Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Saki reculó en el sitio cuando Suzume le llamo la atención, sobresaltándose ligeramente con un leve rubor avergonzada. Después, dejó los cubiertos y palillos que había utilizado juntos y algo apartados.
— Si, todo estaba bastante bueno — dijo acompañandolas cuando estas se levantaban, pero fue en otra dirección a ellas. — Podéis adelantaros, yo me ocuparé de pagar. Al fin y al cabo, dije que te invitábamos
Después, se alejaría en dirección a la barra, donde había algún que otro comensal, y un par de trabajadores. Pediría entonces la cuenta, indicando donde se sentaban y de señalar, haciéndolo solo con la mirada. Seguramente tenían apuntado todo lo que habían ido comiendo, pero podria recordarle casi cualquier cosa del pedido si hiciera falta.
Con la aprobación de Saki, Shiba se acercó a Suzume, ya más que preparada para empezar a entrenar. De nuevo, la pelirroja no se estaba quieta, se movía de un lado a otro en el mismo sitio, cambiando el peso de pie y a la espera de que la amejin contestase algo que aún estaba diciendole.
— Entonces, ¿quieres salir ya? Creo que había un parque por aquí cerca. A estas horas no debería haber mucha gente. Mientras no hagamos ninguna locura ni ninguna técnica demasiado destructiva podemos entrenar allí. Bailar ya será más complicado, pero eso ya lo veremos después. También habrá que ver como sales del entrenamiento. Intentaré contenerme pero cuando me emociono pierdo un poco la noción del control. — rio levemente, emocionada. — Pero no te preocupes, evitaré tu cara. No me perdonaría dejarte una sola marca en ella. Y seguramente Saki me mataría por ello si afecta a tu carrera de idol.
No parecía decir nada de ello con mala intención, solo con la más pura emoción que quitaba los pocos filtros que tenía Shiba.
Con plena confianza en la morena, Suzume se estiró un poco y se dispuso a salir. Antes de hacerlo, tomó a Shiba de la mano, sonriente, y la guió hasta afuera. La luz caía y las sombras se alargaban, pero todavía era un buen momento para pasear.
—¡Qué considerada, Shiba-san! Sé que la pasaremos muy bien entrenando. Aunque acepto tus halagos, lo que considero más precioso en mí es mi voz, no mi cara —Aunque estaban en el mismo lugar, esperando a que Saki saliera, Suzume movía su mano de un lado a otro, columpiándola como si estuviesen paseando, llevando la mano de Shiba consigo, como si quisiera darle un pequeño escape de tanta energía contenida —. Dime... ¿Te gustaría... Que cantara para ti?
Abriría una billetera negra y la sostendría a la altura de estómago, pasando los dedos entre una gran cantidad de billetes de alto valor, lo que seguramente llamaría la atención de quien estaba pendiente de cobrarla.
— M-Me ha gustado todo — dijo con total sinceridad.
Suzume le hacía presión para que se relacionara con otra gente, de la mejor manera que pudiera. Ella siempre decía que lo importante era la sinceridad, pero que si no tenía nada bueno que decir, era mejor que no dijera nada. Tampoco es que Saki fuera capaz de hacerlo, pues lo único que hacía cuando hablaba era reafirmar hechos y actos. Por suerte para ella, ser sincero jugo en su favor aquel día.
— Quédese el cambio — respondió alzando una mano cuando fue devolverle algunos billetes y monedas, y después se despidió con gentileza, dejando una generosa propina que tal vez no volvieran a ver nunca, o en muchísimo tiempo.
Salió a la calle junto a las dos chicas, que parecían estar hablando algo, guardando su cartera en el bolsillo interno de su abrigo, a la altura y lado del corazón. Después deslizo los dedos un poco más abajo, donde guardaba su paquete de tabaco. Le apetecía, pero cuando sus dedos rozaron el cartón, recordó la queja de Suzume, acompañada del comentario directo que Shiba hizo como adorno. Separó los dedos entonces, y solo se dio un suave manotazo al abrigo como intentando quitar algo de polvo, dispuesta a acompañarlas a donde quisieran. Se terminó de ajustar de nuevo sus guantes de cuero negro, así como acomodar la espada a la cintura.
