Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Akame se frotó los ojos, todavía adormilado. Apenas estaba amaneciendo en la Villa Oculta del Remolino, y el Sol de Verano empezaba ya a despuntar en el horizonte, tiñendo el cielo de rojos y naranjas. Frente a él se alzaban, orgullosas, las imponentes puertas de la Aldea, custodiadas por los diligentes shinobi de la Uzukage. Ninjas bien entrenados a los que podrían quitarse de encima sin mucho problema gracias al salvoconducto que Shiona en persona les había extendido. Era un pergamino pequeño y simple, pero contenía la suficiente autoridad sobre su áspera superficie como para poder viajar a casi cualquier parte de Oonindo sin ser molestado.
Así que allí estaba él, camiseta y pantalones cortos para mitigar el calor de la estación, bandana de Uzushio ceñida en la frente y mochila militar a la espalda. Llevaba poco equipaje; unas prendas de ropa —lo imprescindible—, una manta, algunos utensilios de cocina y raciones para tres días. No sabía cuánto duraría aquel viaje con destino incierto, pero esperaba de todo corazón que no tuviesen que pasar más de dos noches a la intemperie.
«Esto es una maldita locura... ¿Cómo se supone que vamos a encontrar a alguien en Arashi no Kuni? ¡Es el país más grande de Oonindo! Y eso suponiendo que Amedama Daruu no haya vuelto ya a su Aldea...»
Akame suspiró, abatido. Aquel iba a ser un largo viaje.
Andaba deprisa, casi corriendo más bien, hacia las puertas de Uzushiogakure. Disfrutaba del principio del día más que de ningún otro momento del mismo, ya que siendo verano seguramente terminaría por asarse tanto por la mañana, como en el mediodía y terminaría siendo algo similar a una gamba por la tarde. Bajo sus ojos, sin embargo, podían apreciarse unas diminutas ojeras, seguramente debido a las horas dedicadas a mirar mapas del País de la Lluvia en vez de estar descansando cual persona normal.
Tan pronto como divisó al Uchiha, aceleró su paso para no hacerse esperar más, ondeando su mano por encima de su cabeza a modo de saludo.
— ¡Buenos días, Akame-san! — Exclamó una vez estuvo lo suficientemente cerca del Genin para no chillar debido a las horas en las que se encontraban.
Aquel día, aun presa del cansancio por haber dormido menos horas de las debidas, la joven se sentía más relajada y llena de energía que los anteriores, dispuesta a completar la misión, y por ello — además del calor que se veía venir — había cambiado sus ropajes por una camiseta de manga corta sencilla de color rosado y con cuello de pico, unos pantalones cortos oscuros y sus típicas botas ninja bien apretadas en sus piernas. Su cabello había sido recogido en una coleta baja a su lado izquierdo.
— ¿Listo? — Preguntó mientras se aseguraba que su mochila con todo lo que llevaba se mantenía firme a su espalda, mirando con ojos expectantes al joven que se encontraba frente a ella.
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19/04/2017, 20:02 (Última modificación: 19/04/2017, 20:02 por Uchiha Akame.)
La voz suave de Eri le sacó de sus pensamientos. El Uchiha la buscó con la mirada, y halló a su compañera kunoichi allí mismo. Parecía haberse preparado tan a conciencia como él —cosa que le agradó de sobremanera—, aunque lucía sendas ojeras que sugerían falta de sueño. Akame la entendió a la perfección; él tampoco había dormido mucho, como le ocurría antes de cada misión —por simple que fuese—.
—Buenos días, Eri-san —contestó, devolviéndole una sonrisa amable—. Tan listo como un hombre puede estar.
Si la perspectiva de aquella misión era bastante sombría, el negro futuro pareció clarear un poco más; al menos no estaba solo. Akame no era del tipo de ninja que disfrutaba del trabajo en equipo, pero se trataba de una ocasión especial. «Además, apenas conozco a Eri-san. Puede ser una buena oportunidad para saber su historia», pensó el muchacho.
—Pues vamos allá.
Echó a andar hacia la puerta, esperando que Eri le acompañase. Antes incluso de ser cuestionado por los guardias, sacó el salvoconducto de Shiona y, desenrollándolo, lo mostró a sus colegas ninjas. Poco más hizo falta para que les dejaran pasar, atravesando los gruesos portones de Uzushiogakure no Sato para salir al Continente Ninja.
Apenas hubieron caminado unos instantes cuando Akame fue incapaz de contener la pregunta clave, la incógnita del millón.
