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—Bueno, sí, lo de conocerle si es verdad. —Se sentó. —Ya tuve suficiente de la sopa, tráiganme algo dulce, me ha provocado. —«A ver si algo de azúcar me ayuda a quitarme el susto porque...»
»Como les decía. Si le conocí en persona..., bastante en persona, de hecho: intenté matarle... —«Joder, tengo que preguntarle al viejo sobre esa historia según le vea.» —Por supuesto, no tuve éxito.
—Es curioso, nunca me imaginé conocer a una antigua enemiga de Itona... Bueno, a ningún enemigo si es que no me contó nada de su vida.
Siempre sintió curiosidad por el pasado de su anciano maestro, pero nunca fue dado a indagar en su vida, ¿qué le habría llevado a vivir sólo en un campamento en el desierto al lado del Oasis de la Luna? Miles de dudas le corroían, no quería tampoco averiguar nada de mala manera, si no le contó nada por algo sería; pero ahora tenía un hilo por el que tirar y comenzar a sacar algo, lo aprovecharía el próximo día que le fuera a visitar.
—Pero aquello no tuvo que ver con que perdiera mi brazo y mi ojo. Si quieren les puedo contar un poco más al respecto, aunque la historia puede ser un poco… fuerte y larga. ¿Qué les parece? —Les lanzó aquella tentadora oferta.
—Pues... La verdad es que si que tengo curiosidad de quién fue capaz de hacerle eso a usted, debió de ser un duro enfrentamiento. Vamos tiempo tengo de sobra y es escuchar una historia que muchos pagarían por escuchar.
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La maestra asintió ante el entusiasmo de Takumi y la aparente… calma de su acompañante peliblanco. En eso mismo entro una criada con una pequeña olla, la coloco en el centro de la mesa y dispuso tres pequeñas tazas a su alrededor. Al destapar aquel contenedor se revelo su interior: a simple vista parecía arroz, pero cuando la cuchara comenzó a removerlo se vio que estaba sumamente húmedo y pegajoso. Kazuma no pudo evitar preguntar de que se trataba, y la que servía le dijo que era arroz con leche, canela, clavo y caramelo casero.
—Bien, vamos a ello, primeramente, con lo de Itona —dijo la maestra mientras tomaba unos palillos para tomar bocados de la taza que había dejado en la mesa—: Esto ocurrió hace unos treinta años, más o menos. En aquel entonces trabajaba yo para Amegakure y aun no me había hecho un nombre…
»Teníamos una misión en el País del Viento: algo de escoltar a través del desierto a una persona que habían tratado de secuestrar y que había decidido abandonar el país. La verdad es que no recuerdo bien los detalles, yo estaba allí como elemento de combate solamente, por lo que el líder de escuadrón fue quien se encargó de todos los pormenores.
»Cuando ya teníamos algo de travesía, nuestra fuente nos informó que cierto grupo intentaría atacarnos; pero que nuestra ubicación no le permitía darnos más información o brindarnos alguna ayuda. En cierto momento, cerca del mediodía, se desato una tormenta de arena que en nada parecía natural. Cerca de ese lugar había unos tres pueblos equidistantes, por lo que esperábamos que cayeran sobre nosotros cuando estuviésemos en el centro de aquel triangulo.
»Lo que no esperábamos es que fuesen tantos y tan diestros, que la propia tormenta fuese parte de sus tácticas de combate. Logramos repelerlos con gran esfuerzo; pero para cuando lo hicimos nos habíamos dispersado y el cliente había desaparecido. Sabíamos por nuestra fuente que buscaban tener al rehén con vida, pero que aun así contaban con un sicario que, presumiblemente, era un marionetista.
»Sabiendo aquello, nos separamos en grupos para rastrearles. Un compañero y yo seguimos el rastro hasta un pueblo llamado Furaiwa. Le dejé revisando las calles, mientras que me dirigí a las afueras a buscar sitios sospechosos o posibles escondites. Sabía que, por la salud del rehén, no se atreverían a moverse por el desierto hasta el anochecer.
Probo un bocado de arroz dulce que la hizo sonreír con cierta nostalgia, quizá dándole color a un viejo recuerdo que hacía mucho no evocaba.
—Vueltas di hasta que me topé con un rastro creíble. Seguí dicho rastro y lo que me encontré al final fue una pequeña construcción con un hombre como haciendo guardia y a mi cliente… En aquel entonces yo era bastante impulsiva, del tipo que decapitaba primero y preguntaba después. Sin mediar palabras ataque a aquel sujeto, un viejo para mí, aunque no era mucho mayor que yo.
»En un principio tuve mis dudas (aunque igual no las escuchaba); pero cuando vi que aquel sujeto desplegaba una marioneta para combatir, me di por segura de que era el supuesto sicario. En retrospectiva, tampoco tenía otra opción, si no se hubiese defendido igual lo habría matado… Le arroje al viejo todo lo que tenía; y suerte que era arena y rocas lo que nos rodeaba, porque de ser el pueblo lo habríamos reducido a escombros… Aunque estaba tan cabreada que quizá igual hubiese combatido, aunque civiles corriesen peligros.
