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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#61
El momento nostálgico y el aire puro mantuvieron a Junrei por unos segundos más en pie, pero cuando Daigo le habló, sus rodillas fallaron. Quizá llevase un tiempo sobre una buena cama y con más comida que las heces y los restos del Ojete de Ōnindo, pero claramente seguía profundamente desnutrido. Su estructura ósea era grande, pero la carne que la sustentaba era tan escasa que parecía que fuese a quebrarse como una hoja otoñal.

¿El resto? Pensé que… —¿Qué se las arreglarían?—. Lo siento, Daigo. No sé si hubiese tenido la energía suficiente como para traerme a nadie más. Y… Ya es sacrilegio traer a alguien que no es de los nuestros. Traer a más humanos desconocidos tendría fatales consecuencias —añadió, con voz severa.
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#62
— ¿Pensaste que...?

Estuvo a punto de enfadarse, pero lo entendió. Tal y como estaban ambos, solo serían un estorbo para los demás. Tenía que confiar en que estarían bien, aunque... no estaba tranquilo.

— Está bien... entiendo. Gracias, Junrei. —Aparentemente, él ya se estaba metiendo en problemas por llevarlo allí—. ¿Estás bien? ¿Podremos volver?
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#63
Junrei no supo si asentir o negar con la cabeza ante la última pregunta. Se quedó en un balanceo de cabeza raro, que pronto aclaró con palabras.

No puedo teletransportarte de vuelta. Tendrías que hacerlo caminando y… —entornó los ojos, mirando al horizonte—. Hay medio continente en medio. Lo… siento. Te ayudaré a…

Se interrumpió de golpe, y alzó la nariz para olfatear algo en el aire. Frunció el ceño, y miró a Daigo con ojos emocionados y asustados al mismo tiempo.

Pase lo que pase, no muestres debilidad.

Daigo no vio a nadie a su alrededor, pero tenía esa extraña sensación de sentirse observado.
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#64
Daigo chasqueó la lengua, frustrado. Si no podía teletransportarlos de vuelta, se temía que el resto se encontrase en problemas. Sabía que tenía que confiar en ellos, pero aparentemente ni siquiera él estaba fuera de peligro del todo. Junrei se interrumpió de repente, poniéndose alerta y Daigo le imitó, utilizando sus brazos para obligarse a sentarse mientras observaba su alrededor, en guardia.

— No hará falta que me lo digas dos veces. —Le dijo—. ¿Sabes quién nos observa?
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#65
Junrei volvió a olfatear en el aire, inclinando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.

Creo que sí… ¿¡Eres tú, Hanrei!?

Varias de las ramas de los árboles más cercanos se movieron, como si una corriente de aire les hubiese golpeado. El viento les azotó, levantando una capa de polvo que dificultó la visión de ambos por unos instantes. Y de pronto…

… estaban rodeados.

Cuatro gorilas les rodeaban, para ser precisos. Como Junrei, caminaban a dos patas, y tenían ciertos rasgos humanos. Vestían ropa, y sus rasgos faciales eran más suaves que los gorilas normales. Uno de ellos abrazaba una idaina ono con ambos brazos. Otro, apuntaba a Daigo con una yari. El tercero apuntaba al cuello de Junrei con su moku sasumata. El cuarto cruzó sus musculados brazos sobre el pecho, desarmado.

Fue este último quien habló.

¿Qué intenciones tienes en nuestras tierras, forastero? ¿Y cómo conoces mi nombre?

¿Forastero? ¿Esa es la forma de recibir a tu hermano, Hanrei?

