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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
«Si, definitivamente no fue para tanto.»

Una serpiente se lo había tragado entero. Aquello resultaba algo que estaba muy fuera de lo común, pero sin duda sería una historia digna de contar. Todo lo sucedió le recordaba aquella antigua leyenda que narraba cómo un hombre que pensaba podía escapar de sus pecados era tragado por una ballena a modo de castigo y solo cuando se reconcilió con los dioses fue que logró emerger de la misma.

Yo... Lamento haberme puesto así. —Dijo de repente, mientras su compañero recordaba todas las historias en las que alguien era devorado vivo.

No hace falta que te disculpes, me has salvado —le aseguro a la distancia—. Además... Fui yo el que bajó la guardia y dio cabida a que esto sucediera.

El Ishimura vio el enorme cadáver de la bestia, que a pesar de ser delgada era en extremo larga. No pudo escapar de una creciente sensación de repugnancia al imaginarse cómo debía verse desde el exterior, como un bulto deforme y tembloroso que sobresalía del vientre de aquella enorme serpiente. Pasó su mirada fugazmente hacia su compañero, y entonces agradeció que estuviera ahí para literalmente rescatarlo de las fauces de la muerte.

«Realizó un excelente trabajo acabando con ella.» Fue lo que juzgo al ver las heridas en aquel feroz pero ahora inerte reptil.

Tatsuya aprovechó el breve descanso para comenzar a dar mantenimiento a su arma, labor que parecía calmarlo. Mientras tanto, el anciano se mantenía cerca de ellos a la vez que se aseguraba de que todo en su gran mochila estuviese en orden. Viéndolo de cerca se podría notar que no lucía impresionado por la criatura de sangre fría que les atacó, seguramente ya habría visto muchas cosas similares en el tiempo que llevaba en aquel sitio.

«Me pregunto… ¿Cómo habría reaccionado de habernos encontrado con un jabalí idéntico al que Tatsuya y yo enfrentamos?»

Uff, ya me siento mejor, ¿cómo estás tú Kazuma-san? —Mostraba una cara de preocupación por el de ojos grises.

Estoy bien, así que ya puedo continuar. —Se levantó para mostrarle que estaba en buena condiciones.

Nunca creí que un día terminaría lanzándome directo a la boca de una serpiente, literalmente —Esa maniobra desesperada le pudo haber salido muy caro, pero para su suerte no fue así—. Aunque quizás tenías razón, no era tan peligrosa como "El Rey del Bosque" —Sonrió.

Yo nunca pensé pensé que me descuidaria tanto como para que una me comiera —en aquel momento se recrimino a sí mismo por lo sucedido—. Y es una suerte que no me equivocara, si aquel monstruoso jabalí hubiese sido quien me tomara por sorpresa...

El tiempo apremia, jóvenes —les interrumpió el anciano que ya estaba listo y dispuesto a continuar con la marcha—. Además, ya estamos cerca de nuestro objetivo.

El joven de cabello blanco volvió a tomar la mochila y se dispuso a seguir los pasos del hombre que les estaba guiando. Por alguna razón sentía como si el equipaje fuera más pesado, pero probablemente se trataba del hecho de que aún no se había recuperado por completo, pues luchar en el interior de aquel animal le había dejado bastante cansado.
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"Si hubiera tenido que enfrentarme sólo a algo igual al jabalí ahorita mismo estaría muerto"

El micólogo interrumpió la conversación de los muchachos para presionarlos, estaba muy impaciente a pesar de que acababan de sufrir el ataque de un monstruo. Tatsuya se enojó un poco, le molestaba la actitud del viejo cascarrabias pero no tenían más opción que dejarse guiar por él ya que era el único que podía sellar el oro de los demonios. Aunque eso no le impidió a Tatsuya cruzar los brazos y bufar mientras volteaba la cara para mostrar su malestar, no era propio de él comportarse hostil con la gente, pero llegan momentos en los que no puede mantener la compostura.

-Esta bien, pongámonos en marcha- Dijo molesto.

Cuando siguieron su camino pudo notar que Kazuma estaba quedándose un poco rezagado, ya habia notado antes que le costaba moverse por el bosque pero ahora que se encontraba fatigado por la pelea su paso se habia lenteado aún más. No podían descansar para que el Ishimura se recuperase porque seguramente el viejo pondria algún pretexto. Ante esta situación Tatsuya lo mejor que podía hacer era llevar el equipaje lo que restaba de camino, además que así el de Uzushio podría moverse mejor.

-Kazuma-san, déjame llevar la mochila el resto del trayecto- No era por creer que el Ishimura no podía sino porque quería ayudarlo. -No seas testarudo, además yo también quiero colaborar en lo que sea posible-

Durante el resto de camino las cosas transcurrirían sin complicaciones, excepto por la típica vegetación que les había obstaculizado el paso desde un inicio. Quizás lo único que estaba fuera de lugar era el silencio y la oscuridad en la que se encontraban, su única compañia eran los pacientes y enormes hongos. Hubo un momento en que en el sendero empezaban a mostarse los indicios de que estaban cerca de su destino, plantas marchitas empezaban a dibujarse en la senda mientras el rastro de insectos y algunos pájaros y roedores muertos les daban la fría bienvenida.

Pronto la luz los alumbraba de nuevo, pero no era un resplandor cálido, sino más bien un presagio de algo fúnebre. Ahí estaban nuevamente en aquel claro alfombrado de negro donde la muerte reinaba, el olor a putrefacción se había escapado y era perceptible al nomás acercarse. Y justo en el centro se encontraba aquella vieja choza donde se originó todo el mal.

-Aquí...- Se abstuvo de comentar algo más.

Dentro de esa cabaña estaba el cadáver de la que en vida fue la aprendiz del señor Sentaro, Tatsuya no sabía cómo iba a reaccionar el señor Sentaro si la viese, y tampoco quería decir nada pues ya había visto cómo se entristecia por ella. Sólo le quedaba esperar a que le hombre cumpliese su labor y eliminara por fin a la macabra peste.
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~Ausente los fines de semana~
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El cuerpo del joven de cabellos blancos comenzaba a sentirse más fatigado con cada salto que se veía obligado a dar. Para su desgracia, la sensación que tuvo al sumergirse por primera vez en el bosque se estaba repitiendo, el molesto calor, la plaga de insectos y el follaje que seguía determinado a no permitir que nadie se adentre al corazón de aquel sitio. En cierto punto resbaló, sobre el sombrero de una seta, y estuvo a punto de caer y darse un buen golpe, pero logró mantenerse a salvo enviando bastante chakra a sus pies y manteniéndose firme.