»En fin, aunque me doliese en el orgullo, en aquel momento no era capaz de ganarle al viejo sin matarme en el proceso; siendo que probablemente, solo lograse dejarle herido de gravedad. Aunque parezca una locura, me estaba planteando hacer eso y dejar que mi compañero rescatase al rehén cuando mi enemigo estuviese recuperándose… Pero no hubo necesidad de aquello: en aquel punto Itona se negaba a seguir peleando, y cuando ya me había visto a mí misma detonándole una bomba de veneno en la garganta, el cliente llamo mi atención y me detuvo.
—No entiendo —confeso el peliblanco—. Entonces, ¿era o no era Itona aquel asesino que menciono?
—No, eso es lo más gracioso de todo —dijo, dejando escapar una carcajada—. El cliente, había logrado soltársele al secuestrador que le vigilaba. Luego, corrió hasta las afueras del pueblo, en donde Itona le había ocultado. Aun así, el cliente insistía en marcharse, pero Itona se lo impidió, asegurándole que terminaría muerto si trataba de adentrarse en el desierto a lo loco y que lo mejor era esperar a que alguien de su escolta le buscara en el pueblo… Eso explicaba por qué el cliente gritaba y parecía estar en contra de su voluntad en aquel sitio.
»Al final todo resulto bien: mis compañeros acabaron con los secuestradores y el sicario, y el cliente llego a salvo a su destino. Y aunque las disculpas fueron parcas y mi orgullo estaba algo abollado, no le guarde rencor a Itona, porque al final se trataba de trabajo y no de algo personal… Por lo que creo que no clasificaría de enemiga de él.
»Aunque, sin duda, nadie se gana un apodo como “La mano carmesí” sin tener unos cuantos enemigos por allí.
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De normal Takumi es un chico muy tranquilo, pero ahora estaba a punto de escuchar por primera vez en su vida una historia de su maestro, estaba emocionado. ¿Cómo era Itona en su juventud? ¿Era un shinobi o aprendió el arte de las marionetas de otra manera? Un montón de preguntas sobre el viejo le asaltaban y ahora podría resolverlas sin mayor dificultad.
Entró entonces una criada con una olla y tres tazas, ¿sería el postre que pidió la marionetista? Parecía una especie de arroz con leche, pero seguramente tendría algo más. Tenía muy buena pinta la verdad. Saki comenzó a contar la historia, mientras el kazejin comenzó a comer el postre y de un momento para otro estaba absorto en la historia.
A cada palabra el genin se quedaba más absorto en lo que les estaba contando la anciana. Una misión complicada, momentos de tensión, un intenso duelo, giro de guión final... Lo tenía todo para ser el argumento de una buena película. Llegó un momento en el que parecía que, por desgracia, la historia estaba acabando y la kunoichi dijo una frase que le dejó un poco mosca al marionetista.
—Al final todo resulto bien: mis compañeros acabaron con los secuestradores y el sicario, y el cliente llego a salvo a su destino. Y aunque las disculpas fueron parcas y mi orgullo estaba algo abollado, no le guarde rencor a Itona, porque al final se trataba de trabajo y no de algo personal... Por lo que creo que no clasificaría de enemiga de él.
»Aunque, sin duda, nadie se gana un apodo como “La mano carmesí” sin tener unos cuantos enemigos por allí. —«Le debo una disculpa a Itona... Yo que pensaba que era un viejo fanfarrón nada más.»
—Wow... Menuda historia, en mi vida me imaginé que el viejo fuera tan bueno. —Estaba aún emocionado del privilegio que había tenido al escuchar aquella historia... Es digna de una gran novela.
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—Es una gran historia, Saki-san —reconoció el peliblanco haciendo una leve inclinación de agradecimiento—. Aun así, hay algo que no cuadra
—¿Qué cosa? —pregunto la marionetista—. No he inventado nada, nada de nada.
—No es eso —aclaro el peliblanco—. Es solo que la usted de la historia… Bueno, suena como una maniaca del combate que vivía arrojándose a la muerte; y usted parece, ahora, parece muy lejana de eso.
—Tomare eso como un alago —dijo mientras sonreía y se apoyaba en su brazo—. Ciertamente, en aquel entonces las vidas que quitaba no significaban para mi mucho más que la que estaba arriesgando. Pensaba que combatir era lo máximo… Reconozco que una victoria cerrada luego de un combate a muerte me hacía sentir viva como nada; pero allí estaba el problema, precisamente allí: no puedes disfrutar la vida si la utilizas como fichas para apostar.
—Por eso se dedicó al arte —concluyo Kazuma.
—Bueno, te mentiría si te dijera que un día tuve una revelación y decidí dejarlo todo atrás para dedicarme a mí sueño de toda la vida —admitió sin vergüenza alguna—. Eso se debió a la pelea en la que perdí mi brazo derecho y mi ojo del mismo lado.
»Cuando recién me había recuperado me sabia acabada como kunoichi —miro al vacío unos instantes y luego sonrió con ironía—. Curiosamente, la muerte de mi parte ninja me permitió descubrir que también tengo una parte humana, que no era solamente una máquina de matar alejada de la naturaleza, sino que también podía convivir con el resto de humanos “comunes y corrientes”.
