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RE: La humanidad de piedra - Uchiha Akame - 17/09/2017 Oculto en su escondite, Oojima seguía de cerca gracias a su clon y sus criaturas de tinta todo lo que ocurría dentro del perímetro de la mansión. Esa era su función, ejercer de centro neurálgico de información y coordinar a los muchachos, más que pelear en campo abierto y contra un enemigo de habilidades desconocidas. Tras lo que sucedió en la bóveda, donde estaban su clon de tinta y Yarou, el jefe de espías dibujó otra réplica de sí mismo y creó otro clon. Este segundo Sumibunshin iría hacia donde se había ubicado Naomi, la ninja sensorial, para trasladarle lo ocurrido y también la petición de Yarou. El veterano de Amegakure tenía razón; debían encontrar al Uzumaki, y pronto. El primer clon de tinta de Oojima apremió al Hozuki para que comenzase su interrogatorio. —Yarou-dono, no nos queda mucho tiempo. Si Tamaro sabe algo, necesitamos enterarnos de qué. Yo vigilaré la entrada mientras tanto. Mientras, en la biblioteca, Akame y los soldados que guardaban el sello pudieron ver con todo lujo de detalles como la barrera era invertida para dejarles encerrados en la mansión. El Uchiha no tuvo duda al respecto; «quien quiera que sea ha logrado superar todas las protecciones... Ahora tan sólo quedamos nosotros entre él y su objetivo». Rápidamente comprobó que todos sus utensilios de combate estaban perfectamente colocados y afianzados, se anudó la bandana de Uzushiogakure en la frente y lanzó una rápida mirada a Akodo Toturi y sus hombres. —Prepárense, buenos hombres. Comienza el baile. El veterano, que en ese momento estaba descansando recostado sobre una silla, se puso en pie de inmediato. Tomó su naginata y empezó a vocear órdenes, poniendo en alerta a todos los hombres que guardaban —junto a él y Akame— el sello de la biblioteca; ahora invertido. —¡Vamos muchachos! ¡Todos listos y en alerta! El enemigo podría llegar en cualquier momento, quiero gente cubriendo cada entrada. ¡Vamos! RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 23/09/2017 —Por fin… He terminado la mayor de mis obras… La ultima de mis obras —suspiro Nishijima, mientras contemplaba la trinidad escultural que se erguía ante él. —Sin duda alguna, es el culmen del arte conocido como escultura, la cúspide de tu talento cuasi divino. El alago pareció manifestarse desde la nada con un extraño eco. Satomu tuvo que buscar con la mirada —como si creyese que alguna de sus creaciones pudiese hablarle— hasta que sus ojos dieron con el dueño de aquella voz desconocida para él; Se trataba de un sujeto de aspecto casi tan extravagante como el que usualmente cargara el mismo; alto y delgado, con cabellos negros de puntas rojizas que le llegaban hasta los hombros y con una gran capa color carmesí con ribetes y gravados en un verde metálico. —¿Quién te crees que eres, no ves que interrumpes mi trabajo? —Aquel rostro simétrico y bronceado le era totalmente desconocido. —Solo soy un fervoroso amante de tu trabajo, alguien que anhela ver cómo llega a su máxima expresión. Aquel misterioso sujeto de ojos claros y celestes se quedó de pie en la entrada y comenzó a observar sus alrededores, deleitándose con las cientos de miradas pétreas que se fijaban en él. Nishijima le miro con enojo desbordado, pues pensaba que se trataba de alguna especie de fanático ricachón que había logrado colarse en su casa. —Pudiera preguntarte que es lo que quieres, pero la verdad es que no me interesa y prefiero llamar a seguridad —confeso, mientras se acercaba a su escritorio para hacer repicar una pequeña y elaborada campana de bronce. —Ya suponía que reaccionarias de esa forma —aseguro, mientras arrugaba el entrecejo debido al agudo sonido—, al igual que me esperaba que estuvieras en semejantes condiciones. El escultor se encontraba totalmente acabado por la épica tarea que se había autoimpuesto: Sus ojos lucían rojos y vidriosos por el polvillo de roca, y bajo estos habían grandes bolsas oscuras. Su piel lucia seca y maltratada, al igual que su bigote, barba y cabellera estaban enmarañadas y sucias. Parecía haber envejecido una década en el transcurso de su trabajo, exhausto hasta el punto de faltarle poco para desfallecer. —¿Acaso eres uno de esos vulgares comerciantes de arte? ¿Acaso eres un vil coleccionista? —atino a indagar, sintiéndose un poco mareado—. Pues has de saber que jamás te venderé nada. No me importa si has traído una montaña de oro contigo. El indeseado invitado rio estridentemente y comenzó a caminar con lentitud y elegancia. —¿Comprar, yo? Que ser tan arrogante y senil. —Entonces, ¿qué es lo que quieres? —pregunto, sintiendo como la inquietud crecía dentro de él. —Quiero que las cosas sean como deben ser, que tu arte alcance el grado máximo de perfección, ¡que sean dignas del honor y gloria de los dioses, dignas de mí! —¡Deja de decir estupideces! —grito, tambaleándose un poco—. ¡Mi arte es perfecto… Yo soy un escultor perfecto! —Pobre Nishijima Satomu —dijo el extraño, mirándole con lastima y desprecio—. No estas ni cerca de ser el dios que pretendes ser, y no estas ni cerca de comprender el verdadero potencial de tus esculturas… Pero tranquilo; estoy aquí para corregir eso… para lograr lo que este hombre débil e ignorante que tengo enfrente es incapaz de hacer. —Te matare antes de que le pongas un dedo encima a alguna de mis esculturas —dijo en voz baja y venenosa. —Si pudieras hacer tal cosa, ya me habrías matado tal como lo hiciste con mi colega hace tantos años —declaro, confiado mientras avanzaba con aplomo—, Pero me parece que lo que frena tu agresiva condición es que te has quedado sin chakra. Y tenía razón, aquel último trabajo había reducido sus reservas de energía a apenas lo necesario para mantenerse consciente. Tampoco era como si tuviera idea sobre aquel chakra al que se estaba refiriendo, pero si tenía la intuición de que no podría enfrentarle como lo había hecho con aquel antiguo enemigo que le habían mencionado; aquella vez donde se sintió como en un trance, que al finalizar le encontró con las manos alrededor de la aplastada garganta de un sujeto desconocido. —¿Qué… Que planeas hacer? —pregunto, sintiéndose presa de un pánico enorme, y de un cansancio que no le permitiría correr. —En realidad, no planeo hacerte daño: eres una herramienta demasiado valiosa como para destruirte y me has costado demasiado tiempo y recursos como para perderte. —Mis… mis esculturas —tartamudeo, aterrado mientras aquel hombre se le paraba enfrente. —Tranquilo; les daré un buen uso, uno mejor del que pudieses llegar a imaginar. Y con un gesto de su mano, el escultor cayo inconsciente, dejando escapar una última y débil pregunta: —¿Quién eres tú? —Soy quien redefinirá tu arte, Akahara Masanobu —Y aquella respuesta no llego a los oídos del escultor. Masanobu se agacho y acaricio el cabello del anciano, como disculpándole por haberle causado semejante cantidad de inconvenientes. De hecho, puede que fuese hasta en agradecimiento por permitirle hacerse