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El muerto vivo - Versión para impresión

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RE: El muerto vivo - Sasagani Yota - 1/11/2016

No sabría decir qué esperaba ver, pero lo que pude vislumbrar tras aquellos barrotes de la ventana era lo más normal del mundo. Empezaba a tener demasiada curiosidad en saber los motivos que llevaron a alguien a asesinar a aquel ciudadano de Notsuba, o quizás era extranjero... Vi a Hogo, el dueño de aquel antro y organizador de aquel gran evento destrozado. No dejaba de repetir que todo se le había ido a la mierda y ciertamente tenía una actitud derrotista. No era para menos, la verdad. Lo que tenía que haber sido un concierto para recordar acabó en masacre, lo cual lo convertía en una de las peores publicidades; todos recordarían aquel día por el asesinato de aquel hombre y no por la dulce melodía de Hei.

Instantes después en la entrada pude oír algunas conversaciones. tampoco nada fuera de lo normal. Los guardias, al igual que hicieron conmigo, interrogaban a los presentes con tal de buscar pistas del modus operandi del asesino. Hasta que escuché unos llantos femeninos. No pude evitar, aunque con sigilo, asomar la cabeza ligeramente para ver lo que estaba sucediendo. Un par de guardias, robustos como robles, interrogaban a una mujer destrozada, con su vestido tintado de la sangre del cadáver, la cual lloraba desconsoladamente y a su lado un chaval de corta edad que no era para nada consciente de lo que estaba sucediendo, eso estaba claro. si la vista no me engañaba se trataba de la mujer y el hijo del difunto, o en su defecto de amigos íntimos o familiares cercanos.

*Joder..*

Sentí la necesidad de acercarme a ella y decirle que daría caza a ese hijo de la gran puta y haría justicia pero luego recordé las últimas palabras del guardia. Así que tendría que hacer mi trabajo desde las sombras. Con la información que tenía.

Seguí apostado en mi posición, tratando de hacer el menor ruido posible, centrándome en lo que sucedía con aquella mujer a la que la vida había castigado, quien sabe lo que podría sacar de aquella particular reunión... Debía reprimir mis impulsos, recordar las clases de sigilo de la academia, las enseñanzas de Hagane, aquella era una situación ideal para ello. Miré la palma de mi mano durante un solo instante, recordando aquellos 6 meses, si las cosas se ponían feas sería una excelente oportunidad para usar aquella técnica. Lo que fuera menos ser apresado en un lugar tan alejado de mi hogar.



RE: El muerto vivo - Uchiha Akame - 4/11/2016

Akame sonrió con suficiencia cuando aquel felino de pelaje azabache reveló su verdadera forma; una chica joven, con una melena del mismo color y ojos avellanados. Parecía sorprendida —«y sin duda tiene motivos para estarlo»— de que la hubieran descubierto. Claro que, un simple Henge no Jutsu no era nada que pudiera engañar a un Uchiha medianamente entrenado. Pero eso no era algo que todo el mundo supiese.

¿¡Dónde está!? —preguntó la muchacha con aire ausente—. Hey, ¿habéis visto a un hombre con una bufanda roja?

El Uchiha alzó una ceja. ¿Qué clase de ninja se hacía el sueco de aquella manera cuando era descubierto espiando? Akame dió un paso adelante, sin relajar un ápice su postura. La luz que salía de la ventana próxima iluminó su rostro, y ambas chicas pudieron distinguir el brillo rojo de sus ojos.

Tú... ¿Tú estabas a mi lado en la posada? —le interpeló la joven fisgona.

No sé quién eres y nunca te he visto. Ahora responde, ¿por qué nos estabas siguiendo? —la cortó, tajante.

De repente, Katomi explotó. Empezó a dar gritos, poniendo voz a todas y cada una de las cosas que Akame había pensado pero que había creído inútil expresar. La espontaneidad de aquella chica de pelo blanco contrastaba con su pragmatismo de una forma tan cómica como interesante, de modo que él simplemente se limitó a mantener la boca cerrada.


— — —


Cuanto pudo escuchar Yota por parte de aquellas personas fueron los gemidos de tristeza de la mujer, las tímidas palabras de consuelo de los hombres y el silencio del chico, que tenía la mirada perdida en algún punto de la calzada y la expresión ausente.

Poco después uno de los guardias se acercó al grupo de familiares y amigos y les dedicó unas palabras —probablemente confirmando que ya podían irse, y quizás comunicándoles a dónde llevarían el cadáver para su examen—. Después, la mujer se enjugó las lágrimas con su pañuelo, tomó al chiquillo de la mano y se despidió de los dos hombres.

Quiero un funeral íntimo, sólo los familiares... Sí, tiene que ser mañana. Él lo habría querido así...

