Habiendo perdido la batalla —pero no la guerra—, Datsue se metió de lleno en la segunda ronda. Explicó a Riko que cada uno debía sacar dos cartas, y que esta vez le tocaba a él empezar.


—¡Vamos ahí, coño! —no pudo evitar exclamar, al ver las dos cartas de oro relucientes en su mano.

Riko, a su vez…


… se vio con una carta de oro y otra de bronce extra en sus manos.

—Así que cuerpo a cuerpo… Un día deberíamos practicar. A mí tampoco se me da mal —aseguró—. Oye, ¿puedo hacerte una pregunta personal? Tú… ¿Te consideras un patriota? ¿Amas a tu Villa?

No, no era una pregunta banal. Se imaginaba que la respuesta sería afirmativa, fuese la verdad o no. Pero él mismo, cuando había llegado a aquella aldea, no tenía ni una cosa ni la otra. Si no fuese por Shiona, Akame, Eri, Nabi y tantos otros que había ido conociendo, no tendría esa sensación de pertenencia a algo mayor que sí mismo que tenía ahora.

Sin pensárselo mucho, jugó una de sus bronces. En aquella ronda intermedia la clave era ganarla ahorrando los máximos recursos posibles para la última y definitiva.

Datsue se hizo con sus cartas y, en esta ocasión, una gran alegría se le notó a leguas de distancia, quizás por la exclamación que lanzó al aire, y Riko se temió lo peor para el futuro de aquella ronda, aunque estaba contento habiendo ganado la primera baza contra, ni más ni menos, que el creador del juego.

Al coger él sus cartas, se llevó una alegría a medias, sí, tenía un oro, pero su otra carta era un bronce normal, por lo que no tenía demasiadas posibilidades.

—Así que cuerpo a cuerpo… Un día deberíamos practicar. A mí tampoco se me da mal. Oye, ¿puedo hacerte una pregunta personal? Tú… ¿Te consideras un patriota? ¿Amas a tu Villa?

Ante la primera parte de la frase de su compañero, asintió.

—Por supuesto, encantado, un día practicamos. — Aceptó el genin con alegría.

Con respecto a la pregunta que le lanzó el chunin, le pilló demasiado por sorpresa, era una pregunta un tanto complicada, ¿qué debía responder? Estaba claro que Datsue buscaba un sí, pero en el fondo, no había llegado a la aldea hacía demasiado...

—No creo que hoy por hoy sea un patriota o que ame Uzushiogakure, a fin de cuentas, acabo de empezar a formar parte de ella, es difícil amar algo tan nuevo, ¿no? — Riko se encogió de hombros. —Pero eso no quita que tenga un deber para con la Villa y que vaya a hacer lo posible por cumplirlo.

Aquella ronda, a pesar de acabar de empezar, Riko la daba por complicada de ante mano, por lo que, ante lo que pareció un acto de prisa por Datsue sacando una carta sin pensárselo demasiado, Riko hizo lo mismo y volvió a poner a Hozuki Chokichi al frente de su ataque, esperando a que el Uchiha desvelase sus ases.

El Uchiha alzó una ceja, sorprendido, cuando Riko respondió con sinceridad. «Vaya… ¡Y yo que pensaba que iba a responderme con lo típico! ¿Yo? ¿Patriota? Me desangraría para que el emblema de Uzu no perdiese su color rojo, chaval».

—¡Joder, un chico sincero! ¡Me caes bien, joder! —exclamó sonriente—. Si algo aprecio en esta vida, es la honestidad. En serio, no soporto a los mentirosos ni a los quedabién. —Si algo era Uchiha Datsue, eso era un tipo honesto. Siempre con la verdad por delante. «Sí…» Carraspeó—. ¿Y por qué ser ninja? ¿Te lo impusieron en la familia? —Si no había oído mal, Riko llevaba entrenándose en su pueblo desde hacía mucho tiempo—. O… ¿Hay algo más?

Sus ojos se desviaron hacia la carta que jugó su compatriota, y, tras pensarlo unos breves instantes, echó una segunda carta junto a la de Kaido el Amejin, que se había visto potenciado con la llegada de Chockichi. Se trataba de Karamaru el Calvo, el amejin que había visto realizar el examen Chunin junto a él. No le conocía de nada más, así que le había dado una habilidad estándar por el momento.

