Dos personas caminaban por el sendero que los llevaba hacia Taikarune, uno de los lugares turísticos más atractivos del pequeño país del Fuego, una de aquellas figuras era una mujer de un cabello color rubio ceniza que iba hablando con entusiasmo. Parecía una mujer normal y corriente, salvo por el detalle de la bandana de Amegakure que llevaba en su cintura; el chaleco muestra de su rango y el gigantesco Kyodai Sensu que llevaba en la espalda.
— Ya verás cómo te encantara el lugar Atsi. La colección del museo es impresionante, y la pequeña ciudad es realmente bella; se nota que le pusieron mucho esmero a aquellas casas; además, el que sean de madera le da cierto encanto rustico. —
— Suena interesante madre, además creo que ya nos estamos acercando a la entrada del pueblo... ¿Tienes que ir a hacer aquel encargo, no? — Ahora hablaba la otra persona, un joven apenas unos centímetros más bajos que su madre. Iba cubierto totalmente por una túnica, con la capucha tapando su rostro a pesar del resplandeciente sol y el clima cálido que había.
Madre e hijo ya estaban entrando en la pequeña ciudad; las casas de madera ocupaban casi toda la vista que uno podía abarcar; si uno alzaba la mirada, podía observar el arco de piedra que con todo su esplendor, tapaba en sombras buena parte del pueblo. También se llegaba a ver el acantilado y el enorme castillo de piedra.
— Si Atsi, pero no te preocupes, en un rato estará hecho y ya iremos a ver todo juntos, ¿Si? Ve a recorrer el lugar mientras, ya nos encontraremos aquí más tarde. — Nada más terminar de decir lo que quería, Sora hizo un sello y desapareció en una nube de humo blanco.
“Teatral como siempre mama…”
Sabiendo que disponía de un buen tiempo para recorrer el lugar a sus anchas, pues su madre era propensa a distraerse tras terminar sus tareas, el joven empezó a recorrer las calles del pueblo, caminando entre la multitud a paso ligero y asegurándose de tener bien puesta la capucha. Parecía haber muchas personas mayores en aquel lugar y esas solían ser las más escandalosas cuando lo veían.
En un momento dado, giro para internarse en un callejón y evito por los pelos chocar con otro muchacho que parecía estar saliendo del mismo; Atsushi se detuvo y se dio vuelta para mirar al otro muchacho, del que le llamo la atención su cabello blanco.
— Disculpa; fue un error mío. No mire adecuadamente si venia alguien… — Mientras el joven Nagano se disculpaba, su interlocutor podía mirar con todo detalle el rostro del joven, pues la capucha se había corrido hasta casi caerse sin que el otro se diera cuenta…
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Yota había decidido hacer un viaje a las tierras del país del fuego por su propia cuenta y aunque Kota no era de los que disfrutaba de largas travesías, no pensaba hacer el tonto y quedarse en casa mientras su hermano disfrutaba de una nueva experiencia más allá de entrenar en casa junto a él y dar paseos por la villa. Así que, en respuesta de; el mellizo de cabello blanco planificó también un viaje al mismo país que fue ocupado alguna vez, según los libros de historia, por los antepasados de su clan. De cualquier forma, su interés no estaba en los bosques que su mellizo estaba dispuesto a visitar, por lo que cambió de dirección y marcó la extraordinaria ciudad de Taikarune como destino predilecto.
Naomi le había contado grandes cosas de ese lugar. La había visitado hace un par de años durante los vestigios de una misión, y aunque no pudo disfrutar realmente de las localizaciones, siempre recordó con buenos ojos los días que estuvo en los alrededores. Si quería que sus hijos vieran algo, eran las cosas que se encontraban allá.
El Uchiha partió muy temprano por la mañana, incluso antes de que el sol ocupara su trono allí en lo más alto del cielo. Quería poder aprovechar al máximo el tiempo, así que calculó que le tomaría aproximadamente unas 6 horas de avance constante para alcanzar aquel majestuoso arco de piedra que cubría la ciudad hasta ocupar el acantilado. Por suerte, no tuvo ninguna clase de contratiempo que le impidiera cumplir con su planificado esquema. Así que tan pronto la sombra le advirtió que el mediodía de acercaba, su aproximación a la civilización antaña del fuego era cada vez más inminente.
