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La humanidad de piedra - Versión para impresión +- NinjaWorld (https://ninjaworld.es) +-- Foro: País del Fuego (https://ninjaworld.es/foro-pais-del-fuego) +--- Foro: Bosques, Riscos y Ríos (https://ninjaworld.es/foro-bosques-riscos-y-rios) +--- Tema: La humanidad de piedra (/tema-la-humanidad-de-piedra) |
RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 16/10/2017 Y cuando hubiesen podido creer que aquel importante daño podría haber sido suficiente como para detener los instintos asesinos de aquella bestia, lo cierto es que aquellos tres combatientes no podían estar más equivocados. Ni la lanza que le acarició el pecho pedrusco, o las flechas; que intentaron clavarse tan profundo como le fuera posible. Ni siquiera el potente Mizurappa, triplicado en poderío gracias al importante gaste de chakra utilizado por el escualo para hacer de su riada un disparo potente, había servido de nada. El tiburón blanco no iba a detenerse, no al menos hasta que fuese convertido en polvo de piedra. Entonces, un nuevo as bajo su manga fue puesto sobre la mesa. Y es que Kaido pudo ver en primera fila el cómo aquella bestia lograba invocar el agua desde sus más profundos cimientos, la cual manipuló como si se tratase de su propio cardúmen. El agua se moldeó según sus intenciones y salió disparada cual guillotina presurizada hacia las piernas del guardia de la lanza, cuyas dos extremidades fueron cercenadas como si se tratasen de un cuchillo cortando un trozo de mantequilla. La sangre tintó la cerámica por debajo de él, y el guardia cayó en shock, sin saber realmente lo que había pasado. —¡Nooooo, maldito! —espetó, tan furioso como intimidado por la posibilidad de acabar como él. Con los ojos tan abiertos y desorbitados, que parecía que en cualquier momento se le iban a salir de sus cuencas. Sintió la sed de venganza acariciándole la garganta, pero había una realidad innegable que no podría ignorar esa vez. Lo primero, y era que su cuerpo yacía más que exhausto después de haber utilizado aquellas dos técnicas de manera consecutiva. Se sabía con sus reservas de chakra al límite, no podría volver a atacar a menos que quisiese quedar a merced de su enemigo. Lo segundo, que a aquella agua manipulada no le bastó arrancarle las piernas al primero; sino que en un giro rápido, trató de dirigirse hacia donde estaba él. Para su suerte, él nunca había dejado de estar por sobre la piscina. Y desde su costado, tendría los segundos suficientes como para que sus pies dejaran de verse envueltos en chakra y cedieran ante la superficie acuosa que le tragó antes de que la ola cortante llegara hasta él. Entonces, sintió el beneplácito del agua cubriéndole de cabo a rabo, desapareciendo en las profundidades de aquella pequeña alberca. Y si la estatua quería echar un vistazo ahí abajo, vería al tiburón, ahí, flotando; quizás, a su merced. Pero tendría que comprobarlo primero. RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 19/10/2017 —Acabemos con esto de una vez, Uzumaki. Masanobu escucho aquellas palabras y dirigió su vista hacia el recién llegado, interrumpiendo su monologo interno. Nada más verle le molesto; parecía un sujeto común y corriente, un marinero o algún tendero, pero él sabía que en realidad era fuerte, muy fuerte: le parecía sumamente inadecuado y falto de estilo aquel viejo paradigma de que la fuerza tenía que ocultarse y disimularse con la simplicidad; Él sabía que el poder era algo que debía demostrarse para que a todos les quedara clara su posición unos respecto a otros… Pero supuso que no lo hacía para molestarle expresamente, sino que más bien era la diferencia entre desarrollar sus habilidades bajo el orden de una aldea y el desarrollarlas entre la anarquía del submundo. —Akahara Masanobu, por favor —dijo mientras se aproximaba a una prudencial distancia—: no soy un Uzumaki reconocido, aunque mi herencia sanguínea sea innegable. De pronto, llegaron los otros dos sujetos a quienes estaba esperando. Decidió que no les atendería personalmente, eran platos de segunda mesa que no podrían permitirle llevar al límite sus habilidades… Ese era un motivo, el otro se centraba en el hecho de que tratándose de un sujeto como aquel, no podría permitirse ninguna otra distracción, por más mínima que fuese... Un error significaría la muerte —No te preocupes por ellos, hazlo por mí —Chasqueo los dedos y un grupo de esculturas vivientes salieron al encuentro de Naomi y Oojima. La situación era bastante clara: Aquel extravagante y peligroso sujeto mantenía activa la barrera y el pequeño ejército de soldados con humanidad de piedra. Para terminar con todo aquello, habría que vencerle…, darle muerte para estar seguro. Lo otro que era de notar era que en la entrada yacía el cuerpo del escultor, con vida, pero inconsciente, resguardado por una estatua rojiza de un tigre que se mantenía atento a sus alrededores. Para aquel general las cosas eran tan simples como huir de allí con Nishijima, pero si algo era cierto de él era que le gustaban las cosas del modo difícil y desenfrenado. Fue el primero en moverse, pues le gustaba marcar el ritmo con que se desarrollaban los combates…, le encantaba establecer la pauta: dio una zancada en dirección al ninja de Ame y realizo una sencilla serie de tres sellos, respiro profundamente. Desde sus labios salió despedida una densa esfera de aire comprimido mesclado con su chakra, que avanzaba velozmente hacia el cuerpo de su oponente. Otros hubiesen pensado que al menos debían de intercambiar