18/03/2020, 21:03
Takumi amaneció junto al sol, desayunó ligero, se vistió y pertrechó adecuadamente y partió a la estación de Uzushiogakure. Ya la noche anterior se despidió de Airi, la cual le deseó muchísima suerte diciendo que un alumno de Itona Mano Carmesí no se podía permitir quedar en mal lugar en el Torneo. También se despidió de Junko, su sensei, la cual le había tenido estos primeros meses del año entrenando de sol a sol en vistas al los combates del Torneo. Le hubiera gustado hacer una pequeña escapada al Oasis de la Luna y hablar con Itona, preguntarle que tal todo y comentarle que se iba a presentar al torneo; pero no tuvo nada de tiempo para ir hasta allí. Tardó poco más de un día en llegar en tren a Tanzaku Gai, lugar en el que se hizo con un mapa del Valle para no perderse y pasó el día conociendo la capital de Hi no Kuni, un lugar perfecto para distraerse antes de todo el jaleo que se le venía encima.
Ya a la mañana siguiente se unió a una caravana de mercaderes que se dirigían a Sendōshi, con los cuales estuvo conversando durante todo el viaje; algunos de los mercaderes eran compatriotas suyos, lo que le animó enormemente a tener noticias sobre la situación de allí pese a que no fueran muy alegres. Ya a la entrada del Valle, tras pasar el control en la frontera, se despidió de los mercaderes y se puso en marcha hacia Nantōnoya, la residencia para los shinobis y kunoichis del Remolino. Durante el camino el kazejin estaba absorto con el paisaje, un sistema montañoso enorme amurallaba el Valle y el verde de la hierba poblaba hasta lo que la vista alcanzaba. «Normal que este país sea neutral, te puedes permitir ser neutral siempre cuando cuentas con montañas por murallas y con una sola entrada y salida, atacar este valle sería un suicidio en toda regla.»
Atravesó el bosque del Lago Partido y llegó por fin a la residencia de Uzuahiogakure, tenía que admitir que pese a tener el mapa le llevó más de la cuenta; en primer lugar por que no era el que mejor se orientaba del mundo y en segundo lugar porque se paraba cada poco para admirar el paisaje atentamente. La entrada de Nantōnoya estaba decorada con cerezos y toriis, habían recreado el espíritu de la Villa del Remolino a la perfección.
Y así entró el marionetista, llevaba menos de un año siendo genin y ya iba representar a la Villa que le había acogido como refugiado en el Segundo Torneo de los Dojos, eso si, esperaba que no fuera tan caótico como le había llegado a sus oídos que fue el anterior certamen.
Ya a la mañana siguiente se unió a una caravana de mercaderes que se dirigían a Sendōshi, con los cuales estuvo conversando durante todo el viaje; algunos de los mercaderes eran compatriotas suyos, lo que le animó enormemente a tener noticias sobre la situación de allí pese a que no fueran muy alegres. Ya a la entrada del Valle, tras pasar el control en la frontera, se despidió de los mercaderes y se puso en marcha hacia Nantōnoya, la residencia para los shinobis y kunoichis del Remolino. Durante el camino el kazejin estaba absorto con el paisaje, un sistema montañoso enorme amurallaba el Valle y el verde de la hierba poblaba hasta lo que la vista alcanzaba. «Normal que este país sea neutral, te puedes permitir ser neutral siempre cuando cuentas con montañas por murallas y con una sola entrada y salida, atacar este valle sería un suicidio en toda regla.»
Atravesó el bosque del Lago Partido y llegó por fin a la residencia de Uzuahiogakure, tenía que admitir que pese a tener el mapa le llevó más de la cuenta; en primer lugar por que no era el que mejor se orientaba del mundo y en segundo lugar porque se paraba cada poco para admirar el paisaje atentamente. La entrada de Nantōnoya estaba decorada con cerezos y toriis, habían recreado el espíritu de la Villa del Remolino a la perfección.
Y así entró el marionetista, llevaba menos de un año siendo genin y ya iba representar a la Villa que le había acogido como refugiado en el Segundo Torneo de los Dojos, eso si, esperaba que no fuera tan caótico como le había llegado a sus oídos que fue el anterior certamen.