Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Como ya tengo abierta una misión, que quede constancia de que en esta no cobraré ^^
Las calles de Kusagakure permanecían más que calmadas. Era la tarde de un día veraniego, y el calor parecía gobernar con puño de hierro por aquella zona. El chico caminaba tranquilamente, vistiendo su chaleco (con disgusto, puesto que el calor no le sentaba bien), y por debajo, su camisa verde holgada. Juro estiraba de su cuello disimuladamente cuando no había nadie mirando, en busca de algo de aire. Los pergaminos que colgaban de su cintura tampoco ayudaban...
«Ser ninja da mucho calor » — protestó para sí. Podría quitarse el chaleco y ya esta, pero se resistía a hacerlo. Iba al edificio del Morikage, y quería estar formal.
Finalmente, tras bordar la esquina, llegó al susodicho edificio. Había tenido algún pequeño problema, pero como siempre, el bien triunfaba y había conseguido reconducirse.
— Veamos que hay hoy por aquí — murmuró para sí.
Entró al edificio, con paso decidido. Dio un par de pasos, y se presentó, como tantas otras veces había hecho, en la recepción, para saludar a la persona que estaría encargada.
— Buenas tardes — murmuró, con una reverencia —. Soy Eikyu Juro, Jounin de la villa. Vengo a solicitar una misión.
Sus ojos podrían estar jugandole una mala pasada, pero al entrar en el edificio juraría haber visto salir a Shikako, la adorable anciana encargada de repartir las misiones durante aquella tarde. Detrás del escritorio tras el cual debería estar el encargado había un armario nuevo.
— Buenas tardes. Soy Eikyu Juro, Jounin de la villa. Vengo a solicitar una misión.
El armario se giró, revelando su verdadera identidad, Senju Shiten. Éste sonrió como si la visión de Juro le hubiese solucionado el día.
— Buenas tardes, Eikyu Juro. Parece que nos hemos juntado el jounin más joven y el más viejo de Kusagakure. Hohohoho.
La carcajada del recepcionista fue grave y resonó incluso por dentro del craneo de Juro, dando la sensación de que había ocurrido un pequeño seismo en la sala.
— Antes de que me preguntes, le he dicho a Shikako que se vaya a casa y descanse, llevaba aquí toda la mañana. No podemos dejar a nuestros mayores trabajando con este calor. Ah, sí, tu misión.
Rebuscó unos segundos antes de dar con el pergamino que tenía en mente para su jinchuriki. Sacó un pergamino más bien modesto, por no decir que estaba en un estado decadente, por suerte, aún se leía a la perfección.
— Pensaras que la misión no está al nivel de tu rango, pero no podemos arriesgar a nuestro guardían así como así. Y menos cuando aún sigues falto de un buen entrenamiento muscular.
La puyita esta vez se la había guardado para el final, con un breve gesto de desaprobación.
Misión rango C. La cueva de los mil bandidos
Solicitante: Dueño de la Taberna del Sureste Lugar: Taberna al Sureste de la Ribera Sur
Durante las últimas semanas se han asentado varios bandidos y maleantes procedentes de la Ribera Norte (según el solicitante) en una cueva en las inmediaciones del pueblo de la Ribera Sur. En las primeras incursiones solo robaban comida y bebida, pero en la última asesinaron al borracho local. Hay que descubrir su escondite y eliminarlos, además de descubrir de donde vienen y asegurarse de que no tengan más guaridas.
Esperando encontrar a una persona distinta a la de costumbre, los ojos de Juro se abrieron ligeramente más de lo normal al encontrarse con Senju Shiten. Sus músculos se contrajeron involuntariamente, como si estuvieran asustados. La verdad es que todo su cuerpo lo estaba, un poco.
El hombre le aclaró que la ancianita que debería estar se había marchado a casa, debido a que llevaba toda la mañana trabajando. Juro asintió. Supuso que tenía sentido, y que era bastante amable por parte del hombre.
— Oh, ya veo... — murmuró, dando su mejor sonrisa. Tanto por el comentario de antes como por ello.
