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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#31
Ella se rascó la mejilla con un dedo, algo tímida.

—Ascendí a jounin una vez terminó el examen —reveló en voz baja, removiéndose en el sitio con cierta incomodidad.

Y Ayame no supo reprimir su sorpresa. Se había quedado boquiabierta, literalmente hablando. ¡Eso la colocaba al mismo nivel que su hermano mayor!

—¿De verdad? ¿A Jōnin? —repitió. Su rostro cambió de la sorpresa a la alegría en cuestión de centésimas de segundo: la boca abierta de Ayame se convirtió en una gran sonrisa—. ¡Eso es genial, Eri-chan! ¡No conozco a nadie de Uzushiogakure que lo merezca más que tú, de verdad! ¡Muchas felicidades! —aseveró, asintiendo varias veces con la cabeza. Pero entonces reparó en algo, y en aquella ocasión fue ella la que se rascó la mejilla—: Oh, perdona. Quizás ahora debería llamarte Eri-senpai.

—¿Y a ti? —Le devolvió la pelota.

Y Ayame se quedó momentáneamente congelada en el sitio. Seguía sonriendo, pero aquella sonrisa no era para nada alegre. Negó con la cabeza, y algunos mechones de cabello oscuro resbalaron por sus hombros.

—No podían ascenderme después... de lo que pasó. Era algo obvio —confesó, encogiéndose de hombros. Era algo que ella había sabido desde el principio, y aún así se sorprendía lo mucho que le escocía cada vez que lo recordaba.

En ese momento se acercó aquella joven mujer de cabello castaño y marcadas ojeras que les había atendido la última vez. No pareció reconocerlas, pero tampoco era extraño después de que hubiese pasado un año. Aunque sí le dirigió una extrañada mirada Ayame, sobre todo al hecho de que seguía cubriendo su rostro y su cuerpo.

—Buenos días, chicas. ¿Qué os pongo?

—Para mí un batido de chocolate con nata por encima, por favor —pidió Ayame.

El tono suave y educado de la muchacha pareció relajar un poco a la encargada.
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#32
—¿De verdad? ¿A Jōnin?repitió Ayame, y ella asintió, con un ligero rubor en sus mejillas—. ¡Eso es genial, Eri-chan! ¡No conozco a nadie de Uzushiogakure que lo merezca más que tú, de verdad! ¡Muchas felicidades!se llevó la mano a la nuca y rascó la parte inferior de su cabello, bastante incómoda ante la situación: sus amigos y familiares la habían felicitado por alcanzar dicho rango, pero no se esperaba que Ayame estuviese tan feliz con aquello—: Oh, perdona. Quizás ahora debería llamarte Eri-senpai.

Por eso mismo.

¡No, no! —corrió a pedir, bochornada—. Eri está bien, no me gusta que utilicen senpai conmigo, yo sigo siendo la misma —afirmó, con ahora una sonrisa más amplia que la anterior—. Gracias, Ayame, es todo un detalle que pienses eso de mí.

Pero cuando le tocó el turno a ella su rostro cambió ligeramente, pasando de tener una sonrisa alegre a cambiar totalmente el gesto.

—No podían ascenderme después... de lo que pasó. Era algo obvioconfesó la muchacha, y ella entendió a qué se refería. Su descontrol probablemente echó por tierra sus oportunidades de ascender, aunque si bien no tuvo toda la culpa, comprendía su situación. Le dedicó una sonrisa de esas que la gente decía haber heredado de su propio padre, bonachonas y sin ningún tipo de mala intención, y agregó:

Probablemente a la próxima logres ascender, eres una excelente kunoichi, y nadie puede negarlo.

Su conversación fue interrumpida por la mujer que antaño había tomado nota de sus pedidos. No las reconoció y no podía culparla tras un año, pues habría visto mucha gente en ese periodo de tiempo. Eri miró a su acompañante, que pidió primero, y luego llegó su turno.

Para mí un batido de vainilla con una bolita de helado, por favor —pidió con amabilidad.
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#33
Eri sonrió de forma fraternal.

—Probablemente a la próxima logres ascender, eres una excelente kunoichi, y nadie puede negarlo.

