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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
El examen acababa de terminar, aquel era un instante en el que cualquiera estaría nervioso, tendría dudas sobre si había aprobado o no. Sin embargo, la chica de la melena color azabache permanecía tranquila frente a los tres profesores que la juzgaban. La miraban fijamente, aún seguían impresionados por lo que acababan de presenciar.

El veredicto estaba claro, lo sabían antes de empezar, pero una cosa es verlo y otra que te lo cuenten. A pesar de haber leído el amplio informe que el profesor Yamakichi les había entregado, seguían sin poder creérselo. El viejo profesor, que ahora estaba firme frente a ellos junto a la pequeña que acaban de examinar, henchido de orgullo. No había exagerado un ápice en su informe, sin lugar a dudas.

Apenas pasó un minuto antes de que el líder del jurado rompiese la monotonía del sonido de la lluvia golpeando las ventanas de aquella sala. Era un hombre de unos setenta años, casi cerca de los ochenta se podría decir, calvo y con una barba bastante descuidada, cabeza redonda y un buche que había aumentado con su edad.

—Uchiha Tomoe, aprobada— comenzó el anciano —Espero que honres esta bandana y lo que representa, tanto en el campo de batalla como fuera de él— el juez cogió una de las muchas bandanas que tenían sobre la mesa y la alzó con ambas manos tendiéndosela a la joven. Esta no se hizo esperar demasiado, estaba deseando acabar con toda aquella parafernalia, así que sin más se acerco y la tomo con su mano derecha sin muchos miramientos. Tras esto dio un paso atrás y quedó de nuevo frente al jurado, con su profesor a su izquierda —Puedes retirarte— la chica hizo una pequeña reverencia antes de darse la vuelta y comenzar a abandonar la sala, con paso resuelto, sin titubear lo más mínimo. Su profesor quiso felicitarla, pero no le dio tiempo a hacerlo, así que se limito a observar como se marchaba de la sala. De hecho todos los allí presentes (los tres jueces más el profesor) la seguían con la mirada, había algo en ella, quizás fuese esa manera tan grácil de moverse o ese vaivén de sus cabellos al caminar. Había algo en ella que hacia difícil ignorarla.

La Uchiha no tardó mucho en llegar al final de la sala, agarró el pomo de la puerta y la abrió tirando hacia ella. Lo primero que vio fue al resto de sus antiguos compañeros de clase, estaban sentados en bancas frente a la puerta esperando su turno, todos parecían bastante nerviosos y algunos incluso asustados. Tomoe cruzó el umbral sin prestar atención a las miradas de los demás, ni siquiera hizo gesto alguno, a ella no le importaba el resto de aquellos mocosos tan débiles como para dudar en pasar una prueba tan sencilla.

La, ahora, nueva kunoichi de Ame cruzó por el pasillo que dejaban las bancas para poder llegar a los ascensores. Podía sentir como todas las miradas se clavaban en su mano derecha, donde llevaba la bandana suavemente cogida, como si no le importase puesto que no le importaba lo más mínimo. Todos los que allí se encontraban, soñaban desde pequeños convertirse en grandes shinobis, la mayoría en aquella sala posiblemente se convertirían en gennins, pero apenas un puñado pasarán de ese rango. Por eso era tan importante para ellos no fallar ahora, pero para Tomoe no era más que otro paso demasiado fácil que dar.

No tardó más que unos segundos en cruzar entre las bancas para terminar posicionándose frente a los ascensores que conectaban las distintas plantas de la torre, suavemente apretó el botón con su mano izquierda. La chica permaneció de pie, con una mano apoyada en la cadera mientras observaba la bandana en su mano derecha con cierta indiferencia. Ladeo un poco la cabeza para poder lanzar una última mirada a la sala por encima de su delicado hombro. Un chico se levantaba en aquel instante y se disponía a entrar. Por alguna razón le llamó la atención, le sonaba de algo y eso era ya basante raro. Sin embargo, antes de que pudiese ubicarla, aquella chica de cabellos negros como el carbón se había perdido tras la puerta del examen. Tomoe por su parte devolvió la mirada hacia los ascensores deseando poder marcharse de aquel lugar cuanto antes, no soportaba estar rodeada de débiles
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#2
El joven se encontraba sentado en una de las tantas bancas que había en aquella sala, a decir verdad, no se sentía preocupado y apenas estaba nervioso por el momento que cada vez se aproximaba más. De hecho, más bien se encontraba de mal humor y ciertamente aburrido por todo el rato que llevaba allí esperando y el tranquilizador sonido de las constantes gotas de lluvia que acariciaban las ventanas.