Desde el momento en el que respondió notó como su respuesta había sorprendido a Datsue, sin duda era una pregunta a la que era mucho más fácil responder que sí, que eras muy patriota y blablabla, pero a Riko le gustaba pensar que era sincero, por lo que tampoco pasaba nada por serlo en aquella ocasión también.

—¡Joder, un chico sincero! ¡Me caes bien, joder!. Si algo aprecio en esta vida, es la honestidad. En serio, no soporto a los mentirosos ni a los quedabién.

Riko asintió, agradecido por el cumplido de su camarada.

. ¿Y por qué ser ninja? ¿Te lo impusieron en la familia?. O… ¿Hay algo más?

Aquello era un tema algo más delicado, no se lo había planteado tampoco, sí que había sido algo impuesto pero tampoco era algo que no quisiera, por lo que estaba un poco entre medias.

—Para simplificar digamos que sí ha sido una imposición familiar, pero tampoco me desagradó la decisión, de hecho me alegro de que se tomara.

La conversación, sin duda, estaba siendo entretenida, pero el juego de cartas avanzaba y Datsue sacó una nueva, colocándola junto a Kaido el Amejin, que había visto incrementada su fuerza por la entrada de Hozuki Chokichi.

El Kaguya se quedó pensativo unos momentos, pensando cuál sería su siguiente movimiento.

Y sacó al tablero la carta de Koko la Rompecorazones, una carta que, sin duda le vendría muy bien para controlar la carta de Kaido el Amejin.

—Ya veo… —comentó, en relación a la respuesta de Riko—. Y… Oye, perdona de antemano si esto parece un interrogatorio. Puedes cortarme cuando quieras, pasa que soy un chico de naturaleza curiosa —se excusó, con una media sonrisa—. Lo que iba a decirte, es… ¿Por qué esa imposición? ¿Eran ninjas y querían que siguieses sus pasos? O… —Lo cierto es que tampoco había muchas más opciones. Había mejores formas de hacer dinero y, de largo, más seguras que su profesión. Pero apostaba a que el joven le volvería a sorprender.

Cuando vio la carta que Riko jugó tragó saliva y miró a izquierda y derecha, asegurándose que no había nadie para verla. «Mierda, se me olvidó cambiarle el nombre». Aquella era una baraja que todavía estaba a prueba, pero en su fase definitiva se aseguraría de ponerle otro, aun cuando siempre estaría inspirada en ella. Por respeto a su Hermano. Después de todo, era su difunta novia. Sabía que no le haría ninguna gracia de verla.

—Interesante… jugada —dijo, frunciendo el ceño—. Sin duda has ido a dar al punto débil de Kaido —se inventó, pues en verdad no lo sabía—. Veamos, veamos…

Tras meditarlo unos instantes, hizo uso de Daruu el Loco. Una carta que se posicionaba en el tablero enemigo y que, tras atacar una carta, se suicidaba. «Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia»

—Ya veo…. Y… Oye, perdona de antemano si esto parece un interrogatorio. Puedes cortarme cuando quieras, pasa que soy un chico de naturaleza curiosa. Lo que iba a decirte, es… ¿Por qué esa imposición? ¿Eran ninjas y querían que siguieses sus pasos? O…

Riko movió la cabeza, inclinándola de un lado a otro sopesando si era buena idea contarle a Datsue el motivo, aunque sabía que, si algún día se encontraban en combate, uno contra el otro o apoyándose lo descubriría, y sabía que, entre compañeros era bueno compartir habilidades, por si acaso.

—Bueno, digamos que soy un poco la excepción del clan, y está establecido en las normas que las excepciones tienen que adiestrarse como shinobis. — Explicó. —Pero si quieres saber más, cuéntame tú un poco sobre ti, ¿eres patriota? ¿Amas a tu Villa? — Preguntó, cambiando su tono de voz tratando de imitar el de Datsue, aunque sin conseguirlo.

—Interesante… jugada. Sin duda has ido a dar al punto débil de Kaido. Veamos, veamos…

Pero de nuevo Datsue tenía en su mano algo que Riko no se esperaba, Daruu el Loco le pilló por sorpresa y, tal cual entró, Koko la Rompecorazones se fue del campo de batalla.