»Por supuesto, jamás hubiese podido ni querido olvidar mi pasado; pero tampoco deseaba participar o presenciar otra batalla como aquella, jamás de los jamases.
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El marionetista escuchó la reflexión de Saki con gran atención. «Supongo que con la edad te acabas volviendo más conservador, no sé...» La anciana comentó que abandonó su vida como kunoichi tras el conflicto en el que perdió su brazo y su ojo, dio un giro de 180 grados a su vida y comenzó a dedicarse a su verdadera pasión, las artes.
Al final hubo otra frase que le llamó mucho la atención al kazejin.
—Por supuesto, jamás hubiese podido ni querido olvidar mi pasado; pero tampoco deseaba participar o presenciar otra batalla como aquella, jamás de los jamases.
—Si que tuvo que ser duro ese momento para que usted decidiera dar ese giro, tenía el reconocimiento de los marionetas de Ōnindo y de su Aldea... Aunque si las artes eran su verdadera vocación es normal que acabara tomando esa decisión.
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—Si que tuvo que ser duro ese momento para que usted decidiera dar ese giro, tenía el reconocimiento de los marionetas de Ōnindo y de su Aldea... Aunque si las artes eran su verdadera vocación es normal que acabara tomando esa decisión.
—En realidad, fue más como que no quería morir luchando y querer hacer algo más con mi vida —matizo, haciendo énfasis en sus deseos—. Es como decía mi madre: “Todo es juego y alboroto hasta que alguien pierde un ojo”. En mi caso, hizo falta perder un ojo y un brazo para entenderlo… Al menos, el retiro no fue tan difícil como creí.
—Pense que le habría costado dejar atrás su vida de ninja —señalo el peliblanco—, en especial con el renombre que tenía como La tejedora funesta.
—Siempre deteste ese apodo —revelo con cierto hastío—; pero es lo que pasa con los apodos: no los eliges tu misma, sino que un día haces algo llamativo y quien te ve le da un nombre a aquello. Luego, sin que puedas controlarlo, el apodo se riega y la gente comienza a usarlo sin importarle como te parezca porque les parece “cool”.
—¿La gente de la aldea no se opuso? —pregunto.
—Unos más que otros: muchos me insistieron con que me quedase en la villa, mientras que otros me decían que aun podía luchar y que sería un honor morir en servicio. Fueron unos pocos los que me dijeron que ya había servido lo suficiente y que podía hacer lo que quisiera… En cuanto a los permisos y papeleos no hubo problemas, había quienes se habían retirado por menos.
—Puede que sea un poco insensible; pero, ¿podría contarnos que fue lo que ocurrió en esa batalla?
—No tengo mayor problema, es algo que ya superé hace mucho —sentencio con aparente indiferencia—. Pero, ¿están seguros? Como se imaginarán, el final no es tan feliz como en la historia anterior.
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—En realidad, fue más como que no quería morir luchando y querer hacer algo más con mi vida. Es como decía mi madre: “Todo es juego y alboroto hasta que alguien pierde un ojo”. En mi caso, hizo falta perder un ojo y un brazo para entenderlo… —«Es una forma muy... Peculiar de ver la situación.» — Al menos, el retiro no fue tan difícil como creí.
—Pensé que le habría costado dejar atrás su vida de ninja, en especial con el renombre que tenía como La tejedora funesta. —«No querría por nada del mundo enfrentarme a alguien con ese apodo.»
El kazejin de vez en cuando fantaseaba con que apodo recibiría en el caso de convertirse en un shinobi de renombre. ¿Hilos de Arena? ¿El Marionetista del Desierto? Había pensado infinidad de nombres, pero como confirmaría la kunoichi un apodo nunca se lo suele poner uno mismo por desgracia.
—Siempre deteste ese apodo —Dijo, molesta. —; pero es lo que pasa con los apodos: no los eliges tu misma, sino que un día haces algo llamativo y quien te ve le da un nombre a aquello. Luego, sin que puedas controlarlo, el apodo se riega y la gente comienza a usarlo sin importarle como te parezca porque les parece “cool”.
—¿La gente de la aldea no se opuso?
—Unos más que otros: muchos me insistieron con que me quedase en la villa, mientras que otros me decían que aun podía luchar y que sería un honor morir en servicio. Fueron unos pocos los que me dijeron que ya había servido lo suficiente y que podía hacer lo que quisiera... En cuanto a los permisos y papeleos no hubo problemas, había quienes se habían retirado por menos. —«Menuda pereza que tiene que dar la burocracia para cesar tu actividad como shinobi, encima siendo alguien tan importante...»
—Puede que sea un poco insensible; pero, ¿podría contarnos que fue lo que ocurrió en esa batalla?
—No tengo mayor problema, es algo que ya superé hace mucho. Pero, ¿están seguros? Como se imaginarán, el final no es tan feliz como en la historia anterior.
Esto era una oportunidad de oro, no podía desaprovecharla.
—Si no es molestia para usted me encantaría escucharlo. —Tenía que aprovecharlo, podía aprender una cantidad de cosas de esta historia que ni leyendo tratados sobre marionetas siete noches.
