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El mesero anotó un 2 junto a la línea que ya tenía escrita y luego les retiró las cartas a los gennin con una inclinación de cabeza muy leve. Pese a su aspecto jovial y desenfadado, parecía un tipo muy cortés.
Hecha la orden, Akame volvió a centrarse en la muchacha que tenía delante. En cierto modo le alegró el que hubiese pedido lo mismo que él, porque no era un plato exageradamente caro y —dado que el Uchiha se había comprometido a pagar la comida como compensación— no supondría una puñalada tan grande para su cartera.
—¿Eh? Ah, sí, Noemi-san. En efecto, nos graduamos en la misma promoción junto a otros compañeros. Quizás te suenen... ¿Hagakurei Koutetsu? Un chico de pelo blanco, muy serio. ¿Senju Nabi? ¿Furukawa Eri?
«Uchiha Haskoz.»
Akame notó una punzada de dolor y apretó los puños bajo la mesa. Por un instante su mirada se tornó sombría, taciturna, muy seria. Cuando se dio cuenta, trató de retomar la conversación con una sonrisa mal conseguida.
—Hicimos un par de misiones juntos, era una buena kunoichi —admitió el Uchiha—. Perdona la indiscrección, pero... ¿De qué la conoces? Quiero decir, os parecéis... Un poco.
El intento por sacar un tema de conversación que no fuese la pelea que habían tenido en el torneo dio frutos rápidamente. Akame comenzó a enlistar unos cuantos nombres aunque uno en particular no le sonaba de nada y así lo expresó al alzar una ceja en señal de confusión. «¿Koutetsu? »Se preguntó a sí misma sin despegar la mirada del contrario.
Gracias a eso fue que la chica pudo ver perfectamente como el semblante del chico cambiaba completamente, lo cual ciertamente la preocupó un tanto ya que… Parecía haber llegado a un terreno algo delicado. «¿Será lo mismo que puso mal a Noemi? »Pensó sin siquiera saber cómo cambiar nuevamente el tema.
Por suerte el propio Uchiha se encargó de cambiar el tema, retomando algo ocurrido en el torneo.
—Es mi hermana, ¿no recuerdas a la sirvienta que a veces iba a buscarla a la academia?
Dudaba que la recordase, además de que usaba un conjunto completamente distinto del actual.
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La respuesta de Koko dejó completamente descolocado al Uchiha. «¿Sirvienta? ¿Pero si es su sirvienta, cómo va a ser su hermana? A no ser, claro, que ella sea una hija bastarda de la familia... Claro, eso explicaría por qué no llevan el mismo apellido. O por qué, en esencia, no se parecen más que físicamente...» Akame, conforme con sus deducciones, se permitió sonreír con suficiencia y beber un sorbo de té.
—No, lo siento, Koko-san. No lo recuerdo —respondió con sinceridad—. Como mi familia no vive en Uzushiogakure, tuve que quedarme a vivir en la residencia de la Academia durante todo el curso.
»Y... ¿Cómo es que terminaste siendo kunoichi? Quiero decir... Bueno, no te ofendas, pero... El servicio no suele tener la oportunidad de ascender en la escala, ¿no? —disparó lo más sutilmente que pudo, que en su caso era bastante poco.
Mientras conversaban, un olor delicioso empezó a inundar el local, indicativo de que los platos estaban a punto de ser servidos.
—No, lo siento, Koko-san. No lo recuerdo —fue la respuesta que proporcionó el Uchiha y que realmente se esperaba, es decir, ¿quién se fija en la sirvienta envuelta de pies a cabeza en trapos cuando tienes al lado a otra chica que va mostrándose con ropa ajustada?
—Es lo normal —que no la recuerden, claro—. Es que como Noemi, otros de mis hermanos también son shinobis y me ayudaron, sino ahora mismo estaría limpiando la casa —agregó en respuesta a la pregunta que llegó poco después.
El chico llevaba la razón, era muy raro que un sirviente pudiera salir de ese estatus, pero en su caso tenía la ayuda de algunos parientes que tenían cierta influencia, al menos en la residencia Sakamoto que es donde realmente importa, además de que en Uzushiogakure se da la posibilidad de ser shinobi a muchísima gente mientras no sea un completo inútil en combate.