«¡Mierda!»

Riko sopesó sus posibilidades y, tras pensarlo bastante, decidió jugar la carta Jardín de los Cerezos, que hacía que todas las cartas de la baraja de Uzu que entraran al terreno de juego, sumaran +1 a su fuerza.

«¿Una excepción del clan? Vaya, vaya, Riko. Con menudo shinobi más interesante me he ido a topar. Ahora entiendo que Eri te haya aceptado como alumno». No obstante, cansado de responder, Riko decidió pasar al ataque e imitarle.

¿Qué si era él un patriota?

—Cada día que pasa más —aseguró—. Especialmente después de lo acontecido en el Chunin. O nos unimos y nos hacemos fuertes, remando todos en la misma dirección, o las cosas se van a poner feas, Riko. Ya oíste como Kusa se unió a Ame sin dudarlo un instante. Y fue en ese momento cuando me di cuenta… que solo nos tenemos los unos a los otros —afirmó, sombrío—. Quiero a mis compañeros. Y mis compañeros son la Villa. —Eso respondía a su segunda pregunta.

El Uchiha le levantó el pulgar cuando vio hacer uso del Jardín de los Cerezos. Riko seguía presionándole. Quizá no para ganar aquella ronda, pero sí para que Datsue tuviese que hacer uso de buenas cartas y perderlas para la tercera ronda. Como veía que por el momento tenía una ventaja considerable, hizo uso de la más prescindible de su mano.

—Cada día que pasa más. Especialmente después de lo acontecido en el Chunin. O nos unimos y nos hacemos fuertes, remando todos en la misma dirección, o las cosas se van a poner feas, Riko. Ya oíste como Kusa se unió a Ame sin dudarlo un instante. Y fue en ese momento cuando me di cuenta… que solo nos tenemos los unos a los otros. Quiero a mis compañeros. Y mis compañeros son la Villa.

Riko asintió, dándose por satisfecho por la respuesta de su compañero, y por un instante se le pasó por la cabeza que, en algún momento, le gustaría poder sentirse así, y, tal y como el Uchiha decía, aquél era el momento propicio, tenían que unirse para todo lo que pudiera venirles.

—Bueno, espero llegar al nivel de patriotismo que veo que tienes tú, sobre todo si tan feo pinta el futuro. — Aceptó, aunque sabía que siempre había otras salidas. —¿Y tú por qué te hiciste ninja? ¿N hay nada que hubieras preferido ser?

Datsue seguía jugando a aumentar el número de fuerza de su ejército, y Riko ya contaba con que iba a perder aquella ronda, por lo que jugó un poco a la desesperada lanzando la carta de Riko el Soplón.

—Elige, ¿cuáles muestro?

Datsue se quedó pensativo ante qué cartas elegir. Como tuviese algún sello explosivo entre ellas, podría salirle muy cara la jugada. Levantó la mano en dirección a una, pero se le quedó a medio camino, indeciso. Sus ojos pasaban de los ojos de Riko a sus propias cartas. Una gota de sudor resbaló por su frente.


—Hmm… Esta y esta —decidió finalmente, en una corazonada. Con la mano libre acarició brevemente a Datsuse, que parecía haberse quedo dormido en su regazo. Luego, se llevó la copa de vino a los labios y dio un pequeño sorbo—. Lo cierto es que me hubiese gustado ser un hombre de negocios —dijo, respondiendo finalmente a la pregunta—. Tener mi propio barco. Viajar por Oonindo entero. Con una casita de veraneo en el País del Agua y su piscinita. Pero resulta que soy miembro del clan Uchiha, y los Uchiha nacimos para ser ninjas.

No era la verdad. No toda, al menos. Datsue no se había hecho ninja por descubrir que era un Uchiha, sino porque, a raíz de descubrirlo, había visto una oportunidad. Una oportunidad de hacer publicidad sobre la tienda de armas de la que era socio y enriquecerse por ello. ¿Y dónde encontraría mejores clientes que en una Villa? O eso, al menos, siempre se había dicho. Datsue era tan buen mentiroso que, a veces, se engañaba hasta a sí mismo.