Lo bueno era que tenía bastante espacio para sí pues, como de costumbre, la mayoría se alejaba unos cuantos metros de Atsushi, mas ahora puesto que el joven se había permitido no llevar puesta la capucha con la que solía ocultar su rostro, se encontraba irritado y en lo que menos pensaba en ese momento era en la opinión de los demás.

Para mantenerse ocupado un rato había sacado su Kyodai Sensu de su acostumbrado hogar en su espalda y ahora pasaba la manga de su túnica por las varillas de hierro intentando que brillaran un poco; aunque con aquel color violeta era difícil que hicieran eso. Por lo menos ahora estaban impecablemente limpias.

Tras unos minutos más de espera, oyó el chirrido de la puerta al abrirse y al dirigir sus ojos hacia ella, pudo observar a la ultima chica que había pasado, salir del aula de examen con una banda shinobi de Amegakure en su mano derecha, como si fuera un objeto cualquiera, el muchacho no pudo evitar sentir una pizca de amargura frente a eso.

Pero su atención por la chica que acababa de salir rápidamente fue sustituida cuando uno de sus maestros, Yamakichi-sensei se asomo por la puerta.

— Atsushi-kun, es tu turno. — dijo escuetamente para luego volver a entrar en la sala.

Con tranquilidad, el pelinegro de mechones azules se levanto del banco y tras volver a enfundar el Kyodai en donde debía estar, se dirigió hacia la puerta de la sala y entro. Una vez adentro, se dirigió hacia el centro de la sala siguiendo las indicaciones del profesor Yamakichi.

Frente a él se encontraba lo más importante a destacar, una larga mesa tras la cual estaban sentados los tres examinadores que le concederían o denegarían su bandana; en el centro se ubicaba el que parecía ser el jefe, un hombre de unos aparentes setenta años. Era calvo y una barba muy desaliñada. Pero eso no era lo que le importaba a Atsushi.

El anciano examinador repasaba una carpeta que debía ser el expediente de Nagano con atención, tras unos minutos levanto su mirada para enfocarse nuevamente en el joven. Los otros dos, mas jóvenes, parecían estar un poco impresionados por el aspecto de serpiente del chico, pero no el anciano.

— Bien, joven Nagano; por lo que leo en su expediente, aprobó el examen teórico con cierta soltura, lo felicito. Y en el práctico tampoco le fue mal. Por lo que nos ha contado el sensei Yamakichi, cumple con la mayoría de los estándares que se buscan en los graduados. Aunque también nos dice que su resistencia física deja algo que desear. ¿Qué puede decirnos al respecto? — El anciano junto sus manos, esperando la respuesta del estudiante.

Atsushi no se sorprendió mucho por la pregunta que le hacia el examinador, su madre ya le había avisado que era muy probable que atacaran sus puntos flacos y buscaran que diera una respuesta convincente al porque de estos.

— Bueno señor, quizá mi resistencia no sea la más optima no se lo negare aunque tampoco es que no aguante nada. Sin embargo, seguro que Yamakichi-sensei también les habrá informado que tengo cierta agudeza en el uso de armas. Y aunque aun me cueste, he aprendido a moverme en silencio. Y bueno, tengo esta preciosidad aquí detrás… — El muchacho acaricio su Kyodai Sensu, era ya para él su compañero de armas.

El anciano separo sus manos, apoyándolas en la mesa y dedico unos momentos a mirar al chico, quien le sostuvo la mirada lo mejor que pudo. Finalmente, el examinador volvió a hablar mientras en su boca parecía aparecer la sombra de una sonrisa.

— Bien, Nagano, creo que usted está preparado para convertirse en Gennin; acérquese y tome su bandana, se la ha ganado. —

Con una pequeña sonrisa en el rostro que hizo que se marcaran aun más sus escamas, el joven Atsushi se acerco hacia la mesa y cogió una de las tantas bandanas que había allí, esperando un nuevo dueño. Con cierta ceremonia, ato la suya alrededor de su frente y se volvió para hacerle una reverencia tanto a su profesor como hacia los examinadores.

Estaba a punto de ponerse la capucha para salir de aquella sala cuando fue detenido por las palabras que le dirigió el sensei Yamakichi.

— Oye muchacho, se porque te pones esa capucha; se que te gritan demonio por las calles esos viejos ignorantes… Pero no te la pongas ahora, ¿No quieres que todos vean que eres un shinobi de Amegakure? Cuando vayas afuera de la aldea podrá serte de provecho cubrirte, si, no llamar la atención es bueno pero aquí… Bueno, será tu elección, pero déjame decirte que cuando otros te tengan miedo por tus rasgos, te alegraras. —

Atsushi se detuvo durante unos momentos, inseguro. Sabía que parte de lo dicho por su ahora antiguo maestro era cierto, aunque lo que decía de sus rasgos le diera punzadas de rabia, ya que era lo mismo que le decía su padre. Decidió ignorar esa parte, quedándose con lo bueno.