Finalmente, su misión le fue entregada. Juro cogió el pergamino con cuidado, puesto que parecía bastante delicado. Con otra sonrisa, lo ojeó levemente, al menos, hasta ver el grado de la misión. Un rango C. Suspiró. Desde su ascenso, no sabía que esperar, especialmente en misiones en solitario. Pero era algo que podría manejar, así que por dentro, se sintió aliviado.
— Pensaras que la misión no está al nivel de tu rango, pero no podemos arriesgar a nuestro guardían así como así. Y menos cuando aún sigues falto de un buen entrenamiento muscular.
— No se preocupe, lo entiendo perfectamente — murmuró. No hizo comentario de la puya, puesto que la verdad es que ya se la esperaba. Al menos no le había vuelto a golpear. Aun tenía pesadillas con ese día —. Me encargaré de esta misión. ¡Gracias por todo!
Tras una última reverencia, si el armario-hombre no tenía nada más que decirle, se marcharía del edificio del Kage, trando de ordenar las numerosas ideas que pasaban en su cabeza. Sí, quizá ir solo de misión era algo peligroso, pero esperaba que, manteniendose dentro del país, no habría ningún problema grave. Ahí debería estar más a salvo que en cualquier otra parte del mundo, ¿no?
« Lo primero que tengo que hacer es pasar por casa para coger alguna provisión y prepararme para el viaje » — El lugar, según el pergamino, era una taberna al sureste de la Ribera del Sur. Espero no tener dificultades. No era muy bueno orientadose, pero sabía que de ahí hasta la Ribera del Sur, probablemente tendría que estar un día caminando. Con suerte podría parar en algún intermediario, como Tane-Shigai. Con suerte.
Así que eso hizo. Se dispuso a dirigirse a su casa para tomar las provisiones, y si todo iba bien, después iría a la puerta de la aldea para emprender la marcha.
Años de adiestramiento shinobi y de vivir en la villa habían conseguido algo impensable para el joven y exitoso jounin. Había conseguido ir de su casa al edificio del kage y vuelta sin perderse, de vez en cuando, en sus dias suertudos. Sin embargo, era un gran logro para Juro.
Ya era tarde cuando fue a por la misión, cuando llegó a la puerta de la villa apenas le quedaban cuatro horas de Sol antes de que se hiciera de noche. Ni Tane-Shigai ni hostias, si salía ahora tendría que hacer noche al raso. Bueno, al raso no, porque en el País del Bosque, aunque parezca raro, abundan los bosques, así que tendría que hacer noche en el bosque.
O podía no parar por la noche y llegar a Tane-Shigai de madrugada, aunque eso podía ser arriesgado para él, pero ¿qué es una vida shinobi sin un poco de riesgo?
Juro llegó a la puerta de la villa, sin muchas complicaciones. Entonces, entendió que era mucho más tarde de lo que había pensado. No sabía cuanto quedaría para la noche, pero desde luego, era poco.
« Si me voy ahora, tendría que dormir en mitad del bosque » — Eso no parecía buena idea. Peor la idea de no dormir (tenía que estar listo para la misión). Barajó la idea de quedarse a dormir en la aldea y partir por la mañana. Era tentadora. Pero pensó en la misión. Aunque no indicaba que era urgente, sí que indicaba que había muerto un hombre.
¿Era ético quedarse en casa y dormir mejor, a sabiendas que más personas podrían morir? No, supuso que no.
— Entonces, espero tenerlo todo a punto... — Decidió que caminaría cuanto pudiera, y si en algún momento se veía incapaz de llegar a Tane-Shigai sin dormir, entonces, haría un alto y trataría de descansar.
¿Tendría algo para dormir a la interperie? Si, tenía un saco de dormir, al menos. Lo de la comida ya estaba solucionado. ¿Tendría que hacer una hoguera? Por el calor no lo parecía, aunque quien sabe que hay en el bosque. Sí, creía que tenía para hacer fuego en su mochila. Su hermana solía cargarla de cosas cuando se marchaba de la aldea. Supuso que tenía que agradecerle en esta ocasión.