Cruzaron algunas palabras más de despedida y la mujer y el chico tomaron dirección calle abajo, mientras uno de los tipos se acercaba a hablar con el guardia y otro echaba a andar calle arriba.


RE: El muerto vivo - Aotsuki Ayame - 5/11/2016

Ante su pregunta, el chico de la coleta se adelantó un solo paso. La luz de una ventana próxima dibujó las sombras de su rostro y reveló unos ojos carmesíes que parecían refulgir en la oscuridad de la noche con luz propia.

«¿Qué es eso?» Retrocedió, intimidada. Pero la curiosidad le hizo ladear la cabeza. «Antes tenía los ojos oscuros... creo recordar...» Desde luego, si de verdad era el mismo chico que había estado junto a ella en la posada, sus ojos no le habían llamado tanto la atención como sí lo hacían ahora.

—No sé quién eres y nunca te he visto. Ahora responde, ¿por qué nos estabas siguiendo? —replicó, cortante como el filo de un kunai, y Ayame alzó las manos en un gesto conciliador.

A su espalda, la chica de cabellos níveos estalló de repente, sobresaltándola:

—¿¡PERO TU DE QUE VAS!! Tía, apareces de la nada, disfrazada de gato, interrumpes mi interrogatorio, ¿y preguntas por un tío de una bufanda roja? Al menos podías pedir disculpa por darnos el susto... o por haber fastidiado el concierto... ¿¡FUISTE TU, VERDAD!?

—Q... ¡¿Qué?! ¡No! ¡Yo no...! Esperad. Dejad que me explique... —balbuceaba Ayame, con un hilo de voz y el corazón en la garganta. Acababa de pasar de perseguir a un posible sospechoso a ser ella misma la sospechosa. Era cuanto menos irónico... Aquel fue un gesto de lo más atrevido, teniendo en cuenta la situación en la que se encontraba, pero entrelazó las manos a la altura del pecho en un único sello, y tras una breve nube de humo volvió a transformarse en su hermano mayor con la esperanza de que al menos el chico de la coleta la reconociera—. No os estaba siguiendo a vosotros. Cuando pasó todo eso... me escabullí por la ventana y me quedé debajo de ella espiando lo que pudiera pasar en el interior. Fue entonces cuando apareció ese hombre de la bufanda roja, y tras un par de palabras salió corriendo en esta dirección...

La transformación se deshizo, y Ayame les miró con cierto nerviosismo.

—Me parecía sospechoso, así que le seguí hasta aquí. Pero... ha... desaparecido... —concluyó. Ni siquiera ella no estaba muy segura de lo que acababa de pasar—. ¿De verdad no le habéis visto pasar por aquí?


RE: El muerto vivo - Aiko - 5/11/2016

Ajena al pequeño gran detalle del cambio de color en los orbes de su anterior sospechoso, los orbes del mismo tono procedentes de la Sarutobi se hincaban en una víctima que poco podía excusar. Primero aparecía de la nada, disfrazada, y ahora pretendía hacerse pasar por inocente —Imposible— no había nadie en los lares mas sospechoso que ella. Obviamente, la peliblanca no pudo pasar por desapercibido ese detalle.

Un gran sabio dijo una vez "Una vez que eliminas todas las posibilidades imposibles, solo queda la verdad", lamentablemente ese hombre murió cuando resolvía un crimen, dentro de la boca de una serpiente de mas de veinte metros. Por suerte o desgracia, la chica no seguía al pie de la letra los consejos del mencionado sabio... bueno, mas que sabio se podría decir que era el prota de una serie policíaca que echaban en tele-ame.

Maldita telebasura...

Pero oye, ya no podía retractarse. No había modo de hacerlo, fuese o no la juez, ya había otra acusada. Si, sin duda alguna los juicios ficticios se le estaban acumulando. Primero el chico, y ahora ella. Ambos negaban ser los actores de ésta escena, y sendos chicos tenían excusas, que no coartadas.

Su "compañero" por su parte tampoco dudó en acusar a la chica de que les estaba siguiendo. Además, negó conocerla. «Está negando que la conoce... sospechoso...» Pensó la chica mientras esperaba la respuesta de la susodicha acusada. Ésta sin embargo respondió realizando un sello, y transformándose en un chico bastante alto y de piel casi mas blanca que la de la Sarutobi. Según excusó, había conseguido escabullirse por la ventana, y desde allí observó cómo un tercer sospechoso con una aclamada bufanda roja salía corriendo, huyendo del lugar. Sin embargo, su argumento fallaba en diversos puntos. Para entonces, la chica insistió en que el sospechoso había salido en la dirección que había tomado, y volvió a preguntar si lo habían visto pasar. Evidentemente, la peliblanca no pudo callarse la respuesta. No era capaz de mentir, por bueno o malo que eso fuese.