algunas palabras o hacer el típico saludo ritual, pero aquello no era necesario entre dos combatientes cuyo único objetivo era luchar a muerte. Aquello era ser profesional, era ser práctico, era ser centrado, era ser un ninja. RE: La humanidad de piedra - Uchiha Akame - 20/10/2017 Pero todo no iba a salir otra vez tal y como el Uchiha había planeado. Pese a que Toturi logró clavar su naginata en el cuerpo de aquella monstruosa formación de ébano, el dragón todavía tenía suficientes fuerzas para revolverse; como una bestia herida y acorralada, se iba volviendo más peligroso conforme el ninja y los mercenarios habían ido diezmando su constitución. —¡Por todos los dioses! El Dragón Negro se elevó por el cielo, envuelto en una capa de energía cegadora. El Sharingan de Akame fue capaz de distinguir aquella masiva cantidad de chakra arremolinándose alrededor del monstruo antes de que éste descendiera. Por suerte para el Uchiha, cuando la energía acumulada por el Dragón Negro explotó, él ya había terminado de formular una sencilla cadena de sellos. La explosión barrió la biblioteca, destrozando el suelo, las estanterías y las paredes... Pero donde debía estar el cuerpo calcinado de Akame no quedaba más que una de las lámparas del techo, retorcida y abrasada por el calor. —¡Katon! ¡Gōkakyuu no Jutsu! Akame —que había aparecido en el lugar de la lámpara, sobre el dragón, había formado una cadena de sellos y acumulaba el poco chakra que le quedaba en su estómago. El Katon se revolvió dentro de su dueño y emergió en forma de una tremenda llamarada, un mar de flamas que buscó engullir a aquella bestia y demostrarle, una vez más, quién era el auténtico dragón. Luego el shinobi aterrizó sobre una de las estanterías, golpeándose al caer y rodando por el suelo abrasado. Estaba exhausto, sus reservas de chakra al mínimo, y sólo pudo rezar por que la bestia hubiese sucumbido ante su técnica de fuego. RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 22/10/2017 Kaido pudo sentir cómo el agua se movió severa, víctima de la entrada de aquel tiburón blanco a las profundidades de la piscina. Entonces, de un momento a otro, los dos tiburones yacieron frente a frente, cual retadores en el mar abierto a punto de decidir quién era el verdadero rey del océano. Sonriente, el escualo aguardó... y aguardó. No iba a perder la calma, no cuando estaba rodeado de aquello que le componía. El agua. El tiburón blanco tomó entonces la iniciativa, y logró invocar otra de sus ondas presurizadas de agua, tan concentrada que incluso era visible habiendo estado sumergido. Ésta avanzó mortífera a lo largo de la piscina y cuando llegó hasta los linderos del tiburón, la misma lo atravesó sin contemplación alguna. Lo curioso de todo aquello es que la figura que suponía ser Kaido, desapareció una vez afligida por el ataque de la estatua, y ahí en donde había estado antes, no hubo sino un vacío extraño y poco reconfortante. Todo aquello formaba parte de la estratagema del verdadero tiburón, quien había dejado en su lugar a un bunshin; mientras que su cuerpo transformado en agua viajaba camuflado en la piscina, cogiéndole la espalda a su enemigo. Sólo formaría la parte superior de su cuerpo una vez que supiese con certera que le tenía cogida la retaguardia, y que mientras éste se ocupaba de su clon, él pudiera arrojarle un ataque tan certero a tan corta distancia que le fuera imposible de evitar. Entonces, de su boca emergió un Teppodama presurizado que viajó sorpresivamente hasta la nuca de la estatua, quien habría de estar ocupándose del otro Kaido. Un golpe certero y duro, aún estando bajo el agua; que sería sólo el primer paso para su inminente caída. Esa era su última carta. La visión del tiburón se habría vuelto nublosa, víctima del cansancio y la falta de chakra. Pero por alguna razón, su rostro vestía la sonrisa más grande de todas, ¿pero por qué? Y es que pronto, el tiburón de piedra lo sabría. Sabría que la humanidad que le levantaba de entre las rocas pronto se le iba a escapar de su cuerpo. Porque, como buen salvador y haciendo honor a su título de guerrero; el hombre que había sido irreverentemente ignorado por la estatua un minuto antes, ya se encontraba preparado y listo para dar la estocada final. Una ráfaga de 4 flechas, las últimas de su carcaj, que viajaron sorpresivamente desde la superficie y que rompieron el agua gracias a la fuerza de empuje de su arco. Ataviando el cuerpo de la piedra sin piedad. Liberándola de su atadura para con quién hubiese sido su creador. RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 25/10/2017 Herida por las acometidas de sus enemigos y aturdida por su propio ataque, la bestia se encontraba en su momento más vulnerable. Aquello no pasó desapercibido para el joven Uchiha, quien haciendo uso de una de las más icónicas técnicas ninjas evadió el Lamento de una Estrella Fugaz. Encontrándose ahora en la posición más elevada posible, procedió a moldear el chakra dentro de sí. Pronto, emergió de su ser un furioso torrente de llamas que, cual cascada luminosa, baño por completo al Dragón Negro. Como cuando una roca se quiebra ante la presión de las aguas que caen desde poderosas alturas, el cuerpo negruzco y quemado de la escultura comenzó a desmoronarse lentamente. Porque como bien saben los herreros, incluso la piedra más fuerte claudica cuando el fuego de la forja es lo suficientemente intenso. Y luego del sórdido ruido de una batalla a muerte, la biblioteca quedo en sumo silencio, con el ocasional crepitar de los documentos que yacían quemándose. Un lugar de conocimientos convertido en un erial atestado de cenizas y caluroso como el infierno. ***
