Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
La fecha de la primera ronda del torneo había llegado. Las gradas estaban repletas de gente de todos los países, más y menos influyentes, y los tres Kage aguardaban cada uno en un pequeño balcón reservado para ellos sólos y para su séquito. Los kage de la Hierba y la Lluvia observaban con desconfianza y recelo a la nueva líder, Gouna, que observaba con interés el terreno de juego.
Varios ninjas de Uzushiogakure se habían encargado de crear una barrera invisible que absorbería el chakra de las técnicas para que no alcanzasen a los espectadores en la grada más baja. El ring de combate era una plataforma muy amplia de madera, de treinta metros de diámetro, rodeada de un círculo de hierba. Los combatientes pelearían empezando cada uno a diez metros de distancia del otro, en el centro, y tendrían que incapacitar a su oponente, inmovilizarlo por completo o sacarlo fuera del ring para ganar.
Había dos puertas a ambos lados interiores del estadio, una para cada participante que entrara en el ring. Pero si uno se adentraba, descubriría enseguida que se trataba de unos pasillos con varios pares de puertas a los lados. Dentro habían pequeñas habitaciones de preparación con suficiente espacio, iluminación y un banco para que cada participante esperase su turno. Las habitaciones estaban insonorizadas y en cuanto alguien entraba dentro sólo se desbloqueaba cuando era debido.
A los participantes se les había reunido en silencio fuera del estadio media hora antes, sin permiso para hablar entre sí, y cada uno había sido conducido por un guardia hasta su correspondiente sala de espera, uno a uno detrás de otro mientras otro guardia vigilaba. De esa manera, no podrían saber contra quién iban a enfrentarse ni en qué cubículo estaba cada uno, por razones de seguridad.
La espera se hizo eterna. Pero finalmente...
Las puertas de dos cubículos se abrieron, y la voz del público reclamó desde el exterior la presencia de dos shinobi...
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Muchas eran las molestias que se estaban tomando para llevar a cada participante a un cubículo individual, uno en el que quedaban aislados del resto del mundo y solo podían escuchar a… Técnicamente nadie, pero Ritsuko era un caso especial en el que podía hablar perfectamente con su difunta madre a pesar de todo.
—¿Nerviosa? —Preguntó el ente espectral que se movía por toda la habitación.
—Algo, no tengo idea de con quién me toque pelear —respondió la kunoichi mientras revisaba las correas de las cuchillas.
Todo parecía estar en orden, las cuchillas bien amarradas a los brazos, el portaobjetos con las pocas armas que la chica había conseguido y la bandana bien amarrada en su cintura. Hubiese sido bonito poder traer la guadaña pero lamentablemente la chica todavía no se veía capaz de empuñarla correctamente así que lo mejor que pudo hacer fue dejársela en casa donde no estorbaba a nadie. Lo que sí, llevaba un tiempo sin usar su máscara y la verdad que ya iba siendo hora de que la vuelva a utilizar.
Luego de un buen rato encerrada, una persona que seguramente pertenecía a la guardia del valle le indicó que era hora de que se dirigiera al ring donde lucharía y así lo hizo.
En cuanto la de Kusa salió al exterior de la edificación, lo primero que pudo apreciar fue infinidad de personas en las gradas, pendientes de lo que ocurriese en el ring de combate que permanecía completamente vacío, el contrincante de Ritsuko todavía no había ingresado así que no le quedaría de otra que esperar de pie en la plataforma de madera.
Con un poco de suerte el contrincante de la pelirroja se sentiría algo nervioso o intimidado por verla, después de todo iba con la gabardina negra que le cubría los brazos en totalidad incluyendo las cuchillas y también llevaba la máscara de calavera en el rostro, ahora si queremos dar un toque más ‘particular’ al aspecto de la chica, tendríamos que mencionar el cascabel atado al mechón rebelde de su cabello y las válvulas que se podían ver cerca de las clavículas, pues la gabardina estaba abierta así que el torso le quedaba al descubierto.