con semejante talento… Claro, aún faltaban cosas por hacer y obstáculos que eliminar, pero ya podía sentir la conclusión cerca. —Son unas hermosas representaciones… representaciones de quienes me estorban —le dijo al aire, mientras apreciaba aquellas obras maestras—. No importa, ya estaba preparado para varios tipos de eventualidades… sin embargo… »Es curioso; te llaman “aquel que le confiere a la piedra humanidad”, ya que tus obras están casi vivas… casi… Te entiendo escultor: en el fondo deseas que tus piezas de verdad tengan vida... ese es tu sueño… Bueno, yo hare realidad tu paraíso soñado, convirtiendo este palacio en un infierno y a sus habitantes en un sacrifico en el nombre del arte. Akahara se acercó al centro del taller, admirando las cientos de figuras de piedra que le rodeaban y miraban. Alzo sus manos y luego las bajo hasta tocar el suelo con ellas, como si hiciera una profunda plegaria. De sus dedos comenzaron a emerger cientos serpientes negras formadas por infinidad de caracteres misteriosos. Pronto se convirtieron en una maraña, en una especie de enredadera parasitaria que se adhería violentamente a la superficie de cada una de las esculturas. Aquel mal se iba convirtiendo de manera inexorable en un alquitrán espeso, hirviente y hediondo que violaba la pureza de la roca, introduciéndose en la misma y contaminando el noble chakra de su interior. —Con eso puedo dar inicio a la fase final; no dejar rastros ni testigos. Sus palabras parecían agotadas y perdidas en el aire. —Si los conocimientos de aquel guardia no estaban herrados, estaré lidiando con seis ninjas mas: tres novatos que caerán por mano de Satomu, dos experimentados un tanto problemáticos que no serán obstáculos para el arte de Nishijima y… aquel sujeto… No quería tener que ensuciarme las manos, pero desde que le vi en la emboscada supuse que resultaría algo inevitable, no puedo arriesgarme cuando se trata de alguien como él. »Bueno, tengo el elemento sorpresa de mi parte; después de todo, ellos creen que me superan en número. Pobres tontos encarcelados, pobres ninjas que ya están muertos sin siquiera saberlo. Arrojo una siniestra carcajada al aire, que reverbero con malicia en el amplio espacio vacío y abandonado que ahora era el taller de Nishijima Satomu. ***
Unos minutos luego de lo sucedido en el taller del gran escultor, un poco después de que su guardia personal fuese aniquilada antes de que pudiese abandonar las sombras donde se refugiaba, el palacio se encontraba bajo ataque. Aquello se había convertido en un purgatorio de donde se era imposible escapar… Puede que fuera débilmente, pero, de una u otra forma, en los lugares en donde se debía de proteger la barrera, aquellos donde ahora esperaban los jóvenes ninjas, se podía percibir que estaban bajo un gran ataque. Columnas de humo que se perdían en el cielo, gritos que hacían eco a través de los pasillos y sacudones que recorrían las paredes… todas eran señales de lo que pronto vendría a por ellos. RE: La humanidad de piedra - Uchiha Akame - 23/09/2017 Akame ni siquiera tenía claro cómo había empezado todo. Sí sabía que lo primero fueron los gritos; unos gritos lejanos y desgarradores que se fueron acercando cada vez más hacia la biblioteca. Luego el estruendo de un gran peso al caer contra el suelo y el característico sonido del acero al desenvainarse. El resto fue una vorágine de sonidos, aullidos, golpes y humo a lo lejos que se desencadenó por toda la mansión. Como respuesta, el Uchiha afianzó los correajes de su equipamiento; el portaobjetos en el lado derecho de la cintura, su fiel espada —Hazama no Goukyuu— atada al cinturón en la parte baja de la espalda. Por su parte, Akodo Toturi y su subordinado —un guerrero enorme y musculoso, de al menos dos metros de altura y cien kilos de peso— no necesitaron más advertencia que los ruidos de la batalla que ya se estaba desarrollando fuera. El veterano soldado tomó su fiel Naginata, empuñándola con ambas manos, y aquella mole de hombre se echó al hombro su pesado tetsubō de hierro negro repleto de afiladas puntas. —Salir fuera sería una imprudencia, no sabemos cuántos enemigos hay... Ni de qué naturaleza —apuntó Toturi, haciendo alusión a los clones de arcilla que les habían atacado en el camino—. Lo mejor será apostarnos aquí y defender este punto... Con todo lo que tengamos. Akame no pudo sino asentir antes de aportar su propio grano de arena. El muchacho aprendía rápido, y la emboscada en el sendero días atrás le había enseñado un par de cosas. —Sólo hay una entrada hasta la biblioteca, de modo que el enemigo tendrá que aparecer por ahí. Será más fácil defender un sólo punto, aunque, por contra... —«Estaremos atrapados en esta ratonera. Si perdemos, todos moriremos», quiso decir. Pero calló—. Deberíamos hacer algunas barriacadas en la puerta. Los dos mercenarios asintieron, y mientras Akame revisaba el perímetro para asegurarse de que ningún enemigo podría sorprenderlos por alguna entrada trasera o lateral, Toturi y su compañero volcaron un par de gruesas estanterías y las dispusieron en forma de "V" justo frente a la entrada. Si alguien quería pasar por allí, debería enfrentarse a la barricada de madera y a la Naginata de Toturi antes de hacerlo. RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 24/09/2017 La espera y la zozobra estaban consumiendo a Kaido. El tiempo pasaba y nada ni nadie asomaba el cogote por la entrada de su localización, y eso estaba empezando a desesperarle. No porque estuviese demasiado emocionado por enfrentar un peligro tan inminente como aquel ni mucho menos sino que esa sensación de soledad sólo podía significar una cosa: y es que el enemigo apuntaba a otro anclaje, y no al suyo. Eso le hizo preocupar, desde luego, tanto por el sobradito de Akame como por el honorable de Kotetsu. Y claro, cómo no; por su sensei Yarou. Luego, un temblor. El agua de la piscina se meció junto a los cimientos de la mansión y se desbordó en olas mientras el sello cedía. Y si había cedido, significaba que... «Yarou-dono, ¿pero cómo? ¿estará bien?» La ansiedad parecía superarle, tanto que estuvo más que dispuesto a salir de ahí en la búsqueda del jonin. Pero algún leve sentido de responsabilidad le obligó a desechar tan terrible idea, teniendo en cuenta que así como los demás, él también tenía una tarea prevista y esa era la de proteger la piscina. Evidentemente, ya no había nada que proteger; pero eso no hacía más que confirmarle que las posibilidades de encontrar al enemigo ahí afuera eran mayores, y menor sería su posibilidad de salir vivo. Las verdaderas chances estaban en la piscina, junto a los dos guardias que le acompañaban. No tenía de otra que tragarse el orgullo y así también el miedo que le consumía, y hacer lo que haría un shinobi responsable. RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 24/09/2017 El palacio de Nishijima se encontraba bajo un ataque a gran escala, como tomado por asalto por un ejército inclemente… Mientras se dirigía al que habría de ser el punto de confrontación clave, Masanobu pensaba en como harían aquello jóvenes “guardianes" contra el peligro que se les aproximaba. ***
