16/01/2025, 00:37
Momentos después del funeral de Yui...
La tormenta rugía, casi en un guiño existencial, caprichoso y cruel. Esas señales que vemos y queremos no creerlas. Esas señales que te dejan pensando, analizando como es todo. Mera coincidencia o mística pura. Relevante o no la respuesta, las palabras tan características de su anterior líder parecían ser tan reales como la vida misma. La tormenta es eterna. Desde la metáfora hasta lo cotidiano, el peso de esa frase parecía atravesar cualquier mente. Tal así, que podía hacer dudar hasta al menos creyente. Hasta al más lógico.
Ni Suzumu ni Shirō soltaron palabra alguna durante el camino a casa. Quizás ambos pudieron haber ocultado sus lágrimas con la lluvia. Pero no. Los dos manojos de orgullo hicieron caso omiso a su sentimiento más fuerte y le mostraron a su familia la cara que en verdad tenían ese día. Y es que no había nada que ocultar. Para el padre e hijo, Yui era un ícono y una persona que podían seguir hasta, bueno, la muerte.
Recién toda la familia había vuelto a su casa, pero fue cuestión de segundos para que, tanto Suzumu como Shirō, salieran de la casa. Nadie vio bien hacia donde fueron. Hinata parecía que había hecho lo mismo, pero en realidad se había ido a cambiar. Poco tardó en aparecer en la cocina.
—Madre, saldré un rato. — Su voz parecía tranquila y con pocas preocupaciones.
—No vuelvas tarde.
Cuando Suzumu está ausente, Tsubame muestra su lado estricto. Su tono de voz no fue amenazador, pero sí intenso y serio. Suerte tenían los hermanos Nara que no siempre estuviera mostrando esa cara. Ellos no lo sabían, pero podía llegar a ser peor que su padre en algunos aspectos.
Mientras Jun estaba sacando la tetera del fuego, su madre sostenía dos tacitas enfrente de ella. Luego del golpe de realidad que había sufrido en el entierro, un té era lo mínimo que podía hacer para alivianar un poco. Su mamá decidió acompañarla. Vertió el agua en ambos recipientes y dejó la tetera apoyada en la hornalla.
—Hija mía. Parece que todo esto fue más fuerte de lo que esperabas. — Extendió una de las tazas a su hija, la cual la tomó sin mucha vuelta. La niña revoleó su mirada hacia otro lado.
La mujer comenzó a caminar hacia lo que vendría a ser su antiguo comedor. Una habitación no tan grande, con una tabla chica en la que podían entrar todos los platos de la familia y con unas especies de almohadones para sentarse. El cuarto estaba en desuso, por lo que podía haber un poco de polvo. Antes de entrar, miró a su hija y le hizo un gesto con la cabeza para que la siguiera. La jovencita no tenía mucho que hacer, por lo que le hizo caso a su indicación.
Luego de remover algo del polvo, ambas se sentaron sin mucha parafernalia. Unos segundos de silencio fueron más que suficientes para que una de las dos dispare.
—¿Por qué no estás como mi padre o mi hermano? — Tajante y directa, como lo solía ser siempre. Sin vueltas y sin escrúpulos. —Tengo entendido que Yui era un ícono para todos us… Digo, nosotros.
La corrección de su hija le hizo soltar una leve risita.
—Hace un tiempo ya te dieron la placa. Casi parece que te esforzás por no encajar. — Su tono era amigable y casi de broma, cosa que Jun nunca había visto en su madre. —Pero no soy como tu padre, no voy a decirte con qué deberías sentirte identificada. Tampoco soy tan temperamental como él, puedo procesar con más tranquilidad este tipo de situaciones.
Tsubame la dejó más confundida aún ¿Acaso su madre estaba en desacuerdo con cosas que opinaba su padre? Nunca pensó que alguien en esa familia iba a estar en desacuerdo con Suzumu. Pensaba que ella era la oveja negra de todos los que vivían ahí. Pero, parecía, que también había grises en su familia.
—Sinceramente, esa mujer se llevó todos mis respetos. Todo lo que hizo por este país es incalculable. Es de las primeras veces que alguien que no conozco personalmente me inspire tanto y le deba tanto respeto.
Jun no pudo evitar mirarla raro y tener que preguntar lo obvio.
—¿Pero?
—No hay peros. Me duele mucho todo esto, aunque no parezca. Además de que esto va a implicar cambios gigantes. — No había que ser muy imaginativos para saber de qué hablaba. —Quizás había cosas con las que difería de lo que ella pensaba, pero nada del otro mundo. Y, a pesar de todo eso, no puedo estar como tu padre y tu hermano. Para ellos, ella era un poco más de lo que era para nosotras.
Necesitaba darle un sorbo al té. Esta vez a la pequeña le tocaba imitar en vez de que la imitaran, por lo que también quiso darle un sorbo. Estaba más paciente de lo normal, abierta a todo lo que le dijeran.
—Ese sentimiento de pertenencia, ese orgullo por lo propio y el vivir y morir por los tuyos. Una sensación que el solo hecho de describirla es fuerte y sentirla debe serlo diez veces más. Nunca tuve el gusto de hablar con ella, pero todo esto se veía solo con su semblante y sus decisiones. — Bebió brevemente de su té.
Esa descripción encajaba con cualquiera de los miembros más ortodoxos de su familia. Quizá Tsubame y Hinata eran los que menos seguían esa mentalidad familiar, pero sabían como eran y como se mostraban los demás. Fuertes y orgullosos, imponentes y seguros.
