A diferencia de Ralexion, ella tenía algo de abrigo, al menos casi todo su cuerpo estaba cubierto por al menos un poco de tela, pero claro, no era lo suficientemente grueso como para que el frío no le afectase aunque sin dudas estaría mejor que él. Sin mencionar que ni había llegado a sudar con aquel entrenamiento que constó de tres golpes en total.
Pero una vez más, su compañero no se mostró dispuesto a dejarla ir, no tan fácilmente por lo que la atrapó por el hombro, algo que nadie consideraría como brusco, pero que ella por lo menos no se esperaba, por lo que los músculos se le tensaron por un instante y lentamente giró su cabeza, buscando establecer contacto visual con el contrario mientras este le hablaba.
—No hace falta, en serio —le dijo temblorosa—. Además, ya es tarde —añadió abriendo despacio la puerta para revelar que el sol ya se había ocultado.
Y no, no lo sabía realmente, simplemente dedujo que ya sería de noche. Para colmo ella con su pésimo sentido de la orientación seguramente se tomaría varias horas para llegar a su casa así que mientras más rápido se moviera antes llegaría. Si es que llegaba.
Notó como temblaba. Entonces le resultó obvio que quizás el haberla tomado por el hombro así de sopetón había sido demasiado atrevido por su parte, una falta de respeto. De inmediato retiró la mano, devolviéndola a su posición original.
Parecía que no había manera de que las cosas fueran sencillas con esa mujer. Pero para cabezota, él.
—¡Vamos, vamos! —afirmó con seguridad, empujándola— ¡Solo será un momento!
Si la pelirroja de verdad quería irse por su cuenta, tendría que ponerse seria y utilizar toda su fuerza para detener al Uchiha, que no estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta...
Definitivamente Ralexion iba a ser un compañero que iba a sacarle más de una cana a Ritsuko, eso o lograba que superara sus traumas y problemas a la hora de relacionarse con los demás ya que, ahora mismo al no ser capaz de resistirse, estaba siendo arrastrada hacia vaya uno a saber dónde, lo que podía dar lugar a ciertas dudas como por ejemplo, ¿por qué insistía tanto en que le acompañase? ¿será por algo más que solo la capa? Pronto lo averiguarían, a no ser…
—¡Espera! —exclamó intentando mantener el ritmo, aunque al tomarla desprevenida trastabillo y por poco no se fue de cara al piso—. ¡Que no se volver a casa! —confesó al fin, enderezándose y volteando para mirarle con una expresión penosa en el rostro.
Ojos llorosos, dientes presionando el labio inferior, y… Venga, que daba pena cual niña perdida.
—Si no me voy ahora seguro que llego mañana por la mañana —se lamentó en un intento por convencerle.
Paró en seco cuando se le ordenó hacerlo, un poco sobresaltado. Pensaba que la pelirroja, finalmente, se había cabreado con él. Quizás había sido demasiado molesto, pero ahora ya era demasiado tarde como para remediar su curso de acción.
No obstante, no se trataba de nada semejante. En un torrente de sofoco, Ritsuko le reveló que no sabía cómo retornar a su hogar. Ralexion articuló la mayor mueca de incomprensión que había agraciado su cara en toda la velada.
—¿Quééééééé...? ¿Pero entonces cómo te mueves por la aldea...? —decidió no presionarla más, visto que podría romperse en lágrimas en cualquier momento— Está bien, está bien... ¿dónde vives? Quizás pueda guiarte.
Lo había confesado al fin y prácticamente ni el apunte le llevaron, o mejor dicho, no le creyeron en primera instancia, después de todo mucho sentido no tenía que una persona no supiera llegar a su propia casa estando en un lugar donde se pasó toda su vida.
En otras palabras, la reacción del shinobi no la ayudó en lo más mínimo y por como inhaló forzosamente dio a entender que incluso las fosas nasales se le estaban obstruyendo, seguramente de moco.
—No sé —afirmó con un hilo de voz.
¿Cómo se manejaba? Caminando, siempre a alguna parte llegaba y aquellos que la conocían por lo menos podían decirle dónde tenía que girar para llegar, pero a esas horas…
—Siempre voy pidiendo indicación a los que me encuentro pero después me olvido —añadió, esta vez sollozando.
