Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
—A mí me quiere sonar que llegaste a hacer una especie de acuerdo con él —comenzó Hanabi—, que no salió bien. Entonces el tipo ve vuestra pelea en el estadio, y luego ocurre todo, y luego vuelve esposado con Akame, afirmando que él estaba a punto de despedirse cuando ordenó que Uzumaki Eri le esposara. Quizás, sólo quizás, eso le superó. Lástima, porque resulta que ese incidente me dio el inicio de un hilo desde el que tirar. Si no la hubiese cagado de aquella manera, quizás hasta tendríamos que disculparnos con él.
Hanabi había mantenido la cabeza gacha todo ese rato, pero ahora miraba a Datsue a los ojos. Clavaba aquellos luceros naranja con determinación. Sin miedo, pero con la cautela de alguien que está guardando un disparo en la recámara. Su semblante se tornó serio, más de lo normal. Suspiró.
»Datsue, por favor. Tengo algo muy importante que contarte. Pero antes tengo que pedirte que dejes ya de ser tan influenciable con esa tal Aiko. Esa tal Aiko está MUERTA. Asúmelo. Asume que en este mundo, los ninjas caen en combate. Sufren castigos disciplinarios. Aiko ya no existe. Es el pasado. Aquél día me prometiste que serías mi ninja, Datsue.
»Y no te lo voy a guardar más. Datsue, aquél día también te dije que la villa estaría aquí para ti. No quiero que tengas ningún secreto conmigo, así que yo no los tendré contigo. Datsue, ¿recuerdas aquella pregunta del primer examen que os hice a ti y a Akame?
Hubo unos segundos de silencio compremetedor. Sin duda, aunque Hanabi no había concretado a qué pregunta se refería, Datsue supo con toda certeza cual de ellas era.
»Durante el incidente, por supuesto, le di más credibilidad a uno de mis jounin que a un pazguato de Amegakure. Pero que el tío se tomara aquello tan personal, que intentara atacarlo... Además, Akame no es como tú, Datsue. Akame no sabe mentir. Su mirada, Akame. Su mirada transmitía algo más. Akame quería algo más aquél día. Akame no había traído a Amedama Daruu y a Aotsuki Ayame al hospital como un acto de caridad.
»Bueno, eso es simplemente una sospecha. No obstante...
»Junté un pequeño equipo de ANBU e investigué. Removí cielo y tierra. Algo me decía que Akame no estaba trabajando para mi, sino para... no sé, ¿quizás la sombra de Zoku me perseguía todavía? Lo que averigüé fue algo mucho peor.
»Trabaja para una organización externa llamada Tengu. En concreto, para una mujer llamada Kunie. No sabemos quién es. No sabemos qué quiere. Por desgracia, le pusieron alguna especie de... protección mental muy poderosa. Pero lo que sí sabemos es que entró en la villa para servir de doble agente. Y eso, Datsue, no podemos perdonarlo.
»No quiero que te sulfures. Pero tu compañero... es un traidor. Y permanecerá en la cárcel hasta que averigüemos algo más.
»¿Sigo teniéndote conmigo? ¿Sigues siendo mi ninja?
Cuando Hanabi alzó la cabeza, y clavó sus ojos crepusculares en los de Datsue, lo supo. Supo que Hanabi iba a matarle. Que atravesaría su pecho con una mano y le arrancaría medio corazón. Que lo haría con tacto, con remordimientos incluso, pero que lo haría. Y no existirían excusas ni lamentos que aliviasen su dolor.
El Uchiha se equivocaba, claro. Hanabi no solo le arrancó medio corazón, se lo arrancó entero. Pero lo hizo poco a poco, trozo a trozo, para que su cuerpo se confiase y no se desmayase en un mecanismo de autodefensa para huir de semejante calvario de golpe.
Primero, le hizo ver que Aiko estaba muerta. El hecho de que la última vez le hubiese asegurado que, de haber avisado a tiempo, hubiese intermediado por él, hizo el golpe todavía más contundente. Le habían dado la mano para ayudarle a levantarse, pero en realidad era solo para tumbarle de nuevo de un sonoro cabezazo.
¿Qué estaba muerta? En realidad no, y ese era el problema. De haberlo estado, hubiese tenido un tiempo de duelo. Hubiese llorado su pérdida. Y finalmente, hubiese dado un paso hacia adelante, sin querer volver a mirar atrás. Pero no lo estaba, y eso era lo que le mataba por dentro.