El primero en recibir la desagradable pero muy esperada visita del peligro fue Uchiha Akame: La puerta de la biblioteca, atrancada anteriormente, estaba siendo violentamente golpeada por lo que parecía ser una decena de hombres… Solo que se escuchaba un único golpear, con un sonido seco y rocoso, como si tratasen de abrirse pasó con un pesado ariete. De pronto, como si el infierno se liberase, la puerta voló en pedazo, convertida en un monto de astillas. Resultaría extraordinariamente inquietante el que no se trátese de un grupo de soldados enemigos el que había irrumpido en aquel recinto… De hecho, ni siquiera era un soldado… Se trataba de una especie de inconcebible serpiente negra como el carbón, gruesa como un torso e inusualmente larga, con delgadas extremidades que terminaban en filosas garras. Al asentarse el polvo el desconcierto y el terror crecieron aún más, pues aquella criatura no era una serpiente o una criatura viviente siquiera; se trataba de una estatua, una estatua con forma de dragón, hecho en piedra negra y con unos vivaces ojos de granate con un color similar a la sangre… Y parecía estar buscando a alguien, alguien que pudiese recordar que estando en el taller de Satomu vio un enorme bloque de roca de aquel color y textura, una roca destinada a convertirse en una escultura suya. ***
En el sitio resguardado por Umikiba Kaido las cosas se habían descontrolado un poco más: La puerta fue brutalmente destrozada a mordiscos por lo que parecía ser una copia tanto satírica como involucionada de sí mismo. Se trataba de una enorme mole de dos metros y medio de alto, esculpida en piedra gris y con unos ojos de oxidiana negros como el fondo del mar. La criatura era una aterradora y magnifica mezcla entre lo que pudiese ser un guerrero mucho más corpulento que Yosehara y lo que solo podría ser el tiburón más grande y feroz de los mares. Al ver la forma en que se movían sus enormes fauces, dignas de la bestia a la que representaba, se hacía obvio que estaba buscando algo, o alguien, a lo cual destruir. Aquel ser tenía un inquietante parecido, en su forma de moverse, con lo seres de arcilla que les habían atacado antes de llegar a la mansión. Solo que aquellos parecían pobres intentos de esculturas, meros clones hechos apresuradamente, pero este… Este era diferente; sus proporciones eran tan exactas y perfectas que era difícil el negar que se tratase de un ser orgánico, pues distaba mucho de actuar como una marioneta. Tal era su naturaleza, que de su superficie, como si fuese un perfume de muerte, emanaba un abundante y característico chakra… Un chakra que para el joven azulado resultaba perturbadoramente inconfundible… un chakra idéntico al de Nishijima Satomu. ***
Desde que había iniciado el impiadoso ataque, Hakagure Kōtetsu se preguntaba cómo es que había terminado combatiendo con la más hermosa escultura que alguna vez hubiese visto; una estatua que representaba el antiguo concepto de la parca, esculpida en una piedra de un color blanco inmaculado, con una expresión cadavérica en donde había ausencia de ojos. La criatura se movía de forma implacable, destrozando la cristalería del solario a medida que buscaba un alma para cosechar con su guadaña de mano. Su velocidad resultaba considerable, tomando en cuenta que portaba un velo hecho de muchísimas escamas de piedra finamente talladas y unidas. Al Hakagurē no le tomo mucho el concluir que aquella era una creación de “aquel que le confería a la piedra humanidad”, pues no creía que hubiese otra persona capaz de crear tan perfecta y hermosa figura y representación de una muerte pura… Tampoco le costó mucho el comprender que aquel ser artificial buscaba matarle a él particularmente, ignorando a los otros a menos que se atravesaran en su camino o le atacasen. Aquella parecía se la dura naturaleza de aquellos seres de piedra. ***
Akahara sonreía victoriosamente mientras se deleitaba con el caos desatado, con el infierno creado por él. Le satisfacía pensar que todos los allí presentes serian asesinados simbólicamente por las manos de Nishijima Satomu, y literalmente por las que fuesen sus creaciones. Lo cierto es que no esperaba que su técnica para vitalizar seres inanimados funcionase tan bien, pero, siendo una habilidad que dependía de que tan perfecta fuese la representación, resultaba comprensible que del trabajo de aquel escultor se pudiese obtener tan maravilloso resultado… quizás demasiado, pues las estatuas tenían tanto chakra que el formulado se quedaba corto y resultaba difícil manejar tal masa de energía y sacarles el máximo provecho… Pero pese a todos los inconvenientes, ahora tenía a un pequeño ejército con corazón de piedra dispuesto a cumplir cada una de sus órdenes. —Esto es extraordinario —le dijo al inconsciente artista—. Tus creaciones no tiene ni un ápice de voluntad, pero resultan lo suficientemente inteligentes como para ordenarles buscar objetivos… Y suficientemente hermosas como para sentirse honrado de morir en sus frías manos. No podía evitar esbozar una sonrisa mientras imagina lo poéticamente hermoso que sería el que aquellos jóvenes genin fuesen muertos por aquellas esculturas que representaban su propia esencia. RE: La humanidad de piedra - Uchiha Akame - 24/09/2017 Nada de lo que Akame hubiera experimentado hasta ese momento podría haberle preparado para lo que atravesó las puertas de la biblioteca. Tanto él como los mercenarios se encogieron involuntariamente al oír aquellos mazazos contra la madera, que sólo podían haber sido propinados por un enemigo inmenso y duro como la roca... Efectivamente, cuando finalmente la puerta cedió, la atravesó una monstruosa figura completamente negra que Akame reconoció casi al instante. «Es mi... ¡Es mi escultura! Entonces, ¿ese viejo cabrón es el responsable de esto? Si quería matarnos... ¿Por qué contratar a una cuadrilla de mercenarios que le pongan el trabajo más difícil?» Pronto Akame dejaría de buscar sentido a lo que estaba ocurriendo, más que nada porque dado el carácter extravagante e inestable de Nishijima, algo tan surrealista como aquello era del todo posible. En su lugar, se obligó a prestar atención al monstruo; parecía una serpiente larga y gruesa, solo que tenía patas y garras al final de ellas. «Es... ¿Un dragón?» —¡Por todos los dioses! —exclamó Toturi, que pese a todo se mantuvo firme en su sitio—. ¡No importa qué tan demoníaco sea nuestro enemigo! ¡A por él! —bramó después. El veterano y su compañero todavía estaban cubiertos tras la barricadas improvisadas que formaban las estanterías, bloqueando el camino ante la puerta que acababa de atravesar el Dragón Negro. Akodo enarboló su Naginata, buscando clavarla directamente en el pecho de la criatura pero sin salir de la cobertura, mientras que el otro mercenario —la mole forzuda—, buscó rodear las barricadas para acometer a la bestia por el flanco. Su intención era descargarle un mazazo