Y como si de una fantasmagoría se tratase, de nuevo el depredador de piedra se vería despistado: en cierto momento, cuando el Cortador de Mares logro dar alcance a Kaido, aquello que mantenía la separación entre agua y carne desapareció, haciendo que su figura se desdibujara hasta ya no ser visible. Ante de comenzar a buscar de nuevo a su presa se supo víctima de un ataque por la espalda. Resulto ser algo tan poco efectivo como una estocada con una lamentable arma blanca. Giro para encarar a su enemigo y darle el sangriento fin que pudiese merecer… pero aquel muchacho no se iba a entregar tan fácilmente, pues escupió una esfera de agua de aspecto tan delicado como mortal. El cazador retrocedió velozmente, buscando maniobrar para esquivar aquella técnica, pero el arquero que había quedado relegado al borde del agua dio fin a sus intenciones. El ataque consiguió golpearle de lleno, y mientras la sonrisa final de joven azul era registrada los negros ojos del Tiburón Gris, este último se fue desmoronando hasta que sus duros restos quedaron depositados en el fondo de la piscina. Con aquello habían quedado demostradas dos cosas que los sabios recitaban desde hacía siglos: la primera era que dos tiburones no pueden dominar las mismas aguas simultáneamente. Y la segunda era que no importaba si la piedra eran tan grande, fuerte e imponente como una montaña, pues si el agua era lo suficientemente perseverante habría de terminar desgastándola hasta convertirla en polvo. ***
El joven se removió y sintió el sabor de la sangre que manaba desde su boca. Aquella mortal escultura se acercaba hacia él con paso lento y ominoso, balanceando la guadaña con la que planeaba ponerle fin. Kōtetsu esperaba que su pétreo enemigo tuviera alguna sorpresa debajo de la manga, pero jamás habría podido prever aquel Crimen y Castigo que mantenía el filo del arma unido a una cadena. La Muerte Blanca se supo en ventaja y avanzo hasta el guerrero caído, aparentemente indefenso. Alzo una esquelética mano y se dispuso a rebanar su cuello cual ejecución de guillotina, mientras que, tembloroso, al límite de su valor, el soldado de la ballesta trataba de encajar otro perno en la misma. “Creo que puedes hacer un poco más que esto, mi señor” —susurro Bohimei. “¿Que te puedo decir? Es bastante fuerte… Estoy cansado y adolorido” “¿Acaso es miedo eso que sientes? ¿Acaso el cansancio o el dolor serán suficientes como para detenerte? ¿Acaso te dejaras sobrecoger por el pánico y la rendición?” “¿Perder la calma y permitirme el derrotismo? Le será más fácil matarme que conseguir eso… Aunque planeo matarle primero” —respondió con determinación. El joven alejo de su mente las dudas y el dolor, moviéndose para esquivar aquel golpe de gracia que estuvo lo suficientemente cerca como para arrancarle la banda protectora. La guadaña, por la fuerza que llevaba, quedo anclada al suelo. Él aprovecho esos instante para esgrimir su sable y causarle una leve herida a la escultura. La Muerte Blanca se vio levemente herida, y también —ante la determinación de un oponente que reusaba a morir— se vio obligada a recurrir a la última de sus habilidades de ejecución: la cadena y la hoja se cubrieron de una abundante cantidad de chakra, la primera se tensó como un hasta y la segunda vio su filo extendido. En poco tiempo se había convertido en una versión gigantesca y atemorizante de una verdadera guadaña. El joven vio aquello y se supo indefenso si llegaba ser atacado por semejante arma. Con sus delgadas y frías manos, la escultura esgrimió aquella monstruosidad de forma horizontal. El de ojos grises apenas tuvo tiempo de agacharse cuando todo el chakra acumulado se desprendió al compás de un potente giro, creando una enorme y afilada honda anillada que habría de cortarlo y destrozarlo todo. Él tuvo la suerte de que la naturaleza de aquella técnica fuese similar a la de su propia especialidad, pues fue la única razón de que estuviese apercibido sobre la índole de lo que se avecinaba. Lamentablemente, el soldado no había tenido tanta suerte, pues se había levantado para huir, pero había quedado al alcance de un corte que destrozo todo aquello que estuviese a la altura del pecho de la estatua. Ahora su único aliado había quedado reducido a dos mitades de hombre, mientras que él había quedado solo con la "muerte", en un solario cuyas vigas cortadas amenazaban con hacer colapsar la estructura. —Llegados a este punto —comenzó, con rostro tranquilo pero con pulso tembloroso mientras se levantaba—, debo decir que ha sido un privilegio enfrentar a un ser que exhibe tanta hermosura y letalidad, y que igualmente voy a acabar contigo. El joven alzo su espada en alto, por primera vez en toda la pelea en forma dispuesta para el ataque total: “Es el último tramo del combate, ¿estás listo?” pregunto, Bihimei. —¡Si! —respondió él. Kōtetsu se abalanzo hacia la Muerte Blanca, dispuesto a terminar con todo aquello. Lanzo un tajo tras otro, no buscando un golpe contundente sino más bien el manejar el arma rival; sabía que tenía más alcance, por lo que debía evitar que la guadaña de su enemigo lograra separarse de él o llegara a tomar impulso para una acometida. En aquel instante, mientras aquel vals mortal se desarrollaba, entre multitud de sonidos de choque, el combate se veía reducido a una cuestión de paciencia. Hakagurē comenzó a canalizar chakra en su arma, con calma mientras mantenía la situación en un punto muerto. El