Ahora ambos se sentían mal, y en el caso de Ralexion, era de una manera tanto física como mental.
La sangre le brotaba como si hubieran reventado el grifo de un barril de vino tinto, al menos durante los primeros instantes. Ese era uno de los mayores problemas de las hemorragias nasales: muy impresionantes cuando el daño hecho podía ser un simple rasguño.
Frente a él escuchaba a la pelirroja disculparse una y otra vez. Se sintió un poco mareado, pero resistió. Los ataques a esa parte del rostro producían desconcierto y pérdidas de equilibrio, lo que potenciaba el dolor más de lo que se correspondía con el golpe encajado. Lo sabía a la perfección, pero eso no cambiaba lo jodidamente molesto que resultaba.
—Estoy bien, estoy bien... —le aseguró con voz ahogada.
Se quitó las manos de la cara, tapándose la nariz con la diestra acto seguido; lo que fuera en tal de parar el torrente hasta que las plaquetas hicieran su trabajo. Entonces fue testigo de Ritsuko, trozo de tela en mano, volviendo a su vera y tratando de limpiarle la faz. Se lo permitió, mas se sintió una pizca avergonzado.
Fue así que reparó en las lágrimas que estaban naciendo en las cuencas de los orbes de su compañera. Reaccionó de manera atropellada, queriendo decir muchas cosas a la vez y cómicamente no salió ninguna.
—¡R-Ritsuko, no llores! ¡Estoy bien, de veras! —logró articular al fin, frenético— ¡Podemos seguir el combate sin problemas!
Nunca se imaginó que con un solo puñetazo podría quitarle tanta sangre a una persona y el hecho de que fuese un compañero con el que estaba entrenando sencillamente empeoraba las cosas hasta el punto en que la joven ni siquiera podía dirigir la tela sin temblar violentamente.
—Perdón —era lo único que brotaba de su boca.
Ignorándole completamente, la chica siguió en su intento por limpiarle la cara, incluso le frotó el trozo de tela por la boca, pareciendo que intentaba acallarlo aunque en realidad simplemente quería quitarle la sangre que le había caído. De todas maneras, regresó hasta la nariz y con dos dedos se aseguró de dejarla tapada.
¿Se nota que no sabe nada de medicina?
—Vamos al hospital —pidió casi suplicante.
Lo último que le faltaba era que fuese algo serio, aunque considerando la fuerza que ella tenía, lo más probable era que no fuese tan así.
—Vamos —insistió, preparándose para ponerse de pie en cuanto él lo hiciera.
"Perdón" una y otra vez, era lo único que escapaba de los labios de la muchacha. Incluso llegó a indicarle que debían de ir al hospital. El Uchiha quiso protestar, incluso cuando la ensangrentada tela le bloqueaba los labios.
—Un... ninja... no... va... al... hospital... por... algo... así —afirmó, troceando su diálogo cada vez que la pelirroja lo silenciaba sin ser consciente de ello.
Se puso en pie, firme, pero no tenía intención alguna de correr a la enfermería por algo tan trivial. Sus fosas nasales ni siquiera sangraban ya, y con la buena limpieza que se le había otorgado, no necesitaba ni preocuparse por posibles manchas en la ropa.
Ritsuko se alzó también y ambos quedaron cara a cara. El moreno negó con la cabeza varias veces.
—Para un momento y respira. Mírame, ¡estoy perfectamente! —exclamó, gesticulando con el puño izquierdo—. ¿Estás TÚ bien? ¡Porque no me lo parece!
¿Qué importa lo que el tipo diga? Está agonizando, dice cualquier cosa menos lo que debería, está mal y tiene que ir a que lo atiendan. O eso estaba pensando Ritsuko en ese momento mientras le seguía frotando el trapo empapado en sangre.
Al final, él se levantó y casi al mismo tiempo ella también. Solo faltaba comenzar la marcha para lo cual, ella mantendría el paño en la nariz del contrario y buscaría ubicarse justo debajo de uno de los brazos para actuar como una especie de soporte —como si estuviese tratando con alguien en agonía—, pero Ralexion pronto se reincorporó haciendo un gesto que asustó a la kunoichi. En respuesta, ella contrajo cada músculo posible y cerró fuertemente los ojos, pensó que le devolverían el golpe.