—Gracias —correspondió ella, aunque no estaba del todo convencida.

Para empezar, ni siquiera podía imaginarse a sí misma plantándose de nuevo ante su Arashikage para pedirle que le diera una segunda oportunidad. No después de lo que había pasado y del castigo que le había impuesto. Ni se sentía capaz, ni sentía que pudiera merecer pedir algo así. Pero no habló al respecto. No contó nada de su castigo ni de sus inseguridades al respecto de volver a intentar realizar el examen de ascenso. Simplemente, lo dejó correr como el agua. Después de todo, Eri no era la única que se lo había sugerido en aquel tiempo. Hacía relativamente poco que Daruu le había disparado el mismo dardo.

—Para mí un batido de vainilla con una bolita de helado, por favor —pidió Eri, y la mujer terminó por marcharse con sus comandas.

Con aquello ya resuelto, Ayame se acercó el bloc y apoyó el extremo del lápiz en sus labios, con gesto pensativo. Fruncía el ceño, concentrada, mientras ladeaba la cabeza de un lado a otro. Al final, terminó por soltar una risilla amarga.

—¿No es irónico? Tanto tiempo esperando este momento... ¡Y ahora no sé ni por donde empezar! —comentó, sacudiendo la cabeza—. ¡Demonios, ni siquiera esto es digno de ir dirigido hacia alguien tan importante como es el Uzukage! ¿Una disculpa escrita con lápiz en una página arrancada? Lo suyo sería contar con un pergamino, una pluma y cera caliente para el sello. Con esta cutrez va a pensar que le estoy tomando el pelo...
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#34
Aunque Ayame no parecía muy convencida por sus palabras, pero Eri no quiso seguir indagando sobre el tema, así que guardó silencio hasta que la mujer tomó nota y se marchó por donde había venido.

Tras pedir sus batidos, Ayame comenzó a sopesar qué poner en la carta mientras la pelirroja jugueteaba con la carta sin mucho interés, curiosa por lo que Ayame pondría en la carta hacia Hanabi-sama. Sinceramente no sabría del todo qué querría decir ahí más que las disculpas que buscaba dar al Uzukage, pero permaneció callada hasta que Ayame rió.

—¿No es irónico? Tanto tiempo esperando este momento... ¡Y ahora no sé ni por donde empezar! —comentó, sacudiendo la cabeza—. ¡Demonios, ni siquiera esto es digno de ir dirigido hacia alguien tan importante como es el Uzukage! ¿Una disculpa escrita con lápiz en una página arrancada? Lo suyo sería contar con un pergamino, una pluma y cera caliente para el sello. Con esta cutrez va a pensar que le estoy tomando el pelo...

Si quieres escríbela y luego vamos a buscar un pergamino, imagino que alguna tienda habrá por ahí —murmuró Eri, encogiéndose de hombros—. Lo importante es el mensaje, así que mientras tus palabras sean sinceras, da igual el medio en el que las des.
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#35
—Si quieres escríbela y luego vamos a buscar un pergamino, imagino que alguna tienda habrá por ahí —murmuró Eri, encogiéndose de hombros en respuesta—. Lo importante es el mensaje, así que mientras tus palabras sean sinceras, da igual el medio en el que las des.

Ayame suspiró.

—Sí... supongo que sí...

Al final terminó por encogerse de hombros y volvió a inclinarse sobre la libreta, de nuevo con el lápiz apoyado en sus labios y el ceño fruncido y los ojos cerrados en un gesto de profunda concentración. ¿Cómo comenzar a escribir? ¿Cómo expresar sus sentimientos? Demonios, sería tan fácil si simplemente pudiera volcar todos los pensamientos que ocupaban su cabeza... Pero algo así era imposible, y ella lo sabía bien. Tenía que formularlos a través del lápiz que esgrimía en su mano. Esa era su arma ahora. Y la única oportunidad que tenía. Tenía que aprovecharla bien. Tras varios segundos sumida en un tenso silencio, Ayame comenzó a escribir. Lo hacía de forma lenta, cuidando al máximo su caligrafía y las palabras que estaba utilizando. Y tan concentrada estaba que ni siquiera se percató de que la mujer de la cafetería había vuelto con los dos batidos y los había colocado frente a las dos muchachas. Seguía concentrada en aquella importantísima labor, y más de una vez se vio obligada a tachar alguna letra, palabra o incluso frases enteras. Pero no le importó; porque cuando terminó de escribir simplemente arrancó la hoja y pasó todo lo escrito en un nuevo papel limpio.

