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RE: Los señores del Hierro - Uchiha Datsue - 22/05/2017 Pese a tantos peros que Soroku iba hilvanando uno tras otro, el Uchiha se encontraba cada vez más ilusionado y optimista. Sí, el herrero ponía pegas a todo, pero no se negaba en redondo, y eso era mucho más de lo que hubiese podido esperar tras la desilusión y el batacazo que se había llevado con Yuunisho. Soroku le dejaba un hilo del que tirar, y eso era todo lo que alguien como él podía pedir. —Oh, vamos, vamos —dijo, como quitándole importancia al peso de la marca del hierro—. Llevo todo el peso de una nación a mis espaldas. Estos escuálidos hombros soportan más de lo que parece, créame. Entrelazó los dedos de las manos y se inclinó hacia adelante. Más que achantado, el Uchiha reflejaba mayor entusiasmo que nunca. —Y respecto a lo demás… La exclusividad, la dificultad de las patentes y todo eso… bah —hizo un ademán con la mano, como diciendo que aquello eran simples pormenores—. Pequeños flecos que usted y yo podemos zanjar en un santiamén. Detalles, Soroku, detalles. ¿Qué le parece demasiado una exclusividad de seis meses? Lo reducimos a tres, y compensamos mi pérdida con otro acuerdo exclusivo: me vendéis más barato a mí los productos que yo ideo. Después de todo, es lo justo, ¿no? Es como si os cobrase por la invención, cosa que cualquiera en mi lugar haría… Separó las manos y dejó que los dedos de una empezasen a golpear suavemente la superficie de la mesa, en un ritmo caótico y ágil. El sonido de unas monedas cayendo al suelo. El sonido del dinero. —Y respecto a la dudosa viabilidad de mis ideas… Por Ama-Tsu-Mara, no creerá que he venido con las manos vacías, ¿verdad? He traído conmigo una de esas ideas ya forjadas. Una demostración de lo que mi ingenio puede fabricar con el servicio de unas manos toscas… solo para que se imagine lo que haría con unas expertas como las vuestras. Puedo enseñárselo cuando quiera, aunque antes… —le habían advertido dos veces, y solo un tonto hacía caso omiso a dos señales de peligro en un mismo camino—. ¿Cuál sería mi parte del trato? Los dos habláis de lo pesado que es la marca del hierro, pero ninguno me ha explicado todavía qué tendría que hacer. RE: Los señores del Hierro - Riko - 22/05/2017 La conversación se había transformado en una negociación en pos de llegar a un acuerdo comercial entre el afamado herrero y el genin de Uzushiogakure, que, al parecer, el principal motivo por el que había acudido hasta allí era para encontrar a alguien con quien tener aquella charla. Riko, por su parte, sin mucho que añadir en los negocios que se traían entre manos, se dedicaba a escuchar atentamente a ambas partes, pues no sabía si en alguna ocasión iba a ser él el que necesitara recurrir a una de estas charlas para conseguir algún tipo de trato, y, ciertamente, podría aprender bastante de lo que estaba presenciando. El Uchiha estaba haciendo una gran demostración de poder lingüístico, dejando ver como era capaz de llevar a su terreno casi cualquier situación que se le estaba planteando, por lo que el peliblanco se aseguraría de no dejarse convencer por éste en alguna ocasión futura. —. ¿Cuál sería mi parte del trato? Los dos habláis de lo pesado que es la marca del hierro, pero ninguno me ha explicado todavía qué tendría que hacer. Datsue se preocupó sobre lo que tendría que hacer para obtener aquel trato que, a pesar de no ser de su agrado, Riko sabía que tendría que ayudar si no quería dejar tirado a un compatriota, y ya bastante tenía con los rumores que se habían corrido sobre lo de la lista, como para añadir algo más a la lista. RE: Los señores del Hierro - Umikiba Kaido - 22/05/2017 El muchacho era astuto, en igual o mayor medida que su terquedad. Incapaz de tirar la toalla en una negociación que cualquier otro hubiese dado por perdida desde el principio. Y es que aunque debatiese con tanta propiedad, lo cierto es que frente a él yacía un hombre viejo y experimentado, ni la lengua más filosa le encantaría como si nada. Sus años de comerciante y herrero le habían permitido escuchar de todo. Pensó, sin embargo, que con un par de años más y unas cuantas experiencias, Datsue sería un tipo de armas tomar. —Está bien, dejemos las letras pequeñas del contrato para después —le hizo seña a Shinjaka, quien se movió a regañadientes a una habitación aledaña—. díganme, ¿qué tan buenos son cobrando deudas? »Alguien nos debe una buena suma de dinero por un encargo. Mi joven pupilo ha intentado lidiar con ello de la forma más adecuada, y sin embargo, no parecen muy reacios a saldar cuentas conmigo. Entenderás que en mi posición no me puedo permitir utilizar medidas más rudimentarias, tengo una reputación que mantener. Pero vosotros. Vosotros seguro que os la apañáis para convencerles de pagar lo que deben, o por el contrario, devolver las armas. Poco después, Shinjaka volvió con una vara metálica cuyo apéndice ya yacía tan candente como el mismísimo fuego. Rojizo, y soltando humo. —Sellemos pues el trato, socio... RE: Los señores del Hierro - Uchiha Datsue - 23/05/2017 El Uchiha no se hizo de rogar ante la primera pregunta, respondiéndola al vuelo: —Pues aquí mi amigo Riko y yo —ahora que le convenía tener de su lado a su compañero, rompió de improvisto aquella barrera imaginaria que había interpuesto entre ellos dos, dándole una fuerte palmada en el hombro, como si fuesen amigos de toda la vida—, nos dedicamos día sí y día también a ese tipo de menesteres. Podríamos decir que es nuestro pan de cada día en cuánto a misiones. «Excepto cuando nos mandan rescatar gatitos de lo alto de un árbol, claro. Cosa que juraría es el 99,99% de las veces… El resto de las veces, ahora que me doy cuenta, es impedir a esos mismos gatos hacer alguna de sus fechorías. Joder, tengo que darles las gracias algún día. ¡De no ser por ellos no tendría sueldo!» El herrero, sin embargo, pareció creer sus palabras, y en seguida empezó a relatarle en qué consistiría su encargo: convencer a alguien de que pagase su deuda. El Uchiha asintió, mientras iba asimilando toda la información, a la vez que echaba un vistazo de reojo a Riko… No parecía ser un profesional como Akame, pero su ayuda no le vendría nada mal en un asunto como aquél. Tenía que convencerle, fuese como fuese… —Sellemos pues el trato, socio... La voz de Shinjaka le puso los pelos de punta, y más se los puso lo que traía entre manos. Un hierro candente, al rojo vivo, se acercaba peligrosamente a su posición. Datsue lo contempló con ojos muy abiertos, desorbitados. Luego, su mirada pasó al brazo de Soroku, y luego otra vez al hierro, y luego otra vez a Soroku... ¡Aquel cabrón tenía la marca hecha en tatuaje! ¡En tatuaje! ¿Y a él querían calcinarle la piel? Pese a que hacía tan solo unos segundos había hasta ofrecido su brazo para tal propósito, ahora ya no lo veía tan claro… —Ehm… Riko, amigo mío —dijo, agarrándole de la sudadera y tirando hacia él—. Has estado muy callado todo este tiempo —Datsue seguía sin desviar la mirada del hierro candente, que atraían sus ojos como un poderoso imán—. Dime, ¿no quieres recibir tú la marca en mi lugar? ¡Seamos socios en esto, camarada! Te llevarás el 30% de los beneficios. Que digo el treinta… ¡EL CINCUENTA! RE: Los señores del Hierro - Riko - 23/05/2017 —Pues aquí mi amigo Riko y yo, nos dedicamos día sí y día también a ese tipo de menesteres. Podríamos decir que es nuestro pan de cada día en cuánto a misiones. Toda aquella hostilidad que había existido a lo largo del encuentro, de repente, había desaparecido como por arte de magia, y aunque el Senju no era un as en los negocios, sabía que aquello podía abrirle algunas puertas que, de otro modo, le sería imposible traspasar. — ¡Sí, claro! — Respondió efusivo. — Usted déjenos a nosotros, que nos hacemos cargo del asunto. Pero todo aquello se vio interrumpido por la aparición de Shinjaka, que se había ausentado durante unos instantes, pero, lo preocupante no era el regreso del joven, si no lo que traía entre manos, un hierro candente, de los que se usan para marcar al ganado y, por lo que parecía aquel no era precisamente para una res, si no para su colega Datsue, aunque, a fin de cuentas, era una posibilidad desde el inicio. —Ehm… Riko, amigo mío. Has estado muy callado todo este tiempo. Dime, ¿no quieres recibir tú la marca en mi lugar? ¡Seamos socios en esto, camarada! Te llevarás el 30% de los beneficios. Que digo el treinta… ¡EL CINCUENTA! El Senju miró estupefacto a su compatriota, estaba tratando de pasarle el muerto a él, y salir de rositas de aquello. — Esto... No, creo que en este caso deberías ser tú el que se quedase con la marca, a fin de cuentas, este es tu negocio. — Afirmó rotundo. — Además, nunca me han gustado los tatuajes... RE: Los señores del Hierro - Umikiba Kaido - 23/05/2017 Soroku-sama observó aquella disyuntiva de opiniones, y torció el gesto hacia una seriedad fortuita. Ya bastaba de juegos, de pasarse la bola caliente. Su receptividad para con los dos jóvenes hubo sido la suficiente. Era hora de que el hierro emitiera su marca. —¿y bien? ***
