Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
4/10/2022, 13:32 (Última modificación: 6/10/2022, 13:00 por Aotsuki Ayame. Editado 2 veces en total.)
Hirai Akira
Datos básicos
· Fecha de nacimiento: Último Mizuyōbi de Primera Flor del 202
· Residencia:Uzushiogakure
· Género: Masculino
· Facultad personal:Especialidad: Senjutsu
· Naturalezas del chakra:Katon, Doton
Descripciones
· Física:
El joven tiene una estatura bastante promedio, llegando al metro setenta. De contextura más bien flacucha, dejando notar su falta de potencia física. Sus ojos son calmos y de color negro. Tiene el cabello liso y también color negro, llegando de largo hasta la mitad de su espalda. Por lo general, su peinado es bastante simple, dejando su pelo suelto y haciendo la típica raya en el medio. Cuando quiere estar más cómodo, suele hacerse una especie de pequeño rodete alto y deja caer otra parte de su cabello en su espalda.
Sus facciones faciales son bastantes delicadas y también son femeninas, incluso haciendo que se lo confundan muchas veces con una mujer. Su piel es suave y algo clara, sin llegar a ser pálida. Como accesorios, tiene una perforación en cada oreja, ambas en el lóbulo. Los pendientes que usa son de color dorados, no muy grandes y van en punta hacia abajo con una forma triangular. Suele pintarse las uñas de un color negro, aunque de vez en cuando cambia a otro color.
En su casa suele andar casi siempre en yukata y sandalias. Para trabajar en el bar, suele usar camisas coloridas y un pantalón largo, que suele terminar con unas zapatillas. Y, ya para ir de misión o entrenar, suele usar remeras o camisetas sin mangas, unos pantalones largos y las botas ninjas. En general, con un clima más frío, opta por sudaderas más holgadas y cómodas.
· Psicológica:
Akira es un muchacho tranquilo y que no le gusta mucho meterse en líos. Sea por su tiempo atendiendo clientes o por su educación en general, suele ser bastante amable y paciente con todas las personas. Es raro verle enojado y es muy poco impulsivo. Las pocas personas que lo logran sobrepasar suelen ser seres demasiados pretenciosos y altaneros, actitudes que rechaza ampliamente.
Su gran hobby es hablar con las personas y escuchar todas las historias que estos viven. Las historias que más le gusta las escribe en un diario que tiene guardado en su habitación. Tiene otro gran diario con muy pocas páginas en las que escribió, ya que ahí va a escribir todas las aventuras que él viva. Por ahora solo tiene su infancia en Coladragón y su temprana vida ninja.
Por su atractivo, convive mucho con los halagos de personas ajenas. Eso ya no le molesta, pero es bastante directo y tajante con sus respuestas cuando las otras personas se exceden con los comentarios. Si una persona le atrae, sea de la forma que sea, se lo va a hacer notar y lo va a expresar sin muchos tapujos. Por el lado contrario, si una persona no le atrae, también se lo va a hacer saber y va a decírselo en la cara.
Además de gustarle hablar con la gente y tener sus propias experiencias, también le gusta hacer otras cosas. Le gusta mucho la comida y cocinar, teniendo como plato preferido el pescado frito con papas. También le gusta leer y le gusta bastante la música en general. Le divierte preparar los tragos que le piden sus clientes, pero no es una persona que le fascine beber porque suele emborracharse con muy poco alcohol.
Lo que menos le gusta hacer es entrenar el físico, ya que es algo que le cuesta bastante y que no puede aguantar mucho.
Las corrientes moderadas de viento no te frenan ni te causan malestar en los ojos, que puedes mantener abiertos. Puedes estabilizar tus pies cuando caminas por encima del agua incluso con un oleaje fuerte. Los personajes de Uzushiogakure tienen este mérito desbloqueado de manera totalmente gratuita.
¤ Calma (coste de 1 punto)
Posees una calma natural y no es fácil sacarte de tus casillas. Este efecto tiene más valor con una Voluntad muy alta. Este mérito es incompatible con colérico.
¤ Inodoro (coste de 1 punto)
Tu olor corporal es sutil, casi inexistente. Ningún humano o animal te puede detectar por el olfato, a no ser que tenga más de 100 de Percepción. Este mérito es incompatible con apestoso.