Y el día del torneo llegó, tan inevitable como que la noche proceda al atardecer.
Encerrada en su propia sala de espera, Ayame deambulaba de un lado a otro, inquieta, aguardando porque llegara su turno de salir a escena. El banco se había quedado solo en un rincón, olvidado, pues la kunoichi era incapaz de mantenerse quieta en el mismo sitio más de unos pocos minutos. No podía escuchar nada de lo que ocurría fuera, y aquella situación aún la frustraba más. Desde que había puesto un pie en el estadio no se le había dado más orden que la de estar en silencio y no intercambiar palabra con absolutamente nadie. De hecho, había sido estrictamente custodiada hasta su entrada en aquel cubículo por un guardia de rostro férreo y escasas palabras.
La seguridad era máxima y las reglas inflexibles. No sabría cómo les habría ido a sus conocidos. No sabría contra quién se enfrentaba hasta que no lo viera con sus propios ojos en la arena.
«¿Será alguien de mi aldea o de otra? ¿Será alguien conocido? ¿Será alguien de quién sepa qué habilidades tiene?»
En realidad no conocía a muchos ninjas, ni en su propia aldea ni fuera. Y conocía aún menos ninjas de los que supiera qué eran capaces de hacer. Si lo veía desde el lado bueno, eso también quería decir que no mucha gente la conocía a ella. Pero la incertidumbre la sacaba de sus casillas. Le ponía muy nerviosa no tener un plan de antemano y enfrentarse a alguien contra el que no sabía qué debía hacer.
La espera fue larga. Tortuosamente larga. Ayame ya había revisado cien veces las armas que llevaba consigo. Había asegurado su bandana sobre la frente otras cien veces. Y había revisado las técnicas que conocía cien veces más. Se había desprendido de las vendas que en aquellos días habían cubierto sus brazos. Ya no las necesitaba, después de todo, las lesiones habían sanado sin ningún problema. Pero en aquellos momentos se sentía desnuda e insegura. ¿Sería capaz de utilizar aquella técnica correctamente?
Un sonoro crujido la sobresaltó. La puerta de su sala se estaba abriendo. El rumor del público inundó su pequeño refugio hasta hacerse ensordecedor. El momento había llegado.
Ayame tragó saliva y se puso en marcha con las piernas temblándole como un flan. Recorrió el pasillo jugueteando con sus manos y al final salió al estadio. La luz del día la cegó momentáneamente y sintió vértigo ante el océano de gente que había en las gradas y que había ido a verla combatir.
«Papá y Kōri están entre ellos...» Pensó, y de repente se sintió aún más abrumada. «¿Estará también el tío Karoi? Kiroe también estará...»
Ayame tuvo que obligarse a andar. La presión era cada vez más intensa. No quería perder frente a su familia. No quería perder frente a su padre. Quería sorprenderlos a todos. Que vieran de lo que era capaz de hacer... Pero allí estaba, temblando como un flan mientras se encaminaba hacia aquel enorme círculo de madera rodeado por un mar de hierba.
Allí, a unos diez metros de su propia marca, la esperaba su contrincante. Una kunoichi de Kusagakure, a juzgar por la bandana que llevaba atada a la cintura. O al menos suponía que debía ser una kunoichi, porque tapaba su rostro con una siniestra máscara que simulaba ser una calavera e iba envuelta de los pies a la cabeza en una toga negra que se abultaba ligeramente a la altura de los antebrazos. Tan solo quedaba a la vista su cabellera, larga y roja como el fuego y parte de su pecho. Ayame sintió un escalofrío al ver dos extraños agujeros a la altura de sus clavículas. Un cascabel colgaba de uno de los mechones que se levantaba sobre su cabeza.
