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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#1
-No pienso pagártelo, era una basura. De hecho, empiezo a sospechar que ya estaba roto y estabas esperando que algún pobre diablo intentara levantarlo para cobrárselo.

No se retractaría fácilmente, aún a pesar de que era plenamente consciente de que lo que estaba diciendo no era verdad. El caso era que aquel vendedor de bigote delicado y nariz puntiaguda le había caído mal desde el primer momento. Lo había tratado como a un idiota, como si por su edad no supiera absolutamente nada de arte, como si su opinión y sus inquietudes no tuvieran valor. Y eso, era algo que Tantei no toleraba. Aquel imbécil necesitaba que alguien lo pusiera en su lugar.

La situación se había dado casi por casualidad. Se dirigía a la Academia de las Olas, donde esperaba encontrar su bandana, que había perdido nada más recibir, cuando una pequeño puesto de artesanías llamó su atención. No era la gran cosa, pero las piezas estaban hechas con armas antiguas en desuso, y en un principio encontró eso tremendamente interesante. Había sentido la necesidad de saber más. Las armas eran de por sí auténticas piezas de colección, ¿dónde las conseguía? ¿Con quién? ¿Por qué precio?

Lamentablemente, lo que había nacido como la búsqueda de saciar una sana inquietud, rápidamente se había desvirtuado en un conflicto. Cuando comenzaron a lloverle preguntas, el vendedor adoptó una actitud defensiva, como si tuviera miedo de que lo inculparan de algo, y eso no hizo más que empeorar la situación. Si aquel tipo tenía algo que ocultar, el pelirrojo quería saberlo. La reiterada inquisición hizo que el narigón agotara la cuota de paciencia que tenía disponible para atender a jóvenes irreverentes, y entre una cosa y la otra, comenzó a despreciar los conocimientos de arte de Tantei y a cuestionar la validez de lo que le estaba preguntando. Al sentirse atacado el Uzumaki también perdió la paciencia, pero en lugar de responder con insultos le dio la razón y pidió disculpas. Era un viejo zorro, no se contentaría con soltar un par de barbaries contra aquel flacucho bigotudo, buscaría destruir su ego. Así fue que tomó una de las piezas con la excusa de comprarla, y con sutileza y precisión, aplicó una pizca más de la fuerza necesaria. La figura se rompió y la discusión llegó a su apogeo.

-Pog diogs niñato, acabo de vegr como gompiste la figuga- replicó el vendedor con acento afrancesado -¡Págala!

Tantei contestaba relajado, con aires de superioridad. Una sonrisa irónica decoraba su expresión de fingida sorpresa.

-Una vez más querido señorito, no pienso hacerlo. Le recomiendo que busque la forma de mejorar la calidad de sus productos antes de atacar a potenciales clientes.
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#2
Era un día particularmente aburrido en Uzushio, o al menos esa era la impresión que le daba al joven de piel morena.

Habían pasado varios días desde su acto de graduación, por lo que ya no tenía que ir regularmente a la academia. Aquello se sentía extraño, el no tener encima el ajetreo de ir a clases, contar con abundante de tiempo libre.

Aunque recién era que reparaba en aquello, pues durante sus últimos ratos libres estuvo bastante ocupado.

Cual investigador policial, se puso tras la pista de los tres principales buscapleitos de la academia. Los típicos pendencieros, que empujaban a los débiles en un charco y que le robaban el dinero para el almuerzo a los estudiosos. Esos que creían ser muy malos cuando tenía el poder ventaja y la ventaja.

El mundo siempre ha estado y estará lleno de gente así, y Kazuma sabia que es imposible castigarlos a todos. Sin embargo a estos tres los tenía al alcance de sus manos. Kido, Momoshiro y Shibō eran los nombres en su lista.

Teniendo mucho cautela y poca piedad, los cazo a todos, uno por uno, con el fin de darles una lección sobre que les deparaba la vida a los busca pleitos que caían en sus manos. No porque él se creyera la justicia o algo similar, si no porque alguien tenía que hacerlo y ademas porque era gratificante.