¿Era aquella toda su verdad? ¿O el niño inocente y con ganas de aventuras que una vez había sido, maravillado por los héroes de las leyendas y los libros, había jugado también su pape, de manera subconsciente? Probablemente nunca lo sabría.

Hubo un breve parón, en el que Datsue tomó la decisión de qué cartas quería que Riko mostrara de su mano y, a pesar de sus dudas, finalmente eligió, y la primera hizo que parte del Kaguya tuviera ganas de tirar las cartas al suelo y dejar de jugar, pero la segunda podía servirle muy bien, por lo que mostró las cartas que el Uchiha había elegido.

La primera fue, ni más ni menos que su única carta de oro, la única carta que no quería enseñar pasara lo que pasase pero... el juego era así y entonces Riko mostró la carta Akame el Transportista de Bijuus con cara de pocos amigos, cara que cambió rápidamente cuando mostró la segunda carta, Sello explosivo C que al ser desvelada hacía 4 de daño a una carta al azar.

—¿Cómo se decide a qué carta hace daño? — Preguntó el pelinegro.

Tras esto, Datsue contestó a su pregunta, no sin antes llevarse su copa de vino a los labios y darle un sorbo.

—. Lo cierto es que me hubiese gustado ser un hombre de negocios. Tener mi propio barco. Viajar por Oonindo entero. Con una casita de veraneo en el País del Agua y su piscinita. Pero resulta que soy miembro del clan Uchiha, y los Uchiha nacimos para ser ninjas.

El genin le miró con cara de sorpresa, desde luego que era posiblemente una de sus últimas opciones si le preguntaban por Datsue, aunque era cierto que apenas lo conocía.

—Vaaaaaya... Era un buen propósito de vida, desde luego. — Aceptó Riko. —Mucho menos complicado y más seguro que ser shinobi, desde luego.

Pero algo en las palabras de Datsue encendieron la chispa de la curiosidad en Riko, y aquella curiosidad tenía que ser saciada.

—¿Y cómo es eso de que los Uchiha nacisteis para ser ninjas?

Tras preguntar, decidió que jugaría la carta del Sello explosivo C, ya que la había mostrado y había cumplido su función.

—¿Cómo se decide a qué carta hace daño?

—Buena pregunta, Riko. Muy buena pregunta. Pues veras, lo cierto es que… no tengo ni pajolera idea —confesó—. Estas cartas están en fase beta todavía, pero será algo que tendré que aclarar, sí. Diría que en este caso no importa a quién dañe, así que pongamos que le diste a Karamaru el Calvo.

Podría poner que se tenía que tirar un dado. O que le daba a la carta más alta. O, quizá, simplemente que era a elección del jugador. Fuese como fuese, ya lo pensaría. Lo que tenía que preocuparle ahora era esa carta de oro que Riko poseía en sus manos. Saberlo le otorgaba una gran ventaja, pues podía prepararse para el golpe, pero eso no quitaba que seguía siendo un problema.

Y un problema de los gordos.

—¿Y cómo es eso de que los Uchiha nacisteis para ser ninjas?

—Hmm… —Su cerebro, todavía pensando qué carta jugar—. Si le preguntases a mi Hermano, te diría que el nuestro es un linaje de grandes guerreros desde el principio de los tiempos. Pero, básicamente —«¿Debería jugar esta? ¿O esta? Joder, no sé, ¡no sé!»—, nuestro Dojutsu nos otorga ciertas habilidades que nos hacen buenos en combate. Y al final la gente acaba ganándose la vida de lo que es bueno —resumió, jugando finalmente la carta Veneno común, y dañando con ella a Riko el Soplón.

—Buena pregunta, Riko. Muy buena pregunta. Pues veras, lo cierto es que… no tengo ni pajolera idea. Estas cartas están en fase beta todavía, pero será algo que tendré que aclarar, sí. Diría que en este caso no importa a quién dañe, así que pongamos que le diste a Karamaru el Calvo.

El inicio de la respuesta del chico le hizo soltar un amago de carcajada, aunque se contuvo a tiempo y evitó escupirle en la cara directamente a Datsue, por lo que aceptó la idea y dañaría directamente a Karamaru el Calvo, a dedo y ya está.