«Pero... ¿De qué va vestida...? Parece la muerte...» Pensó, inquieta, mientras intercambiaba el peso de su cuerpo de una pierna a otra.
Sin embargo, se obligó a sí misma a esbozar una débil sonrisa.
—E... Encantada. Mi nombre es Aotsuki Ayame —dijo, levantando los dedos índice y corazón en el tradicional sello de la confrontación, previo a cualquier enfrentamiento—. Buena suerte y... que gane el mejor.
«No la conozco... Ni tengo ni la menor pista del tipo de técnicas que puede utilizar... ¿Debería reservarme y esperar a ver qué hace o...?»
Las reglas habían sido claras: Para ganar, debían incapacitar a su oponente, inmovilizarlo o sacarlo fuera del ring. Y parecía que, en su caso, su mejor baza sólo podía ser la primera opción.
De pie, a la espera de que su contrincante apareciera Ritsuko permanecía completamente silenciosa, prefería ignorar completamente las gradas y centrarse en la otra punta del enorme círculo de madera justamente para evitar el ponerse nerviosa en plena pelea. ~¿Ganaré por default? ~Se preguntaba a sí misma con una media sonrisa dibujada en el rostro, hasta que finalmente divisó una silueta acercándose.
No pudo distinguir demasiado hasta que la contraria prácticamente se había puesto en posición, se trataba de una joven de cabellos oscuros y grandes ojos de color avellana, ropa de tonalidades diversas y la bandana de Amegakure anudada en su frente. Si le preguntaban a la de Kusagakure, se trataba de una chica completamente normal, ni siquiera se la veía portando armas pesadas ni nada similar, pero uno nunca sabe qué tipo de sorpresas pueda llegar a ocultar una kunoichi.
Finalmente, fue la de Amegakure la que actuó primero, básicamente actuando como en la academia les habían enseñado cuando uno iba a enfrentarse de forma parcialmente amistosa.
—Kazama Ritsuko, mucha suerte —respondió con serenidad imitando el gesto de la contraria.
Lo último que quería era alguna sanción por no cumplir con aquellas cosillas que a su parecer hasta estúpidas resultaban. Y tampoco tenía nada en contra de la joven, simplemente apuntaría a ganar sea como sea y ya, matarla seguro que no, solo traería problemas y de todas formas seguro no se lo permitían.
Ahora lo que quedaba por hacer era dar inicio a la pelea, ¿verdad? Pero en teoría ninguna de las dos sabía nada de la contraria y por ende, ¿cómo hacerlo? Correr de frente era suicida, lanzar una técnica estando cara a cara tampoco era buena idea, lo único que se le ocurría a la pelirroja era sencillamente acercarse con cautela, manteniendo los brazos extendidos de modo que las mangas mantuviesen ocultas las cuchillas negras que sus antebrazos, lo último que quería era revelar abiertamente la presencia de dichas armas.
A saber cómo vaya a reaccionar la de Amegakure o qué trucos tendrá escondidos, pero lo mejor en lo que podía apostar Ritsuko según sabía era acortar distancias o no podría atinarle con nada.
PV:
130/130
– CK:
100/100
–
AO: 0
–
Inventario:
- Hitai-ate [Cintura]
- Shuriken x5 [Portaobjetos]
- Papa no Isan [Acoplados a los Antebrazos]
Kazama Ritsuko, aquel era el nombre de su oponente. Efectivamente, por el tono de su voz pudo constatar al cien por cien de que se trataba de una kunoichi. Ayame no pudo contener una sonrisa al ver que respondía al sello de la confrontación. Ganara o perdiera, al menos le alegraba saber que se estaba enfrentando a alguien honorable.
Hechas las presentaciones, el pistoletazo de salida fue evidente con el reclamo del público a su alrededor. Estaban deseando ver el espectáculo que tenían que ofrecer las dos muchachas. Ayame se mantuvo en su sitio cuando Ritsuko comenzó a avanzar hacia ella con parsimonia y los brazos ligeramente extendidos a ambos lados del cuerpo.
