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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
Primavera, año 201

Juro se frotó los ojos con insistencia, gracias al sol que le iluminaba en todo su esplendor. Trató de inclinarse, abandonando el respaldo de su asiento, para poder ver algo.

- ¿Qué está haciendo esa chica? – preguntó una voz femenina, a su lado.

Juro no conocía a la autora. Realmente no conocía a nadie. Estaba rodeado de gente desconocida, en sus respectivos asientos.

- Se está rindiendo… - dijo otra voz, esta vez masculina, con algo de indignación.

- No puedo creerlo… - comentó otra, con el mismo sentimiento.

Pronto, un gran murmullo se formó alrededor de Juro. Sintió como la gente se revolvía, furiosa, y comenzaba a levantarse de sus asientos.

Él también trató de levantarse, pero no pudo. Estaba inmovilizado en su silla.

- ¿Katsue? – con una débil voz, llamó a su hermana - ¡Katsue!

Pero no aparecía nadie.

Una gran explosión se escuchó en el ambiente. Juro cerró los ojos, temeroso de lo que podría pasar a continuación. Sintió como su asiento desaparecía y como su cuerpo caía sin remedio al suelo. Pero los mantuvo cerrados.

Como un niño asustado, simplemente se abrazó a sus rodillas como pudo y se mantuvo en silencio, pensando en que sus problemas se irían por arte de magia. Pero ni si quiera él pudo aguantar esa templanza. Sus ojos se cansaron y le suplicaron abrirse. A pesar del miedo, no pudo contenerse. Terminó por abrir los ojos, con una mezcla de impaciencia y miedo.

Justo delante de él había un cuerpo desmembrado de una mujer. Estaba partido en dos por un trozo de roca cercano que había caído. El reguero de sangre llegaba hasta él mismo. Gritó, presa del pánico.

Trató de levantarse otra vez, pero se dio cuenta de que no podía. Encima de él había un cadáver. Y encima suyo otro. Una montaña de cadáveres se había apilado sobre él, y poco a poco, le estaban quitando el aire. Arañó, pataleo, e incluso mordió, hasta que la boca se le llenó de sangre, pero no cesaron su agarre.

Otra vez escuchó el terrible bramido, un grito de ultratumba proveniente de todas partes. Nunca podía ver de dónde venía, nunca tenía tiempo.

Poco a poco, los cadáveres le oprimieron, taponaron su campo de visión, y le dejaron sin respiración. Todo se había vuelto negro, lloraba y gritaba, pero no podía respirar. Sentía como el aire abandonaba sus pulmones, y esta vez, no era capaz de hacer nada para salir…
……………………………………………………………………………………….

- ¡No!

Juro prácticamente saltó de la cama, y aterrizó en el suelo cercano. Emitió un sonido de protesta cuando su cabeza se estrelló contra el suelo de madera. Se levantó, con dificultad.

Por los rayos de sol que se filtraban a través de los huecos de la persiana, pudo ver que era de día.

- Dudo que pueda dormir más…

Abrió de par en par la ventana tras eliminar la oscuridad. Se frotó los ojos nuevamente, esta vez de cansancio, salió de su cuarto.

Tras hacerlo, se encontró prácticamente a su hermana de bruces. Juro se sorprendió. Estaba mucho peor que de costumbre. Su pelo rubio, siempre peinado en una larga melena, ahora estaba revuelto en un moño. Pudo apreciar ojeras en su rostro, y este parecía incluso más apagado que de costumbre.

- Hola… - fue lo único que se le ocurrió decir.

- Juro… - el ingenio y la crueldad que le habían caracterizado ya no estaban. Estaba atontada – Oí gritos, y pensé que…

- Ha sido solo una pesadilla… - admitió - ¿Tú no tienes?

- He visto muchas cosas en mi experiencia… - sin embargo, al final terminó por admitir también su parte – Pero admito que lo que vi ese día me perturbó…

- No fue hace tanto…

- ¿Qué?

- Lo has llamado “ese día”, como si hubiesen pasado años.

- Realmente parece que hubiesen pasado años.

¿Cuánto había pasado? ¿Varias semanas? ¿Un mes como mucho? Ambos habían perdido la noción del tiempo.
Juro se arrastró como un zombie por la cocina, en busca de algo comestible. Katsue le siguió, observando su comportamiento. Después, se detuvo de golpe.

- Ya es suficiente . – soltó de repente.

- ¿Hmm?...

Antes de que explicar nada, su hermana le agarró por el brazo y le llevó hasta el sofá. Se sentó y lo sentó a él al lado.

- Tenemos que hablar. De lo que pasó. Llevamos un tiempo evitándonos, como si alguno hubiese muerto ahí.

- Bueno… - las palabras se le atragantaron antes de contradecir lo que le dijo.

“Técnicamente, nosotros morimos ahí. O deberíamos haberlo hecho”

- Mira, Juro, yo nunca pensé que… bueno, pasaría algo así – admitió, al fin – Siento no haber estado ahí.

Juro la miró, con los ojos entrecerrados. ¿Hablaba en serio? ¿Se estaba disculpando?

- ¿Dónde estabas? – preguntó por fin. Era la primera pregunta que formulaba de lo sucedido en semanas.

- En una fila paralela. Cuando todo estalló, la mayor parte de los civiles fueron enterrados vivos o mutilados. No me quedo más remedio que ayudar con la evacuación. Esperaba encontrarte, pero…

- Pero la gente casi me mata…

- Si, exacto – dijo su hermana, con aire sombrío – Pero no te mataron. Te salvaste por tus propios medios.

- Y después…

- Después…eso.

Juro lo recordaba perfectamente. Aquella sensación. Mientras arrastraba a un inconsciente Kazuma a salvo, pudo ver de lejos como aquella criatura realizaba una increíble técnica. No pudo ver mucho, pero al instante, sintió prácticamente como era la muerte. Como la piel se le desprendía de los huesos y moría.

Y después, un hombre que se hizo llamar el sabio de los seis caminos les salvó la vida. A él y a todos.

“Y me habló. Como si me conociese de toda la vida”

Y lo más escalofriante. Les advirtió de alguien que se aproximaba, alguien malvado. El hombre de la risa escalofriante.

- ¿De qué iba todo eso? – preguntó al fin, confuso.

- No lo sé, Juro, no lo sé… - admitió Katsue – Lo único que sé es que ahora la paz parece estar llegando.

- Antes también parecía haber paz…

- Ahora es mucho más que eso. La gente teme lo que podría pasar. El temor nos mantiene unidos.

- ¿Por cuánto tiempo?

- No lo sé…

De pronto, su hermana estaba de rodillas, junto a él. Le agarró ambas manos con fuerza, pero Juro no retrocedió.

- Mira, Juro, la situación es difícil, y solo puede empeorar… - admitió finalmente – Por eso, debemos ser fuertes. Tú y yo.

Juro tragó saliva. Sabía que su hermana tenía razón. Pero era tan difícil…

“Juro, ¿sigues creciendo tan rápido como entonces, eh?”

De pronto, recordó la impotencia. La impotencia que sintió ese día, por no haber hecho nada. Casi murió aplastado por civiles. Ni si quiera pudo ayudar a sus amigos, ni verlos. El que estuviera n todos vivos era un milagro.