La ciudad le recibió con los brazos abiertos. Kota cruzó aquel gran umbral y se introdujo en los callejones, pidiendo direcciones y tomando nota mental de cada cosa que llamara su atención. Incluso paró a comprar uno que otro recuerdo artesanal para llevar a casa o para comprar una bebida refrescante. Hasta que estuvo dispuesto a tomar la calle principal para dirigirse al gran Castillo re-convertido en museo que se encontraba en lo más alto de la sierra, pero algo interrumpiría sus intenciones y ese era el cuerpo de un transeúnte que evitó por los pelos chocar con él en una de las revesadas intersecciones.
Luego de tambalearse, giró sorprendido y observó a quien ahora pedía disculpas por lo sucedido.
—Tranquilo hombre, no ha pasado nada —contestó con aparente tranquilidad—. Buenos reflejos, por cierto.
Kota aprovechó un par de segundos para evaluar al muchacho que tenía ahora en frente. Lucía contemporáneo con su edad y por su vestimenta podía discernir que no se trataba de un simple ciudadano. Aún así, el factor determinante de aquella deducción fue la bandana con un símbolo que representaba a las misteriosas tierras de Amegakure que estaba dispuesta en su frente. Y al notarlo, no pudo evitar pensar lo mucho que le recordaba el rostro del chico al de una... ¿serpiente?.
—Vaya, eres un ninja de la Lluvia, ¿no es así?—aunque fuese obvio, debía preguntarlo—. nunca había visto a un shinobi de otra nación, esto es genial.
»Yo soy Kota, mucho gusto.
Tal parecía que las disculpas de Atsushi habían sido bien recibidas por el joven con el que había estado a punto de chocar; de hecho no solo había aceptado con tranquilidad y cortesía sus disculpas, sino que incluso alabo los reflejos del joven.
— Muchas gracias, no ha sido tan difícil en realidad. — contesto el muchacho con una pequeña sonrisa asomando en sus labios.
Durante el momento que siguió observo con un poco mas de atención al joven con el que casi había chocado, pues le producía curiosidad, incluso más allá de su atípica cabellera blanca. El otro joven calculo Atsushi, debía ser más o menos de su edad y parecía ser bastante normal en general.
“Aunque yo no soy el indicado para medir que es normal y que no…” Su voz interior se acallo al notar el detalle que más le llamo la atención de aquel sujeto; pues al mirar de reojo el resto del cuerpo del otro, noto que en su cinturón lucia una bandana shinobi perteneciente a Uzushiogakure.
La atención de Nagano volvió a recaer en su interlocutor al darse cuenta de que este le estaba hablando en aquel momento. Alcanzo a escuchar como el chico definía como genial el conocer a un ninja de otra aldea, por lo que debía de haber visto su bandana de Amegakure. Acto seguido, el otro se presento como Kota.
— Un placer conocerte Kota, mi nombre es Atsushi. A decir verdad, yo tampoco había conocido antes a un ninja de otra nación, concuerdo contigo en que es emocionante. — El joven sonrió afablemente y luego continúo hablando.
— ¿Tienes algo que hacer en la ciudad? Porque si no, me encantaría que me acompañases a recorrer el lugar. Siempre he tenido curiosidad de cómo vivís en otras alde… — La voz del chico se fue apagando a medida que veía a la gente que pasaba por la calle, a espaldas de Kota. Varias de las que miraban en su dirección abrían los ojos e incluso hubo una señora que al verlo por poco salió corriendo. Kota podria ver en su cara una expresión que parecía mezcla entre la incredulidad y un incipiente temor.
— No puede ser… Se ve mi rostro… ¿Verdad? — Sin esperar a la respuesta del otro chico, extendió la mano hacia su cabeza, y al notar que la capucha de la túnica no estaba donde debería, tanteo hasta encontrarla y tiro de ella hasta que volvió a estar en su lugar e inclino un poco la cabeza. Ahora Kota solo podía ver parte de su boca y si miraba con mayor atención, parte de las escamas del mentón que asomaban.
