Eran las primeras horas de la mañana y el sol recién saludaba, ocultándose aún tímidamente en el horizonte, los pájaros cantaban alegres y un madrugador Yotsuki caminaba por un sendero bordeando un campo de cultivos.

—Sayonara wa iwazu ni yuku, shounen jidai no owari, kono michi no mukou wa nani ga aru no darou... Ñam, ñam— Iba cantando a la vez que masticaba un chicle y con paso relajado. Sostenía con la diestra uno de los tirantes de la mochila, mientras con la zurda sostenía un mapa, alternando la vista entre este y el paisaje para otear en busca de un camino.

Estaba regresando de su aventura en el País del Rayo y debía ahora seguir al suroeste para dirigirse al Paraje de Bambú y luego a las Tierras de la Llovizna en su trayecto de regreso. "Faltan un par semanas para la primavera. Me pregunto si Geki aún se acuerda de nuestro trato, que cómo no se asome el desgraciado me las va a pagar si me lo vuelvo a topar un día." No es cómo si pactar un encuentro entre dos genin de distinta aldea para buscar a un extraño mamífero superdesarrollado fuese buena idea, pero era más emocionante que encerrarse en casa leyendo libros. "Aún falta mucho cómo para andarme preocupando por ello." Se metió otro chicle a la boca, aumentando el tamaño de la masa rosa.

Había pasado la noche en uno de los tantos pueblitos de los Arrozales del Silencio, pero ante el desinterés por tal ambiemte campirano decidió partir de inmediato. El ambiente húmedo del Bosque de Hongos era en cambio mucho más exótico y llamativo, pero lastimosamente sabía no podría quedarse a apreciar el paisaje dado que tenía las provisiones contadas para su regreso.

"Qué raro, me he topado con más shinobi de Kusa en otros países que estando aquí." Río ante la ironía.

Era curioso. Bastante curioso.

Así como Roga volvía de su aventura del País del Rayo, Umikiba Kaido estaba dirigiéndose, por el contrario, a la suya. Su destino: la Villa de las Aguas Termales. El de Roga: su aldea, Amegakure no sato.

El gyojin se detuvo en seco cuando sus caminos se cruzaron. Perplejo y pétreo como una de esas estatuas de Oni que hacían vida en lo más alto del edificio de la Arashikage. Observaba la bandana, con cuatro líneas verticales, que lo identificaban como un amejin. Maldijo para sus adentros. ¿Qué probabilidades había? Si ese tipo estaba volviendo desde el este, quería decir que no había tenido tiempo de haber sido informado de su exilio. Por contraproducente que pudiera parecer, aquello le daba cierta tranquilidad. La suficiente, como para no tener que rajarle el cuello y evitar contratiempos.

Kaido iba vestido con su conjunto habitual. No tenía bandana alguna que le identificara, pero en ocasiones no le hacía falta para que algún hijo de la lluvia, como él, le reconociera. ¿Lo haría así aquel muchacho? ¿acaso sabía quién diablos era el Tiburón de Amegakure?

Para su suerte -o desgracia, según el punto de vista- Rōga aún era desconocedor del mundo. Muchos de sus recientes viajes de entrenamiento no habían sido sino para aprender de su entorno. Razón por la cuál, no sólo era ignorante del exterior, sino de también de muchas cosas que se cocían dentro de su propia aldea. Incluso sobre los grandes incidentes internacionales, terminó enterándose por alguien ajeno a su propia villa. Sin embargo, eso no quería decir que fuera un estúpido ni mucho menos.

Si hubiese sido otro transeúnte normal, fácilmente hubiese pasado de largo tras saludar con una mano. El problema es que lo que acababa de toparse enfrente era todo menos normal, a menos que en algún lugar sea frecuente tener piel azul y nadie le hubiese contado al respecto. "¿Pero qué mierda?" Se frenó en seco, atónito y parpadenado a duras penas, incluso dejando de mascar la goma que tenía en la boca. La extraña criatura, le miraba.

"Es, un, ¿hombre pez?" Y lo peor del asunto, es que ni siquiera había un lago o río cerca. Era un puto hombre pez en medio de un puto bosque.

