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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Ralexion se encontraba a mitad del puente que llevaba al edificio de la Uzukage, mirando fijamente la puerta de bambú. Se sentía extremadamente inseguro. Al fin y al cabo, era su primera misión, la primera vez que visitaba ese lugar. Su preguntó si vería a la Uzukage, a la cual no conocía a pesar de que eran parte del mismo clan.

En lugar de sus ropajes habituales, en ese día concreto vestía con un chándal de color amarillo adornado con rallas negras a los lados. La banda ninja en la frente, como le resultaba natural, el portador de objetos en su muslo derecho. En los pies, sus sandalias negras.

Tragó saliva. «Si me quedo aquí todo el día como un pasmarote no voy a hacer nada con mi vida... además, si alguien me viera aquí parado seguro que piensan que soy un idiota.». Su respiración se encontraba algo agitada, le urgía calmarse. Trató de respirar hondo varias veces.

Puso un pie delante del otro una vez, luego otra, y otra. Ahora estaba delante de la puerta de bambú que tanto tiempo se había dedicado a observar sin sustancia en sus acciones. La abrió con la diestra y se adentró en el interior del recinto...
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#2
Sin embargo, nada más rozar con sus dedos el pomo carmesí de las grandes puertas, una voz sobresaltó a Ralexion. Una voz que provenía de algún punto detrás suya.

¡Yo, ma men!

Si el muchacho se volteaba, tendría ante sí la estampa del shinobi más bizarro que había visto en su vida. Era un tipo alto y delgado, de piel color café y ojos oscuros ocultos tras unas gafas de sol muy modernas. Su pelo, negro, estaba trenzado en finas hileras que iban desde la frente hasta la nuca. Vestía un chaleco militar que evidenciaba su rango de jonin, sobre una camisa de color azul eléctrico y mangas largas. Sus pantalones eran bastante anchos —probablemente en ellos cabían dos como él— y parecían a punto de caérsele en cualquier momento. Llevaba un portaobjetos ribeteado en oro atado al muslo derecho y la bandana de Uzushiogakure a modo de cinturón.

¡Sí, sí, tú! Acércate, nigga —cominó al gennin, haciendo un gesto indicativo con su mano diestra—. ¿Cómo te llamas, fresh blood?

De cerca, Ralexion pudo ver que aquel tipo tenía sendos diamantitos en el lóbulo de sus orejas, y algunos anillos de oro y plata en los dedos de sus manos. Sin duda un ninja de lo más extraño.
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#3
Ralexion casi salta sobre sí mismo cuando la voz del desconocido lo sobresaltó, pero consiguió inhibir el impulso. Giró sobre sus talones. Lo que le esperaba a su espalda no era algo que hubiera visto ni en sus sueños más salvajes. Se quedó paralizado, incapaz de decidir qué hacer, a la par que miraba de arriba a abajo al curioso personaje. Lo peor de todo es que su chaleco evidenciaba un nivel muy superior al del genin.

Se puso firme de inmediato. Rígido como una tabla, se acercó al hombre. «Este tipo... ¡es digno de un manga! No sabía que había gente tan rara en la aldea...».

U-uzumaki Ralexion, señor —le respondió lo más formal que pudo—. ¿E-en qué puedo ayudarle?

JAJAJAJA AKAME, ¿esto viene a cuento por el primer MP que te mandé? JAJAJA.
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#4
El jonin soltó una carcajada al ver cómo Ralexion se cuadraba, firme como una estaca. Se acercó al muchacho e inclinó ligeramente la espalda, lo suficiente para mirarle más de cerca. Sus gafas resbalaron ligeramente por el puente de la nariz, y el gennin pudo ver como dos orbes color avellana le atravesaban con la fijeza de un tirador experimentado.

Ayudarme... —caviló un momento, y entonces su boca se curvó en una sonrisa ladeada que dejó ver un tímido resplandor—. Yo, nigga, ¡no estés tan tenso! —agregó el tipo, dándole un manotazo en el hombro.

Pese a la delgada complexión física del shinobi, que más parecía una rama de trigo negruzco, Ralexion pudo notar como aquella palmada cargada de camaradería casi le desconyutó el brazo. El jonin soltó otra carcajada, seca y ronca como la de un perro.

¡Ralexion! Yo soy Inu Taidana, aunque mis homies me llaman Diamondog —agregó, con una amplia sonrisa que dejó al descubierto su dentadura grande y exquisitamente chapada en diamantes que relucían al Sol de Primavera—. Pues ahora que lo dices, sí que me vendría bien un fresh blood como tú ahora mismo.