—¿Y tú mantienes contacto con tu familia? Digo, seguramente les preocupe saber que andas fuera y para colmo trabajando como shinobi —tras finalizar la frase no pudo evitar alzar un poco la vista para intentar ver la cocina de dónde provenía el olor de la comida.
Lamentablemente para ella tendría que quedarse solo con el aroma porque no llegaba a ver nada desde allí.
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Akame asintió ante la respuesta de Koko. Desde luego se trataba de un caso un tanto extraño; y, desde luego, aquella chica tenía afinidad por el combate. Manejaba el elemento Raiton y era capaz de empuñar un ninjato. «De sirvienta a kunoichi... Menudo ascenso».
A punto estaba el Uchiha de decir algo cuando el mesero regordete volvió con su amplia sonrisa y un par de bandejas de sushi. Las dejó frente a los comensales, y también les puso al lado un par de palillos a cada uno y una servilleta. Luego les dedicó una leve reverencia.
—¡Buen provecho, shinobi-san, kunoichi-san!
—Gracias —respondió Akame, con una inclinación de cabeza.
Tomando hábilmente los palillos con la mano diestra, el Uchiha empezó a devorar trozos de sashimi mientras Koko indagaba un poco en su pasado. Akame ni siquiera se inmutó; le habían hecho preguntas de ese tipo tantas veces, y había ensayado tanto la respuesta, que le salió casi tan natural como respirar. O eso pensó él.
—No, qué va. Mi padre es comerciante en Tanzaku Gai y vive muy ocupado. De hecho, apenas para por la ciudad... —contestó finalmente el gennin, tomando después un sorbo de té—. Lleva una vida muy ajetreada pero aburrida al mismo tiempo. Por eso quise hacerme shinobi... Para vivir aventuras.
Tomó otro trozo de salmón, se lo llevó a la boca y lo paladeó con gusto. El sushi de aquel restaurante era de lo mejor que había probado en los Dojos.
La comida llegó antes que sus preguntas a oídos del chico, o mejor dicho, el empleado apareció e interrumpió todo pensamiento de la rubia sobre lo que preguntar y les dejó tanto la comida como palillos y servilletas, todo lo indispensable para que pudieran comer tranquilos aunque llamaba la atención que no hubiese un servilletero a mano como habitualmente ocurría en los restaurantes.
De cualquier manera, agradeció al hombretón por la comida dedicándole tanto una ligera reverencia hecha con la cabeza como con una sonrisa, luego de lo cual tomó los palillos y tomó un primer trozo de sushi, el cual degustaría mientras escuchaba la respuesta a su pregunta.
«En otras palabras mucho no te importa la familia »razonó en silencio mientras se tomaba su tiempo para saborear la comida.
—Entiendo —respondió tras tragar—. Supongo que es lo normal en los jóvenes, ver aburrida la vida de nuestros padres y preferir salir a deambular por todo el mundo —agregó con tono indiferente.
Hasta cierto punto, ella también había hecho algo similar con la sola diferencia de que veía más como figuras paternas a sus hermanos más grandes que a sus propios padres, casi podría decirse que hermanos solo tenía dos.
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—Sí, creo que tienes razón —agregó el Uchiha—. Sobretodo si es tan aburrida como la del mío. Todo el día entre libros de cuentas, aranceles y el resto del tiempo en el camino hacia no sé qué pueblo dejado de la mano de los dioses.
Akame observó disimuladamente la cara que se le quedó a Koko al probar la primera pieza de pescado. Al fin y al cabo, él era un perfeccionista nato y significaba mucho que su sugerencia hubiese acertado con la muchacha. Pero ella no dio muestras de estar complacida; tampoco de lo contrario. «Maldición, qué inexpresiva puede llegar a ser esta chica...»
Luego hubo un silencio breve, y Akame decidió desviar la conversación por otros derroteros. En concreto, se preparó el terreno para algo que había estado deseando preguntarle a Koko desde que dijera que era hermana de Noemi.
—Dime, Koko-san, ¿cómo es que tu apellido no es Sakamoto, si eres hermana de Noemi?
Era entendible, a casi nadie le interesa tirarse el resto de su vida manejando papeles y cosas de menor importancia y sin ninguna emoción de por medio, aunque habían quienes deseaban tener una vida así de tranquila, pero no era el caso de ninguno de aquellos dos.