—¿Por dónde deberíamos empezar a buscar? —preguntó a su compañera, tratando de disimular el abatimiento que le producía aquella cuestión sin aparente respuesta—. Si ese chico partió de Ushi, entonces la ruta más corta para llegar hasta Arashi no Kuni es bordear Mori no Kuni en dirección al Valle del Fin.
—Buenos días, Eri-san —contestó el Uchiha, actuando con su típica tranquilidad, haciéndola olvidar como ayer se sinceró ante su kage sobre lo que sentía de verdad. — Tan listo como un hombre puede estar.
— Perfecto entonces. — Alegó ampliando más la sonrisa.
—Pues vamos allá.
Una vez Akame echó a andar hacia la puerta, Eri andó rápidamente para colocarse a su lado mientras él enseñaba a los guardias que custodiaban las puertas de su villa el papel que acreditaba que tenían permiso para salir. Cuando los guardias dejaron a ambos continuar su marcha, su corazón comenzó a latir con fuerza, era su primera misión ''oficial'' fuera de la villa, al fin y al cabo, y los nervios estaban allí presentes.
Suerte que tenía a alguien a su lado, y con suerte era el tranquilo de Uchiha Akame.
—¿Por dónde deberíamos empezar a buscar? — La pregunta pilló de improviso a la pequeña que giró la cabeza hacia su compañero más rápido de lo esperado, sin embargo él continuó antes de que pudiese formular una respuesta coherente. —Si ese chico estuvo en Ushi, entonces la ruta más corta para llegar hasta Arashi no Kuni es bordear Mori no Kuni en direción al Valle del Fin.
La joven asintió mientras Akame hablaba con lógica, intentando rememorar en su cabeza los mapas consultados aquella madrugada sin tener la necesidad de sacar alguno de su mochila, para contestar:
— Quizás podríamos viajar hasta el Puente Kannabi hasta el Valle del Fin bordeando el País del Bosque, sin tener que pasar por Ushi. — Contestó, pensativa. — Puede que, después de lo... Ocurrido quisiese huir lo más pronto de aquel pueblo, y, bueno, lo más lógico es tomar rumbo hacia tu propio país... ¿No?
Podría ser que esa contestación no fuese la correcta o la más acertada para el momento, sin embargo así podrían ahorrar tiempo de viaje y... Con suerte, dar con Daruu antes de que fuese demasiado tarde.
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El Uchiha asintió ante las palabras de su compañera. Sí, de acuerdo a la imagen mental en la que se estaba concentrando aquel momento —aquel fragmento del mapa de Oonindo que había memorizado con esfuerzo—, ese sería el camino más indicado. Y, tal y como decía Eri, si tenían suerte serían capaces de interceptar a Daruu en el Valle del Fin. Tal vez incluso pudieran alcanzarle antes de que llegase a Amegakure contando que unos ninjas del Remolino habían intentado asesinarle y todo saltase por los aires.
Tragó saliva. Aquella posibilidad no era alentadora en absoluto.
—Estoy de acuerdo, el Valle del Fin parece el lugar de paso obligado para llegar rápidamente al País de la Tormenta. Quizás, si nos damos prisa, podamos llegar hasta allí antes que él.
A priori podría parecer una idea descabellada; había casi un día de viaje menos de Ushi al Valle del Fin que desde Uzushio. Pero Daruu estaba huyendo, probablemente desorientado y desprovisto de equipaje. Tendría que parar. Tendría que descansar. Si ellos minimizaban sus propios descansos en el camino, tal vez...
—¿Al Valle del Fin, entonces? —preguntó el Uchiha, escudriñando el rostro jovial de su compañera—. Es un lugar cargado de historias, idóneo para este encuentro, sin duda... —agregó Akame, riendo.
—Pero me temo que si queremos llegar antes que él, tendremos que darnos la caminata de nuestras vidas. Estamos considerablemente más lejos.
—Estoy de acuerdo, el Valle del Fin parece el lugar de paso obligado para llegar rápidamente al País de la Tormenta. Quizás, si nos damos prisa, podamos llegar hasta allí antes que él.
«Si nos damos prisa...»
Si fuese ella la que estuviese huyendo, seguramente no hubiera parado hasta llegar a sitios con mucha gente o bien hasta su hogar, pero la villa de la que provenía Amedama Daruu estaba lejos, muy lejos de Ushi y eso les daba una oportunidad, y había que aprovecharla.