Un milagro que no se repetiría.

- Tienes razón… - dijo, al fin – Tengo que volverme más fuerte. Para lo que está por venir…

Pestañeó. ¿Qué había estado haciendo tanto tiempo? Estaba totalmente perdido. Tenía que volver al entrenamiento rutinario. No tenía tiempo que perder.

Su hermana sonrió un poco al verle, como si pudiese leerle el pensamiento.

- Está bien que pienses en eso, porque pronto me tendré que ir a otra misión. No sé ni cuando volveré – dijo - así que espero que cuando vuelva encuentre tu cuarto limpio, y a ti en perfecta forma.

- Lo harás…

Juro se quedó mirando la ventana, durante unos segundos. Después, miró su cuerpo. Paso la mirada por sus piernas, su cuerpo, sus manos…

“Tengo que crecer. Crecer como he estado haciendo…”

No lo entendió en ese momento. Pero sospechó que terminaría por hacerlo. Después de todo, no olvidaría algo como lo que pasó, por muy traumático que fuese…
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#2
Verano, año 201

Las semanas pasaron, y con ellos, la estación. Juro poco a poco comenzó a retomar su vida normal. Tardó varios días en limpiar su cuarto, y en general, toda la casa, para que su hermana lo encontrase todo impecable cuando volviese. Fuese cuando fuese.

Después de la limpieza, se encargó de comprar comida suficiente para subsistir, con el dinero que tenían ahorrado. Aunque no hiciese muchas misiones, Katsue se encargaba de traer suficiente dinero a casa. No eran ricos, pero podían permitirse bastantes cosas, algo de lo que no podía quejarse.

Tras eso, empezó de verdad el entrenamiento. Un entrenamiento que no daría sus frutos a corto plazo. Tardo semanas en volver a recuperar la forma que había estado perdiendo después de abandonarse completamente, y después de eso, recibió una carta de reunión…
……………………………………………………………………………………………………

Exactamente un mes después de que su ida, Katsue volvió a casa. Abrió la puerta, con paso ligero, como estaba acostumbrada a hacer, para encontrar a su hermano en el salón, sentado apaciblemente en el sofá.

- ¿Qué tal? – preguntó, casi con temor de escuchar la respuesta.

- Bien. Muy bien – los ojos de Juro brillaban por la emoción contenida.

- ¿Te alegra de verme? – preguntó, extrañada.

- No es eso.

- Oh, que amable… - frunció el ceño, aunque solo fuese para fastidiar a su hermano.

- Siéntate, es algo serio.

Tal y como había pasado hace un mes, esta vez fue Juro quien sentó a su hermana y la dispuso a hablar.

- Tengo algo que contarte. Algo importante.

- ¿A qué viene tanto misterio?

- Mientras no estabas recibí una reunión de mi equipo. Kureiji-sensei, Kazuma, el Uchiha… Ya sabes.

- Si, si… ¿Y qué?

- Bueno, he descubierto que mi chakra ha crecido más de lo que esperaba.

- ¿Qué se supone que quiere decir eso? – ya se estaba empezando a impacientar.

- Soy afín al Raiton – terminó de decir, con alegría contenida.

- ¿Qué?

Katsue se sentó. Aunque Juro nunca la había visto sorprendida, ahora estaba claro que lo estaba. Sus cejas, alzadas, aún no habían bajado.

- ¿Es una broma?

- Yo no bromearía con estas cosas.

- Con catorce años… - murmuró, sorprendida.

- Para quince…

- ¡Qué más da eso! – exclamó, al fin – Yo tarde mucho más. Hasta nuestra madre tardó más, y eso que llegó a dominar cuatro elementos.

- Es porque yo voy a seguir sus pasos – explicó, como si tuviera todo el sentido del mundo.

- Increíble… - terminó por decir.

Katsue se levantó y salió rápidamente de la sala, dejando sorprendido hasta a Juro, quien no cabía en sí de la alegría. ¡Tenía un tercer elemento! ¡Podría ser mucho más útil, mucho más fuerte a partir de ahora!

Salió corriendo detrás de su hermana, para encontrarla en la cocina, escribiendo algo.

- ¿Ya lo has dominado? – le preguntó, sin ni si quiera volver la vista hacia él.

- ¿Qué?

- Que si ya has dominado el elemento.

- Claro que no. Ni si quiera se utilizarlo. Lo único que sé es que mi chakra es afín a él. Esperaba que tú pudieras…

- No.

La respuesta fue tan fría y tan seca que le dejó helado hasta a él mismo.

- Pero…

- Cuando aprendí mi tercer elemento, hace un par de años, mama llamó a un contacto suyo. Una persona con grandes habilidades, muy respetada en nuestra familia, con mucha experiencia a la hora de educar ninjas – empezó a relatar Katsue.

- ¿Quién es? – Juro, muerto de impaciencia, la interrumpió a mitad.

- Da igual que elemento sea, ella tiene una gran experiencia con cualquier cosa. Te podrá enseñar, y ya de paso, te enseñara a ser un buen ninja menos atolondrado.

- ¿Pero quién es?

- Eso no importa, ya lo verás.

Katsue terminó el escrito y se fue de casa con la misma energía, dejando a Juro aún más confundido que antes. Horas después, volvería, con una extraña sonrisa en los labios, y la promesa de que su entrenamiento comenzaría pronto. Esa noche, no pudo pegar ojo. Las pesadillas volvieron a asaltarle y más de una vez se despertó gritando.

Su hermana, por supuesto, demostró su bondad con él durante toda la noche.

- ¡Algunos queremos dormir, cierra la boca o te llevas un latigazo!

Gracias en parte a todo el apoyo que le otorgó, logró dormirse por fin, para amanecer al día siguiente. No desistió en su ronda de preguntas, ni si quiera en la cocina cuando desayunaban.

- Podrías decirme algo de ella.

- O no.

Ni en el salón, mientras Katsue leía.

- Al menos dime su aspecto.

- Eso no importa en un instructor…

Ni en el baño…

- ¡Dime algo ya!

- ¡Largo!

Al final, desistió de preguntarle nada. No sabía nada de la persona que le iba a enseñar a dominar su tercer elemento, ni que le iba a enseñar a comportase. Su hermana fue recia a decirle hasta el día que llegaba.

- Prepárate y ya está. Ni que fuera tan importante saber las fechas…

Aunque lo intentó, le fue imposible realizar la hazaña más básica de Raiton. Aunque sabía los sellos y la técnica, no podía transformar su chakra en esa naturaleza. Con el Suiton había sido mucho más fácil…

"Quizá ha sido un error. Quizá no lo domine”

Cada vez se desesperaba más y más… hasta que llegó el día.

Un día tan simple como el primero, mientras Juro descansaba en el sofá marronaceo del salón, su hermana abrió la puerta y le dijo unas sencillas palabras.

- Ya ha llegado.

Juro avanzó con cautela, seguido de su hermana, hacia la puerta principal. La abrió, con el corazón en un puño. En el fondo, entrando por la puerta del jardín, vio lo que no se habría esperado nunca. Por el porche entró una figura bajita, de una estatura cercana a la de Juro. Vestía una ropa ancha, de color azul marino, que le cubría el cuerpo entero, y llevaba una sombrilla de color amarillenta con la que se agarraba.