directamente en el costado. Por su parte Akame realizó una rápida serie de sellos y con la mano diestra tomó tres shuriken de su portaobjetos. —¡Katon! ¡Hōsenka Tsumabeni! Al grito le vinieron acompañando tres saetas ígneas, que se dirigían directas a la cabeza de la bestia y guardaban, cada una, una filosa estrella metálica en su interior. RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 24/09/2017 Desde ahí arriba, en el trampolín; el escualo pudo ver en primera fila la entrada triunfal de aquella bestia que consumía todo a su paso mordisco a mordisco. Lo que una vez fue una puerta, ahora era un montón de astillas trituradas por la piedra que conformaba sus enormes fauces que comprimían sin contemplación todo lo que entraba ahí entre sus colmillos de piedra caliza. Los ojos de obsidiana buscaron intensamente en la habitación, inclemente ante la posibilidad de encontrar a su víctima. Sólo entonces el gyojin pudo ver en su totalidad la magnitud de aquel enemigo: una enorme estatua de tiburón creada a la viva imagen y semejanza de su persona, aunque excesivamente corpulento y mucho más grande que cualquier bestia mítica a la que se haya podido ver nunca. Y a pesar de estar constituido de piedra, sus articulaciones de roca se movían tan vivas como las del propio Kaido, aunque él ya sabía de dónde provenía semejante poder. El chakra que le envolvía era inconfundible, tanto que les delataba: Nishijima Satomu era ahora una marioneta del enemigo. Y habían encontrado la manera de usar ese poder que se antojaba incontrolable, para crear a un oponente formidable y temido como el que ahora tenía en frente. Un reto que para ser superado, necesitarían mínimo de un milagro que les permitiera sobreponerse al obstáculo pedrusco que se movía ferozmente frente a un envalentonado escualo que tragó saliva al comprender la magnitud de su semejante, de su par. «Bueno, llegó la maldita hora de probarte a ti mismo. Además, como dejes que otro puto tiburón te gane en combate serás la vergüenza de todos los mares de Oonindo. Y eso no lo voy a permitir, así que... » Umikiba Kaido tronó sus dedos, y el agua en su interior vibró intensamente. —Aquí estoy, hijo de puta. ¡Ven a por mí, y veamos qué tiburón es el que muerde más fuerte! Así pues, la orden fue dada. De los dos laterales que cubrían la puerta, uno de los guardias movió su naginata por encima de su cabeza para atraer la atención del tiburón sediento de sangre. No obstante, aquello no fue sino una evidente distracción para que el segundo hombre al mando del escualo —quizás el más resuelto de los dos, tan delgado como ágil aunque de hombros fuertes que le permitieran soportar el peso de su arma curvada de larga distancia— hiciera su movimiento desde una distancia prudente, dejando que su proyectil en forma de flecha viajara a grandes velocidades hacia la piel de la estatua. Aquella flecha se clavaría en la piedra, a su vez de que una riada acuática con la fuerza de la tempestad golpearía también al tiburón gris por su frente. pero eso no sería todo, le bastó otro sello al gyojin para que aquel papel explosivo que se encontraba previamente atado a la flecha reaccionara al chakra de su dueño, generando una fuerte explosión ahí a la diestra de aquella espalda de piedra maciza. RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 25/09/2017 La negra criatura de piedra fue atacada con un osado y certero movimiento en forma de pinza, pero su serpentina figura era demasiado ágil como para ser de piedra, demasiado escurridiza como para que aquellos ataques le alcanzasen. Se irguió en toda su extensión y se preparó para acometer contra aquel par de sujetos que se creían a salvo tras unas pobres barricadas, muros hechos para contener hombres, no dragones. Pero, como si quisiesen demostrarle que los dragones de verdad poseen aliento de fuego, una trinidad de saetas flamígeras se estrelló contra su cráneo al tiempo que alzaba la vista. Aquellas bolas de fuego resultaban terribles, pues en su interior, cual meteoritos, yacían ocultas estrellas de acero… eran estrellas ardientes y fugases que impactaron con fuerza contra su rocoso cuerpo. Y aunque no eran suficiente como para quebrar su ser, si le provocaron un daño grave y desafiante. Las llamas se apagaron y el sonido del metal contra la piedra fue sucedido por el rebotar de unos shurikens que, yaciendo al rojo vivo, salieron disparados en todas direcciones, calcinando aquello donde terminasen. Como reaccionando a semejante afrenta, la criatura comenzó a agitarse violentamente, enfurecida, mas no dolida, ya que era incapaz de sentir dolor, pero si la ira de quien le dio vida. Evocando las antiguas leyendas de los dragones que danzaban a través del cielo, de montañas y acantilados, el serpentino ser salió disparado velozmente hacia la pared más cercana. Ayudado por el agarre de sus extremidades, se movía con una velocidad y sinuosidad que resultaba casi imposible de seguir, aun con el virtuoso Sharingan del Uchiha. Se deslizaba a través de libreros y paredes, desapareciendo por momentos de la vista del joven… Hasta que en cierto punto lo perdió por completo… Para cuando su agiles ojos lograran localizarlo, se encontraría con aquella mirada color sangre que descendía desde el techo formando una negra espiral. La criatura hizo uso de la fuerza giratoria generada por su movimiento y estampo un coletazo contra el costado del ninja. Aquel fue un golpe feroz como un huracán, capaz de levantar a Akame del suelo y arrojarlo violentamente contra un librero que terminaría cayendo junto con en él en una lluvia de páginas amarillentas… Lo peor del caso resultaría ser que el daño no había sido solo físico, pues al muchacho le había quedado claro que con aquel ataque la bestia había tomado un poco de su chakra; aquel repentino cansancio como el de los entrenamiento no tenía otra explicación. ***
Al escuchar los desafiantes gritos del joven azulado, la bestia de piedra alzo su extraña cabeza y fijo aquella muerta mirada en su presa, al tiempo que habría sus fauces como si presaboreará su azulada carne. Como si fuese una especie de criatura demente y patética uno de los soldados dirigidos por Kaido salió de un lateral agitando una vara que se antoja pequeña comparada con aquella mole de roca. La enorme fisonomía de la criatura le permitió acercarse de una zancada al lancero, demostrándole que aquello que consideraba como una distancia segura era más bien una lastimera ilusión. El tiburón gris tomo al hombre por la cabeza con una fuerza casi capas de deformar su casco, lo que para el mismo sería un agarre suave. Lo alzo como si fuese un pequeño mono cuyos chillidos de terror le resultaban incompresibles, y abrió sus enormes fauces dispuesto a decapitarlo, a destrozar su cuello y derramar su inútil sangre caliente. De pronto, y milagrosamente para el hombre atrapado, una flecha se aproximó hasta la bestia; pero en un reflejo de pura pericia asesina la atrapo entre sus fauces. Sin embargo, aquello no era más que una mera distracción. Desde