Bien sabia que un día lo emboscarían con intención de romperle la piernas, pues ese el destino de los que actúan como héroes justicieros. Pero estaba consciente de que ese día no se arrepentiría, o al menos esperaba no arrepentirse.

Sin embargo aquello ya era pasado, y como por el momento todos los nombres en su lista negra se encontraban tachados, pensó que lo mejor era salir de la mansión y caminar un poco por la aldea. Pues siempre le ponía de buenas recorrer las calles.

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El festival de primavera que se realizaba en el jardín de los cerezos se encontraba cercano, por lo que la mayoría de los puestos en el distrito artesanal ya habrían comenzado a vender mercancía nueva y llamativa.

La sola idea emocionaba al joven, aunque quizás no tanto a los comerciantes. Puesto que en aquel sitio era conocido por bombardear a los vendedores con cientos de preguntas extraña sobre la historia y características de los objetos, todo para que en la mayoría de la ocasiones perdiera el interés y se retirara.

En aquella tediosa visita a los puestos, el ojosgrises se encontraba buscando algo en particular. Se trataba de un adorno en extremo raro. Una versión bonsái de un árbol de cerezo en flor, hecho en metal y porcelana. Algo muy adecuado para la festividad por venir.

Después de caminar un rato, reconoció a uno de los tenderos. Se trataba de un hombre de aspecto “fino” y acento gracioso. En general era un dolor de cabeza negociar con él, ya que era un verdadero truhán a la hora de verle la cara a la gente con la mercancía. Pero si tenias un poco de conocimiento y rudeza, te atendería bien, al menos a regañadientes.

«Aquel sujeto quizás sepa donde conseguir lo que busco»

Mientras se acercaba al tenderete pudo ver como el hombre desviaba la mirada y torcía el gesto.

«Oh vamos, si aun no le he preguntado nada» —pensó mientras sonreía.

Pero rápidamente se dio cuenta de que el gesto no había sido a causa de él, pues el tendero se encontraba discutiendo con otra persona. Era un chico un poco más alto, de piel clara y cabello carmesí.

Dentro de la aldea de la espiral aquellos rasgos te hacían pensar automáticamente en un Uzumaki. Pues estaban por toda la aldea y vistos de lejos todos parecían iguales. Aunque según su experiencia, eran gente de alcurnia, por lo que era raro verlos discutiendo en plena calle.

Kazuma decidió acercarse, mas para curiosear que para calmar la situación. Aunque sin duda el deber de un Shinobi seria ayudar a mantener el orden, o al menos era lo que siempre había escuchado decir a Shiona en sus visitas a la academia.

—¿Venga que ha pasado? —Dijo interrumpiendo—, ¿No me diga que ha hecho cabrear a otro cliente? Así jamás se venderá bien su mercancía —aseguro, mientras le sonreía al mercader.
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#3
De imprevisto un tercero se agregó a la discusión. No era la primera vez que lo veía, de hecho ni siquiera era la segunda o la tercera. ¿Kantura? ¿Kamuja? ¿Casuna? ¿Cómo era que se llamaba? Algo así seguro, habían sido compañeros de clase y se habían graduado en la misma generación. Seguramente hubieran hablado alguna vez, pero no podía recordarlo. No era de esos que se andan haciendo amigo del primer tonto que se les cruza, y si aquel jovenzuelo de ojos grises no había llamado su atención de alguna forma probablemente hubiese optado por no dedicarle demasiado tiempo.

Levantó una ceja y lo miró de reojo, sin decir nada. No necesitaba que lo ayudarán a poner en su lugar a un comerciante de poca monta... pero, por otro lado, tal vez pudiera aprovechar la situación para potenciar la cachetada psicológica que pretendía darle a aquel franchute presuntuoso de los barrios bajos.