Hanrei parpadeó dos veces, sin creerse lo que acababa de escuchar. Al principio, sus ojos no dieron muestra de reconocer a la persona que tenía delante. Habían pasado demasiados años, y su único hermano estaba muerto. Muerto librando una batalla que no era la suya, por una raza que no era la suya. Pero, entonces…

Junrei… ¿eres tú? —Le tomó el rostro con ambas manos y chocó su frente con la suya—. Hermano… Pensé que estabas muerto. Pero, ¿cómo…? ¿Cuándo…? ¿Y qué hace un humano contigo aquí? Sabes que está…

Prohibido, lo sé. Responderé a todas vuestras preguntas. Tras un buen manjar, a poder ser. Por el momento, os bastará saber con que este humano me ha salvado. Le debo la vida, hermano.

Eso tiene valor para mí, pero para él… —bufó—. Las cosas ya no son cómo antes, hermano. Pero ya no vale la pena lamentarse, lo hecho, hecho está. ¡Ahora es tiempo de celebraciones! ¡Ya llegará el momento de aguantar la bronca! ¡Vamos, venid! Dioses, Junrei, estás hecho unos zorros —dijo, al darse cuenta que tenía que ayudarle a ponerse en pie—. ¡Ayudad al salvador de mi hermano! ¡Se viene con nosotros!

Uno de los gorilas le agarró por la espalda, de la ropa, y le aupó como si fuese un saco de patatas.

¿Cuál es tu nombre, chico? —preguntó el que le había cogido, el gorila que portaba el moku sasumata.
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#66
¿Hanrei? ¿Quién era Hanrei? Daigo siguió buscando con la mirada a alguien a su alrededor, pero no pudo encontrar a quienes los estaban asechando sino hasta que ellos mismos se mostraron. Cuatro gorilas como Junrei, vestidos y a dos patas se presentaron, armados todos excepto por uno. Los tenían completamente rodeados y lo peor era que parecían fuertes. No, la intuición de Daigo le decía que eran fuertes, probablemente más fuertes que él, todos ellos, pero ¿Cuándo no era así? Estaba preparado para pelear si hacía falta.

Por suerte, no haría falta pelear, no por el momento. El único gorila que no estaba armado, Hanrei, reconoció a su hermano, a quien ha había dado por muerto. El reencuentro alegro a Daigo, quien estaba feliz de que al menos uno de ellos se haya reencontrado con su familia. Eso le hacía preguntarse cómo sería cuando él volviese a casa. ¿Sus padres ya lo habrían dado por muerto? Probablemente sí, lo que le daba más motivos para volver lo antes posible. Tenía que hacerles saber que todavía no habían perdido a su hijo.

El chico no interrumpió la reunión familiar, hasta que uno de los gorilas lo cogió y lo levantó en su hombro con facilidad. Era cierto que Daigo había bajado mucho de peso en el último mes, pero aún así le sorprendió la facilidad con la que podía moverlo.

— Tsukiyama Daigo. —Le contestó—. Mucho gusto.

Durante su estadía en el Ojete de Ōnindo a veces había llegado a pensar que se le podría llegar a olvidar su propio nombre de lo poco que lo escuchaba, por suerte ahí había estado siempre Akiko para recordárselo. Esperaba que estuviese bien.

Se vio tentado a hablar con Eri para saberlo, pero si se estaba escabullendo temía delatarla con el sonido. Tendría que esperar un rato antes de comunicarse con ella de nuevo.
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#67
El gorila que transportaba a Daigo se llamaba Koro, y de camino a su destino ametralló a Daigo a preguntas. ¿Era cierto que los humanos tenían habitaciones exclusivas para cagar y mear? ¿Era cierto que sus líderes se quedaban a salvo en sus villas y que raramente se les veía luchar? Todo esto a Koro le parecía muy extraño. Mientras se adentraban en la profundidad del bosque —uno que Daigo no reconocía, con árboles gigantescos y flores del tamaño de las setas del Bosque de los Hongos—, el shinobi pudo escuchar parte de la conversación entre los dos hermanos.

¿El Hermoso es ahora Rey? —preguntó, con una nota sorprendida en el tono de su voz. Algunos de los acompañantes de Hanrei le miraron con expresión ceñuda.