—¿Qué demonios...?— No estaba asustado, pero claramente estaba anonadado por lo que tenía enfrente. Que conste, que el Yotsuki raramente se deja impresionar, pero ante los hechos no sabía exactamente que decir o preguntar. "Díganme que los aldeanos envenenaron la comida, por favor..." Su cerebro trataba de maquinar una razón lógica para ello, incrédula ante lo que los ojos le mostraban.

Aún así, la curiosidad afloró en él. "Ni siquiera puedo decir que es un monstruo como tal, ¡está vestido y todo!" ¿Qué rayos iba a hacer en esa situación? Que el de piel azul no dijera ni pío no ayudaba en lo más mínimo, simplemente se había parado enfrente de él sin hacer nada.

—¿Ho...la? Supongo...

—¿Ho...la? Supongo...

Kaido no respondió de inmediato. Su mente daba vuelcos entre profanarle todos sus muertos al tipo o, por el contrario, actuar lo suficientemente cordial como para que aquello supusiera ser un encuentro de rutina entre colegas.

—Hola, ninja de Amegakure. ¿Cómo te trata el País del Bosque?

Podría haber esperado todo. Que le ignorara, que intentara comérselo, que le insultara... Pero nunca que le respondiera de forma tan amigable. "Verga, ¡el bichejo sabe hablar! Más aún, ¡ME ESTÁ SALUDANDO!" No sabía cómo mierda actuar. Por muy amable que fuera, no dejaba de ser un rarito. "No puedo tomarme eso de buena forma con esos putos dientes joder. Es cómo una piraña o un tiburón. Se cruzó de brazos y sonrío calmado, aunque no mostraba demasiada confianza cómo lo haría con otras personas más normales.

—Ah joder, dos cosas: Primero, que esto es una fiesta de locos y estoy seguro de no haber inhalado esporas de por aquí, así que respondiendo a tu pregunta se podría decir que estoy bien. Segundo, este ninja de Amegakure tiene un nombre, y ese es...— Giró trescientos sesenta grados mientras extendía el brazo derecho, y al terminar colocó la zurda en la cintura. —King Rōga~ no importaba quién o qué tuviese enfrente, la presentación nunca podía faltar. "Ante todo el estilo, sí señor." Relajó la postura para continuar la charla. —Y ya que estamos, ¿cómo es que te llamas?— Se cruzó de brazos. —Mira, que no quiero parecer shute, pero es que lo soy y perdóname por ello pero comprenderás que se me es imposible ignorarte, si sabes a lo que me refiero— Alzó la ceja mientras dejaba caer su cabeza al lado izquierdo.

"¿Qué demonios es él? ¿Un mutante, un experimento, un yōkai?" Pero aún así, había otra cosa que le carcomía. "Tendrá..." Entonces caminó de frente para acercarse a Kaido, importándole un pepino el espacio personal de los demás cómo de costumbre. Le miraba más que nada el rostro, o el cuello, en todo caso. "...¿agallas?"

Umikiba Kaido se mantuvo pétreo, con una leve sonrisa adornándole el rostro como marca registrada de la casa.

—King Rōga. Qué pretencioso creerte un rey en un mundo donde impera la tierra de nadie —comentó, idílico y jocoso—. ¿yo? yo soy Kaido. Umikiba Kaido, el Tiburón de Amegakure. O... bueno, lo era hasta hace un par de días, desde luego.

—¿Cuánto llevas fuera de la aldea? —preguntó, como si fuera su superior. Y es que a fin de cuentas lo era. Él era un chunin a toda regla, aunque uno sumido en una jodida misión de infiltración que pedía expresamente su "aparente" exilio. Por esa razón no portaba bandana. Por esa razón...

... King Rōga estaba en peligro.

—No tenías porqué tomártelo así de literal...— Alzó la ceja ante la charlatanería del otro respecto a su apellido. Si tenía que matar el momento, lo haría.