asunto de mantener limitada la capacidad ofensiva de la estatua no era la cuestión más importante, era el hecho de que en lo que a paciencia y aguante se refería la muerte le llevaba una insalvable ventaja, aquello le obligaba a buscar un pronto final. En cierto momento retrocedió con un pequeño salto, y la estatua vio aquello como señal de debilidad —la necesidad pura de tomar un respiro— y se arrojó al ataque. Pero fue repelida por un caudal de chakra gris y tormentoso que estallo justo frente a ella y la estampo contra la pared. El joven comenzaba a sentirse mareado de nuevo, por lo que se apresuró a terminar con aquel combate con absoluta determinación. Pero la criatura de piedra también tenía el mismo objetivo; le aprisiono con su esquelética mano y lo elevo hacia los cielos con tanta velocidad y violencia que el muchacho dejo atrás su katana. En esta ocasión, las alas de piedra de la criatura le llevaron hasta aterradoras alturas, desde donde se arrojó con ferviente intención de aplastar al chico contra el suelo del solario. El muchacho escuchaba el viento soplando en sus oídos mientras lo que le quedaba de calma se aferraba a una esperanza de victoria, que pese a verse lejana se podía apreciar claramente. Yendo contra los instintos que solo le suplicaban que consiguiese la manera de soltarse, tomo un par de kunais y los clavos con fuerza en la base de las alas enemigas, aplicando toda la fuerza de la que era capaz. Caía a una velocidad vertiginosa y la Muerte Blanca parecía no verse afectada, hasta que en cierto punto, cuando ya estaban cerca del suelo, su vuelo se vio desequilibrado y ella misma se vio en la necesidad de frenar antes de que ambos se hiciesen pedazo contra el piso. La sacudida fue feroz, y pese a lo mucho que se redujo la velocidad, el impacto que recibió Kōtetsu fue casi el doble de fuerte que el que ya se había llevado hace poco. La estatua de muerte se levantó rápidamente, y aquello que encontró fue una pequeña pero densa nube de humo negro en donde se fue a esconder su presa de cabellos blancos. Rápidamente, desplego la cadena de su guadaña y se arrojó hacia la oscuridad. En el centro de la misma encontró a un estático muchacho. Su cadena, junto al filo unido a la misma, se movieron con letalidad en forma de arco, buscando el cuello del ninja entre la nube que comenzaba a disiparse, mientras el mismo parecía ser inconsciente del enemigo que yacía detrás de él… La guadaña le alcanzo y le degolló, no produciendo el típico chorro de sangre, sino una pequeña nubecilla de humo blanco. Entonces, desde más allá de donde podía ver, la muerte fue alcanzada por un sonido idéntico al del último y angustiante suspiro de alguien que ha sido asesinado. Junto con aquello llego una extensión de chakra que se había incrustado en su pecho, sentenciándola. Cuando el humo se disipo por completo, pudo ver a un maltrecho joven sosteniendo el arma desde donde era emitido el filo espectral que había puesto fin al combate. El muchacho cayo desmayado, pues su cuerpo había sido empujado más allá de sus límites usuales. Y aunque no pudo verlo, su enemigo comenzó resquebrajarse en pequeños fragmentos. Con una expresión vacía que delataba el no entender lo que sucedía, el no entender que el tener humanidad —aunque fuese de piedra— era un sinónimo de ser vulnerable a la muerte. ***
Los gritos se acentuaban mientras el humo de varios fuegos comenzaba a oscurecer el cielo. A su alrededor algunos cadáveres desperdigados, los rastros de la desesperada lucha de quienes trataron huir. La mansión del escultor se había vuelto un verdadero infierno, y para Akahara Masanobu no había nada más hermoso que aquello en aquel instante. Su plan marchaba adecuadamente, pese a que podía percibir como sus tres enviados habían sido derrotados. El enemigo parecía dispuesto a resistir hasta el final, como era digno de quienes luchan por su vida, pero la barrera aún seguía intacta y el pequeño ejército de piedra que asediaba el palacio apenas se había visto mermado. Aun así, mientras esperaba en el gran espacio de la entrada principal, supo que no podía confiarse —si disfrutar, pero no confiarse—; aquella era una obra de tres actos, y aún quedaba el final, aquel en donde habrían de aparecer aquellos tres que —desde su singular punto de vista— eran los verdaderos villanos, quienes podían representar un peligro para sus objetivos a largo plazo. RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 27/10/2017 Mientras atravesaba aquel infierno, la cabeza de Yarou estaba ocupada en una sola cosa: y ese era el bienestar de Kaido. No tenía forma de saber si los peligros que ahora azotaban las áreas principales de la mansión también habían llegado hasta él, pero de haber sido así, no le quedaba de otra que confiar. Confiar en lo que hasta ahora le había enseñado. Más allá de eso, su concentración era impoluta y su fervor por acabar con el creador del mal que les azotaba era incuestionable. Así que avanzó, como una marea despotricada y arrasó con todo aquello que se interpusiera en su camino. Su único objetivo era llegar a donde él, el Uzumaki; le habría de estar esperando. Hasta que finalmente, pudieron conocer sus caras. Hozuki Yarou era un tipo de cuerpo medio, ni tan alto ni tan bajo. Tampoco corpulento, pero si bien mantenido a pesar de sus aparente edad que probablemente ya se adentraba a los cuarenta. Sus cabellos lacios, que recaían hacia atrás, ya vestían algunos vestigios de canas por los laterales. De tez blanca, ojos azules y una barba de tres días que aún no había