Y así, tras varios minutos y una última rúbrica, Ayame arrancó la hoja con un mimo casi exagerado para que presentara las mínimas imperfecciones posibles y se lo tendió a Eri tras doblarlo por la mitad un par de veces.

—Ya está. Espero que con esto sea suficiente... —murmuró, torciendo el gesto ligeramente. Sus ojos entonces se fijaron en la copa que había junto a ella y el brillo de ilusión volvió a sus iris castaños—. ¡Oh, mi batido! —exclamó, antes de llevarse la pajita a los labios y deleitarse con el dulce sabor del chocolate.
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#36
No muy convencida, Ayame volvió a concentrarse al máximo hasta el punto en quedar perdida en sus pensamientos para lograr escribir la carta de disculpa hacia el Uzukage. Eri contemplaba a la morena, expectante, hasta que comenzó a plasmar sus palabras en el papel con cierto cuidado, aunque sin evitar tachar y corregir lo que estaba redactando.

La pelirroja agradeció a la mujer que había traído su pedido y comenzó a beber su batido con cierto aire nervioso y aburrido, pues tampoco quería interrumpir la concentración de la amejin. Dejó la pajita colocada para que no vertiese su contenido y volvió a juguetear con el menú. Ya había leído tres veces los diferentes platos que ofertaban cuando Ayame, decidida, comenzó a arrancar con sumo cuidado la segunda carta que había escrito.

—Ya está. Espero que con esto sea suficiente...—Eri asintió y tomó la carta que comenzó a sellarse bajo la muñeca. Ayame, por su parte, recuperó su habitual estado y vio con cierta alegría su batido, que no tardó en atacar.

Una vez guardada la carta, Eri sonrió y apuró el suyo, con cierto desánimo pues no le quedaba tanto como a Ayame.

¿Qué escribiste al final? —no pudo evitar preguntar, pues su curiosidad la mataba y, la verdad, es que sentía que podría decírselo, pues era ella quien llevaría la carta a su destinatario.
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#37
—¿Qué escribiste al final? —cuestionó Eri, apurando lo último de su batido.

Y Ayame, que había estado contemplando con cierta fascinación cómo el papel desaparecía en el interior de su muñeca, enrojeció hasta las orejas ante lo súbito de la pregunta.

—Puedes leerla cuando quieras... —le concedió. Después de todo, ella iba a ser la mensajera. Si hubiese sido cualquier otra persona, podría haber llegado a temer que estuviera intentando camuflar un intento de atentado bajo una carta o algo así, pero ella había decidido confiar en ella ciegamente. Lo mínimo que le debía era eso—. En resumen, empiezo disculpándome por la presencia de la carta y por no poder hacer esto en persona; y continuo con una sincera disculpa por lo que pasó durante el examen, asumiendo la responsabilidad de todo lo que ocurrió entre nuestras aldeas. Después de todo, todo empezó por mí —añadió, encogiéndose de hombros—. Y termino con el deseo de que las relaciones entre las dos aldeas puedan llegar a mejorar en un futuro.

La muchacha se removió en su sitio, claramente incómoda por haberse abierto de aquella manera.

—¿Crees... que esto agradará a Uzukage-sama?
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#38
—Puedes leerla cuando quieras... —concedió Ayame, y ella, asintiendo levemente, se dejaría la lectura para más tarde, probablemente en la soledad de su casa cuando no haya ojos ajenos mirándola—. En resumen, empiezo disculpándome por la presencia de la carta y por no poder hacer esto en persona; y continuo con una sincera disculpa por lo que pasó durante el examen, asumiendo la responsabilidad de todo lo que ocurrió entre nuestras aldeas. Después de todo, todo empezó por mí —añadió, encogiéndose de hombros—. Y termino con el deseo de que las relaciones entre las dos aldeas puedan llegar a mejorar en un futuro.