Era una mujer anciana. Su pelo era canoso, y su rostro estaba surcado de arrugas. Tenía varias cicatrices en su rostro. Una de ellas pasaba por su ojos derecho, un ojo totalmente blanco. Estaba tuerta.

El otro, de un color azul acuoso, parecía observarlo todo, a él y a la casa a la vez. Daba algo de grima.

La anciana caminaba sin ningún problema, a pesar de portar la gran sombrilla amarillenta y se acercó a ambos, con una afable sonrisa.

“¿En qué estás pensando, Katsue?”
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#3
Ante la estupefacción de Juro, la anciana poco a poco caminó hasta llegar al portal, donde Katsue se apresuró a saludarla con una pequeña reverencia.

- Buenos días, Katsue-san- la anciana mostró una sonrisa desdentada. Después, se inclinó un poco, aunque no hubiera hecho falta - Tu debes de ser el pequeño Juro.

- Tú... ¿Me vas a enseñar?

- ¡Juro!

Katsue le agarró la nuca con fuerza y bajó su cabeza, obligándole a simular una reverencia también a él. La anciana rio un poco ante esto.

- Estos jóvenes...

- Buenos días... señora – dijo Juro, dándose cuenta de que desconocía su nombre verdadero.

-Puedes llamarme Furui – repuso esta, amablemente.

- Encantado, Furui-san.

Katsue se apresuró a dejarla pasar, una vez respuesta del susto que al parecer Juro le había dado. Después, cerró la puerta y entró, no sin antes lanzarle una mirada asesina a su pobre hermano pequeño.

Juro las siguió a las dos hasta el salón. La anciana se había sentado en uno de los sofás, el verde, como si ya conociese bien la casa. Katsue estaba en la cocina, al parecer, preparando algo.

La anciana le hizo un gesto para que fuese con ella. Juro se acercó, con recelo.

- Bueno, Juro, Katsue me ha contado lo que has hecho – dijo, con amabilidad – Has dominado un tercer elemento a tu tierna edad. Eso está muy bien.

- Si, bueno, no es para tanto…

- Oh, pero lo es – insistió la mujer, tozudamente – Deberías sentirte orgulloso. Está claro que has heredado los genes de tu madre.

El oir hablar de su madre encendió todas sus alarmas internas. ¡Pues claro! ¡Esa mujer había entrenado a su madre, ahora tenía sentido! ¡Ella la habría conocido!

- ¿Entrenó a mi madre?

- Claro, llevo entrenando a tu familia varias generaciones. Primero a tu madre, luego a tu hermana, y ahora a ti – explicó, con una gran sonrisa. Después, hurgó en su bolso - ¿Quieres un caramelo de menta?

Juro murmuró un vago “Gracias” y se comió el caramelo sin preguntar, embobado con lo que le estaba contando. Su hermana le había hablado de su madre. Pero esa mujer podía darle muchos más detalles.

- ¿Cómo era en su entrenamiento?

- Bueno... – la mujer adivinó claramente a quien se refería. Parecía tener buena intuición – Lo cierto es que era muy habilidosa. Se hizo con los elementos a una velocidad que yo nunca había visto. Era una mujer con muy poca paciencia. Y bastante malhumorada. Se parece mucho a tu hermana.

Juro esperó escuchar un gruñido de contestación por parte de Katsue, como siempre solía hacer, pero esta vez se mantuvo callada. Pronto, apareció con una bandeja y tres tazas de té. Eso era aún más raro. Nunca la había visto preparar té.

- Vamos, bebed un poco.

La anciana lo tomó con sutileza y mojó sus labios en él. Juro lo probó también. Era agrio y no le gustó nada, pero tuvo que aguantarse. Su hermana le había enseñado desde muy pequeño a que, o que se comía lo que ella le daba, o se quedaba sin comida.

- Quiero saber más cosas de ella… - protestó, por la interrupción.

- Todo a su tiempo. – repuso la anciana, con parsimonia – Ahora tu eres el importante. Debemos comenzar tu entrenamiento cuanto antes.

- ¿Qué clase de entrenamiento?

- Voy a enseñarte muchas cosas, querido– dijo, con una amable sonrisa – No todo en el mundo ninja se centra en las peleas.

- Pero…

- Juro, no la molestes. Mañana empieza tu entrenamiento.

- ¿Qué? ¿Mañana? ¿Por qué no ya?

- Furui tiene que dejar sus cosas e instalarse. Se quedará aquí un tiempo mientras te entrena. No la molestes mientras.

- Tenemos mucho de que hablar, Juro – la anciana se levantó, con una sonrisa en los labios. Después, apoyó las manos en su hombro – Además, ya has recibido tu primera lección.

- ¿Cuál? ¿La paciencia es buena para el entrenamiento?

- Puedes interpretarlo así – después de eso, se marchó.

Su hermana sorbió la última taza de su té y se encogió de hombros ante sus preguntas.

- Furui fue una ninja muy reconocida en su época, pero terminó dejándolo – le terminó explicándolo – Era amiga de nuestra madre, tanto que se comprometió a ayudarla a ella y a mí, más tarde.

- Serían muy buenas amigas…

- Sí, eso creo – dijo, encogiéndose de hombros – Cuando me entrenó no tuve la necesidad de preguntarle. Quizá tú puedas averiguar más cosas…

Juro asintió. Pensó, con tristeza, en una Katsue que aun tendría a su madre viva antes de que Juro naciese. Claro que no preguntó por su relación, su madre aún seguía viva. No tendría esas preocupaciones. Él se encargaría de hacerlo.

- Es una buena maestra, no te preocupes – le tranquilizó Katsue, viendo su inquietud.

- Podrías decirme algo que me haga esto más fácil.

- Te pondrá en vereda – dijo, y tras eso, se marchó, dejando a Juro solo en el sofá.

Esa misma noche, Juro no durmió. Se la pasó encerrado en el baño, con terribles dolores de estómago, vomitando cada dos por tres, entre jadeos.

- El viejo truco de los caramelos envenenados… - adivinó Katsue, como si le viniera a la mente un sinfín de recuerdos.

- Se pasará unos días así, con dolor estomacal. El veneno no es muy fuerte, pero es molesto – dijo la anciana, sentada con ella en el sofá en su charla nocturna - Es demasiado confiado.

- Lo sé… - respondió Katsue, con culpabilidad - ¿Podrás encargarte de él?

- Tranquila, querida. Te recuerdo que tu caíste un par de veces en el mismo truco.

- No es justo, no iba a esperar algo así…

- Entonces tranquila. Juro no parece idiota. Aprenderá a ser más desconfiado.

- Eso espero…

- Ya tiene lo que quería. Su primera lección del día.

Aunque fuese cruel, ambas mujeres comenzaron a reir un poco. Tras eso, se marcharían a dormir. De fondo, aun se podría escuchar la cadena del baño. Una y otra vez…
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#4
La semana siguiente, Juro ya fue capaz de salir del baño más de cinco minutos seguidos sin tener que volver corriendo. Aun en el desayuno, las dos mujeres no parecían nada arrepentidas por lo que pasaba. Es más, se lo tomaban a risa.

- Coño, si tengo un hermano… - comentó Katsue, nada más verle – Pensababa que la taza del váter te había tragado, Juro.