¿Me estás diciendo que te escabulliste por una ventana que tiene rejas, y seguiste a una persona que desapareció por las buenas? O bien tus dotes de rastreadora son las peores del mundo shinobi, o bien te estás quedando con nosotros... Por aquí no ha pasado nadie, salvo tú.

No mentía en absoluto, por allí no había pasado ni tan siquiera un gato. No había pasado nada ni nadie, algo de lo que decía la chica no tenía sentido, y casi podía afirmar que era el 80% de sus palabras.


RE: El muerto vivo - Sasagani Yota - 10/11/2016


Voy a suponer que los guardias se marchan en mi dirección, así que rolearé en consecuencia a ello ^^

Ah, y disculpen por el retraso hu3hu3


Poco llegué a escuchar, y menos aún con los llantos de aquella mujer, traumatizada por lo que había sucedido apenas hacía unos instantes. El muchacho, por su parte, seguía sin ser consciente de lo que había sucedido. Bendita inocencia que tenían los infantes, pero algún día sería consciente de lo que había ocurrido. En cierto modo podía ponerme en su piel — aunque lo había recuperado yo también perdí a mi padre. Sin embargo, él no tendría esa opción. Debía aprender a vivir sin él.

Tan solo llegué a escuchar unas últimas palabras por parte de la mujer antes de despedirse de los guardias que la atendían.


Quiero un funeral íntimo, sólo los familiares... Sí, tiene que ser mañana. Él lo habría querido así...

Por si había todavía algún atisbo de duda, quedaba claro que como poco era su esposa. Agarro al chaval de la mano y procedió a marcharse del lugar. Pero tenía que hablar con ella. Sin embargo los guardias también emprendieron la marcha e iban a tomar una dirección que haría que nuestros caminos se encontrasen. Debía pensar rápido como evadirlos. De cruzarme con ellos me entretendrían lo suficiente como para perder de vista a la esposa del difunto.

Mis pies se recubrieron de chakra y escalé la pared tan rápido como pude, evitando ser visto y para tener perfecta visión de cual era el camino que tomaban la mujer y el niño.

Tan solo quedaba una opción.

Tenía que volar entre los tejados hasta que llegásemos a una zona tranquila y allí abordaría a la viuda. Y eso hice, saltando de tejado en tejado siguiendo a la mujer desde las alturas de Notsuba.



RE: El muerto vivo - Uchiha Akame - 12/11/2016

Akame escuchó, paciente pero en guardia, las explicaciones que les daba aquella joven espía. Todo parecía bastante confuso, pero tras realizar una sencilla cadena de sellos, la muchacha acabó transformándose en el tipo paliducho y de ojos fríos que se había sentado a su lado durante la representación de Rokuro Hei. El Uchiha asintió entonces, encajando las piezas del puzzle.

Vaya, así que eras tú. Sí, te recuerdo —admitió, esperando así tranquilizar a Katomi, que parecía a punto de recurrir a la violencia—. Supongo que yo debería haber escogido un disfraz mejor.

El haberse hengeado en una versión adulta de sí mismo había sido más un chiste que una verdadera táctica de camuflaje, de modo que no le extrañó en absoluto que aquella muchacha le reconociese. «Aunque eso deja clara una cosa... Es ninja. No reconozco su rostro, ¿será de Amegakure? ¿O quizás de Uzushiogakure? El Remolino está demasiado lejos, pero la fama del maestro Rokuro es tal que no me extrañaría que hubiese llegado hasta Uzu no Kuni».

De cualquier modo, lo que más le interesaba al Uchiha era aquel tipo del que hablaba la chica —el de la bufanda roja—. Pese a que no tenía motivos para desconfiar —o confiar— en la kunoichi, Akame optó por darle la razón a Katomi con un asentimiento de cabeza. Por allí no había pasado nadie más que ellos dos. Conciliador, el de Inaka alzó ambas manos mientras sus ojos recobraban su color azabache habitual.

Creo que es mejor si todos nos calmamos —concluyó el Uchiha—. Sin duda lo que hemos presenciado esta noche es un suceso de lo más extraño. ¿Un muerto vivo? Imposible, pienso yo. Pero, claramente, aquí hay gato encerrado.

» Katomi y yo nos dirigíamos hacia la posada en la que me hospedo para hablar del caso con tranquilidad y una buena taza de té caliente. ¿Qué te parece si nos acompañas, kunoichi-kun? Quizás ese tipo del que hablas pueda ayudarnos a resolver este misterio.