más allá de su campo de visión, le llego una enorme y furiosa ola que basto para derribar su formidable cuerpo… Y la bestia trato de levantarse, pero su poderoso instinto de no abrir las fauces le traiciono cuando la flecha exploto justo en su hocico, volándole algunos dientes. La escultura se levantó con una cólera fría; yacía como furiosa por haber sido engañada por semejante carnada, pero serena debido a su poderosa superioridad depredadora. Y puede que su muerta expresión no diera pruebas de ello, pero era consciente de que su contraparte era en parte como un tiburón y en parte como un débil humano. En cambio él era parte piedra y parte tiburón, todo máquina de matar. Yendo contra lo que se creyese posible, la bestia se arrojó de cabeza contra el suelo, penetrando en el mismo con la facilidad con que un pez lo haría en el agua. Al principio produjo un leve temblor, y luego vibraciones, pero finalmente, al ganar profundidad, se perdió todo rastro de su existencia. Los ignorantes soldados debieron de creer que lo habían expulsado, pero Kaido entendía lo que sucedía, conocía la aterradora verdad: Puede que lo estuviese haciendo en tierra, pero aquella era, sin lugar a dudas, la táctica de casa del gran tiburón blanco, desaparecer para luego otorgar una muerte violenta e instantánea. De pronto, emulando la leyenda de los tiburones que saltaban con sus presas en las fauces varios metros por encima del agua, la bestia aparecería justo en frente del Umukiba, dándole un golpe brutal que le quito parte de los años que le quedaban de vida y parte de su chakra, a la vez que lo arrojaba muy alto para luego caer en el agua. La embestida no fue como chocar contra un muro de ladrillos, fue como si una muralla de roca solida avance a toda velocidad contra su azulado ser. ***
El joven Hakagurē se encontraba huyendo de la muerte, corriendo de un sitio a otro evitando que le diera alcance. Aquella estatua tenía manos y facciones esqueléticas, y aun así demostraba ser fuerte como el destino; pues cada vez que chocaba su guadaña contra el arma del joven, provocaba que a este se le agarrotaran los músculos debido al impacto. Resultaba tan decidida e implacable en el combate cercano, sin cansancio o la necesidad de tomarse un respiro, sin siquiera dudar o sentir temor. Aquella resultaba la primera vez en mucho tiempo que Kōtetsu se veía totalmente superado en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo, obligado a mantener una defensa casi permanente. Al joven le acompañaban un soldado que portaba una pequeña pero certera ballesta, quien debía servirle de apoyo. Y también le acompañaba un sujeto que portaba un robusto Jō, con el cual parecía ser muy hábil. Sin embargo, el joven le pidió con alarmante calma que se mantuviera a distancia; aquellos golpes mortales habrían destrozado fácilmente la dura madera de aquel bastón, y posiblemente también habría destruido otras armas de metal, por lo que Bohimei era la única cosa que podía interponerse entre él y la blanca muerte. Era increíble y aterrador el como una Kama de piedra podía ser tan increíblemente filosa y pesada. La suerte pareció sonreírle al joven que se mantenía sereno delante de la muerte cuando esta pareció perder el equilibrio sobre un monto de vidrios molidos —la desventaja de no poderse sujetar al suelo utilizando chakra—. Aquel que portaba la ballesta disparo un dardo que dio en el filo de la guadaña de mano; fue entonces que la muerte fijo su mirada sin ojos sobre él. Kōtetsu aprovecho la oportunidad para comenzar a cargar chakra en su espada, esperando que llegase la oportunidad de usarlo. La parca se abalanzo contra el soldado con intenciones de partirlo en dos mientras este cargaba otro virote, pero, en un acto imprudente y heroico, aquel que portaba el bastón le detuvo, reteniéndola por la muñeca, sintiendo como sus hombros y espalda crujían bajo el peso de la muerte mientras sus rodillas se clavaban en el suelo. Justo cuando estaba por comenzar a ver pasar su vida frente a sus ojos, apareció el peliblanco apartándolo para liberar una miríada de almas grises y atormentadas que habrían de golpear a aquel ser con la fuerza de los muertos. El cuerpo de la escultura, no más grande que el de un soldado promedio, salió rodando hasta caer por uno de los bordes del solario, hacia un precipicio que habría de llevar a la parte baja del palacio. El de ojos grises habría de sentirse a salvo, hasta que una abominable figura eclipso el sol por sobre su cabeza… Un ángel de la muerte: la capa de la escultura se había levantado para revelar un par de magnificas alas blancas como el hueso. Antes de que pudiera siquiera levantar su espada, la criatura se abalanzo contra él cual buitre sobre carroña, posando su esquelética mano sobre su rostro mientras lo deslizaba brutalmente contra el suelo, destrozando las baldosas que se atravesasen, marcando un profundo surco donde habría de ser cosechada su alma… En aquella arremetida Kōtetsu pudo sentir como la vida escapaba de sus músculos y como el chakra escapaba del interior de su cuerpo. RE: La humanidad de piedra - Uchiha Akame - 25/09/2017 «¡La puta mad...!» Akame ni siquiera fue capaz de esquivarlo. Ni con su Sharingan. Aquella bestia de piedra y ónice se revolvió furiosa contra él después de recibir sus saetas ígneas y le propinó un tremendo coletazo en el pecho. El muchacho salió despedido por los aires hasta que una estantería detuvo su avance y le hizo caer, finalmente, al suelo. —Jo... Joder —escupió el Uchiha, tratando de recuperar el aliento—. Es demasiado fuerte... Sin embargo, el shinobi no estaba solo en aquella contienda. Motivados por los gritos de furia de la bestia al recibir el Katon de Akame, Toturi y su compañero mercenario se apresuraron a cubrir al muchacho. Sabían que ellos eran simples hombres, y sus armas estaban hechas de acero común y corriente; pero estaban decididos a darle, al menos, un par de segundos de respiro al ninja. —¡Kuma-san, por la espalda! ¡Yo captaré su atención! —vociferó el Akodo. Enarbolando su Naginata, Toturi trató de que el Dragón Negro le encarase. La bestia era rápida, pero él tenía unos brazos largos y una lanza todavía más larga para poner algo de terreno entre ambos. Reuniendo coraje y arrojo, el guerrero trató de plantarse frente al Dragón y trató de lancearlo en el pecho. Si lo conseguía, su compañero se desplazaría hasta la retaguardia de aquel bicho para intentar descargarle un tetsubazo en una de sus piernas. Mientras, Akame ya se había puesto en pie —no sin dificultad— y empezaba una larga cadena de sellos... RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 30/09/2017 Su táctica inicial había funcionado, o al menos parcialmente. Uno de sus guardias podría haber estado ahora sin cabeza de no ser por aquel sello oculto en tan oportuna flecha, que terminó encendiéndole las fauces en una severa explosión que le rompió un par de dientes de piedra y le obligó a recular parcialmente en su intención de matar a aquel hombre indefenso que tenía entre sus