- Si tienes problemas ahí dentro puedo darte algunas pastillas. Ayudan muy bien... – dijo Furui, con la misma sonrisa burlona.

- No quiero nada que venga de ti…

- Tranquilo, Juro. Fue tu culpa, caíste.

- ¡Eso no es justo! – exclamó, claramente contrariado - Me hablaste de mi madre, y…

- ¿Y? – preguntó la anciana, con la misma sonrisa - ¿Mi apariencia te hizo bajar la guardia?

- Si… - admitió, de mala gana.

- Eso es el primer paso. Como ninja, no debes bajar la guardia. Nunca – soltó la dulce ancianita, de repente - No sabes que puede haber en los caramelos de una tierna ancianita, o en la cuna de una supuesta madre, ni en la comida de un desconocido. Cualquier excusa es buena para matarte, querido. Por mucho que te ofrezcan, por mucho que te digan, no debes caer.

» Esta lección es muy importante Juro. Tenlo presente. Un niño que finge ser un ninja muere irremediablemente. Un verdadero ninja es capaz de sobrevivir. ¿Qué eres tu? ¿Un niño, o un ninja?

Juro asintió, perturbado por la lección. Su estómago aun se quejaba. Recordatorio del dolor que había sufrido durante una semana, por eso, actuar como un niño, aceptar sin pensar, ser inocente. Por eso podría haber muerto.

- Si me disculpas, voy a cambiarme.

Nadie se atrevió a contradecirle. Nadie dijo nada. Solo quedaron su hermana y él en la cocina, como siempre solía pasar. Su hermana llevaba un pijama – eso indicaba que estaba fuera de servicio – y una gran taza de café. Juro la miró, pero esta solo se encogió de hombros, sin soltar la taza.

- Te dije que era buena.

Juro, medio atontado, volvió a su cuarto y se cambió de ropa. Por fin pudo quitarse el pijama y lavarse un poco sin miedo a tener pérdidas de cualquier tipo en mitad de la ducha. Después de eso, se puso su ropa de entrenamiento.

Cogió el portabjetos y se enrolló el látigo a la cintura. No sabía las intenciones de esa mujer aparte de matarlo a caramelos envenenados, pero él pensaba entrenar, quisiera ella o no quisiera.

Bajo por la escalera, decidido a hacer algo, para encontrarse a Furui en los pies de la misma. Esta llevaba otra vez el paraguas con el que Juro la había visto el día de su llegada. Y con esa misma sonrisa afilada en los labios.

- Sigueme. Es hora de que te analice un poco más.

- ¿Analizarme?

- Katsue me ha estado hablando de tus habilidades durante esta semana. Pero me gustaría evaluarte por mi misma.

Ambos salieron al patio con paso ligero, mientras Juro se moría de impaciencia. Se quedaron en el jardín trasero, donde siempre solía entrenar ¿La razón? Estaban aislados y nadie les podía ver ahí gracias a la gran valla que les rodeaba.

- Quiero que utilices una técnica de tu primer elemento.

Sin pensárselo mucho, Juro ejecutó la técnica más elaborada que tenía – elaborada en el sentido de trabajada, no pensaba ejecutar su mayor técnica ofensiva. Cortar por la mitad a una anciana no le parecía de buen gusto.

Realizó el sello del carnero y escupió una esfera, similar a una bomba de humo, que rebotó a los pies de la anciana. Pronto, esta estalló y liberó una pequeña nube de polvo. Sin embargo, la nube no duró mucho. Como si una corriente de viento la impulsase, pronto desapareció, dejando a la anciana quieta en su sitio, sin despeinarse.

- ¿Cómo?

- Ahora quiero que utilices una técnica de tu segundo elemento – dijo la anciana, haciendo caso omiso a Juro.

Juro volvió aejecutra varios sellos, seguro esta vez de lo que pasaría. Escupió una gran masa gelatinosa, utilizando una técnica adhesiva. Era su mayor baza en los combates.

La masa descendió sobre Furui y aterrizó sobre ella. Sin embargo, esta no le afectó. Juro se encontró con que la anciana estaba encima de ella. No solo conocía la técnica, si no que sabía sus secretos y la había desnudado. Con el chakra de sus pies la había inutilizado fácilmente poniéndose sobre ella

- Una técnica muy prepotente – comentó ella – Ya sabes que tengo mucha experiencia. Esperaba algo mejor.

Juro chaqueó la lengua, enfadado. ¡Encima que se estaba conteniendo! Debería haberla derribado con una bomba de agua, o haberla cortado por la mitad con la onda de viento

- Ahora, utiliza una técnica de tu tercer elemento.

Juro se quedó en blanco. Observó a la anciana, como si se hubiese vuelto loca. Después, se encogió de hombros.

- No lo domino. Ya te lo dije...

- Prueba – le cortó.

Juro utilizó los sellos de la técnica más básica que sabía. Concrentró el chakra en su mano… y no paso absolutamente nada.

Volvió a repetirlo. Nada. No podía.

- Lo haces mal… - comentó la mujer – Observa.

La anciana ejecutó varios sellos. Juro memorizó lo que hizo.

“Liebre, Perro, Jabalí, Buey, Rata… ¡Es justamente lo que hago!”

Sin embargo, esta vez si funcionó. Los rayos salieron disparados de su mano hacia el suelo, y posteriormente hacia Juro. No era una técnica simple, estaba claro que era potenciada.

La descarga sacudió a Juro y luego lo tumbó.

- ¿Ves?

- No he visto nada nuevo… - protestó, desde el suelo.

La anciana suspiró y se llevó una mano a la cabeza, con gesto ausente.

- Aún es muy pronto… - murmuró para sí – Está bien, probemos algunos de tus demás movimientos.

El resto del rato se lo pasaron en una práctica de taijutsu. Sorprendentemente, la anciana se movía muy bien para la edad. Juro, quien sabía poco más aparte de lo básico, mordió el suelo unas pocas veces.

Vale, muchas veces.

- Te falta fuerza, chico…

- El taijutsu no es mi fuerte…

- Entonces lo practicaremos también.

Sin embargo, la anciana no descansó ahí. Una vez creyó ella que era suficiente, pasaron a una práctica de tiro. Juro lanzó sus shurikens con la mayor destreza que pudo hacia una diana de madera que ella misma improvisó.

La mayoría aterrizaron bien. Tanto, que hasta la anciana pareció quedar satisfecha con su puntería.

- Tendremos que entrenarlo también, pero al menos no das vergüenza ajena… - le comentó.

Finalmente, pasó la prueba más interesante. El uso de armas cuerpo a cuerpo. El último aspecto a trabajar.
Juro agarró su látigo, emocionado. La anciana, sin embargo, cogió su sombrilla.

- Veamos si tienes algo de la sangre de tu madre en las venas…

No necesitó mayor provocación. Juro alzó el látigo y lo lanzó en un fuerte restallido hacia la mujer. Esta se apartó a un lado, grácilmente, y empuñando la sombrilla lanzó un golpe al flanco expuesto de Juro.

- ¡No va a ser tan fácil!

Juro se apartó a un lado y rodó por el suelo. Después, observó a su rival, que le miraba, expectante.