podido afeitar, desde que dejó el comfort de Amegakure. Vestía con un pantalón oscuro, par de botas negras militares con los dedos a descubierto; y un amplio camisón de color grisáceo, además de un collar que le recaía en el pecho. Su bandana, reposaba firmemente en su brazo derecho. —Acabemos con ésto de una vez, Uzumaki. RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 27/10/2017 —Acabemos con esto de una vez, Uzumaki. Masanobu escucho aquellas palabras y dirigió su vista hacia el recién llegado, interrumpiendo su monologo interno. Nada más verle le molesto; parecía un sujeto común y corriente, un marinero o algún tendero, pero él sabía que en realidad era fuerte, muy fuerte: le parecía sumamente inadecuado y falto de estilo aquel viejo paradigma de que la fuerza tenía que ocultarse y disimularse con la simplicidad; Él sabía que el poder era algo que debía demostrarse para que a todos les quedara clara su posición unos respecto a otros… Pero supuso que no lo hacía para molestarle expresamente, sino que más bien era la diferencia entre desarrollar sus habilidades bajo el orden de una aldea y el desarrollarlas entre la anarquía del submundo. —Akahara Masanobu, por favor —dijo mientras se aproximaba a una prudencial distancia—: no soy un Uzumaki reconocido, aunque mi herencia sanguínea sea innegable. De pronto, llegaron los otros dos sujetos a quienes estaba esperando. Decidió que no les atendería personalmente, eran platos de segunda mesa que no podrían permitirle llevar al límite sus habilidades… Ese era un motivo, el otro se centraba en el hecho de que tratándose de un sujeto como aquel, no podría permitirse ninguna otra distracción, por más mínima que fuese... Un error significaría la muerte —No te preocupes por ellos, hazlo por mí —Chasqueo los dedos y un grupo de esculturas vivientes salieron al encuentro de Naomi y Oojima. La situación era bastante clara: Aquel extravagante y peligroso sujeto mantenía activa la barrera y el pequeño ejército de soldados con humanidad de piedra. Para terminar con todo aquello, habría que vencerle…, darle muerte para estar seguro. Lo otro que era de notar era que en la entrada yacía el cuerpo del escultor, con vida, pero inconsciente, resguardado por una estatua rojiza de un tigre que se mantenía atento a sus alrededores. Para aquel general las cosas eran tan simples como huir de allí con Nishijima, pero si algo era cierto de él era que le gustaban las cosas del modo difícil y desenfrenado. Fue el primero en moverse, pues le gustaba marcar el ritmo con que se desarrollaban los combates…, le encantaba establecer la pauta: dio una zancada en dirección al ninja de Ame y realizo una sencilla serie de tres sellos, respiro profundamente. Desde sus labios salió despedida una densa esfera de aire comprimido mesclado con su chakra, que avanzaba velozmente hacia el cuerpo de su oponente. Otros hubiesen pensado que al menos debían de intercambiar algunas palabras o hacer el típico saludo ritual, pero aquello no era necesario entre dos combatientes cuyo único objetivo era luchar a muerte. Aquello era ser profesional, era ser práctico, era ser centrado, era ser un ninja. RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 28/10/2017 Entonces, el Uzumaki tomó la iniciativa y dio un único paso antes de comenzar a ejecutar una serie de sellos que según la combinación de posiciones, tenía toda la pinta de ser una técnica de elemento viento que él mismo conocía. Sin embargo, no se movió sino hasta que comprobó que el aire presurizado se concentraba en los labios de su oponente, y ejecutó su zancada evasiva cuando viera aquel manojo de aire ir hacia él. Sin embargo, su gran destreza le permitiría moverse, y así también ejecutar él su contraataque. Porque sus manos bailaron la danza de las armas, armándose rápidamente con dos kunai que salieron despavoridos hacia el Uzumaki, y que en cuestión de segundos habían concentrado un ligero brillo en su filo que habría cegado a su oponente durante, quizás, medio segundo. Medio segundo en el que sus armas viajaron, y en las que él ya se encontraba arrojando una potente bala de agua, tan presurizada como la de aire y mucho más compacta; que golpearía a Masanobu tan duro como un centenar de mazos de piedra. RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 28/10/2017 Justo después de realizar su ataque, Masanobu se vio cegado por el destello metálico de un kunai. Sabiendose en peligro, decidió continuar con la opción que más viable le parecía. Sabía a qué distancia estaba su oponente —lo recordaba—, y podía calcular que tanto tiempo le podía tomar el hacer una ofensiva y que podría utilizar para la misma. Su veloz mente le hizo comenzar a trabajar en cuanto quedo cegado: formulo cuatro simples sellos y luego la tierra a su alrededor se levantó súbitamente, formando una cuadricula que le coloco fuera del alcance de la trayectoria de los ataques oponentes. Estando sobre la misma —y teniendo la ventaja del terreno elevado—, procedió a continuar con su ataque: Salto hacia donde se encontraba el ninja de Amegakure y, mientras aún estaba en el aire, sus dedos índice y corazón emitieron chakra hasta que el movimiento en arco de su brazo creo una poderosa cuchilla de viento cortante, tan mortal como difícil de ver. RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 28/10/2017 La bala de agua del experimentado jonin viajó a velocidades exorbitantes, aunque la misma no llegaría hasta su objetivo más imperioso. Por el contrario, se encontró con un montón de tierra que se alzó