Ambos seguían en lo suyo, comiendo a su ritmo cuando por un momento a la pecosa le pareció que alguien la estaba observando y… Puede que demasiado, justamente aquel que tenía delante. No dijo nada pero le miró de vuelta con cierta curiosidad, tal vez le daba alguna explicación o algo pero… No, no lo hizo, prefirió preguntar por la presentación de la chica en el torneo en lugar de cualquier otra cosa.
—Bueno, es algo largo de explicar —dijo primeramente dejando una pequeña pausa para dar un trago al zumo de naranja que tenía a un lado—. El resumen sería que… Hice algo que no le gustó a la mayoría del clan y me echaron, así que me quedé con el apellido de mi madre —agregó inmutable, como si estuviese contando algo del día a día.
Porque es totalmente natural que tu propia familia te eche de casa y te manden a cambiarte el nombre, sí sí, totalmente normal.
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«¡Ajá! Ahí lo tenemos. Debió ser un agravio realmente grande contra la familia para que decidiesen expulsarla de esa manera... Quizá no debería hurgar más en el tema», reflexionó Akame. La curiosidad se lo comía por dentro, quería saber qué era eso tan horrible que Koko había hecho y que tanto había disgustado a su clan. Él, como gran lector de todo lo que tuviese que ver con el clan Uchiha, sabía bien que esa era una práctica extendida entre las grandes familias... De hace un par de siglos. «Aunque también depende de la zona... En el País del Hierro seguro que te expulsarían de la familia por no limpiarte bien el culo».
—Vaya, lo siento —mintió el gennin—. Debió ser algo realmente... Singular. ¿Mataste a alguien? —agregó, bromeando, para intentar sonsacarle algo más a la muchacha.
Akame era penoso a la hora de influenciar a los demás, y lo sabía. No esperaba que sus palabras tuviesen gran efecto en Koko, pero su curiosidad le podía. Para disimular, tomó otra pieza de sashimi, la mojó en salsa y le puso wasabi. Luego se la comió y bebió otro sorbo de té.
¿Matar a alguien? Casi, pero del disgusto.
La chica lo primero que hizo fue fruncir levemente el entrecejo al escuchar tamaña pregunta aunque parecía ser una broma. «¿Akame bromea? De eso no me dijo nada »Pensó refiriéndose a su hermana que le conocía mucho mejor que ella —lo cual no quitaba que casi ni le conocía—, pero pronto volvió a adoptar aquel semblante sereno que a final de cuentas por la forma de sus labios parecía estar sonriendo.
—Del disgusto casi —respondió tratando de mantener todo en buen ambiente, lo último que quería era que el Uchiha se inhibiera por preguntar algo supuestamente delicado—. Lo único que hice y molestó fue graduarme de la academia.
Por muy absurdo que sonase, esa era la verdad, aunque para ahorrarse líos terminaron por darle una exuberante suma de dinero que aparte de costearle el departamento también le sirvió para comprarse la katana que tanto adoraba y algunas cuantas cosas extras, como unos cuantos meses de renta, comida, etc. Es más, todavía no se le agotaba ese dinero.
—Si me aceptas el consejo, aléjate de los Sakamoto, no te aportarán nada a tu vida —le comentó soltando una risilla.
Las reglas del clan realmente le resultaban un tanto divertidas, al menos desde fuera, mientras estuvo dentro de la mansión no era tan gracioso.
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«¿Graduarte? Pero, ¿qué sentido tiene eso?» Por más vueltas que le daba, no conseguía entenderlo. Noemi había hecho precisamente eso y, al menos Akame, nunca había tenido noticias de que fuese desaprobada por su familia. «Bien es cierto que renunció... ¿Tal vez el clan tuvo algo que ver?» Cuanto más pensaba en los tejes y manejes de los Sakamoto, más peso tenía que dar al consejo que Koko acababa de regalarle.
—Sí, tranquila. Nunca se me ha dado bien codearme con la nobleza —admitió sin complejos—. Supongo que debe ser por mi curiosidad y mi falta de protocolo.
La conversación se había vuelto mucho más relajada y distendida, hasta Koko soltó una carcajada. Aquello arrancó una sonrisa sincera al Uchiha, que nunca había hecho reír a una chica y sentía —inexplicablemente— una sensación de triunfo adictiva. Terminó su plato y se revolvió en el asiento; estaba preparado para lanzar su verdadera pregunta.
—Oye, Koko-san... ¿Qué le pasó a Noemi-san? He oído muchos rumores acerca de su renuncia y ninguno tiene mucho sentido.