Kaido lo había presenciado todo. Desde los inicios de la conversación, hasta las tribulaciones del negocio. Y es que sus propios motivos para encontrase allí ya no tenían tanto valor ni interés como el que la encomienda de Soroku-sama le generaba. Le parecía una oportunidad única, desde su más impera inocencia, de involucrarse en una de esas aventuras únicas, tan distintas de las tareas que usualmente debe hacer en los confines de su propia aldea. Recoger mierda de perro no era divertido, ni mucho menos. Ni aunque el trabajo trajese su respectiva paga. Así que estaba dispuesto, demasiado, quizás, de colaborar con el tipo llamado Datsue. Y con su compañero, al que afortunadamente, ya conocía de antes. ¿Pero sería Datsue capaz de recibir la marca, sin acobardarse? Su valor sería el icventivo final para el tiburón. La sangre que le dirigiría directamente a la carnada de la mutua ayuda entre colegas de profesión. RE: Los señores del Hierro - Uchiha Datsue - 23/05/2017 Datsue lanzó una mirada furibunda a Riko, teñida de ligera decepción. Nuevamente, el Senju le traicionaba. —Pues a las tías les encantan los shinobis con tatuajes, Riko. Muy mal vas a ir con ellas como continúes por ese camino… —dudó, pero finalmente le soltó la pulla final:—, y menos con los rumores que cuentan sobre ti… Pero Soroku no estaba dispuesto a perder más tiempo. Apremió a Datsue, quién chasqueó la lengua, irritado. Sabía cuándo dar una batalla por perdida, y Riko definitivamente lo era. Inspiró profundamente y cerró los ojos... «Piensa en el dinero, Datsue, en lo que te podrás comprar si esto termina bien… Se acabaron las misiones aburridas, el tener que hacer números para llegar a fin de mes. Podrás comprarte un chalé en el País del Agua, con piscina y criadas para que te hagan la comida y la colada. Con el tiempo, ahorrarás lo suficiente para un velero. Y claro, un buen velero no es nada sin sus…» Datsue tuvo que inspirar con fuerza para contener un chorro de hemorragia nasal. Luego, invadido por la euforia de un Kusareño al ver su siembra madurar, se quitó la camisa con un violento movimiento de mano, tirándosela a Riko. —¡Adelante, muchacho! —le espetó a Shinjaka, como si hubiese sido el pupilo el que hubiese dudado de clavarle el hierro, y no él de ofrecer su piel—. ¡Y que no te tiemble el pulso! ¡Vas a tener el honor de hacer algo inaudito: dejar una marca en Datsue el Intrépido! ¡Shinobis el doble de altos que tú y con el doble de años soñaron con eso y jamás lo consiguieron! ¡AQUÍ! —Datsue se dio tal palmada en el hombro que resonó por todo el local como la bofetada de una amante al descubrirse engañada—. ¡Sin miedo, compañero! ¡HASTA EL FONDO! RE: Los señores del Hierro - Riko - 23/05/2017 Datsue le lanzó una mirada que, sin duda alguna mostraba una decepción que no tenía ningún sentido, pues en ningún momento el peliblanco había hecho además de participar en el negocio que estaba teniendo lugar y, por circunstancias de la vida, estaba metido en el bando de su compatriota, pero eso no significaba que tuviera que sellar el trato por él. Jodidos chismosos que hay en la villa... no pueden estarse callados. Aquel asunto, por el momento, no le había traído demasiados problemas, pero no descartaba que en un futuro le condicionara en algo, todo por una mierda de votación sin sentido que habían hecho en la academia, era algo que no llegaba a entender. Mientras el Senju meditaba sobre sus asuntos, Datsue se decidió por fin a recibir la marca, con una actitud que, cualquier persona que supiera un poco, calificaría de, por lo menos bipolar, pero Riko no era psicólogo por lo que no iba a juzgar a su compañero, a fin de cuentas, no dejaba de ser una situación algo cómica. RE: Los señores del Hierro - Umikiba Kaido - 26/05/2017 ¡AQUÍ!