Era de noche, pero todavía no era una hora muy avanzada, así que si querían podían ir a hacer algo.
—¡Qué considerada, Shiba-san! Sé que la pasaremos muy bien entrenando. Aunque acepto tus halagos, lo que considero más precioso en mí es mi voz, no mi cara
De todas las cosas que habían llamado a Shiba a lo largo de su vida, considerada había sido la más rara. De hecho, dudaba que hubiese habido más veces que aquella misma. Dejó que Suzume la cogiese de la mano y la arrastrase fuera sin resistirse, es más, ella misma le igualaría el ritmo.
— Dime... ¿Te gustaría... Que cantara para ti?
Por primera vez desde que se habían conocido, Shiba se sonrojó. Tal vez fuese por la forma en que Suzume lo había dicho, o que fuese una idol proponiendole cantar o que estuviesen cogidas de la mano, o todas ellas. Finalmente, sonrió y asintió con energia.
— ¡Claro! Pero no importa lo bien que lo hagas, vamos a entrenar igual antes de bailar. — no perdió en ningún momento la sonrisa mientras le recordaba aquello a Suzume.
—Si pudieras volar —comenzó, mirando a Shiba a los ojos —sé que ya no volverías~ No te interesa más~ que el azul, el azul el cielo surcar~
Suzume dió una vuelta bajo el brazo de Shiba, como abriendo una rutina de baile.
—Aún te falta aprender lo que es el dolor~ y entenderás el pesar que llevas en tu interior~ Todas esas emociones en el corazón~ hay que expresarlas no debes temer~
Vio a Saki al fin salir del establecimiento y sacudir su abrigo. Suzume soltó momentáneamente a Shiba y fue hasta la morena.
—Si al despertar~ te sientes en~ un mundo irreal~ diferente~ abre tus alas y a volar debes marchar~
Suzume tomó a Saki de la mano y tiró juguetonamente para llevarla hasta la pelinaranja. No tomaría un no como respuesta.
—Si pudieras volar, sé que ya no volverías~ Entre las nubes vas~ Soñando, soñando en que lo harás~ —Llegaría hasta Shiba y tomaría su mano también, llevando a cada chica con una mano diferente —Si buscas sin cesar~ lo encontrarás algún día~ sigue intentándolo~ y el azul, el azul cielo surcar~ Y el azul, el azul cielo surcar~
Suzume estaba cantando y bailando tímidamente en plena calle, puede que Shiba tuviera una sensación distinta, pero Saki se quedó mirándola como una polilla que iba directa hacia la luz. Para ella no había nadie más, ni nada más en toda la calle. Solo Suzume cantando entre las dos, con elegancia y una melodiosa voz. Para cuando se dio cuenta ya era demasiado tarde, y había sido cogida de la mano por parte de esta, haciendo de puente entre Shiba y Saki.
La primera reacción de la morena fue mirar sus manos, después subió hasta los ojos de Suzume, y finalmente puede que acabara haciendo contacto visual con Shiba. Finalmente, le siguió una nerviosa mirada que parecía buscar algo por el suelo, adornado de un suave rubor en sus mejillas.
Y de repente, Suzume se vino arriba. Siempre había estado un paso por encima de las personas normales, dos por debajo de Shiba, en cuanto a energia se refería. Más bien desprendía una ilusión dificil de catalogar. Sin embargo, al empezar a cantar, se acentuó notablemente el brillo natural de la pelirroja. Como si su voz fuese un faro que iluminaba el oceano de su hermosura. Clavó sus ojos en ella y no volvieron a separarse en lo que duró la canción, ni después.
Suzume se movía por el lugar sin dejar de cantar y agarró a Saki que acababa de salir y la trajo hasta Shiba, para después agarrar su mano también y seguir bailando y cantando. Shiba seguiría los movimientos sin abrir la boca para nada más que no fuese sonreir. Finalmente, cuando Suzume diese por finalizada la actuación, soltaría su mano para aplaudirle.
