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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Cierto día, tras el correspondiente entrenamiento, el Yotsuki tomó sus posesiones shinobi y cogió puerta. Desde que había estado hablando con Yoshi, su afán de viajar y descubrir mundo iba cada vez a mas. Había pasado de ser una rata de dojo a un halcón. No había salido en demasiadas ocasiones de Kusagakure, principalmente porque siempre terminaba perdiéndose por el camino, pero tarde o temprano siempre solía llegar a su destino. Fuere cual fuere éste sitio, siempre se demoraba, pero la espera normalmente siempre le había merecido la pena.

"Bueno... ésta vez creo que debería buscar algo mas interesante. Buscar un famoso arroz no es que haya sido muy interesante, y por el resto... apenas he salido. Yoshi tenía razón, viajar es muy agradable... pero no sé ni por donde empezar. ¿Qué debería ir a ver?"

En un principio ese era su pensamiento, pero tras una pequeña charla con su tío, éste le dijo que lo primero que debía hacer era visitar el museo de armamento del país del fuego. Afirmó que era un lugar la mar de interesante, y que a la misma vez podía ver parte de la historia de los shinois de tiempos pasados. A decir verdad, no sonaba para nada mal.

Su camino empezó, y como de costumbre, dio mil y una vueltas. Casi llegó al país de la tormenta incluso... realmente se fue de nuevo en dirección contraria, suerte que hoy día los caminos suelen ser seguros, y la población amable. Las guías y señas de los transeúntes y viajeros armaron al Yotsuki de suficiente información como para llegar a su destino, evidentemente en casi el doble de tiempo del que debería haber tardado. Pero ya se sabe... mas vale tarde que nunca.

— Al fin! — Bramó el chico, avistando una ciudadela que no podía ser otra mas que Taikarune.

El rubio se echó la mano al cuello, y estiró éste hacia un lado, dándolo a crujir. De seguida, se estiró por completo, hinchando su pecho y echándose hacia detrás, logrando así estirar también su espalda.

— Pues si que estaba lejos ésta ciudad... —

Sin pausa, pero sin prisa, el chico continuó andando. Recortó las pocas distancias que lo separaban de la ciudadela, y de poco a poco, se fue mezclando entre la muchedumbre. Su destino, el museo. Al menos por el momento, seguramente aún tardase un rato en encontrarlo.
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#2
Pocas veces había salido de Uzushiogakure. Conocer mundo, para mí era toda una odisea y lo más parecido a una misiónd e esas que solo se escuchaban en las historias que solían contar los ancianos del clan las noches de verano. Y de hecho, a decir verdad, el lugar más lejano que había visitado era la imponente ciudad de Yamiria y encima lo solía hacer con mamá. No lo hacia por placer, sino pro obligación. Tenía que ir prácticamente arrastrado aunque luego siempre acababa pasándolo bien cuando me escabullía de su manto de protección.

Pero aquel día era distinto. Había oído hablar mucho del Valle del Fin; en casa, en la academia, en las calles de la aldea. Vamos, en un sin fin de colectivos. Pero todos ellos que aquel lugar era un espectáculo visual y todos coincidían en que todo buen shinobi que se precie debía visitarlo al menos una vez en la vida. ¿Sería verdad? Nunca lo sabría a no ser que yo mismo, en persona fuese a verlo. Así que con aquel propósito, salí de casa a hurtadillas por la noche en busca de aquel lugar, punto de unión de los 3 grandes países del mundo actual.

Sin embargo no contaba con el hecho de que la orientación de era mi punto fuerte y era algo que debía mejorar con urgencia. Acabé deambulando por el País del fuego, tratando de retomar el rumbo correcto pero fue en vano. Finalmente acabe en una pequeña aldea llamada Taikarune. No estaba mal y caminando por las calles se escuchaba no dejaba de escuchar grupos de personas que habían ido a un museo de armamento o algo así. Estaba cansado y sabía que acabaría tomando descanso en aquel lugar antes de seguir con mi viaje y porque no, quizás visitaría aquel museo, si es que me lo podía permitir ya que tampoco es que llevase conmigo demasiados ryos.