Juro cargó de chakra su látigo y lo lanzó, aunque en el último momento, cambio su trayectoria para caer a su lado. Una gran cantidad de agua estalló de repente en la zona.

La anciana abrió la sombrilla, revelando una cobertura metálica, como si de una coraza se tratase, que recibió el impacto del agua. Aprovechando esto, Juro lanzó su látigo verticalmente, enredándolo en una de sus piernas. Tiró de ella, intentando desestabilizarla.

Pero la anciana era más lista de lo que parecía. Bajó la sombrilla al suelo y arrastró la tensión, bloqueando el tirón del látigo y empujando a Juro hacia ella. Después, le agarró del cuello y lo tumbó al suelo, justamente al lado de la sombrilla metálica y del látigo caído.

- Veo que tu hermana tenía razón – comentó, tranquilamente – Tienes habilidad con las armas. Y te manejas bien con el látigo.

La anciana liberó del agarre a Juro. Este rápidamente se levantó y comprobó el estado de su arma. Afortunadamente estaba intacta.

- Pero aún tenemos que mejorar.

- Tenemos que mejorar todo… - protesto.

- ¿Creías que iba a ser fácil?

La anciana rio a carcajada limpia. Después, le dio tiempo libre a Juro, alegando que mañana repetirían. Una y otra vez.

Hasta que puliese todos sus fallos. O lo matara en el proceso.
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#5
Otoño, año 201

El entrenamiento no fue sencillo. Al cabo de unas semanas, Juro encontró todo tipo de magulladuras y verdugones en su cuerpo. Pronto comprendió el poder de las ancianas, y más importante, lo que podía doler un golpe de sombrilla en la cabeza si el que la manejaba tenía experiencia.

El verano paso sin que lo notase. Día a día, se levantaba y hacía lo que le mandaban. Unas veces era correr entorno a la casa. Otras veces transportar agua. Algunas veces eran cosas como limpiar la casa, hacer la compra – aunque según Furui, seguía siendo un entrenamiento ninja. Katsue, por otra parte, estaba encantada… - después comía, aunque no demasiado, solo comida con energía suficiente para que pudiese aguantar el ritmo. Y por la tarde, hacía los ejercicios y los entrenamientos que Furui le mandaba.

Por las noches, estaba tan cansado que raras veces tenía pesadillas. Y cuando las tenía, eran recibidas por un bastonazo o un latigazo de su hermana por interrumpir su sueño, por lo que se dormía rápido. Aunque parecía una barbaridad, lo cierto es que le ayudaba a mantenerse cuerdo.

Aunque su cuerpo ni mucho menos se había vuelto musculoso, tenía que admitir que se había tonificado al menos un poco. Ya no era un muchacho totalmente escuálido. Al menos ahora podía dar el pego.

Su taijutsu fue mejorando un poco. No excesivamente, Furui estuvo de acuerdo cuando Juro dijo que prefería dedicarse a otros aspectos, pero lo suficiente como para poder encajar un golpe y a mantener el ritmo de un combate. Fueron las primeras sesiones las que dedicaron a eso. La endiablada vieja se movía muy bien, pero Juro consiguió por fin pillarle el truco.

Lo mismo pasó con su destreza con las armas. Consiguió mejorar un poco más su puntería con objetivos en movimiento, y ya de paso, tuvo algo de experiencia real en un combate utilizando su látigo, cosa que casi nunca hacía por miedo a ser derrotado al instante.

Sin embargo, la estación pasó, y Juro siguió sin ser capaz de lo más importante. Dominar el raiton que tanto deseaba.Juro comenzaba a desesperarse, y así lo mostró en el primer día de entrenamiento de la estación de otoño…

- Inténtalo otra vez – insistía Furui, con una notable crispación.

- No puedo – exclamó Juro, cansado – No importa cuántos golpes reciba, no me sale.

- Si no sigues intentándolo desde luego que no te saldrá – le respondió esta, cortante.

- ¿Para qué? – exclamó, por fin – El único objetivo de mi entrenamiento era este, y no lo he conseguido. Solo hemos perdido el tiempo…

- ¿Eso crees? – dijo entonces, increpándole con la mirada.

- Si… No…. ¡Déjame!

Y se fue. Sin más. Soltó todo menos su látigo y se alejó. Quiso dejar de hablar con la anciana, la que le había prometido el dominio de los elementos, y que no había conseguido nada.

Pero en el fondo no estaba enfadado con ella. Ella no tenía la culpa del todo. Estaba enfadado consigo mismo. ¿Cómo iba a conseguir dominar los cinco elementos si no podía hacer algo tan sencillo? ¿Cómo iba a superar a su madre así?

Quizá por miedo a perderse, o porque hacía mucho que no daba un paseo por la aldea, simplemente se metió en casa y fue corriendo a su cuarto.

- No sabía que ahora fueras una niña pequeña…

Pudo reconocer la voz de Katsue al momento. Tan agradable como siempre.

- Déjame…

- Los dos sabemos que no puedes evitar que entre.

La puerta se abrió y tras ella apareció Katsue, con una sonrisa afilada en los labios. Se sentó cerca de él, sin cambiar de expresión.

- ¿Qué estás haciendo? – le preguntó, de pronto.

- Estoy en mi habitación – contestó, como si fuese lo más obvio del mundo.

- En horario de entrenamiento – le recordó Katsue, con una mueca.

- No me apetece entrenar hoy…

- Juro…

- Ni Juro ni nada. Tú también lo has visto. ¡Una estación entera perdida!

- No lo mires así. Has dado un repaso que ni en la academia ninja. Has mejorado mucho en comparación a lo que eras antes.

- Sí, pero solo hice eso, repasar. Tener claro lo básico. Nunca destacaré con algo así.

- ¿Tú quieres destacar? – preguntó, alzando una ceja.

- Quiero ser un ninja fuerte. No un inútil.

- Nadie ha dominado dos elementos tan rápido como tu… - le recordó Katsue.

- No importa. Ahora ya no sirve…

Juro se levantó y se fue. Su hermana trató de agarrarlo, pero Juro se le escurrió y siguió su camino.

- ¡Vuelve aquí! – exclamó.

Nada más salir de su habitación, los dos se quedaron quietos. Furui estaba justo en frente suyo, esperándolos. Tenía una mirada asesina en el rostro.

- Dejalo, Katsue – dijo, secamente.

- Pero…

- Tiene razón, es un inútil.

Juro se quedó paralizado durante unos momentos. Trató de encontrar cualquier atisbo de broma, pero su semblante permanecía serio.

- He entrenado a muchas personas, pero con diferencia, es la peor. Pensaba que podría. Incluso hice esa estúpida apuesta de hablar de tu madre cuando lo dominaras. Pero ha sido todo en vano.


- No puedes hablar en serio… - dijo Juro, incrédulo.

- Mañana mismo me iré. Es una pérdida de tiempo.

Y paso de largo, rumbo a su habitación, dando un portazo. Su hermana le miró. Juro la miró. Su hermana extendió el brazo, adivinando sus intenciones, pero fue tarde.

Juro salió corriendo, reprimiendo las lágrimas, y fue al único sitio que conocía donde estaría en paz. Su sitio de entrenamiento, el jardín trasero. Dio un portazo a salir, como una furia, y se sentó bajo el gran tronco del árbol que había ahí.