—Ohhh, magníficgo, el otrgo niñato ignogante de la aldea. No necesigto tus consejgos pequeñajgo ¿No te dijge la úgtima vez que no queguía negociag más contigo? —aparentemente aquellos dos ya se conocían.

—¿Seguro que no quieres aceptar el consejo? Dos clientes insatisfechos con tu trato en menos de cinco minutos, eso es curioso. Con tan mala calidad de atención no sorprende que los productos que vende sean igualmente malos —dijo, sin siquiera mirarlo a los ojos.

Con ese último remate el señorito terminó de perder la paciencia. Se le notaba a la distancia, era de esos que no soportan que critiquen la calidad de lo que venden. Tantei sintió una buena cuota de satisfacción interna.

—¡ESO ES TODOG NIÑAGTOS DESPGECIABLES! ¡FUEGA DE MI TIENDA! ¡FUEGA! —bramó enardecido. "Yo gano" pensó el joven Uzumaki, que ni siquiera intentó evitar sonreírse. Aquella persona acababa de perder la poca dignidad que le quedaba. Media aldea se volteó cuando el franchute gritó, y media aldea se retorció de risa con su distintivo acento. Pero eso no era todo, habiendo caido en tal pozo de vergüenza y desesperadamente consciente de que su amor propio había quedado completamente extinto, el vendedor se entregó a los brazos de la locura. De abajo del mostrador sacó una vieja katana.

—¡VOY A DEGSTUIGLOS! —soltó mientras de un corte seco partía el mostrador a la mitad. Eso no entraba en lo previsto.

"Creo que me excedí". Sin perder la calma, pero bastante sorprendido, Tantei retrocedió, y ahora sí miró al otro muchacho. Aquel pobre chico se había acercado con buena intención y su actitud lo había metido en un problema. No pudo evitar sentir un poquito de culpa, no era demasiada, pero sí la suficiente como para sentirse obligado a dedicarle unas palabras.

Se le acercó lentamente, sin perder de vista al señorito, que como un toro salvaje resoplaba en el lugar, como esperando cualquier movimiento para embestirlos con su espada. No tenía pensado pelear con aquel tipo, por poca habilidad que seguramente tuviera con el arma, estaba completamente loco. —Te recomiendo que corras— le susurró, y así como lo hizo salió corriendo, mientras escuchaba al vendedor rugir salvajemente a sus espaldas.
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#4
De lejos le había costado diferenciarlo de otros Uzumakis, pero de cerca pudo darse cuenta de quién era. Se trataba de uno de los jóvenes de su generación de graduados, el chico si era un Uzumaki, pero era el único con ese color verde en los ojos.

«Ya veo, se trataba de el… Pero me pregunto ¿por qué no lleva su bandana? Estoy seguro de que se graduó conmigo»

Pero no tuvo siquiera oportunidad de hacerse más preguntas a sí mismo, puesto que el vendedor parecía haber enloquecido de repente. Lo cual extraño a Kazuma pues en muchas ocasiones lo había visto bastante enojado —principalmente por su culpa—, pero era la primera vez que lo encontraba tan lleno de ira.

Tanta fue la indignación, que aquel hombre saco de alguna parte una vieja espada y luego procedió a partir de un solo golpe el mostrador que estaba atendiendo.

Mientras ocurría aquello, el Ishimura trataba de hacer un gesto tranquilizante con sus manos, intentando conseguir que aquel hombre bajara el arma. Puesto que claro, fácilmente abría podido desarmar a aquel sujeto en un instante, pero no era la forma en que un shinobi debía actuar con los civiles.

Sin tener muy claro que hacer, hizo caso al consejo del pelirrojo y procedió a salir corriendo de aquel lugar. Aunque no le quedaba muy claro hacia donde estaba huyendo, si sabía que se encontraba siguiendo al chico que había estado discutiendo con el tendero.