— En parte… tiene razón sensei. Si, quizá desde ahora podría ir a cara descubierta aquí en nuestra aldea; al menos por hoy, pues es un día especial. Le agradezco su consejo. — Dejando caer otra vez la capucha, con la otra mano abrió el picaporte pues ya tenía la puerta a su lado y salió a la sala de espera. Varias miradas se desviaron hacia su rostro, pero la mayoría ascendió rápidamente para no mirarlo y solo observaron la bandana que ahora cubría su frente.

El joven no hizo caso a las miradas y con una pequeña sonrisa en el rostro se dirigió hacia los ascensores por los que había visto irse a la otra chica. Sin embargo, al llegar allí, se encontró con que estos recién se abrían y la joven de cabellos azabache estaba entrando en uno de ellos. Apretando un poco el paso, llego a apoyar la mano para evitar que las puertas se cerraran y entro en el mismo que la otra joven.

— Disculpa — Acto seguido y ya dentro del ascensor, se apoyo contra una de las paredes mientras las puertas se cerraban. A decir verdad, creía recordar a aquella chica y ciertamente tenia una especie de aura que invitaba a hacerlo, aunque no podía ubicar exactamente su nombre… Decidió probar suerte con uno de los que le rondaban la cabeza.

— Tu eres… ¿Uchiha Tomoe, no? —
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#3
El característico sonido de llegada del ascensor precedió a la suave apertura de las puertas, no podía llegar en mejor momento puesto que Tomoe ya estaba harta de estar allí parada entre tantos insectos

"Por fin..." suspiro la chica justo cuando se disponía a dar el primer paso hacia el interior de la máquina, una vez dentro marco la planta baja y continuo hasta el fondo de la cabina, donde se acomodo apoyando su espalda. Lanzó una última mirada a la bandana que sostenía en su mano derecha "Esperemos que merezca la pena..." Tomoe abrió su portaobjetos y la guardo en el interior de este, para justo despues sacar un pequeño frasco de plástico anaranjado con un tapón blanco que contenía una serie de píldoras. Alzo la mirada mientras que con sus manos manipulaba el pequeño bote, la chica pudo ver como las puertas comenzaban a cerrarse y uno de los alumno de la sala que portaba una bandana corría hacia el ascensor "Espero que no llegue... ya he tenido suficiente humanidad por hoy" fue lo primero que pensó mientras veía al muchacho correr hacia la puerta. La chica del cabello negro dejo caer dos pastillas sobre su mano izquierda antes de guardar el bote, todo ello sin quitar la mirada de aquel gennin que se acercaba.

Tomoe lo conocía de vista, como olvidar al <<chico serpiente>>, aunque no sabía ni si quiera su apellido. De hecho, Tomoe no conocía prácticamente a nadie de la academia, todos les parecían igual de aburrido aunque debía reconocer que alguno había por ahí que podría llegar a ser mínimamente interesante. Sin embargo, su ego, no le permitiría nunca reconocer ese tipo de cosas.

La puerta estaba apunto de cerrarse, justo cuando aquel chico de cabello azabache interpuso sus manos en el camino de las puertas para detenerlas. La pelinegra chasqueo la lengua en señal de que no le había gustado nada y justo despues introdujo las dos pastillas en su boca usando la palma de su mano izquierda. Todo ello sin apartar su mirada, de <<me estas molestando>>, del recién llegado.

Aquel vestía con una especie de túnica corta, con una capucha que llevaba quitada y un gran abanico en su espalda, pantalón y las típicas tabi que todos llevaban en aquellos días.

Tomoe retiro la mano de su boca lentamente, tras ingerir las pastillas, no le gustaba ni un pelo que hubiese alguien tan cerca de ella. Sin embargo, al contrario que muchas personas no era por que se pudiese considerar a ese chico un monstruo, si no por que ella odiaba a todas las demás personas. En ese aspecto, por una vez, Atsuchi podría sentirse integrado.

El chico se acomodo en una de las paredes del ascensor, justo a la izquierda de Tomoe pero en una pared lateral. Este no paraba de mirarla y parecía dudar, pero sin duda tenía la intención de abrir la boca y vaya si lo hizo. Con bastantes dudas y poca seguridad, parecía querer iniciar conversación con la Uchiha y por suerte para él había acertado el nombre.

La chica lo miró de nuevo, clavando sus ojos casi como si fuesen puñales, si las miradas matasen Tomoe habría matado al chico serpiente más de ocho veces pero como no lo hacian, tendría que aguantarse.

—Por desgracia para mí... si soy yo— gruñó la chica, que no oculto su malestar —¿Tienes algún problema?—

La Uchiha tenía la extraña sensación, de que no iba a librarse fácilmente de aquel chico.
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