— Es impresionante, Suzume-chan. ¡Cantas todavía mejor de lo que esperaba!
Suzume sintió un estallido de felicidad al ver a Saki sonrojarse, aunque fuese un poquito. ¡El precioso paisaje invernal se tornaba en una magnífica primavera! Y los aplausos de Shiba le imbuyeron de mucha más energía. ¡Un sol radiante y caluroso que le iluminaba!
—¡Gracias, gracias! —dijo con reverencias —. ¡Son un hermoso público! ¡Mua, mua! —les lanzó sendos besos como quien los lanza a una audiencia —. Me alegra tanto que les haya gustado, Saki-senpai, Shiba-san. ¡Puedo cantarles cuando y cuanto quieran! Pero sólo para ustedes dos será gratis, ¿Ok?
Haciendo una V con dos dedos, les guiñó un ojo y les sacó la lengua juguetonamente.
Los últimos gestos de Suzume, hicieron que mantuviera un poco más ese suave rubor en sus mejillas.
— S-Si, ha estado muy bien — dijo intentando centrarse.
Ya iban dos veces que la música de Suzume le hizo sentir algo extraño, como una descarga eléctrica que le recorría el cuerpo entero y una extraña sensación de hormigueo en el estómago. ¿Le había sentado mal la comida? No, definitivamente no era eso. Era la misma sensación que cuando la escucho cantar por primera vez.
— ¿Hay algún lugar despejado por aquí cerca, Shiba? Es algo tarde igualmente, asi que no deberíamos alejarnos demasiado de los edificios — añadió pasando una mano por la manga de su abrigo, dejando ver un pesado y caro reloj bañado en colores plateados en el cual miró la hora para posteriormente volver a ocultarlo, para después mirar a Shiba a los ojos directamente.
— Me alegra tanto que les haya gustado, Saki-senpai, Shiba-san. ¡Puedo cantarles cuando y cuanto quieran! Pero sólo para ustedes dos será gratis, ¿Ok?
Shiba se quedó sin palabras. Dejó su mirada clavada en Suzume y su mente se apagó casi por completo. ¿Cómo podía ser tan hermosa? Siempre le había dado la sensación de que había límites puestos por las diosas a cuan hermoso puede ser algo, pero la pelirroja parecía haber destruido todos los limites.
No fue hasta que Saki la mencionó que volvió a la vida.
— ¿Hay algún lugar despejado por aquí cerca, Shiba? Es algo tarde igualmente, asi que no deberíamos alejarnos demasiado de los edificios
— ¿Eh? Ah. — dio un par de vueltas sobre sí misma para mirar los alrededores y se quedó unos segundos pensante. — Hay un parque por allí, no creo que haya nadie ahora. Mientras no hagamos ninguna locura, creo que podremos entrenar bien.
Señaló el camino que solía seguir hasta su posada, había visto el parque al lado del camino casi cada día al volver, así que sabía bien donde estaba.
Saki se veía tan linda sonrojada. ¡Ojalá Suzume pudiera verla así más a menudo! Y la mirada de Shiba... ¡Suzume sentía que ardía de tan solo sentir sus ojos fijos en ella! El rubor no se iba del rostro de la pelirroja, quien se puso a juguetear con un mechón de cabello en lo que escuchaba atentamente la pregunta de la morena y la respuesta de la pelinaranja.
—¡Te seguimos, Shiba-san! ¡Enséñanos! —dijo con de lo más animada —. No creo que destrocemos un parque entre las tres, ja ja ja...
Saki no fue la única que se quedó observándola como una polilla ante una radiante y bella luz, Shiba también parecía haberse abstraído por completo escuchando y viendo bailar a Suzume. La idea de un parque despejado era más que válida, hubiera sido mejor un descampado algo vacío; pero Suzume acababa de empezar a emplear su chakra y habilidades, por lo que no podía causar una gran destrucción. En todo caso, la que era peligrosa era Shiba, de la cual conocían desde aquella misma mañana, pero no se sentía como una amenaza.