Pero el golpe nunca le llegó, en su lugar, una especie de reclamo que la dejó descolocada.
—¿Eh? —pronunció en lo que tímidamente abría un ojo queriendo comprobar que nada le venía al rostro.
—Estoy bien —respondió luego de unos momentos—. ¿Por qué no lo estaría?
Ralexion arqueó una ceja, confuso. ¿Quizás había sido demasiado efusivo al hablar? ¿Quizás se había imaginado las lágrimas que a punto estuvo de derrarmar Ritsuko? Debía recular, y rápido.
—N-no... es que juraría que te había visto un poco llorosa... supongo que no fue nada —explicó, poco convincente.
Se sintió incómodo, indeciso sobre cómo continuar con aquella situación imprevista. Tratar de despejar el ambiente le pareció una buena idea.
—¡Ese ha un golpe excelente, jajaja! —bromeó— ¡Eres muy buena, no lo vi venir!
La halagó y sonrió. Quizás así se apaciguaran los ánimos de ambos.
¿Llorosa? ¿Qué podría haberle hecho pensar tal cosa? ¿Las lágrimas en los ojos de la chica? ¿Aquellas amenazantes a desbordar? Bueno, estaba justificado, y al momento seguía exactamente igual, inclusive cuando cerró los ojos se le cayó una lágrima que trazó todo un camino a través de la mejilla de la joven.
—Pero… fue porque estabas distraído —afirmó con la simple intención de restarse créditos.
Justo después de ello, suspiró, aliviada en el fondo al ver que el rostro del contrario ya no sangraba así que sencillamente dejó caer el trapo en el suelo y también a sí misma, aunque por su parte lo hizo para sentarse en el piso.
—Te lo dije, no sirvo para estas cosas —concluyó cabizbaja, aunque ya no brotaban más lágrimas de sus ojos y las que habían estado previamente cayeron irremediablemente—. Rika te será de más ayuda.
Sus halagos cayeron en saco roto. No importaba. Aunque era cierto que le había logrado encajar de pleno tal golpe porque andaba con otras prioridades en ese fatídico momento, tampoco olvidaba su bloqueo seguido de tan decidido placaje. Creía de verdad que era buena, y no comprendía el motivo por el que se tenía tan poca estima.
Se sentó frente a ella, todavía preocupado. Ritsuko le insistó, una vez más, en que Rika seguiría siendo mejor compañera de entrenamiento, a lo que él negó con la cabeza varias veces.
—No pongo en duda las capacidades de Rika, pero tú eres igual de válida. ¡Mira el golpe que me pegaste, eso despeja todas las dudas! Los tres somos buenos —expresó con convicción— ¿Por qué tienes tan poca confianza en ti misma? Yo creo que me estabas ganando.
Señaló el paño.
—¿Y de dónde has sacado ese pañuelo? Tiene un aspecto extraño, como si lo hubieran arrancado de alguna parte...
No importa cuánto intentes animarla, jamás lograrás hacerlo, ¡jamás! A no ser… que se recurra a otros medios, ciertas sustancias que en sí no debería de consumir por ser menor pero… no, no hay nada de eso cerca y de cualquier manera habría que obligarla. ¡Idea descartada!
—Porque sé lo que soy y lo que valgo —afirmó con absoluta seguridad.
No hay manera de que le puedan negar eso, más siendo una persona que apenas la habría visto un par de veces. Dicho de otra manera, aquel Uchiha que tenía justo delante no la conocía lo suficiente como para poder sacar conclusiones.