Kazuma-san, déjame llevar la mochila el resto del trayecto. —Con toda seguridad vio aquella casi caída y se apiado de su compañero.

Vamos, no soy tan torpe como para no poder con una mochila. —En realidad si se sentía bastante torpe, pero admitir que necesitaba ayuda para algo tan trivial le resultaba incomodo.

No seas testarudo, además yo también quiero colaborar en lo que sea posible. —Le reclamó para que le cediera el paquete.

Está bien, ahí tienes —le arrojó la mochila e inmediatamente sintió un alivio y una soltura considerables—. Gracias…

Continuaron su marcha a través del bosque de hongos hasta que por fin llegaron al sitio que estaban buscando.

El lugar lucía exactamente como la primera vez que lo vieron, como un pequeño claro plagado de muerte y rodeado de silencio. Lo único diferente era aquel olor a putrefacción que inundaba el aire y los cuerpos de algunos pequeños carroñeros que se habían acercado en busca de comida, mapaches, zorro y varias aves. El rostro del anciano se torció en un gesto que denotaba tanto desconcierto como horror en su más pura expresión. Se arrodilló y examinó el límite del círculo. Del suelo tomó un puñado de tierra que en su mayoría eran los caparazones secos de miles de insectos muertos.

Ya que estamos aquí ¿Cómo se supone que sellara los hongos? —Lo del sellado sonaba muy practico, pero tambien era dificil de entender.

Utilizare un sello ardiente —vio el desconcierto en el rostro del joven—, incinerare toda la zona hasta el punto de que incluso las bacterias mueran. Debo asegurarme de que tanto el aire como la tierra queden purificados.

Ya veo… —se le notaba impresionado—. En la cabaña aún quedaban algunos documentos, yo debería ir a sacarlos antes de iniciar.

Yo lo haré, ustedes no tienen la protección adecuada para pasar entre los Onikin. —Ciertamente, el traje del anciano tenía varias capas de malla y cuero tratados con químicos especiales.

¿Estará bien? —Le preguntó—. Luego de leer el diario… Puede que sea demasiado para usted.

¡No seas condescendiente, muchacho! —rugió molesto—. No importa lo que pase, soy el guardián del Bosque de Hongos y no vacilaré al cumplir con mi deber.

Sentaro les dio la espalda y procedió a caminar aquel corto tramo hacia la cabaña, lugar donde se reuniría por última vez con Hitomi.
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¿Sello ardiente? Hmmmm... Eso suena raro, bueno yo no se nada de fuinjutsu así que mejor no digo nada...

Estaba confuso respecto al tema, no entendía el porque simplemente no los quemaba de una manera normal, pero el experto era el micólogo y el sabía lo que hacía. El Ishimura se ofreció a traer los demás documentos pero pronto se vió frenado por el guardián del bosque argumentando que el territorio era peligroso para los dos shinobis. No les quedaba de otra que quedarse fuera de los bordes esperando que el científico hiciera lo suyo. Tatsuya quería ayudar, pero ya no había nada más que el pudiera hacer en esos momentos.

-Nos tocará quedarnos esperando, ni modo- Suspiró tras decir aquello.

El anciano se acercó a la cabaña y se le veía dubitativo, pero tras unos instantes decidió entrar. Tatsuya no se podía imaginar que estaba pasando por la cabeza del micólogo pero sí que podía visualizar la escena. Aún no podía olvidar la tétrica imagen del cadáver descompuesto con esas oscuras cuencas vacias, la primera vez que la vió le afectó mucho y al recordarse de la escena le daban escalofríos. Pero pensaba que para el señor Sentaro debía ser una sensación más triste al saber que se trataba de una antigua y querida alumna.

-Él es un hombre fuerte, a pesar de lo lamentable de la situación él supo sobreponerse a ella para venir aquí y sellar los hongos- Comentó serio. -Está decidido a proteger a su pueblo, sin importar que él mismo ha de estar sufriendo mucho más de lo que nos ha dejado ver- Entonces empezó a caminar por el borde, de un lado a otro con los brazos cruzados pero sin alejarse más de dos metros.

-¿Sabes?- Se paró para mirar al Ishimura. -Hace tiempo una persona me dijo que yo un día encontraría a alguien por quién morir, y ese día yo encontraría un motivo para luchar...- Su mirada en esos momentos parecía haberse iluminado. -Al ver a Sentaro-san creo haber comprendido lo que me dijo aquella persona, pero no sé si yo algún día tendré ese mismo valor- Finalizó.

El valor de arriesgarse por los demás... Una persona es capaz de ayudar a otras por compasión o bondad, peró sólo unas pocas están dispuestas a sacrificarse de corazón. Tatsuya dudaba aún, pero tarde o temprano terminaría eligiendo un camino.

-¿Cúal es tu motivo para luchar?- Se veía interesado de pronto. -¿Porqué te convertiste en shinobi?-
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~Ausente los fines de semana~
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Sentaro se encaminó hacia la cabaña con una expresión férrea pero con toda una tempestad de sentimientos bajo su piel. Podía apreciar la puerta abierta, pero en el interior la oscuridad gobernaba y le impedía ver más allá de la entrada. El calor era agobiante y el enorme peligro le rodeaba en forma de aquello hongos malignos.

«Hitomi…» —Fue lo único que acudió a su mente en cuanto llegó a la choza y entró en ella…

Hitomi… —gimoteo, pues en cuanto vio aquel cadáver no le quedó duda alguna de que se trataba de su alumna—. Siempre dije que te cuidaría ti y al pueblo, pero al final… Al final has sido tú quien ha perdido la vida buscando la manera de protegernos.

Podía observar en aquellas cuencas vacías, no la muerte que había sufrido, sino la vida que había tenido. Recordaba aquellos brillantes e inocente ojos ambarinos el primer día que fueron hacia él, suplicando que le enseñara todo lo que sabía. Tan talentosa e inocente que logró conmoverle hasta lo más profundo de su ser.

Recuerdo… —aseguro con la voz quebrada—. Recuerdo que siempre me hablabas con pasión sobre la manera en cómo el conocimiento podía ser usado para ayudar a los demás y para defenderse a uno mismo… —acercó su mano hacia ella, pero la capa de hongos que la cubría le hizo retroceder—. Hasta el final y sin importar nada te mantuviste luchando por nuestro bien, sola, pero determinada a cumplirnos.