— Supongo que te contendrás, pero ten cuidado igualmente, Shiba-san. Suzume apenas lleva un tiempo en la academia — dijo caminando a su lado, y mirándola de reojo, para posteriormente hacerlo con Suzume. — Si es demasiado o no puedes continuar, dilo, ¿vale?
Continuaría avanzando allá por donde Shiba les indicara, hasta llegar al mencionado parque.
—¡Te seguimos, Shiba-san! ¡Enséñanos!. No creo que destrocemos un parque entre las tres, ja ja ja...
Destrozaría un parque ella sola. Tal vez ni siquiera necesitase estar consciente para ello, además. Pero Shiba solo sonrió e hizo un gesto para restarle importancia.
— ¡Claro que no! Es por si acaso.
Intentó tranquilizar a ambas, que parecía que iba a reventar toda la ciudad con Suzume en medio, nada más lejos de su intención. Que era enseñarle a Suzume que podía reventarle en medio de la ciudad.
— Supongo que te contendrás, pero ten cuidado igualmente, Shiba-san. Suzume apenas lleva un tiempo en la academiaSi es demasiado o no puedes continuar, dilo, ¿vale?
— No te preocupes, Saki-san. Tengo hermanos pequeños y no he matado a ninguno todavía. — aseguró Shiba con total confianza.
El dato que no tenían las kunoichi de la tormenta es que no les había vuelto a ver desde que se volvió ninja. Shiba solo sonrió y las llevó al parque.
El lugar en cuestión tenía varias atracciones para los niños: columpios, un tobogan... Pero también tenía un enorme arenal. Seguramente pensado para que las chiquillas se pusiesen a hacer castillitos o algo así. Pero le iban a dar un uso muy diferente.
Shiba saltó dentro sin pensarselo dos veces, hundiendose unos milimetros en el arenal.
— Venga, Suzume-chaaaan. Juguemos. — le dijo Shiba sonriente, estirando en el arenal.
—Me alivia mucho que digas "todavía". —soltó una risita.
Se metió al arenero junto con ella y comenzó a mover sus brazos, piernas y cuellos para calentar un poco. Se preguntó si Shiba necesitaría calentar en serio antes de ejercitarse. Supuso que no. También se preguntó si la pelinaranja le "rompería como una ramita seca". Y se emocionó.
—Por supuesto, senpai, no soy tan orgullosa como para no admitir la derrota. Si es que la hay —le contestó a la morena, tomando una posición de combate —. ¡Venga! ¡MUACK!
Hizo un par de sellos y le lanzó un beso a Shiba, aunque en realidad fue una nubecilla de vapor que, de alcanzarle, le irritaría el rostro [-10PV]. Se acercaría corriendo, con un poco de torpeza por la arena, para lanzarle una patada al estómago [-13PV].
PV:
85/85
– CK:
69/75
–
-6
–
¤ Hitai-ate [Protección 7PV)] (a la cadera)
¤ Portaobjetos básico[Capacidad 7/10](en el muslo derecho), dentro el cual:
- Daños: 10 PV - Efectos adicionales: Ceguera por un turno, irritación intensa en nariz y boca (en caso de recibir el impacto en la cara) - Sellos: Pájaro → Serpiente - Velocidad: Muy rápida - Alcance y dimensiones:
4 metros (multiplicado x1)
7 metros (multiplicado x2)
El usuario lanza desde su boca una nubecilla de vapor a presión hacia un enemigo, la cual estalla en un «puf» al chocar con algo, o se dispersa inofensivamente al exceder el alcance. Esta técnica no hace mucho daño, pero sí produce un intenso ardor en el sitio donde impacte. Si golpea en el rostro, cegará al objetivo por un tiempo breve, y le dejará un horrible sabor agrio en la boca. Esta técnica no deja secuela alguna, y el dolor se va al cabo de un rato.
"Haz que las luciérnagas bailen ♪ Y que brille la luna plateada ♪ entonces bésame ♪"