¿Qué se olvidase de ella? Los Dioses sabían que lo había intentado. De mil formas, algunas mezquinas, otras poco saludables para su cuerpo. Había tratado de conocer a otras chicas. Había tratado de refugiarse en el entrenamiento y en su Hermano. Hasta había estado a punto de usar el Sennō Sōsa no Jutsu en sí mismo, hasta que entendió que eran tantos los recuerdos que debía borrar que su último año dejaría de tener sentido para él.
Pero si algo podía eclipsar todo aquello, eso era la segunda revelación que le hizo. Claro que sabía y recordaba la pregunta a la que se refería Hanabi. Y ya nada más oírlo, algo dentro de él se rompió. Porque sabía, sabía, que lo habían descubierto. Que lo que él había sabido en aquella misión hecha meses atrás, en la que había sido chantajeado con que si contaba algo a alguien Akame moriría, había llegado a oídos de Uzu.
Ojalá hubiese estado equivocado. Ojalá su mundo no se hubiese desmoronado en aquel preciso instante frente a sus narices. Había pasado de soñar con una posibilidad de recuperar a Aiko gracias a una nueva amenaza mundial a perderla a ella y a su amor fraternal.
Le hubiesen podido clavar una puñalada en el pecho en aquel mismo instante, y ni se hubiese enterado.
—¿Sigo teniéndote conmigo? ¿Sigues siendo mi ninja?
¿Su ninja?
—¿Qué ninja? —preguntó él, con labios temblorosos. Tenía la vista empañada y el pecho le subía y bajaba como un muelle estropeado—. ¿El tipo de ninja que abandona a su novia? ¿A su propio Hermano? ¿No se da cuen-ta? —La voz se le rompió con la última palabra. Tuvo que hacer un esfuerzo titánico para reprimir el sollozo en su pecho. Le quemaba—. Hace apenas un año, yo no sabía hacer ni un triste Gōkakyū. Ahora soy capaz de sellar una Bijūdama en un ojo. Y todo se lo debo a él. Soy quien soy gracias a él. Y sobreviví a las torturas de Shukaku por él. Con Akame a mi lado, no tengo miedo a nada. Siento que puedo conseguir cualquier cosa. —Y los Dioses sabían que si hubiese aceptado su propuesta en el Valle del Fin, Aiko y él estarían juntos. Felices… o enterrados los dos bajo el mismo lago—. Sin él... —¿Qué era el sin su influencia? ¿Sin sus ganas de superarle? ¿Sin ese camarada que siempre estaba a su lado, por muy feas que se pusiesen las cosas? ¿Sin ese amigo al que podía confiarle su vida y sus secretos más oscuros? ¿Sin... su hermano? Se rompió—. Sin él no soy nada —dijo, y los sollozos reventaron su pecho e inundaron su garganta. Lloró, lloró y se avergonzó por ello, tratando de ocultar su rostro entre las manos.
»Sin... él... no... soy... nadie.
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado
Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Es difícil de explicar lo extraño que resultaba para alguien ver a Uchiha Datsue caer de esa manera. Quienes lo conocieran os dirían que estáis mintiendo, o, de hecho, como cualquier hombre o mujer sensato así diría, que él estaba mintiendo. Pero había que estar allí, en la posición de Hanabi, y había que haber visto y vivido lo que él junto con aquél ninja. Para bien o para mal, sí, Hanabi consideraba a Datsue su ninja y por tanto había empezado a aprender a reconocer y diferenciar los melodramas teatrales de Datsue de las verdaderas emociones del chico.
Y ahora estaba triste. Y un poco nostálgico.
Él también había perdido una pareja y un compañero, hacía ya años. Eran, de hecho, la misma persona. Y fue, de hecho, por una traición muy parecida a la potencial de Uchiha Akame. Hanabi cerró los ojos y negó con la cabeza.
—Datsue, probablemente creas que lo digo sólo por intentar animarte, pero sé cómo te sientes. Déjame que te cuente una historia.
»Una vez participé en una larga misión con una compañera algo guapilla y con una personalidad de fuego, allá en el País de la Tierra. Se llamaba Garadea. Recuerdo que congeniamos casi al instante. No paraba de meterse conmigo, y yo con ella, pero esa camaradería nos unió. De una forma... digamos que fuimos más que amigos.
»La relación duró cinco largos años. Y luego la descubrieron. Había sido una espía todo el tiempo. Unos asesinos planeaban asesinar a Shiona-sama y al Señor Feudal. Garadea era la encargada de acabar con la Uzukage.
»Yo mismo la maté.
Hubo un tenso silencio, de al menos medio minuto. Hanabi tenía la mirada clavada en la mesa.