Una vez comprobado que tenía todo listo, Juro inició la marcha hacia la Ribera.
El dilema moral de Juro se diluyó como la espuma del mar al poner un pie fuera de la villa, ahora ya no tenía más opción que emprender el viaje, y así lo hizo. Sin duda, dormir a la intemperie no seria nada nuevo para un ninja de Kusagakure, amante de la naturaleza y los arboles.
Cuando ya empezaba a anochecer de verdad, pudo escuchar el sonido de las olas, oler la sal en el aire. Estaba cerca de la costa. La sorpresa fue cuando el mar apareció a la izquierda del sentido de su marcha. ¿Qué había pasado? Si fuese por donde debía, el mar debería aparecerle a la derecha. Si aparecía a la izquierda solo podía significar dos cosas. O se había pasado andando recto o se había hecho la picha un lio y ahora iba al revés, en dirección a Kusagakure de nuevo.
Si se asomaba, veía algo parecido a tierra al otro lado de la masa de agua, pero reconocer si eran los Arrozales del Silencio o las Cascadas del Mar era para gente con un ojo más experimentado. Juro solo veía tierra, sin discernir mucho más.
A pesar de haberse esforzado en tratar de seguir el camino, parecía que hoy no había tenido suerte (otra vez). Se dio cuenta al instante de que el bosque estaba en el lado contrario en el que debería haber estado. Además, no reconocía el lugar dónde estaba del todo, y eso era muy malo, y más siendo de noche.
« Puede que esté caminando por los arrozales, o cerca de la cascada » — pensó, consciente de que ambas zonas eran paralelas, y apuntaban a una dirección distinta. Si acababa en los arrozales, podría tranquilamente salirse del país sin darse cuenta. Y eso no era para nada bueno para él, ni para la misión.
Maldijo por lo bajo. No, por la tierra no podía reconocerlo, y menos cuando empezaba a anochecer. Solo había tierra y agua para él.
« ¿Y ahora que hago? » — ¿Debía esperar a que amaneciera? No. Entonces perdería mucho tiempo.
Juro se cruzó de brazos y dedicó un momento a pensar. Por mucho que se pareciera, los Arrozales del Silencio y la Cascadas del Mar no eran iguales. Sabía que en las Cascadas debía de haber un lago que conducía a esas grandes formaciones de agua. Por tanto, si aún no había visto cascadas, la única razón era porque, o bien se había confundido, o estaban más adelante.
Suspiró. Seguiría pegado al mar, y comprobaría. Si en un rato más no veía ninguna cascada, eso significaría que estaba en los arrozales, y tendría que dar la vuelta y rehacer el dichoso camino.
Juro andó con confianza. Con la confianza de alguien con una percepción de un aguila y el sentido de la orientación de un topo en su madriguera. Por desgracia, Juro tenía la vista de un topo y la orientación de un aguila muerta enterrada a quinientos metros bajo tierra.
Al ir andando cada vez todo le sonaba más. Sentía que incluso sabía donde estaba y cuando volvió a encontrarse a las puertas de su villa vaya si supo donde estaba. Por eso le sonaba tanto, había acabado en el mismo camino que había tomado horas antes para salir de la villa, solo que para el otro sentido.
Era gracioso ver las vueltas que daba la vida. Aunque para Juro era tan gracioso como dormir abrazado a una marioneta de lija con ataques de epilepsia. Ahora tendría que volver a decidir qué hacer.
Juro caminó y caminó, y conforme lo hacía, se dio cuenta de que el camino le sonaba. Confiado, siguió un poco más, hasta que se dio cuenta de que lo que le sonaba no era porque estaba saliendo de la villa: al contrario, estaba regresando. Juro se llevó una mano a la cara, agobiado por su falta de orientación.
« Como si estuviera para perder horas, joder » — Con un suspiro, volvió a darse la vuelta, esta vez asegurando que iba por el camino correcto, de una vez por todas.
Y así se echó a caminar otra vez...
...
