
Era lo que ella más quería. Quizás, en alguna de esas, Chika se olvidaría de esa apuesta y no deberían pelear entre sí. Pero la contraria parecía estar bastante convencida y preparada para el encuentro.
Rio un poco al ver en la confianza ciega de la chica. Ni ella confiaba en que iba a cumplir esa promesa por más de una semana. Dos como mucho.
Algo tarde, Chika se dio cuenta de que no había pagado nada de los dango. Hasta ese momento, no habían tocado el tema de quien había pagado. La Kaminari estaba muy ocupada hablando de lo importante que es el desayuno y los dulces, tanto que se olvidó de lo importante que es pagar por las cosas.
—Heeeeey. Que agresiva. Aunque me gusta esta faceta tuya. Tengo que seguir pagando las cosas.
Rio con malicia y se quedó mirándola sin descaro. De mientras, iba a hundir su índice en la mejilla de Chika, intentando desinflarla.
. . .
Al poco rato, ambas chicas llegarían a la residencia de la familia Nara. Jun entró en la misma y tardó unos cuantos minutos en buscar su katana. Cuando salió de la casa, ya tenía su kodachi envainada en la cintura. Sonrió jocosa y se quedó mirando a Chika.
—¿Dónde quieres hacerlo? Podríamos meternos aquí en mi casa si quieres. Si tienes otro lugar, solo dime.
—Heeeeey. Que agresiva. Aunque me gusta esta faceta tuya. Tengo que seguir pagando las cosas.
Jun hundió su dedo lentamente en la mejilla inflada de Chika y ésta se fue desinflando con un cómico sonido hasta que la peliazul habló.
— ¡Nada de pagar tú! Eso no vale, Jun-chan. Habíamos quedado en que pagaba yo. Eres demasiado espabilada. A partir de ahora estaré bien atenta.
Frunció el ceño y se cruzó de brazos.
. . .
—¿Dónde quieres hacerlo? Podríamos meternos aquí en mi casa si quieres. Si tienes otro lugar, solo dime.
Chika sonrió confiada. Una cosa era pelear en una discusión o en las decisiones del día a día, donde Jun podía jugarsela de cien maneras diferentes. Pero en el combate, hablaban el mismo idioma. El idioma de los puños y la electricidad. Bueno, y ahora de la Kodachi.
— Aquí está bien. Tendré cuidado de no romper nada, te lo prometo.
Se crujió los nudillos y esperó a que Jun liderase la marcha.
13/07/2021, 23:33 (Última modificación: 13/07/2021, 23:35 por Nara Jun. Editado 1 vez en total.)
Al escuchar la afirmativa de Chika, entraría nuevamente a su casa pero esta vez acompañada de la otra chica. Ni bien abrías la puerta de la casa, no muy lejos habría una entrada con otra puerta para meterse directamente a la parte más "residencial". Pero ese no era el camino que iban a tomar. Se desviaron hacía un costado, yendo por el patio de la casa. A unos cuantos metros se encontraba el dojo de la familia. No difería de ningún dojo tradicional, estaba hecho de madera y tenía una gran extensión. Corrió la puerta plegable y se encontraron con la sala vacía, le quedaba todo para ellas dos. Antes de entrar, se sacó las botas y las dejó a un costado de la entrada.
Jun se paró a unos metros del centro del lugar, mientras se arremangaba un poco el pantalón que le quedaba tan largo, se sacaba su sudadera, revoleándola contra un costado, y quedándose con la camiseta negra de manga corta que llevaba debajo del abrigo.
—Ya estoy lista. Tú decides cuando arrancar.
La miraba segura, con el antebrazo apoyado en el mango de su katana.
Chika siguió a Jun sin pensarselo dos veces. Al entrar en la casa, estuvo atenta a si se cruzaban con cualquier persona para saludar educadamente y, si Jun se detenía a presentarla, haría lo propio con reverencia incluida. Por suerte, o por calculo de su kohai, no se cruzaron con nadie antes de llegar al dojo en cuestión.
Imitó a la joven y se deshizo de su capa y de su calzado, dejandolos donde no molestasen ni manchasen demasiado. Siguió a Jun hasta el centro del lugar y se puso unos metros en la dirección contraria a la de la muchacha, quedando ambas encaradas con unos cuatro metros de distancia.
—Ya estoy lista. Tú decides cuando arrancar.
— Como tu senpai, estoy obligada a cederte el primer golpe, o intento de golpe, claro.
La sonrisa afable quedó sustituida por una confiada. Se había puesto bien el karategi, subiendoselo de la cintura y cubriendose el cuerpo con él. Podía verse claramente el simbolo de su dojo, un rayo. No iba a haber muchas sorpresas por su parte en esa pelea. Adoptó la guardia habitual y esperó, observando fijamente a su rival. Sobre todo, su espada.
No era nueva en combatir contra armas, tendría como máximo prioridad, esquivar esa Kodachi. Asestar golpes está bien, pero recibir un corte o una perforación no.
Chika la había dejado comenzar a ella, cosa que parecía justo, teniendo en cuenta que Jun no tenía un gran repertorio de técnicas ofensivas. Lo que sí, es que su principal atributo era la espada y la contraria lo tenía claro, ya que le dedicaba unas cuantas miradas a su arma. Sabiendo este último dato, Jun comenzó a avanzar, no sin quitar la mano del mango de la katana.
—¡Voy!
Antes de llegar a su adversaria, en un movimiento subió y bajó la kodachi de vaina, generando que la luz que reflejaba el filo pueda cegarla. Finalmente, al estar cerca de la Kaminari, sacaría de golpe la espada con ambas manos y haría un corte en lateral, hacia uno de los costados de su torso.
Si la Nara había acertado su técnica de kenjutsu, probablemente acertaría el golpe consecuente. Claro, si es que no tenía nada en la galera la contraria.
Sabía que si estaba mucho tiempo cuerpo a cuerpo podía perjudicarle, ya que, por lo menos, sabía que la otra tenía más fuerza bruta que ella. Por lo que pegó un leve salto en horizontal hacia atrás para alejarse.
PV:
120/120
–
CK:
95/100
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-5
–
Daño provocado: 12 PV/corte superficial o 18 PV/corte
—Hitai-ate [En el cuello]
—Portaobjetos básico(4/10) [Sujetado en su muslo derecho]
2 Chīsana Makimono
2 Shuriken
—Kodachi
¤ Iaido: Nikkou ¤ Camino del Iai: Brillo del Sol - Tipo: Apoyo - Rango: D - Requisitos:Kenjutsu 10 - Gastos: 5 CK - Daños: - - Efectos adicionales: Ceguera de unos instantes - Carga: 2 - Velocidad: Instantánea - Alcance y dimensiones: 5 metros
El término Iaido representa un estilo específico de kenjutsu que consiste en movimientos limpios, controlados y rápidos de desenfunde y enfunde de la espada, de una forma tan rápida que resulta imperceptible. De esta forma, se consigue confundir a un posible enemigo. Este arte fue inventado por los samuráis, y desarrollado como un arte de lucha con espada instantáneo capaz de anticiparse a los sellos manuales de los shinobi. En esta aplicación del Iaido, el usuario desenfunda ligeramente la espada y vuelve a enfundarla imperceptiblemente, reflejando la luz del Sol (o una luz artificial, o de la luna si está visible) y potenciándola con su chakra, generando un destello lo suficientemente cegador como para incapacitar a un grupo de adversarios durante un pequeño instante. Después de cada uso, la técnica se va volviendo más predecible y evidente.