»Todavía no estamos seguros de qué clase de vínculo ha llegado a tener Akame con esa organización. Sí que sabemos que su actitud durante las misiones cambió muchísimo desde que conoció a Shiona. Quizás ella consiguiera hacer despertar algo de patriotismo por la aldea en él. Pero no podemos descartar nada. ¿Lo entiendes, verdad?
»Te estoy confiando esto porque quiero que estés conmigo en todo, y también porque quizás tú puedas terminar de hacer que Akame sea uno de los nuestros. Pero necesitamos estar seguro de que cualquier relación con esa organización ha finalizado. Por el momento, no hemos conseguido mucha información. Quizás tú seas capaz de sonsacarle algo más.
»Y por eso te doy permiso para visitarlo siempre que quieras. Comprende que si no confiase en ti, no lo haría, bajo temor de que le liberes.
Hanabi suspiró.
»En cuanto a lo de Aiko, ¿no ves que no podemos hacer nada? No puedo hacer nada. Es una ninja de otro país. ¿Qué derecho tenemos nosotros a decirle a Yui qué prisionero debe dejar libre o no?
Claro que creía que lo decía para animarle, aunque eso no quitó peso a la historia que Hanabi le narró. En muchos aspectos, muy parecida a la suya propia. Había conocido a alguien que le había cambiado la vida. Que le había hecho sentir, que le había hecho amar. Para luego descubrir que era una espía, a la que había tenido que asesinar.
Datsue, en el fondo, sabía que debía oír aquella historia con admiración. Pero en realidad, fue como otro mazazo. ¿Era eso lo que le esperaba a él? ¿Asesinar a su propio Hermano… por su Villa?
Recuerdos fugaces invadieron su mente como rápidas diapositivas. Akame, jugándose la vida para traerle de vuelta a la Aldea cuando Shukaku había tomado control de su cuerpo. Akame, muriendo ante sus ojos cuando le habían sellado el bijuu. Akame, uniéndose a él para derrotar a Zoku. Akame, ayudándole a pagar su deuda con el Hierro sin pedir nada a cambio. Sin hacer preguntas incómodas. Datsue le había pedido un delicado favor, y el cabrón había asentido antes siquiera de terminar de darle los detalles. Como dando por hecho que, fuese lo que fuese, iba a hacerlo.
Hasta ese punto llegaba su camaradería. Habían aprendido a ser camaradas hacía ya más de un año, cuando tras una fuerte pelea, Uchiha Raito, su sensei, les había esposado el uno al otro, obligándoles a permanecer juntos por casi un mes.
Allí habían fraguado su amistad. Allí habían fraguado su verdadera hermandad.
El solo hecho de imaginarse matándole le daban náuseas. Sabía que la decisión de Hanabi era la correcta. El propio Akame había respondido lo mismo en el examen. Pero Datsue… ¿amaba tanto a su Villa? ¿Más que a los suyos?
Él no era un uzujin de nacimiento. Provenía de la Ribera del Norte, y el dinero y el éxito fue lo único que le condujo a la Villa. Ni patriotismo, ni amor por nada. Fue la propia gente quien le hizo sentir eso. Nabi, Eri, Akame… Sin ellos, no sería quién era ahora. ¿Cómo sacrificar a ninguno? ¿Cómo matarse a sí mismo? ¿Por quién lucharía después? Había criticado a Daruu, Ayame y Kaido incontables veces por no hacer nada por ayudar a Aiko. Una persona a la que casi ni conocían.
¿De verdad se iba a convertir en el mayor hipócrita del mundo? ¿Hacer lo mismo no ya con Aiko, sino su propio Hermano? ¿Abandonarle y hacer como si no existiese, como tantas veces había criticado?
¿Quién era él, entonces? ¿¡En quién cojones se estaba convirtiendo!?
No lo sabía, ya no tenía respuestas para nada. El mundo se le caía abajo y tan solo veía oscuridad. Una pequeña luz surgió de la negrura. Hanabi le daba permiso para visitar a Akame, y para tratar de sonsacarle algo. Eso le daba esperanza… y miedo al mismo tiempo. ¿Qué pasaba si no lo conseguía? O, algo peor, ¿lo conseguía y descubría algo terrible? ¿Algo imperdonable? ¿Qué pasaría entonces?
Le dieron ganas de atarse una soga al cuello y olvidarse de verdad de todo.