Lo que dijo a continuación el hombre pez le dio que pensar, pues se identificó cómo alguien proveniente de su misma aldea. "Mierda, ¿eso significa que este sujeto ES UN SHINOBI?" Aunque por fuera su expresión seguía siendo relajada, por dentro maquinaba muchas cosas. "¿Cómo que era? Tiburón si que sigue siendo, entonces..."

—Ouh...— Se le escapó en cuanto creyó entender la situación.

Luego, el tal Kaido exigió sin pedir permiso ni nada, pero el joven de cabellos tricolor no cambió su expresión en lo más mínimo. "Esa maldita sonrisa, tiene mucha confianza en sí mismo este hijueputa" Él mismo solía hacerlo de la misma manera. "No debí acercarme tanto, pero ya que estamos, no me queda otra salida." Tensó el brazo izquierdo, encorvando los dedos hacia dentro.

—Si dices que ya no perteneces a Amegakure, entonces no tengo porqué rendirte esa información—. Afiló su mirada y alzó la vista, correspondiendo la sonrisa del otro.

"Fast!"

Alzaría entonces su mano derecha mientras se rodeaba de electricidad, extendiéndose mientras tomaba la forma de un lobo aullante que no descansaría hasta clavar sus colmillos en el Tiburón.

Kaido se sintió, entre muchas cosas, bastante sorprendido. Sorprendido de que King Roga tuviera los huevos de hacerle frente tan descaradamente. Pocos eran capaces de hacerlo a día de hoy y con tanta valentía.

Ante la negativa del amejin de responder a su interrogante, Kaido sonrió con mayor amplitud. Tenía la comisura de los labios tan tensada que daba la sensación de que iba a desgarrarse el rostro si la curvaba más de la cuenta. Aunque también parecía bastante atento al lenguaje corporal de su interlocutor, y de aquellos leves signos de hostilidad que desembocaron en la acción de su rival a través de una técnica. Y una raiton, para más inri.

«Interesante. Muy interesante.»

Bastó que King Roga hiciera el ademán de alzar su brazo, poco después envuelto en electricidad, para que Kaido apoyara la pierna derecha frente a sí y alzara también sus manos. Encajó entonces la mirada en el nacimiento del lobo eléctrico que avanzó hasta él como un haz de energía que se mantenía unido en un apéndice a las manos de su creador, tratando de consumir los apenas cinco metros de distancia que separaba al rey del Tiburón. El gyojin, no obstante, ya había realizado el único sello que necesitaba para invocar su propia técnica: una bola de agua presurizada de al menos un metro de diámetro que se tragó literalmente al lobo, comiéndoselo y ahogándolo. Volviéndolo incluso parte de su propio avance.

El Teppōdama que traspasó al lobo y continuó su súbito viaje hacia Roga había dejado de ser una bola de agua común. Ahora sus corrientes presurizadas echaban chispas. Evidentemente, estaba electrificado.

«Venga, ¡demuéstrame lo que sabe hacer la nueva generación, Roga!»

Ya le había pasado una vez, pero parecía que la lección no estaba aprendida. Tomar la iniciativa no solía resultar bien y pudo darse cuenta de ello en el momento en el que el Tiburón respondió con el sello de tigre mientras hacía el ademán de escupir algo. "Eso, oh no, ¿¡Te-Teppōdama!?" ¿Cómo se dio cuenta? Porque no era al primera vez que veía aquella técnica. Ironías de la vida, pero probablemente Kaido estaba a punto de darle una cucharada de su propia medicina al devolverle un ataque de suiton combinado con raiton, sólo que este vendría usando la técnica del Yotsuki en su contra como sustituto del aliado. ¿Estaría a punto de quedar humillado al recibir una de sus propias tácticas en toda la cara? "¡Ni de puta broma!" Quizás aquel encuentro casual, resultaría más provechoso de lo que esperó en un inicio.

Quizás la adrenalina, quizás la pasión. No se lo pensó dos veces, o mejor dicho, ni siquiera lo pensó. Había muchos caminos que elegir, pero si escogía el más obvio, no sería propio de él. ¿Cuál tomaría entonces? "Go ahead!" Un par de pasos rápidos, antes de tirarse al suelo con la pierna derecha por delante, con la intención de deslizarse por debajo del letal proyectil aprovechando sus dimensiones, entre el espacio que había entre este y el suelo.