— Disculpa que hayas tenido que ver… eso… Aunque no has reaccionado mal cuando lo viste, y te lo agradezco. Si quieres, la oferta de recorrer un poco juntos sigue en pie. — El tono cálido de Atsushi se había apagado un poco, pero aun tenía ese tono educado y amable.
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Antes que nada, cordialidad.
Tanto Kota como el recién persentado Atsushi apostaban por una presentación amable. Quizás porque así eran realmente, aunque en la mayoría de los casos podría deberse a que no había mérito en tener un conflicto con otro shinobi, y más; si era de una aldea diferente. No serían ellos quienes rompieran con la paz latente de las tres naciones por el simple hecho de haberse cruzado en un callejón.
El muchacho con la piel escamosa no tardó en admitir que él tampoco había conocido a un ninja con diferente procedencia, experiencia que entonces podrían compartir. Era emocionante, desde luego; porque el porcentaje de que se volvieran a encontrar y no precisamente en buenos términos era bastante alta. Esto no sólo generaba expectativa, sino también una incesante disyuntiva sobre lo que puede o no venir en el futuro. Aunque era demasiado pronto para cuestionar estas viscicitudes, era inevitable preguntarse: ¿en quién se convertiría más adelante?...
De cualquier forma, su entusiasmo se apagó repentinamente cuando su interlocutor se percató de un detalle. Su rostro, inicialmente cubierto por la capucha que reposaba ahora en su espalda, se encontraba totalmente descubierto. Kota ya tenía en cuenta la infinidad de rasgos extraños que ataviaban el rostro de Atsushi, y aunque no podía negar que le pareció bastante extraño, no por ello iba a salir corriendo como un cobarde. Es más, llegó a pensar que la forma de sus ojos era algo extraordinario.
No sólo intimidaba, sino que generaba cierto temor. Uno que podría ser muy útil en ciertas situaciones, sobre todo las del tipo que agobian a los shinobi.
—Sí, lo vi. Pero no deberías avergonzarte muchacho, ¿por qué te importa lo que piensen los demás?... evidentemente tienes unos rasgos extraños, pero a mí en lo personal me parecen geniales.
Le dio dos palmaditas en la espalda y comenzó a avanzar.
—Vamos, así me cuentas en el camino por qué luces como una serpiente.
Cruzó el umbral del callejón y esperó que su nuevo compañero le alcanzara. Luego, sería todo oídos. Con rostro neutral, perceptivo; sin juzgar.
Atsushi no sabía muy bien qué hacer tras lo último que había dicho; movió un poco las piernas como si estuviera incomodo e inquieto y es que de hecho así se sentía. Hacía tiempo que no se encontraba en una situación así, normalmente lograba pasar desapercibido entre la multitud o evitaba que lo mirasen al entablar conversaciones.
Huir le parecía algo de cobardes y siendo que el otro muchacho era un shinobi, dudaba de que pudiera perderlo de vista fácilmente; además, albergaba cierta esperanza de que no lo juzgara por su aspecto, pues el no había dicho nada sobre él, a pesar de que seguramente lo había podido ver desde un principio.
Fue entonces cuando Kota hablo y lo que dijo consiguió que el otro muchacho sonriera un poco; le recordaba un poco a lo que decía su madre para animarle. Pero aun así, las cosas no eran tan sencillas tal y como lo veía Nagano.
— Lo que muchos otros piensan, pueden terminar siendo las acciones que acabaran contigo mañana; las personas tienen la tendencia a ver el mal en aquello que es diferente de su concepción de normal. Por eso prefiero ocultarme… Pero de verdad, agradezco tus palabras, solo que… —
Se quedo callado nuevamente, sabiendo que estaba hablando demasiado. Después de todo, aquel chico era un desconocido para él, ni siquiera pertenecía a su misma villa, ¿Por qué estaba pensando en confiar en él? Sus interacciones debían limitarse a la cortesía y a la amabilidad, lo sabía muy bien.