Taidana —o Diamondog— caminó con paso errático y distraído hasta la baranda del puente, donde se apoyó con gesto extremadamente chulesco.

¿Qué te parece, eh? Le echas un cable al menda y yo le hablo bien de tí a la Gran M.I.L.F., le digo que mi homie Ralexion es un tío enrollado, un tío bien legal, bla bla bla... —hizo un gesto cansado con la mano diestra—. Ya sabes, esas cosas que os molan a los pollitos recién salidos de la cadena de montaje. ¿Deal?
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#5
Para el jōnin el manotazo habría sido una muestra de amistad entre ninjas, pero a Ralexion casi le disloca el brazo del hombro y tuvo que esforzarse en pos de no caer al suelo. Se tocó la extremidad dolorida, sorprendido de lo fuerte que había sido un golpe tan inocente. El tal Diamondog era potente, desde luego; no debía de ostentar su rango por error.

El susodicho le comentó que necesitaba su ayuda. El joven Uzumaki se sentía confuso, Taidana no dejaba de escupir palabras que para él no tenían sentido alguno, como "nigga" o "M.I.L.F.". No obstante, incluso alguien como él sabía que no podía negarle ayuda a un superior si no gozaba de un buen motivo para hacerlo, lo cual no tenía. Los ninja de Uzushiogakure le daban una especial importancia al respeto entre compañeros, y Ralexion no era una excepción.

¿En qué puedo ayudarle, Inu-san? —preguntó, dando un paso al frente— No estaría nada mal que le hablaras bien de mí a Uzukage-sama, supongo.
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#6
Diamondog esbozó una mueca torcida y miró de arriba a abajo al diligente muchacho a través del cristal tintado de sus gafas. Los gennin de la Aldea eran tan previsibles, tan obedientes... Casi le molestaba. Él tenía una concepción muy distinta de lo que significaba ser un ninja, claro, que no pocos problemas le había dado en sus tiempos mozos. Pero ahora todo era distinto. Veía las cosas con más perspectiva.

¿No estaría nada mal? Oh-ho, puedes apostar que no —exclamó finalmente, exhibiendo aquella sonrisa diamantina—. Sangrefresca, no existe en este jodido barrio un negrata mejor que yo cuando hay que hablar a las chatis. Diamondog se las sabe todas cuando hay pussy de por medio, ¿me sigues? Tengo una lengua de plata. O de diamante, si lo prefieres —agregó, dejando ligeramente caer sus gafas de sol al tiempo que guiñaba un ojo, y luego soltaba otra de aquellas carcajadas perrunas. Parecía divertido con su propio chiste.

Bueno, vamos al business —zanjó de repente, sacando un pequeño paquete cuadrado envuelto en papel de traza y atado con un tosco cordel marrón—. La historia es que necesito que le lleves esta mierda a uno de mis homies.

Extendió uno de sus largos y delgados brazos hacia el gennin, ofreciéndole el paquete. En su mano parecía más pequeño, pero en realidad era algo menos grande que una caja de zapatos.

Te estará esperando en el Estadio de Celebraciones. Puerta 3. Vas, le das el tema, coges la merca y me la traes. ¿Lo pillas?
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#7
Frente a las carcajadas de Diamondog, Ralexion esbozó una sonrisa algo nerviosa. Seguía sin saber muy bien qué rollo llevaba el hombre de color, pero acalló a su sentido común y se limitó a escuchar la petición que formuló poco después. Quería que llevara un paquete de un lugar a otro. Nada complicado, a simple vista. En su interior, el genin se sintió aliviado. «Si solo se trata de eso, no creo que tenga problemas».

Extendió la mano, tomando el paquete. Quiso preguntar qué era un homie, pero finalmente consideró que era mejor idea no hacerlo. Supuso que se refería a algún tipo de persona. Se llevó la cajita bajo el brazo, listo para ponerse en marcha.

¡Estaré de vuelta en un momento, Inu-san! —afirmó con cordialidad, alzando la mano libre al estilo del saludo militar.

Trotando de una manera que podría considerarse como cómica puso rumbo al Estado de Celebraciones.

¿Qué le esperaría al pobre muchacho?
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#8
Cool dawg, peace out —respondió el extravagante jounin, levantando su mano zurda con los dedos índice y corazón extendidos en un gesto un tanto chulesco.

Apoyado en la baranda del puente que daba acceso al Edificio de la Uzukage con aquella pose tan característica, Diamondog observó alejarse al disciplinado muchacho que cargaba con su paquete bajo el brazo. Esbozó una sonrisa confiada y luego tiró con fuerza de la puerta que daba acceso a las instalaciones. Tenía papeleo que rellenar.