Al final, acabé sentado en un banco, cercano a la entrada de la aldea y vi como un muchacho, joven como yo y rubio se disponía adentrarse a aquel lugar. De sus manos resaltaban aquellos curiosos guantes repletos de una especie de cableado y engranajes.

*¿Para que servirán?..*

Lograron ser el foco de mi atención pero al mismo tiempo por mi cabeza rondaba la idea de que quizás aquel chico podría acompañarme en mi viaje. Quizás con suerte..


-¡Eh, tú! ¿Vas solo?- alcé mi cabeza hacia él después de llamarle la atención.

La mano diestra empuñaba un palillo repleto de dangos, de los cuales me llevé una de ellos a la boca. La otra estaba apoyada en el respaldo del banco en una posición que aparentemente buscaba ser la mar de confortable, y así lo era.
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#3
El chico, ensimismado, continuó su andar. Comenzó a adentrarse a duras penas en la urbe, cuando de pronto, alguien llamó su atención. Entre todos los allí presentes, ni por asomo el rubio se llegó a dar por aludido. ¿A quién iba a conocer allí? No conocía de nada a ese chico que reposaba con una pose algo mafiosa en el banco, aunque su mirada se fijaba en él. El rubio paró su paso, y miró hacia detrás suya. Observó apenas unos segundos, y allí no vio a nadie que contestase a ese joven. Fue entonces que volvió su mirada, alzó una ceja, y se señaló a sí mismo.

— ¿Te refieres a mi? — Preguntó de manera retórica, pues la vista de ese chic aún se fijaba en él. — Si, vengo solo desde Kusagakure. —

Parado casi a mitad del tránsito principal de la calle, no tardaron en darle un empujón. El chico se movió un poco, se llevó las manos a los costados, e hizo una pequeña reverencia. Se disculpaba ante el señor que bruscamente le había movido, pese a haber sido agredido. Pensado bien, estaba estorbando ahí. Había sido su culpa.

— Lo siento... —

Rápidamente se movió, acercándose un poco a ese chico de cabellera tan oscura como una noche de invierno. Fue entonces que se dio cuenta. Sobre la frente del chico, una clara banda metálica hacía referencia a Uzushiogakure. Se trataba de un shinobi del remolino. ¿Qué hacía allí? ¿Y por qué ese interés en si viajaba solo o no el de Kusa? Indispuesto a quedarse con la incógnita en la cabeza, el chico se dispuso a resolver toda duda de la manera mas obvia, preguntando.

— ¿Por qué preguntas si viajo solo? Tampoco es tan raro hoy día... —

Dicho eso, se mantuvo a la espera de una posible respuesta. No es que realmente llamase toda su atención, pero sentía algo de curiosidad.
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#4
Como un corderillo desvalido balando en busca de su madre en mitad de un atestado rebaño de ovejas todas idénticas. Así era como se sentía en aquel momento.

Taikarune era una discreta ciudad del País del Fuego construida en la misma costa. Las múltiples casitas de madera se dispersaban por la ladera de un colosal arco de roca que saltaba por encima de las olas y formaba un escarpado risco de dudosa seguridad. Pese a todo, Taikarune era una ciudad turística famosa en el mundo entero por el museo de armamento que coronaba el precipicio. Y precisamente Ayame había acudido con su padre y su hermano a visitarlo. Sin embargo, aquella fama de la que disfrutaba la ciudad se traducía también en la cantidad de personas que iban a visitarla. Y al final, entre el gentío, el tumulto y los seductores puestos que trataban de engatusar a posibles compradores, la muchacha terminó separándose de su familia y extraviándose en una ciudad que no conocía.

—¡¡¡PAPÁ!!! ¡¡¡HERMANO!!! —gritaba una y otra vez. Pero de poco le servía, pues la multitud ahogaba su débil voz y resultaba imposible oírla a más de unos pocos metros—. Joooo, ¿dónde estoy...? Ya he pasado por este puesto antes...

Quizás debería ir al museo directamente. Quizás su familia, al reparar en su desaparición, pensara que el lugar más probable al que se dirigiera sería precisamente ese... ¿Pero debía hacerlo?

Ayame alzó la mirada hacia lo alto del risco, y se horrorizó al comprobar que aún debía faltarle un buen trecho.