Ella asintió para que Ayame viese que había escuchado con atención sus palabras. No se esperaba otra cosa, así que terminó por creer todas las palabras que la kunoichi de la Lluvia dijo. Apartó el vaso donde había estado minutos antes el líquido amarillo de su batido y se apoyó en la mesa.

—¿Crees... que esto agradará a Uzukage-sama?

No lo sé —contestó, sincera—. No conozco mucho a Uzukage-sama, pero creo que ayudará a aminorar la tensión, al menos para contigo, pues no participaste activamente en el revuelo que se montó tras nuestra marcha —alegó, luego mostró una sonrisa—. Seguro que la lee, no te preocupes.
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#39
—No lo sé —contestó ella—. No conozco mucho a Uzukage-sama, pero creo que ayudará a aminorar la tensión, al menos para contigo, pues no participaste activamente en el revuelo que se montó tras nuestra marcha —alegó, luego mostró una sonrisa—. Seguro que la lee, no te preocupes.

Pero Ayame torció el gesto y volvió a llevarse la pajita a los labios. Después de darle un sorbo al batido, se relamió:

—Si te soy sincera, lo que menos me preocupa es lo que piense de mí —admitió, mirándola largamente a los ojos. Entonces entrelazó los dedos de las manos y, tras asegurarse de que no había oídos indiscretos cerca, bajó más la voz—. El Pacto se ha roto por mi culpa, eso es lo que me preocupa. Lo que quiero es que las relaciones entre las aldeas vuelvan a ser lo que eran antes. Y sé que es difícil, terriblemente difícil. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que yo he sido el detonante de todo esto.

»Por cierto, Eri-s... chan. No dejes que nadie, aparte de ti y de Uzukage-sama claro está, se entere de la existencia de esta carta, por favor.


«Sobre todo, si tienen apellido Uchiha.» Añadió para sus adentros, apretando los labios, al tiempo que terminaba con los últimos restos de la copa.
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#40
—Si te soy sincera, lo que menos me preocupa es lo que piense de mí. El Pacto se ha roto por mi culpa, eso es lo que me preocupa. Lo que quiero es que las relaciones entre las aldeas vuelvan a ser lo que eran antes. Y sé que es difícil, terriblemente difícil. Pero no puedo quedarme de brazos cruzados sabiendo que yo he sido el detonante de todo esto.

Eri negó ligeramente con la cabeza, haciendo que su peinado se moviese al compás de su movimiento. Sabía que no había sido del todo su culpa, sino pequeños trozos de problemas que se habían ido juntando hasta crear una gran bomba, detonando cuando ella explotó. Sabía que parte de la culpa la tenía Datsue, pero él no sabía lo que Ayame guardaba en su interior, al igual que hacía él.

Para ella no había un solo culpable, sino que todos habían sido cómplices de algo que parecía que todos habían previsto, pero que nadie logró detener.

Por eso que Aotsuki Ayame brindase aquel apoyo con el nuevo Tratado de Paz que acababan de firmar con un apretón de manos la daba fuerzas para continuar luchando, aunque fuera solo desde las sombras.

—Por cierto, Eri-s... chan. No dejes que nadie, aparte de ti y de Uzukage-sama claro está, se entere de la existencia de esta carta, por favor.

No te preocupes, la carta se quedará sellada hasta que pueda hablar con Uzukage-sama en persona —prometió, fiándose de ella.

Ya no necesitaba leerla, pues confiaba plenamente en la muchacha que tenía delante.
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#41
—No te preocupes, la carta se quedará sellada hasta que pueda hablar con Uzukage-sama en persona —le aseguró.

Y Ayame sonrió, agradecida. Era una sensación muy extraña la que aleteaba en su pecho: en parte excitación por el momento en el que Hanabi recibiera la carta, en parte profundo terror porque Yui o alguno de los suyos llegara a enterarse de lo que estaba haciendo. Se terminó el batido de una vez por todas y cuando el último sorbo de chocolate descendió por su garganta exhaló un suspiro de gusto.