Qué rollo, colega...




Mientras tanto, el joven Ralexion recorría las calles de la Aldea de camino al Estadio de Celebraciones, el lugar acordado para la entrega de aquel bulto y recepción de lo que quiera que fuese aquello a lo que Diamondog se había referido como merca.

A aquellas horas de la mañana, y en día laborable, Uzushiogakure no Sato bullía de actividad. Conforme el joven gennin atravesaba la poblada urbe, toda clase de cotidianas escenas pasaban ante sus ojos; señoras —y señores, claro— haciendo la compra del día, trabajadores de toda índole en desempeño de sus tareas... El Remolino era lo que se podía llamar una sociedad en perfecto funcionamiento. Una máquina bien engrasada que cumplía efectivamente su propósito: garantizar el mayor nivel de calidad de vida de todo Oonindo.

Sin embargo, mientras tomaba un giro y se adentraba en una callejuela particularmente pequeña, algo captó su atención. Más allá, en las inmediaciones del callejón, se podían oír ruidos de pelea.

¡Yo te enseñaré lo que es bueno, sucio kusajin!

Si Ralexion prestaba atención, podría ver a un total de tres muchachos —algo más jóvenes que él— enzarzados en lo que parecía ser una pelea. O, más bien, una paliza; uno de los chicos había agarrado al otro por la espalda, inmovilizando sus brazos, mientras que el tercero le golpeaba con sus puños. Los impactos iban dirigidos, fundamentalmente, a la cara del damnificado, pero también se desviaban de vez en cuando para alcanzar su estómago. Iban acompañados, todos ellos, de algún insulto —que hacía alusión al origen extranjero de la víctima— o de un quejido por parte de esta última.
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#9
Se encontraba centrado en su tarea, no se preocupó de observar con detenimiento las actividades que se llevaban a cabo alrededor de él. No es como si no conociera el ambiente de su propia aldea. En pos de atajar y no tener que navegar entre la multitud, se desvió del camino principal y se internó en uno de los múltiples callejones del lugar. Sin embargo, no esperaba la situación con la que se topó de bruces. Frenó en seco, analizando lo que ocurría.

Se preguntó qué hacer: ¿pasar de largo y continuar con su encargo como debería, o ayudar al pobre desgraciado? No necesitó de mucho tiempo para decidirse, ahora era un ninja, y no le gustaba en absoluto lo que estaba viendo. Le tocaba arreglar la situación. Se dio un golpe en el pecho con la mano libre. Tomó aire.

¡EH, VOSOTROS! —señaló a los abusones— ¡¿Qué cojones estáis haciendo?!
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#10
Los chicos que agredían al tercero se detuvieron un momento, sobresaltados ante los gritos que había proferido Ralexion. Al fijarse más en ellos, el gennin pudo deducir que no tendrían más de ocho o nueve años. Vestían ropas típicas de ninjas, pero eran muy jóvenes y además no lucían la bandana de Uzushio en ninguna parte de su indumentaria.

Uno de ellos, el que había estado golpeando al agredido, le dirigió una mirada furibunda.

¡Piérd...!

La voz se le congeló en la garganta y sus ojos pasaron a reflejar miedo cuando vio la placca del Remolino que llevaba Ralexion. Su compinche, que estaba de espaldas al gennin, le preguntó con verdadero desconocimiento.

Eh, Takeshi-san, ¿qué pasa? —el tercer chico intentó liberarse, en vano, aprovechando la ocasión, y su captor no hizo sino apretar más la presa que mantenía alrededor de sus brazos—. Quieto, cabezahueca. Todavía no hemos terminado contigo... ¡Nos las vas a pagar todas hoy!
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#11
Ralexion comenzó a acercarse con paso lento pero seguro al trío. A sabiendas de que su estatus como ninja había provocado miedo en uno de los abusones, se sentía extremadamente poderoso.

Os doy diez segundos para que lo dejéis en paz y salgáis de aquí a toda velocidad —amenazó—. Si no, los que se van a llevar una verdadera paliza váis a ser vosotros.

Hizo por sonar lo más duro que pudo. En realidad no deseaba pegarle a niños más pequeños que él, pero si no le dejaban otra opción, el Uzumaki pretendía arrelarles una colleja o dos. La escena que se desarollaba frente a él le ponía colérico, traía malos recuerdos de su infancia. Sabía de sobra lo que era estar en la posición del chaval al que estaban golpeando.
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#12
Las autoritarias palabras del gennin hicieron mella en la voluntad de los dos agresores, que aunque se mantuvieron firmes al principio, ya no exhibían tanta seguridad en sí mismos como antes. La víctima, cuyo rostro —al igual que el del chico que la sostenía por detrás— no podía ver Ralexion, trató de liberarse otra vez forcejeando contra su agresor.