Off: Bien, pues con vuestro permiso, me cuelo Risa Imagino que con la intromisión, los turnos quedan al final: Zukamane, Ayame, Yota.
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#5
-Exactamente, es a ti-

*Vaya.. Kusagakure ¿Eh? Interesante..*

El muchacho se disculpo ante otra persona con la que había sufrido un pequeño choque y acto seguido se acercó hacia mí. Pude ver que estaba realmente intrigado por mi interés, pero lo que él no sabía era que en cuanto dijo que era de Kusagakure había despertado en mí un interés mucho mayor. Quizás podría sacarle algo de aquel que supuestamente había tratado de acabar conmigo en verano. Una oportunidad de oro.


-Bueno, no quería ser una molestia, muchacho. Pero cuatro ojos ven más que dos, 4 oídos oyen más peligros que 2 y así uno no se aburre tanto y podemos charlar mientras no nos veamos enfrascados en un combate contra bandidos en la que esté en entredicho nuestra existencia ¿No crees?- expliqué, siempre con la alegría marcada en el rostro -Hacia donde te diriges?-

Entre toda la multitud se podía ver una muchacha de cabellos oscuros, plausiblemente desorientada, quizás algo agitada, como si buscase algo mientras iba gritando entre todo aquel gentío mientras desde aquel banco de madera yo observaba la situación de reojo.

*Alguien ha perdido a papa por lo que parece*


-Quizás deberíamos echarle una mano, chico de Kusagakure-
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#6
El Yotsuki escuchó como estaba en lo cierto por palabras del chico de cabellera azabache, no se molestó en negarlo. Realmente, no tenía porqué negarlo, simplemente confirmó y explicó su raciocinio. El chico vislumbró el hecho de que entre ambos podían estar mas atentos, así como entretenidos en lo que fuese a durar esa entredicha "amistad o tratado". Así mismo, aprovechó para preguntarle hacia donde se dirigía.

— Tienes toda la razón, compañero. — Afirmó ante la cuestión primaria. — Si estoy en lo cierto, y estamos en Taikarune... pensaba ir a visitar ese clamado museo de armamento. Estamos en Taikarune, ¿verdad? Es que soy algo torpe guiándome en los viajes.... no he viajado demasiado... jejejeje. —

Confesado ese pequeño gran defecto suyo, el chico terminó riéndose de sí mismo, aunque no de manera despectiva. Era irónico incluso para él, un shinobi que no sabía guiarse ni con un plano. Simplemente increíble. Pese a ello, nada tenía que ver con sus habilidades o fuerza de voluntad. Su espíritu, renovado tras el accidente, era inquebrantable. Nada ni nadie podía con él.

De pronto, sus sentidos se alarmaron al escuchar a una chica gritar. Su voz, casi apagada entre una muchedumbre en pleno movimiento, resaltaba a duras penas. Éste hecho no fue casi opaco según parecía, pues los gritos de la chica también habían llegado a oídos del chico de Uzushiogakure. Sin pensarlo dos veces, el de Uzu sugirió que quizás deberían ayudar, terminando con una coletilla de un tanto singular. Chico de Kusagakure.

"Cierto... aún no nos hemos presentado siquiera..."

— Si, deberíamos mirar si podemos ayudar. Por cierto, mi nombre es Yotsuki Zukamane... puedes llamarme Zuka. —

Dicho ésto, el joven emprendería marcha hacia donde había escuchado el último vocerío. Con un poco de suerte, identificaría a la pequeña que había perdido a su padre y hermano, según había podido entender. La pobre pequeña debería estar asustada, y habían de darse prisa. Avanzó aprisa, aunque sin dejar atrás a su nuevo compañero. Eso sí, a cada paso miraba hacia todos lados, buscando a la chica.

— Pequeñaaaa! ¿¿Donde estás?? — Vociferó el rubio mientras buscaba a la chica perdida.
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#7
Repentinamente, una voz se alzó entre la multitud. Era una voz masculina, joven, que trataba de llamar la atención de una niña.

«Quizás...» Meditaba Ayame, con el corazón palpitándole con energía. «Quizás papá o Kōri han pedido ayuda... Quizás les han dicho que su hija pequeña o su hermana pequeña estaba perdida y han pensado que era una simple niña... Quizás...»