Su padre lo decidió así, en su lecho de muerte. Es el más fuerte. Y estamos en guerra.

Lo es, de eso no hay duda —dijo, contundente—. Cuando no era más que un crío ya era más fuerte que la mayoría de nosotros.

Tienes suerte que no será él quien nos reciba. Está lejos, al norte… Ha dejado a Baruck al mando.

¿¡Baruck es su segundo!? —Si antes estaba sorprendido, ahora se encontraba totalmente incrédulo—. Pertenecía a la clase más baja cuando me fui… No es que lo considerase débil, pero…

Créeme, hermano. Débil no es la palabra que quieres emplear con él ahora. Perdió a todos sus camaradas. Te sorprendería lo mucho que eso le endureció.

¡Estamos llegando! —les interrumpió Koro.

A simple vista, Daigo no vio nada. Pero entonces Koro tomó una liana que colgaba de un árbol, cuya cima parecía no tener fin, y empezó a trepar con él pegado a la espalda. Varias decenas de metros más arriba, descubrió un pueblo entero, que en parte le recordaba a Tane-Shigai. Numerosas casas de madera habitaban las ramas y los troncos de los árboles, conectados por numerosas lianas que los gorilas empleaban para desplazarse. No había puentes como en Tane-Shigai, ni las viviendas eran tan ostentosas y preciosas como en la capital del Bosque, pero contaba con la belleza pura que solo una aldea humilde puede tener.
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#68
Daigo se entretuvo durante el camino respondiendo a Koro de la manera que mejor podía a todas sus preguntas. Era cierto que los humanos tenían habitaciones especiales para hacer sus necesidades... usualmente, y también era cierto que los Kage de las aldeas ninja, a pesar de que eran los más fuertes, no solían ponerse a sí mismos en peligro a menos que fuese completamente necesario... usualmente. Kenzou y Yui eran excepciones. Los líderes que nunca se ponían jamás en peligro eran los señores feudales, pues ellos ni siquiera tenían por qué saber como pelear.

Cuando no estaba siendo acribillado a preguntas, el chico estaba siendo completamente acribillado a información, aunque ninguna le venía directamente a él, él escuchaba. Un tal Hermoso era ahora el rey del lugar. El más fuerte, según Hanrei, aunque quizás por suerte para Daigo no estaba presente ahora mismo, pues estaban en guerra. Quien estaba ahora mismo al mando en su lugar era un tal Barduck, quien solía ser débil en el pasado pero se endureció al perder a sus compañeros.

Antes de que pudiese hacer alguna pregunta al respecto, Koro interrumpió la conversación para declarar que ya habían llegado, aunque Daigo no vio ninguna aldea sino hasta que Koro tomó una liana y se puso a trepar con el genin a su espalda. En la cima de los árboles, decenas de metros más arriba, una aldea muy parecida a la capital de su País se erigía. No tenía puentes ni casas tan grandes, pues no los necesitaban, pero aún así...

— Es... precioso.

Desde que había llegado a aquel lugar, Daigo no podía evitar sentirse como en casa, aunque no tenía ni idea de donde estaba. Ya estaba cansado de tanta oscuridad, tanta sangre y tanta arena. Su hogar estaba en los bosques. ¿Quizás no estaba tan lejos de casa?
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#69
Ah, tenías que haber visto el Corazón del Bosque. Antes de que esos sucios bastardos nos la acribillaran, era… —Koro no pudo continuar. Parecía que algo se le había metido en la garganta, porque cerró la boca y los labios con fuerza como si no quisiese dejarlo escapar.

El grupo siguió avanzando entre las lianas hasta alcanzar una vivienda más grande que el resto. Y es que, en vez de estar construida sobre el árbol, estaba dentro del árbol. Se accedía a él por una abertura en su tronco, parecida a la que tendría una cueva. Probablemente fuese el árbol más gigantesco de aquel bosque, y pese a que no ganaba en tamaño al Árbol Sagrado, podía considerársele un hermano pequeño.