Su hombro se sonrojó como el rostro de una dama halagada, víctima de los piropos de media naranja. Aquella muestra de hombría no hizo más que preparar la piel, llenándola de coraje, para que pudiera soportar el inminente contacto de aquel hierro candente. Sin trastabillar en sus palabras, Datsue espetó su frase siguiente como si se tratase de un grito de guerra. No se hizo de rogar... ¡HASTA EL FONDO!
Shinjaka movió su su galante brazo hacia las proximidades de Datsue, y sin pensarlo dos veces; dejó que el hierro tocara su hombro de lleno. El inconfundible sonido de la carne quemándose inundó la habitación, y un olor nauseabundo acompañó una ligera estela de humo desprendido del mismo pedazo de metal que ya no se encontraba tan rojo. Sin embargo, lo que más conmovió a los presentes fueron los gritos de Datsue. Porque, por increible que fuera su voluntad a soportar el dolor que conlleva recibir la marca, su cuerpo no estaba preparado para ello. Ni su cuerpo, ni su mente, que de pronto sucumbió hacia los infranqueables mares de la inconsciencia, exigiendo a sus neuronas apagarse por pocos segundos e induciéndolo así a un repentino sueño, a un desmayo inevitable. ***
Riko presenció en primera fila todo aquel espectáculo. Desde el desfallecimiento de su compañero, hasta su transporte a una habitación contigua donde se le dispuso de una cama, y se le introdujo el brazo en una amplia cubeta con agua tibia para aliviar el dolor y sanar la cicatriz. Seguramente pensaría que tan sólo le tocaba esperar a que Datsue despertara, lo cual podía ser más pronto que tarde, y sin embargo; la conocida figura de un travieso escualo le sacó de sus pensamientos. Se trataba de Kaido, Umikiba Kaido. ¿Pero qué hacía el escualo ahí? —Ese amigo tuyo tiene lo que se llama un buen par de cojones, compañero. He visto venir aquí a tantos renacuajos a pecar de valientes, pero cuando el hierro se une a la conversación, la mayoría espabila y pega la carrera en un dos por tres. Já, así, de buenas a primeras, me agrada más tu amigo que tú, y eso que te conocí a ti primero. ¡jajaja! que bueno verte, colega. ¿Cómo te trata la vida? Kaido, siendo Kaido. Ni más, ni menos. RE: Los señores del Hierro - Uchiha Datsue - 26/05/2017 Primero, el hierro candente lamiendo su piel, suave y cálido como el beso de Amateratsu. Luego, el sonido de un trozo de carne a la parrilla. Acto seguido llegó el humo, que traía consigo el inconfundible olor a carne quemada, de un dulzón nauseabundo. Entonces, más rápido que un Kusareño gritando: ¡me rindo!, el Uchiha se encontró chillando como un cerdo en un matadero. Se desgañitó hasta que el mundo pareció moverse, girando a su alrededor. No logró mantener el equilibrio, desplomándose en el suelo a medida que sus fuerzas le abandonaban. Entonces, como el chasquido que produce una batería hidroeléctrica al agotarse, su cerebro se apagó. RE: Los señores del Hierro - Umikiba Kaido - 3/06/2017 Mientras Kaido intentaba congeniar con su viejo compañero de aventuras, Riko pudo comprobar cómo dos hombres, sucios y con el cuerpo bañado en carbón, se adentraron a la habitación con el fin de alzar a Datsue de su camilla y llevarlo a una habitación contigua, a dónde alguien se ocuparía de él y de su herida más apropiadamente. El escualo observó aquello como quien sabe haberlo visto antes, y le dio dos palmadas a su compañero Riko antes de que éste quisiese responder, a fin de darle cierta tranquilidad. —Tranquilo, seguro lo llevan a donde Soroku. La única vez que le he visto poner la marca, también decidió tener una larga conversación con el marcado. Tienen que hablar de negocios, ya sabes. Ahora, cuéntame, ¿qué has estado haciendo desde entonces, que logramos salir con vida de Inaka? ***