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—Y dicen que los jovencitos no tienen paciencia a la hora de escuchar a sus mayores —comento con una sonrisa mientras dejaba a un lado su taza.
Supuso que contarles estaba bien. Aquellos recuerdos siempre le supieron un poco amargos, pero acababa de comer algo dulce en buena compañía, por lo que debía de estar bien. Además, no todos los días tenia a alguien que quisiera escucharla de verdad y que pudiese sacar a algún provecho de su experiencia.
—Esto ocurrió unos siete años después de encontrarme con Itona —comenzó ella—. Por entonces estaba en la cúspide de mis capacidades y mi nombre…, al menos mi apodo, La tejedora funesta, ya era bastante conocido. Además, tenía la suficiente experiencia como para dirigir misiones complejas bajo mi propio criterio… Aunque no hay experiencia que te prepare para algo que jamás has experimentado.
Afuera el sol comenzaba a caer lentamente, dando inicio a la tarde. Sin embargo, esto fue visible durante poco tiempo, pues la luz comenzaba a disminuir a medida que algunas nubes comenzaban a cubrir el cielo. Saki le pidió a sus doncellas que deslizaran las puertas que yacían a su espalda, quería que entrara un poco de fresco desde el jardín.
—Todo comenzó con una solicitud de misión llegada desde el País del Rayo —continuo, dándole un tono de drama y misterio—. Según el informe, había un grupo de piratas asolando un pequeño pueblo pesquero al oeste del Valle de Unraikyō. El grupo no contaba con más de diez integrantes, maleantes de poca monta; pero estaban bien armados y contaba con una vieja nave en la cual hacer sus incursiones y luego retirarse al mar. La gente de la oficina la clasifico como una misión de Rango B.
»A ver genins —dijo de repente, buscando algo que demostrase que estaban atentos—. Cuando se es ninja y se maneja información, ¿Qué es lo más peligroso?
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La marionetista comenzó a introducirles en la historia, así a simple vista no parecía nada muy complicado y menos para alguien del nivel y renombre que tenía ella en aquel entonces. Pero algo tenía que haber salido muy mal si es que perdió su ojo y brazo en aquella misión.
—A ver genins. —Les preguntó. —Cuando se es ninja y se maneja información, ¿qué es lo más peligroso?
El kazejin se llevó la mano a la cabeza y sus ojos se dirigieron al techo.
—Pues... —Comenzó, dubitativo. —¿Contrastar que la información sea veraz y no subestimar a tu enemigo? —Tampoco se le ocurría mucho más.
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—Tener en cuenta la información faltante antes de tomar una decisión —aventuro el peliblanco—. Y también estar atento a cualquier nueva información.
—Bien —sonrió, satisfecha—. Aunque de forma distinta, ambos tienen buenos puntos… Por mi parte, debo decir que jamás han de ser arrogantes con la información: la experiencia puede hacerte creer que sabes todo lo que ha pasado y pasara, y que des por sentado varias cosas mientras pasas por alto detalles pequeños e importantes.
Tomo de la mesa un vaso con agua y dio un sorbo antes de continuar.
—Luego de un viaje tedioso, llegamos al pueblo (el equipo constaba de tres genin, un chūnin y yo) —continuo—. Lo ideal hubiese sido ir a por los piratas de inmediato, pero desconocíamos su escondite y en la aldea no había ninguna embarcación capaz de navegar de manera segura. La gente de allí se dedicaba a la pesca y solo poseía pequeñas barcazas.
»Allí pase por alto uno de los primeros detalles: aquellos piratas, eran lo suficientemente organizados para robar alimento y dinero sin destruir la fuente de ingresos de sus presas. En otras palabras, los estaban granjeando.
»Aquellos maleantes se aseguraban de no atacar a un ritmo regular, por lo que era imposible predecir cuándo aparecerían. Lo que si era seguro, es que irían luego de la pesca de luna llena. Mientras les esperábamos, mande al chūnin a que investigase en las otras poblaciones costeras a ver si encontraba una embarcación decente y alguna información, mientras que los genin se encargaban de reconocer el terreno y yo de interrogar a los aldeanos.
»Cuando mi subordinado volvió me informo que el pueblo vecino del norte había sido reducido a cenizas y su gente pasada por la espada. Aunque, en aquel momento no me pareció raro, no encontró cadáveres de niños o jóvenes.
»Así pasaron tres días, hasta que por la noche del ultimo, el chūnin me informo de que se veía una embarcación navegando cercana a la costa con dirección sur. Para mí, todo fue claro: en aquellos días recién había llegado la paga por la ultima pesca, y los piratas estaba planeando hacer pillaje en el pueblo vecino durante la noche… Decidí que les seguiría, dejando en el pueblo a mis subordinados, protegiendo a los aldeanos reunidos en la casa del jefe.
»Me moví a toda velocidad a través de la línea costera, hasta que divise la embarcación, quieta en el agua. Por la forma y el tamaño sabía que debía de ser la de los piratas: era parte de los testimonios de la gente del pueblo. La situación era optima, estaban lo suficientemente cerca como para correr sobre el agua y abordarlos. Si me movía lo suficientemente rápido entraría y acabaría con todos antes de supieran que había pasado.