—¿Sabes? No debería contarte esto aún… O, mejor dicho, no debería contártelo yo. — Pausó por un segundo para soltar un breve suspiro y mirar hacia otro lado, como si estuviera pensando en alguien más. —Pero por como va todo, prefiero hacerlo.
No se quería ni imaginar a su esposo hablándole sobre este tema a Jun. Él ya no le tenía paciencia a la chica, era rebelde y encima todas las cosas se estaban torciendo cada vez más.
—Bien sabes que los Nara vienen de Konohagakure. Siempre fue un clan bastante respetado y tenían una cierta importancia en ese lugar. — Tsubame es proveniente de otro clan pero bien conocía aquella historia. —Luego de todo el caos que hubo por aquellos tiempos, la aldea fue totalmente destruída y así fue como los Nara tuvieron que buscar a donde ir, desde dónde pararse frente a todo lo que estaba pasando, qué hacer.
Jun ya conocía todo esto, aunque quizá nunca se interiorizó del todo lo que esto significaba. Nunca se preguntó a sí misma “¿De dónde vengo?”.
—Bueno, ya te imaginaras que se esparcieron por todo Oonindo, no eran precisamente pocos ni tampoco sobraban. Siempre fueron ninjas bastantes solicitados, no solo por sus habilidades sino también por su pensamiento estratégico. Aunque, bueno, también siempre fueron bastante cabeza dura. — No pudo evitar sonreír al verla. Realmente se notaba que era una Nara hecha y derecha. —O, bueno, por lo menos la rama de tu padre.
—No sé muy bien porqué siempre me dicen eso. Creo que siempre intento ceder y aceptar lo que los demás me dicen. — Mintió pero sin perder la seriedad. —¿Qué tiene que ver todo esto con lo que hablábamos?
—Se nota que no estás muy despierta hoy. — Dijo tajante. —Durante un tiempo, la familia de tu padre no fue muy respetada. Quizá no al nivel de lo que estaban acostumbrados. Eran unos shinobis más. De hecho, hasta se los cuestionaba por solo servir de apoyo. “¿Solo van a quedarse atrás?” “¿Qué harían si se quedan solos? ¿Usar su sombra hasta que llegue más ayuda?” “¿De qué les sirve esa cabeza sino pueden defenderse por su cuenta?”
Se mojó los labios con lo que quedaba de té e ingirió para refrescar la garganta, no solía dar este tipo de monólogos. Procedió a levantarse y salir de la habitación, dirigiéndose al patio a caminar un poco y estirar las piernas. Por instinto, su hija la siguió.
—A veces los grupos pequeños son más ruidosos que los grandes. Todavía había gente que les tenía aprecio y aún eran valorados, pero igual había algo que todavía les seguía tocando el ego. Y es... entendible, dentro de lo que cabe. De ser uno de los principales clanes de un lugar, pasaron a ser cuestionados, tal vez en contextos donde no llegaban a entenderlos bien ¿Nunca te preguntaste por qué Suzumu se caracteriza más por su ninjutsu y taijutsu que por sus habilidades con la sombra?
—De hecho, no. Nunca me lo cuestioné.
—No solo tu padre, sino que su ascendencia también se caracterizaban por mostrarse como ninjas fuertes y con un repertorio mayormente ofensivo y llamativo. Aunque quizá tu padre, por como es él, exageró un poco en no centrarse en otros aspectos. Así y todo, no se sentían aún conformes. Y es ahí cuando entra Yui.
»Ya venían, por lo menos esta rama de los Nara, buscando tener un reconocimiento en Amegakure y en Oonindo en general. Volver a ser respetados y admirados como los viejos tiempos. Simplemente ser reconocidos al escuchar su apellido.
—Y cuando aparece Yui se vieron representados con ella. Lo que estaban buscando hace tiempo se alineó con lo que Yui representaba. Una mezcla entre respeto y reconocimiento, en su caso para todos los amejines.
Tsubame asintió con la cabeza y frenó su caminata, poniéndose de frente a su hija.
—Exacto. Yui les devolvió su identidad. Los amejines ahora no son solo respetados, hay casos que son hasta temidos por gente de otros países. Le dio eso y más, mucho más, a toda Amegakure. Pero a la familia de tu padre... — Le apoyó una de sus manos en el hombro y la miró a los ojos. —A ellos les devolvió el orgullo. Ese que habían perdido con el tiempo y que generaciones enteras no pudieron recuperar. Eso que tanto pedían y anhelaban, se los devolvió una sola persona.
»Eso es Yui para tu padre. Y para todo su linaje.
La chica no sabía cómo procesar tanta información. Nunca se imaginó el trasfondo tan complejo que podía tener su familia. Además, ella sabía que su madre no tenía todos los por menores que podía saber su padre. Ahora entendía mucho más, tanto de sus abuelos como de su padre y de su hermano. El orgullo no era una simple cualidad de su familia, sino que era algo más. Era historia y reivindicación, era una postura de vida.
—Muchas gracias, madre. Por todo. — Pensó en darle un abrazo pero no se terminó de animar. Simplemente sonrió desganada y se fue en dirección hacia su habitación. —Si no es molestía, necesito un rato sola.
Tsubame asintió, sin mediar más palabras, viendo a su hija alejarse lentamente.