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— ¿Y ahora?.
— Sí, cariño, ahora sí ya llegamos.
— ¡Aaaay, al fin!
Una carroza claramente costosa y muy elegante entró por las calles de Yamiria. Estaba hecha de madera oscura, de aspecto costoso y muy bien cuidado, y brillantes ornamentos metálicos plateados. A cada lado llevaba un emblema: una orquídea blanca con forma de ave, en un círculo. El vehículo, tirado de un par de caballos color crema y manejado por un hombre y una mujer de vestimentas sencillas color salmón, se adentró en la ciudad y se detuvo frente a una posada lujosa. Las puertas del carruaje se abrieron: una de par en par y otra delicadamente.
— ¡Ah, Yamiria! ¡Qué lugar tan perfecto para los negocios! —dijo al bajar un hombre de cabellos cortos y barba creciente, vestido con un kimono masculino azul oscuro y plateado.
Le siguió una mujer de piel morena y cabellera carmesí, ataviada en un hermoso kimono violáceo. Su manga derecha estaba agarrada a la altura del codo por un broche dorado, denotando la falta de su brazo.
— Tiene muy buena pinta, es cierto.
Por la puerta que había sido abierta violentamente salió una adolescente bajita, de cortos cabellos rojos, con una blusa larga y pantalones de aspecto moderno.
— ¡Estoy cansada! —gritó — . ¡Qué viaje tan tedioso! ¡Tengo hambre! ¡Tengo sed! ¡Tengo ganas de romper algo!
Detrás de ella salió una alta chica de piel morena y cabellos castaños, con expresión preocupada. Vestía una blusa azul cielo de mangas anchas y bordes blancos, y un pantalón de artes marciales azul marino.
— Kuu-chan, no puedes romper nada aquí…
— ¡¿Ah, no?! —contestó Kuumi, la hermana de Ranko, con una mirada en extremo desafiante.
— Sí, fue un viaje largo —Komachi, su madre, se les acercó — . Su padre y yo prepararemos las habitaciones. ¿Quieren salir a relajarse por mientras? Tenemos todo el día.
— ¡SÍ! —La voz de Kuumi sonaba un tanto grosera — . Veré qué comen en este lugar. ¿Vienes Ranko?
— Y-yo, eh…
Ranko giró la cabeza hacia la calle, haciendo que su larga trenza bailara tras de ella. Era un lugar mucho más bullicioso que a lo que estaba acostumbrada. Aunque casi cualquier ciudad lo era.
"Pero sobreviví a Notsuba. Y a Yugakure. Y ambas eran ciudades muy movidas. Y estamos en el País del Remolino, así que es probable… no, posible que pueda ver a…"
Pero al girar la cabeza de nuevo, Kuumi ya no estaba. Su melena roja se alejaba entre la multitud, y Ranko entendió que su hermana no estaba de humor para esperarla. Tendría que explorar Yamiria sola.
— No olvides, Kuu-chan… —dijo de repente Kizaemon, su padre, mientras dirigía a los sirvientes, quienes habían estado manejando el carruaje, para bajar equipaje y otros paquetes del vehículo. Komachi ya había entrado al edificio — . Ah, ya se fue. Bueno, no olvides, Ran-chan. Hotel Kinsai. No llegues tan tarde, que hay que dar una buena impresión mañana. No te descuides, aunque parezca una hermosa e inofensiva urbe. Y siempre deja en alto a la familia Sagisō.
— Sí, padre.
Yamiria era, por supuesto, una ciudad enorme, tanto en cuestión de tamaño como en densidad. Había demasiadas personas: comerciantes, turistas, uno que otro guerrero… Aunque podría ser interesante charlar con alguno que otro, la Kusajin lo encontró todo agobiante. Caminó por un rato, intentando evadir cualquier roce de hombros, y murmuraba un quedísimo "disculpe" cada que no podía. Pasaba por las tiendas y veía las cosas de lejos, por más lindas o apetecibles que se miraran, pues le costaba aún armarse de valor.