Arrancó a correr hacia la voz. Apartaba o esquivaba como podía a la gente que se interponía en su camino, y más de una vez estuvo a punto de utilizar sus habilidades como Hōzuki para pasar a través del gentío. Menos mal que no llegó a hacerlo. Tan sólo habría conseguido alarmar a la población, asustarla y desencadenar un posible caos que le impediría encontrar a su familia.

Sin embargo, la decepción cayó sobre ella como un jarro de agua fría cuando llegó hasta el origen de la voz. Dos muchachos se alzaban allí, pero no había rastro alguno de su padre o de su hermano mayor. Ambos parecían ser algo más mayores que ella, y ambos eran más altos y fornidos que ella. Por si no fuera suficiente, a juzgar por los símbolos de las bandanas que lucían, ambos pertenecían a aldeas diferentes. El chico de Kusagakure era el que más le imponía, sus cabellos rubios como rayos de sol se erizaban sin control alguno; y estos junto a sus ojos cristalinos contrastaban con su tez bronceada por el sol. Sin embargo, lo que más le había llamado la atención eran los guantes que vestía: blancos, con motivos azules y un gran número de cables y condensadores que recorrían toda su longitud.

«Electricidad...» Reparó, con un desagradable escalofrío.

El de Uzushiogakure era un muchacho más normal. Sus cabellos eran largos y estaban recogidos en una larga trenza que caía tras su espalda, y su color oscuro hacía juego con unos ojos tan negros como una noche sin estrellas.

«Me he confundido, deben estar buscando a una niña...» Ayame agachó la cabeza e, intimidada por la presencia de aquellos dos shinobi, comenzó a alejarse para retomar su propia búsqueda.
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#8
El rubio era incluso más impulsivo que yo. Tanto era así que ni siquiera pude decirle mi nombre, pues se puso a buscar a la chiquilla que iba dando voces por la calle, aquella muchacha que buscaba a sus familiares sin cesar y con cierto apuro.

*Que sea Zuka pues..*

Mientras me levantaba de mi asiento la muchacha apreció apartando la muchedumbre como buenamente podía y me llevé a la boca otro de los dangos que sostenía aquel palillo de madera. La muchacha al vernos pareció realmente decepcionada como si esperase otro tipo de ayuda. Pude apreciar que lucía la bandana de Amegakure. Ironías del destino, ya estabamos reunidos uno de cada aldea en una imagen de lo más pintoresca y a juzgar por la apariencia de cada uno, todos bien distintos el uno del otro.

Pero la chica de los cabellos oscuros no pretendió alargar aquella reunión por mucho tiempo y sin mediar palabra trató de volver a caminar para alejarse de nosotros y seguir con sus quehaceres.


-¡Eh, tú! ¿Eres tu la que está buscando a tu padre y tu hermano, verdad?-

*Joder.... ¿Qué mierdas les pasa en Amegakure? Tienen obsesión por huir..*

-¿Vas a huir como ese compañero tuyo? Como era... hmmm ¡Sí! Hanaiko Daruu era su nombre- dije finalmente una vez lo recordé -O quizás podríamos ayudarte a encontrarles. Lo dejo a tu elección, pero esta vez no voy a perseguirte como lo hice con Daruu..-

Ya lo creo que no iba a hacerme de rogar, si quería nuestra ayuda que la tomase y sino seguiría conociendo a Zukamane, él era el que más me interesaba pues debía sacarle información de su compañero, seguro que le conocía, tenía que ser así. O quizás eso era lo que me gustaba pensar.
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#9
Aunque no se movió a toda su velocidad, el chico se tomó con bastante prisa su cometido. Buscó con ansioso ahínco a la pequeña, cosa que resultó mas rápido de lo esperado. Para sorpresa de éste, la pequeña no era tan pequeña. No es que fuese una anciana, pero simplemente no era lo que esperaba encontrar. Entre toda la muchedumbre, la chica se abrió hueco buscando a quienes la buscaba.

"¿Realmente es ella?"