Llegó a Tane-Shigai de madrugada e hizo una parada para dormir un poco. Tras eso, continuó el camino hasta la Ribera del Sur, durante el día siguiente. Se perdió un par de veces más, sí, porque era algo inevitable, pero para lo que era él, no tuvo otro gran incidente como el anterior, así que pudo darse con satisfecho.
Con el mapa en la mano, llegando a lo que debía ser el objetivo marcado, se dispuso a adentrarse en el poblado destinado, o lo que quiera que fuese el lugar donde la taberna se encontraba.
Juro llegó, finalmente, a la Ribera Sur. Por las calles, bajo el Sol abrasador, apenas había nadie. Las personas que, pobres ellas, tenían que ir a alguna parte, caminaban pegadas a los edificios disfrutando de las breves sombras que estos proyectaban. Parecía que la gente prefería quedarse bajo un techo o irse a su parte del rio a refrescarse.
Si el jounin se dirigía a la parte Sureste de la Ribera Sur encontraría sin ningún problema la taberna pegada al camino que salía en dirección Sur. El edificio en sí no era muy grande y la decoración exterior no era nada del otro mundo, sin embargo, parecía haber un verdadero fiestón en su interior. Tenía incluso un bebedero para los animales que tiraban de los carros, con un pequeño techado para que no se friesen. Y, de hecho, los caballos se estaban peleando por la sombra de ese techado, de la cantidad de animales que había.
De repente, el ruido de risas y alboroto sin mas, fue interrumpido por el de vidrios rotos y madera partiéndose. Y, por supuesto, el alboroto fue aún mayor, entre gritos y gemido de dolor.
El shinobi avanzó por las calles de la Ribera Sur. El sol era abrasador, y parecía querer derretirle. Al igual que sus habitantes, él también optó por tratar de cobijarse bajo la tenue sombra de los edificios, conforme iba andando.
El marionetista se dirigió a la parte sureste. Aunque pasó algún problema, puesto que no conocía demasiado bien el sitio, lo alcanzó. Sus ojos buscaban, constantemente, la taberna de la que le habían hablado en la misión. Una vez ahí, el verdadero reto de aquel día comenzaría por fín. Estaba un poco emocionado.
« Lo primero es encontrar la taberna y hablar con el dueño » — se dijo para sí.
Y la encontró, pero no en su mejor momento.
El edificio en sí era modesto, tanto en tamaño como en decoración. Tenía un bebedero, y había un gran jaleo en su interior. Juro sonrió, pensando que al menos, la gente mantenía la fiesta. Su sonrisa se congeló cuando escuchó el ruido de vidrios rotos y madera partida. Entonces, las risas se convirtieron en gritos y gemidos de dolor.
No se lo pensó dos veces. Tenía los dos pergaminos en su costado (uno con su marioneta mejorada, y otra, con su marioneta ave especial), y colgada a su espalda , tapada con una manta, tenía a Gen. Esa era la más viable, puesto que podía usarla en cualquier momento. No tenía tiempo de desenrollar los otros pergaminos y usarlos. En su portaobjetos también tenía venenos a la mano, un kunai , y algun objeto más. Tendría que bastar.
« Mierda, mierda, mierda »
Juro corrió hacia la taberna, pensando en qué hacer. En primer lugar, comprobó dónde estaba la entrada, y así mismo, si había alguien ahí, quizá vigilando o esperando a que sus compañeros la saqueasen. Si no lo encontraba, buscaría una ventana y trataría de observar lo que ocurría dentro. Lo haría de forma sigilosa, asomándose, para evitar que le viesen tan pronto.
Por supuesto que había gente en la puerta, pudo contar hasta tres hombres al lado de las puertas dobles que daban entrada al lugar. Cada uno más borracho que el anterior. Uno era calvo y gordo como un tonel, otro tenía barba y estaba mazado en un punto medio entre Shiten y Juro y el último era un señor muy delgado, muy bajito, con un extraño bigote y rojo como un tomate por la borrachera. Los dos primeros chillaban discutiendo sobre como hacer una buena tortilla, el tercero les miraba y de vez en cuando abría la boca como para decir algo pero volvía a cerrarla sin decir nada.