Directo y certero. Así era él.
Todo iba bien, alegre y bonito entre ambos shinobis que intentaban profundizar un poco más la relación casi inexistente que tenían a pesar de ser compatriotas hasta que, mientras la pecosa se llevaba otro trozo de sushi a la boca, llegó la pregunta del millón, aquella que no muy a menudo le hacían pero que de todas formas, lentamente iba aceptando.
—Sí, escuché algunos como que renunció por miedo a llevarse un corte en la cara y otros tantos igual de estúpidos —respondió acomodándose en la silla.
Su alegre mirada se había transformado en otra un tanto más melancólica, es cierto que no había tenido la culpa de nada, pero no dejaba de molestarle el hecho de que por una negligencia su propia hermana haya terminado de tal forma.
—Sabes que el clan Sakamoto es numeroso, ¿verdad? Todo lo que se mueva allí adentro es parte de la familia —comenzó a explicar haciendo algunas pausas para meditar cuánto realmente podía revelar, aunque mucho de lo que diría es en realidad de conocimiento público—. De todo el clan solo se aceptó que nueve de mis hermanos se convirtiesen en shinobis por ciertas… Razones.
Definitivamente no podía decir nada sobre la búsqueda de su padre, eso de concebir a la kunoichi “perfecta” así que en lugar de ahondar en el tema se aclaró la garganta y siguió con el relato.
—De esos nueve, cinco seis son jounins, uno es chuunin y dos eran genins. A los jounins les asignaron una misión de rango A, bastante lejos y decidieron llevarse a Noemi que estaba libre por aquellos días, básicamente porque con lo débil que era les serviría bien como mensajera y eso, en ningún momento pensaron que correría peligro y… —Hizo una ligera pausa simplemente por gusto, por tomar algo de aire—. Se separaron en algún momento y algunos rebeldes la interceptaron completamente sola.
Ahora era cuando aparecía alguno de sus hermanos y le decía algo, por ello no más giró la cabeza para mirar la puerta y alguna que otra ventana del local pero no, nada, había olvidado que ya no estaba en Uzushiogakure y los Sakamoto no tenían nada que hacer allí, salvo tal vez Hideo y Noemi.
—La secuestraron, la retuvieron por poco tiempo pero suficiente para que cuando los jounins llegaron al lugar la encontraron… —Otra pausa, esta vez para buscar palabras que no fuesen similares a “mutilada”—. Digamos que no está en condiciones físicas de seguir ejerciendo.
Y con final abrupto, terminó la explicación de por qué Noemi renunció, solo esperaba que Akame no pidiera más detalles al respecto porque hablar de cómo le amputaron una pierna y una mano a su hermana no resultaba del todo agradable.
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La historia que Koko le contó a continuación no se parecía en absoluto a nada que Akame hubiese podido imaginar. Él pensaba que tal vez su familia hubiese obligado a Noemi a abandonar el camino del ninja para dedicarse a otros menesteres más relacionados con la educación nobiliaria y su futura posición como Sakamoto. Pero aquel relato le dejó sin palabras. Se quedó boquiabierto, todavía con los palillos en una mano y la otra en torno a la taza de té, sugiriendo un trago que nunca llegó. Sus ojos, negros como la noche, estaban fijos en los de la kunoichi; «oh, son de distinto color...» En ese momento Akame se dio cuenta de que Koko era heterocromática.
Y de muchas otras cosas.
Un silencio tan tenso que podía cortarse con un cuchillo se adueñó del local, y Akame sólo se sintió con fuerzas para romperlo un rato después. Aun entonces habló casi susurrando, cortando las palabras mientras su mirada yacía perdida en algún punto encima del hombro de la kunoichi.
—Vaya, yo... Lo... Lo siento, Koko-san —logró decir—. Yo... Eh... Noemi-san era una gran compañera. Y una gran... Kunoichi...
Uchiha Akame siempre había creído saber lo que le esperaba en su Camino del Ninja. Su maestra Kunie se había encargado de ello día tras día en los húmedos subterráneos que habían sido su hogar durante años. Muerte, traición, enemigos por todas partes y pocos escrúpulos. Así era la rutina del shinobi. No muchos ninjas morían de viejos.