—¿Al Valle del Fin, entonces? —preguntó el Uchiha, y Eri asintió. — Es un lugar cargado de historias, idóneo para este encuentro, sin duda...
Ahí tenía que darle la razón.
—Pero me temo que si queremos llegar antes que él, tendremos que darnos la caminata de nuestras vidas. Estamos considerablemente más lejos.
— Claro, lo mejor es que nos demos prisa en llegar y una vez allí si logramos encontrarle perfecto, si no, al menos, estamos cerca del País de la Lluvia. — Contestó con optimismo. — Si no estás muy cansado, podríamos ejercitarnos un poco corriendo un rato, así matamos dos pájaros de un tiro... — Sugirió mirando a su compañero, esperando una respuesta afirmativa.
Al fin y al cabo, estaba impaciente, aunque no sabía por qué del todo.
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Akame asintió, convencido, cuando Eri confirmó el plan. Debían llegar al Valle del Fin antes que Daruu, contando con que no sabían realmente dónde estaba. Ni si había ido hacia allí. Pero era la hipótesis más probable y, en el oficio del ninja, a veces había que conformarse con eso.
—¡Perfecto! —exclamó el Uchiha—. Nada como un poco de ejercicio bien temprano para despertarse.
Dicho aquello, Akame se ciñó bien la mochila a la espalda —pesaba lo suyo—, apretó el cierre de sus sandalias ninja, se ajustó el cinturón y empezó a correr un poco, al trote, para ir calentando. Algunos metros después subiría el ritmo, notando como sus piernas ya empezaban a funcionar con más eficacia, y...
A los diez minutos ya estaba parado a un lado del camino, resollando como un fuelle viejo, y deseando quitarse la mochila de encima. Quizás yendo descargado hubiese aguantado algo más, pero con todo el equipaje a las espaldas, correr se le hacía un suplicio.
—Cof, cof... Eri-san... Cof... Me temo que... —masculló entre toses—. No voy a aguantar mucho más a este ritmo... —admitió, ligeramente avergonzado—. Quizás he cargado demasiado la mochila.
Por más vergüenza que sintiera al diñarla de aquella manera frente a Eri, el Uchiha tenía claro que si intentaba aquella carrera suicida lo más probable era que acabase tirado en una zanja.
—Creo que será mejor optar por minimizar los descansos...
Ante la exclamación afirmativa la kunoichi no dudó en sonreír, preparándose al igual que su compañero de villa para comenzar a correr un rato y entrar en calor. Su mochila —más pequeña que la de Akame— estaba bien asegurada en su espalda, y tras ajustar un poco sus sandalias ya se encontraba lista.
Lo peor de aquello fue, sin lugar a dudas, seguir el ritmo de Akame, y no es que fuese porque él corriese más, no; era porque sus piernas eran más cortas que las de él, así que tenía que dar dos pasos para igualar uno del Uchiha. Y eso fue en lo que más se concentró ella, intentar igualar su posición hasta que subió el ritmo.
Su respiración comenzó a ser más agitada y la mochila a la espalda dando a veces contra esa parte de su cuerpo no favorecía la carrera, sin embargo, el Uchiha se paró en un lado del camino, tosiendo. Lo más probable es que se hubiese cansado. Y estaba en lo correcto, su mochila resultaba ser una gran carga así que lo mejor, según lo que proponía el chico, era minimizar los descansos.
Al pensar en aquello no pudo evitar reparar en su respiración entrecortada y en sus piernas un poco doloridas, y se sintió mal por un momento, pensado que, quizás, no había sido buena idea.
— Lo siento Akame-san, quizá no fue buena idea. — Puso voz a sus pensamientos con voz apenada mientras desviaba la vista al suelo. — Sí, mejor minimicemos los descansos. — Afirmó mientras se acercaba a él y le daba un suave toque en el hombro. — Sigamos ahora más tranquilos.
»¿O quieres que te lleve la mochila?
Su última pregunta fue de broma, intentando aliviar el ambiente mientras arqueaba una ceja, luego comenzó a andar a ritmo normal, esperando que Akame no tardase mucho en recomponerse.
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19/04/2017, 22:07 (Última modificación: 19/04/2017, 22:07 por Uchiha Akame.)