—¡¡Aaaaaaaahhhh!!♪~ Un grito melodioso con armonía ascendente acompañarían su embite, buscando además acortar distancias entre él y el renegado, cargando directo hacia las extremidades inferiores de su enemigo.

"Si esto funciona por una vez en mi vida me alegraré de ser así de enano"

Roga birló la bola de agua entre un grito melodioso, escabulléndose por debajo del proyectil y deslizándose al ras del suelo. No fue muy difícil para Kaido, no obstante, premeditar su siguiente movimiento a la evasión tan particular del extrovertido amejin, a la cuál respondió con un potente salto a su retaguardia —incluso antes de que Roga llegara a acabar su desliz—. a la par de que realizaba casi al unísono un par de sellos.

De su boca salió expedida una riada de agua gelatinosa que bañaría sin contemplación al Yotsuki, atrapándolo en el acto. Kaido aterrizó a un metros del epicentro del pantano, sin caer sobre su propia creación.

La marometa había salido regular, no bien, regular. Se salvó del dolor -más por la humillación- que por el golpetazo que iba a recibir de la bola mortal. Sin embargo, cada vez se estaba notando más la diferencia de habilidades. Había optado por acercarse ya que a distancia no tenía la más mínima oportunidad, pero su acercamiento no había resultado tan eficaz cómo esperaba ya que este le esquivó con la gracia de una bailarina de ballet que ha practicado su espectáculo cientos de veces. "Oh mierda." Giró su cuello cómo bien pudo para intentar seguir el movimiento de Kaido mientras él se iba de largo, pero su rival ya estaba ejecutando otra secuencia de sellos con una presteza y facilidad alarmante. "¡Eso no please!" Apretó los dientes, aún con la goma de mascar dentro de la boca. "No podré pararme a tiempo..."

Sabía que si le alcanzaba, estaría totalmente a la merced del Tiburón y quizás luego de eso no podría más que despedirse de este mundo. Su única opción era intentar enviar chakra no sólo a sus pies, sino recubrir también sus brazos y en un acto aún más desesperado, el costado de su cuerpo. Él mismo sabía que su control de chakra no era tan bueno como quisiera, pero ante un oponente cómo él se crecía y quizás, sólo quizás, funcionaría. "Geki maldito malnacido, si salgo vivo de esta te debo una." Rogó por no quedarse pegado al suelo.

—¡Por Ame no Kami! Espero que esta porquería no deje manchas—. Estaba al filo del peligro y aún así, tenía las fuerzas para preocuparse por no arruinar su look.

El asunto estaba en qué, ¿lograría evitar caer en aquella trampa pegajosa? Estaba por descubrirlo. De no lograrlo, al menos trataría de que su brazo izquierdo no quedase atrapado.

King Roga previó, hábilmente, la llegada de aquella ola pegajosa; y concentró chakra en sus pies. Aunque también sintió el cómo la baba se le colaba por el arco de la espalda, y mojaba toda su espalda y cabello dada la postura que había asumido el genin para realizar su ataque anterior. No obstante, la intención del Tiburón nunca quedaba en atrapar al enemigo una vez realizada aquella técnica. No. En realidad, tenía una estrategia que siempre solía usar con los más jóvenes para probar sus capacidades, dada la suspicacia que había que tener para responder al siguiente movimiento de Umikiba Kaido.

Inhumanamente, su brazo se separó a nivel del codo y voló en dirección a Roga para impactarle de lleno en el pecho.

Creyó haberse salvado de la peor parte, pero pronto se daría cuenta de cuán equivocado estaba. Su oponente no le estaba dando tregua un sólo segundo, cuando normalmente él era quién solía disfrutar de una ofensiva incesante. En aquella ocasión pro primera vez se estaba sintiendo acorralado, cuando ni siquiera en los entrenamientos con su madre había llegado a tales extremos. "No debo alargar esto..." Se incorporó lo más rápido que pudo, temeroso de la siguiente acción de su oponente, aunque ni siquiera en sus más locas ideas estaba preparado para lo que vería a continuación.