Mientras el chico divagaba, Kota lo despertó de su ensimismamiento con un par de palmadas en la espalda y había comenzado a caminar hacia el umbral del callejón; tras unos momentos de sorpresa por la vuelta a la realidad, Atsushi apresuro el paso y finalmente alcanzo al otro joven en la entrada del callejón. El chico parecía querer saber cómo es que tenía el aspecto de las serpientes.
“Hmph; ¿Qué hago? No puedo contarle la verdad ni confió en él como para hacerlo. Repudiare a mi maldito padre, pero que se divulgue esto… Bueno, por echarme un farol…”
Así pues, mientras ambos jóvenes caminaban por las calles, comenzó a hablar, con una versión un poco distorsionada de la realidad.
— Yo tan solo soy un experimento, que en cierto modo funciono… Se buscaba un guerrero que pudiera desempeñarse en varias artes y ese soy yo, aunque aun estoy en entrenamiento. Algunos dicen que desciendo de un antiguo clan emparentado con hombres reptiles de antes incluso de que existiera el Ninjutsu. Realmente, lo único que se con certeza es que la mayoría me repudia por mi aspecto… Y que mi verdadero linaje lo llevo en mi espalda. — De forma casi inconsciente, llevo una de sus manos hacia su Kyodai Sensu que llevaba atado a la espalda y lo acaricio con cuidado, incluso ternura.
Sentía la boca un poco seca tras tanto hablar, no solía recitar tantas palabras juntas a menudo; se lamio los labios y volvió a prestar atención a Kota, en cuya ropa diviso en su parte delantera, un curioso símbolo.
— Por cierto, ese símbolo que llevas en tus ropas… ¿Pertenece a algún clan o algo así por el estilo, no? Se ve interesante… — Esperaba que con eso desviara la atención del muchacho de preguntas sobre sus orígenes. Además, verdaderamente se sentía intrigado sobre el símbolo. Después de todo, Atsushi era una persona curiosa a más no poder; amaba el saber.
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Y así fue como los dos shinobi se encaminaron en un paseo revelador, donde Atsushi se explayaría un poco sobre lo que era, para que existe y cual creía él que tenía de función. Kota asentía cada vez que podía para darle rienda suelta a que continuara, afirmando así que entendía claramente lo que le estaban contando y que no tenía interrogante alguna para el muchacho de facciones reptiles. Aprovechó así también para darle algo de gusto a la historia, mencionando que las lenguas tan viejas como sabias decían que se trataba de una especie de linaje antiquísimo con parentescos con las serpientes.
El Uchiha balbuceó. Le pareció terrible que por su diferencia la gente lo rechazara. Imaginó que podría haber tenido una dura infancia, incluso en la academia; ambiente que da a lugar situaciones de ese estilo. "Que tú, cara de serpiente, animal rastrero e improperios de ese tipo".
Una lástima para aquellos que se aprovechaban de algo tan nimio como la apariencia.
—Pues si yo fuera una especie de experimento, intentaría aprovecharlo al máximo. Sacar provecho de las diferencias que se te han otorgado pueden ayudarte mucho en este trabajo, ya sabes; el de un ninja.
En cuanto terminó su intervención, Kota continuó caminando y prefirió dejar el tema hasta allí. No era ni de cerca su intención el presionar al muchacho o hacerle sentir invadido, aunque era evidente que la curiosidad le seguiría carcomiendo al peliblanco durante un buen tiempo. Tendría que contárselo a su hermano y de seguro éste no le creería.
Pero hablando de Yota, persona con la que compartía un linaje; el reptil no tardó en demostrar su interés por el símbolo que reposaba en la chaqueta del Uchiha. Kota sonrió levemente e hizo un deje de tanteo que demostraba una sabia desconfianza que Atsushi seguramente entendería. Prevenir antes que lamentar, eso lo tenía bien claro.
—Pues sí, es el estandarte de mi familia. Aunque sé que entenderás que no pueda decir nada más, visto que acabamos de conocernos y que pertenecemos a aldeas diferentes. Es algo tonto, pero ya te lo contaré si coincidimos más adelante.
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