Las palabras de Eri se le clavaron hondo en la conciencia. No porque ella lo hubiese querido, claro, sino porque le forzó a encontrarse de nuevo con el enemigo al que más temía; su propia autoexigencia. Akame era un chico sumamente severo consigo mismo que no soportaba fallar o ser el último mono. En la Academia nunca había tenido problemas —solía sacar mejores calificaciones que la mayoría de sus compañeros—, pero ahora, en el mundo real... Había tantos ninjas, compañeros y extranjeros, capaces de superarle que el simple hecho de pensarlo le daba un vértigo tremendo.
Y ahora no era siquiera capaz de correr media hora con una mochila militar a cuestas. Se maldijo a sí mismo.
—No es culpa tuya, Eri-san, sólo... Necesito entrenar más —masculló, tocándose inconscientemente las vendas que cubrían sus muñecas, tobillos y rodillas.
Recuperó el aliento al mismo tiempo que la sonrisa e, incorporándose, volvió a ajustarse la mochila.
—O quieres que te lleve la mochila?
Akame se puso rígido como una estaca, con los ojos fijos en algún punto del camino que se extendía ante ellos. Se llevó ambas manos a las correas de la mochila, alzó la cabeza y respondió con un gesto tan serio que resultaba cómico.
—¡N... No! ¡De ningún modo! —exclamó, tratando de aparentar veteranía—. ¡Vamos, vamos, no hay tiempo que perder!
Y así echó a caminar, con andares tiesos y la vista fija en el sendero.
No sabía exactamente el por qué, pero las palabras de Akame no sirvieron para que se tranquilizase del todo. Necesito entrenar más, aquellas palabras transportaban a la joven al día anterior, sintiéndose entristecida por un momento.
Se encogió de hombros levemente, intentando olvidar el asunto cuando después de su pequeña broma el Uchiha reaccionaba de manera cómica ante aquella pregunta.
— Espera, ¿estás bien?
Akame, sin lugar a dudas, era una persona que no podía entender bien, no era simple no fácil de leer, así que poco predecible era lo que mejor le definía. La joven de cabellos púrpura lo miró de reojo, algo se ñe escapaba, pero no sabía qué.
—Y... Bueno... — Comenzó Eri, seguida de un carraspeo. — ¿Te... Gusta Uzushio?
Se sentía tonta, viéndose incapaz de romper el hielo entre ellos, pero la cosa iba con que ella formaba el hielo, no lo rompía.
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—¡Claro! —contestó el Uchiha mientras echaba a andar, tratando de recuperar su siempre relajada sonrisa—. Quiero decir, no es que haya estado en alguna de las otras Aldeas Ninja, evidentemente, pero Uzu es muy interesante —«"Nunca he estado en las otras Aldeas", ¡vaya genio estás hecho, Uchiha Akame!», se reprendió—. Siempre hace buen tiempo, la gente es amable y hay muchísimos libros interesantes en la biblioteca de la Villa... Además, me encanta el aroma de los cerezos por las calles.
Mientras caminaba, el Uchiha admiraba el cielo variocolor de la mañana. El Sol empezaba a alzarse ya en el cielo, y Akame calculó que en apenas media hora habría amanecido por completo. En circunstancias normales lo consideraría un buen momento para detenerse a desayunar, pero no tenían tiempo.
—Eri-san, ¿cómo es que acabaste con un shinobi de Amegakure en el Cráter de la Hoja? —preguntó a bocajarro.
Escuchó atentamente lo que Akame le relataba sobre la villa que vio como ella crecía, y no pudo evitar que una sonrisa sincera se formase en sus labios. Sabía que no le gustaba mucho inmiscuirse en las vidas ajenas si esas personas no se lo permitían o no daban señales de ello, pero también sabía que Uchiha Akame no era de Uzushiogakure, ¿y si por ello no le gustaba vivir aquí?
Pero lo que escuchó la hizo sentir satisfecha, asintiendo para que el joven supiese que había escuchado hasta la última palabra salida por la boca del shinobi, y sin preguntar más allá de aquello entre los dos se formó un silencio agradable acompañado de un bonito amanecer.
—Eri-san, ¿cómo es que acabaste con un shinobi de Amegakure en el Cráter de la Hoja?
— Oh, pues...— Comenzó a hacer memoria. — En uno de mis viajes acabé en el Bosque de la Hoja, cerca del cráter donde antiguamente se encontraba Konohagakure. — Explicó esperando a que Akame hiciese alguna señal de que conocía el lugar. — Dentro del cráter había un chico, y yo... Bueno, pensé que era a lo mejor alguien de la antigua Konoha, ¿qué locura, no? — Dejó escapar una sonrisa nerviosa ante sus palabras, intentando no parecer estúpida por admitirlo. —Ese joven era Amedama Daruu, al que pregunté si era shinobi de la Hoja, pero no... Y bueno, ya después de eso pasó lo del hombre de la Hoja... — Enfatizó en las últimas palabras para que Akame supiese que hablaba del hombre que les había atacado. — Y el resto de la historia ya la conoces. — Terminó mientras giraba la vista hacia el camino.