¤ Atractivo natural (coste de 1 punto)
Por la suavidad de tu piel, el color de tus ojos o las formas de tu cuerpo, tienes un cierto atractivo ligeramente superior al de los demás, que podría suponerte una ventaja en determinadas situaciones sociales, o que podría suponer la pequeña diferencia entre un intento fallido de seducción o un éxito. Este mérito es incompatible con feo y desfigurado.
¤ Atributo notable Carisma (coste de 2 puntos)
Naciste con una de tus cualidades más avanzada que el resto. Tienes +5 en ese atributo hasta el nivel 10, +10 hasta el nivel 15, +15 hasta el nivel 20, + 20 hasta el nivel 30, y +30 a partir de ahí —dichos puntos sólo cuentan para comparaciones entre usuarios, no para desbloquear nuevos niveles de atributo ni multiplicables y efectos adicionales en técnicas—. Sin embargo, la genética es muy traicionera. También tienes que escoger el defecto Atributo deficiente para otro de tus atributos. Este mérito es incompatible con otros méritos que suban el mismo atributo al que se lo aplicas.
¤ De la vieja escuela[Primer alterador](coste de 1 punto)
El usuario sacrifica uno de sus alteradores. Debe seleccionar cuál.
¤ Atributo deficiente Fuerza (otorga 2 puntos)
La genética, a veces, es muy traicionera. Uno de tus atributos tiene que restringirse siempre a un máximo de puntos igual a tu nivel, a partir de los 10 puntos.
¤ Familia pobre (otorga 2 puntos)
Tu familia no dispone de ingresos suficientes para proporcionarte un equipo como shinobi, y comienzas con 0 ryos para repartir en la ficha. El gobierno de la villa te proporciona 2 kunai y un portaobjetos, además de la bandana. Este defecto es incompatible con familia adinerada.
Extras
. Su lado hábil es el izquierdo
. El color de su chakra es granate
4/10/2022, 13:47 (Última modificación: 4/10/2022, 14:24 por Nara Jun. Editado 2 veces en total.)
Los primeros años de vida de Akira son una total incógnita… para él. Con suerte tiene algún que otro recuerdo aislado, pero la verdad es que su memoria solo llega a cuando tenía unos 6 años de edad. Todo lo que puede contar hasta esa etapa es más por relatos de sus cercanos que por su vivencia propia.
Pero bueno, empecemos por donde tenemos que empezar.
Como es de esperar en muchas familias, los hijos siguen los pasos de sus padres. Simplemente se da o, a veces, ni siquiera es que haya muchas más opciones. En este caso, nuestro protagonista tiene de padres a dos comerciantes de toda la vida.
De hecho, ellos narran que tenían un estilo de vida más nómade. Habían recorrido gran parte de Oonindo, asentándose en varios lugares y viviendo de lo que surgía en el momento. Aunque se les notaba su fuerte comerciando y generando contactos, por lo que lo más común era verlos en los centros de comercios de las diferentes ciudades. Probablemente, varias personas de estos lugares aún deben tener recuerdos de la pareja.
Los años pasaron y pasaron, dejando en evidencia lo difícil que era criar un hijo mientras se iban moviendo tanto por el mundo. Desde las pocas comodidades que uno le puede dar con tanto movimiento, hasta lo cansador que es para el niño tener que adaptarse tantas veces a diferentes ambientes.
Era evidente que, con los ritmos de mudanzas cada vez más y más bajos, el establecimiento fijo estaba a la vuelta de la esquina.
—Un negocio, una oportunidad.
A pesar de lo cliché, típico y estúpido, la frase de su padre tenían un punto. Y ese punto los llevó al círculo perfecto del mercader. Clientes, proveedores y un lugar cómodo. Todo cerca, todo asequible ¡Para colmo tenía los contactos de su lado! El terreno era idóneo.
Aunque, la perspectiva es algo único de cada ser humano. Dos personas pueden coincidir en algunas cosas con lo que cada uno percibe, de hecho pueden parecer estar casi en total acuerdo. Pero no es así, cada uno tiene una visión singular de la realidad. De una situación, de un hecho o del mundo. Y si agregamos a un tercero, la discordia puede ser caótica.
Lo que para dos, Coladragón era el lugar perfecto para el asentamiento, para el tercero era cuanto menos curioso y algo húmedo para su gusto. Pero esa era la perspectiva de un niño de 6 años. Tal vez el tiempo le hacía cambiar esa opinión o tal vez no.