—What!?— La extremidad de su oponente salió disparada en su contra, ante lo cuál su reflejo instintivo fue cruzar los brazos delante de sí para bloquear el impacto... Pobre de él al darse cuenta de la futilidad de aquello, pues le golpeó de lleno con una fiereza que le hizo trastabillar ahí mismo. "¿Agua?" Pensó al ver cómo se deshizo, mientras intentaba reforzar el chakra en sus pies evitar caer de espaldas, sin éxito. "Que gran IDEOTA tuviste, lobo." Se regañó a sí mismo mientras terminaba otra vez en el suelo. "Aunque pudieras vencerlo, ¿cómo carajos planeabas escoltarlo hasta la aldea? ¿a tuto?" Quiso escupir la goma de mascar para que no lo estorbara, pero tras dudar un par de segundos eligió no hacerlo. "Oh no, aún no." Forzó una sonrisa ante la locura de plan que tenía en mente, pero para poder ponerlo en práctica necesitaba un poco más de espacio.

—¿¡Qué brujería fue esa!?— Alzó cómo pudo la cabeza y parte del torso para verle la cara a su oponente. —Creo recordar que el ninjutsu elemental no funciona así—. Había prestado suficiente atención en la academia cómo para saber que el chakra se moldea dentro del cuerpo antes de expulsarlo. "Es una mierda, una putísima mierda." Las técnicas del Tiburón eran simplemente superiores, y su acercamiento sólo dejó en claro que en presteza no se quedaba atrás. Era frustrante para él saber que no estaba a la altura de su competidor. "Ni siquiera ha de estar esforzándose conmigo." Apretó los dientes ante la idea. ¿Acaso sólo le quedaba huir? "Dudo que siquiera me deje hacerlo." No sólo por el sentido común, sino por la dificultad que ello implicaba.

"De pie lobo, DE PIE MALDITA SEA" Era hora de cambiar el plan de acción.

Sólo entonces, con cada movimiento, con cada ofensiva, el joven King Roga entendería lo que significaba que tu oponente no te diera tregua. Porque es que para Kaido el tiempo apremiaba tanto que la clemencia no era un aspecto a tener en cuenta aún y cuando se trataba de un novato como el que tenía en frente.

Sólo por eso, cuando el brazo de agua explotó en el pecho de Roga, éste no tuvo tiempo de increparse acerca de nada. Ni del ninjutsu elemental, o de cómo funcionaba. El lobo, esa vez, no iba a ponerse de pie.

Porque...

¡Boooooom!

Una explosión de abrumante verborrea abrazó a un rey sin corona.

Las lecciones, a veces no pueden enseñártelas de buena manera. Por mucho que escuches consejos, que entrenes para mejorar, la experiencia es algo que sólo el tiempo te lo puede dar. Un shinobi no podía darse el lujo de ser ignorante; cosa que por desgracia, de eso el Yotsuki tenía bastante. No era su culpa ser joven, no era su culpa ser inexperto, pero la vida no toma en consideración estas cosas, no señor.

¿Gritar? O no le dio tiempo, o quizás el sonido de la explosión lo ahogó, quién sabe.

Cayó al suelo por sobre su costado derecho. Donde debía haber color piel, sólo quedaba rojo. Por una vez en la vida, se arrepintió de su coraje, de tener las fuerzas para seguir en guerra. En esos momentos desearía no estar consciente para no tener que sentir aquel ardor, aquel dolor. Un agudo y agorero lamento, seguido de un apretón de dientes tan fuerte, que sentía que iba a romperse. Lágrimas discurrían por sus ojos, pero se negaba a abrirlos. Se hacía una idea de lo que había pasado, pero no quería ver para corroborarlo. Ahí, tirado en el suelo de aquel bosque, pataleó de la desesperación, intentando calmar inútilmente su agonía. Apenas si pudo encogerse sobre sí, sin saber a ciencia cierta si sentía los brazos o no.

Era un animal herido, un lobo caído en desgracia... Pero uno que entendía que las consecuencias de sus acciones. Su único miedo, el quizás; el de no poder enmendar los errores.