11/05/2015, 14:14
El examen acababa de terminar, había realizado las pruebas que le habían exigido, y finalmente había aprobado. La noticia le produjo una intensa felicidad, en el momento que lo supo casi se abalanza sobre el examinador para abrazarlo, pero se contuvo, no era apropiado y él no era así, por lo que simplemente realizó una leve reverencia y se marchó de la pequeña sala en la que le habían realizado la última prueba, la que confirmaba que era apto para convertirse en genin de la Villa Oculta del Remolino. Caminaba de forma pausada por el pasillo que le sacaría de aquel edificio, asimilando aún lo que acababa de pasar y todo lo que eso implicaba.
« Por fin, después de tanto tiempo, ha llegado el momento. Me pregunto cuántos de mis compañeros de clase habrán aprobado también... »
Shokkou Riko, shinobi de la gran Uzushiogakure, aquella idea le agradaba, dar a conocer su nombre y que en cualquier parte supieran de su existencia, tenía que conseguirlo. Se detuvo un instante frente a la puerta que daba al exterior, pensando que hacer cuando saliera de allí. Observó la bandana que le acababan de otorgar, aquella placa metálica con el símbolo de la aldea, cuánto había ansiado tenerla... Y por fin la tenía. Alzó las manos, llevando la cinta a su frente y se la anudó, dejando la placa metálica a la vista.
« Daré un pequeño rodeo antes de llegar a casa, sí, me apetece ir al Jardín de los Cerezos y relajarme un poco antes de darles la noticia a mis padres. »
El muchacho se puso en marcha, dirección al enorme jardín que ocupaba una gran parte de la aldea. La época de flor de los cerezos ya había pasado, pero aún así el lugar tenía una gran belleza, por eso era uno de sus rincones preferidos. De camino al lugar se encontró con varios conocidos de su familia que, al ver la bandana en su frente, se acercaron a preguntarle, y, con gusto, el joven les atendía.
— ¡Hombre Riko! ¿Y esa bandana? No me digas... ¿Acabas de convertirte en shinobi? — Le preguntó una señora, muy amiga de su madre y que, por ende, conocía a Riko desde que éste había nacido.
— ¡Sí! Ahora mismo acabo de aprobar el examen y voy camino a casa para contárselo a mis padres, no te me adelantes ¿eh? —
— Tranquilo corazón, soy una tumba — Dijo mientras reía. — ¡Enhorabuena muchachote! —
Tras varias personas que mostraron el mismo interés en su recién adquirido rango, el joven Shokkou llegó a su destino, El inmenso Jardín de los Cerezos, que en aquella época mostraba un intenso color verde, con algunas motas rojas, debido a los frutos que colgaban de sus ramas. Riko se dirigió directo a una de sus zonas preferidas, se sabía el camino de memoria, por lo que el recorrido lo hizo casi de forma automática, cuando se quiso dar cuenta, ya se encontraba sentado en un banco de piedra, en una de las calles que daba a una plaza de dimensiones considerables.
« Vaya, este lugar cada vez es más tranquilo » Cruzó los brazos tras su cabeza y la echó hacia atrás, quedando con la mirada hacia el cielo, o, al menos, lo que se veía de él entre las ramas de los cerezos.
« Por fin, después de tanto tiempo, ha llegado el momento. Me pregunto cuántos de mis compañeros de clase habrán aprobado también... »
Shokkou Riko, shinobi de la gran Uzushiogakure, aquella idea le agradaba, dar a conocer su nombre y que en cualquier parte supieran de su existencia, tenía que conseguirlo. Se detuvo un instante frente a la puerta que daba al exterior, pensando que hacer cuando saliera de allí. Observó la bandana que le acababan de otorgar, aquella placa metálica con el símbolo de la aldea, cuánto había ansiado tenerla... Y por fin la tenía. Alzó las manos, llevando la cinta a su frente y se la anudó, dejando la placa metálica a la vista.
« Daré un pequeño rodeo antes de llegar a casa, sí, me apetece ir al Jardín de los Cerezos y relajarme un poco antes de darles la noticia a mis padres. »
El muchacho se puso en marcha, dirección al enorme jardín que ocupaba una gran parte de la aldea. La época de flor de los cerezos ya había pasado, pero aún así el lugar tenía una gran belleza, por eso era uno de sus rincones preferidos. De camino al lugar se encontró con varios conocidos de su familia que, al ver la bandana en su frente, se acercaron a preguntarle, y, con gusto, el joven les atendía.
— ¡Hombre Riko! ¿Y esa bandana? No me digas... ¿Acabas de convertirte en shinobi? — Le preguntó una señora, muy amiga de su madre y que, por ende, conocía a Riko desde que éste había nacido.
— ¡Sí! Ahora mismo acabo de aprobar el examen y voy camino a casa para contárselo a mis padres, no te me adelantes ¿eh? —
— Tranquilo corazón, soy una tumba — Dijo mientras reía. — ¡Enhorabuena muchachote! —
Tras varias personas que mostraron el mismo interés en su recién adquirido rango, el joven Shokkou llegó a su destino, El inmenso Jardín de los Cerezos, que en aquella época mostraba un intenso color verde, con algunas motas rojas, debido a los frutos que colgaban de sus ramas. Riko se dirigió directo a una de sus zonas preferidas, se sabía el camino de memoria, por lo que el recorrido lo hizo casi de forma automática, cuando se quiso dar cuenta, ya se encontraba sentado en un banco de piedra, en una de las calles que daba a una plaza de dimensiones considerables.
« Vaya, este lugar cada vez es más tranquilo » Cruzó los brazos tras su cabeza y la echó hacia atrás, quedando con la mirada hacia el cielo, o, al menos, lo que se veía de él entre las ramas de los cerezos.
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~ Narro ~ Hablo ~ «Pienso»

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