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Doctrina glacial - Aotsuki Ayame - 20/10/2015 La titánica figura se recortaba contra la oscuridad en el horizonte. Podría haber pasado desapercibida, si no fuera porque las llamas que devoraban las ruinas revelaban sus rasgos. Podría haber pasado desapercibida si no fuera por aquellos estridentes bramidos que emitía cada vez que conseguía derribar una nueva estructura. Sin embargo, el monstruo era imposible de distinguir en aquella amalgama de colas, cuernos y patas... Un nuevo rugido hizo vibrar todo su cuerpo. Se encontraba paralizada por el más absoluto terror, sintiendo cómo el suelo temblaba bajo sus pies al son de la furia del monstruo y luchando por respirar en una atmósfera cada vez más y más viciada. El humo inundaba sus pulmones, el fuego erizaba cada centímetro de su piel, cada alarido acuchillaba sin ningún tipo de piedad sus tímpanos y ella era incapaz de mover un sólo músculo. ¿Acaso estaba en el infierno? La temperatura descendió repentinamente. El fuego seguía crepitando a su alrededor, pero la atmósfera se había tornado fría como una tarde de otoño. Una sombra blanca se deslizó ante sus ojos. Pero extraña aquella sensación de calma no duró más que unos instantes, antes de que desapareciera tan rápido como había aparecido. El monstruo giró su cuerpo. Y antes de que pudiera llegar siquiera a ver su cabeza, la noche se hizo día con una deslumbrante blancura que abrasó todo su cuerpo... ...
Ayame despertó con un grito ahogado. Entre violentos temblores y con una fina capa de sudor frío recubriendo su cuerpo, tardó unos segundos en darse cuenta de que estaba jadeando como si hubiese corrido una maratón y que, del mismo susto, se había incorporado bruscamente en la cama hasta quedar sentada. Otra vez... esa pesadilla... Desde que había salido del hospital por su última neumonía, no había noche que no la acosara. Al principio no le había dado demasiada importancia. No era más que un sueño sin sentido. Pero conforme pasaban las semanas y veía que se repetía prácticamente casi todos los días, Ayame había comenzado a preocuparse. Sin embargo, no había hablado con nadie de ello. Si se lo contaba a su padre, simplemente la apartaría a un lado como una niña pequeña que sólo buscara llamar la atención. Otros la tomarían por loca... No, no podía contárselo a nadie. Por lo que sólo le quedaba esperar a que su subconsciente se ordenara y las pesadillas desaparecieran, tal y como habían aparecido. Ayame soltó un último suspiro y alzó la mano hacia la mesita de noche para tomar a ciegas su bandana. Sin embargo, sus dedos sólo arañaron la superficie de madera. —¿Eh...? —balbuceó, en mitad de un amplio bostezo. Sin embargo, cuando giró la cabeza y vio que la placa de metal no estaba sobre la mesita de noche, su corazón se olvidó de latir durante un segundo—. ¿Dónde...? Prácticamente saltó fuera de la cama cuando sobre la mesita de noche. Apartó varios muñequitos y cachivaches sin importancia que había ido acumulando a lo largo de la semana, removió la lamparita, rebuscó en el único cajón. Incluso miró debajo del mueble y se llevó un coscorrón cuando fue a reincorporarse con las manos vacías. Fue en ese momento cuando reparó en un pequeño papel que no recordaba haber dejado ahí. Extrañada, Ayame lo tomó y lo desdobló. «Si quieres recuperar tu bandana, ven a la orilla este del Gran Lago de Amegakure antes del mediodía.»