— — —


Con la agilidad de un gato, Yota trepó hasta el tejado de la taberna de Hogo el Gordo, y desde allí trató de seguir a la viuda y su hijo. Las calles eran estrechas y oscuras —salvo por la luz de alguna farola ocasional— y no le resultó nada fácil; incluso llegó a perderlos en un par de ocasiones. Cuanto más se alejaban de la zona, más cambiaba el paisaje: del entramado de callejones y pequeñas plazas de los alrededores de la taberna, a calles largas y bien cuidadas, casas de dos y tres plantas y guardias patrullando la noche. De repente Yota se vio en un barrio visiblemente más lujoso —o mejor dicho no tan empobrecido— como aquel en el que estaba la taberna del Gordo.

Finalmente madre e hijo se detuvieron ante una casa de dos plantas, bastante bien cuidada y muy bonita. En la fachada principal había dos ventanas correspondientes al primer piso, y una en el segundo. La mujer abrió al puerta entre sollozos y luego entró acompañada de su hijo.

Pese a que vivían en un barrio pudiente, aquella familia no parecía pertenecer a la nobleza, ni por lejos. Lo cual, dicho sea de paso, podía parecerle del todo sospechoso a más de un ninja avispado.


RE: El muerto vivo - Aotsuki Ayame - 14/11/2016

—¿Me estás diciendo que te escabulliste por una ventana que tiene rejas, y seguiste a una persona que desapareció por las buenas? —soltó la peliblanca, y Ayame volvió la mirada hacia ella con gesto incómodo—. O bien tus dotes de rastreadora son las peores del mundo shinobi, o bien te estás quedando con nosotros... Por aquí no ha pasado nadie, salvo tú.

Ayame se encogió sobre sí misma, evidentemente dolida ante sus acusaciones.

—Tengo mis métodos para escapar por una ventana con rejas... un halcón virtuoso esconde las garras —le aleccionó, señalando su propia bandana ninja con el dedo pulgar. Iba a añadir algo más sobre sus dotes de rastreo, pero el chico de la coleta entró de nuevo en escena.

—Vaya, así que eras tú. Sí, te recuerdo —admitió, y Ayame no pudo reprimir un suspiro de alivio—. Supongo que yo debería haber escogido un disfraz mejor.

Una acusación seguida de un halago. No sabía muy bien cómo reaccionar ante aquello, así que se limitó a cambiar el peso de una pierna a otra. De algún modo, los ojos del chico volvieron a su color oscuro habitual cuando alzó las manos en un gesto conciliador.

«¿Cómo hará eso? Y... ¿para qué servirá?» Se preguntaba, carcomida por la curiosidad.

—Creo que es mejor si todos nos calmamos —concluyó el chico—. Sin duda lo que hemos presenciado esta noche es un suceso de lo más extraño. ¿Un muerto vivo? Imposible, pienso yo. Pero, claramente, aquí hay gato encerrado.

» Katomi y yo nos dirigíamos hacia la posada en la que me hospedo para hablar del caso con tranquilidad y una buena taza de té caliente. ¿Qué te parece si nos acompañas, kunoichi-kun? Quizás ese tipo del que hablas pueda ayudarnos a resolver este misterio.


Aquella súbita invitación la sobresaltó. En cualquier situación, acompañar a dos desconocidos después de presenciar un asesinato a algo tan privado como era una posada era de todo menos prudente. ¿Y si de alguna manera eran cómplices del asesino o del hombre de la bufanda roja?

—Yo... lo siento, pero prefiero buscar otro alojamiento, la verdad... —balbuceó, y aunque había intentado por todos los medios imprimirle una valentía que estaba lejos de sentir a su voz, el miedo no tardó en colarse en ella.

Retrocedió un par de pasos para no romper el contacto visual con ambos y no darles la espalda antes de escabullirse tal y por donde había venido...


RE: El muerto vivo - Aiko - 18/11/2016

Desde luego, en un lugar como era ésta ciudad, elegida casi que al azar, encontraría de todo menos viento para enarbolar las telas de su velero. No había ni comenzado el viaje y ya eran no solo una, si no tres situaciones de lo más imprevistas. Por suerte o desgracia, la chica estaba forjada para afrontar con valor, abnegación y soberbia cualquier situación, por mucho que ésta pudiese torcerse. Al menos eso decían los instructores de Ame, y ella ya había conseguido la banda de metal...

Tras haber intentado resolver la refriega como una inspectora de policía, sin éxito, se vio respondida por la chica gatuna. Ésta indicaba sin titubeo alguno que bien podía apañárselas para zafarse de las barras de metal, pero que un halcón no virtuoso esconde las garras. Tampoco tardó en recalcar su bandana, la cuál la hacía casi que conciudadana. Pertenecían a la misma aldea, detalle que quizás la peliblanca había pasado por alto. ¿Pero por qué dejarlo pasar? Pues ciertamente, porque en un delito, todos son sospechosos si estuvieron en el lugar, hasta la propia víctima lo es. No cambió en absoluto su manera de juzgarla.