Durante la gran parte vívida de su infancia, Akira colaboró muy activamente con el negocio de sus padres. Digamos que eran pocos en esa cantina y esos pescados y papas no se iban a servir solos.
Ya sea en la bacha limpiando los trastes, yendo a servir los platos, incluso, haciendo labores de cocina, sea cortando los productos o usando la freidora, siempre se le veía haciendo algo allí adentro.
Si bien hacía cosas de niños como todos los de su edad, el ritmo de vida que llevaba era atípico para alguien como él. Trabajar con sus padres le ocupaba gran parte del día y casi que tenía tiempo para hacer alguna que otra actividad que le interesaba. Quizá leía algo o tan solo salía a jugar por ahí. Aunque, siendo sinceros, tampoco es que la pasaba mal en aquel comercio. Por norma general, los clientes lo trataban bastante bien y lo encontraban como una persona tierna. También tenía mucho trato con gente mayor a él, por lo que la atención al cliente se le daba bastante bien para ser un chiquillo.
Durante esa época, los Hirai fueron adquiriendo cierto desprecio hacia los shinobis que pasaban por Coladragón. Si, en parte eran su mayor fuente de ingreso. Pero, al mismo tiempo, eran los clientes con los que más les costaba tratar. Sobre todo los ninjas de Ame, que eran de los que más veían allí por la cercanía. Como dos personas que vivieron moviéndose para todos lados y no tenían ese sentido de pertenencia, les chocaba mucho la forma de ser de estos.
En cambio, el único hijo de los Hirai se llevaba bastante bien con ellos. Siempre les sacaba mucha charla y se quedaba oyendo las historias que estos tenían. Es que, llegando más a la adolescencia, notó que estos eran los que más se iban de aventuras por todos lados. Estaba bien el negocio y no la pasaba tan mal con su estilo de vida pero, luego de unos años, esto ya se le empezaba a hacer un poco monótono. Le había picado la curiosidad de ver que hay ahí afuera, conocer más lugares y, por qué no, tener alguna que otra aventura que contar luego en un futuro.
Y no lo iba a hacer friendo pescados y papas todo el día, como fue la gran parte de su vida.
Akira comentó su deseo de aventura. Incluso mencionó la posibilidad de hacerse ninja, que era a las personas que más veía de viaje y que más anécdotas le contaron. La reacción de los padres, para sorpresa de todos, no fue negativa. De hecho, le invitaron a que vaya por allí a hacer lo que quiera. Pero, claro, era un poco trampa, ya que el adolescente no sabía ni por dónde arrancar. Había vivido casi toda su corta vida en su pueblito y casi que ni allí mismo se orientaba muy bien. Necesitaba un poco de tutoría y valor para dar el primer paso.
La llegada de un tipo, que no conocía para nada, al bar-restaurante de los Hirai sería la panacea a su problema. El hombre era alto y algo fornido. Transmitía seguridad y respeto, no querrías cruzarte en su camino para nada. Aunque algo porosa, su cara no demostraba muchas marcas de edad. Sus ojos son bastante expresivos, con un iris de un color marrón intenso. De cabello corto, algo alborotado y color negro. Las mangas largas y pantalones largos escondían la mayor parte de su piel, la cual era morena clara.
Cuando vio al quinceañero en la barra a espera de clientes, el hombre abrió los ojos notoriamente. Akira, algo asustado, tragó saliva y esperó que ese tipo pidiera algo y se vaya lo más rápido posible.
—¡Pichón! Que grande estás.
—Bienvenido señ-... ¿Pichón?
—Akira, ¿cierto? ¿No te acuerdas de mí?
La respuesta era un “no” más grande que una casa. Recordaría la imagen de ese tipo, tan imponente en lo físico y tan… diferente en sus formas.
—Mire señor, no se qui-
—¡Si es Sato Ikki! ¿Cómo te encuentras?
—Ya ha pasado tiempo.
Luego de que su padre aparezca de la nada a recibir a “Ikki”, fueron a abrazarse. Pero antes hicieron una especie de gesto con las manos, el cual el chico no tenía ni idea que era. Supuso que era algún saludo entre ellos o algo por el estilo, pero no se enroscó mucho más. Aún tenía que atender a más personas y los dejó a ambos para que charlaran de sus cosas.