Al final… No podrás cumplir con lo que habías prometido —las lágrimas se volvieron raudales en su rostro—. ¿Qué sucedió con aquello de que esperarías a mi nieto? Me dijiste que esperarías a que volviera de su viaje y cuando le demostrarás todo lo que habías crecido… Que entonces… Qué entonces le confesaría lo que sentías por él —se acercó a ella, lo suficiente como para que las lágrimas cayeran sobre su regazo—, y que entonces él podría ser el guardián del bosque de hongos sin vivir en aquella profunda soledad que siempre maldijo a los de mi linaje…

»Aquello me había hecho sentir lleno de dicha… Pero ahora… ¿Cómo le recibiré? ¿Cómo le diré que tú ya no estarás para él? —Se permitió caer de rodillas y dejar salir todo lo que le dolía, al menos por una vez en su vida.
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Kazuma yacía escuchando las palabras de su compañero y la manera en que estas formaban una imagen de quién era aquel muchacho y que era lo que deseaba. Sus motivos parecían honorables y sinceros, pero a la vez se mostraban como algo muy difícil de entender. Entendía el valor de ayudar a los demás, pero consideraba terrible el encadenar su voluntad de vivir a alguien más que así mismo.

¿Cuál es tu motivo para luchar? —Se veía interesado de pronto—. ¿Por qué te convertiste en shinobi?

¿Porque? —se planteó a sí mismo—. Es algo difícil de responder, pues mis motivaciones no corresponden a nada asociado con la nobleza, la gloria o el honor —aseguro con una sonrisa pesarosa—. Se podría decir que solo soy un chico que busca su propia definición de justicia a través del conflicto, pero no lo malinterpretes… Solo lo hago por satisfacción personal, no porque el mundo o la gente lo necesite.

Así era como lo sentía; Era el tipo de persona que acabaría con un grupo de bandidos que azotan un pueblo indefenso. Pero jamás lo haría por el bien que representaba ayudarlos, si no por el desafío implicado en socorrerlos. Por la satisfacción de personal de acabar con quien hacía el mal. ¿Aquella forma de ser lo convertía en algo diferente a un verdugo? Puede que no, pero era el camino que había escogido y el que más disfrutaba.
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-¿Justicia? ¿satisfacción?- Tatsuya se sintió bastante extrañado con esa respuesta. -No sé si mi visión del mundo es muy reducida o que pero... No logro entender lo que me díces- Le resultaba extraña la forma en la que Kazuma separaba los conceptos. -Digo, a mi manera de ver las cosas, siempre me he sentido muy bien cuando veo a alguien más ser feliz, claro no estoy diciendo que tú tengas que pensar igual que yo, sólo digo que se me hace raro-

En definitiva era diferente a cualquier cosa que hubiera escuchado antes, en especial porque él decía buscar su propia verdad, no algo que le hubieran enseñado. La justicia es algo muy ambiguo, por lo general se enseña lo que todo es blanco y negro, pero cuando uno toma consciencia de la realidad se da cuenta de que existe un gris en medio de tales circunstancias, tras lo cual surge nuevamente un conflicto por ver quién lleva la razón.

-Muchas veces se nos dice que la justicia es castigar al malo, pero, ¿quién es el malo en realidad?- A pesar de todo en su voz se denotaba un poco de inocencia al hacer esa pregunta. -¿Quién decide que es correcto y que no?- Aquello se lo había preguntado a él mismo varias veces sin hallar respuesta.

-Recuerdo que durante mucho tiempo se nos dijo que Kusagakure era nuestro enemigo, que debíamos reclamar lo que era nuestro no por venganza sino por justicia por todo el mal que le hicieron al País del Río... pero, ¿escondernos y tramar una guerra era la mejor manera de hacerlo?-

» Al final el Zorro de las Nueve colas terminó acabando con Kenzou, pero si lo pensamos el tenía sus motivos para querer ayudar a su aldea, es sólo que ante los ojos de los demás no era correcto- Se dió la vuelta mientras miraba fijamente hacia la choza. -Yo nunca me sentí feliz de que desapareciera Kusa, por más que quisieran obligarme simplemente no puedo sentir odio... Puedo enojarme cuando alguien lastima a los demás, pero soy incapaz de sentir rencor-

Una vez más dirigió su mirada a Kazuma, tenía sentimientos encontrados y en sus ojos se veía reflejada esa confusión. Por una parte sentía orgullo por su tierra y su hogar, pero por otra sentía frustración al ver cómo la gente se enzarzaba en luchas de poder sin sentido.

-¿Qué es esa justicia que buscas?- Lucía intrigado. -¿Qué te llevo a buscarla?- Añadió.
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¿Qué es esa justicia que buscas? —Lucía intrigado—. ¿Qué te llevó a buscarla? —Añadió.

Cazar a los fuertes que utilizan su poder contra los débiles, vencerlos en combate y ajusticiarlos con mi espada, esa es mi justicia —aseguró con determinación absoluta—. Ser leal solo a las definiciones que emanan de mi corazón y no dejar que las creencias ajenas contaminen mi espíritu, esa es mi motivación.

Aquella era la respuesta que siempre había dado el Ishimura; Su maestro le había hecho la misma pregunta en muchas ocasiones pero su resolución nunca cambio. El joven de cabello blancos no era como los demás que tenían dudas sobre qué hacer, pues él escuchaba directamente a su corazón, razón por la cual jamás arrastraba remordimiento por su acciones.

Claro, eso es solo una forma poética de decir que soy un anarquista, según la sociedad —aseguro mientras levantaba la vista al cielo—. Lo cierto es que he hecho muchas cosas que podrían ser consideradas tanto piadosas como crueles, he segado vidas y también las he salvado, pero por sobre todo he seguido mis creencias y he recorrido un sendero que me otorga libertad y del cual no me arrepiento.

En cuanto dijo aquello el anciano comenzó a salir de la cabaña mientras cargaba un montón de documentos. Por alguna razón su rostro se veía mucho más demacrado que cuando entro, más cansado y viejo también. Para ambos jóvenes era obvio que aquel terrible reencuentro había sido demasiado para él.

Iniciare el sellado —Aviso con voz neutra—. Será mejor que se mantengan al margen, pues todo lo que está en el claro será incinerado.