Por otro lado, el chico de orbes rojos intentó calmar la situación y conservar la calma, cosa que parecía casi genérica en su forma de actuar, haciendo recuerdo de haber visto su disfraz para entrecortar unas palabras posiblemente mas subidas de tonos. Para cuando la peliblanca miró a éste, sus ojos de nuevo habían cambiado de color a un tono azabache, tan oscuros como la noche que les abrazaba.

«Que cosa mas rara... juraría que vi que sus ojos eran de un color parecido al mío...»

No pudo evitar esconder una mueca que reflejaba su clara duda ante el hecho, pero sin duda el tema de la conversación no estaba en ese detalle ahora sin importancia.

El llamado Akame dejó caer que la Sarutobi iría con él hacia la posada, con tal de poder hablar con mas tranquilidad y demás, mas que nada por aclarar los puntos de vista. La kunoichi sin embargo rechazó ipso facto la oferta, negó por completo la idea asistiendo el hecho en que tomaría algún otro alejamiento. De nuevo, la mirada de Katomi se clavó en la chica. No porque no pudiese tener sus razones, si no porque tras haberse escabullido por los callejones buscaba aislarse en vez de hacer piña.

¿Por qué?

La peliblanca tomó un poco de aire, y se llevó la mano hasta la boca. Con algo de nervio, comenzó a morderse la uña del dedo pulgar, y caminó hacia uno de los laterales de la callejuela. No tardó demasiado, el callejón tampoco es que fuese demasiado ancho, y tras ello retornó sobre sus propios pasos. No terminó de andar para cuando llegó a su misma posición, llegó hasta el otro extremo; en el camino clavó su mirada en ambos deliberadamente y sucesivamente.

No sé qué es mas sospechoso, si intentar llevarse a un lugar ajeno a las inocentes, o bien intentar evadir a éstos para huir... —Se preguntó en voz alta a sí misma, no esperando realmente respuesta por parte de alguno.

» Desde luego... no me fío de ninguno de los dos. Me da igual si teníais algo por lo que matar a ese hombre... pero no vais a jugar conmigo. Me piro. Su reflexión quizás no era la mas acertada, pero en algo estaba ciertamente en lo correcto; nadie le había pedido resolver el crimen. Fuera como fuera, ni ella era experta en obtención de información, ni había sido testigo directo, ni sabía si ese hombre era un criminal o algo similar... Los ajustes de cuenta, los asesinatos, y todas esas cosas estaban a pié de día. Después de todo, a ella le pagaban o pagarían en algún momento por realizar misiones así, ¿no?

Ni la chica gatuna, ni el tipo de ojos multicolor iban a jugar con fuego... o terminarían quemándose, literalmente.


RE: El muerto vivo - Uchiha Akame - 29/11/2016


No sé si Yota también estaba ausente, pero como no he visto ninguna ausencia suya posteada, y le veo por el foro, lo salto XD


Akame no pudo evitar fruncir los labios en un gesto de frustración cuando vio como todos sus intentos por sonsacarles información potencialmente valiosa a aquellas dos kunoichis caía en saco roto. Hacía un frío de mil demonios, las calles eran oscuras y peligrosas a aquellas horas de la noche, y las dos muchachas que tenía ante sí no parecían en absoluto dispuestas a colaborar. «No pienso seguir perdiendo el tiempo con estas tozudas amegakureñas».

Como queráis. Veo que es inútil incidir en mi inocencia, y tampoco parecéis dispuestas a colaborar para llegar al fondo de este asunto. Sea así pues, no tengo por qué seguir perdiendo el tiempo con vosotras. Buenas noches.

El Uchiha se encogió de hombros y, ni corto ni perezoso, dio media vuelta y empezó a caminar en dirección al hotel. Atrás quedaban las dos kunoichis de la Lluvia, solas ahora en el oscuro callejón.

Caminando a buen ritmo para no congelarse, Akame tardaría todavía un buen rato en llegar a la posada donde se hospedaba. Allí podría pensar con más tranquilidad y reposar los misteriosos sucesos de los que había sido testigo aquella noche. «Un muerto que anda, ¡menuda locura! Sin embargo, ahora caigo en que con todo este espectáculo no he reparado en el detalle principal. ¿Por qué degollarían a un hombre en mitad de una taberna abarrotada de testigos? Desde luego, parece el peor asesinato de la historia...»