— Primero tienes que batir los huevos y despues echarlo en la sarten.
— Pero qué dices, jipicolgao, que si los bates ya en la sarten tiene más sabor.
— ¡Eso son huevos revueltos!
Detrás de ellos, el follón de la taberna seguía, incluso se incrementaba por momentos.
« ¿Borrachos? » — Eso fue lo que vio. Tres borrachos en la puerta. Juro se relajó durante unos momentos, dandose cuenta de que probablemente no estaba ocurriendo ningún ataque de bandidos, sino más bien, un asunto entre la gente de esa taberna.
Aun así, no quiso relajarse del todo. Había creído escuchar gemidos de dolor, y eso quería decir que quizá hubiese alguna clase de pelea, o alguien se hubiera hecho daño. Era su deber comprobar lo que ocurría y encargarse de que no fuera a más la cosa. Por eso, se armó de valor, emitió un largo suspiro y fue directamente hacia la puerta.
— Con permiso — murmuró, sin dedicarles más que una mirada rápida a los tres hombres. Lo suficiente para comprobar si eran peligrosos, o si iban a intentar algo contra él. Si no era el caso, entonces, seguiría adelante hacia la puerta. No le importaba mucho la conversación sobre tortillas, ni parecía que fueran a pasar a las manos. Al menos, de momento.
Entró en la taberna, buscando la fuente del conflicto.
Los dos borrachos de la puerta se quedaron mirando a Juro cuando pasó, mientras el tercero seguía igual de tranquilito.
Una vez dentro de la taberna oiria como volvían a discutir.
— Pero como vas a hacer una tortilla con permiso, ¡se te va a quedar seca!
— Claro que no, hombre. Esta juventud ha perdido el respeto a las tortillas.
El aspecto del lugar por dentro era todo lo que se podría esperar de una taberna de mala muerte. El suelo estaba pegajoso, el aire contenía más alcohol que las propias bebidas y la gente que podía encontrar en su interior eran un montón de hombres descamisados con más músculo que cerebro y menos dientes que dedos.
A Juro no le costaría encontrar la barra, tras la cual había un niño que era incluso más bajito que él, así como el centro de todo el estruendo que había oído, gran parte de la clientela estaba reunida alrededor de una mesa y vitoreaban, insultaban e incluso ladraban.
Lo que pasaba en esa mesa era imposible de ver desde la puerta con la de borracho que había obstruyendo la visión. El chico de detrás de la barra ni siquiera les prestaba atención, estaba limpiando y recogiendo absorto.
Obviamente, ahora el joven jounin escuchaba el estruendo amplificado.
Juro pasó sin ninguna clase de problemas dentro de aquel tugurio. Con disgusto, comprobó que el suelo estaba extremadamente pegajoso. El aire apestaba a alcohol, y el público que había en él, era mayoritariamente de hombres musculosos. No le gustaba juzgar por las apariencias, pero no le gustaba mucho lo que veía.
« ¿Qué está pasando » — Juro buscó a alguien encargado en la barra, pero solo vio a un niño más bajo que él. Estaba tan absorto limpiando que no parecía darse cuenta del escándalo, o al menos, lo ignoraba.
Desde ahí, tampoco podía verlo exactamente. Suspiró. Afortunadamente, su presencia parecía haber pasado desapercibida.
Decidió acercarse con cautela y mirar bien lo que estaba ocurriendo. No tenía tiempo para disfraces ni técnicas de infiltración. Tenía la corazonada de lo que estaba pasando no era más que una pelea entre borrachos, o alguna clase de juerga que estaban haciendo.
« Si es demasiado, tendré que pararlo » — pensó para sí, aunque por la actitud del encargado, dudaba que fuera algo poco común.
Juro se acercó, tratando de no llamar la atención. Aunque desentonaba bastante, todo el mundo debería estar demasiado ocupado como para notarlo. Se acercó sin llegar a aproximarse mucho, a una distancia media entre la barra y el alboroto, tratando de ver que pasaba. Si el angulo seguía tapandole , se acercaría más hasta descubrirlo.