Kazuma estuvo a punto de preguntar por la muchacha, creía que al menos merecía ser enterrada, pero cuando su boca se abrió se quedó en silencio. Su idea era algo que por más que quisieran no podrían realizar. Aquel cuerpo estaba infestado de onikin, por lo que enterrarla en alguna otra parte sería una absoluta locura. Resultaba algo cruel, sobre todo para aquel anciano, pero él sabía que por lo menos sus cenizas serian asimiladas por la tierra que tanto quiso proteger.

Estaré ausente y vulnerable durante la purificación —caminó hasta al borde exterior y se puso de rodillas mientras colocaba sus manos sobre el suelo—. No sé qué pueda pasar, pero… Protéjanme hasta entonces.

En cuanto dijo aquello cerró los ojos y permitió que su chakra comenzara a fluir. Agradecía a quien hubiese creado tan formidable barrera pues al activarla no tendría que realizar una nueva fórmula para el sellado sobre el terreno, sino que bastaría con modificar la ya existente. Sobre la tierra se podía percibir como extrañas líneas carmesí se comenzaban a expandir de un lado a otro de la circunferencia. Así pasaron unos minutos y aunque aún no se podía ver nada, la temperatura de la zona comenzó a subir.

¿Qué es eso? —Algo extraño ocurría. Los hongos comenzaron a llenarse de pústulas que reventaron y expulsaron enorme cantidades de un gas amarillo con un olor similar a la brea.

Ya me esperaba algo como esto del Oro de los demonios —bramó el anciano—. Al parecer esta sepa recuerda la técnica de sellado que fue usada en el pasado y a modo de defensa ha comenzado liberar grandes cantidades de esporas —su rostro denotaba gran preocupación—. Tendremos compañía, así que prepárense y no me dejen morir o todo estará perdido.

Sentaro volvió a sumirse en su trance, desarrollando el sello de la forma más rápida y efectiva posible. Por su parte los jóvenes debían de ponerse en guardia, pues en los alrededores se comenzaban a escuchar ruidos perturbadores. Se trataba de todos los animales que había consumido los hongos. Aquellas esporas eran una especie de neurotransmisor que les indicaba que protegieran su demoníaco alimento.

«Esto me da mala espina.»

Razón tenía de temer pues con el viento que hacía todos los animales en un kilómetro a la redonda estarían pronto ahí. Primero serian solo criaturas pequeñas, conejos o mapaches, pero luego comenzarían a llegar las grandes bestias. Lo peor de todo es que no sabían cuánto le tomaría al micólogo el terminar, pero si sabían que no podrían irse hasta entonces.

Me parece bien —aseguro mientras desenvainó a Bohimei—. Recibiré a cualquier visitante indeseado con la espada en alto.
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Tatsuya escuchó cada palabra, y cada palabra lo hacía sentir más y más admiración. Él tenía una meta clara, y la única voz que lo haría cambiar de opinión seria la de su propio corazón. No podía reclamarle nada a alguien cuya convicción estaba libre de prejuicios. Con una voluntad tan grande para alguien de su edad, Kazuma era sin duda un shinobi hecho y derecho. "Demonios, empiezo a creer que soy la única persona sin nada por lo cual seguir adelante" A pesar de que Tatsuya es alguien que se apega bastante a las normas respetaba la forma de ver el mundo del Ishimura.

-Me das envidia- Dijo como resignado -Me duele ver gente fuerte como tú y no poder igualarte... "yo quisiera librarme del destino que me impusieron"

Pronto el anciano salió de la cabaña con un rostro diferente, un rostro demacrado contrario a la seguridad de antes, Tatsuya imaginó lo doloroso que pudo haber sido el encuentro con su vieja alumna. Pero antes de que pudiera intentar preguntar si se encontraba bien el hombre empezó con los preparativos para la ejecución del jutsu. Unas extrañas fórmulas de sellado empezaron a dibujarse en el suelo del lugar y el brillo rojo provocó una extraña reacción en los hongos liberando unas extrañas esporas que se empezaban a esparcir rápidamente.

El Ishimura preguntó de que se trataba y el hombre dió una explicación un tanto extraña para él. --Tendremos compañía, así que prepárense y no me dejen morir o todo estará perdido.-

-Espere, espere, ¿a que se refiere con compañía? Dijo un tanto preocupado, aunque el hombre se concentró en su técnica y no iba a responderle.

Me parece bien —aseguro mientras desenvainó a Bohimei—. Recibiré a cualquier visitante indeseado con la espada en alto.

-¿Visitante indeseado? ¿estamos en peligro?- De la nada todo se había descuadrado y él no sabía porqué.

Pronto un ruido le hizo exaltarse y por reflejó desenfundó la espada lo más rápido que pudo poniéndose en posrtura de ataque, una vez más podía escuchar como algo los rodeaba, pero a diferencia de las otras ocasiones eran varios entes y nó sólo uno. Tenía los nervios de punta y por puro instinto empezó a canalizar Raiton en su espada, esperando a que se asomaran los protagonistas de la fiesta. Poco a poco hicieron acto de presencia una horda de animales con ojos negros y hundidos, incluyendo aves, reptiles y mamíferos por igual.

-Por las cejas de Yubiwa-sama...- Exclamó con los ojos bien abiertos.

Aquel ejército de animales zombificados se lanzaron hacia el trío presente, Tatsuya hizo lo posible para destajar a las avecillas que intentaban picotearle; siendo tan pequeñas se le dificultaba un poco. Una lagartija quería escurrirse directo al micólogo y tuvo que pisarla y aplastarla para evitarlo cuando una comadreja se le avalanzó encima. No le quedó de otra que patearla lejos, aunque cuando volvió lo primero que hizo fue cortarla en dos para que ya no volviera a molestarlo.

"Esto es una pesadilla"

Poco a poco aquello empezó a volverse una carnicería mientras el sujeto aún continuaba con el jutsu aumentando más y más la temperatura del ambiente, al de Taki no le quedaba de otra que seguir destajando a las criaturas enfermas del bosque con todo el dolor de su corazón. Acto seguido entraron en escena unos zorros y algunos venados, los cánidos amenazaban echando espuma por la boca mientras los venados saltaron a toda velocidad dispuestos a clavar esos cuernos en el pecho de los ahí presentes. Ambos shinobis tenían que coordinarse o sí no estarían acabados.
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Al principio fue solo un rumor, suave y continuo, pero a medida que pasaban los segundos iba cobrando intensidad. El ruido se volvió en extremo perturbador, una sinfonía de gemidos y sonidos ahogados. Los árboles y las plantas cercanas al suelo se agitaban mientras lo que parecían ser cientos de criaturas se arrastraban entre ellas. Ambos jóvenes ya se imaginaban que podría ser lo que les acechaba, pero aun así fue en extremo angustioso el ver como desde las sombras circundantes emergia toda una legión de pequeñas criaturas con aspecto monstruoso.