Se quedó un rato ahí, mirando el paisaje, sin poder creer lo que había escuchado de manos de la instructora de su madre. ¿Cómo había podido hacerle eso?

Habían entrenado durante una estación entera. Se había tragado los malditos caramelos. Había hecho todo lo que le había dicho y más. ¿Cómo podía atreverse a decirle algo así, después de todo su fuerza?

“No puede. No puede. No puede…”

La desesperanza que le había devorado se transformó en rabia. Una rabia voraz hacia Furui. Incluso algo de esa rabia iba dirigida hacia su hermana.

Una pequeña lágrima había salido de improviso de sus ojos. La limpió con el dorso de la mano y se levantó, con fuerzas renovadas.

“Voy a dominar el raiton. Lo va a ver. Le restregare en su cara de vieja de lo que soy capaz”

Se mentalizó. Respiró varias veces. Unas cuantas más. Vale, quizá demasiadas. No tenía ni idea de como hacerlo.

Dominar sus dos elementos anteriores había sido fácil, bastante fácil para él. Pero uno más…

Se relajó y pensó en la electricidad estática. En como pasaba de las manos de Furui, en como se generaba para luego pasar al suelo en forma de corriente eléctrica. Era la tranformación más básica, y la más efectiva.

Respiró otra vez, y pensó en una corriente eléctrica. Se mentalizó, e incluso lo imaginó. Imaginó como la electricidad podría pasar a través de sus manos.

Realizó los sellos una vez y exclamó la técnica.

- ¡Raiton: Kangekiha!

No ocurrió nada. Una pequeña parte suya sintió desesperanza. Pero pronto fue acallada por la parte de la furia.

- ¡Raiton: Kangekiha!

Gritar el nombre no ayudaba lo más mínimo. Quizá pudiese focalizar la corriente más fácilmente, pero en esos momentos, no había nada que concentrar.

“No puedo perder aquí… Si no lo consigo, yo nunca… Nunca podré mirar a mi hermana, ni pensar en mi madre…”

Los realizó nuevamente. Otra cadena de sellos, otro intento. Nada salió. Pareció sentir algo, pero nada más.

- Por favor…

Imaginó a su madre. No a su madre realmente, él nunca la había visto. Pero si en las fotos que Katsue le había enseñado. Imaginó como era, la imaginó dominando el elemento…

Liebre. Perro. Jabali. Buey. Rata…

- ¡Raiton: Kangekiha!

Una chispa salió de las manos de Juro. Fue rápida, pero lo hizo. Pasó al suelo y se desvaneció al metro. Quizá no llegó a tanto.

Juro se quedó durante unos momentos mirando su mano. Lo había conseguido. Le había salido.

Ahora comenzaba el verdadero entrenamiento.
…………………………………………………………………………………..

Aunque no lo supiese, dos pares de ojos estaban observándole en ese mismo momento, viendo como se elevava de la caída.

- No se como siempre lo consigues, Furui – comento Katsue, sonriendo con orgullo – Ese idiota lo ha logrado.

Furui rió un poco ante lo que le dijo Katsue. Después, con voz serena, procedió a explicarle.

- Mujer, hombre, niño. Eso no importa. He ayudado a esta familia desde generaciones. Y todos sois igual de cabezotas – ante la mirada que le estaba echando Katsue, suavizo sus palabras – Vosotros y la mayoría de las personas, querida. Se aprende con los años.

- Eso está mejor…

- Juro no entendió lo que le faltaba, una imagen, una idea, una motivación para aprender. Por si solo el entrenamiento no es suficiente. En realidad, él no desea volverse fuerte. Solo lo cree así – explicó – Ese ideal no es suficiente. Por eso fracaso. Solo tuve que esperar para darle un buen escarmiento, lo suficiente para que me odiase…

- ¿Y eso es bueno?

- Es como volver a ser amada – contestó, y ambas volvieron a reir - Juro progresará con las bases que le he dado. Me aseguraré de ello personalmente.

- ¿Quieres té? – Katsue sonrió ante la ayuda de la mujer.

- No gracias, sabe horrible.

La ancianita volvió a encimarse hacia dios sabe dónde, mientras Katsue la observaba, apretando tanto los puños que se volvieron blancos por la tensión…
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#6
Otoño, año 201

- ¡Raiton: Gian!

Una pequeña lanza eléctrica salió despedida de su boca, y recorrió varios metros hasta impactar contra un árbol cercano y estallar en una pequeña corriente eléctrica. Seguidamente, escupió otra segunda después, que avanzó un poco más que la primera.

Tras eso, se desplomó en el suelo.

- Vas mejorando… - le comentó Furui, cercana a él – Pero ten cuidado. Si utilizas muchas puedes agotarte rápidamente. No es una buena idea para un combate.

Juro asintió, agotado. Llevaba todo el día practicando. Y quien dice todo el día, dice todo el otoño.

El tiempo había pasado aún más rápido que en verano, y ya se encontraban prácticamente a finales de Augurio, y casi se podía palpar el invierno. Casi había pasado un año ya desde la primavera.

- ¿Podemos descansar un poco? – preguntó Juro, aun en el suelo.

- Claro – respondió Furui, con una sonrisa.

Su trato se había suavizado mucho desde que había logrado aprender el Raiton. Bueno, y desde que había dejado de actuar como un niño., eso también había ayudado un poco a que le contase sus intenciones.

Ya hasta no le daba caramelos.

Se arroparon bajo la sombra de un tronco, mientras Juro se secaba el sudor con una vieja toalla. Solo necesitaba un poco de descanso y podrían seguir…

- Oye Furui…

- ¿Sí?

- Ya ha pasado mucho… Y aun no domino el elemento del todo, pero se hacer bastante, tres técnicas son muchas. ¿Podríamos dar por terminada nuestra pequeña apuesta?

Furui volvió a sonreír. Esta vez esbozó una gran sonrisa desdentada. Juro ya se había acostumbrado a ella, a su cicatriz y a todo en general.

- Has tardado bastante. Katsue y yo apostamos que no durarías ni una semana de invierno sin preguntarlo.

- Bueno…

- Está bien, está bien – le puso una mano en el hombro, sin dejar de esgrimir aquella sonrisa – Te lo has ganado, chico.

Juro sonrió, como un niño pequeño. Quizás eso es lo que era en realidad, un niño que había madurado solo por fuera y no por dentro.

Bueno, vale, tampoco por fuera. Había madurado por alguna parte, aunque no sabía muy bien cual.

Recordó los momentos en los que se acurrucaba en las rodillas de su hermana, cuando esta le contaba cuentos, o incluso cosas sobre su madre. Esos tiempos ya estaban muertos y enterrados, aunque la nostalgia parecía revivirlos una vez más.

No era su hermana. Ni estaba sobre sus rodillas. Pero no importaba. Parecía volver a ser un niño.

- Hace ya muchos años que cogí como pupila a tu madre – comenzó a relatar – Para entonces, no era muy diferente a ti. Una chiquilla de dieciséis años, de pelo rubio y piel de porcelana, idéntica a la tuya. Tenía ese mismo látigo en sus manos y mucho mal genio.

Juro acarició su látigo dorado por unos momentos. Era un bien tan preciado para él... Solo con tenerlo, estaba más cerca de su madre.