manos, y sin embargo... Cuando Kaido creía que allí había conseguido la clave para la victoria, aquella bestia primitiva dejó caer su enorme cuerpo por sobre el suelo y terminó mimetizándose con él, a tal punto de sumergirse dentro de la tierra como si del agua se tratase, navegando en su interior mientras hacía uso de una de las características principales del rey del océano: el sigilo. Sigilo porque nadie podía saber en dónde estaba, a pesar de que sus movimientos bajo las placas tectónicas de la piscina hacían que se generase un poderoso temblor. Pero para el escualo fue imposible discernir hacia dónde se dirigía, y también le fue imposible evitar lo inevitable. El tiburón blanco le apareció de frente a una velocidad envidiable a la que sus ojos no podían seguir. Ahí admitió que, de buenas a primeras, tendría que acomodarse como mejor pudiera para recibir aquel golpe sin que le fuera fatal para el combate, así que invocó al poder de su sangre y dejó que su cuerpo se convirtiera en lo que eran él y todos los Hozuki, en agua. La más pura agua bañó el cuerpo de la Estatua con humanidad al haber impactado al tiburón, y apenas ésta pasase de largo, Kaido formaría de nuevo su cuerpo y le tomaría la espalda a su oponente. Quien además, recibiría dos kunai directo a la espalda. Uno en la nuca, y otro al costado de su costilla. Luego dejó que la inercia le llevara finalmente a su plano más elemental, y esa era la piscina. Pero su cuerpo debilitado por lo que parecía haber sido el toque de la muerte no le permitió caer bien en el agua. El chakra en sus pies cedió un par de veces, y ante su debil intento de sobreponerse, los dos guardias que le acompañaban tomaron el frente a ambos costados de la piscina con sus armas preparadas para la acción. Kaido finalmente se recompuso, y observó a la enorme estatua desde la distancia, con sus manos ya envueltas en el subterfugio que escondía su próxima acción. «Mierda, es jodidamente rápido. Y esa extraña habilidad... tengo que contrarrestarla. Sino, estamos más muertos que los Kage que salvaron a éste jodido mundo de bestias peores que ésta» RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 2/10/2017 Los aliados de Akame se movieron con arrojo y valor, colocando sus vidas en la línea de fuego, conscientes de que el único con suficiente fuerza como para detener a aquel negro monstruo era el Uchiha… Sabían que necesitaban darle tiempo, aunque en ello se les fuera su ultimo aliento. Uno de ellos comenzó a esgrimir una afilada lanza que buscaba herir el rocoso cuerpo de la bestia, lanzando humildes aguijonazos como si fuese un escorpión que, sintiéndose acorralado, ha decidido arremeter contra su invencible atacante. La criatura desvió su atención del ninja y se enfocó en aquella mínima y débil criatura que creía poder hacerle frente. Durante unos segundos evadió con suma facilidad los ataques de Akodo, viendo como los fuertes brazos de este comenzaban a flaquear. De pronto, cuando yacía esperando el momento oportuno para atacar, un enorme mazazo pulverizo una de sus patas traseras. El reptil pétreo trastabillo, desequilibrado por la pérdida de una extremidad que, aunque delgada y relativamente frágil, era necesaria. Pero si esperaban amedrentarle, esperaban en vano: de piedra era su ser y el miedo o el dolor no formaban parte de su existencia. Pero aquellas criaturas físicamente inferiores demostraban que los instintos otorgados por su naturaleza biológica no era poca cosa. Así lo demostró Toturi en el momento en que hundió su lanza en el sólido pecho del monstruo. La criatura se debatió y lanzo al cielo de la biblioteca un rugido cavernoso que hizo temblar la estancia. Comenzó a moverse con gran velocidad, dándole un violento coletazo al soldado de la lanza, arrojándolo por los aires y esquivando una segunda acometida del de la masa. Busco a Akame, consciente de que algo planeaba, pero aquel estúpido y valiente soldado buscaba desesperadamente aplastar su otra pata. Tanto lidiaron, que aquel hombre quedo interpuesto entre el Uchiha y el dragón… La enorme criatura se irguió en toda su extensión y abrió sus oscuras fauces. De las mismas comenzó emerger un potente e incontrolable chorro de llamas, tan intensas como para incinerar lo que estuviese a su paso y calentar el aire que se respiraba en aquel espacio. Su fuego era abrazador y violento, de unos atemorizante colores carmesí y azabache que se mesclaban caóticamente. Aquel aliento envolvió al hombre y le condeno a un destino tan terrible como el que sufriese Tamaro aquel día de la emboscada. Próximo a ser alcanzado por la ola de fuego si no hacía nada, Akame visualizo en el cuerpo de Kuma-san como la historia se repetía. ***
Kaido resulto no ser una presa tan fácil como pudiese esperarse, como cabría esperarse de un humano promedio. Prueba de aquella voluntad que le empujaba a dominar y no ser dominado, fue utilizar un par de colmillos de acero para corresponder a la brutalidad con la que había sido atacado. El ser de piedra no solo se vio parcialmente burlado al momento de percibir como impactaba contra algo sólido que luego cambiaba a ser líquido, sino que se vio desorientado por recibir dos puñaladas de un par de dientes que presumían de ser más grandes y efectivos que los suyos propios. Y pese a todo aquello, aún seguía luciendo brutalmente indetenible: como si se tratase de algunas insignificantes astillas, la criatura detuvo su casería para proceder a extraerse los molestos cuchillos ninja que yacían clavados en su grisáceo ser. Pero no había forma de que tal maquina asesina olvidase la razón de su existencia, pues en cuanto percibió el mínimo movimiento en los soldados se abalanzo sobre los mismos: volvió a sumergirse en el suelo, para luego salir cerca de uno de ellos con suficiente fuerza y velocidad como para tomarlo por uno de sus brazos y arrojarlo, como si de una muñeca de trapo se tratase, contra su compañero en el otro extremo. Luego fijo su atención en Kaido, su principal presa. Con gran ímpetu se arrojó a la piscina, zambulléndose mientras comenzaba a nadar a toda velocidad. Cualquiera habría de pensar que un ser de piedra se vería privado del don del nado, pero su amoroso padre y creador se había tomado la molestia de darle una forma sumamente hidronímica y una superficie tan similar a la piel de un tiburón, que aquello le resultaba aterradoramente fácil… Así habría de sentirlo Umikiba al notar que aquella bestia volvía intentar, desde la parte más profunda de la piscina, su ataque de emboscada. Ahora estaban frente a frente en aquel pequeño mar, un mar demasiado pequeño como para tener a dos tiburones nadando en sus aguas. ***