súbitamente desde los suelos, elevando al enemigo hasta una altura prominente, desde la cual ejecutó un salto, y envalentonado por lo que suponía ser una ventaja posicional; ejecutó un único y fugaz movimiento de mano. Masanobu invocó de pronto el poder de Fūjin, y enlazó un coletazo de aire que salió despedida hasta los linderos de Hozuki Yarou. Un Yarou que ya podía ir aceptando que el enemigo no era cualquier Uzumaki, sino uno con una capacidad de acción y reacción superior a la del resto. Había conocido a miembros de tan magnánimo clan, por allá en las tierras del Remolino, pero nunca se había enfrentado a alguno de sus máximos ejemplares. Así como no lo había hecho Masanobu, probablemente, con los máximos exponentes de su clan. Entonces, el cuerpo del Hozuki se abalanzó hacia la cuchilla, casi deseoso de recibirla. Y así lo hizo, aquella navaja de viento le cortó a la mitad, aunque en el trayecto no dejó sino algunos chapoteos de agua a su alrededor. Pero aquel misericordioso recibimiento tan sólo le abrió una oportunidad que no podía desaprovechar, y es que a su espalda; él había dejado una Hikari Fuda al ras del suelo que, según los términos impuestos, se activaría unos cuantos segundos después, coincidiendo directamente con el ataque elevado del Uzumaki. El sello liberó entonces una potente onda de luz mucho más cegadora que la técnica básica usada por Yarou anteriormente, de la cual el propio Hozuki no tuvo que preocuparse dado que la sombra de su espalda le protegió del destello. Masanobu, sin embargo, aún estaba en el aire, y de frente a la luz. Era poco lo que podía hacer desde ahí arriba, más aún cuando el viejo ya había acortado las distancias entre ellos a apenas unos dos metros. El Amejin aprovecharía aquel simple margen de tiempo para ejecutar un ataque versátil y potente, tan rápido y fugaz como ningún otro. Porque de su mano, o específicamente de su dedo índice, saldría disparada una gota que a simple vista no parecía ser el ataque más peligroso, pero que acortó los dos metros tan o más rápido que la caída de un rayo. Una gota potente, concentrada, y que de penetrar el pecho del Uzumaki, le habría atravesado cual disparo de cañón, continuando su viaje hasta su espalda y deshaciéndose una vez hubiese completado su ruta de veinte metros. RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 29/10/2017 Aquella minúscula gota de agua parecía ser el final para Akahara, que yacía cegado en medio de una caída, a merced de lo que su oponente le hubiese arrojado. Pero aquello estaba dentro de sus planes, que si bien no consideraban todos los cambios en la forma de la situación, si consideraban el limitado número de resoluciones posibles. El quedar comprometido luego de arrojarse a un ataque, era solo una de los cientos de escenarios que había simulado en su cabeza. Su cuerpo fue alcanzado por el minúsculo proyectil, dando la sensación de que lo atravesaba con suma facilidad… Sin embargo, basto un instante para que se hiciera claro que ya no se trataba de su cuerpo si no de una enorme piedra, uno de los pilares tallados que adornaban la entrada. El ataque perforo la roca con suma facilidad y también la columna de terreno elevado que se encontraba detrás. —Eso estuvo incómodamente cerca —declaro Masanobu, que ahora se encontraba a cierta distancia del ninja de Amegakure. El hombre extravagante aún se encontraba intacto: demostraba el haber utilizado la “Técnica del remplazo de cuerpos”, solo que sin prevención o preparación alguna. Lo cierto es que como precaución —pues jamás olvidaba ser precavido— había utilizado el “Sello de transcripción” para sellar el jutsu que habría de ponerle a salvo. Solo que en su astucia determino que su condición de liberación seria la misma con la cual se activaba la técnica que llevaba guardada, el ser alcanzado por un ataque enemigo. Masanobu se sonrió con suficiencia mientras observaba a Yarou; no esperaba el tener que utilizar aquella artimaña tan pronto, pues no recordaba que sus cálculos le indicaran que se veía forzado a protegerse con aquel “seguro”. De pronto, cuando la batalla estaba por reanudarse, una voz se hizo captar por sobre el ruido: —¡Detén este caos ahora mismo! Al girarse pudo ver que Nishijima había recobrado la conciencia y que se encontraba de pie… Aquello podría resultar un problema: si el anciano escultor se alteraba en aquel instante, mientras la técnica de control de esculturas estaba activa, las cosas podrían salirse de control muy rápido. Sabiendo aquello, detuvo el accionar de todas y cada una de las esculturas. —¿Qué has hecho? —pregunto Satomu. —He cumplido mi promesa, he llevado tu arte al siguiente nivel —respondió con orgullo. El escultor se acercó a la estatua viviente del tigre que le vigilaba y la examino con asombro e inocencia. Vio cómo se movía y como reaccionaba. Era como si estuviese viendo la cosa más maravillosa del mundo, una manifestación milagrosa de la existencia de los dioses. Masanobu chasqueo sus dedos, y a su encuentro acudieron cada una de las ciento de estatuas que estaban a su servicio. Las mismas comenzaron a congregarse en el patio, quedando ante la vista de un escultor que yacía derramando enormes e incontenibles lágrimas del más sincero enternecimiento. —Dime, escultor, ¿es tal como te lo imaginabas? ¿Es tal y como lo habías soñado? —Esto es aquello que siempre quise pero que jamás fui capaz de lograr —respondió mientras tanteaba los rocosos cuerpos de sus creaciones con orgullo paternal—. Durante toda mi vida busque la forma de acercarme a los