«¿Qué debo hacer?» Se preguntaba, una y otra vez, al tiempo que flexionaba ligeramente las rodillas y tensaba todos los músculos del cuerpo. «No conozco sus técnicas. No conozco su manera de combatir. Ni siquiera conozco su naturaleza de chakra... y eso puede ser muy peligroso para mí...»
Se mordió el labio inferior. Tampoco podía permitir que se acercara a ella como si nada y arriesgarse a una sorpresa muy desagradable. Por eso, cuando Ritsuko había recortado aproximadamente la mitad de la distancia que las separaba, se decidió. Metió la mano en el portaobjetos que llevaba atado en torno a su pierna derecha y, tras mover los brazos en arco, lanzó dos proyectiles que deberían haberse dirigido hacia su oponente. Pero habían terminado separando sus trayectorias y desviándose a unos dos metros de la kunoichi, uno por cada lado, en forma de triángulo...
La contrincante de la pelirroja había decidido mantenerse quieta en su lugar mientras que ella avanzaba a paso decidido, tratando de mantener ocultas las cuchillas de sus antebrazos. Pero se dio el lujo de lanzar un par de shurikens que serían más que sencillos de eludir de no ser porque a una distancia bastante pobre decidieron desviarse completamente dejando a la de Kusa un tanto descolocada.
~¿Qué m…? ¿¡Hilos!? ~Fue la primera idea que se le vino a la mente, seguramente lo mismo que habría ocurrido a la de cabellos oscuros y por las distancias muy probablemente no podría eludirlo, al menos no en totalidad.
Si realmente había un hilo se podría decir que ya lo tendría prácticamente encima, después de todo los shurikens habían cambiado su trayectoria a escasos dos metros de ella así que lo único que se le ocurrió fue agacharse tan rápido como pudiese, con un poco de suerte lograba zafarse de absolutamente todo con eso.
De haber logrado eludir aquel supuesto ataque o lo que fuere que Ayame haya querido hacer con esos shurikens, Ritsuko simplemente le devolvería el gesto lanzándole solo dos shurikens aunque estos marcarían una trayectoria un tanto diferente. Primero se separaron notablemente como si la chica hubiese apuntado a otro lado y gradualmente fueron desviándose hasta dirigirse directos a la kunoichi de Amegakure.
6/07/2017, 10:55 (Última modificación: 6/07/2017, 10:57 por Aotsuki Ayame.)
En realidad los shuriken se bifurcaban nada más lanzarlos, no después (no tengo la destreza para hacer parábolas). Pero es un dato irrelevante así que no pasa nada, solo quería aclararlo, continuemos
Pero Ritsuko debió intuir que había algo detrás de aquella acción, aparentemente tan simple y fallida, por que se agachó pese a que los shuriken no iban directamente dirigidos hacia ella. Así, el hilo que unía ambas armas terminó pasando por encima en lugar de enrollarse en torno a ella como Ayame había preparado. La de Amegakure chasqueó la lengua, irritada, pero no dejó que aquel imprevisto detuviera su plan.
En cuanto había lanzado los shuriken, Ayame se había adelantado con sus manos entrelazándose a toda velocidad. De esta manera, en el momento en el que Ritsuko se agachó, la kunoichi ya tenía su técnica preparada y ya había inspirado con fuerza.
—¡Suiton: Mizurappa!
Ayame disparó el chorro de agua a presión directamente desde sus labios y lo dirigió hacia el indefenso cuerpo de la de Kusagakure. Sin embargo, no le pasó desapercibido el brillo metálico que surgió a ambos lados. La kunoichi le había devuelto la jugarreta lanzándole dos shuriken que trazaron una perfecta parábola para después dirigirse contra ella. Ayame simplemente saltó hacia atrás, los shuriken chocarían entre ellos y caerían al suelo.
