31/03/2020, 02:46
Después de casi un año, de nuevo se encontraba de camino hacia ese fatídico lugar, el Valle de los Dojos. Una burda sonrisa se dibujó en el rostro del Inuzuka, recordando viejos tiempos. Sí, recordando cosas del año pasado, como si el chico fuese un carcamal retirado del oficio que recuerda con añoranza sus tiempos joviales. Conforme iba sucediendo los pasos, iba recordando la estrepitosa situación del anterior torneo, y deseaba por todos los supuestos dioses que no se volviese a repetir.
«Aunque bueno... éste año es diferente, éste año participo yo también.»
Pero eso no distaba demasiado de que las cosas no pudiesen ir de nuevo por el mismo camino. Tan solo esperaba que no le pillase de nuevo algo como lo sucedido comprando palomitas y chucherías. Sonaba ridículo, pero la verdad a veces es tan dura como cuando te dicen que el hada de los dientes no existe. Ese ejemplo por no ser más drástico, obvio. Llegar al asiento, y ver que media rada ha desaparecido, y todos andan mirando hasta a sus propios familiares como posibles terroristas... no tiene precio.
Para bien o para mal, en éste último año las relaciones entre aldeas se habían enlazado un poco más. Todo parecía decir que ya una situación de tensión entre aldeas como la del año pasado era imposible. Bueno, al menos había sido así hasta la muerte del viejo... con la muerte de Moyashi Kenzou, todo había quedado de nuevo en mera incertidumbre. Al menos así era a vista de la familia Inuzuka, que últimamente no había estado muy enfocada en lo que les rodeaba.
Quizás centrarse tanto en "mejorar" las habilidades del hijo predilecto, así como el enaltecimiento de la academia tenía su lado negativo. Lo único que tenían claro es que Juro estaba más que sentenciado en Kusagakure, y cualquiera decía que no en las calles de la aldea.
—Ya hemos llegado, Akane.
—¡RrrssSIP!
Tenían al frente la entrada a los Dojos, por fin. El viaje había sido largo, y más andando, pero también les había servido para despejar un poco la cabeza tras tanto entrenamiento con el loco. Si, el apodo que cariñosamente había puesto a ese perturbado al que debía llamar padre. Desde que había regresado, no había día en que pudiese siquiera conciliar bien el sueño, y sus enormes ojeras confirmaban lo evidente. Por fin podría descansar un poco, aunque fuese por unos días. Al menos eso esperaba, un respiro.
En los Dojos, se notaba una enorme vigilancia, los guardias estaban por todas partes. A decir verdad, tampoco era de extrañar, después de todo era un acto de suma importancia. Además, se encontraban allí las 3 aldeas, o al menos grandes representantes de las mismas. Cualquier cabrón sin escrúpulos que quisiese fastidiar bien, podría hacer un all-in en éste evento.
—¿Te parece si dejamos las cosas en la habitación y vamos a comer algo?
El can afirmó con la cabeza, y hasta aumentó el ritmo. Después de todo, con la comida no se juega.
«Aunque bueno... éste año es diferente, éste año participo yo también.»
Pero eso no distaba demasiado de que las cosas no pudiesen ir de nuevo por el mismo camino. Tan solo esperaba que no le pillase de nuevo algo como lo sucedido comprando palomitas y chucherías. Sonaba ridículo, pero la verdad a veces es tan dura como cuando te dicen que el hada de los dientes no existe. Ese ejemplo por no ser más drástico, obvio. Llegar al asiento, y ver que media rada ha desaparecido, y todos andan mirando hasta a sus propios familiares como posibles terroristas... no tiene precio.
Para bien o para mal, en éste último año las relaciones entre aldeas se habían enlazado un poco más. Todo parecía decir que ya una situación de tensión entre aldeas como la del año pasado era imposible. Bueno, al menos había sido así hasta la muerte del viejo... con la muerte de Moyashi Kenzou, todo había quedado de nuevo en mera incertidumbre. Al menos así era a vista de la familia Inuzuka, que últimamente no había estado muy enfocada en lo que les rodeaba.
Quizás centrarse tanto en "mejorar" las habilidades del hijo predilecto, así como el enaltecimiento de la academia tenía su lado negativo. Lo único que tenían claro es que Juro estaba más que sentenciado en Kusagakure, y cualquiera decía que no en las calles de la aldea.
—Ya hemos llegado, Akane.
—¡RrrssSIP!
Tenían al frente la entrada a los Dojos, por fin. El viaje había sido largo, y más andando, pero también les había servido para despejar un poco la cabeza tras tanto entrenamiento con el loco. Si, el apodo que cariñosamente había puesto a ese perturbado al que debía llamar padre. Desde que había regresado, no había día en que pudiese siquiera conciliar bien el sueño, y sus enormes ojeras confirmaban lo evidente. Por fin podría descansar un poco, aunque fuese por unos días. Al menos eso esperaba, un respiro.
En los Dojos, se notaba una enorme vigilancia, los guardias estaban por todas partes. A decir verdad, tampoco era de extrañar, después de todo era un acto de suma importancia. Además, se encontraban allí las 3 aldeas, o al menos grandes representantes de las mismas. Cualquier cabrón sin escrúpulos que quisiese fastidiar bien, podría hacer un all-in en éste evento.
—¿Te parece si dejamos las cosas en la habitación y vamos a comer algo?
El can afirmó con la cabeza, y hasta aumentó el ritmo. Después de todo, con la comida no se juega.
~ No muerdas lo que no piensas comerte ~