dioses, de trabajar en su honor o igualarme con ellos para poder vislumbrar un milagro como este. —Y esto es solo la raíz del árbol de aquello que podemos lograr —le aseguro con una amplia y maliciosa sonrisa—. Se mi socio y te aseguro que podrás llevar tu arte a niveles que jamás habías soñado, de verdad podrás ser “Aquel que le confiere a la piedra humanidad”. Con mi guía aprenderás a manejar tu don en lugar de que él te maneje a ti, será como despertar a una nueva realidad que he de mostrarte… Lo único que tienes que hacer es un pequeño sacrificio: esta vida y esta gente que tanto te atrasan, esta humanidad que te mantiene limitado. »Sé que puede parecer algo desmedido, pero, ¿acaso tu arte no lo vale? Sus palabras calaban profundamente en el escultor, le tentaban y le motivaban a partes iguales. Su lado humano le decía que aquello era una locura, que debía de negarse… pero las posibilidades. Abandonar su vida no era algo que le preocupara mucho, pues su trabajo era la única razón por la cual se permitía seguir respirando… Era lo único que no podía abandonar: si se negaba, bien podría ser que aquel sujeto fallara y muriese allí mismo, pero con él moriría cualquier posibilidad de cumplir sus sueños. —¿Son sinceras tus palabras y tu interés? —pregunto, dudoso mientras sentía su corazón endurecerse aún más. —No seas tan ególatra escultor: no hago esto para servirte… Yo tengo mis propios sueños y ambiciones, al igual que tú tienes los tuyos —anuncio, con una mescla de desdén y determinación—. En este mundo cruel e ignorante los sueños deben ser realizados por quienes tiene el valor para construirlos y sacrificar lo necesario en el camino hacia ellos. »Es solo que la providencia nos ha puesto en una situación en donde cada uno tiene las herramientas necesarias para conseguir los objetivos del otro. Le sorprendió lo similar que aquel hombre resultaba, pues lo primero en su vida era su oficio y todo lo demás importaba poco. Comprendió que urdido aquel plan y se había puesto en peligro de muerte para conseguir algo que deseaba con todas sus fuerzas… No podía decir que el no fuera capaz de hacer lo mismo. —Faltan mis tres últimas estatuas —dijo, como para cambiar un poco el ambiente. —Las envié a que acabaran con las personas a quienes representaban, me pareció que era una especie de adecuada “justicia poética” —respondió, sin un ápice de emoción. —Eso quiere decir que aquellos muchachos están muertos —sentencio, aunque era más una pregunta. —No lo sé: las estatuas no responden, por lo que imagino que fueron destruidas… Quien sabe, ¿acaso importa? —No, no importa —dijo con frialdad—. Acabemos con esto y vámonos —dijo con total naturalidad, como si todo lo que allí aconteció fuera algo trivial, como si la gente que le escuchaba —que ahora eran unos cuantos— importara poco. —Esa es la aptitud —le dijo sonriendo—. Permíteme terminar de zanjar este asunto y podremos marcharnos. —¡Deja eso! Hasta yo puedo ver que tienes posibilidades de ser derrotado… y de perder a muchas de mis creaciones. Larguémonos de una vez antes de que me arrepienta. —Bueno, ya ves, en esto de los negocios siempre hay que tener en cuenta las opiniones y consejos de tus socios —aseguro mientras le sonreía a Yarou—. Ha sido interesante… de todas formas, ahora que no se interponen en mis planes, no tengo ningún conflicto con ustedes. Claro intente matarles, pero no fue nada personal; fue solo un choque de intereses. »Si… no creo que haga falta decirlo, un profesional como tú no se molestaría en guardar emociones que le empañasen la vista —su tono tenía una curiosa mescla de burla y sinceridad—, menos cuando se trata de combatir a alguien contra quien era casi seguro que perdieras… —río un poco para si mismo—. Recordare esto, si, seguro que lo hare. Y con aquello dicho, su cuerpo parpadeo para aparecer junto a Nishijima y el bosque de estatuas vivientes que ahora le rodeaban. Masanobu alzo su mano y luego la estampo contra el suelo, iniciando una técnica que distorsionaría el espacio hasta llevarles a algún lugar lejano. —Tanto años de espera y por fin he conseguido hacerme con la mayor de las herramientas, aquella que le confiera a la piedra humanidad. —¡Ya! Si esta sociedad tiene algún futuro, todo se basara en tu habilidad para aprender a no colmar mi paciencia, recuérdalo. —No te preocupes, lo recordare… lo recordare todo. Y con aquello sus cuerpos se disiparon hasta solo dejar un profundo silencio y un gran espacio vacío. RE: La humanidad de piedra - Umikiba Kaido - 29/10/2017 Todo pasó tan rápido, desde el vuelo de su gota mortífera hasta la repentina sustitución a la que se vio sometida el cuerpo del Uzumaki, sin siquiera haber ejecutado el único sello que generalmente es necesario para ejecutarlo. Pero Yarou era consciente de las artimañas que se podían conseguir a través del Fuuinjutsu, y no mató la posibilidad de que se pudiera haber tratado de una técnica sellada a priori, como un as bajo la manga que fuera puesta sobre la mesa sólo cuándo éste así lo creyera completamente necesario. Pero que Akahara Masanobu tuviera que usar aquello tan pronto, sólo podía decirle una cosa: su victoria estaba encaminada. Entonces, aquel cuyo poder tan indómito y desconocido se hizo partícipe de la escena. El hombre que le confería a la piedra Humanidad se levantó con su afligido cuerpo, y clamó porque se le explicase lo que ahí estaba sucediendo. El caos, el caos fue en principio su mayor preocupación, al ver los destrozos y el hedor a muerte que ahogaba lo que una vez había sido el lugar de