—¡Los batidos de este sitio son geniales! —dijo, aún relamiéndose—. Hasta ahora sólo he probado un sitio donde los superen.
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#42
Observó como Ayame apuraba el batido y suspiraba claramente satisfecha con lo que acababa de beberse. Ella miró apenada su vaso, recordándose mentalmente que la próxima vez disfrutase más de lo que comía.

—¡Los batidos de este sitio son geniales! Hasta ahora sólo he probado un sitio donde los superen.

Eri negó con la cabeza, dándole la razón.

Tienes toda la razón, la verdad es que me apena ver que no hay tanta gente, son bastante buenos...

Quizá, al encontrarse en una ciudad tan sumamente grande como era Tanzaku Gai, la gente no reparaba en tal lugar. A vistas de cualquiera, era solo un lugar más: no llamaba la atención desde fuera. Por suerte ellas habían entrado allí la primera vez y sin duda, había sido una gran sorpresa.

Voy a pagar, ahora vuelvo —se excusó la muchacha, levantándose y tomando ambos vasos para acercarlos a la barra donde aguardaba la muchacha que había atendido a ambas kunoichis.

Dejó los vasos y pagó lo que tenía que pagar, por eso a los pocos minutos volvió junto a Ayame, tomando asiento de nuevo.

Por cierto, creo que no te lo he preguntado —y si te lo he preguntado no me acuerdo—, pero, ¿qué hacías aquí?
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#43
—Tienes toda la razón, la verdad es que me apena ver que no hay tanta gente, son bastante buenos... —afirmó Eri.

—Bueno, ahora estamos en invierno, pero seguro que en verano y cuando se celebra el festival de música vendrá mucha más gente.

De repente, antes de que Ayame pudiera hacer nada por remediarlo, Eri se levantó, tomó ambas copas y se dirigió hacia la barra para pagar los batidos. La kunoichi de Amegakure no tuvo otra que quedarse de brazos cruzados, a la espera del retorno de la pelirroja. Y, cuando lo hizo, infló los mofletes.

—Más te vale decirme lo que te debo, porque no voy a dejar que me invites, Eri-chan.

Pero ella estaba a punto de contraatacar con una nueva pregunta. Una que, ni siquiera Ayame, habría podido predecir.

—Por cierto, creo que no te lo he preguntado —y si te lo he preguntado no me acuerdo—, pero, ¿qué hacías aquí?

Ayame ladeó la cabeza. Primero hacia un lado, luego hacia el otro. Paseó la mirada por las vetas de la madera de la mesa, pensativa, y terminó por acariciarlas con la yema de un dedo. Era una pregunta interesante. Una pregunta que se había hecho desde el mismo momento que se había decidido y había puesto un pie fuera de la aldea. Porque nadie se hacía un viaje de varios días de camino sin un objetivo en mente, ¿no es así? ¿Y cuál había sido el suyo?

—Si te soy sincera... No lo sé —respondió al fin, torciendo el gesto—. Yo no debería estar aquí, de hecho. Mi mente me decía que no quería verte, ¡tenía miedo después de lo que pasó en Uzushiogakure! Pero... mi corazón me empujó a hacerlo. De hecho, me habría gustado venir para cuando se celebraba el festival de música... Pero no pude hacerlo. ¿Y todo por qué? ¿De verdad tenía la esperanza de verte aquí? Era una lucha constante entre lo que quería y lo que debía hacer —Sacudió la cabeza, entrecerrando ligeramente los ojos. Entonces alzó la mirada hacia Eri y clavó en sus iris azules los suyos castaños—. ¿Y tú, Eri-chan? ¿Por qué has venido?
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#44
Cuando volvió a la mesa, vio a Ayame con los mofletes inflados y sonrió traviesa.

—Más te vale decirme lo que te debo, porque no voy a dejar que me invites, Eri-chan.