PV:
130/130
– CK:
98/110
–(-12 CK)
- 2 shuriken 1 AO: Hilo uniendo los dos shuriken
¤ Suiton: Mizurappa ¤ Elemento Agua: Ola de Agua Salvaje - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos: Suiton 10 - Gastos:
12 CK
(Suiton 20) (multiplicable x2)
(Suiton 30) (multiplicable x3)
- Daños: 20 PV - Efectos adicionales:(Suiton 80) El chorro de agua puede ser lanzado de forma parabólica, aunque no alcanza el ancho de la técnica hasta que no está a 3 metros del objetivo - Sellos: Dragón → Tigre → Liebre - Velocidad: Rápida - Alcance y dimensiones:
La técnica avanza 3 metros, y goza de 1'5 metros de anchura (multiplicado x1)
La técnica avanza 8 metros, y goza de 2'5 metros de anchura (multiplicado x2)
La técnica avanza 10 metros, y goza de 4 metros de anchura (multiplicado x3)
Tras la realización de los sellos, el usuario expele agua desde su boca, como se tratase de una cascada con forma de trompeta, que arrasa con el adversario y lo derriba. El ejecutor de la técnica puede controlar su poder libremente administrando la cantidad de chakra que libera al utilizarla. Es una técnica básica de elemento agua.
Si había un hilo o no atado a los shurikens sería algo que Ritsuko nunca averiguaría, pues nada impactó contra ella por suerte, así que tenía completa libertad de movimiento para lanzar esos dos shurikens y… Prepararse para recibir un chorro de agua que parecía venir con bastante potencia.
Saltar hubiese sido una opción para eludir aquello, pero la chica para cuando se lo pensó escuchó una vocecilla en su cabeza que decía:
—Lo tienes en la cara.
Al instante en que su madre finalizó la frase, el agua le dio de lleno a la pelirroja que había querido hacer algo, se había puesto en pie pero por la pobre distancia no iba a poder ni realizar sellos ni intentar eludirlo así que… Básicamente la corriente se la llevó al menos por un tramo.
—Mierda… —Murmuró algo irritada.
Ahora mismo no sabía si lo de los shurikens había sido un engaño para poder lanzarle aquella técnica o si realmente había algo en todo eso, pero ahora mismo la pelirroja estaba demasiado ocupada poniéndose de pie y tratando de lidiar con el dolor de semejante impacto como para pensar en un contraataque. ~Parece que no quiere que me le acerque ~Pensaba aun dolorida. Había preferido mantenerse de pie allí mismo muy atenta a los movimientos de aquella joven.
Tal y como había previsto Ayame, el ataque había pillado totalmente desprevenida a Ritsuko, y el chorro de agua a presión impactó de lleno en su cuerpo y la arrastró unos pocos metros. El público, animado, estalló en vítores ante el primer intercambio de golpes.
La kunoichi de Amegakure permanecía en guardia, con todo el cuerpo en tensión, esperando cualquier indicio de movimiento por parte de su oponente. Sin embargo, Ritsuko se había reincorporado sobre sus piernas y miraba fijamente a la kunoichi, sin ninguna aparente intención de moverse.
«No pretenderás que vuelva a dar yo el primer golpe, ¿no? ¡Vamos!» Pensó Ayame ligeramente irritada.
Se adelantó un par de pasos, tomó los dos shuriken que Ritsuko le había lanzado anteriormente y ahora yacían en el suelo y se los devolvió con un rápido movimiento. Los proyectiles volvieron a volar, directos al hombro derecho y al lado izquierdo de su cadera.
La chica de Amegakure se mantenía allí quieta, tal vez por temor a tentar demasiado a su suerte pero si vamos al caso, si seguía atacando de semejante forma o bien podría terminar por noquear a la pelirroja, o mínimo mantener las distancias entre ambas. Pero ninguna de las dos opciones le convenía a la de Kusa.