"¡Vamos! ¿Qué pasó con la Ranko decidida?" se regañó mentalmente "Aunque siendo sincera… Creo que es solo la primera impresión. Tal vez si descanso un rato, me aclimataré a este sitio… y todo será más fácil. ¡Sí, eso debe de ser!"
Entonces dio con el oasis que estaba buscando: una plaza circular que rodeaba un árbol, bordeada de asientos de madera. Se había dado cuenta que en casi todos los centros urbanos había al menos un espacio así, un área para respirar. Claro, el objetivo original era tal vez que la gente comiera allí, o combatir un exceso de flujo peatonal. ¿Quién sabía? Lo importante era que en ese momento sólo había un trío de amigos charlando en el borde de la plaza, por lo que sería el lugar apropiado para descansar del bullicio.
Ranko caminó y se sentó del lado opuesto a los chicos, y soltó un suave suspiro. Respiró profundamente mientras cerraba los ojos. El aire estaba frío, naturalmente, mas no había caído ni un copo de nieve recientemente.
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Yumiko detuvo su caminar en mitad de una de las enormes y abarrotadas avenidas que conformaban el trazado de la capital del País del Remolino, Yamiria. Acaba de perder de vista a la sirvienta de su abuelo, a la que estaba acompañando a hacer las compras por la capital. Giraba sobre sí misma, moviendo sus ojos de un rostro a otro con velocidad, tratando de localizar a la mujer. Lamentablemente para la joven, había tantas personas atravesando aquella calle en ambas direcciones, que le resultó imposible reconducir su situación. Así que no le quedaba más remedio que aceptar que se había perdido.
Dejó escapar un largo suspiro mientras se llevaba ambas manos al rostro, deslizándolas en un suave movimiento ascendente de manera que arrastró el flequillo que caía sobre su rostro con ellas. Sabía que acababa de meterse en un lío, su padre le había dado permiso a regañadientes para ir a la ciudad con la única condición que no se separse de la sirvienta y, prácticamente, era lo primero que había hecho pues apenas se había adentrado en la capital unos minutos antes. De hecho, aún podía verse, en el extremo sur de la avenida, el arco de la puerta que había atravesado para entrar a la villa.
"Me he perdido..." apartó sus manos de su cabello, liberando el flequillo, el cual regreso a su posición natural casi como un resorte "El castigo no me lo quita nadie, ni siquiera la abuela..." no pudo evitar centrarse primero en las consecuencias de lo que acababa de ocurrir, aunque sabía que debía de centrarse "¿Debería volver a la casa?" a pesar de su edad, regresar hasta la mansión de su abuelo no le resultaría difícil, de hecho no se encontraba muy apartada de la ciudad "Es una opción... pero estoy segura de que la señora Hashimoto me estará buscando..." durante unos instantes se devatió entre ambos opciones, pero finalmente decidió que lo mejor era encontrar a la sirvienta puesto que si se marchaba de la ciudad, la mujer podría pasar horas buscándola, incluso recurrir a la guardia de la ciudad... a lo que había que sumar la angustia de haber perdido a la nieta de su señor "Está bien... no debe de andar lejos, seguro que se ha dado cuenta ya de que no la estoy siguiendo y debe de es tar retrocediendo para encontrarme" analizó la situación basándose en lo que ella haría si perdía a alguien "Simplemente seguiré andando por la avenida, hasta que me encuentre con ella"
Volvió a girar sobre si misma, dejando la puerta de la ciudad de nuevo a sus espaldas y continúo caminando en dirección norte, mientras se mantenía alerta por si veía a la señora entre la muchedumbre.
Sin embargo, la cosa no era tan simple como ella se había pensado. La avenida era realmente grande, estaba abarrotada y encima, cada dos por tres tenía que esquivar a grupos de peatones o algún que otro carro. De hecho, tenía la sensación de estar avanzando en eses prácticamente.