Pero no pudo seguir la broma pues después de aquello vino la pregunta. Al parecer no se la esperaba, y era normal pues ni ella sabía de dónde había salido, así que simplemente esperó. Observó los movimientos de la kunoichi, al parecer no muy convencida de lo que quería decir, hasta que habló:

—Si te soy sincera... No lo sé. Yo no debería estar aquí, de hecho. Mi mente me decía que no quería verte, ¡tenía miedo después de lo que pasó en Uzushiogakure! Pero... mi corazón me empujó a hacerlo. De hecho, me habría gustado venir para cuando se celebraba el festival de música... Pero no pude hacerlo. ¿Y todo por qué? ¿De verdad tenía la esperanza de verte aquí? Era una lucha constante entre lo que quería y lo que debía hacer

Eri se rascó la nuca. ¿Era tan importante para ella? Una calidez agradable se instauró en su pecho, y una tímida sonrisa se asomó por sus labios hasta crear un ligero hoyuelo arriba de su mejilla derecha. Se sentía importante, y a veces era algo que ni si quiera sentía que era.

¿Y tú, Eri-chan? ¿Por qué has venido?

Quise haber venido durante el festival —murmuró, borrando lentamente su sonrisa hasta quedar en un recuerdo de lo que había sido—. Pero no pude por una misión, la verdad... Es que quería volver aquí, tenía una vaga esperanza de que podía encontrarte de nuevo el mismo día que nos conocimos, pero... —hizo una pausa, suspirando—. Aunque no había podido, hoy te he visto, así que creo que no poder venir hizo que te pudiera ver, así que salgo ganando.

La podía considerar como su primera amiga, y eso era algo irremplazable.
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#45
—Quise haber venido durante el festival —murmuró ella, de forma similar a como lo había hecho Ayame—. Pero no pude por una misión, la verdad... Es que quería volver aquí, tenía una vaga esperanza de que podía encontrarte de nuevo el mismo día que nos conocimos, pero... —hizo una pausa, suspirando—. Aunque no había podido, hoy te he visto, así que creo que no poder venir hizo que te pudiera ver, así que salgo ganando.

—Así que nos movían motivos similares —respondió Ayame, con una sonrisa y un ligero rubor cubriendo sus mejillas.

En realidad, ella y la Uzumaki apenas se habían visto un par de veces, pero una extraña química había surgido entre ambas, como si se conocieran de mucho más tiempo. Ayame se sentía cómoda con ella y, desde luego, era la única persona de Uzushiogakure en la que sentía que podía confiar. Sobre todo para una tarea así.

Ayame apoyó sendas manos en la mesa y se reincorporó con lentitud.

—Creo que debería ir yéndome —dijo, con una sonrisa apenada—. Me alegro mucho de haberte vuelto a ver, Eri-chan. Espero que las cosas vayan mejor encauzadas de aquí en adelante, y que la próxima vez que nos veamos sea en mejores condiciones —le dijo, adelantando una mano para estrechársela—. Recuerda no contarle a nadie sobre esto, por favor.

Le dedicó una última sonrisa y, después de ajustarse la capucha y el antifaz, bordeó la mesa para dirigirse a la salida de la pastelería, después de lanzar una queda despedida a la encargada del lugar. Una vez fuera, Ayame volvió a estremecerse bajo el frío del invierno y echó a andar. Su padre la habría abofeteado en aquel momento por su inocente ingenuidad, Yui la habría encerrado en el más profundo de los calabozos de la torre, Daruu la habría mirado con unos ojos que deletrearían "traidora". Pero, en aquellos momentos, nada de eso le importaba y una sonrisa de profunda satisfacción curvaba sus labios.

«Todo va a ir bien.» Se dijo con un quedo asentimiento y la felicidad aleteando agitadamente en su pecho.

Pero antes de eso tenía que asegurarse de que su secreto quedaba a salvo. Con su mano derecha formuló el sello del carnero y cerró los ojos momentáneamente para concentrarse mejor. Dentro de su mente levantó férreas barreras que bordearon cualquier recuerdo que hiciera referencia a que había estado con Uzumaki Eri en Tanzaku Gai y todo lo que había surgido entre ambas. Ayame no pensaba hablar con nadie sobre ello hasta que no llegara el momento, y su padre no podría atravesar esos muros con sus ojos, así que por el momento estaba a salvo.

Así debía ser. El primer paso hacia la paz estaba dado.
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