RE: El muerto vivo - Aotsuki Ayame - 30/11/2016

Y en el concienzudo examen de Ayame hacia aquellos dos desconocidos, no se le pasó por alto que la joven de cabellos albos había comenzado a dar vueltas en el callejón mientras se mordía la uña del dedo pulgar.

—No sé qué es mas sospechoso, si intentar llevarse a un lugar ajeno a las inocentes, o bien intentar evadir a éstos para huir... —dijo en voz alta, pero Ayame no respondió a la provocación. Ya había defendido su inocencia, y si rechazaba la invitación del chico de la coleta era precisamente porque no lo consideraba una acción prudente—. Desde luego... no me fío de ninguno de los dos. Me da igual si teníais algo por lo que matar a ese hombre... pero no vais a jugar conmigo. Me piro.

El chico frunció los labios:

—Como queráis. Veo que es inútil incidir en mi inocencia, y tampoco parecéis dispuestas a colaborar para llegar al fondo de este asunto. Sea así pues, no tengo por qué seguir perdiendo el tiempo con vosotras. Buenas noches.

Los tres se dieron media vuelta casi al unísono, y abandonaron el lugar en direcciones totalmente opuestas. Tiritando, Ayame cruzó los brazos sobre el pecho, tratando de conservar el calor corporal por encima del frío que caía sobre ella como un manto, y siguió su camino. Pero, extrañamente las últimas palabras del chico de la coleta habían conseguido afectarla de algún modo.

«A decir verdad, él estuvo conmigo durante la actuación... y nunca hizo nada fuera de lo común.» Reparó entonces, pero ya era demasiado tarde para volver sobre sus pasos.

Sacudió la cabeza, tratando de apartar el extraño sentimiento de culpabilidad que la embargaba, y comenzó a deambular por las calles de Notsuba. Tenía que buscar cuanto antes una posada que aceptara acogerla antes de terminar congelada.


RE: El muerto vivo - Aiko - 2/12/2016

El chico fue el último en pronunciar palabra, dando a conocer que no pensaba insistir en su inocencia o en resolver la cuestión en sí del muerto vivo. Lástima, lo que podía haber sido una alianza entre aldeas en pos de resolver un extraño caso no quedó en mas que dudas y sospechas. Pero... ¿quién iba a decidir qué era mejor o qué era peor? No había ningún auténtico líder, cada cuál iba por su cuenta, y sospechaba del resto —Como cualquier persona en su sano juicio haría— en un mundo de ninjas, mantener la guardia puede hacerte vivir un día más.

Los tres se dieron la vuelta casi al unísono, aunque curiosamente la peliblanca miraba hacia una de las paredes en vez de hacia el final del callejón. Realizó el sello del carnero a una mano, y su cuerpo se vio envuelto por un fuerte torrente de llamas. El fuego engulló su silueta en un abrir y cerrar de ojos, menos de lo que se tarda en pestañear. La llamarada no tardó tampoco demasiado en desvanecerse, y allí no quedó nada, ni un simple suspiro de la chica de cabellera color nieve.

«Cara el chico... cruz la chica...»

Una moneda surcó el aire, giró numerosas veces, y terminó cayendo en la palma de una mano zurda. Justo tras ello, la diestra de ese mismo cuerpo tapó el resultado, y tras escasos segundos la zurda se dirigió hacia el dorso de la diestra, portando el resultado bajo la misma.

Cruz... —Confesó la peliblanca en un inaudible susurro.

Sin arrimarse al borde demasiado, y oculta como bien podía esperarse de una kunoichi, la chica se dispuso a seguir los pasos de su compañera de aldea. Por mucho que tuviese su misma banda, no se fiaba de ella, al igual que no lo hacía del otro... pero la suerte había hablado.

Ablandó su pisada a base de chakra, así como lo usó para acoplarse con ahínco a la superficie, y desvirtuó su silueta agazapándose. No era una experta en eso de seguir a hurtadillas a la gente, pero nunca es tarde para aprender. Por suerte o desgracia, ahora mismo tenía la ventaja de la altura, y el hecho de que había dado a entender que pasaba del tema. Lejos de ello, se encontraba en plena acción. La luna era la única testigo de su verdad, de su decisión. Ahora con paso firme, y sigiloso, no dejaría atrás a su presa; Ayame, la jinchuriki.



La técnica usada es el sunshin, por si hay duda xD



RE: El muerto vivo - Uchiha Akame - 12/12/2016

Mientras Uchiha Akame se perdía entre las sombras de la noche notsubeña, tratando de encontrar algún punto de referencia que pudiera usar para orientarse y así determinar el camino hasta la posada donde se hospedaba, las chicas emprendieron un rumbo algo distinto.