La nota estaba escrita con una letra precisa y pulcra, aunque algo sobria. Le resultaba ligeramente familiar, pero en aquellos instantes no logró recordar de qué. Y ni siquiera se paró a pensar sobre ello. Le temblaban las manos de sólo pensar qué demonios significaba aquello. Ella había dejado la bandana sobre la mesita la noche anterior, como hacía todas las noches antes de ir a dormir. Eso quería decir que alguien había entrado en su habitación, se la había llevado y había dejado aquella nota. ¿Pero quién? ¿Y por qué? —No será... —balbuceó para sí, aterrada. ¿Y si había sido Kyō? Pero aquello no tenía sentido. Por muy matón que fuera, no sabía dónde vivía. Y de hacerlo, no se atrevería a entrar en su casa de madrugada por las buenas... ¿No? Tragó saliva. No le quedaba otra opción que acudir al lugar y esclarecer los hechos. Se vistió como una auténtica exhalación, pero no se olvidó de anudar en torno a su frente un largo lazo de tela azul para ocultar la marca de nacimiento con forma de luna menguante. Por si acaso, se llevó también sus armas como kunoichi. No tenía manera de saber si las iba a necesitar o no, pero le convenía ser precavida. —¡Ahora vuelvo! —le gritó a las dos siluetas que distinguió por el rabillo del ojo en el comedor. Le pareció oír una exclamación a su espalda, pero antes de que pudiera escucharla la puerta se había cerrado tras su paso. «Mi bandana... Devuélveme mi bandana... ¿Quién ha sido? ¡Maldita sea!» Se repetía en su fuero interno, mientras las calles pasaban a toda velocidad a sus flancos. Cualquiera podría haber afirmado que aquel día volaba. Ni siquiera sentía las gotas de lluvia contra su piel, estaba plenamente concentrada en correr a toda velocidad hasta el lugar donde la habían citado. Y ni la permanente tormenta ni los indignadas exclamaciones de las personas a las que salpicaba con sus zancadas podían sacarla de su trance. Así, llegó a la orilla en apenas diez minutos, con el pelo revuelto por la lluvia y jadeando como una loca. —¿Dónde está...? El lugar en el que se solicitaba su presencia era una zona descubierta en la misma orilla del lago, a la que se podía acceder por una pequeña abertura a modo de entrada en un pequeño muro que no superaba el metro de altura, y bordeada por la presencia de sauces, álamos y chopos. Dejando a un lado la vida vegetal, por el momento no parecía haber nadie allí, y Ayame se removió con el pensamiento de que se había equivocado de sitio o estaba a punto de caer en una trampa. RE: Doctrina glacial - Amedama Daruu - 23/10/2015 ¡PIPIPIPÍ, PIPIPIPÍ! Daruu se levantó de un brinco y cayó de morros contra el colchón. Sobresaltado y confuso, se le cayeron la sábana, el edredón y la manta con las que dormía encima de la cabeza, y como un fantasma salido de un libro de cuentos para niños pequeños, se movió dando tumbos y tropezándose con todas las cosas que existían en su amplia habitación. Con el armario de buena madera, en varias ocasiones. Este armario se lo había fabricado papá cuando era chico. La televisión que restaba en uno de los estantes bajos no. Hasta donde él sabía, papá no podía crear electrónica, y menos por aquella época. En esa tele solía jugar a una nueva tecnología inventada en Ame: los videojuegos. Dos palitos moviéndose y dándole a una pelota podía parecer un juego estúpido, pero cuando lo probabas resultaba muy divertido. También tropezó con la patas de la cama, que estaba colocada en paralelo a la ventana y adornada de verde. Las cortinas, de su otro color preferido: azul. Se tropezó con ellas, y se golpeó la crisma con la mesita de noche, de caoba, sobre la que sonaba a gritos un despertador que él no había preparado. Cayó al suelo con un chichón considerable. —¡AY! —se quejó, cuando después de eso, encima le cayó el despertador en todos los morros, luego se fue hacia el suelo y se partió en pedacitos. Otra vez. Daruu tenía una extraña afición por apagar los despertadores a mamporrazos, aunque parezca extraño decirlo ahora que acabáis de oír que los mamporrazos se los estaba llevando él. La diferencia de aquella con otras veces es que el despertador no lo había puesto él: lo había desconfigurado a propósito para quedarse durmiendo hasta más tarde. Se levantó refunfuñando, con un dolor de cabeza terrible —interno y externo—. ¿Quién podría haberle preparado tan vil artificio? Pensó en mamá, por lo