Apenas le dio tiempo a pensar, que la chica pareció pasar de ellos olímpicamente. Casi parecía ser que simplemente curioseaba, mirando a quienes buscaban a la chica que antes pedía ayuda. A decir verdad, hasta lucía en su frente la bandana con símbolo de Amegakure, era raro que fuese ella quien se había perdido.

El rubio miró hacia su retaguardia, avistando a su reciente compañero. Para cuando lo hizo, éste ya se había adelantado a preguntar sin reparos. El chico de la coleta trenzada incluso nombró a otro chico de Ame, diciendo a la chica que si también pensaba huir como él. Comenzó a darle vueltas a algo que no llegaba a entender realmente, al parecer sus contactos con Amegakure no habían sido muy buenos...

— Esto... — Comenzó a hablar a un tono ligeramente bajo. — ¿...Podemos ayudarte? —

Sus palabras salían casi con cincel, su vista se dirigía precipitadamente sobre el chico de Uzu, éste estaba teniendo una actitud un tanto singular. Realmente se sentía un poco incómodo con esa especie de prejuicio que había tomado con los de Ame. Pese a todo, el chico igualmente le había ofrecido su ayuda.
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#10
Pero no llegó a moverse siquiera unos pocos metros.

Ayame se vio sobresaltada por una voz que parecía estar intentando llamar su atención; y, efectivamente, cuando se detuvo y volvió a girarse vio que los dos shinobi tenían la mirada clavada en ella. No había pasado desapercibida. Pero el chico de la trenza había mencionado a su padre y a su hermano, con lo que se ganó la total atención de la kunoichi. Había abierto la boca para responder, pero al mencionar el nombre de Hanaiko Daruu sintió como si le hubiesen tirado un jarro de agua fría por encima.

—¿Por qué conoces a Daruu-san? —preguntó, de nuevo recelosa.

«¿Y por qué Daruu-san huiría de alguien como tú?» Su compañero de equipo era un shinobi verdaderamente capaz, no le imaginaba huyendo así porque sí de alguien. A no ser que aquel chico fuera peligroso... A no ser que...

Retrocedió un paso, y sus ojos comenzaron a estudiar las posibilidades de huida en aquel océano de gente. Había perdido todo el interés en que aquellos chicos la ayudaran, sobre todo el chico de la coleta, pero la intervención del rubio volvió a frenar sus deseos de escapar. Pese a su aspecto intimidatorio, aquel chico parecía ser más afable. Pero los ojos de Ayame volvieron a dirigirse inevitablemente a sus manos envueltas en los extraños guantes repletos de aquellos horribles cables.

—N... no... —balbuceó, y volvió a retroceder.

«Si Daruu-san huía de ese chico es que es peligroso. Y seguramente el otro también. Quizás estén compinchados para... para...» Decidió, en su fuero interno. Su mirada, nerviosa, iba y venía de los dos chicos, a los guantes del rubio y a la multitud que les rodeaba. Estaba indecisa.
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#11
-Me lo encontré en los bosques del País del Fuego, bueno, más bien él me encontró a mí. Tan solo estaba meditando- respondí con sinceridad -Te contaré lo que sucedió, a ver si tu logras confiar en mí antes de que suceda algo desagradable como sucedió con tu amigo-

Podía sentir la mirada del rubio así como cierto medio en aquellos pasitos hacia atrás de la kunoichi de la lluvia. Puede que hubiese actuado con excesiva brusquedad y pronto se me volviese todo en contra.

-Pero sin duda este no es el lugar para hablar de ello, no en medio de toda esta gente, ¿Qué tal si volvemos a ese banco y te lo cuento? Prometo ser bueno, ya verás como todo fue un inmenso malentendido-

*Joder.. tan solo quería ayudarla*

Indiqué con mi brazo derecho extendido y con el dedo índice señalando aquel banco de madera en el que hacia escasos segundos estaba sentado antes de oír los gritos de la muchacha.