Finalmente ocurrió: la presa localizada en los ojos de la genin no resistió más, partiéndose y dejando así que la atravesaran las lágrimas que hasta ese momento contenían. Ralexion no sabía muy bien qué hacer; dejarse llevar por el pánico ascendía peligrosamente en su lista de prioridades. Inhaló y soltó una potente bocanada de aire, buscando limpiar sus pensamientos y centrarse.
—Está bien, está bien —trató de calmarla—. Escucha, a estas horas hace un frío de la leche en la calle, así que vamos a mi casa, cenamos unos ricos fideos instantáneos y te presto un futón. Por la mañana buscamos tu casa, ¿vale?
Quizás se volvería a dar de cabeza contra una negativa, pero no disponía de nada mejor. Lo que tenía claro es que no soportaba ver a la pelirroja en tal estado y que se sentía dispuesto a cualquier cosa en tal de hacerla sentir un poco arropada. Aunque fuera una gota en todo el mar.
¡Claro! Irse a la casa de alguien a quien apenas conociste hace un par de días siempre es una buena idea, más cuando te ofrece la cena y también un lugar donde dormir. Si, definitivamente es buena idea…
—Pero… —balbuceó frotándose la manga por los ojos para secarse un poco las lágrimas—. Apenas si sabemos nada el uno del otro —dijo dejando en claro que aún era pronto para fiarse tan abiertamente.
Aunque siendo realistas, no había mejor opción, al menos para ella que seguramente no iba a encontrar absolutamente nada sin la ayuda de alguien que la conociera.
Pensó por un buen rato, analizó la situación y finalmente no le quedó de otra que acceder, pero no sin antes suspirar.
—Bueno pero con que me prestes una manta es suficiente —afirmó mostrándose medianamente convencida de lo que decía.
Otra cosa era que lo estuviese realmente, pues iba a pasar la noche en la casa de alguien a quien apenas conocía. «Pero es mi compañero de equipo, no va a pasar nada malo, ¿cierto? »
Ritsuko hizo referencia a lo incómodo de la situación, lo cual llevó al Uchiha a sonrojarse y desmoronar toda la convicción y seguridad que había construído durante su previo monólogo. Como joven en plena adolescencia y completamente saludable que era, sentía una ardiente curiosidad respecto a ciertos aspectos de la vida y sus intrínsecos, pero ni por asomo había relacionado a su taciturna compañera de equipo con ello.
Afortunadamente para él, no necesitó de más palabras para convencer a la muchacha. La situación no era la más deseable y parecía que ella por fin lo aceptaba. «Si todo esto lo hago para echarte una mano... no lo hagas más extraño de lo que ya es...», expresó en su fuero interno, deseoso de afirmarlo en voz alta pero sin intención alguna de empeorar todavía más el humor de Ritsuko, motivo por el que guardó silencio.
—Bien, pues vamos. No me pierdas de vista, si te hace falta, tómame de la mano —bromeó.
Los dos genins abandonaron el dojo. El aire en el exterior silbaba como una bestia enfurecida, azotando sus ropajes. La capa que se le había prestado era cómoda y hacía maravillas a la hora de ayudarle a mantener el calor, a pesar de ir vestido de verano bajo ella. Interiorizó un agradecimiento a la pelirroja y avanzó a buen paso.
Se aseguró de no perder de vista a Ritsuko a lo largo del transcurso del paseo. Temía perderla por el camino y verse obligado a llevar a cabo una desesperada búsqueda bajo la frigidez y oscuridad de la noche.
Eventualmente arribaron a las puertas de la finca que ahora Ralexion llamaba hogar. Se trataba de un modesto edificio fabricado en madera y piedra, similar a muchos otros desperdigados por la villa, que el gobierno de Kusagakure utilizaba para hospedar a shinobis y kunoichis sin otro lugar al que ir.
Nada más que un pequeño edificio de apartamentos, de una sola planta y que albergaba apenas diez habitaciones. Se veía rodeado por un modesto muro que solo servía para separar físicamente el interior del exterior. El portón de entrada, fabricado en madera de ébano, ni disponía de candado o cerradura que lo asegurara. El moreno posó su antebrazo sobre el referido y con un poco de fuerza hizo ceder hacia dentro la puerta derecha. Lo cerró de vuelta cuando ambos pasaron.