Luego de un momento de estarse quieta para que el dolor se aliviase, Ritsuko se dispuso a avanzar pero sus propios shurikens regresaron a ella pero en una trayectoria más que obvia. Dos pasos a su izquierda fueron suficientes para eludir aquellos proyectiles y tuvo vía libre para avanzar tan rápido como le fuese posible.
~Si corto las distancias debería de poder… ~Se planteó la fémina sin parar su avance, a lo que sumó una serie de sellos manuales.
Ayame era muy consciente de la simplicidad de su ataque, y enseguida quedó constatado cuando su oponente lo esquivó con un par de pasos hacia la izquierda. Pero lo que estaba buscando la kunoichi era despertar algún tipo de reacción en la pelirroja, algún nuevo ataque al que responder para no ser ella quien tuviera que tomar la iniciativa.
No funcionó.
Su oponente seguía corriendo hacia ella, recortando las distancias que las separaban, buscando sin duda un ataque cuerpo a cuerpo. Y, si no actuaba rápido, conseguiría su objetivo.
No iba a permitirlo.
Estaban a unos pocos pasos de distancia, las manos de Ayame volvieron a entrelazarse en una nueva secuencia de tres sellos. Tres nubes de humo blanco aparecieron a sus costados y enfrente de ella y apenas se habían disuelto cuando tres réplicas, idénticas de los pies a la cabeza, surgieron para abalanzarse sobre Ritsuko en un ataque combinado con un puñetazo directo a su mandíbula desde el lado derecho, una patada hacia el estómago desde el frente y un derribo dirigido a su tobillo desde la izquierda.
Un Ninjutsu que crea una copia intangible del cuerpo del usuario, sin ningún tipo de sustancia ni solidez. Puesto que el clon, por sí mismo, no tiene la habilidad de atacar, y sólo puede utilizarse pues para confundir al enemigo, normalmente empleado en combinación con otro tipo de Ninjutsu o tácticas. Es una técnica muy básica, pero con ingenio puede utilizarse de forma efectiva. Los clones se disipan cuando entran en contacto con cualquier cosa. Pueden ser fácilmente diferenciados de una persona por usuarios de Dōjutsu. Un usuario con ojos normales puede también distinguir los clones del original, puesto que éstos no tienen sombra y no causarán perturbaciones en el área que les rodea (no levantarán polvo, aplastarán la hierba, etc).
Mientras Ritsuko avanzaba, Ayame realizó una serie de sellos que seguramente la primera conocía, pero de aquí a que lograse deducir la técnica ejecutada ya la vería en acción y de todas maneras, ni bien se vieron aquellas nubes la de Kusa ya estaba prácticamente encima de la contraria, o bueno, de las cuatro contrarias. Ahora era cuando la chica se arrepentía de haber intentado aquella estupidez, pues si aquellos sellos formados hubiesen sido realmente algo seguramente habría podido eliminar con todos los clones de un solo golpe.
Dejando el asunto de los sellos falsos a un lado, había un gran problema, ¿Cuál? Jamás se puso a pensar una manera efectiva de frenarse e iba tan rápido como podía así que pararse no era una opción, terminaría por irse de cara al suelo si intentaba hacerlo en seco a causa de la inercia y vaya uno a saber qué otra cosa más pudiera influir.
Siendo tan pocas las opciones, Ritsuko cruzó sus brazos por delante de su rostro de modo que las cuchillas fueron finalmente reveladas y se encontraban apuntando directamente a aquella kunoichi que tenía directamente delante. Por si fuera poco, también dio un pequeño salto pretendiendo caerle con todo su peso a aquella que tenía enfrente.
Solo le restaba esperar que con aquello se lograse librar de todo con daños mínimos. Aunque si vamos al caso ni siquiera sabía por dónde venían los ataques, había cerrado fuertemente los ojos e incluso apretaba tanto los dientes que un poco llegaron a rechinar, después de todo estaba preparada para recibir un buen par de golpes.