Los ojos del joven Hakagurē se abrieron de par en par en cuanto vio como aquella fatídica mano se elevaba junto con una guadaña que habría de acabar con su vida. Trato de moverse, de zafarse, pero su cuerpo yacía entumecido y la Muerte Blanca le sujetaba firmemente, tal como se hace con las almas que han de ser cosechadas. Un poco duro para su orgullo, pero muy necesario para su vida, fue cuando el soldado más cercano le proporciono un contundente bastonazo en la cien a la escultura. Esta giro mecánica y tétricamente su cadavérico rostro hacia él, y le arrojo un corte que partió su arma a la mitad. Estuvo a punto de arremeter con un segundo ataque, pero aquel que portaba la ballesta se le adelanto y coloco un virote justo donde había golpeado anteriormente su valiente compañero. Aquella distracción fue suficiente como para que Kōtetsu rodara lejos de la muerte y se reincorporara. El ser de piedra volvió a extender sus solidas alas, elevándose por encima de aquellos mortales. El joven de ojos grises se reclino contra una pared para cubrir su espalda y comenzó cargar chakra en el interior de su arma, esperando el inminente ataque. El enemigo sobrevoló por unos instantes, dibujando sobre el destrozado suelo una inquietante sombra. Cuando estuvo listo —cuando sintió que estaba listo— el Hakagurē se posiciono en el centro del solario, dejándose vulnerable al próximo ataque de la muerte alada. Esta se arrojó sobre el con abominable determinación y velocidad desde lo más alto. El joven elevo su espada al cielo y comenzó a blandirla de un lado a otro, haciendo que del filo de la misma se desprendiesen una serie de cinco cuchillas espectrales, de las cuales tres dieron de lleno contra el hermoso vestido de piedra de la estatua. Esta perdió parcialmente la dirección de su vuelo y termino por frenar su ataque inicial, reculando hacia las alturas. En aquel alto y soleado punto se quedó flotante, estática mientras que de ella parecían emanar tétricos y pacientes pensamientos… El de ojos grises no sabría decir el porqué, pero aquello le causo un escalofrió. RE: La humanidad de piedra - Uchiha Akame - 3/10/2017 El Uchiha no pudo contener un grito de júbilo al ver como la estrategia de los dos veteranos salía a pedir de boca. Dividiendo la atención del monstruo con pericia y habilidad, el llamado Kuma fue capaz de descargar un brutal mazazo sobre una de las patas traseras del Dragón Negro, que cedió ante la fuerza de aquella mole y acabó rota en varios pedazos. —¡Así se hace, Kuma-san! —bramó Toturi antes de darle él mismo un reverendo lanzazo a la bestia. Viéndose dañado y superado por momentos, el Dragón Negro emitió un terrorífico rugido y se alzó en el aire. Los siguientes instantes sucedieron a toda velocidad; la bestia golpeando con su cola, dura como un diamante, al Akodo. El soldado volando por los aires como un muñeco de trapo hasta estrellarse en algún punto fuera del campo visual de Akame. Y, por último, el corpulento Kuma interponiéndose entre Akame y aquella aberración de piedra. —¡Kuma-san! —exclamó el Uchiha, consciente del peligro que se les venía encima. Pero el veterano no cejó en su empeño de protegerle. El aliento ardiente del Dragón Negro le calcinó por completo, y Akame tuvo que esquivarlo rodando a un lado. Al incorporarse, vio el cuerpo —probablemente ya sin vida— de aquel mercenario; la carne quemada, el olor nauseabundo que empezaba a emitir, la armadura tiznada y el cuero chamuscado. «¡No! ¡Joder!» El Uchiha realizó una serie de sellos y se llevó una mano a la boca, formando una "o". «¡Vas a ver quién es el verdadero Dragón, monstruo!» —¡Katon! ¡Gōkakyū no Jutsu! Akame infló el pecho y exhaló una gigantesca bola de fuego que buscó engullir al Dragón Negro y reducirlo a meras cenizas. Aquel Katon era la técnica más poderosa que el joven gennin se veía capaz de realizar, potenciado con todo el chakra que podía reunir y una buena dosis de ira también. Toturi, por su parte, se reincorporó con gesto dolorido ayudándose de su lanza. Estaba aturdido y malherido —el coletazo del Dragón Negro le había impactado de lleno—, pero aun así se rehusaba a dejar a un muchacho peleando en solitario contra semejante abominación. Haciendo acopio de voluntad, el mercenario se puso en pie y enarboló su lanza, volviendo a la batalla. RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 8/10/2017 Los dientes de acero que con tanto esmero había disparado hacia la espalda maciza de la estatua infractora no había bastado para detener su paso asesino, pues ésta aterrizó y apenas pudo retiró los kunai de su cuerpo como si se tratase de apenas un par de espinas de cactus. No emitió quejido alguno ni se mostró adolorido, tan sólo arrebató los filos de su piedra y dispuso su mirada nuevamente hacia sus víctimas: el tiburón, y sus dos acompañantes. Pero cuando éstos se veían dispuestos a cubrir al tiburón mientras éste recuperaba la compostura, la bestia de piedra volvió a hacer uso de aquella táctica de caza y dejó que sus cimientos se sumergieran en el suelo como si de agua se tratase. Entonces nadó, nadó por la piedra y emergió ahí en donde debía estar el soldado de la naginata, quien probablemente no habría podido reaccionar a su repentina aparición. Pero el Tiburón gris no era consciente, quizás, que sus paseos por la tierra no eran de todo silenciosos. No, sus expediciones subterráneas movían las capas de aquellos cimientos y de alguna forma podían advertir hacia dónde se iba a dirigir, al menos esa vez. Porque el agua de la piscina se había inclinado ligeramente en leves oleajes hasta la izquierda, a lo que el escualo respondió con una improvisada táctica. Y es que cuando su enemigo saliera a coger al soldado, éste tendría que pisar sí o sí una masa acuosa y gelatinosa que ya yacía prevista en el suelo. Una técnica de suiton que el propio Kaido usó apenas verlo sumergirse, esperando haber elegido el lado correcto. Estaba claro que si se había sumergido en el suelo, es que iba a ir a por alguno de los dos soldados y no así a por él. La piedra con humanidad tendría que haberse visto detenida por el mizuame, y a voz y comando de Kaido, otra nueva riada potente y certera acariciaría de nuevo el rostro de su enemigo. Un mizurappa acompañado de una ráfaga rápida de 4 flechas, y una estocada directa en el pecho con la naginata. Era ahora, o nunca. RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 13/10/2017 El joven Uchiha le dio forma a su chakra, transformándolo en una enorme y ardiente bola de fuego que ocupaba la mayor parte del campo visual de su pétreo oponente. El Dragón Negro, sintiéndose desafiado, volvió a rugir con su infernal aliento. Y entonces, las llamas brillantes se encontraron de frente con las oscuras, provocando un viento ardiente y huracanado que amenazaba con incinerar toda la estancia. En un principio sus fuerzas parecían igualadas, pero pronto la bola de fuego del muchacho comenzó a imponerse a las ya debilitadas flamas de la estatua. La maligna criatura se vio superada por tan potente ataque, enviada de golpe al otro lado de la estancia mientras el caluroso fuego le envolvía y agrietaba su dura superficie. Pero aunque pareciese vencida, aún estaba lejos de caer pues se necesitaba de más para poder dar muerte a un dragón. No por nada, en las antiguas legendas eran los más grandes y poderosos héroes quienes podían enfrentarse a tan mítico ser y sobrevivir. Ahora la bestia se encontraba más iracunda que nunca. Se irguió entre los escombros y las cenizas y comenzó a moverse de forma serpenteante, iniciando su próximo movimiento ofensivo. Aquel ataque era el que había utilizado antes contra Akame, el mismo podría darse cuenta al ver como su enemigo se movía rápidamente, tratando de salir de su campo de visión para volver a propinarle un violento coletazo. ***