Caminaron por la nimia extensión de hierba que llevaba hasta unas escaleras de piedra que subían a la zona con los habitáculos. Se trataba de un pequeño pasillo que ni siquiera estaba parapetado, dando de manera directa al exterior y pudiendo bajar de forma rápida con un simple salto si a alguno no le apetecía usar las escaleras. Caminaron y dejaron atrás una puerta, otra, y otra. Entonces el Uchiha se detuvo frente a la cuarta, que como bien cabía esperar tenía el número "4" tallado en ella.
Sacó de su bolsillo derecho una pequeña llave y la introdujo en el pomo. Con un giro suave la puerta dió de sí y les permitió pasar. Lo primero que Ritsuko podría ver era un pequeño recibidor fabricado en piedra; a la derecha un mueble de puertas correderas, el guardador de zapatos.
—Como si estuvieras en tu casa —le aseguró.
Ralexion tomó la iniciativa. Se quitó las sandalias, las dejó allí mismo y soltó la llave sobre el mueble. Alzó sus pies para sortear el desnivel entre el piso empedrado del recibidor y el parqué del apartamento.
La siguiente habitación se encontraba en penumbra. Con la agilidad del que ya conoce el terreno, el moreno fue y tomó un pequeño reposavelas, modeló su chakra a modo flamígero y le echó el aliento, lo suficiente como para que la vela prendiese.
Solo había una mesa en el centro de la sala. Sobre ella se podía ver un pequeño pero vigoroso bonsai, y los extremos de la susodicha habían sido equipados con una gruesa manta que llegaba hasta el suelo, pudiendo sentarse frente al mueble y ocultar de la cintura para abajo bajo este, resguardándose del frío. Así mismo, la pelirroja podría observar otras dos puertas, en el extremo norte y este, respectivamente, cerradas y que llevaban a lares por ahora desconocidos.
—Parece ser que esta noche tenemos una invitada, Samanosuke —declaró con una sonrisa, "hablando" con el vegetal.
Entonces encaró a Ritsuko.
—¿Entonces, te gustaría comer algo?
Definitivamente Ritsuko no le haría caso a eso último y caminaría a su lado en absoluto silencio, o por lo menos tan silenciosa como pudiera mientras sollozaba. Por lo menos podía mantenerse así y no llorando desconsoladamente, además de que en teoría tendría un buen lugar donde pasar la noche sin morirse de frío.
Fueron unos minutos los que caminaron, no llegaron a consumir una hora completa y llegaron al lugar donde Ralexion residía que… era un edificio de apartamentos, el cual seguía todo el modelo estético de la aldea así que no llamaba en lo más mínimo la atención.
El shinobi la guió hasta llegar a una puerta con un número cuatro escrito en ella, su vivienda según afirmaba y lo demostró al verse capaz de abrir la puerta con la llave. ¿El interior? Completamente normal, no había nada que llegase a llamar la atención.
—Permiso —dijo antes de ingresar.
Tendría que sacarse las botas, ¿verdad?
Aunque la duda fue respondida por el dueño de casa sin mediar palabra alguna.
La chica al ver que el contrario lo hizo, también lo haría aunque tomándose algo más de tiempo. Tomó asiento en el piso y con mucha paciencia se quitó el calzado dejándolo a un lado donde no estorbase a nadie y luego se dirigió a la misma habitación a la que se había ido el contrario.
«Imagino que encenderá alguna vela »pensaba en lo que avanzaba lentamente por temor a tropezar con algo.
Por suerte el chico encendió una vela y por lo visto, estaban en algo así como la sala de estar, con la compañía de un bonsái bastante bonito que cautivó rápidamente a la kunoichi.
—Que bonito —murmuró mientras se acercaba para verlo con mayor detalle.
Pero al final de cuentas, el Uchiha también se había dado el lujo de ignorarla, una de tantas, ya era algo mutuo.
—No, gracias —dijo sin despegar la mirada del bonsái—. Tampoco hace falta el futon, con una manta me basta y me sobra —añadió sin perder la concentración.
Otra historia era que le hicieran caso.