Pese a los problemas, no cejó en su empeño y prosiguió con su plan. Poco a poco, la avenida iba cada vez quedando más y más libre pues la mayoría del tránsito de la ciudad parecía discurrir por el resto de sus muchas intercepciones. Pero eso no hizo cambiar su plan y siguió caminando por la avenida hasta que llegó al final de la misma, la cual terminaba en una enorme plaza circular. El lugar apenas estaba transitado, al menos en comparación con lo de antes. Paseo la mirada desde la desembocadura de la avenida, con la esperanza de encontrar a la señora Hashimoto... pero fue en vano. Allí tan sólo había algún que otor peatón pasando en la distancia y un grupo de amigos.
En aquel momento, Yumiko tuvo que hacer frente a la realidad: su plan había fracasado.
"¿Vuelvo hacia atrás?" fue lo primero que se le ocurrió pero lo descartó rápidamente, el resultado sería el mismo o eso es lo que ella creía al menos "¿Y si... voy directamente al mercado?" la idea surgió en su mente de repente y le pareció una magnífica... el único problema es que no sabía llegar al mercado "Debería de... ¡¿preguntar a alguien?!" nada más imaginarse acercándose a un extraño para preguntarle, sintió como la boca se le secaba y las manos le sudaban ligeramente "No..no... ¡No!" movió la cabeza de manera negativa inconscientemente, sin darse cuenta siquiera "Tiene que haber otra forma... ¡Ya se! Seguro que debe de haber algún cartel o señal que indique el camino ¡Eso es! Sólo tengo que buscarlo y ya está..." comenzó a caminar por la plaza de un lugar a otro, a paso rápido, yendo de un extremo a otro en busca de algún cartel que indicase el camino hacia el mercado.
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No iba al País de la Espiral desde verano, y por supuesto nunca había estado allí en invierno. Lentamente, el frío aire del sureste de Onindo calmó los nervios de Ranko. El sonido de su respiración pronto opacó el ruido de la calle.
”Tú puedes, Ranko. Eso. Tranquila. La Princesa Conejo no se debe intimidar por las grandes ciudades. ¡Ya no más!"
La Kusajin se imaginó rodeada de una ardiente aura inspiradora, y sintió que incluso podría calentar los vientos de Yamiria. Abrió los ojos y se puso de pie de un salto. El ver que el gentío seguía por la calle sin más mermó levemente su inspiración, pero no la agitó mucho. Respiró profundamente de nuevo, animada, al menos por el momento, para seguir recorriendo la urbe. Tal vez consiguiese algo de comer…
Sin embargo, antes de que diera un paso se dio cuenta de algo. Una personita que caminaba de un lado a otro de la plaza. Habría pasado desapercibida si no estuviera en un área relativamente abierta, y si no estuviese repitiendo su movimiento.
"Es sólo una niña… ¿Dónde están sus padres? ¡Ay, cielos! ¿Estará perdida? Debería ¿Ayudarla? No recuerdo bien dónde estoy yo, ¿No sería contraproducente? No, ¡Peor sería quedarme sin hacer nada! Pero ¿Y si no está perdida? Tal vez sólo está esperando a alguien que está tardando mucho… ¡Si es así entonces yo sería una metiche! Ay, cielos…"
La chica de la trenza respiró profundamente una última vez y susurró para sí.
—Ranko decidida.
Con un par de pasos tímidos, Ranko se acercó a la pequeña. Al tenerla a unos metros se dio cuenta de lo pequeña que era, o de lo alta que era ella misma, pues la niña medía poco más de dos tercios la estatura de Ranko. Tragó saliva.
—Di… Disculpa. ¿Estás… Estás bien? —soltaría Ranko, intentando no sonar nerviosa.