Estuvieron un rato largo, muy largo. Nunca había visto a su padre hablar tanto con alguien. En las idas y vueltas mientras trabajaba, podía oír parte de las conversaciones. Y le sorprendía saber que ese hombre no era ni más ni menos que un ninja. No tanto porque lo sea, sino porque se llevaba excelente con su padre. Cuando este se retiró, miró nuevamente al muchachito, todavía sorprendido por él. Debía admitir que eso lo incomodaba bastante, pero no parecía hacerlo con malicia. No podía caerle mal ese viejo, pocas personas le sacaban tal sonrisa a su padre. Y mucho menos podía caerle mal por el futuro que les ampara.
Ikki volvió a aparecer en lo de los Hirai, esta vez de noche, cuando estaban cerrando ya el bar. En aquella larga charla del día de ayer, había sido invitado a cenar junto a ellos.
—¡Pichón! ¿Cómo fue el día?
—Un poco cansador. — Revoleó los ojos mientras guardaba los últimos vasos. —Y dejá de llamarme pichón.
Carcajeó y le dio una palmada en la espalda. Para el hombre era suave, pero para el cuerpo de Akira fue bastante fuerte y recordaría toda la noche ese dolor.
—¿Prefieres que te llame flacucho?
Suspiró y le dejó pasar el “chiste”.
A pesar de este segundo encontronazo, en esa cena la comida era lo que menos iba a importar. En un principio, solo los mayores estaban charlando en la mesa. Pero luego Akira se incorporó y fue el inicio de horas y horas de charla. Lo que más le interesaba al chico, como era de esperarse, eran las miles de anécdotas que podía soltar el viejo Ikki. Llegó un momento, que solo se quedaron ellos dos, pues sus padres ya andaban con sueño luego de tanta cháchara.
Luego de unas carcajadas algo fuertes, la situación bajó un par de cambios.
—Por dios viejo, que puto asco. — Soltó risueño y ya con sueño.
—Hey, no siempre se puede estar limpito. Menos si no estás en casa.
Esa anécdota final parecía marcar, también, el final de aquella visita, por lo que Sato se empezó a levantar mientras recogía su abrigo del respaldo.
—Pichón, noto algo en tu mirada. Realmente disfrutas todo esto que te cuento.
—Es que tienes una vida genial. Bueno, tienen todos ustedes, los shinobis. Yo ya me cansé de sacarle tripas a los pescados y freírlos todo el día.
Antes de que el hombre se retirara, se quedó viéndolo por un rato, maquinando la decisión que estaba a punto de tomar.
—Yo ya en unos días me iré de aquí hacia Uzushiogakure y vendrás conmigo. Y no te preocupes por los dos viejos, yo los convenceré para que no haya ningún problema.
—Pero… ¿Qué estás diciendo?
—¡Hasta luego Pichón! Y me debes una muy grande.
Ikki salió de la casa riendo, sin esperar a que nadie le abriera ni nada por el estilo. Akira se quedó atónito durante un rato largo, no solo impactado por lo que iba a pasar, sino también preparándose mentalmente para eso.
Todo parecía empezar a encaminarse. Los padres, como ya habían anticipado antes, no tenían problema alguno con lo que Akira tenía decidido para su vida, además de que podían confiar plenamente en su amigo para que lo guíe en su camino.
Y fue así como Ikki y su nuevo alumno se encaminaron en un largo viaje hacia Uzushiogakure, aldea a la que Ikki prestaba sus servicios como ninja. El viaje era largo e incluso les llevaría un poco más de lo estimado. Es que se aprovechó el tiempo de viaje y las paradas que hicieron para ir enseñándole poco a poco lo básico que debía aprender el joven Hirai. El chakra, técnicas, Ninjutsu, Genjutsu y muchas otras cosas. Varios acontecimientos e historia general de todo el mundo.
Empezaron algún que otro entrenamiento más práctico, cosa de que no se haga tan tediosa la tutoría. Si, no era una sorpresa que el chico había atendido toda su vida un bar porque sus aptitudes en combate eran estrepitosas. Lo que si, su sensei sentía que tenía un gran potencial, además de muchas ganas y una buena actitud frente al aprendizaje. Tenía algo dentro suyo que le hacía confiar bastante.