La atención que Ritsuko dedicó a su pequeño trabajo de jardinería le llenó de orgullo. Sonrió de oreja a oreja.
—¿Te gusta? Se llama Samanosuke —explicó, refiriéndose al arbolito—. Es mi compañero de habitación.
Entonces retornó al asunto de la cena. La pelirroja no parecía demasiado para la labor. Sin embargo, él mismo se encontraba hambriento después de un pesado día de mucho entrenamiento en solitario y poca comida entremedias. Por todo ello se limitó a encogerse de hombros.
—Como desees. Yo voy a cenar algo, no puedo más. Dame un momento.
Tras finalizar su monólogo dejó el reposavelas —la única fuente de luz en la habitación— sobre la mesa y se internó en la puerta corredera que se encontraba al este. La dejó abierta, y unos instantes más tarde Ritsuko pudo observar la luz de otro cirio en el interior. Se trataba de la cocina, que solo disponía de una alacena, una mesa de madera alta y un grill a ras de suelo, creado con rocas, para preparar comida caliente al fuego de la leña.
Del interior de la despensa el Uchiha sacó un bol y unos palillos que dejó reposar sobre la mesa. Acto seguido tomó un pequeño circular recipiente de madera y vertió sus contenidos sobre el bol; era arroz, preparado esa misma mañana. Devolvió el contenedor a su antigua posición y se afianzó en su lugar un recipiente, similar a una botella pero de cuello ancho, llamada tokkuri, que contenía sake frío. Lo llevó todo a la mesa junto al bonsai, pero antes de sentarse a degustar su alimento retornó con ligereza a la cocina para tomar un par de pequeñas tacitas fabricadas en arcilla, adornadas con pétalos de color rosa.
—Si cambias de idea y te entra hambre, en la cocina tienes arroz y creo que tengo por ahí todavía un bote de ramen instantáneo que compré en Tane-Shigai. La tetera está en la alacena, puedes tomar agua de la pila que se encuentra en el baño, en el interior de la cocina, a la izquierda, y hervirla para los fideos —le explicó—. Me temo que no me queda té, así que vas a tener que disculparme eso. Si quieres dormir ya, te preparo el futón de inmediato, nada de mantas insulsas. Pero antes...
Vertió el líquido incoloro en ambos recipientes y arrastró el segundo a lo largo de la mesita utilizando la punta de su dedo índice, posándolo frente a la mujer.
»Permíteme el honor de beber conmigo. Es sake frío, hay gente que lo prefiere caliente pero a mí, personalmente, me sabe mejor así. Mi padre lo bebía todo el tiempo cuando era joven, y nos solía dar a mí y a mi hermana cuando dejamos de ser niños. Es gracioso porque allá donde vivía no resultaba extraño ver a jóvenes tomar de tanto en tanto, aquí te miran raro, sufren de unos tabúes morales un tanto extraños... pero bueno, con todo este rollo de ser un ninja hecho y derecho, los comerciantes no me suelen poner pegas cuando me apetece comprar una botella. Lo tomo de vez en cuando, me trae recuerdos de mi hogar.
Amarró con firmeza la copa.
—¡Salud! —y se llevó todo el contenido de esta al gaznate.
De momento había entendido las indicaciones del contrario, sobre cómo prepararse comida si se le antojaba comer algo más tarde, pero si eso llegaba a ocurrir probablemente ya ni se acordaría lo que hacer, así que mejor, se quedaría en su lugar y ya, si le entraba el hambre se quedaría allí mismo sin más para evitarse problemas en caso de romper algo.
—Prepáralo, no lo usaré —respondió berrinchuda y con las mejillas hinchadas de aire.
Esa sí que no se la iba a ganar, así lo tuviese listo y a su alcance, no iba a usar el futón, de modo que el Uchiha pudiera simplemente doblarlo y guardarlo a la mañana siguiente sin la necesidad de limpiarlo.
Ah pero Ralexion había dado de lleno con una de las debilidades de Ritsuko, no en el sentido de que le encantaba la bebida, sino más bien porque no tiene muy buena resistencia al alochol, probablemente por lo joven que era, después de todo sus padres tenían muy buena resistencia, sería lógico que ella también, ¿verdad? O tal vez… nació ebria, a saber si eso es posible.