Ante el comando de su creadora, las tres réplicas se habían abalanzado sobre Ritsuko en un ataque perfectamente coordinado. Sus golpes iban dirigidos hacia el rostro, el estómago y los tobillos de su contrincante, pero la pelirroja decidió saltar para evitar el último y abalanzarse sobre la Ayame que iba al frente con los brazos cruzados a la altura del rostro. Sin embargo, cuando estaban a punto de colisionar, los tres clones estallaron al unísono en sendas nubes de humo que obstaculizarían los ojos ya cerrados de la de Kusagakure.
Y de esa nube de humo surgiría de repente la verdadera Ayame, impulsada con el cuerpo agachado y el brazo derecho retraído. El público ahogó una exclamación. Y no era para menos, pues el brazo de la kunoichi se había hinchado de manera casi grotesca hasta convertirlo literalmente en un martillo hidráulico que golpearía con brutalidad el torso de su oponente y la enviaría de vuelta varios metros hacia atrás.
—Debes estar de broma... —murmuró Ayame para sí, pálida como la cera, jadeando ligeramente por el esfuerzo realizado.
Y es que ahora que las mangas de Ritsuko se habían retraído para atacar, quedaban a la vista dos cuchillas de acero perfectamente anexionados a sus antebrazos.
«Por eso estaba tan empeñada en acercarse...» Meditó, y un escalofrío la recorrió de los pies a la cabeza.
Aquellas armas eran terriblemente peligrosas. Si ella fuera una persona normal y corriente, podría haber sentido incluso el peligro de la muerte respirando en su nuca. Sin embargo, podía sentirse afortunada. Ella no era una persona normal y corriente. Ella era una Hōzuki. Y los Hōzuki no sangraban.
PV:
130/130
– CK:
63/110
–
-26 CK
–
- 2 shuriken
Suika no Jutsu activado
–
¤ Suika no Jutsu ¤ Técnica de la Hidratación - Tipo: Apoyo - Rango: A - Requisitos: Hōzuki 10 - Gastos:
8 CK (divide regen. de chakra)
(Hōzuki 25) 11 CK (divide regen. de chakra)
(Hōzuki 60) 24 CK (divide regen. de chakra)
- Daños: - - Efectos adicionales:
Convierte el cuerpo del usuario en agua líquida para otorgarle ciertas características.
(Hōzuki 10) Reduce un 25% el daño de todo Taijutsu y armas, y aumenta el 25% el daño recibido por Raiton.
(Hōzuki 25) Reduce un 50% el daño de todo Taijutsu y armas, y aumenta el 50% el daño recibido por Raiton.
(Hōzuki 60) Anula por completo el daño de todo Taijutsu y armas, y aumenta el 100% del daño causado por Raiton.
Esta técnica permite al miembro del clan Hōzuki reducir el daño recibido por ataques físicos. Desde un simple pelo, hasta la piel y los músculos, todo el cuerpo puede ser licuado y solidificado a voluntad. Ya sea para evadir un ataque enemigo durante el combate cuerpo a cuerpo, para infiltrarse en una estructura o lanzar un ataque sorpresa en este estado, esta técnica cuenta con un importante valor estratégico.
Así, aplicando esta técnica, el usuario puede también modificar cualquier parte de su cuerpo para determinadas situaciones. Dado el ya comentado valor estratégico de la técnica, la única manera de contener a un usuario de esta técnica es encerrarlo en un recipiente hermético para impedir su movimiento. Cuando el shinobi se desmaya teniendo esta técnica activada, se convierte en algo así como una masa gelatinosa y, ya que esta técnica convierte el cuerpo en agua, los Hōzuki son extremadamente vulnerables a las técnicas de Raiton.