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Nada más llegar al extremo opuesto de la plaza, Yumiko, comprobó que no había ninguna señal que le pudiera ofrecer alguna pista. Aún así, lejos de rendirse fácilmente, estuvo un par de minutos repasando con la mirada las fachadas de los edificios por si en lugar de señales usasen cartelería. El resultado fue exactamente el mismo. Lo que a priorí le había parecido una idea ganadora, empezaba a no serlo. Sin embargo, la joven, no se rendiría tan fácilmente. Así que en esta ocasión decidió dirigirse hacia su derecha. Avanzó a paso rápido, intentado no mostrar el nerviosismo que empezaba a despertarse en ella. Una vez llegó hasta la desembocadura de la calle, repitió la misma operativa... pero, al igual que anteriormente, el resultado fue negativo. En aquel momento, si atendía a la lógica, podía haber parado allí y empezado a hacerse a la idea de que debería de recurrir a la ayuda de alguien local.
"Quizás en el otro lado..." negándose a aceptar la evidencia de que no había señales en aquella plaza, volvió a cruzarla de parte a parte hacia la siguiente intercepción. El resultado volvió a ser el mismo.
—...— se quedó en silencio, mirando hacia el fondo de la calle con la mirada pérdida durante un instante.
"No puede ser.. he debido de pasar algo por alto..." aún se resignaba a tener que preguntar a alguien, así que desandó el camino hasta regresar al punto de partida antes de comenzar de nuevo.
Quizás desde la perspectiva de cualquier otra persona, lo más lógico hubiera sido preguntar a cualquier viandante... pero desde la óptica de alguien como Yumiko, eso era algo simplemente terrorífico. Y no era terrorífico porque la joven pensase que le podrían hacer algo, no, era simlemente por el hecho de pensar en que podría estar molestando a otra persona. Desde su punto de vista era algo como cargar a otro con su problema y, encima, a alguien a quién no conocías de nada.
Justo cuando se encontraba preparada para empezar de nuevo su peregrinaje por la plaza, una voz en tono ligeramente nervioso se dirigió a ella.
—Eh...— se giró lentamente, como un conejito asustado —Es... esto...— buscó con la mirada a la chica que se dirigía a ella, mientras entrelazaba ambas manos sobre el regazo nerviosamente —Yo... mmm— nada más encontrarse con la mirada de la joven de la coleta, bajó la mirada de manera instintiva —si.... es... estoy bien— alanzó a responder a la pregunta que le acaban de realizar, tras muchas dudas.
"Debo parecer idiota..."
—Es... solo... es solo que no se por donde queda el mercado— lo escupió todo de golpe y se sintió liberada por un instante aunque ahora tenía la presión de seguir allí, parada, manteniendo aquella incómoda situación prolongada un poco más.
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Ranko sintió que había asustado a la chica. A pesar de que ella decía que estaba bien, se notaba muy nerviosa, lo cual puso nerviosa también a Ranko. Sus manos inquietas y su mirada tímida le dieron un leve retortijón en el estómago a la Kusajin. Tal vez era preocupación, tal vez era ansiedad.
La de la trenza alzó las palmas, moviéndolas como intentando calmar a la pequeña.
—E-está bien —dijo, pero al instante se regañó mentalmente.
"¡No, no está bien! ¡Está perdida! ¿No oíste?"
—D-digo… no debería ser mucho problema. E-encontrarlo. Creo. Ahm… —Intentó hacer memoria, pero al ir abrumada por la multitud, no había prestado demasiada atención a algunos sitios. Se rascó el mentón. Pensó que tal vez una presentación lo haría todo un tanto menos incómodo, así que se puso la mano sobre el pecho mientras hablaba —. Me… Me llamo Ranko. Tal… tal vez podríamos, ahm…
Volteó en derredor. La gente iba y venía sin más, sin detenerse. Con tal flujo de personas, tardaría un año en lograr preguntar algo con buena voz. Entonces reparó en el grupo de amigos que reía y bromeaba a un lado de la plaza. Al menos ellos estaban en un sólo lugar.
"Qué pena tener que interrumpir… ¡Pero esa pequeña necesita ayuda! Al menos no los molestaré por mucho… Creo…"
—¡Podríamos preguntar! Ahm… ¿Te… te parece?
No quería forzar a la niña a preguntar, pero tampoco quería parecer entrometida preguntando por ella. Pero sentía que tenía que hacer algo.
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