Por las cejas de Yubiwa-sama... —Exclamó con los ojos bien abiertos.

Esto ha superado todas mis expectativas. —Aseguro con una mezcla de asombro y emoción.

Sus enemigos eran legión y sus aliados puñado, pero eso solo hacía que la situación le resultará más desafiante. El espadachín envaino su espada y se preparó para la acometida de aquella hueste infectada. Las criaturas no parecían conservar mucha inteligencia, se arrojaban sobre lo primero que tuvieran en frente. El joven pudo ver cómo un grupo de tres aves se había arrojado contra el guardián del bosque, pero fueron derribadas rápidamente con un certero lanzamiento de sus shurikens.

«Me imagino que primero vendrán los animales más pequeño, quienes tienen menos resistencia a los hongos.» —La situación comenzaba a parecerle de lo más emocionante.

El joven de cabellos blancos empuño sus kunais y comenzó una frenética danza combativa. Los mapaches y los monos saltaban hacia él, solo para terminar siendo cortados en el aire. Las comadrejas y los conejos le atacaban con velocidad, pero él lograba maniobrar y evitar las agresiones mientras seguía destajandolos. El suelo comenzó a cubrirse de viseras y pequeños cadáveres mientras que el calor a sus espaldas aumentaba y mientras aquella sangre negra y viscosa salpicaba por todas partes.

Parece que hemos acabado con la primera oleada. —Le dijo a su compañero.

A aquellas alturas ambos jóvenes estaban rodeados con los cuerpos inertes y desmembrados de docenas de pequeñas criaturas. Pero su trabajo de protección apenas estaba comenzando, pues aquellas esporas ya habían empezado a surtir efecto en los animales de tamaño mediano.

Esta vez el ruido fue más fuerte cuando de entre los árboles comenzaron a surgir ciervos, linces y otras criaturas de tamaño similar. El Ishimura guardo los kunais y desenvaino su espada, pues sabía que para animales de mayor tamaño necesitaría ser aún más mortal en su proceder. Ambos chicos se mantenían en alerta, mientras que al anciano se mantenía inalterable en su labor.

Tatsuya, coloquemonos a ambos lados del anciano y cubrámoslo. —Le pidió a su compañero mientras las bestias comenzaron a arrojarse contra ellos.
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-¡Si!- Respondió mientras se las arreglaba para alejar a un gato montés muy insistente.

Tras aquello se colocó en posición como le indicó su compañero, pudo ver como un alce saltó dispuesto a ensartarle las astas, pero logró bloquearlo con su katana ensarzándose con el en un duelo de fuerza; mientras el animal forcejeaba Tatsuya se vió obligado a dar un paso atrás, hasta que el filo de la Ninjatō terminó por cortar la cornamenta del animal dejándolo expuesto al ataque del Takanashi que, aprovechando la oportunidad le propinó un tajo al cuello al animal que cayendo enseguida. La sangre era tan espesa que ni siquiera salió disparada con el impulso habitual, sino que brotaba como si de fango de tratatse.

Tatsuya pudo ver cómo su arma se había cubierto del líquido oscuro al punto que se le dificultaba moverla, además no tuvo tiempo ni para dar un respiro pues tres zorros corrieron hacia él al mismo tiempo a gran velocidad. Logró patear al primero y luego con un movimiento en arco de su espada les dió un tajo a los dos restantes, pero no contaba con que un cuarto zorro se le acercaría por debajo para morderle la pierna.

-¡Aooouuu!- Gritó en reacción.

Inmediatamente le clavó la espada en el cráneo al animal para liberarse, aparentemente el mordisco no fue muy fuerte y sólo era algo superficial, pero aún así estaba sangrando y el dolor era lo suficientemente intenso cómo para causarle malestar a la hora de moverse. El zorro que había pateado antes venía de regreso y lo recibió cortándole con la katana de lado a lado la boca para luego sacudírselo, el zorro cayó pero logró incorporarse aunque ahora tuviera la mandíbula colgando, además pudo ver que el otro par de zorros heridos aún intentaban acercarse casi arrastrándose a pesar de estar moribundos.

"Los onikin los han hecho mucho más resistentes"

Tatsuya sabía que lo mejor era acabar con su sufrimiento, en cuanto los vió acercarse se dedicó a apuñalarlos uno a uno para asegurarse de matarlos lo más rápido posible. Le estaba resultando demasiado grotesca aquella escena, el terrible olor a muerte, el intenso calor e incluso el peso de la ligosa sangre negra en su espada lo estaban perturbando en demasía. Y para colmo estaba seguro de que aún venía la peor parte.

-Lo único que quiero es que esta matanza acabe...- Pensó en voz alta, su estado emocional se había visto muy alterado.
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RushHablo || Pienso || NarroRush

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¡Sí! —Respondió mientras se las arreglaba para alejar a un gato montés muy insistente.

Kazuma sonrió y corrió a colocarse en el lado opuesto, preparado para la oleada de bestias que se le acercaban. Desenvaino su espada y la agito en el aire, mientras dispersaba la delgada capa de chakra que la cubría y que limitaba su capacidad cortante.

«Lo noto en extremo emocionado, amo —aseguro con voz cómplice—. ¿Es que disfruta de la carnicería tanto como yo?» —El Ishimura se limitó a colocarse en su postura de combate habitual, a manera de respuesta.

Las bestias se acercaban como guiadas por los destellos carmesí que se desprendían de Bohimei. El primero en atacarlo fue un ciervo que trato de cornearlo, pero fue esquivado con un salto y terminado con un tajo descendente que le decapito. Una a una, las criaturas del bosque se lanzaban hacia él, encontrando la muerte en forma de rápidos e impiadosos cortes. La danza mortal continuaba y su efectividad seguía siendo clara, pero a medida que los cadáveres y la extremidades cercenadas comenzaba a acumularse a su alrededor el de ojos grises sintió que la resistencia de aquellos animales iba en aumento al igual que su tamaño.