Dos guardias embutados en sendas armaduras les recibieron y, aunque al principio amigables, la presencia de Daigo perturbó su calma. Más cuando descubrieron que no estaba inscrito en el Gran Pergamino. Hubo un ligero debate, pero todos acordaron a que sería escoltado a una habitación segura hasta que Baruck decidiese qué hacer con él.

Siento el trato, Daigo —le murmuró, apoyando una mano en su hombro—. No te preocupes, será temporal. Mantente sereno, ¿de acuerdo?
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#70
Koro se dejó llevar durante un momento, hablándole de lo hermoso que solía ser su hogar, pero algo le hizo callarse antes de hablar demasiado. Daigo no quiso seguir preguntando al respecto, entendiendo que si se había detenido de esa manera, era por algo.

El grupo llegó al árbol más grande de todo el lugar, dentro del que estaba la que debía ser la vivienda más grande de todo el lugar. Dos guardias que vestían armaduras los recibieron y, aunque no se lo dijeron claramente al extranjero, estaba claro que no era del todo bienvenido. Aún así, luego de una corta discusión, decidieron que le permitirían quedarse en una habitación segura hasta que llegase Baruck para decidir qué hacer con él.

Antes de que se llevasen a Daigo a ningún lado, Junrei se acercó para pedirle que se mantuviese sereno.

— No te preocupes, Junrei-san, acabamos de salir de uno de los peores sitios de Ōnindo. —Lo contestó también en voz baja, con una sonrisa—. Comparado con lo que vivimos allí, siento que me están tratando de maravilla.

Al chico no le parecía importar especialmente el trato. Era algo normal, especialmente si estaban en guerra. En lugar de preocuparse por ello, Daigo gastaba sus energías en observar a los gorilas y entender como se comportaban. Eso y una pizca de genuina amabilidad era el secreto para mezclarse en cualquier ambiente y ser aceptado.
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#71
A Daigo lo transportaron por una espiral de escaleras que descendía por el interior del tronco del árbol, iluminado con candelabros de luciérnagas y flores que emitían luz. Había numerosas puertas en cada rincón. Algunas accesibles por las escaleras. Otras, parecía que tuvieses que saltar o usar alguna liana para alcanzarlas, pues no había ningún suelo bajo ellas.

Al kusajin lo llevaron hasta una habitación con poco más que una hamaca para dormir. Sin ventanas. Sin más luz que la producida por flores de luz que nacían del techo. Cerraron la puerta, y se oyó el característico sonido de un cerrojo. Además, Daigo sintió la presencia de al menos un guardia al otro lado.

Volvía a estar encerrado, y esta vez, en auténtica solitud.
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#72
De nuevo, Daigo fue transportado escaleras abajo y encerrado en una habitación, esta vez completamente vacía. No opuso ningún tipo de resistencia, pues había entrado bajo su propia voluntad. Confiaba en que Junrei se encargaría de que no le pasase nada, y si Junrei no podía hacerlo... ya se encargaría él mismo.

Durante unos momentos, consideró utilizar el sello para hablar con Eri, pero debía ser paciente. Ella contactaría con él cuando estuviesen seguros, o al menos eso pensaba. Debía darle tiempo, así que se decantó por la segunda mejor cosa que podía hacer: meditar.

Cruzó las piernas y juntó los puños, concentrándose en moldear y mover el chakra dentro de su cuerpo como entrenamiento básico. Sabía que no podía hacer nada hasta que apareciese Baruck, por lo que intentó vaciar su mente de preocupaciones y dejó pasar el tiempo con ese ejercicio, aunque eso de olvidarse de sus preocupaciones no era algo que se le diese especialmente bien.