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Akame escuchó atentamente el relato de su compañera mientras caminaban por el sendero, alejándose de Uzushiogakure hasta que no fue más que un punto indistinguible en el horizonte. No perdió la sonrisa en ningún momento, a pesar de que la actitud de Eri pudiese ser reprobable según las normas del buen ninja, porque se sentía tan identificado con aquella historia que se lamentaba de no haberla vivido él mismo. ¡La antigua Villa Oculta de la Hoja, ni más ni menos! ¿Quién no podría perder el juicio al contemplar historia viva? O muerta, mejor dicho.
—Vaya, así que al final todo fue pura casualidad... —dijo el Uchiha, pensativo—. ¿Sabes? No puedo dejar de pensar en lo que lamento que todo ese asunto de la Hoja no fuese más que una farsa... ¿Te imaginas? ¡Conocer a un shinobi de Konoha! ¡Con vida! —su voz había cambiado, teñida de emoción y fantasía—. Habría tantas cosas que querría preguntarle... ¿Sabías que antiguamente, en ese mismo Bosque, se alzaba una gran montaña donde esculpían los rostros de los Hokages? Ya no se hacen maravillas así...
»Me pregunto qué pensarían los antiguos ninjas de nosotros. Quiero decir... Ellos erigieron Aldeas enormes y libraron guerras que sacudieron los mismos cimientos de Oonindo. Había clanes tan poderosos que eran temidos en todo el mundo, y de cuyas filas salieron shinobis legendarios... —suspiró—. Es como si toda esa magia se hubiera acabado. Ahora tan sólo tenemos... Bueno, esto.
Akame pareció comenzar a divagar sobre lo genial que hubiera sido conocer a un shinobi de la Hoja de verdad. Ella no le culpaba en absoluto, es más, a ella le hubiese encantado ver la villa con sus propios ojos y disfrutar de aquella montaña llena de cabezas de Kages...
Sin embargo, lo último que dijo no le parecía del todo adecuado. Antiguamente había grandes aldeas, con clanes tan poderosos tanto en la diplomacia como en la batalla que es casi increíble en sus tiempos, pero ahora parecía no haber nada, según Akame.
— Estamos en tiempos de paz, en equilibrio. — Recordó ella después de carraspear. — Algunas leyendas solo se forjan si éstas han sido cultivadas entre riesgos y guerras, al menos las conocidas, pero creo que hay leyendas entre nosotros también.
Dejó caer sus hombros y sujetó su mano izquierda al asa de su mochila, pensativa.
— Nosotros estamos viviendo en paz, Akame-san, ¿te gustaría vivir en guerra, con gente poderosa tanto en tu bando como en el otro? — Preguntó mirándole con los ojos bien abiertos.
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El joven gennin estaba tan ensimismado en sus fantasías sobre los gloriosos viejos tiempos que ni siquiera se dio cuenta de que Eri no estaba recorriendo el mismo camino. Al contrario que a Akame, toda aquella palabrería sobre grandes guerras libradas por shinobis legendarios no parecía emocionar a la kunoichi, si no más bien lo contrario. De hecho, Eri parecía visiblemente molesta, y así lo hizo notar con un carraspeo que mandó callar ipso-facto al Uchiha.
Akame la escuchó con sorpresa primero y enfado después. ¡Pues claro que le hubiese gustado! ¿Qué Uchiha no habría querido vivir la época dorada de su orgulloso linaje, cuando eran temidos por todo el Continente Ninja, y erigían templos y fortalezas construidos para derrotar al paso del tiempo?
—Eri-san, yo... —se apresuró a contestar, decidido, para luego callar a mitad de la frase—. Yo... —«lo daría todo por ver al clan Uchiha recuperando su legítimo señorío en esta tierra decadente»—. No me refería a eso. Es que... Simplemente me gustan las historias, he leído muchos libros sobre las Cinco Grandes Aldeas, ¡y son tan interesantes!
Esperaba que Eri se tragase aquella simple excusa; por si acaso, él no volvería a tocar el tema.