Por un momento se planteo preguntarle algunas cosas, pero viendo que aun les estaban persiguiendo, decidió dejar aquello para cuando se detuvieran.
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#5
Ni siquiera miró para atrás para comprobar que el desquiciado vendedor no lo siguiera, al cabo de un rato y un par de giros inesperados al mejor estilo ninja recién graduado que quiere demostrar sus habilidades para perderse entre la multitud, Tantei se detuvo. Soltó un largo suspiro, recuperó el aliento, y recién entonces volteó. Allí estaba el morocho de pelo blanco, justo a su lado.

—Eh... dije que corrieras. No que lo hicieras detrás de mi —comentó con desdén, casi como si el otro no pudiera escucharlo

No tenía remedio, le tendía la mano a alguien y le agarraban el codo. Ahora no podría seguir con... ¿qué era exactamente lo que estaba haciendo? No recordaba ni siquiera porque había terminado hablando con aquel comerciante. Se dirigía a algún lugar, eso era seguro. Se tanteó los bolsillos del pantalón y luego del chaleco-canguro. No había caso, no podía acordarse. Pasó unos segundos mirando al suelo, ignorando por completo a su compañero, buscando en su memoria. Dio tres pasos hacia un lado, luego tres hacia otro, se llevó la mano a la frente y... eso era. La bandana.

—¡Matanga! —escupió cuando logró recordarlo. Tenía que ir a la academia.

Se puso las manos en las cintura y volteó hacia Kazuma.

—En fin muchachote... —le dijo, no mirándolo a el, sino a la academia, que se asomaba por encima de unas casuchas —Ese tipo es bastante despreciable, ¿eh? ¿Lo conocías? —con la última pregunta giró la cabeza para finalmente hacer contacto visual.
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#6
Estuvieron corriendo por unos minutos, tiempo donde Kazuma ignoraba hacia donde se dirigían. Lo único de lo que estaba atento era el no perder de vista aquella melena carmesí.

Después de tanta adrenalina por fin se detuvieron, aunque el Uzumaki dejo en claro que su intención era irse solo de aquel sitio. El Ishimura se planteo el contestarle, pero ni el mismo sabia por que había echado a correr, quizás fuese ese viejo instinto callejero que te impulsaba a huir cuando las cosas se ponía feas.

Mientras recuperaba el aliento, se planteo en hacerle unas cuantas preguntas, pero el ojos verdes entro en lo que parecía ser un estado de desorientación total, y como si se le hubiera extraviado algo muy importante, comenzó a tantearse de arriba a abajo.

Repentinamente dio con lo que buscaba, o esa era la impresión que daba puesto que lucía mucho más calmado. Al menos lo suficiente como para girarse hacia el peliblanco y dirigirle unas cuantas palabras.

—En realidad es bastante difícil de tratar, además de que suele ser muy truculento. Pero siempre ha sido inofensivo —respondió mientras lo pensaba detalladamente—. Para que se enojara de esa manera…

—Dime qué fue lo que ocurrió antes de que llegara.
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#7
¿Inofensivo eh? Sintió una nueva y rebuscada forma de orgullo. Había convertido a un simple idiota incapaz de dañar a alguien en una máquina impredecible de destrucción. Claro que no pensaba confesarlo. La situación quedaría en que el vendedor había intentado venderle gato por liebre y él había reaccionado llamándole respetuosamente la atención. Una pequeña mentirilla blanca, una omisión de verdad. Era necesario, estaba seguro de que no cualquiera entendería la nobleza de su acción y no estaba dispuesto a poner en duda su reputación.

—No es importante, poca cosa. Quiso venderme algo en mal estado, de mala calidad. Le demostré que así era y simplemente... bueno, ya lo viste, enloqueció —se frotó la nariz y en seguida retomó el habla, sin dejar que le respondieran. No quería seguir con ese tema —Cosas que pasan, quedó en el pasado. Y hablando del pasado, fuimos compañeros en la academia, ¿no? No recuerdo que nos hayamos presentado como corresponde. Soy Tantei, Uzumaki Tantei.