»En medio de la noche y de un mar sereno, me acerque al barco y lo aborde… —se detuvo un momento en aquella parte—. Pero inmediatamente note que algo andaba mal: no había nadie y habían echado el ancla. Preocupada la revise: a bordo no había nada, ni armas, ni botes, ni gente…, nada.
Miro a ambos jóvenes y se dirigió a ellos:
—¿Qué creen que era lo que estaba pasando?
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—Tener en cuenta la información faltante antes de tomar una decisión. Y también estar atento a cualquier nueva información.
—Bien. —Sonrió. —Aunque de forma distinta, ambos tienen buenos puntos... Por mi parte, debo decir que jamás han de ser arrogantes con la información: la experiencia puede hacerte creer que sabes todo lo que ha pasado y pasara, y que des por sentado varias cosas mientras pasas por alto detalles pequeños e importantes. —«Tiene sentido si...»
Les contó toda la situación. Tenían un grupo muy decente, se repartieron bien las tareas, investigaron todo lo que tenían a su alcance... Hasta el momento parecía que todo se estaba llevando con gran precisión, nada fuera de lo normal. Llegó el día que se suponía que iban a atacar, el barco apareció y la kunoichi buscó acabar rápidamente con ellos. Sería una gran emboscada, pero...
—Pero inmediatamente note que algo andaba mal: no había nadie y habían echado el ancla. Preocupada la revise: a bordo no había nada, ni armas, ni botes, ni gente..., nada. —Miró a los genins. —¿Qué creen que era lo que estaba pasando?
—¿Era un señuelo? Habrían usado un barco de un pueblo cercano y se aventuraron hacia su objetivo con usted lejos de allí... —Se aventuró a decir Takumi, pero tampoco se le veía muy convencido que hubiera acertado.
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—Lamentablemente, si, era un señuelo —admitió ella—. Por las descripciones comprendí que se trataba del barco avistado por los aldeanos; después de todo en las aldeas cercanas nadie tenía tanto dinero para costear algo tan grande. Y bueno, siendo un señuelo, decidí que lo más sensato era regresar al pueblo y verificar la situación.
—Pensé que habría destruido el barco —se atrevió a decir Kazuma.
—Unos años antes lo hubiese hecho; pero para entonces ya había aprendido que gastar energías destruyendo más de lo necesario era una novatada, por lo que me limite a inhabilitar el timón y las velas, de manera que no podrían navegar, aunque quisieran.
»Luego de eso, me dirigí a la aldea a toda velocidad —continuo mientras que fuera comenzaban a caer pequeña gotas de agua—. Fui honesta conmigo misma y esperé lo peor, que el pueblo estuviese bajo ataque y mis subordinados atrincherados en el centro del mismo… Sin embargo, un fulgor naranja elevándose en la oscuridad de la noche me anticipo que estaba siendo demasiado optimista.
»Cuando llegue al pueblo todo era un caos: había fuego y bandidos por todas partes. Por si fuera poco, no solo estaban bien armados, sino que eran más de los que esperábamos. Me moví al centro del pueblo y por el camino despaché algunos. Su debilidad me extraño, pues no deberían de representar gran problema para mi grupo de subordinados. Aun así, ¿Por qué el pueblo estaba hecho semejante desastre?
»En el centro del pueblo me encontré con las respuesta: habían barrido con mis subordinados y solo quedaba de pie el chūnin, luchando contra un hombre que parecía estar solo jugando con él.
»Luego me entere de que habían atacado el pueblo justo después de que me marchara, con lo que no había dado tiempo de reunir a todos los aldeanos en la casa del líder. Mi grupo se refugió allí, pero entre los bandidos había un hombre que era demasiado fuerte como para hacerle frente. Los genin habían quedado fuera de combate, y si lo mismo no había pasado con el chūnin era porque este se había enfocado en mantenerse hasta que yo llegara y porque su enemigo estaba jugando con él.
»Había mucho que no sabía, pero mi deber era claro: estaban atacando el pueblo y debía de acabar con aquella amenaza, que en ultima instancia era mi misión. Le ordene a mi subordinado que defendiera el edificio mientras yo me encargaba del resto.
Se detuvo un momento y dirigió su oreja hacia el cielo, para escuchar los retumbares de algunos truenos que prometían una fuerte lluvia.
—Fiel a manera de actuar, ataque primero y apuntando a matar —continuó—. Sentía que, si acababa con aquel sujeto y no había más reveses, lo demás seria sencillo. Por supuesto, no subestime a mi oponente: su aspecto era el de un bandido cualquiera, pero el hecho de que ni se inmutara cuando libere de un pergamino mis dos marionetas definitivas me dio a entender que no era alguien común. Además, estaba el hecho de que mi subordinado no había podido siquiera hacerle daño, con lo que cuando menos debía ser de nivel cercano a jōnin.
»¿Qué hacia un sujeto como aquel en una banda de asaltantes? De momento no me interesaba, pero sabía que no era algo normal. Como no fue normal lo que paso cuando ataque: arroje mis marionetas, una esgrimiendo un par de katanas y la otra rodeándole para atacarle con el gancho retráctil. Mi enemigo no se movió, sino que recibió los ataques, dejando que sus ropas de despedazasen, pero sin derramar una gota de sangre.