Datsue de pronto comenzó a recuperar la conciencia, como si se estuviese despertando de un mal sueño. No supo dónde se encontraba, desde luego, aunque mientras fuera recuperando la visión, podría ir observando los vestigios de lo que parecía ser un raído despacho, donde el olor a mecha y fuego predominaba el ambiente. Poco después, el dolor de su antebrazo volvió a aparecer, aunque no tan fuerte como recordaba al momento de que Shinajaka le hiciera mella con el hierro candente. En su brazo, la marca yacía levemente curada, dejando ver la rojiza cicatriz con la forma del estandarte al que ahora Datsue respondía. Y frente a él, Soroku, aguardaba paciente. Expectante, y ligeramente preocupado por su "cliente". —¿Cómo te sientes, Datsue-san? —increpó, quizás reconfortante para el afligido observador, quien a diferencia del mismo herrero, su quemada no era tan grotesca como la que ataviaba el rostro del mismísimo Soroku. RE: Los señores del Hierro - Uchiha Datsue - 5/06/2017 Al principio, su conciencia estaba dormida, sumida en una oscuridad absoluta. Su cuerpo acababa de sentir demasiado dolor, y su mente, en un mecanismo de autodefensa, había optado por apagarse para no sentir nada más en absoluto. Pero aquello solo era una medida temporal, un sedante con fecha de caducidad. La oscuridad fue cobrando color; el silencio empezó a verse interrumpido por su lenta pero constante respiración; y el olor… el olor empezó a ser reconocido por su olfato. Olía a pólvora, a fuego, a quemado… «A quemado…» El Uchiha entreabrió los ojos. Estaba tumbado en una cama, en lo que parecía un despacho en el que la limpieza brillaba por su ausencia. Y a su lado, observándole… —¿Cómo te sientes, Datsue-san? El Uchiha apenas emitió un gruñido como respuesta. ¿Qué cómo se sentía? Dolorido, como si hubiese estado jugando al Puño Kumoriense —un juego que consistía en intercambiarse puñetazos al hombro hasta que uno de los dos se rendía— con alguien que no debía, y durante más tiempo de lo recomendable. También estúpido, por haber aceptado la marca de hierro con tanta facilidad y no haber sugerido alguna alternativa, como por ejemplo un tatuaje o firma en un pergamino. Débil; desnutrido; enfermo, como con fiebre; con la angustia en el cuerpo por no saber si la quemadura en el hombro era tan horrible como se imaginaba. Pero, por encima de todo, se sentía… —Como un Kusareño en combate —optó por decir, lacónico. Aquella simple frase resumía perfectamente todas y cada una de las emociones que padecía el Uchiha en aquel momento. Trató de incorporarse, y sintió un puntazo de dolor en el brazo que le hizo rechinar los dientes. Luego, giró la cabeza hacia el desperfecto. Sus ojos eran apenas una rendija, como si no quisiesen ver el destrozo que tenía en el hombro, y cuando lo vislumbró… —Oh, por Shiona… —dijo con un hilo de voz, tapándose los ojos con la mano buena, mientras se maldecía entre murmullos y negaba con la cabeza. Aquella no era una cicatriz de las guays, de esas que otorgaban un toque varonil a su poseedor pero sin restarle atractivo. No, aquella era una maldita quemadura como la que se le ponía a los becerros. De esas con la que los Kusareños marcaban al ganado—. Y ahora que llegaba el sol y la playa, joder… —murmuró, recordando como la costa de Uzu solían abarrotarse de kunoichis en bikini. ¿Qué haría él ahora? ¿Pavonearse por la arena con un brazo quemado? Sin duda llamaría la atención, pero no por la razón que hubiese deseado… RE: Los señores del Hierro - Umikiba Kaido - 5/06/2017 Nadie más que el mismísimo Soroku podría comprender la aflicción que Datsue podría sentir respecto a la marca que ahora yacía impregnada en su brazo. No obstante, y a diferencia de las condiciones en las que se había suscitado su propia marca, las probabilidades de que el shinobi se viera incapacitado por tan pequeña quemada eran precarias. —No te preocupes, sanará, como cualquier herida. Con el tiempo las cicatrices se encogerán como las marcas que dejan las vacunas y más pronto que tarde, tendrás apenas un pequeño vestigio de lo que ahora