—¿Ver a través de…? —Datsue soltó una breve carcajada—. Ojalá. No, nada de eso. Se supone que el número de aspas representa tu nivel de poder dentro del clan, aunque eso es relativo, como todo. ¿Es un Chunnin más poderoso que un Gennin? Normalmente sí, pero siempre hay excepciones…

Tengo que preguntarle a Akame al respecto del número de aspas. Estoy casi seguro que tres es el máximo, pero… ¿Y si le hizo un Genjutsu para que pensase que tenía más? Aunque no veo motivo para que hiciese tal cosa. La otra posibilidad es… Por primera vez, consideró la posibilidad de que Daruu le estuviese mintiendo. O que sencillamente se hubiese confundido.

—No te negaré, eso sí, que nos da ciertas ventajas visuales… —continuó, sabiendo que no había respondido del todo a su pregunta—. Pero son cosas que no me gusta airear demasiado. Ni siquiera entre los de mi Aldea. Defecto de ninja, supongo —añadió con una sonrisa.

Sin embargo, su mente estaba muy lejos de sus preocupaciones por descubrir tal o cuál secreto de su clan. De hecho, estaba pensando en el momento más adecuado para…

¡Plaf!

El sonido de algo al caer sobre un charco se oyó a decenas de metros a las espaldas de Daruu. Cuando éste se diese la vuelta, pudo comprobar que un hombre gordo y de mediana estatura, con una coleta blanca que le llegaba hasta debajo de las rodillas, acababa de salir por una de las ventanas de un vagón.

—¡Volveré con refuerzos en menos de lo que cae un rayo! —exclamó el hombre, con voz suave pero firme—. ¡Se lo prometo, Akura-sensei! —Acto seguido, la ventana se cerró y el corpulento varón colocó lo que parecía ser un sello sobre el cristal de la ventana. Fue entonces cuando sus ojos, marrones, parecieron percibir la presencia de los dos jóvenes Gennin—. ¡Eh, vosotros! —Recortó la distancia que los separaba con relativa rapidez, pese a que no se le veía una persona muy ágil—. ¿Qué hacéis aquí fuera? ¡Identificaos! —ordenó, intercambiando la mirada entre Daruu y Datsue.

Ahora que estaba más cerca, se le veía más joven de lo que parecía en un primer momento. Apenas le superaba en media cabeza a Daruu, y su cara redondeada y sin barba no aparentaba más de veinte años. Cubría su voluminoso cuerpo con un chaleco de color azul grisáceo, el típico que llevaban muchos Chunnins o Jounnins, combinado con un pantalón pesquero azul y una bandana anudada al brazo izquierdo.

La bandana de Amegakure.

Al parecer, Daruu había patinado muy lejos de donde debía y así lo evidenció la carcajada del Uchiha. Resultó que el número de aspas representaba el poder de uno dentro del clan. «Aunque no tiene mucho sentido. Bueno, sí lo tiene, pero seguro que ese "poder dentro del clan" significa también que tu sharingan es más fuerte, sea lo que sea que haga ese puto ojo del demonio"»

Nabi había sido un luchador formidable, extremadamente ágil, pero Daruu no había podido adivinar qué hacía exactamente especial esos ojos de unos normales. Si la habilidad en el combate del Uchiha venía del poder de sus ojos y no del entrenamiento muscular y mental del ninja en cuestión, cosa que le parecía rara, era asunto por descubrir.

—No te negaré, eso sí, que nos da ciertas ventajas visuales. —Ah, ahí estaba. Ahora venía la explicación. Daruu se inclinó hacia adelante—. Pero son cosas que no me gusta airear demasiado. Ni siquiera entre los de mi Aldea. Defecto de ninja, supongo. —Ah, ahí estaba también. El comodín de "es que soy ninja, te jodes".

—Madre mía, me vais a matar del puro interés —dijo Daruu—. Es que soy curioso por natura...

Plaf

Daruu giró la cabeza, sobresaltado. Un hombre gordo, más o menos de su tamaño, de cabello largo con coleta, blanco, acababa de salir por una de las ventanas del tren.

—¡Volveré con refuerzos en menos de lo que cae un rayo! ¡Se lo prometo, Akura-sensei! —La ventana se cerró y el hombre colocó un sello sobre el cristal. Daruu se reincorporó y se adelantó hacia él—. ¡Eh, vosotros! —Sin embargo, él terminó de recortar la distancia—. ¿Qué hacéis aquí fuera? ¡Identificaos!

Daruu lo observó mejor. Se trataba de un joven de veinte años. Un chunin... de Amegakure, a juzgar por su bandana.

—Hanaiko Daruu, genin de Amegakure —dijo, y arqueó una ceja observando con suspicacia el tren—. No me pareció verte en el tren. De hecho, creía que iba casi vacío. ¿Ha pasado algo?

—Y yo Uchiha Datsue, infame… Digoo… Conocido genin de Takigakure, un placer —añadió Datsue, tras la respuesta de Daruu.

El chunin miró primero a Daruu y luego a Datsue, con quien se detuvo unos segundos, como si estuviese evaluándole, para luego nuevamente clavar sus ojos castaños en los de su compatriota:

—Se trata de la avería del tren —empezó, con voz sombría, como si estuviese a punto de dar una terrible noticia—. El problema es… que no es una avería. Más bien, un sabotaje. Se supone que tengo que ir a por refuerzos cuánto antes, pero… —el chunin desvió la mirada hacia las llanuras, donde por el momento, nada más peligroso que una tormenta parecía avecinarse. Entonces volvió a fijar la mirada en Daruu—. Escúchame, Daruu-kun…

»¿Qué tal se te da correr?