Le rugió el estómago. Entre idas y venidas se había hecho el mediodía y el pelirrojo empezaba a sentir la necesidad de recargar combustible. Definitivamente lo primero que haría después de buscar la bandana sería ir a comer algo.
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#8
El pelirrojo procedió a explicarse, aseguro que el vendedor solo estaba tratando de pasarse de listo, y como no había caído en sus trucos, este se molesto de sobre manera y estallo en un ataque de rabia.

«Que raro, bueno supongo que ya no importa. Cuando vuelva a ver al vendedor le preguntare que paso»

El joven le quito importancia al asunto y procedió a dirigir la conversación en otra dirección. Decidió presentarse y lo hizo como Uzumaki Tantei, un chico que había estudiado con él en la academia de las olas.

«Ya veo. Sabía que lo había visto antes, y si mal no recuerdo la primera vez fue en una clase de introducción a las técnicas de sellado» —Aquello tenia sentido puesto que era bien sabido que los Uzumakis son maestros absolutos del Fūinjutsu

—Bueno Uzumaki Tantei, es un gusto. Mi nombre es Ishimura Kazuma —planeaba decir más, pero un pequeño rugido de estomago le interrumpió a la vez que le leve sacaba una sonrisa.

—Parece que tienes un poco de hambre. ¿Dime te diriges a comer? Porque si es así conozco un buen lugar.
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#9

Post corto, perdón, pero es para darle un poco de dinamismo.

Lo pensó por algunos segundos. No estaba demasiado seguro, quería resolver el inconveniente de la bandana cuanto antes. La verdad era que no tenía idea de donde estaba. Claro, asumía que en la academia, ¿dónde más podría haberla dejado sino? Pero tenía que comprobarlo, y no quería que se le hiciera tarde. Si resultaba que su preciada identificación de shinobi no estaba donde creía entonces tendría que dar comienzo a una intensa campaña de investigación y búsqueda.

Un segundo rugido terminó con todas sus dudas. Necesitaba comer y con urgencia. No podría emprender ninguna búsqueda con el estómago vacío.

—Sí... no es exactamente a donde iba, pero supongo que lo necesito. Te sigo —contestó con recelo —Espero que de verdad sea bueno.
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#10
El Ishimura dejo escarpar una confortable sonrisa en cuanto el Uzumaki accedió a acompañarle a comer.

—Sera un buen lugar, te lo puedo asegurar —dijo con mucha confianza en sí mismo.

Con ambas partes de acuerdo en que les convenía llenarse el estomago, los chicos se pusieron en marcha. O más específicamente Kazuma fue guiando al pelirrojo hasta el sitio que pretendía mostrarle. Las vueltas y los cruces fueron poco, aunque por momentos el peliblanco parecía encontrarse medio perdido entre la multitud de negocios y callejones del distrito culinario.

Sin embargo, más temprano que tarde terminaron llegando al lugar correcto. Justo a tiempo para ver como el cielo se empezaba a nublar.

Desde afuera el lugar tenía un aspecto bastante curioso a los ojos de un habitante de Uzushio, pues claramente el estilo era extranjero. En la parte de afuera solo había un enorme letrero que decía “Cafetería y Restaurante”, resultaba ser un aviso bastante grande para un lugar un poco pequeño.

Lo que más llamaría la atención del sitio, era el hecho de que la fachada era de vidrio, por lo que dejaba ver todo lo que había dentro. Era como una gran ventana donde las mesas de la parte interior se arrimaban hacia ella. Todo lo visible desde afuera resultaba llamativo y atrayente.