En cierto punto le atacó lo que seguramente era una especie de felino. La criatura le arrojaba zarpazos y luego se replegaba con velocidad, evitando que la espada alcanzará su cuello. El espadachín seguía eliminando a los otros que se acercaban, pero aquel enorme gato seguía hostigándolo. Un armadillo trató de morderle el tobillo y el joven trastabilló tratando de esquivarlo, en esto, aquel felino se arrojó contra su cuello descubierto.

«¡No te será tan fácil!» —Le grito mentalmente, mientras que con una pequeña acrobacia recuperaba el equilibrio.

Las fauces del animal terminaron encontrándose con una estocada que lo empalo por completo. El joven sacudió su cuerpo y lo desprendió de su arma para que fuese a golpear a otro ciervo que se le acercaba. Una especie de gran mono trato de atacarle desde un árbol cercano, saltando sobre él, solo para llegar al suelo cortado por la mitad gracias a un grácil pero potente movimiento.

La carnicería continúo por uno minutos más en los que todo se redujo a sangre y acero. Para cuando acabaron con aquella oleada el calor era bastante notable y el de Uzu ya respiraba con dificultad. La prueba de su esfuerzo era que el suelo a su alrededor estaba cubierto por una tapete de vísceras, sangre y miembros cercenados. El cuerpo del peliblanco se encontraba cubierto de aquel líquido viscoso, pero su espada aun estaba impecable e inmaculada.

¿Estás bien, Tatsuya? —Le pregunto mientras recuperaba el aire.

Si aquellos jóvenes pensaban en que podrían descansar, estaban equivocados. De pronto, el silencio establecido por su lucha se vio interrumpido. A su alrededor se comenzaron escuchar rugidos y bramidos que indicaban que las más grandes y fuertes de las criaturas se acercaban al claro.

¿Escuchas eso? —Se refería al gruñido de los osos, al rugir de las panteras y al ulular de los búhos—. Parece que los más grandes vienen a unirse a la fiesta.

Se despojó de su camisa, pues el calor era comparable al de un sauna y el sudor comenzaba a emanar a raudales de su piel. Solo quedaron las vendas que aún no debía quitarse, cubiertas de aquel líquido oscuro como si fuera su propia sangre. Al sello le faltaba poco, pero hasta entonces debían de resistir.
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¿Estás bien, Tatsuya? —Le pregunto mientras recuperaba el aire.

-¡NO! ¡No estoy bien!- Tenía cara de desesperación. -¡Un zorro me mordió, hay un calor horrendo, estoy cubierto de sangre sucia y...- No tuvo tiempo para terminar de enumerar las cosas que le fastidiaban.

¿Escuchas eso? —Se refería al gruñido de los osos, al rugir de las panteras y al ulular de los búhos—. Parece que los más grandes vienen a unirse a la fiesta.

-Alto, espera ¡¿te está gustando esto?!- A Tatsuya le pareció ver que el Ishimura se estaba divirtiendo. -Eso da un poquito de miedito ¿sabes?- Afirmó mientras una gota de sudor se dejaba ver.

Pronto el verdadero terror se desataría cuando de entre los matorrales empezaron a salir media docena de panteras negras ya algo esqueléticas enseñando los comillos además de dos grandes osos cuyo estado de corrupción se veía en sus ojos hundidos. Y para coronar aquel desfile macabro un gigantesco búho que sobrevoló el claro hasta posarse en un árbol muerto cercano. Aquellas bestias estaban sufriendo, no eran más que seres dominados por la violencia mientras el oro de los demonios los carcomía y devoraba lentamente, y el Takanashi sentía dolor por ello.

-Que la voluntad de Kawakage-sama me de fortaleza...- Rogaba mientras se despojaba del obi dejando así su pecho al descubierto.

El infierno se desató ante los dos shinobis, inmersos en el sofocante calor y rodeados de criaturas mas cercanas a lo demoníaco que a lo natural sólo podía compararse al averno mismo. El ave lejos de su típico sonido emitió mas bien un chillido agónico semejante al de un grito de muerte mientras extendía sus alas, aquel grito parecía haber sido la señal para que la horda de animales se lanzara contra los shinobis con una furia salvaje. El búho se lanzo a por el Ishimura mientras del lado del Takanashi los osos corrian a toda velocidad.

Las panteras se disponían a saltarles encima, pero Tatsuya de inmediato clavó su espada en el suelo para echar mano a su portaobjetos y sacar de ahí un paquetito con makibishi que no dudó en usar para detener el avance de los negros felinos. Pudo escuchar sus rugidos de dolor cuando se clavaron en las almohadillas de sus patas, pero no durarían mucho tiempo así. Los osos rápidamente fueron hacia él obligándolo a sacar de nuevo su espada del suelo para bloquear uno de los zarpazos y echarse a rodar por el suelo para esquivar el otro.

Canalizó una vez más la electricidad en la Ninjatō, se levantó de un salto y con un giro degolló a uno de los osos provocando que la sangre le salpicase en el rostro al punto de que pudo sentir el mal sabor cuando unas gotas entraron en su boca, el asco era horrendo pero luego de escupir y ver que el otro oso cargaba contra él colocó su espada en ristre esperando que a que estuviera lo suficientemente cerca. Cuando por fin el oso se alzó sobre sus dos patas para avalanzarse sobre el Takanashi este le dió un tajo de abajo hacia arriba abriendo así la caja torácica del animal. Tatsuya saltó hacia atrás evitando ser aplastado por el enorme cuerpo que al caer dejó que un gran charco negro se extendiera desde él.

Para cuando eso pasó las panteras ya se habían librado de los makibishi, fue mucho menos tiempo de lo que Tatsuya hubiera querido. En esos momentos se arrepentía de haberse gastando todos los shurikens en la serpiente gigante, fue un momento desesperado y ahora pagaba por su insensatez. Se le habia ocurrido un plan, pero era una maniobra prácticamente suicida. No tenía otra opción, debía alejar a las panteras del señor Sentaro.

-¡KAZUMA!- Por primera vez lo había llamado por su nombre a secas. -¡Yo atraeré a las panteras!- Sería carnada viva para ellas.

El no aguantaría mucho más, así que decidió arriesgarse para que el Ishimura tuviera total libertad para atacarlas. Iba a darlo todo en esos momentos, su mirada daba a entender que no daría el brazo a torcer y corrió directo a las fieras mientras daba un grito de guerra. Los felinos se ablanzaron sobre el y se podria ver cómo sus ropas eran desgarras, pero no habían alcnzado a dañar su piel. "Mierda, usar el Kikai de esa manera gasta demasiado chakra." Dió un giro sobre sí mismo con la espada para despejar a las fieras, pero una de estas le atacó por la espalda dándole un zarpazo y tumbándolo al suelo.