¡Kusajin de mierda! ¡Te digo que te estés quiet...!

El muchacho que sostenía al agredido exhaló una bocanada de aire cuando su víctima le propinó un cabezazo directamente en la nariz. El chico se liberó de sus ataduras, se metió la mano en el bolsillo y sacó un objeto que luego arrojó al suelo.

Un resplandor cegador inundó por momentos el callejón. Cuando los presentes recuperaron la vista, aquel muchacho había desaparecido. No quedaba rastro de él allí, pero sí que estaban los dos agresores.

¡Me cago en...! ¡Se nos ha escapado por tu culpa, gennin-kun! —bufó el más regordete de los dos, el que había estado propinando puñetazos.

Mierda, Takeshi-san, ¡estamos perdidos! —respondió el otro, que había caído de bruces al suelo—. Nobita-san se vengará de nosotros, ¡te dije que era una mala idea!

Con lágrimas en los ojos, el muchacho empezó a llorar sentado en el suelo, mientras el otro trataba de mantener la compostura. Blanco como una sábana.
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#13
Parecía que la víctima de esa paliza no estaba tan indefensa como podía parecer en primer lugar. Tras librarse de su agresor, el joven sacó algo del bolsillo que tiró al suelo. Después, un estallido de luz que tomó por sorpresa al Uzumaki y le llevó a cerrar los ojos con un quejido. Cuando el nivel lumínico del callejón retornó a la normalidad, solo quedaban los dos abusones.

¡Que te calles! —exclamó al gordo— ¿Se puede saber por qué le estábais pegando a ese chaval?

Torció el gesto, visualmente molesto. Los dos muchachos parecían de lo más alicaídos, pero la severidad que el pelirrojo sentía en su estómago era demasiado fuerte como para sentir pena por ellos.
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#14
Inflexible como una barra de acero —y dispuesto a patear a los chicos con la contundencia de una, si se pasaban de la raya— Ralexion impuso su ley en aquel callejón. Los dos chicos lo sabían, y tan pronto la escena los había convertido de abusones a abusados. El más delgado lloraba quejicosamente, mientras su compañero se frotaba los nudillos de la mano derecha, visiblemente hinchados.

E-ese maldito de Senju Nobita... —balbuceó el gordito, echando la vista atrás como si temiese encontrarse allí mismo al nombrado—. Él... Él...

El chico apretó los puños y bajó la mirada.

¡Estoy harto de él! Siempre nos molesta, se aprovecha de nosotros... —masculló, apretando los dientes—. Y como es el mejor en Ninjutsu, nadie quiere hacerle frente...

»¡Pero hoy le teníamos! Suneo-kun y yo le habíamos tendido una emboscada, íbamos a hacerle pagar por el sufrimiento que nos ha causado a nosotros y también a los otros chicos... —entonces sí alzo la mirada, cargada de resentimiento, hacia Ralexion—. Y tuviste que venir tú a fastidiarlo todo.

¡Nos va a machacar! —aulló el otro, entre quejido y quejido.
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#15
De brazos cruzados, el Uzumaki escuchó el relato de los dos jóvenes. No sabía si creerlos, pero a efectos prácticos le resultaba indiferente. Él no era un adulto, eso estaba claro, pero frente a muchachos mucho más pequeños que él trató de comportarse como tal. Recordó sus días de academia una vez más, no solo las veces que los otros aspirantes a genin se habían metido con él, si no las enseñanzas de sus maestros.

Se aclaró la voz.

¿Así que estáis en la academia ninja? ¡No os creo! —afirmó con contundencia— ¡Aquí, en Uzushiogakure, se enseña respeto por nuestros compañeros shinobis y kunoichis! No sé si lo que decís es cierto, si empezastéis vosotros, o ese otro niño, pero aquí no veo respeto de nadie hacia nadie.

»Deberíais de dejaros de estupideces y empezar a comportaros bien entre vosotros. Estáis todos en el mismo barco, y no sabes quién te puede cubrir las espaldas en un futuro. Si de verdad ese chico se mete con vosotros, deberíais de decírselo a algún profesor, no darle una paliza en un callejón como si fuérais un par de matones. Además, si váis a ser ninjas, ¿qué cojones hacéis lloriqueando?

Se encontraba sorprendentemente satisfecho con su discurso. Las palabras se le habían escapado por sí solas del alma.
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