-Venga, si aceptas te regalaré estos dangos como muestra de gratitud- use un tono de voz lo más amistoso y agradable que supe -¿Aceptas?-
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#12
Al ver cómo se desenvolvía la situación, el chico de cabellera rubia quedó casi en un segundo plano, por no decir un tercero o cuarto. La tensión era firme, casi palpable entre el chico de Uzu y la chica de Ame. Aunque tampoco era para menos... aparecer, decir que alguien de su aldea huyó de él, y ahora intentar llevarla con ellos para "ayudarla". Hasta a él le empezaba a sonar raro y perturbante. Aunque éste sí sabía que al menos por su parte era para ayudar. No podía saber los verdaderos propósitos del de Uzu, pues aún no sabía ni su nombre.

"Vaya con éste tipo... sabe expresarse menos que un libro cerrado, o simplemente es así de raro siempre... a saber... ¿Son todos los de Uzu así de raros? Ya van 2 de 3.... vaya tela."

El rubio se llevó la mano hacia el cabello, y entremetiendo los dedos por éste, se llevó el excedente hacia detrás a la par que dejaba caer un resoplido. La situación no le agradaba del todo, y si la chica no quería ayuda, no era cuestión de perder mas el tiempo. Ella era ya grandecita...sabría como apañárselas. Distinto era que fuese una civil y mas pequeña e edad, como pensó en un principio el Yotsuki.

— Siempre se ha dicho que cada uno es mayorcito para tomar sus propias decisiones. Si ella no quiere ayuda, allá ella. Es también una shinobi, sabrá apañárselas por sí misma. — Comentó tajante. — Te vienes al museo, esto.... ¿Cual es tu nombre? —

En las últimas palabras casi dejó de lado a la chica. Tenía bien claro que no iba a secuestrar a nadie. Si ella no quería ayuda, pues sin ayuda se quedaría. Ahora le quedaba el viaje al museo, y la compañía de ese extraño de Uzu. Poco a poco, el bichito de la curiosidad le había picado. No precisamente por el museo, si no por averiguar un poquito mas de ese chico.

No sabía cuanto podía costar la entrada, donde se encontraba el museo, ni nada de nada... pero bueno. El tiempo daría respiro, e información. Al menos ahora no estaba solo, perderse en la misma ciudad no le iba a ser tan difícil ahora. Al menos podía sacar eso en beneficio.

"Ahora... los de Uzu son raros de cojones... pero los de Ame. Dios... los de Ame parecen desconfiados. MUY desconfiados. No se fía ni de su propia sombra ésta chica... ¿serán todos parecidos?"
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#13
Al parecer, Daruu y aquel chico se habían encontrado en algún punto de los bosques del País del Fuego. Debía de haber sido en una de las muchas salidas de su compañero de equipo, pero no llegaba a calcular en qué momento exacto se había dado aquel encontronazo. Ni siquiera sabía los detalles, pero una de sus frases hizo click en una parte de su cerebro.

«...Antes de que suceda algo desagradable como sucedió con tu amigo...»

El resto de sonidos quedaron ahogados repentinamente, como si se hubiese sumergido repentinamente en una piscina. Con la mirada perdida y el cuerpo tembloroso, Ayame escuchaba un tambor lejano que resonaba rítmico en sus sienes. Tardó algunos segundos en darse cuenta de que era su propio corazón, frenético. Ni siquiera escuchaba ya las palabras de los dos shinobi, ni siquiera se dio cuenta de que la estaban invitando a comer dangos con ellos bajo lo que podría haber considerado una actitud casi propia de un mafioso, ni siquiera se dio cuenta de que los dos muchachos se habían enzarzado en una nueva conversación, ni siquiera se dio cuenta de que los tres compartían el mismo destino: en el museo que se encontraba en la cima de la cresta...

Ni siquiera se había dado cuenta de que se había abalanzado hacia el chico de la trenza negra hasta que sintió el tacto del cuello de su camiseta entre sus manos.

—¿¡Qué le has hecho a Daruu-san!? ¡RESPONDE! —le gritó, prácticamente, al tiempo que le zarandeaba con la escasa fuerza que poseía. Lo que debía haber sido un acto violento y brusco, en sus manos resultó en un gesto patético, inocuo—. ¡¿Qué le ocurrió?!
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#14
Permanecí a la espera de una respuesta por parte de la chica, mostrandole aquellos dangos que estaba dispuesto a darle para que comprendiera de que no era alguien peligroso para ella ni para sus amigos y seguramente si le hubiese contado lo que sucedió en aquellos bosques del tirón se hubiese calmado y lo hubiese entendido. Observé de reojo al rubio de Kusagakure quién tan solo removía sus cabellos expectante y fue entonces cuando sentí las finas manos de la kunoichi envolviendo mi cuello, tratando de estrujarlo y zarandeándome exigiendo respuestas.