—Solo una copa… —afirmó acercando la mano con cierto temor.
Había probado el sake, es cierto, pero jamás frío, y en cualquier caso, ella sabe perfectamente lo débil que es así que más de una copa podría suponer cierto riesgo.
De cualquier manera, le daría el gusto de alzar el recipiente y luego dar un sorbito a la bebida. Lo degustó por un momento y luego tragó la bebida, sintiendo un ligero ardor típico de la bebida.
—Sabe bien —afirmó dejando la copa sobre la mesa y con el mismo tono de siempre, que seguramente haría dudar a cualquiera de si realmente le había gustado o no.
Ignoró su cabezonería, sin molestarse en dirigirle palabra alguna. Cuando llegara el momento de dormir le prepararía el futón, se lo tiraría a la cara si era necesario, pero no estaba dispuesto a que pasara la noche sin una comodidad mínima.
Al menos parecía que su alcohol le gustaba. No era en absoluto consciente de que había dado con la herramienta perfecta para camelarse a Ritsuko y así ir derrotando a su negatividad, aunque fuera de forma temporal. Ya se iría dando cuenta, quizás, más tarde...
—¿Te gusta? ¡Me alegro! —afirmó tras dejar reposar su vasito, vacío, sobre la mesa— Toma el sake que quieras, estás en tu casa.
Con todo dicho y hecho, se dedicó un "itadakimasu" a sí mismo y se dedicó a devorar el bol de arroz de una manera correspondiente con su apetito.
Y aunque se lo tirasen en la cara, no lo usaría, una pena, ¿verdad? Aunque ninguno de los dos volvió a tocar el tema y se centraron en otra cosa, la bebida.
Ritsuko aprovechó para esconder las piernas debajo de la mesa, e incluso se tomó todas las molestias de acomodar la manta sobre su regazo asegurándose también de que no hubiese espacios abiertos y que el aire externo no pudiera entrar. Una vez acomodada, se inclinó hacia adelante para apoyar el mentón sobre la mesa. La copa estaba justo delante de sus ojos.
—Gracias —fue lo único que dijo, pero no se mostraba muy dispuesta a seguir con la conversación ni tampoco a beber.
Conocía muy bien su cuerpo como para dejarse llevar por la bebida. Más considerando que estaba en la casa de alguien a quien apenas acababa de conocer.
En menos de cinco minutos el Uchiha ya había terminado con los contenidos del cuenco. Puso los dos palillos, juntos, encima de este, gesto que simbolizaba que había acabado. Él se encontraba sentado con las piernas cruzadas, también resguardado bajo la manta.
Estiró sus brazos hacia el cielo, desperezándose a conciencia, dejando escapar un "nngh" de placentero cansancio. Entonces miró a la pelirroja con curiosidad, que parecía que se encontraba adormilada o deprimida. Probablemente lo segundo. Quizá ambas.
—Oye Ritsuko-san, ¿cómo es que siempre estás así? Nos conocemos desde hace poco, desde luego, pero jamás te he visto sonreír —la interrogó, directo cual flecha.
Entre tanto se puso otro vaso de sake y lo tomó con la misma facilidad que el primero. Le ayudaría a bajar la cena.
Si fuera por ella, ya podría tumbarse a dormir, aunque probablemente sería bueno que se termine la copa, por las dudas de que el Uchiha se sienta afligido o algo similar al despreciarse la bebida. De cualquier modo, la chica tomó nuevamente la copa, alzó por un momento la cabeza y dio otro sorbo al contenido.
Fue entonces que Ralexion, sin ningún tipo de filtro soltó la pregunta del millón, aquella que ella jamás se esperó llegaría, al menos no de alguien a quien apenas conocía.
—Por nada en especial —mintió sin más.
No iba a contarle su vida tan abiertamente, pasado algún tiempo puede que tome la confianza como para hacerlo, pero por ahora no, tendría que conformarse con tenerla de compañera de equipo y poco más.
Incluso la chica restándole absoluta importancia al asunto volvió a apoyarse sobre la mesa, aunque su expresión dejaba muchas dudas, ¿seguía igual de deprimida que siempre o ya le estaba dando el sueño?
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