Pero no fue sino el día en que se enteró de la muerte de Haskoz, y aquel mismo que invitó a Kageyama Koko a almorzar sushi, que Akame se dio cuenta realmente de lo que significaban aquellas palabras. Habían dejado de ser sólo ideas, conceptos asimilados por una mente ávida de conocimiento como la suya, y habían pasado a convertirse en realidad. En su realidad.
—Vaya, yo... Eh... No sé qué decir —dijo luego, como si temiera quedarse mucho tiempo callado—. Lo siento —repitió—. Yo, eh... También perdí a un compañero. A un... amigo —corrigió después.
Claro que el ambiente cambiaría completamente, estaban hablando de cómo a una conocida de ambos la habían mutilado aunque sin llegar a esos detalles claro, pero el resultado terminó siendo exactamente el mismo. Pero algo llamó la atención de la rubia, por un instante supuso que algo se había malinterpretado porque si bien, esperaba un ambiente algo deprimente, no se lo esperaba tanto.
—Eh… Noemi está viva, incluso está bien de ánimo —le dijo suponiendo que el chico había interpretado que en realidad había muerto—. Quiero decir, renunció porque físicamente no está en óptimas condiciones para seguir trabajando.
A falta de dos extremidades resultaba complicado que se movilizara bien y además que se veía limitada en el estilo Sakamoto, es decir, siempre utilizan ambas manos para usar las espadas y ella con solo una no iba a poder hacer demasiado en comparación de los más experimentados del clan.
La conversación de todas maneras dio un giro, dejando a un lado a Noemi pasaron a hablar de alguien más, un amigo de Akame que probablemente sea aquel que ella llegó a ver en un par de ocasiones y que… «Momento, ¿no estaba Akame también? Y el moreno ese… »Sí, acababa de recordar aquel lindo día en que tres jóvenes se aparecieron en la residencia sin ningún tipo de invitación ni miembro del clan que los acompañase, aunque la pecosa apenas si les había visto vagamente por un instante.
—Haskoz, ¿verdad? Mi hermana también sufrió mucho por aquello —confesó sin temores—. Imagino que no la estás pasando bien enterándote de lo que pasó con dos de tus compañeros, ¿verdad?
Poniéndose en el lugar del Uchiha podía suponer que era uno de los que más estaba sufriendo de todo eso, no solo una de sus compañeras había sido inhabilitada seguramente por el resto de su vida, sino que también un amigo había muerto. «Pobre tipo, pero así y todo sigue en el trabajo, cualquier otro se habría conseguido un trabajo simplón como el de su padre »
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Koko quiso aclarar sus palabras, pero Akame ya no parecía estar escuchando. Absorto en sus pensamientos, perdido en los recuerdos que ahora parecían lejanos, como de otra vida. Sólo cuando el mesero se acercó y les recogió las bandejas, el muchacho volvió a la realidad.
—Haskoz, ¿verdad? Mi hermana también sufrió mucho por aquello.
Akame pegó un pequeño respingo y, parpadeando varias veces como si acabara de salir de un trance, se apresuró a dar las gracias al robusto mesero con una inclinación de cabeza y luego contestó a su compañera kunoichi.
—Sí, Haskoz era... Bueno, era un chico peculiar. Pero sabía ganarse la confianza de todos, y tenía muchos amigos —en realidad, el Uchiha no tenía la certeza de que las cosas hubiesen sido así, pero se sentía mejor dejando a su fallecido compañero en buena imagen—. Él y Noemi, bueno... Fueron algo más que amigos.
Calló al momento. Sentía que estaba traicionando la memoria de su amigo, que quizás Haskoz no hubiese querido que él contara lo de su relación con la Sakamoto por ahí. Aquella reflexión le sacó una sonrisa amarga; «no, Haskoz-kun habría sido el primero en recorrer las calles de la Villa con un megáfono, anunciándolo a los cuatro vientos». Se le humedecieron los ojos, y las últimas palabras de Koko no ayudaron.
Con un esfuerzo titánico el Uchiha logró que las lágrimas no terminasen de aflorar en sus ojos negros, y luego carraspeó con fuerza.
—Bueno, son... Cosas que pasan. Supongo. En esta profesión —replicó, entrecortadamente.
Entonces le hizo una señal al mesero para que les trajese la cuenta, y sacó de su bolsillo un puñado de vales de comida como los que les habían dado nada más registrarse en Nantōnoya. Suficiente para cubrir el almuerzo de ambos.
—Bueno, y... ¿Qué te ha parecido el sitio?
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