28/03/2019, 03:32
"¿Arreglarlo?" Buena suerte intentando cambiar el carácter del Yotsuki. Si alguien algún día lograba corregirlo, ese alguien iba a merecerse un premio. Dentro de su cabeza, nadie tenía absolutamente nada que echarle en cara, por lo que lo último que necesitaba era que una niña con tinte le dijera que debía cambiar su actitud. "¡Ja! Que ovarios que tiene." Seguía relajado y tranquilo.
—Well, yo salí antes que el resto de mis compañeros. Solía entrenar con mi abuelo siempre después de la academia, así que luego dijeron que mi progreso era mayor que los demás. Aún así, mis notas no es que fueran muy distintas respecto al resto. Creo que algún profesor malintencionado metió mano para que me sacaran porque ya no me soportaba— se llevó las manos a la cintura y carcajeó fuertemente.
Normalmente muchos se graduaban entre los doce y los trece, que él lo hiciese a los once no marcaba una diferencia demasiado exagerada.
»Tenía un grupito de colegas, siempre andábamos juntos los cuatro. Una era Rengetsu, que aunque no lo creas era ciega y aún así estaba en la academia determinada a convertirse en kunoichi. Ryoma era el estereotipo del estudiante perfecto con notas impecables, comportamiento intachable y excelente en la práctica. La cara que puso cuando supo que me iban a promocionar antes que a él fue épica. La guinda del pastel era Kintaro, siempre desgreñado y algo subido de peso pero dispuesto a dar la cara con su complejo de buenhechor. Me hizo jurar que si yo en algún momento me desviaba del buen camino, él iba a rajarme con un hacha.
Un atisbo de melancolía se apreciaba en la mirada.
—Una vez discutimos por quién se iba a quedar fuera del cuarteto cuando nos graduásemos, pero, al final no fue necesario— Suspiró y se encogió de brazos con sonrisa de resignación.
—Well, yo salí antes que el resto de mis compañeros. Solía entrenar con mi abuelo siempre después de la academia, así que luego dijeron que mi progreso era mayor que los demás. Aún así, mis notas no es que fueran muy distintas respecto al resto. Creo que algún profesor malintencionado metió mano para que me sacaran porque ya no me soportaba— se llevó las manos a la cintura y carcajeó fuertemente.
Normalmente muchos se graduaban entre los doce y los trece, que él lo hiciese a los once no marcaba una diferencia demasiado exagerada.
»Tenía un grupito de colegas, siempre andábamos juntos los cuatro. Una era Rengetsu, que aunque no lo creas era ciega y aún así estaba en la academia determinada a convertirse en kunoichi. Ryoma era el estereotipo del estudiante perfecto con notas impecables, comportamiento intachable y excelente en la práctica. La cara que puso cuando supo que me iban a promocionar antes que a él fue épica. La guinda del pastel era Kintaro, siempre desgreñado y algo subido de peso pero dispuesto a dar la cara con su complejo de buenhechor. Me hizo jurar que si yo en algún momento me desviaba del buen camino, él iba a rajarme con un hacha.
Un atisbo de melancolía se apreciaba en la mirada.
—Una vez discutimos por quién se iba a quedar fuera del cuarteto cuando nos graduásemos, pero, al final no fue necesario— Suspiró y se encogió de brazos con sonrisa de resignación.