todas sus creaciones. Hasta que la lengua viperina de aquel versado Uzumaki comenzó a sisear, tentadora, en un intercambio de palabras que caló en el artístico corazón de Satomu. Porque su sueño, aquel por el que había estado tallando durante casi toda su existencia, parecía haberse cumplido. La magnanimidad de sus estatuas estaba completa, ellas habían cobrado la tan ansiada vida que andaban buscando. Las lágrimas bañaron sus mejillas, y Yarou entendió que Masanobu de pronto comenzó a ganar aquella batalla sin siquiera tener que continuar luchando. No, porque de convencerlo a él... Yarou intentó hablar, en vano. Sus palabras no fueron escuchadas, su presencia ya no era importante. Satomu, en cambió, tomó una decisión: mordió la manzana de la discordia y se entregó entero y en vida a la serpiente. »Si… no creo que haga falta decirlo, un profesional como tú no se molestaría en guardar emociones que le empañasen la vista —su tono tenía una curiosa mescla de burla y sinceridad—, menos cuando se trata de combatir a alguien contra quien era casi seguro que perdieras… —río un poco para si mismo—. Recordare esto, si, seguro que lo hare. Y él también lo iba a recordar, desde luego. ¿Pero acabar con su vida, esa vez? ¿no dejarle ir? Realmente tenía algo más importante de lo qué ocuparse. En cuando Masanobu desapareció junto a su recién adquirida herramienta, Yarou hizo lo mismo. Tenía que cerciorarse de que Kaido estuviese bien. . . .
Tác, tác, tác; resonaba a su alrededor. Los cascos de hierro chocar contra la tierra le despertaron de su sueño, y le obligó a preguntarse el tan típico ¿en dónde coño estoy?; aunque le tomaría por lo menos medio minuto de percatarse que se encontraba dentro de un carruaje, y que el taká, taká provenía de las patas relinchantes de los caballos que lo halaban a toda prisa. Entonces se encontró con Yarou, que observaba impaciente el horizonte. Luego, observó su cuerpo. Vendado y algo maltrecho, aunque todavía en una sola pieza. —¡Mierda, el tiburón blanco! —exclamó, desorbitado—. ¿Lo vencí, o es que éste es mi infierno personal y tendré que ver tu fea cara por toda la eternidad? Yarou no le respondió sino hasta tres segundos después, con seriedad. —Hemos perdido. Aquel que le confiere a la Piedra Humanidad cayó en manos inescrupulosas del ninja Uzumaki. Con eso se acaban nuestros asuntos en éstas tierras, estamos ya volviendo a casa. —Joder... ¿y Kotetsu, o Akame, están bien? ¿o se los cargaron? —Están bien, supongo que podrán hablar en otra ocasión. Ahora lo importante es volver a Ame, hemos estado fuera demasiado tiempo. El silencio reinó, y así también la certeza de que un gran enemigo aún estaba ahí afuera, con vida, planificando seguramente un nuevo plan mejor orquestrado que el primero. Akahara Masanobu, algún día tendrían que volver a verlo. Y ese día, sería el último para él. RE: La humanidad de piedra - Hanamura Kazuma - 30/10/2017 Kōtetsu se vio despertado por una cálida briza que agitaba los mechones que caían sobre su frente. Su mente se encontraba un tanto nublada, no recordando nada de aquello que le llevo a estar en la que había sido su habitación en el Sauce cambiante. Los sonidos del verano se colaban por la ventana, arrancándole del sueño. Intento removerse, pero su cuerpo se lo impidió, emitiendo un sinnúmero de quejidos en forma de dolores musculares. El dolor trajo a su memoria lo sucesos de los últimos días. Se dejó descansar mientras en su rostro se formaba una tenue sonrisa de satisfacción, pues ahora sabía que había ganado su dura batalla contra la “muerte”. Se quedó en cama, pensando, hasta que Naomi entro en la habitación. Por costumbre, trato de reclinarse, pero la muchacha le hizo una señal para que no se molestara. Las siguientes dos horas que estuvieron juntos, fueron dedicadas a poner a Hakagurē al corriente de todos los acontecimientos y de cómo resultaron las cosas. —¿Qué sucedió con los documentos que el escultor nos había prometido? —La mayoría fueron destruidos durante la batalla. —No esperaba que las cosas resultasen de esta manera, pero ha sido interesante. —¿No se encuentra molesto con todo lo sucedido, mi señor? —pregunto la Miyazaki, al ver la absoluta serenidad del moreno. —No… Aunque me incomoda el hecho de no poder discernir si ganamos o perdimos: Nishijima obtuvo aquello que tanto buscaba, nuestro atacante consiguió aquello que tanto quería y nosotros salimos con vida… Para mi es suficiente, aunque… si se hubiese tratado de una misión, esto sería una completa derrota. —Creo entenderle, mi señor —concedió ella, resignada a la forma de ser del joven—. Por cierto, se nos ha entregado esto. Le entrego a Kōtetsu un sobre sellado con la marca personal de Satomu. —Está un poco pesado, ¿qué es? —Son unos pasajes para ir a la Capital de fuego y mil ryos para gastos de viaje —afirmo—. El señor Nishijima los tenía preparados para nosotros, había uno para cada uno. —¿Quién lo diría? El anciano si tenía intenciones de dejarnos marchar. Que sujeto tan impredecible. En cuanto sus heridas se lo permitieron, el joven y su criada abandonaron el pueblo y se encaminaron hacia Tanzaku Gai, para de ahí iniciar su camino de vuelta a casa. Durante el trayecto, y con bastante frecuencia, Kōtetsu se la pasó leyendo un libro de los que había traído con él, uno de esos que contenía todo lo referente a la escultura y al mayor de sus exponentes… Pues aunque nada se lo garantizaba, tenía la certera sensación de que de una u otra forma volvería a encontrarse con “Aquel que le confiere a la piedra humanidad”. |