»De alguna manera, su cuerpo era invulnerable a las armas de filo o tenía una técnica que emulaba esto. Se quitó la túnica y mostro un cuerpo robusto, con un par de brazos que parecían esculpidos en granito. Bufe y le dedique una mirada despectiva, no era el primer fanfarrón resistente con el que me enfrentaba. Hizo retroceder a mis marionetas y arroje hacia su posición un dragón de flamas. Las llamas rugieron y se abalanzaron sobre él, pero fueron detenidas por un muro de tierra. Aun así, eso estaba dentro de mis previsiones: por encima de él, una de mis marionetas derramo una nube de humo venenoso. El la aspiro y tosió, aquello me satisfizo; pues si era tan resistente como para hacerle daño directo, solo tendría que irlo desgastando lentamente.
»De nuevo arroje mis marionetas, buscando descargar las bombas incendiarias que tenían. Sin embargo, mi enemigo entendió mi táctica y comenzó a realizar maniobras evasivas. Desde afuera puede que pareciera que dominaba la situación, pues me encontraba atacando a una distancia segura; pero la verdad es que aquel sujeto me estaba haciendo sudar. Ciertamente le tenía corriendo de un lado a otro, pero no conseguía una apertura. Por si fuera poco, de vez en cuando utilizaba alguna técnica para modificar el terreno y complicarme las cosas, además de que podía percibir que esperaba a que cometiera el mas mínimo error en el posicionamiento de mis marionetas para atacarme.
»En aquella situación, y viendo que la táctica del veneno era demasiado tardada, decidí jugármela. Separé mis marionetas y abrí una brecha en mis defensas, el aprovecho para atacarme. Cuando se acercó, mis marionetas le rodearon y descargaron sobre sus piernas las bombas incendiarias. Por un instante se arrodillo, herido, y pensé que lo tenía; pero lo cierto es que era el quien me tenían a mí. Activo una técnica que había estado preparando, y desde el suelo que se hallaba justo frente a él se levantaron innumerables guijarros. Por mero instinto me cubrí con mis marionetas, y eso fue lo que me salvo. Las piedras se arrojaron sobre mi como una tempestad y con la velocidad de un rayo. Las dos casas tras de mis quedaron reducidas a escombros, mis dos marionetas resultaron bastante dañadas y uno de los guijarros me había golpeado un costado de la cara con tanta fuerza que me había reventado el ojo.
»Estaba herida, pero la adrenalina era tanta que solo podía pensar en matar al desgraciado que había hecho que la mitad de mi mundo visible se volviera negra. Él también estaba herido, sus piernas debían arder como brazas luego de mi último ataque, por lo que no podría correr y evadirme como antes.
»Maltrechos, pero aun con fuerza, continuamos la lucha: durante minutos todo fueron llamas surcando la noche y la tierra retorciéndose como si despertara encolerizada. En cierto punto, arroje sobre él mis marionetas; pero no para atacarle, sino para inmovilizarle mientras ejecutaba una técnica que con un simple sello explosivo le mandaría a volar por los aires. Ambos entendiamos la situación: yo estaba sacrificando mis marionetas y él estaba demasiado herido para esquivar el ataque. La explosión no tardo en emerger desde debajo de sus pies, desintegrando mis marionetas e iluminando la noche, provocando un leve temblor y una onda de choque me que hizo caer.
»Por un instante sentí la victoria, hasta que vi como entre las ascuas que yacían en el reciente boquete, se erguía una figura amenazadora. El muy degenerado se había protegido con una especie de armadura de piedra. Mi primera reacción fue ponerme en guardia, pero había gastado demasiado chakra de golpe. Por un instante le perdí de vista, y para cuando le vi de nuevo estaba a mi lado.
»Recuerdo que sus manos juntas tomaron la forma de una boca de tigre, y que se movieron tan rápido que ni siquiera pude reaccionar. Lo siguiente que supe, es que me había arrancado el brazo; y no por el dolor, porque no sentí nada, sino porque lo vi flotando frente a mi junto con un roció de sangre, moviéndose lentamente como si el flujo del tiempo se detuviera.
Allí hizo una pausa y desde debajo de las túnicas movió lo que restaba del brazo que había perdido, mostrando que se lo habían arrancado solo un poco por debajo del hombro. Fuera comenzó a llover, y pese a que tenían a la maestra justo frente a ellos, en la historia parecía que podía darse por muerta.
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Aquel barco era un señuelo, pese a eso lo inutilizó y volvió a la aldea, pero era demasiado tarde. Por lo visto entre los bandidos había uno que conocía técnicas ninjas, ¿un renegado quizás? Muy probablemente y encima era usuario de Doton, dificultándole la misión a la kunoichi. Takumi estaba tan absorto en la historia que ni se dio cuenta de que comenzó a llover.