- Ella era mucho peor que tú, te lo puedo asegurar. Un completo descontrol de alumna… - a pesar de sus palabras, los ojos de Furui se habían ensanchado. Recordaba buenos tiempos… - Pero tenía un gran talento y era muy habilidosa con los elementos.

- Katsue siempre me dijo que fue increíble… - murmuró Juro.

- Si, ya lo creo que lo fue… - comentó, mientras se reía – Pero todos los genios tienen un comienzo. Y ella fue idéntica a ti en eso.

- ¿Tuvo problemas? – Juro torció el gesto.

- Cuando yo llegué, era una niñita que dominaba el suiton y el doton. Su familia me llamó para entrenarla en un nuevo elemento, que resultó ser el raiton.

- ¡Como yo! – exclamó, sin poder contenerse.

- Si, como tú. Quizá sea de familia.

Juro asintió. Su hermana también lo dominaba. El raiton estaba en su familia por tres generaciones al menos. Se sintió orgulloso de poder dominar algo de él.

- Al principio ella no sabía dominarlo… - le explicó – Tenía un gran talento sí, pero no tenía una forma de aprovecharlo.

- Y utilizaste el mismo método que conmigo… - dedujo Juro.

- Sí, aunque admito que en esa época no tenía mucha paciencia – Furui se removió, algo avergonzada.

- ¿Funcionó?

- Ya lo creo si funcionó – Furui volvió a soltar otra carcajada, algo irritante – Tu madre tenía un gran genio. Fue un error provocarla.

Después, se señaló a la cicatriz del ojo. Juro tuvo escalofríos. ¿Su madre había sido capaz de algo así? ¿En tan poco tiempo?

- Tranquilo, tu madre no era una mala persona – dijo Furui rápidamente, adivinando sus pensamientos – Quiso probar que había dominado el elemento y utilizó una técnica con mayor potencia de la que esperaba. No fue culpa suya.

- Vaya…

Se formó un tenso silencio. Juro se obligó a sí mismo a seguir hablando. Era su oportunidad después de todo. A saber si podría hablar de esto con alguien más.

- ¿Qué pasó después de eso? – preguntó finalmente.

- Su entrenamiento terminó y nos hicimos amigas… - explicó – Muchas veces en mis idas y venidas pasaba por casa de tu madre para hacerle una visita. Ver sus progresos. Hablar un rato.

- ¿Cómo era su vida?

- Tuvo una vida sencilla y simple. Vivía con sus padres y su hermano menor, aunque este falleció en una misión cuando ya era adulta. Se hizo jounin con mucha facilidad.

- Eso ya lo sé…- murmuró Juro, con desdén – Todos sus méritos ya me los contó Katsue. Yo quiero saber cómo era su vida normal.

- Se levantaba todos los días temprano. Siempre colaboraba con sus padres si era necesario, si no, solía dar un paseo por las mañanas. Su sentido de la orientación era excelente, aunque recuerdo que el de tu padre era un desastre. Muchas veces iba con él. Me enteré de su relación después de estar mucho tiempo fuera por una misión. Hacían muy buena pareja.

- ¿Estaban siempre juntos?

- Siempre que se lo permitían, claro – comentó, con un gesto que no supo identificar bien – Paseaban por la mañana, salían por la tarde. Incluso he oído que entrenaban juntos.

- ¿Hacían misiones juntas?

- No, que yo sepa no. Sus misiones eran por separado, y eran de gran importancia, no era tiempo para andar coqueteando – le regañó Furui, como si tuviese alguna idea parecida.

- Si, si…

Otro pequeño silencio. Pero ahora era mucho menos fuerte. Juro se sentía un poco más cómodo, más seguro. Sentía algo cálido en el pecho. Ahora sabía mejor cómo era su madre.

- Dominó un cuarto elemento… - dijo con orgulloso, como si quisiese presumir de madre.

- Ya lo creo que lo hizo. Nos pilló a todos por sorpresa. No tardó mucho en derrotarme fácilmente. Se hizo muy poderosa.

- Si yo… - apretó los puños, reprimiendo un llanto que había estado guardando – Si yo no hubiera nacido, habría dominado los cinco. Estoy seguro…

Furui no dijo nada por unos momentos. Le miró, y en ellos vio la tristeza reflejada. Tristeza por él, tristeza por ella. Entonces Juro comprendió la amistad que habían llevado tanto tiempo. Se sintió egoísta por creer que solo le afectaba a él su muerte.

- Cuando quedó embarazada, parecía la mujer más feliz del mundo – dijo, finalmente – No lo olvides, Juro.

- Yo… - una lágrima salió de su rostro, pero la secó rápidamente – Cumpliré ese sueño, por ella. Dominaré los cinco elementos.

- Hagas lo que hagas, ella estaría orgullosa de ti.

Por hoy era suficiente. Furui hizo algo que él no hubiese esperado nunca. Le abrazó. Después, se levantó y le instó a seguirla.
Se acercaba el invierno, y Juro tenía que seguir entrenando.

Pero ya era suficiente por hoy. Ambos volvieron a casa, algo más unidos que antes de salir. Incluso Katsue lo advertiría al verlos.

Ese día Juro se sintió mucho más feliz, por alguna razón.
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#7
Invierno, año 201

Primero el verano. Luego el otoño. Y ahora, una vez más la mágica del tiempo había actuado. No pudo decir esta vez que no se enteró. El invierno decoró las calles rápidamente. El frío que había empezado a aparecer en otoño pobló la villa en todo su esplendor.

Incluso en el bosque donde se encontraban entrenando. Todos los árboles estaban secos, sin hojas, muertos.

Uno de ellos tenía un agujero que lo atravesaba. Era la abertura donde había actuado su técnica. Rápida y letal. Jadeaba, había dado todo en su entrenamiento. Y parecía haber dado sus frutos. Furui, a su lado, sonreía.

- Tu entrenamiento ha terminado, Juro – dijo, felizmente.

- ¿Ya está? ¿Se acabó? – preguntó, escéptico.

- Claro que no. El entrenamiento es algo que realiza un ninja durante toda su vida – apartó sus idea con un movimiento de mano – Pero ya has dominado lo básico de este tercer elemento. Y has mejorado bastante en comparación a como eras un año atrás. El resto es cosa tuya.

Furui se levantó y agarró su extraño paraguas. Después, le dio una palmadita en la espalda. Le dejó aún más perplejo que con sus palabras.

- No pongas esa cara, ya es suficiente – le dijo, antes de pasar de largo – Será mejor que volvamos a casa. Este frío se me cala en los huesos.

Ambos volvieron a emprender el camino de vuelta. Furui tenía razón, el viento indicaba que el frío se acercaba cada vez más. Cuando llegaron a su jardín, fue a la entrada con paso lento. Extremadamente lento. Juro comenzó a irritarse.

- ¿Qué ocurre?

- La cadera, hijo…

La creería sino fuese porque hace una hora había estado moviéndose perfectamente.

Abrió la puerta con paso lento, después de agitar la llave durante medio minuto, simulando temblores. Desde luego que pasaba algo. Ella no era así de insegura nunca. Prácticamente en el año que llevaba viviendo aquí entraba con portazos, como si fuera su propia casa.