—Sera mejor que entremos antes de que comience a llover —dijo a Tantei, luego de escuchar un trueno que retumbaba fuertemente por sobre sus cabezas.
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#11
Tantei siguió los pasos de Kazuma a través de la aldea, y aunque en más de una ocasión el estómago le rogó que dejara de pasear y parara en alguno de los tantos puestillos callejeros de comida rápida que había, el muchacho apostó por la invitación de su ex-compañero de academia. Gran decisión, porque cuando finalmente llegaron, se encontró no solo con un lugar que nunca había visitado, sino también con uno que llamó poderosamente su atención. Aún no podía estar seguro de que la comida fuera buena, pero la arquitectura escapaba de la normal, y para un adorador de todo aquello nuevo y diferente, eso era una buena señal.

Aceptó la sugerencia de su interlocutor, y sin esperar ninguna otra señal se adelantó, entró al lugar y eligió una mesa ubicada en una de las esquinas del lugar. Estaba fascinado ¿Cómo es que nunca había dado con un lugar tan llamativo? Todo ahí dentro era transparente, y eso era lo genial. Porque desde fuera, si no se prestaba suficiente atención, era como si la gente estuviera simplemente flotando ahí, con su comida levitando frente a ellos y pequeñas porciones de alimento viajando como por telepatía hacia su boca. Las mesas, las sillas, los platos y los cubiertos; todo estaba construido enteramente de un vidrio impecablemente limpio.

—Bueno... hay que admitirlo, al menos de pinta esto está muy bien —reconoció ya acomodado en su silla.
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#12
Haciendo caso de la advertencia de lluvia del Ishimura, el Uzumaki fue el primero en adentrarse en el establecimiento.

De inmediato se hizo obvia su presencia en aquel sitio, puesto que sobre la puerta transparente que acababan de cruzar una pequeña campana sonó a modo de aviso. Aquel lugar resultaba estar lleno de estimulantes sensoriales. Lo primero que se podía notar era un leve y delicioso olor a café, que no solo animaba si no que también abría el apetito.

Rápidamente ambos chicos se dirigieron hacia una de las mesas cercanas a la ventana. Resultaba extraño como teniendo una calle enfrente el ambiente resultara tan silencioso y tranquilo. Era como si estuviera hecho para invitar a la gente a conversar.

«Ya había visto este lugar desde afuera en varias ocasiones, sin embargo el estar adentro es muy diferente —pensaba él mientras paseaba la vista por los alrededores—. Todo es tan estilizado y moderno»

Mientras miraba hacia la calle de enfrente pudo notar como el cristal se empezaba a llenar con cientos de pequeñas gotas que se iban deslizando lentamente. De un momento a otro pudo apreciar como lo que había comenzado como una llovizna se convertía en una fuerte lluvia, al menos en imagen puesto que para los adentros del local el sonido quedaba reducido a un leve y agradable murmullo.

Luego de que ambos jóvenes se pusieran a gusto en la mesa que habían escogido, una camarera se acerco a donde estaban ellos. Resultaba ser una chica bastante guapa y sonriente, su uniforme encajaba perfecto con el ambiente del local puesto que resultaba ser juvenil y a la vez formal.

—Bienvenidos a Kanwa ¿Qué desean ordenar? —pregunto muy cortes y animadamente mientras les tendía a ambos una cartilla.

En el menú la mayoría de las cosas resultaban extrañas para el ojosgrises. Tenían nombres curiosos, pero ya había probado la comida de aquel sitio en una ocasión en que Naomi llevo un poco a casa. Al final se decidió por lo que parecía más apetitoso.

—Quisiera ordenar una Bāgā y mientras espero a que este quisiera un café con chocolate —así el Ishimura dio su orden, aunque poco se podía imaginar sobre la Bāgā puesto que en el menú solo decía que era un emparedado con pan blando, redondo y semillas de sésamo, que en medio tenía un grueso disco de carne cocinado a la parrilla. También decía que venía acompañado por cortes de tomate, cebolla, lechuga, queso y otro montón de condimentos.

Lo cierto es que se le abría el apetito con solo imaginar todos esos ingredientes juntos. Luego de que Kazuma diera lo suyo, la chica se giro hacia Tantei para que este también le diera su orden.
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