Terminó soltando la espada al caer, estaba extenuado por el tremendo gasto de energia física y espiritual de golpe, pero confiaba que así al menos le había abierto una brecha al Ishimura para moverse con total libertad. "Lamento no poder hacer más..." Se reprochó a si mismo mientras la fiera estaba a punto de destrozarle el cuello.
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Alto, espera ¡¿te está gustando esto?! —A Tatsuya le pareció ver que el Ishimura se estaba divirtiendo—. Eso da un poquito de miedito ¿sabes? —Afirmó mientras una gota de sudor se dejaba ver.

No me temas a mí, témele a las endemoniadas criaturas que nos rodean. —Y como si su voz hubiese sido una llamada, los enemigos comenzaron a surgir de entre la maleza.

Figuras negras y esqueléticas eran las seis panteras que emergieron desde la sombras para rodearlos. Enormes y demacrados eran los osos que se movilizaron hasta entrar en el claro. Y como el símbolo de todo aquello una terrorífica y familiar ave de presa se posó en las alturas, expectante de la masacre que yacía en el suelo. El desafío máximo que aquel bosque podía ofrecer, aquello era la presente situación para el Ishimura. Una prueba épica era lo que tenía enfrente, el sobrevivir a aquello sería la prueba perfecta para sus habilidades.

Que la voluntad de Kawakage-sama me dé fortaleza... —Rogaba mientras se despojaba del obi dejando así su pecho al descubierto.

«Aquello se escuchó como unas extrañas últimas palabras —Opino Bohimei—. ¿Tú también tienes algunas, amo?»

«No planeo morir en un lugar como este —la confianza en sus palabras era absoluta—, pero en el peor de los casos, mi “epitafio” será el que hable por mí.»

De pronto la temperatura aumentó y fue entonces cuando la batalla decisiva comenzó. Los sonidos guturales producidos por aquellos animales agónicos y los que conservaban un poco de vida aún estando mutilados. El olor acre y penetrante que todo lo envolvía y que contaminaba el aire con la esencia de la muerte. La capa de seres desmembrados que yacía en suelo y la sensación viscosa y grasosa que tal cantidad de carne causaba al pisarla. Rodeados por una horda de monstruos y con un calor abrumador a sus espaldas. Para ambos jóvenes aquello sería lo más parecido al inframundo que habían visto hasta entonces.

La primera bestia en atacar fue el búho gigante que, cual mensajero de la muerte alada, se abalanzó sobre el de Usuzhio. A pesar de estar en un estado cercano al de un zombie, seguía manteniendo sus instintos de caza y se dejo caer en picada con un ángulo que hacía casi imposible el poder asestarle un golpe antes que aquellas garras destrozaran su carne.

«Tormenta Feroz - Castigo Inclemente - Viento Cortante —comenzó a recitar aquellas palabras en su mente mientras reunía chakra en su arma—. Gureiken: Gekido no Tsumarashi.»

El joven agitó su arma en el aire y con cada corte de la misma se desprendían delgadas láminas de chakra en forma de cuchillas curvas. Fueron cinco tajos cada uno con un color gris espectral y con un sonidos idéntico al grito furioso de algún ser atormentado. El ave no pudo evitar aquella técnica y terminó siendo despedazada en pleno vuelo y produciendo una lluvia de vísceras y plumas que bañaron al de ojos grises.

¡KAZUMA! —Por primera vez lo había llamado por su nombre a secas— ¡Yo atraeré a las panteras! —Sería carnada viva para ellas.

Se giró hacia donde estaba el Takanashi y pudo ver como este había acabado con dos enormes osos. Pese a su gran esfuerzo aún quedaban las panteras que permanecían totalmente determinadas a buscar el cuello de aquel joven.

¡Espera! —Grito en cuanto entendió el nivel de temeridad que había en el plan de su compañero.

Los felinos negros se abalanzaron sobre él y lo derribaron contra aquel suelo lleno de cuerpos muertos e inundado con aquella sangre que ya estaba caliente. Se podía ver como su ropa era desgarrada ante los zarpazos que se sucedían uno tras otro. Las bestias estaban tan empecinadas en despedazarlo que se amontonaban una sobre otra, formando una masa móvil de garras y colmillos.

«Alma que grita - Abandona el pesar - Corta con honor —era la primera vez que iba utilizar aquella técnica al máximo de su potencia, pero si quería salvar a su compañero no tenía tiempo de dudar—. Setsudan Tamashī.»

El joven inundó su espada con una corriente de chakra tres veces más densa que lo usual. Cuando por fin logró estabilizarla realizó un corte en el espacio liberando aquel enorme volumen de chakra. La técnica tomó una forma curvada y mientras se desplazaba, y cobrada fuerza, docenas de figuras esqueléticas se formaron en su estela. Todo esto mientras producía un atronador sonido idéntico al grito final de un guerrero arrojado a la batalla. La técnica avanzó hasta colisionar con el montón de panteras, produciendo todo una tempestad de carne destrozada, pero sin llegar a lastimar a su compañero.

Lo logre… —dijo al ver que su amigo aún respiraba—. Pero he utilizado demasiado chakra de un solo golpe.

El joven de cabellos blancos no pudo evitar tambalearse un poco por el cansancio y el intolerable calor. El éxito estaba en que habían acabado con aquella horda, pero pronto llegarían más si no se daban prisa, aunque el que tenía las palabras final en aquello era el micólogo que se mantenía quieto como una estatua.

¡Está listo, cúbranse! —Gritó el anciano a todo pulmón—. ¡Hogo-sha No Regashī: Odayakana Mori No Jōka Gisei!

El sello se activó y el calor aumentó exponencialmente hasta extremos insoportables. Dentro del círculo se elevó una llama blanca que parecía alcanzar las nubes y cuyo brillo era tan fuerte que quemaba como el sol la piel de los cercanos. El fuego se arremolino y comenzó a formar una especie de esfera ascendente que cuando se elevó por sobre el bosque opaco al sol y disperso las sombras. El orbe de llamas descendió, formando un torbellino que al llegar a tierra implosión. Y de pronto con una abrumadora onda de choque todo termino y quedo en silencio, dejando temporalmente inconscientes a todos los presentes.
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Segundos, segundos que parecieron ser eternos al sentir como las garras de la muerte se acercaban para acariciarle, literalmente. No tenía su espada en sus manos, estando desarmado sintió una frustración como pocas veces había experimentado, estando indefenso todo parecía transcurrir en cámara lenta para él mientras se maldecía por ser tan estúpido. "Al final, desperdicié mi vida." Cerró los ojos sabiendo que seria despedazado por la manada de panteras, pero un grito de guerra le hizo volver a la realidad en un instante.