Aunque la conversación se desvió tomando como eje centra el paño que estaba ahí en el piso a un lado de ella. Un trozo rasgado de tela —debido a un pésimo corte hecho con un kunai— completamente teñido de rojo gracias a la sangre del shinobi, aunque si se miraba en dirección a las pertenencias de la kunoichi podría apreciarse como en un extremo faltaba algo, un trozo de la tela…
—No importa eso —afirmó, aun alicaída, ¿cómo más sino?—. ¿Seguro que no quieres ir a que te revisen? —esta vez la mirada de la pelirroja lentamente fue alzándose, buscando mirar a los ojos al contrario con cierto temor.
El Uchiha torció el gesto con descontento. Creía que se le daba bien hacer reír a la gente, pero quizás Ritsuko demostraría ser su talón de Aquiles. Ay, cómo desconocía el pobre iluso la mejor manera de alzar el espíritu de la muchacha... si tan solo su Sharingan pudiera leer mentes de la misma manera que comprendía el lenguaje corporal ajeno...
—Si tú lo dices... —masculló, no tenía ganas de discutir— Espero que algún día cambies de opinión.
Acto seguido le aseguró que la procedencia del improvisado pañuelo "no importaba". Mas el genin todavía se mantenía intrigado, desconcertado por el rasgado aspecto de uno de los extremos del objeto. Su mirada, distraída, se desvió a otros puntos aleatorios de la habitación hasta que, de casualidad, reparó en la capa que la pelirroja vestía cuando irrumpió en el lugar, hacía casi media hora atrás.
Su mirada se dilató todo lo que pudo. ¿Eran imaginaciones suyas, o uno de los lados de la prenda había sido cortado? Intercambió una ágil mirada entre el trozo de tela y el ropaje, tratando de sopesarlos. ¡Horror!
¡Olvida el hospital! —profirió de improvisto— ¿ESA TELA ES UN TROZO DE TU ABRIGO, RITSUKO?
La señaló de nuevo, incrédulo.
Algún día, que podría ser dentro de cuarenta años si es que llegaba a tal edad.
Como sea, la chica estaba allí sentada, sin emitir sonido alguno ni haciendo nada realmente interesante salvo por flexionar las piernas para poderlas así abrazar con ambos brazos, incluso escondió parcialmente su rostro entre ellas porque vamos, no tenía nada realmente interesante para hacer o decir.
Luego de unos instantes así, la pelirroja llegó a una sencilla conclusión. «Mejor me voy »pensó, suspirando pesadamente.
Pero justo antes de que lograra ponerse en pie, el Uchiha gritó alarmando a la kunoichi que en un gesto casi exagerado se arrastró atrás varios metros, mirando temblorosa al contrario.
Había descubierto la procedencia del paño, y no parecía muy contento…
—¿S-s-s-í…? —respondió tartamudeando y echa un matojo de nervios.
Iban a regañarla… o sino golpearla, puede que ambas o ninguna, pero lo importante era que la chica estaba muy asustada por aquella reacción.
Todo ello le llevó a avergonzarse al 100%. No podía creer que hubiera inoportunado tanto a su compañera, hasta el punto de obligarla a romper uno de sus ropajes para ayudarle. Si hubiera estado más atento esto no habría ocurrido.
—¡Oh dios mío, permíteme que te pague los daños! —le pidió como si le fuera la vida en ello, meneando los brazos para mayor efecto— ¡Me sabe fatal, de veras!
Suspiró, y en esta ocasión, con un tono mucho más moderado, dijo:
—Pero gracias...
¿Pagar? Ni que lo haya hecho a posta, ni que la haya obligado a rasgar la tela para poder ‘tratarle’ una inofensiva herida que provocó más susto de lo que correspondía. Además, Ritsuko no iba a aceptar dinero tan abiertamente, menos de un compañero al que ella misma había lastimado.
—Está bien —le dijo rápidamente—. En serio.
Era sincera sí, pero mantenía esa melancólica mirada que hacía que cualquiera dudase de que no le estaba doliendo lo que ocurrió. Es decir, que no sufría en silencio por haber dañado una de sus prendas favoritas. Pero venga, para ella estaba perfecto, lo había hecho para ayudar a uno de sus compañeros después de todo.
—No te preocupes —añadió al rato poniéndose de pie—. Fue un pedacito de nada —continuó, esta vez acercándose a sus pertenencias.