Luego de un viaje conociendo un par de lugares nuevos y con una base más que aceptable, ambos llegaron a la Aldea del Remolino, donde se abría un nuevo y largo capítulo en la vida de Akira.
—Muy bien Pichón. Ya vi que vales para esto y se que tienes madera. Pero antes debes hacer algo.
Hace un par de días ya se habían establecido en Uzu. Ikki vivía solo y en su casa podía hospedar a una persona más, por lo que la vivienda no era un problema para ese entonces. Akira ya estaba entendiendo cada vez más como funcionaba el chakra, inclusive logrando hacer alguna que otra técnica bastante simple.
Luego de un par de sellos manuales, su sensei apoyó las manos en el piso e invocó un pergamino. El chico no solo se sorprendió por la técnica, sino porque aquel pergamino era realmente grande. En un movimiento rápido, el hombre le tomó por sorpresa la mano al chico y le pinchó el dedo índice con un senbon.
—VIEJO ¿QUÉ HACES? — Gritó con dolor al sentir el pinchazo.
—Calma. Ya me lo agradecerás, de nuevo. Firma aquí.
Mientras Ikki le señalaba donde tenía que firmar, el joven notó que había muchos más nombres y que de su dedo salía sangre. Dudó por un segundo, pues no le había explicado para nada lo que estaba haciendo. Terminó firmando rápido solo para chuparse el dedo y parar el sangrado.
—¿Qué mierda es esto?
El viejo enrolló el pergamino y lo hizo desaparecer como por parte de magia.
—Ahora, tu alma es mía. — Se notaba a leguas que era un chiste, pero el chico se asustó por un breve segundo. —Vamos chico, que ya te hablé de esto. — Nuevamente, le pegó una palmada en la espalda que le dolería durante un rato.
En realidad, no le había llegado a hablar de los pactos de invocación, pero luego de una breve explicación, el ninja procedió a morderse el dedo, sacando un poco de sangre la cual posará en su otra mano, e hizo unos cuantos sellos manuales. Cuando apoyó la mano en el piso, se formó una pequeña nube de humo. De la nada, salió un anfibio de piel negra con algunas líneas amarillas. No llegaba a ser gigante, pero si era más grande de lo común.
—¡Wow! Genial. — Miró de cerca al animal, realmente sorprendido. —Entonces ¿Ahora tengo una especie de contrato con estos bichos?
—Más respeto niño. Soy una salamandra, no un bicho.
El muchacho se pegó tremendo julepe al escuchar a esa criatura hablar.
Evidentemente, a su sensei se le había olvidado ese detalle, por lo que tenía que seguir dando unas cuantas clases.
Al poco tiempo de ya asentarse en Uzu, el chico buscó rápidamente meterse a la academia. No solo hizo eso, sino que Ikki le consiguió un trabajo por las noches. Era en un bar, atendiendo en la barra. No se le hizo nada difícil al hombre convencer a un amigo que tenía de contratar a Akira para su bar, teniendo en cuenta que ya contaba con bastante experiencia.
En esos años, a pesar de ser algo desgastante, no hubo muchos problemas para él en general. Su transcurso por la academia fue tranquilo y bastante bueno, pudiendo adaptarse fácilmente a todo ese nuevo universo que se le presentaba.
Por el lado del trabajo, bueno, digamos que una parte del dinero que ganó lo gastó para vivir. La otra parte la tenía ahorrada, hasta que cierta persona le hizo un trato algo interesante.
—¡Pichón!
—Nunca vas a dejar de llamarme así, ¿verdad?
—¡Por suerte! Pero eso da igual, escucha. Tengo mi casa antigua no muy lejos de aquí. Está bastante abandonada y necesita unas cuantas refacciones. Sé que un joven de tu edad ya va necesitando su espacio. Solo te pido que hagas los arreglos y puedes quedarte ahí ¿Qué me dices?
Evidentemente, Akira aceptó sin chistar. Es decir, le agradece de corazón que su sensei le haya dejado quedarse en su casa durante tanto tiempo, pero si era verdad que necesitaba algún lugar donde estar solo. Y, por cierto, las palabras de Ikki no eran excesivas. Realmente ese lugar estaba hecho un desastre.
Sus ahorros ya no existían, pero sí tenía un lugar para vivir solo. Y con su trabajo y, ahora, siendo genin, ya iba a poder mantenerse y comenzar a vivir las aventuras que tanto buscaba.