Cada vez la situación parecía más complicada, aquel bandido consiguió reventarle el ojo a Saki con una de sus técnicas. Cuando ya parecía que la segunda había conseguido acabar con el gracias a un sello explosivo, pero consiguió salvarse de aquel ataque con otra técnica. «Está claro que ese bandido no era uno cualquiera...» Y para más inri cuando marionetista estaba a punto de desfallecer es cuando le arrancaron su brazo.
La tejedora funesta paró de hablar y fue cuando el genin de Uzushiogakure volvió a la realidad. Escuchó el replicar del agua y dirigió su vista a la ventana para confirmar con sus ojos lo que había percibido con sus orejas. Acto seguido volvió a mirar a la Kamahora.
—Y... ¿C-cómo consiguió salir de aquello? —Preguntó intentando no importunar.
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burlywood
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—“¿Cómo lo conseguí?” —repitió la marionetista.
Como si en sus gestos se hallase la respuesta, extendió su único brazo, mostrando su palma abierta y mirando al cielo. Unos instantes después, de la punta de sus dedos se manifestaron lo usuales hilos de chakra que se fueron elevando en el aire. Primero cambiaron del plateado típico de su chakra a un tono naranja y luego rojizo, y luego se encendieron como cordeles bañados en aceite mientras cambiaba la naturaleza de su chakra.
—Cuando estas en una situación de vida o muerte, lo principal es no rendirse y no perder de vista las posibilidades de ganar, de sobrevivir —declaro mientras serraba el puño y los hilos llameantes se extinguían—. Y si hay algo más que no puede faltar, es tener una fe absoluta en tus propias capacidades.
Suspiro y continuo con la historia.
—En aquel instante en que me arranco el brazo, antes de sentir cualquier dolor, active un sello de humo que tenía pegado en mi ropa (un viejo truco, útil cuando se te acercan demasiado). Mi oponente debió pensar que se trataba del mismo humo venenoso que aún le corroía, por lo que reculo.
»Sus heridas eran graves, por lo que no me persiguió cuando desaparecí. Lo máximo que pude hacer fue arrastrarme hasta un callejón cercano y quedarme allí. Les mentiría si les dijera que no pensé que moriría y que la idea me atemorizaba, pero también les mentiría si les dijera que no escuche mis instintos y todos mis años de entrenamiento y experiencia gritándome que debía continuar.
»Por supuesto, era más fácil decirlo que hacerlo: me había quedado sin mis principales marionetas y había perdido un ojo y un brazo. Puede que fuese debido a la conmoción, pero me hizo reír el visualizarme en aquel estado tan lamentable y aun así seguir representando una verdadera amenaza. En cuanto pude, utilice un carrete entero de hilo ninja para hacerme un torniquete en mi destrozado brazo, sosteniendo con una mano y tirando con los dientes hasta gruñir. Luego tomé dos píldoras y cubrí mi herida en la cara colocando de lado la bandana. Aun así, encontré que mi cuerpo estaba tan entumecido que debí de usar el Sōen: Hitomi Gokū para moverme a mí misma. En aquel momento sabía que mis heridas no eran mortales, pero también que no aguantaría hasta que se pásese el efecto estimulador de las píldoras. Por lo tanto, debía de acabar con mi enemigo a como diese lugar.
»Del pergamino que me quedaba extraje cinco marionetas pequeñas, con las que debía de bastarme para lo que quedaba de lucha. Mi enemigo estaba redirigiendo a sus hombres cuando aparecí sobre el techo de una de las casas. Recuerdo que alguien estaba tratando de vendarle las piernas cuando le grite “¡Vamos, ¿es eso todo lo que tienes?”.
»El muy canalla no era estúpido, no se dejó provocar y mantuvo la calma. Para aquel momento la conmoción había atraído a la mayoría de sus hombres, que presumían una victoria al verle de pie. El aprovecho aquello y los arrojo hacia mí. Él sabía que aun en mi estado podría despacharlos con facilidad, mientras que ellos me veían medio muerta y pensaban que podrían acabar conmigo fácilmente. Todo eso importaba poco, pues lo que el buscaba era una oportunidad para atacarme y darme el golpe de gracia.
»Me rodearon y comenzaron atacarme con flechas, lanzas y espadas; mientras yo me limitaba a maniobrar y defenderme… En algún punto se me nublo la vista, y fue entonces cuando le vi desaparecer… Pero en esta ocasión ya le esperaba (no sabía de donde vendría, pero sabía que me atacaría). Apareció desde el suelo, emergiendo como un horrible topo. Como suponía, ataco mi punto ciego, literalmente; se coló hacia el lado donde me faltaba el ojo. En parte porque pude prever el ataque, en parte porque él estaba desgastado, pude esquivar lo peor de la acometida. Sin embargo, su mano, que era como una garra, surco mi abdomen y se llevó una de mis costillas completas.
»El muy desgraciado había intentado destriparme… Por si fuera poco, al verme hincarme de dolor se levantó y presumió frente a los demás aquel trozo de hueso ensangrentado, como si ya tuviese todo ganado. Fue entonces cuando sonreí aliviada, el último de sus ataques había fallado y entonces, aunque él no lo sabía, ya estaba muerto.
El tiempo había transcurrido de tal forma que afuera llovía copiosamente y la tarde se manifestaba oscura, con los truenos rompiendo de cuando en cuando el murmullo del agua.