- Que tonta estoy, con mi edad…– - le comentaba, mientras entraban por fin.

Ambos entraron. Juro se fijó en todas partes, pero no había nada que le sobresaltase.

Entonces, se apagó la luz.

Sintió un golpe. Después un empujón. Alguien lo había tirado al suelo y se había puesto encima de él inmovilizando. Trató de patalear, pero no logró hacer nada. Estaba a su merced… La sombra le acarició la cabeza, y Juro se tensó aún más. Se tensó por estar a la merced de alguien, otra vez. Trató de hurgar en su portaobjetos, coger su bomba, crear una oportunidad…

Cuando la luz se encendió otra vez, y encima suyo vio a su hermana, con una sonrisa en su rostro.

- ¡Felicidades! – exclamó ella.

Se levantó de encima y le ayudó a incorporarse. Juro se levantó, aun sin entender que pasaba. Hasta recordar que era cierto. Estaban en despedida, a finales de año casi. Era su cumpleaños.

- ¡Felicidades, Juro! – dijo Furui, a su espalda. Agradeció que no se tirara también sobre él.

- Vaya, os habéis acordado…–dijo, rascándose la nuca – Gracias…

- Pues claro que sí, enano – dijo Katsue, algo molesta – El año anterior no pude estar por una misión, pero esta vez me he asegurado.

- Supongo que yo puedo decir algo parecido… – comentó Furui.

Katsue, con la misma ilusión que la de una niña pequeña, le arrastró a la mesa del salón. Allí había una pequeña tarta de cumpleaños de chocolate, con letra grabadas en ella “Felicidades, Juro”

Ambos se la comieron e incluso invitaron a Furui. Katsue le explicó que no había logrado contactar con nadie más para que apareciese, pero que con ellas bastaría. Era cierto. En un año prácticamente solo las había visto a ellas dos. Ellas dos le habían ayudado, enfadado, chinchado y acompañado. ¿Quién más iba a estar en esa cutre fiesta sino?

Mientras devoraba su pequeño trozo de tarta, su hermana no perdió la oportunidad de seguir hablando.

- La encargue hace una semana…– - comentó, devorando también su trozo – En la panadería de la esquina. Te desean muchas felicidades, un buen día y todo ese rollo.

- Come, come, es tu día – dijo Furui, poniéndole otro trozo en el plato, sin que se hubiese acabado aún el suyo.

Después de haber estado a punto de morir atragantado entre tanto dulce, y de beber un gran trago de agua, llegó otro de los momentos que más esperaban ellas.

- ¡Los regalos! –– exclamó Katsue, mientras corría de un lado para otros – ¡Tienes que encontrarlos!

- ¿Es una broma?

- No, hijo, no. A tu hermana le pareció bien esconderlos por toda la casa…

- Dios mío…

- ¡Venga, te voy indicando! ¡Frío! ¡Muy frío!

Una hora después, logró encontrar el regalo, escondido debajo de una pequeña baldosa suelta en la esquina del baño, bajo el cesto de la ropa sucia.

En su interior, se encontraba una bufanda amarilla. Debajo de ella había unos cuantos billetes de dinero, 500 ryos. Juro también descubrió ropa nueva.

- Ya sé que normalmente no te gusta la ropa… - comentó Katsue, a su espalda – Pero esa bufanda está demasiado desgastada, la usas demasiado. Y tu ropa se te ha quedado pequeña. Es lo que tiene crecer.

Juro cogió la bufanda y la apretó contra su pecho. Era cierto, había crecido. Ya no era tan bajito como antes, ni tan escuálido como antes. Su vieja camiseta verde ya no le entraba, ni sus pantalones. Se quedaban cortos.

Y lo cierto es que le gusto bastante la nueva ropa. Un polo y unos pantalones similares, además de una chaqueta grisácea y una pequeña camisa verde, para sustituir a la anterior, supuso.

Y el dinero también estaba bien, claro.

- Ya soy mayor… – murmuró, sorprendido – Gracias…

- Aun te queda un poco, chaval - Furui le puso una mano en el hombro, después de soltar una de esas risas tan características de ella.

Juro quiso probarse su nueva ropa al instante. Se cambió y su hermana asintió, con felicidad. Quizá era una de las pocas veces que le veía tan feliz. Después, regresaron al salón y comieron otra ración de tarta, hasta terminarla, mientras conversaban de temas sin importancia, hasta que Katsue sacó uno que le llamó la atención.

- ¿Y qué harás ahora, Furui? – preguntó – Ahora que Juro ya ha terminado su entrenamiento y eso.

- Volvere a mi casa, claro. He estado dando vuelta en cuanto he podido, pero casi ha pasado un año. Es mucho tiempo – explicó, son solemnida .

- No habría hecho falta que te mudases aquí. No vives tan lejos…

- Con mis otros pupilos lo hice así – dijo, seriamente – No puedo cambiar mi rutina.

- Pero antes no vivías por la zona…

Antes de que ambas pudieran volver a ponerse a discutir, Juro quiso hablar:

- ¿Por qué no te quedas aquí?

Incluso Katsue se sorprendió al escucharlo. Miro a Juro, y después a Furui. Para la sorpresa del chico, bajo la vista y se mantuvo en silencio. Furui le miró, comprensivamente.

- Juro, no puedo estar aquí eternamente…

- Pero necesito un instructor para seguir dominando el raiton…

- Y te ayudare en todo lo que pueda.

- Pero te vas…

- Vendré a visitaros más a menudo– le prometió – Pero debo hacer mi vida, Solo espera un poco, hasta la próxima vez que nos veamos…

Juro asintió, demasiado acostumbrado ya a las despedidas. Incluso Katsue parecía algo triste. Ambos parecían haber recordado, aunque fuese por ese tiempo, lo que era vivir con un mayor en casa.

- Pero eso no será hoy, hoy es un día especial… - dijo con otra sonrisa desdentada.

Y así pues, la fiesta continuó un poco más. Evitando la triste noticia, simplemente se refugiaron en el momento.

- ¿Qué harás tú ahora, Juro? – le preguntó Furui – Ahora que eres más libre.

Juro reflexionó, silenciosamente, antes de tener una respuesta clara. Tras unos minutos, finalmente lo dijo.

- Ahora que soy libre… - dijo, tratando de hacer memoria – Debería ver a la gente, salir de la aldea, viajar, ver a mi equipo y hacer misiones. Volver a mi rutina antes de que todo esto pasase. Sí, eso es lo que haré. Volveré a mis raíces, ahora que soy más fuerte. ¡Los impresionaré a todos!

- Que ímpetu… - comentó Katsue, riendo – Hoy es un día donde puedes pedir todos los deseos que quieras. Pero debes cumplirlos, no lo olvides…

- ¡Sí! – exclamó.

Los tres continuaron riendo, hablando y despotricando durante un rato más, hasta que durase el día y el espíritu de la tarta.

A la mañana siguiente, Furui regresaría a su casa, con la promesa de que regresaría poco después. Katsue no tardaría más de unos días en volver al trabajo, ahora que estaba segura de que todo iría bien. Y en cuanto a Juro, bueno, estaba listo. Aunque seguiría entrenando todos los días, ahora se sentía más seguro. Después de una pausa de un año, un nuevo capítulo empezaba en su vida…
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