"Ese grito es..."

Las fieras se giraron hacia la fuente del sonido encontrando únicamente su muerte en el filo de la técnica espectral. Era imposible no recordar el sonido de aquella estela de figuras esqueléticas, Tatsuya supo de inmediato que Kazuma le había salvado la vida. No hubo tiempo para más, apenas alcanzó a estirar el brazo para tomar su katana cuando el micólogo les advirtió que debían resguardarse del poder del sello.

Lo único que pudo hacer fue rodar lo más lejos posible del borde del claro cuando la fuerza de la implosión lo mando a volar una larga distancia. Tras ello todo se volvió negro en la mente del Takanashi, figuras familiares de un pasado distante se asomaban de nuevo, recuerdos, recuerdos de tiempos idos... Durante unos momentos imágenes de cuando se graduó de ninja pasaron por su cabeza, recordó que todo era una fiesta en la casona, pero él se encontraba en un rincón solitario viendo cómo todos celebraban.

El se fue de ahí, enojado... "¿Porqué estaba enojado?" se preguntaba al verse a sí mismo en esa visión. Se fue a los jardines, donde otro niño estaba frente a un peral. "¿Katsuo?... no, no es mi hermano" Lo que pasó a continuación sucedió cuadro por cuadro, como una película vieja, veía como los labios de su yo de antes y la del niño de figura borrosa se movían, pero no recordaba que decían. Todo terminó en golpes, y Tatsuya fue el perdedor...

...se encontraba en el suelo apaleado, con un gran ardor en la espalda... Todo en el lugar había sido incinerado, no había rastros de la choza, ni de los hongos... "¿Qué ocurrió?" Estando en el piso se sentía derrotado, aún no lograba separar la sensación del sueño de la de la realidad. Aún mantenía cerrados los ojos, apenas si tenía fuerzas.para intentar parpadear, pero poco a poco iba recuperando la conciencia.
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Un resplandor cegador y un calor abrasador, fue lo que percibió antes de que una onda de choque lo dejara inconsciente. Todo el bosque se encontraba sumido en un silencio fantasmal como si algo terrible acabase de suceder, como si todos los seres vivos, que hasta hacía unos minutos bullían en agresividad, hubiesen sido callados por el súbito estruendo.

«¿Qué ha pasado? —se preguntó a sí mismo mientras comenzaba a recuperar la conciencia—. Claro… El sello.»

Kazuma respiro hondo antes de abrir los ojos y percibió cómo el aire se encontraba cargado con un penetratante olor a quemado. Lo segundo que hizo fue abrir los ojos, para encontrarse a sí mismo tirado en el suelo. Les costaba ver más allá de un metro, pues aún sentía los efectos del brillo de aquellas llamaradas blancas. Su piel también se resentía por la cercanía a aquella poderosa técnica, sentía un ardor superficial como el de quien ha estado todo el día bajo un sol abrasador.

«¿Quién será?» —Se preguntó al escuchar unos pasos cercanos.

Con gran esfuerzo se levantó, utilizando su espada como apoyo. Con lentitud sus sentidos se fueron normalizando hasta el punto en que pudo apreciar con claridad lo que había sucedido. El aire estaba lleno de cenizas y donde solía estar el claro solo había un enorme cráter todo negro y chamuscado. Mientras trataba de orientarse una figura moviéndose sobre el terreno le llamó la atención, por el tamaño y lo encorvado al caminar, era obvio que se trataba del micólogo.

Esper… —iba a ir tras él, pero la piel le ardía muchísimo como para correr— Cielos, esto es todo un bronceado. Me pregunto. ¿Cómo estará Tatsuya?

En ese momento cayó en cuenta de que solo faltaba su compañero. Caminó como pudo hacia el último lugar donde lo había visto, pero ahí solo estaban los cuerpos desmembrados de algunas panteras. Busco entre los arbustos, seguro de que la explosión lo hizo retroceder algunos metros al igual que a él. Luego de unos angustiosos minutos, dio con el pelinegro, se encontraba entre unos arbusto, inconsciente e igual de herido. Su piel lucia roja como la de un camarón, se había llevado la madre de las insolaciones.

Tatsuya, lo logramos, despierta —le daba palmaditas en el cabello mientras decía aquello—. Ahora si podemos irnos de este bosque.

El Ishimura pudo ver cómo el anciano se acercaba hacia donde estaban ellos. Su cara denotaba más preocupación por el hecho de marcharse que por la condición de ambos muchachos.

¿Qué es eso? —Le extraño aquel enorme frasco que el viejo estaba cargando.

Es lo que queda de los onikin —respondió con naturalidad—. Es casi imposible el matar a este organismo, lo más que pude conseguir fue reducirlo a esto —se refería a la enorme esfera negra con puntitos amarillos que flotaba en aquel líquido cetrino—. Solo me queda colocarle unos cuantos sellos y guardarlo en un lugar seguro, pero eso lo haré luego, por ahora vayámonos.

Entiendo, pero tendrá que esperar a que mi compañero y yo estemos en condiciones de caminar —dijo con determinación ante la prisa del anciano—. Además… Parece que ese traje lo protegió de la explosión. ¿Por qué no nos dio uno a nosotros también si sabía que esto terminaría así?

Solo tenía uno… Además no sabía que el sellado sería tan violento —se le veía avergonzado, más por su ignorancia que por lo lastimados que habían terminado aquellos muchachos—. Ya había estudiado los relatos y las descripciones, pero al tratarse de un área pequeña intuí, erradamente, que la reacción sería algo mínimo e inofensivo.

El Ishimura pudo sentir que un escalofrío recorrió su cuerpo; Según las palabras de aquel anciano, hacía unos cien años el bosque se vio afectado por aquella plaga en una escala enorme. Aquello implicaba un montón de cosas perturbadoras. Se imaginó las interminables olas de bestias rabiosas e incansables, la enorme masa de cuerpos desmembrados. La gran cantidad de gente que perdió la vida en aquella lucha. La inconcebible escala de destrucción y violencia que debió de provocar el sellado ardiente de aquel entonces.
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