—La verdad que el juego está muy entretenido, es una buena idea, seguro que si consigues algo de publicidad, puede petarlo bastante. — Dijo el genin, que estaba completamente metido en la partida.

Datsue se tomó su tiempo, probablemente pensando cuál iba a ser su próxima jugada y de paso, demorando la respuesta a la pregunta que Riko le había lanzado.

—Hmm…. Si le preguntases a mi Hermano, te diría que el nuestro es un linaje de grandes guerreros desde el principio de los tiempos. Pero, básicamente, nuestro Dojutsu nos otorga ciertas habilidades que nos hacen buenos en combate. Y al final la gente acaba ganándose la vida de lo que es bueno

Aquello era algo que no sabía, el clan Uchiha era poseedor de un Dojutsu que les otorgaba ciertas habilidades, sin duda era algo a tener en cuenta, algo que debería investigar y tenía dos Uchiha a mano para preguntar, aunque imaginaba que no sacaría gran cosa de ellos.

—Interesante... — Musitó el joven. —Sí, tienes razón, pero la mayoría de gente no es solo bueno en una cosa, ¿no? — Planteó encogiéndose de hombros mientras veía la carta que jugaba su oponente. —Aaaaaaaaah... Creo que ya tengo poco que hacer... ¿Qué te parece si pasamos a la última ronda?

El Uchiha también creía que lo podía petar. De lo contrario, no se hubiese molestado en hacerlas.

—Yo también lo creo. Además, con todo esto del Chunin, creo que dará morbo —agregó. Manejar a un Zoku, o a Shiona, o Yui… Sí, estaba convencido de que atraería de primeras. Su único trabajo era conseguir que el juego fuese lo suficientemente divertido como para engancharles una vez jugada una partida o dos. Y sabía que todavía le quedaba mucho por pulir. Tanto a nivel de juego, como restringiendo información. Si quería comercializarlas, cosas como confesar que era un Hermano del Desierto debían ser censuradas de inmediato.

Datsue asintió cuando Riko decidió pasar a la última ronda. Al Uchiha le quedaban cuatro cartas en la mano, mientras que a Riko cinco. En su experiencia, aquello significaba una victoria casi asegurada para Riko. «Y tiene al puto Akame, joder.»

—Bueno, pues sacamos una carta cada uno y… Te toca empezar a ti —le indicó, tras quitar las cartas del tablero y sacar una carta para sí de su baraja.


Frunció el ceño. La carta de plata no estaba mal, pero con semejante desventaja hubiese necesitado otra de oro. Mientras tanto, Riko…


… había sacado una bronce.

—Yo también lo creo. Además, con todo esto del Chunin, creo que dará morbo

Tenía toda la razón del mundo, sin lugar a dudas, después de lo que había sucedido en el examen, el poder manejar a las personas, tanto de un bando como de otro, aunque fuera en un juego de cartas, era algo que podía llamar la atención dentro de todos los públicos, incluidos los ninjas representados en las cartas, aunque fuera por simple curiosidad.

Datsue aceptó pasar a la ronda final, por lo que pasó a explicarle qué debía hacer, y Riko robó una carta de su baraja, con los ojos cerrados esperando que la carta fuese una de oro pero, al abrirlos...

«¡Mierda!»

... su cara no cambió en absoluto, iba a tratar de esconder su reacción.

Una carta de bronce, sin lugar a dudas no le serviría de mucho en aquella situación, por lo que solo le quedaba rezar por que su oponente no hubiera recibido ninguna carta de oro y que la cosa estuviera suficientemente equilibrada como para que su superioridad en número de cartas fuera algo importante.

—Bueno, pues voy con esta

La ronda final. Donde todo se decidía. El examen teórico, el práctico… Todo aquello estaba muy bien, pero donde la gente se había ganado realmente su rango, era en la prueba final. En el estadio donde había surgido el caos.

El Uchiha se concentró, sabiendo que aquella batalla lo decidiría todo. Sin dudas, tras ver a Chokichi en el tablero, jugó a…

… Aiko la Inmortal. La mejor carta que tenía Amegakure. Como debía ser.

—Y dime, ¿qué tal las clases con Er? —se interesó. Nunca había visto a Eri en faceta de sensei, y le intrigaba saber si era de las exigentes o de las profes guays.