4/05/2020, 23:10
Datsue estrechó la mano con Daruu y asintió.
—Lo mismo os digo —, dijo, con voz solemne. Luego, añadió a Ayame—. ¡Gracias a ti por el regalo! ¡Nos vemos!
Datsue caminaba de vuelta por las abarrotadas calles de Sendōshi. Manos en los bolsillos, silbando y sonriente. ¡Aquel día había salido de lo más redondo! De hecho, tan solo quedaba un detalle por aclarar. «Oye, ¿y qué planes son esos, Shukaku? Practicar el Bijū Bunshin con tu forma original, imagino».
«Bueno, ¿y cuál es el plan?»
Datsue se detuvo de golpe, y la imagen de Shukaku y él, borrachos perdidos en algún bar de mala muerte se materializó en su retina. No una imagen estática, sino una que iba cambiando, como si fuese emitida por un viejo proyector de diapositivas. Ellos estaban riéndose, a carcajada suelta, sentados en un sofá. A Shukaku se le caía un vaso y reían con más fuerza, porque así eran los borrachos, se reían por tonterías. Luego, un camarero venía a llamarles la atención. Shukaku tomaba al camarero por el cuello de la camisa. Shukaku sacaba un kunai.
Shukaku le abría el abdomen.
Shukaku le sacaba las tripas y las usaba para colgarlo del árbol más alto de Sendōshi.
Shukaku…
«Oh, ¡no, no, no! ¡Imposible! ¡La gente podría reconocerte! ¿Y si nos cruzamos con algún kusareño? Además, ¡tras mi última gran resaca prometí no volver a beber!»
«Se llama Sakura y… Y… ¡Y no deberías hablar así de mis amigos!» Lo peor era que el cabronazo le había arrancado una sonrisa con el chiste. Ahora se sentía mal por ello. Sakura le caía bien.
«Bueno, si es así…»
—Hijo de mil hienas…
—Lo mismo os digo —, dijo, con voz solemne. Luego, añadió a Ayame—. ¡Gracias a ti por el regalo! ¡Nos vemos!
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Datsue caminaba de vuelta por las abarrotadas calles de Sendōshi. Manos en los bolsillos, silbando y sonriente. ¡Aquel día había salido de lo más redondo! De hecho, tan solo quedaba un detalle por aclarar. «Oye, ¿y qué planes son esos, Shukaku? Practicar el Bijū Bunshin con tu forma original, imagino».
«Más te vale no tardar mucho con eso. Pero no, ya tendrás todo el día de mañana para intentarlo. Hoy me conformaré con el normal».
«Bueno, ¿y cuál es el plan?»
«¡¿Qué va a ser?! ¡Ponernos hasta arriba de sake! ¡JIA JIA JIA!»
Datsue se detuvo de golpe, y la imagen de Shukaku y él, borrachos perdidos en algún bar de mala muerte se materializó en su retina. No una imagen estática, sino una que iba cambiando, como si fuese emitida por un viejo proyector de diapositivas. Ellos estaban riéndose, a carcajada suelta, sentados en un sofá. A Shukaku se le caía un vaso y reían con más fuerza, porque así eran los borrachos, se reían por tonterías. Luego, un camarero venía a llamarles la atención. Shukaku tomaba al camarero por el cuello de la camisa. Shukaku sacaba un kunai.
Shukaku le abría el abdomen.
Shukaku le sacaba las tripas y las usaba para colgarlo del árbol más alto de Sendōshi.
Shukaku…
«Oh, ¡no, no, no! ¡Imposible! ¡La gente podría reconocerte! ¿Y si nos cruzamos con algún kusareño? Además, ¡tras mi última gran resaca prometí no volver a beber!»
«¡Que nos vean! ¡Uno, dos, tres kusareños! ¡COMO SI SON CINCO MIL! Y no me vengas con excusas, que tu relación con las promesas tiene más infidelidades que Reiji a su criada»
«Se llama Sakura y… Y… ¡Y no deberías hablar así de mis amigos!» Lo peor era que el cabronazo le había arrancado una sonrisa con el chiste. Ahora se sentía mal por ello. Sakura le caía bien.
«Va, venga, Datsue. ¡Invito yo…!»
«Bueno, si es así…»
«¡… con tu dinero!»
«¡JAAAJIAJIAJIAJIAJIAJIAJIÁ!»
—Hijo de mil hienas…
¡Agradecimientos a Daruu por el dibujo de PJ y avatar tan OP! ¡Y a Reiji y Ayame por la firmaza! Si queréis una parecida, este es el lugar adecuado