—Le agradezco la confianza, Hanabi-sama… Yo… Haré todo lo posible para que nos cuente todo —se restregó los ojos con el dorso de la mano. No sabía ni qué decir. Estaba superado. Había recibido un palo de improvisto demasiado gordo como para asumir en un minuto—. Entiendo que no se pueda hacer demasiado con Aiko en estos momentos, pero… Quizá algún día ellos me deban un favor a mí. Y… —Joder, tenía ganas de llorar de nuevo. Aquello era patético. Oh, sí, Datsue. Te deberán un favor, ¿y entonces qué?, le preguntó una voz. ¿Liberarían a Aiko solo por eso? ¿Después de todos los problemas y burlas que les había causado?
Ni hablar.
Claro que, en realidad, sí que les debían una. ¿Acaso Daruu no había tratado de asesinar a uno de los suyos? ¿Y acaso Hanabi no le había perdonado la vida? ¿No podían exigir ahora, a cambio, la vida de Aiko por la perdonada?
«Pero Hanabi nunca aceptaría hacerles una propuesta así», se respondió a sí mismo. Y sabía que llevaba razón. Algo así dinamitaría cualquier tratado de paz que quisiese instaurar.
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Grupo 0: Datsue y Uchiha Raito, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 1: Datsue y Reiji, (Ascua, 220), Poder 80 e Inteligencia 80
Grupo 2: Datsue y Aiko, (Entretiempo, 220), Poder 100 e Inteligencia 80
Grupo 5: Datsue y Uzumaki Kaia, (Bienvenida, 221), Poder 100 e Inteligencia 80
—Tienes razón —contestó Hanabi—. Quizás algún día. Pero ahora mismo no, Datsue. No somos necios, ninguno de nosotros. Nadie movería un dedo por ti fuera de esta villa. Nadie.
Hanabi suspiró.
»Bueno. Voy a tener que gestionar todo esto de los bijuus, Datsue. Será mejor que vayas a casa a descansar. Me ocupo del resto.
La cabeza de Datsue se movió sola, asintiendo por él.
—Lo entiendo… G-gracias. —Su boca habló también por si sola, y el Uchiha no la sintió como suya.
Su cuerpo se levantó. Realizó una reverencia. Se despidió. Era un jodido autómata que, ya no es que no sintiese su propio cuerpo, sino que ya no sentía ni que pertenecía a aquel mundo. Aiko. Akame. Las dos personas que más le habían llegado a importar, y le habían arrebatado a ambos. Y Datsue, crítico como solo él podía serlo, con todos los que se habían negado a echarle una mano, ¿qué hacía él ahora?
«Te vas a dormir».
Con Akame encarcelado.
Con Aiko bajo el lago.
«Y te vas a dormir».
El mundo sabía que era un mentiroso, y eso nunca le había importado. Pero ahora, ahora era un puto fraude. Era el mayor hipócrita de todos. Era un imbécil, que se había calentado la boca juzgando al resto y, cuando se enfrentaba a la misma problemática, agachaba la cabeza como todos.
Fue entonces cuando se dio cuenta. Que se había quedado corto en lo que había dicho de Akame, y de lo mucho que le influenciaba. Junto a él, no tenía miedo de enfrentarse ante nada ni nadie por defender lo que consideraba suyo. Porque sabía que, le apoyase o no, al final él siempre estaría cubriéndole las espaldas.
Así eran los camaradas.
Pero sin Akame, ¿quién estaría ahí? ¿Eri, que se preocupaba más de hacer las paces con Ayame que de hablar con él tras lo sucedido? ¿Nabi, que en cuanto escuchase la palabra traidor y Akame juntos en la misma frase se cerraría en banda ante cualquier posibilidad de perdón a su Hermano?
Sí, tenía toda la labia del mundo. Charlatán, muy simpático cuando quería. Y estaba en su propia Villa. Por los suyos. Pero Datsue…
Datsue se sintió más solo que nunca en la vida.
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Al cabo de un rato, Katsudon entró en el despacho. Junto con Chae y Raimyogan. El equipo Hanabi al completo deliberó sobre la nueva información obtenida. Se decidió enviar cartas a Kusagakure y a Amegakure. La situación era excepcional, al fin y al cabo. Debían forjar una alianza a tres que les permitiese la opción de colaborar trasvasando información y fuerza militar.
Por otra parte, se habló de Akame. Convenientemente, el interrogador encargado del caso visitó el despacho y aportó nueva documentación...
También se habló de Datsue.
Y se decidió que los Hermanos del Desierto eran un peligro para la nueva paz. Datsue nunca pararía hasta cumplir sus objetivos, y jamás dejaría que a Akame le pasase algo. Y si le pasaba, ya podían ir olvidándose de que fuese un camarada uzujin. Si alguien los estaba buscando, además, podrían ser un peligro para Uzushiogakure.