"¿Arreglarlo?" Buena suerte intentando cambiar el carácter del Yotsuki. Si alguien algún día lograba corregirlo, ese alguien iba a merecerse un premio. Dentro de su cabeza, nadie tenía absolutamente nada que echarle en cara, por lo que lo último que necesitaba era que una niña con tinte le dijera que debía cambiar su actitud. "¡Ja! Que ovarios que tiene." Seguía relajado y tranquilo.

—Well, yo salí antes que el resto de mis compañeros. Solía entrenar con mi abuelo siempre después de la academia, así que luego dijeron que mi progreso era mayor que los demás. Aún así, mis notas no es que fueran muy distintas respecto al resto. Creo que algún profesor malintencionado metió mano para que me sacaran porque ya no me soportaba— se llevó las manos a la cintura y carcajeó fuertemente.

Normalmente muchos se graduaban entre los doce y los trece, que él lo hiciese a los once no marcaba una diferencia demasiado exagerada.

»Tenía un grupito de colegas, siempre andábamos juntos los cuatro. Una era Rengetsu, que aunque no lo creas era ciega y aún así estaba en la academia determinada a convertirse en kunoichi. Ryoma era el estereotipo del estudiante perfecto con notas impecables, comportamiento intachable y excelente en la práctica. La cara que puso cuando supo que me iban a promocionar antes que a él fue épica. La guinda del pastel era Kintaro, siempre desgreñado y algo subido de peso pero dispuesto a dar la cara con su complejo de buenhechor. Me hizo jurar que si yo en algún momento me desviaba del buen camino, él iba a rajarme con un hacha.

Un atisbo de melancolía se apreciaba en la mirada.

—Una vez discutimos por quién se iba a quedar fuera del cuarteto cuando nos graduásemos, pero, al final no fue necesario— Suspiró y se encogió de brazos con sonrisa de resignación.

La Yotsuki atendió a la historia de Roga en silencio, acompañando cada estapa de su resumen con una sonrisa pícara. Le sorprendió escuchar que su ahora compañero se había graduado con antelaciones al resto de su promoción, pues aquello no era algo que sucediera muy a menudo. Por lo general pasaba cuando existían jóvenes de calidad excepcional en el aprendizaje de las artes ninja que destacaban vistosamente del resto de los estudiantes. ¿Había sido Roga un candidato a prodigio?

Quizás, pero no era una realidad que Myu viera en su presente. De haberlo sido realmente, no estuviese ahí hablando con ella.

De todas formas, tenía que admitir que era un buen shinobi. Por lo que había visto en la pelea con Zōzei y de las historias que le contó el sensei de él. Sabía que le había hecho frente a un renegado de la aldea sin pensárselo dos veces, con lo cual; podría catalogarlo de valiente a la par de estúpido. Acostumbrada a elegir la primera opción para todo aquél que tuviera dos testículos y un palo entre las piernas, decidió hacer lo contrario con Roga. Quería que le sorprendiera. Alguien tendría que hacerlo alguna vez.

—¿Y qué fue de ellos? ¿qué hacen ahora? —indagó—. ¿la ciega se convirtió en una gran kunoichi?

—Realmente no sabría decirte, puesto que yo estos últimos meses estuve enfocado en algunos entrenamientos fuera de Amegakure, además de una estúpida misión que se me alargó de más. No he tenido mucho contacto con ninguno de los tres, casi se podría decir que les perdí la pista. No fue sino hasta hace poco que regresé a Ame— aunque poco más y no lo logra. —Y quizás un poco de darme lujos de turista— Eso tenía más peso que los otros dos puntos.

—Oh, ya que hablas de misiones —introdujo, cambiando súbitamente el tema de conversación—. Kurozuchi-sensei nos comentó que pronto podríamos realizar una en conjunto. ¿Te apuntas, no?

—Lo dices cómo si tuviera opción— Río un poco. Desde el momento en que formó aquel equipo asumió que las misiones en conjunto estarían siempre a la hora del día. Lo bueno de esto es que no tendría que lidiar con compañeros aleatorios calvos malhumorados. Si tenía que soportar a alguien pues al menos que fuesen caras conocidas con quienes ya se hubiese familiarizado. —De todas formas me tienen siempre dispuesto para lo que sea— Se llevó las manos a la cintura. —¿Cuanto más se tardará el sensei?— desvió la mirada hasta la entrada.

Fue cuestión de que Roga preguntase por Kurozuchi, para que éste hiciera acto de aparición. Se le vio venir desde una de las enormes escaleras contiguas que daban acceso desde el ala norte del Torreón. Se le veía un poco preocupado y caminaba con cierta prisa.

—Bueno, Zōzei va a estar bien, mañana estará como nuevo para volver a la rutina. Bastante oportuno, por cierto, porque he recibido una misiva del despacho de la Arashikage. Se os ha asignado vuestra primera misión. ¿Genial, no? —el artista sonrió con galantería y llevó ambos brazos hasta su torso, para cruzarlos—. en cuánto tengamos a ese cabrón disponible nos pondremos en marcha. ¿Estáis de acuerdo? ¿o tenéis mejores cosas que hacer?

Ni invocándolo hubiese acudido tan rápido. El genin torció el gesto cuando Kurozuchi entraba nuevamente en escena aunque con una expresión algo alterada. Por un momento pensó que se había pasado de la raya metiéndole un chidori en la panza a su compañero y lo habría lastimado de más, pero cuando recibió la explicación de los hechos se sintió mucho más aliviado.

—Vos sabes que cuentas conmigo— imitó la postura de su sensei. —No debes preocuparte, quién no se esfuerza con las cosas pequeñas no será capaz de afrontar los desafíos más grandes— Habló por él y por sus compañeros.