La naturaleza, sea que el ser este constituido por carne o por piedra, hace uso de una forma brutal e irónica para demostrar conque facilidad el cazador puede convertirse en presa. Así lo experimento la Estatua de Tiburón: el salir en busca de una buena emboscada y encontrarse con que estaba siendo esperado… Encontrarse con que ahora yacía atrapado en una red acuosa y densa que le retenía como si fuese un vil y vulgar bacalao. La bestia se debatió en busca de libertad para matar, y cuando por fin estuvo a punto de separarse de aquella masa de agua, una potente ola callo sobre el con fuerza demoledora. El agua maltrato su sólido cuerpo y le dejo imposibilitado para defenderse de un lanzazo y dos flechas que cernieron sobre él. En aquel instante la criatura de piedra debió de parecer cercana a la derrota, pero aquello estaba muy lejos de la realidad: movida por lo reflejos antinaturales de un ser de sangre fría, la bestia abandono aquel foso, decidida a atacar con todo, antes que más flechas le dieran alcance. En un instante, mientras se enfilaba hacia Kaido y el soldado de la lanza, de su monstruosa mano comenzó a emanar agua, un agua que salía de sus grietas como si de sangre se tratase. Agito la mano en el aire y aquel fluido salió despedido con una presión que la transformo en una especie de onda de choque liquida. Aquella ola era tan rápida e iba con tanta presión que resultaría prácticamente imposible esquivarla a tan corta distancia. Un descubrimiento que resultaría bastante trágico para el soldado que sostenía la lanza, pues aquel filo acabaría por cercenarle las piernas en un instante. Y sin embargo, aquello no bastaría para detenerle antes de que llegase a donde se encontraba Kaido. ***
Buscando el camino que más rápido llevase a aquellos débiles seres de carne hacia la tumba, la Estatua de Muerte se arrojó, desde las impías alturas, contra el joven de cabellos blancos. Este, tratando de evitar el combate cercano rodo y esquivo el envite lo mejor que pudo. Aquel ser alado se movía rápidamente, y el par de soldados que acompañaban al joven no encontraban ocasión de ayudarle sin herirle en el proceso. Como siendo víctima de algún ataque temporal de locura, Hakagurē guardo su espada y se dedicó a solo esquivar y dar saltos. Parecía querer darse por muerto, hasta que se hizo con un rollo de pergamino el cual abrió. Después de una extraña nube de humo, un enorme Fūma Shuriken apareció en sus manos. Aquella resultaba ser un arma suficientemente grande y fuerte como para resistir uno de los embates de la guadaña de mano de la Muerte Blanca. Sin embargo, el peliblanco no tenía intenciones de ser el quien lo usara: arrojo la estrella de acero al soldado que había perdido su arma en el anterior ataque, y procedió a volver a empuñar su espada. Se mantuvo a la defensiva mientras cargaba chakra en el filo de su hoja. Finalmente, proyecto desde Bohimei una ráfaga de chakra que golpeo con fuerza el esquelético rostro de su enemigo. La escultura se recompuso rápidamente de aquel ligero ataque, pero el mismo había sido solo una distracción: desde más allá de su campo de visión, un veloz fūma shuriken y un dardo de ballesta se estrellaron contra su pálido y duro ser, provocando que rodase sobre el suelo entre fragmentos de roca que se habían desprendido de su vestido y alas de piedra. El joven hizo una señal y retrocedió para reagruparse con sus compañeros combatientes, pero la criatura no permitiría aquello. Era natural pensar que después de semejante ataque, ningún ser podría reincorporarse tan rápidamente, pero aquello solo aplicaba para quienes sentían dolor o fatiga y no para quienes tenían un cuerpo indoloro y resistente como la roca. De pronto, se escuchó el sonido de una cadena, una cadena de piedra que emergió desde el vestido de la estatua y que estaba unida al mango de su guadaña de mano. Suponiendo solo lo peor de aquello que estaba viendo, el joven de ojos grises hizo un gesto para que todos retrocedieran. Sin embargo, fue él quien fue alcanzado primero por un arma de largo alcance que se movió con la fluidez y rapidez de una serpiente: la guadaña se aferró a su desprotegido hombro y la cadena le dio un fuerte tirón que terminó estrellando su cuerpo contra la pared. El soldado que había arrojado la estrella de acero trato de acercarse a la misma para recogerla y así asistir al muchacho antes de que le dieran el golpe de gracia, pero una lejana guadaña afloro de pronto desde su pecho, provocando que se encontrara a si mismo empalado por un arma de piedra. La Muerte Blanca alzo vuelo elevando el cuerpo del soldado que aún estaba con vida, agito la cadena y termino lanzándolo hacia el vacío como si fuese una pesca indeseada. RE: La humanidad de piedra - Uchiha Akame - 16/10/2017 Akame lanzó un grito de júbilo y rabia cuando vio, extasiado, cómo sus propias llamaradas superaban en poder a las de aquella bestia y se la llevaban por delante. El dragón rugió y se lamentó mientras ardía bajo el poderoso chakra Katon del Uchiha, que en aquel envite había demostrado ser el verdadero maestro del fuego. Sin embargo, la alegría le duró poco. El Dragón Negro se levantó, visiblemente furioso, y buscó cargar contra él con aquellos movimientos fluidos pero duros como la piedra a la que daba vida. Akame siguió los movimientos de la bestia —con más pericia de la que normalmente pudiera gracias a su Sharingan— y buscó apartarse a un lado, cubriéndose con una de las estanterías, cuando finalmente el monstruo arremetió. El Uchiha esperaba que su agilidad y capacidad de predicción, junto con la cobertura de la estantería, fueran suficientes para evitar verse alcanzado por otro de aquellos devastadores coletazos. Sin embargo, Akame no estaba luchando solo... No todavía. Nada más la bestia lanzó su ataque contra el ninja, Akodo Toturi surgió de entre unas estanterías destrozadas enarbolando su Naginata y buscando clavársela a la bestia en la espalda. —¡Muere, monstruo! —rugió el robusto guerrero. El Uchiha salió entonces de detrás de su cobertura con dos shuriken en las manos. Lanzó ambas estrellas metálicas directamente hacia el torso del dragón... Intentando que el hilo que había atado rápidamente entre ellas se enredara en el cuerpo de la bestia, clavando finalmente las estrellas metálicas en él. Sin perder un segundo, Akame haría una serie de sellos y se llevaría a la boca un extremo del hilo. —¡Katon! ¡Ryūka no Jutsu! De sus labios emergería un torrente de llamas que recorrería el hilo a toda velocidad, tratando de llegar hasta el dragón y explosionar violentamente en una tormenta de fuego y cenizas. |