«Espero que estén bien... Aguanten. Yo haré lo que pueda por salir de aquí».
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#73
Pasó una hora hasta recibir noticias de Eri a través del sello de comunicación. Estaban a salvo. Todas. Habían escapado por los pelos y ahora se encontraban en una taberna de mala muerte esperando a que llegase la noche. Todavía no había pasado el peligro, y quedaba aún lo más difícil por hacer: abandonar Inaka sin ser descubiertas. Al menos, ellas también pudieron averiguar que Daigo se encontraba a salvo. Ahora tan solo les quedaba luchar por seguir así.

Pasaron otras tres horas más hasta que Daigo oyó que llamaban a la puerta. Un gorila gris —grande, pero más pequeño en comparación que el resto— apareció al otro lado, con un enorme plato en una mano y un vaso de agua en la otra. Los dejó encima de una pequeña mesita.

Baruck le recibirá en breve, señor Daigo. Llene el estómago primero. Espero sea de su agrado —dijo, antes de cerrar la puerta. Se oyó el cerrojo de nuevo.

En un plato sopero, junto a una cuchara de madera, reposaban unas gachas de curioso aspecto. Y es que la papilla, en vez de aderezada con chorizo o panceta, lo estaba con… insectos. Lo cierto es que para alguien no acostumbrado la vista podía resultar un tanto asquerosa, pero si Daigo le daba una oportunidad, comprobaría que no sabían tan mal. El puré era salado, y los insectos estaban crujientes, con un sabor suave comparable a algún fruto seco como las nueces o los anacardos.

Treinta minutos después, el mismo gorila volvió a recoger los platos, y dejó en su lugar ropa: un pantalón y un jersey oscuro, de tela suave y cómoda, sin extravagancias, de un tamaño parecido al de Daigo. Por lo que Daigo había podido comprobar, los gorilas vestían bastante parecido a los humanos salvo por el calzado: todos iban descalzos.

En seguida vuelvo a por el señor —dijo, antes de retirarse por segunda vez.
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#74
Una hora más tarde, Daigo volvió a poder sentirse tranquilo en cuanto Eri se puso en contacto con él para informarle que estaban a salvo, o al menos todo lo a salvo que podían estar. El chico aprovechó también para informarle que de su situación. Le explicó que Junrei lo había transportado a un bosque desconocido y que estaba esperando a que viniese el jefe del lugar para hablar. La situación era complicada y él tampoco estaba exactamente fuera de peligro, pero al menos estaba bien y le aseguró que seguiría estándolo.

Otras tantas horas de meditación pasaron hasta que un gorila apareció para traerle algo de comer. Era más pequeño que los demás, pero seguía siendo grande, probablemente más que Daigo de pie. Traía un plato sopero lleno de una papilla de insectos. No era precisamente lo que Daigo esperaba comer, o quisiese comer, realmente, pero era lo que había.

— Muchas gracias. —Le agradeció al gorila, inclinando la cabeza.

Cuando el gorila se marchó y lo dejó con su comida, Daigo empezó a valorar sus opciones. ¿Realmente tenía que comerse eso? Nunca en su vida había comido insectos y no pensaba que habría una primera vez. Finalmente, tras un minuto de mirar la comida y tocarla con la cuchara para comprobar que nadie se moviese demasiado, finalmente probó un bocado que, francamente, lo sorprendió. El segundo bocado lo intrigó y al tercer bocado ya se había olvidado de lo que estaba comiendo.

Cuando el gorila volvió a aparecer en la habitación para recoger su plato y traerle comida, Daigo le volvió a agradecer, antes de cambiarse de ropa y volver a esperar pacientemente por Barduck.
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#75
El pequeño gran gorila volvió a aparecer al poco tiempo, esta vez sin nada entre las manos.

Baruck está listo para recibirle, señor Daigo. Me han comentado que se encuentra usted débil y con secuelas de la prisión. ¿Puede caminar o mantenerse en pie, o necesita mi ayuda? Son bastantes escaleras las que hay que bajar —añadió, avisándole, precavido.
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