¤ Suiton: Gōsuiwan no Jutsu ¤ Elemento Agua: Técnica del Gran Brazo de Agua - Tipo: Ofensivo - Rango: C - Requisitos:
Hōzuki 25
Suika no Jutsu activado
- Gastos: 18 CK - Daños: Golpe físico o del arma + 30 PV - Efectos adicionales: - - Sellos: - - Velocidad: Moderada - Alcance y dimensiones: Cuerpo a cuerpo
Usando la técnica de la hidratación, el usuario es capaz de concentrar una gran masa de agua en el interior de sus músculos aumentando el tamaño y la fuerza de una extremidad. La humedad es recogida en todo el cuerpo y se comprime en una sola extremidad en un sólo instante. Sin embargo, dado que es esencial controlar apropiadamente el equilibrio de humedad en el interior del cuerpo, el grado de dificultad de esta técnica es muy elevado. La técnica proporciona al usuario una fuerza sobrehumana, capaz de atravesar paredes de roca y derribar puertas de acero.
Resultaba ser que entre aquellas tres kunoichis que atacaban a la de Kusa, la verdadera no estaba, pues un instante después de que Ritsuko atravesara a la que intentaba patearle en pecho apareció la cuarta con un brazo completamente hinchado con el que parecía estar dispuesta a propinarle un potente golpe.
No había nada que la pelirroja pudiera hacer en aquella situación, aún estaba en el aire y la contraria le golpearía antes incluso de que pudiera aterrizar, tampoco había visto nada, es decir, no era consciente de que estaban por atacarle en el aire ya que justo después de entrar en contacto con uno de los clones, los tres desaparecieron y si bien la chica pudo volver a abrir los ojos, lo único que vio fue humo.
«¡Bien! »Pensó alegremente Ritsuko suponiendo que se había librado de una. Siendo así, y conociendo la trayectoria de su ‘vuelo’, lo único que restaba era ocuparse del aterrizaje. Con extender ambos brazos debería ser suficiente como para tener un soporte y poder bajar los pies antes de darse un batacazo contra el piso.
Pero que va, justo después de que la nube de humo se formase un puñetazo le dio en el centro de la cara, con la fuerza suficiente para mandarla a volar varios metros, destrozar también la máscara que llevaba y dejarla tumbada en el piso, donde pronto comenzaría a retorcerse del dolor cubriéndose el rostro con ambas manos y de donde no mostraba demasiado interés en moverse.
No todo salió tal y como lo había planeado. Ritsuko había pegado un pequeño salto antes de abalanzarse sobre sus clones, por lo que el golpe de Ayame no fue hacia su torso. En su lugar, sintió que su puño impactaba contra algo duro justo antes de notar un desagradable crujido y que la kunoichi de Kusagakure saliera despedida varios metros hacia atrás.
Ayame volvió a reincorporarse en toda su altura y su brazo no tardó en regresar a la normalidad, su rostro contraído en un gesto de dolor empático. En ningún momento había pretendido acertarle en la cara, y menos con un ataque tan violento como aquel. Pero la sucesión de los hechos había querido que al final terminara de aquella manera, y ahora Ritsuko se retorcía en el suelo cubriéndose la cara con ambas manos. Tal y como se encontraba, podría acabar con el combate rápidamente. De hecho, los alaridos del público desde las gradas así se lo exigían. Pero sentía remordimientos. No podía atacar a su oponente en aquella situación de indefensión.
Se acercó con paso lento, respirando hondo para recuperar el aliento perdido. Por el camino sacudió la muñeca en un brusco movimiento, y el kunai que escondía en el mecanismo oculto, debajo de la manga, apareció en su mano derecha. Se detuvo a los pies de la chica, fuera del alcance de aquellas terriibles cuchillas que llevaba acopladas a los brazos.
—El combate ha terminado, Ritsuko-san —dictaminó, antes de alzar el brazo y señalarla directamente con el puñal—. Ríndete y no tendremos que ir a más.