Aquella actitud propició que, gracias a aquellos gritos de la chica la multitud cercana a nosotros contuviera la respiración y sus miradas se dirigiesen hacia nosotros. Pronto dio lugar a los murmullos y no pude evitar sentir verguenza ajena; a saber por quién me iban a tomar.

*Puta loca* maldecía para mis adentros.

Alcé mis brazos para romper aquella atadura de un golpe seco y di un paso atrás, mostrando un rostro serio. No me iba a pillar por sorpresa una segunda vez.


-¡NADA! De hecho tuve que ayudarle cuando le sorprendieron unos bandidos- exclamé furioso -¿Quiere saber que ocurrió? Muy bien, pues ahí va. No pierdas ni un solo detalle. Me encontró en el bosque mientras estaba meditando y cuando le dije mi nombre huyó. Le perseguí por qué quería saber que narices le había picado pero le sorprendieron un grupo de bandidos y tuve que socorrerle para que no le rebanasen el maldito cuello. Y esa es la verdad.-

Tras mis palabras di media vuelta, de tal manera que Zuka pudiese verme el rostro mientras emitía un suspiro de agotamiento. Pero pendiente de cual fuese la reacción de la kunoichi de la lluvia.

-Disculpa, estaba un poco liado ¿Decías?-
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#15
La situación no parecía llevar a ningún lado. La chica parecía indispuesta a confiar en nadie, recelosa a recibir ayuda ajena. Por otro lado, el de Uzu no hacía mas que mantener una actitud un tanto singular, casi de mafioso. Parecía que de un momento a otro una banda de matones fuesen a venir dándole dinero o tales cosas... realmente era un tanto siniestro, o simplemente no se expresaba bien.

Fuere cual fuere el motivo del chico sin nombre para expresarse de esa manera, para nada consiguió lo que iba buscando. La chica de Ame se lanzó a agarrar el cuello de su camisa, y no precisamente para quitarle un bichejo... ÉL era el bichejo. Lo zarandeó una y otra vez, exigiendo una respuesta, con todas las fuerzas que su delicado y fino cuerpo le permitieron. Entre tanto, las miradas acusaron a la pareja.

"Dios... que engorro...."

Sin embargo, el chico no se dejó amedrentar para nada por la situación. Con un movimiento rápido y seco, se quitó de encima las manos de la chica, y se alejó un paso nada mas conseguirlo. El rubio, quedó expectante, ajeno al embrollo. Evidentemente, el rostro del de Uzu no mostraba nada de agrado ante la situación. Fuera de esa tensión "amorosa", un montón de murmullos. La gente no paraba de hablar, algunos hasta se habían parado a mirar.

El chico no tardó en decir qué había sucedido con ese tal Duru, o como fuere su nombre. Al parecer, había sido igual de amigable a ella, ya tenían algo en común. Tras expresar la situación causante de ésta pequeña atracción turística, el chico de cabellera azabache se volvió hacia el rubio, y sin titubeos le preguntó si decía algo, pues había estado un tanto liado. El rubio se echó la mano diestra a la nuca, e intentó disimular el asombro ante esa situación con una falsa sonrisa.... cosa que no sería demasiado satisfactoria.

— Naaahhh... comentaba que si pasábamos de esta chica que no necesita ayuda, y vamos a visitar tu cuello.... DIGO! DIgo.... el museo! EL MUSEO! — Comentó tenso como el moco de un Snorlax.

— Es por ahi, ¿no? Espera... era por el otro lado... dios, que lío de ciudad..... —

Intentó evadir el tema del cuello tan bien como pudo, incluyendo un intenso lío mental acerca de a donde debían ir ahora. En un principio señaló la entrada, no tardó en darse cuenta de que no podía ser por ahí. No tardaría en intentar tomar camino hacia el lado contrario a la salida...
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