Ayame encabezaba la comitiva, seguida —quizá sin saberlo— por Katomi. Mientras que la primera buscaba desesperadamente cobijo, la segunda sólo tenía una intención: seguirla.

Caminaron durante largo rato hasta que, por azares del destino, la jinchuuriki acabó dando con sus huesos en una calle algo más amplia y definitivamente mejor iluminada que la mayoría de las que había dejado atrás. Aunque no parecía una de las arterias principales de Notsuba —calles anchas y transitadas incluso por la noche, todas ellas— sí ofrecía lo que Ayame necesitaba: una posada.

Se trataba de un edificio de dos plantas, de arquitectura similar al resto del trazado urbano de Notsuba, con una fachada estrecha y un par de ventanas en cada superficie a través de las cuales se filtraba la luz amarillenta procedente de las lámparas del interior. Sobre el marco de la puerta principal, de madera oscura, colgaba de una barra de hierro un cartel de madera que rezaba...

«El descanso eterno»

A nadie se le escapaba la ironía del sitio, pero la madrugada ya se cernía sobre Notsuba y el frío empezaba a ser demasiado extremo como para soportarlo a la interperie. No había nadie más en la calle, y ni siquiera el canto de las aves nocturnos rompía el silencio de la noche notsubeña.


RE: El muerto vivo - Aotsuki Ayame - 13/12/2016

La travesía no se le antojó precisamente breve. Y Ayame comenzaba a preguntarse si aquel sentimiento de eternidad se debía a su errático deambular por las calles de Notsuba o al frío que la cubría como si fuera el abrazo de su hermano mayor. Y luego estaba la oscuridad de la noche. Sólo alguna que otra ventana aún encendida y alguna lámpara de aceite convenientemente colocada evitaba que terminara paralizándola entre sus garras.

Sin embargo, siguió caminando en pos de encontrar algo que se pareciera mínimamente a un lugar donde pudiera pasar la noche. El destino quiso favorecerla durante un instante y Ayame suspiró de profundo alivio cuando vio que la calle por la que caminaba en aquellos instantes desembocaba en una más amplia y, afortunadamente, mejor iluminada. Sin pensárselo dos veces se precipitó en aquella dirección. Y, dadas las horas que eran, no se extrañó al ver que nadie transitaba aquella calle. Ni siquiera le prestó demasiada atención a aquel detalle, pues un cartel colgado de una barra de hierro había llamado su atención: "El descanso eterno". El edificio en cuestión tenía toda la pinta de ser una posada. Tenía dos plantas y su arquitectura era similar al resto de edificios de la ciudad. La, luz amarillenta, se filtraba desde el interior a través de dos ventanas.

«¿"El descanso eterno"? ¿Pero quién en su sano juicio le pondría un nombre así a una posada? ¿Qué clase de publicidad quiere darse?» Ayame torció el gesto, para nada convencida con la idea de pasar allí dentro la noche.

Sin embargo, también era muy consciente de que no podía ponerse demasiado quisquillosa como para dejarse llevar por malos augurios. La luna proseguía su camino en el cielo estrellado, y Ayame volvió a encogerse sobre sí misma con un estremecimiento cuando una brisa gélida enredó sus dedos entre sus cabellos. No le quedaba más remedio que dejar atrás sus temores si no quería morir congelada a la interperie. Y además, en aquel instante se dio cuenta de lo terriblemente cansada que estaba.

Avanzó, y sus dedos aún titubearon un último instante antes de empujar el portón de entrada.

—Buenas noches... ¿Les queda alguna habitación para pasar la noche? —preguntó, con la garganta agarrotada por el frío.


RE: El muerto vivo - Aiko - 17/12/2016

Bajo la perpetua y astuta noche, así como el infernal frío que helaba hasta el aliento, la chica de cabellera blanca como la nieve se dispuso a acechar a su objetivo cual rapaz. Sus orbes no cesaron de perseguir a su quizás incauta victima, siguiendo todos sus movimientos e intentando que ésta no vislumbrase su figura por entre los tejados. Guardaba silencio mientras se desplazaba con sumo cuidado, intentando evitar cualquier tipo de ruido; casi parecía una kunoichi de verdad.

Por un instante, sus pasos cesaron al ver que la joven se plantó ante una lúgubre taberna. Taberna por llamarla de algún modo, pues no se diferenciaba qué tipo de establecimiento había tras las deterioradas paredes. Tan solo resaltaba un único nombre, sin ningún añadido para saber de su condición, tan solo "El descanso eterno".