Al llegar, se agachó y tomó el portaobjetos, también el kunai que se había dejado tirado cerca de la capa y lo guardó. Luego enganchó el saco a la bandana, justo detrás para que no le estorbase en ningún momento y luego la capa, que pensó en ponerse pero de reojo miró a su compañero. «El frío le va a llegar hasta los huesos »pensó mientras meditaba un poco en silencio hasta que por fin llegó a una conclusión.
—¿Te has traído algún abrigo o algo? —preguntó aun dándole la espalda y manteniéndose acuclillada—. Hace mucho frío y con lo que has sudado te podrías enfermar —afirmó demostrando cierta preocupación.
Aunque como siempre, seguía con la mirada deprimente.
Esbozó una expresión de desasosiego mezclada con nerviosismo. Su colocutora no estaba dispuesta a aceptar su dinero, pero el Uchiha no podía dejar escapar tal descuido por su parte así como así.
—¡Pero...! —se tomó unos instantes para pensar— ¡Lo mínimo que puedo hacer es comprarte una nueva! ¡O al menos ayudarte en algo!
Indistinta a todo ello, Ritsuko comenzó a recoger sus pertenencias. Parecía que se preparaba para marcharse. Por su parte, el muchacho estiró las piernas y apoyó su figura con las palmas de ambas manos, que tocaban el piso. La observaba con mirada apenada.
Ella le preguntó si había traído algo de abrigo consigo. Entonces Ralexion reparó en su condición física actual: a grandes rasgos, sudorosa. La pelirroja tenía toda la razón, salir al exterior —algo inequívocamente necesario para retornar a su apartamento— le fulminaría con el repentino cambio de temperatura. Un resfriado no le impediría ocuparse de sus deberes, pero sí lo haría todo mucho más molesto. Puestos a elegir, prefería evitarlo.
—Me temo que no... a decir verdad no pensé en ello cuando salí a entrenar... soy un poco desastre.
Más y más protestas que ella no estaba dispuesta a tomar en consideración siquiera, tan así que sencillamente bufó sin molestarse en mirarle. Hasta que luego claro, escuchó la respuesta a su gran pregunta y… Realmente lo que iba a hacer era por mero capricho suyo que porque realmente se sintiese en la obligación de hacerlo.
Sea como fuere, la pelirroja se levantó y caminó hasta la posición del Uchiha para con un movimiento rodearle el cuello con la capa, la cual se tomó toda la molestia de anudar para asegurarse de que se la llevaría bien puesta. Tan solo faltaba que el chico la estirase un poco en cuanto se levantara y ya estaría impecablemente.
—Te la presto —le dijo intentando sonar cordial, aunque falló y una vez más pareció estar sufriendo—. La próxima vez que nos veamos me la traes, ¿bien? —y nuevamente, intentaba ser amable y no lo lograba, por esas cosas prefería no intentar sonreír, no fuese a parecer que estaba despidiéndose antes de morir.
Con todo supuestamente dicho, la kunoichi se volvería a levantar y si nada se interponía en su camino, se retiraría ya que no estaba cumpliendo ninguna otra función allí más que la de estar.
Cuando se le puso la capa por encima y fue consciente de lo que ocurría, se sonrojó. Miró con indecisión a Ritsuko. La chica se limitó a decirle que podía devolvérsela la próxima vez que se vieran con su habitual actitud y tono. Y sin más, se dispuso a marcharse.
El moreno necesitó de unos instantes para reaccionar, sorprendido como se encontraba, pero cuando lo logró, se lanzó como un torpedo con la intención de detener a la pelirroja.
—¡Espera, Ritsuko! —le dijo, poniendo la diestra sobre el hombro de ella, que ya casi abría la puerta— ¿No tendrás tú frío? ¡Además, no me gusta la idea de que tengas que quedarte sin tu capa por mi culpa, aunque solo sea temporalmente! Encima de la has roto por mí...
Suspiró.
—¿Te importaría acompañarme rápido a casa, y así te la devuelvo? Si no estás ocupada, claro...
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