parece algo mucho más grave, y antiestético —aquella última palabra le hizo bastante gracia. Porque, de antiestético, su rostro entero, carcomido a la mitad por un contrato mucho más grave, y de más responsabilidad—. Lo que no olvidarás, será el dolor que te ha generado el hierro candente. Las marcas pueden desaparecer, desde luego, pero no así el sacrificio al que ciegamente te has arrojado con el fin de cumplir tu más imperioso objetivo, mi querido Datsue. Querrás ver tu negocio saldado, y pensarás que no ha de haber sido en vano el sucumbir al fuego, ni tampoco estrechar mi mano ahora mismo. Su maltrecha extremidad derecha se alzó erguida como el mástil de un catamarán, y se mantuvo perpetua allí frente al joven Datsue. Ojo a ojo, frente a frente, parecía que el simbolismo de aquel saludo sería incluso más importante que el haber accedido al hierro, como si aquello hubiese sido una simple prueba de disposición. RE: Los señores del Hierro - Uchiha Datsue - 5/06/2017 Soroku tenía razón. Si el aliciente de hacerse de oro en algún momento no le fuese suficiente, el hecho de querer que aquel destrozo en su brazo no resultase en vano sí lo sería. Un destrozo que, por mucho que le asegurase Soroku, dudaba que fuese a desaparecer. «No al menos lo que me gustaría» Observó la mano que el herrero le tendía. Suspiró. Si había llegado hasta allí, sería engañarse a sí mismo el hecho de querer plantearse siquiera su continuación o no en tan turbio negocio. Solo había un camino. «Siempre ha sido uno...» Sintió un latigazo en el brazo al alzarlo, como si alguien le hubiese dado una descarga eléctrica. Apretó los dientes y completó el movimiento, estrechando con fuerza la mano con Soroku. Y ya estaba. Ni ríos de tinta desperdiciados en un viejo pergamino con sello, ni extraños fuuinjutsus para asegurar el cumplimiento de lo apalabrado. No hacía falta. No entre verdaderos hombres de negocio. —De quién se trata, ¿entonces? —preguntó, directo al grano—. Ese hombre reacio a saldar sus deudas. RE: Los señores del Hierro - Umikiba Kaido - 5/06/2017 Un apretón de manos, de fuertes convicciones. Luego, una flecha de intención directa al grano. Datsue quería saber los detalles del encargo que tendría ahora entre manos. —De quién se trata, ¿entonces? —preguntó, directo al grano—. Ese hombre reacio a saldar sus deudas. —Su nombre es Kojuro Shinzo, un ciudadano insignia de la ciudad de Tanzaku Gai. Un apalabrado hombre de negocios con el que he tenido contacto desde tiempos anteriores incluso a tu nacimiento, infiero, y al que tenía yo en muy buena estima hasta el día en que decidió no cumplir su palabra. Preví con él despacharle uno de los cargamentos más grandes que he hecho alguna vez, pues según necesitaría de un buen abastecimiento de armas para lo que calificaba él como un muy particular evento de multitudinaria asistencia. Una especie de Torneo, o algo similar —mientras contaba todo aquello, Soroku-sama se había estado moviendo a lo largo y ancho de la habitación, preparando un par de tazas de té caliente y finalmente llevándole una a su invitado. La dispuso frente a él, y continuó;—. lo cierto es que el cargamento estuvo tasado en veinticinco mil ryos, y sólo pagó la mitad. Alega conflictos con los prestamistas de su ciudad, pero entenderás que ese no es mi problema, y tampoco será tuyo. Kojuro Shinzo le debe a ésta casa, y habrá que hacérselo entender más pronto que tarde. Luego, le dio un sorbo al té y palpó el sabor sobándose los labios. —Sin embargo, mi querido Datsue, Shinzo es un hombre de recursos. Ha sabido evitar mis comitivas, y ahora mismo no parece muy dispuesto a sacar la cabeza de su agujero. Y menos, sabiendo que el torneo del que hablaba ya ha sido anunciado. El Torneo de los Dojos, al que serán invitados distintos y numerosos shinobi de las tres grandes Aldeas de Oonindo. Torneo en el que, si no me equivoco, podrías participar. |