—En lo absoluto, estaba pensando en que mis posibilidades podrían ser como las cara de esta moneda.—

El médico prestó atención al gesto de Inoue, quien guardaría su moneda y se bebería otro trago de sake desde su copa. Siguió sus movimientos cuando este se levantó y finalmente dijo:

—Ya regreso.—

Y por un momento sintió que la habitación había quedado vacía, solo él con su bebida y aquella caja misteriosa. Una parte de él quería creer que en su interior había un inocente pastel de fresa, que probablemente no tendría tan buen sabor como el de la pastelería de Kiroe pero que al menos se podría comer.

Pasarían unos segundos y finalmente una mano del chuunin se estiraría hasta tomar la caja, la movería hasta delante suyo y delicadamente abriría el paquete. Precisaba echarle un ojo para confirmar sus sospechas.

En cuanto Mogura tuvo vio la oportunidad se lanzó curioso sobre la ofrenda de paz que dejé, era una simple caja con un estampado de un trozo de pastel, incluso cuando deslizara el cofre podría sentir la consistencia del contenido, era algo sólido y cuando esta quedó expuesta sus ojos pudieron toparse con un trozo de torta con glaseado y trozos de fresas en su superficie, parecía totalmente normal, olía totalmente normal; podría sacarla y revisarla sí quería, hurgar en la caja por sí la desconfianza seguía brotando en él.

Lo único que podría asegurar Manase era que el presente no era de la pastelería de Kiroe, pero no por ello no se veía menos atractiva para degustarla.


Después de algunos minutos mi imagen aparecería nuevamente en escena, caminaba directamente hacia la mesa en dónde nos encontrábamos sentados, sin embargo, Mogura tendría el tiempo para dejar todo como estaba antes, sí es que así lo quisiera, sí por el contrario prefería mantener su atención en mi figura también podría notar que ahora me encontraba un poco más relajado que antes, quizá por el hecho de que estábamos hablando tranquilamente o porque el alcohol estaba haciendo efecto paulatinamente.

—Estoy mucho mejor.— Dije al sentarme en dónde estaba. —¿Qué me decía?— Pregunté por el hecho de que no lograba precisar de qué hablábamos, a la par que decía estas palabras agarraba la botella de sake para servir un poco más en mi cuenco y en el de Mogura, en caso de que estuviese vacío.

AO2