—Verán, me llamaban La tejedora funesta por una razón —dijo mientras volvía a manifestar los hilos de chakra, esta vez formando un patrón como el de aquel juego infantil de hacer formas con un cordel y las manos—. Como todos los marionetistas, puedo hacer hilos chakra puro y controlarlos a voluntad. Lo que me diferencia del resto es que puedo aplicarles mi naturaleza elemental mientras los dispongo en patrones intrincados.
»En aquel instante donde se creía victorioso, moví mis marionetas y las disperse formando una suerte de enorme pentágono. Aquello le puso en alerta, aunque ya era demasiado tarde; para cuando quiso moverse, él y todos sus hombres en treinta metros a la redonda estaban atrapados en una red de hilos de chakra que repentinamente se levantó desde el suelo. Me erguí y le dirigí una mirada llena de suficiencia mientras el color de aquella enrevesada red de hilos comenzaba a cambiar.
»Sin duda la sensación primero debió ser como de unas cadenas calientes echadas encima y luego como si les constriñeran con alambre al rojo vivo. Active mi mejor técnica, Narakumo (Naraku no Kumo) o arañar infernal. En unos instantes los gritos de aquellos hombres se perdieron en una llamarada que se elevó hacia la noche y que tras de sí dejo solo cuerpos carvonizados.
»Uno pudiera creer que allí termino todo; pero no, aquel infeliz se había vuelto a proteger con aquella armadura de piedra y, aunque débilmente, aún seguía con vida. Debo admitir que me provoco cierta satisfacción el ver como su cuerpo había quedado surcado por innumerables líneas de heridas cauterizadas.
»Alzo la mirada y me vio, y pude ver que ahora comprendía la derrota.
La cara de Saki se oscureció, no como alguien que recuerda algo amargo; sino como quien evoca el instinto asesino que le poseyó hace tanto tiempo.
—Me di cuenta de cómo trataba de utilizar lo poco que le quedaba de chakra para huir bajo tierra… Estaba tan cansada que ya no podía hacer mucho, así que utilice los hilos que me unían a mis marionetas restantes y los enrede alrededor de su cuerpo. Cinco hilos, todos convergiendo en su cuello mientras yo cambiaba la naturaleza de mi chakra, del poco que me quedaba. Recuerdo que mis marionetas se consumían mientras aquel infeliz se ahogaba y yo tiraba con tanta fuerza que se me rompieron todos los dedos… Lo último que recuerdo con claridad fue el sonido de su cuello rompiéndose y la visión de su rostro incinerándose.
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—“¿Cómo lo conseguí?”
La anciana kunoichi extendió su brazo y de sus dedos brotaron hilos de chakra, elevándose en el aire. Entonces los hilos comenzaron a cambiar de color, como si de un filamento de una bombilla se tratara, hasta que estos se bañaron en llamas. «¿Ha imbuido sus hilos con chakra Katon? Dios... Es una idea genial.»
—Cuando estas en una situación de vida o muerte, lo principal es no rendirse y no perder de vista las posibilidades de ganar, de sobrevivir. —Extinguió sus hilos cerrando su puño. —Y si hay algo más que no puede faltar, es tener una fe absoluta en tus propias capacidades. —«Es fácil decirlo cuando eres una leyenda en el mundo del marionetismo...»
Continuó con la historia. Parecía que consiguió apartarse gracias a una triquiñuela con humo, «Típico de un buen titiritero.» para hacerse un torniquete y apañar sus heridas lo más que pudo. Volvió entonces a la batalla con las marionetas que le quedaban, despachó a más bandidos comunes, pero ahí seguía aquel bandido con habilidades de shinobi. No sólo en aquella misión perdió un ojo y un brazo, si no que también perdió una costilla... Es impresionante que sobreviviera a aquello, hay que tener un tesón de hierro para continuar luchando así.
Comenzó a tronar afuera, parecía que el clima buscaba acompañar la historia de la marionetista, complementando la épica y emotiva historia que se estaba narrando. Entonces habló sobre la técnica que les acababa de mostrar: Narakumo, la araña infernal, la razón de su apodo. Lo calcinó con aquel jutsu, eliminó al enemigo más problemático jugándose la vida.
—Lo último que recuerdo con claridad fue el sonido de su cuello rompiéndose y la visión de su rostro incinerándose.
—Dios... —Casi no le salían las palabras al kazejin. —Entonces, ¿sus subordinados consiguieron arreglar la situación ya sin aquel hombre con vida no? —Bandidos comunes no deberían ser un problema serio para un chūnin, por muy herido que estuviera. —Y aquel hombre... ¿Supisteis quién era? ¿De dónde procedía? Nadie sin un entrenamiento shinobi puede estar a un nivel tan alto cómo para darle tantos problemas a la mejor marionetista que ha tenido Amegakure.
Takumi no era alguien muy curioso, exceptuando todo lo relacionado con la historia o costumbres de su país o con las marionetas, pero esto le fascinaba. Escuchar de primera mano estas historias es un privilegio que jamás se esperó tener mientras entrenaba con el viejo Itona en el Oasis de la Luna.
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