La chica de Amegakure con cabellos del mismo tono que la noche de invierno que cubría la urbe no lo pensó demasiado, y sin mas pesar entró en el recinto. El crujir de la madera en mal estado no se hizo poco audible en mitad de la silenciosa noche, dando un toque mas que perturbador al sitio. En las calles ya no había ni un mísero alma, nadie a quien acusar, al cual acudir en auxilio... Hasta el chico con conjuntivitis extraña había desaparecido sin dejar rastro, parecían estar en mitad de una ciudad fantasma.

«¿Y esto no es sospechoso...? Jumph...»

Estaba claro, debía indagar en el asunto. Si tan inocente era esa chica según sus palabras, no había modo de que se adentrase en lugares así, menos tras un asesinato. El descanso eterno... ¿Acaso era una especie de secta de asesinos? Que mal rayo los partiese!

La kunoichi tragó saliva, y permaneció en el sitio por unos segundos mas. Su cabeza tan solo le daba vueltas al asunto; una y otra, y otra, y otra vez. ¿Cómo entrar allí sin levantar sospechas? Disfrazarse de esa chica, genial idea, de no se porque recién estaba entrando... Tomar la apariencia de una persona cualquiera, genial, pero si se trataba realmente de una secta de asesinos, tan solo encontraría un triste final... Hasta pasó por su mente el adentrarse sin tan siquiera transformarse, pero esa no era mejor idea que el resto de las anteriores.

De pronto, una idea de lo mas alocada voló por su sien cual meteorito por el infinito azul. Chasqueó los dedos incluso, y pronto se mordió los labios y se colocó de cuclillas, dándose cuenta de que la podían pillar siendo tan descarada.

Eso es! —Se susurró a sí misma, reafirmando su buena idea. De pronto, realizó una corta secuencia de sellos, y una leve cortina de humo sucedió a una transformación de lo mas locuaz. Sus orbes rojos con dibujos, su figura delgada y tétrica, una mirada penetrante, y semblante siniestro. Si, se había transformado en el chico de orbes cambiantes, tomando ese color rojo que tanto había destacado en éstos.

Esperó un instante, siendo consciente de que de no hacer algo se congelaría, y tras un no demasiado prolongado lapso de tiempo bajó por la fachada del edificio del que era actual soberana. Sin prisa pero sin pausa, avanzó hasta la puerta y abrió sin mediar palabra. Su actitud era la correcta, ese chico no parecía de los que piden permiso para tomar lo que no es suyo... como una vida ajena; después de todo, estaba casi segura de que eran compinches él y la chica a la que perseguía. Con un poco de suerte, sería ella misma quien lo revelase. Al menos eso pensaba, ya no había manera de echarse hacia detrás.


RE: El muerto vivo - Uchiha Akame - 23/12/2016

Cuando Ayame entró en la posada, la invadió una oleada de calor y una sensación hogareña de lo más agradable. El sitio era pequeño pero acogedor, y estaba tan bien decorado que incluso parecía más grande. La estancia principal se componía de una barra de madera labrada con grabados que representaban una historia; tras ella, varias estanterías con botellas de diversa índole. Frente a la barra se extendía una sala con cuatro mesas de madera surtidas de dos o tres sillas cada una. Una chimenea razonablemente grande crepitaba en mitad de la estancia, llenándola con su reconfortante calor. De las paredes colgaban hasta tres lámparas que iluminaban la posada.

¡Buenas noches, señorita, buenas noches!

El hombre que había respondido al saludo de Ayame era un tipo lo bastante mayor como para tener canas en la base del pelo pero no lo suficiente como para considerarse viejo. Era bajito, un tanto rechonchete, y exhibía una sonrisa de oreja a oreja en el rostro. Parecía de esa clase de posaderos honrados que son difíciles de encontrar.

¡Desde luego que tenemos habitaciones, desde luego! —anunció a viva voz, a pesar de que allí sólo estaban él y la kunoichi—. Ven a calentarte junto al fuego, ven. ¡Debes estar congelada!

En menos que canta un gallo, el posadero había desaparecido tras el arco de una puerta que había tras la barra —posiblemente daba a la cocina— y había vuelto con un cuenco de sopa humeante cuyo sólo aroma era suficiente para hacerle la boca agua al guerrero más rudo de Notsuba. La dejó sobre la barra, frente a Ayame.

¡Come, muchacha, no seas tímida, come! —le instó el hombrecillo—. Pareces exahusta, vaya que si pareces! Si no es mucho preguntar, ¿se puede saber de dónde viene una chiquita como tú a estas horas de la noche? Si no es mucho preguntar.

En ese momento la puerta se abrió, y un chico casi idéntico a Akame —mas no Akame— hizo acto de presencia en El descanso eterno. El posadero lo saludó con el mismo júbilo; puede que simplemente aquel tipo fuese así de animado.

¡Buenas noches, muchacho, buenas noches!


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