obvio, así que cabreado como él podía estar e ignorando cualquier otra cosa que pudiera haber habido en su cuarto salió despedido pisando bien fuerte el suelo hacia la cocina. Allí le esperaba la mesa donde tomaban normalmente el desayuno y su madre, sentada con la bata puesta y despeinada. —Buenos días, cariño —le dijo Kiroe, con la sonrisa de quienes ocultan muchas cosas. —¿Por qué me has puesto el despertador? —espetó Daruu, directo—. Hoy quería dormir... —No es bueno para un ninja privarse de buenos madrugones. Nunca sabes cuándo te vas a tener que despertar para irte a una misión importante, hijo —explicó mamá, todavía con esa sonrisilla juguetona. —DOR. MIR. Daruu se había cruzado de brazos como un niño chico y había gritado esas dos sílabas todo lo alto que había podido. Kiroe no había cambiado su gesto juguetón, pero se había levantado y movido tan rápido que Daruu no había podido ni verla. El desayuno estaba en su sitio, en la mesa: un bollito de vainilla y un vaso con leche con chocolate. Lo más curioso es que no sólo el desayuno descansaba en la lisa superficie del mueble, sino una nota enrollada sobre sí misma escrita con la letra de su madre. «Coge tu bandana.» ¿A qué estaba jugando su madre? ¿Por qué tanto misterio? En el fondo daba igual, porque lo peor que se podía hacer era picar la curiosidad de Daruu, que tenía la costumbre de querer meter su naricilla respingona en todos los asuntos que no le incumbían. Estuvo pensando en qué quería hacer su madre con él durante todo el desayuno. Al final llegó a la conclusión —no podía haber otra— de que su madre quería entrenarlo personalmente. Nunca había entrenado con ella, y ahora que era ninja... De pronto estaba emocionadísimo. Apenas terminarse el desayuno, dejó los trastos en la pila y corrió de nuevo a su habitación. Abrió el armario, donde guardaba su ropa y su equipamiento, y se vistió como de costumbre, solo que... —¿Qué...? —cuestionó en voz alta. Aquello debía ser una broma. «Si quieres recuperar tu bandana, ven a la orilla este del Gran Lago de Amegakure antes del mediodía.» Aquella nota no estaba escrita por su madre. Él lo sabía, por la rectitud de las ascendentes y descendentes de las letras. Por la excesivamente medida separación de cada carácter, por la increíble falta de expresividad de cada trazo. Aquellas letras podrían haber parecido de imprenta si no se notase un ligero error en el último carácter. Pero el error había sido tachado con una linea finita y puesto entre paréntesis. Jamás había visto a nadie tan preocupado, quizás hasta molesto, por haber cometido un error de caligrafía. Pero en serio, ¿qué estaba pasando? ¿De quién era esa nota? ¿Sería todo plan de su madre, o su madre no tenía nada que ver con todo aquello? Con el corazón acelerado y excesivamente preocupado por haber perdido su recién adquirida bandana, ya estaba preguntándose si sería el genin más descuidado de su aldea o la víctima de la broma de una madre. Resopló y salió corriendo de su casa, casi atropellando a los clientes que estaban entrando en la pastelería de su madre. Su madre estaba en la cocina. Tenía las respuestas a menos de cinco metros de la puerta de entrada del local. Pero siquiera se dio cuenta de eso. Tenía la mente tan ofuscada... Corrió hacia la orilla este sorteando gente y sin darse cuenta de que no se había puesto nada para protegerse de la lluvia. Qué más da, siempre iba así, pensó. Al final, era verdad lo que le habían dicho siempre sus parientes más tradicionales, que a base de abrazar la lluvia uno se puede mover entre ella sin mojarse. Claro que te mojabas. Pero te acostumbrabas a ella. Y era como si ya no estuviese allí. Sólo que cuando no estaba, era un mal presagio, claro. Sorteó un par de escombros y pasó de un salto por en medio de una abertura del muro para llegar a un claro, o una apertura al lago, bordeada de sauces, álamos y chopos. Y allí estaba ella. —¿Ayame? Menuda broma de los dioses. ¿Ayame le había robado la bandana? ¿Para qué? ¿Y por qué quedar allí? ¿Para qué le había quitado la bandana? Espera, ¡Ayame tenía una tela azul en lugar de la bandana puesta! Ella tampoco tenía bandana, ¿significaba que se la habían quitado también? Mientras divagaba y se hacía todas esas preguntas, Daruu tenía la cabeza torcida, mirándola. Parecía un perrito, confundido ante un amo que no le lanza una pelota que sujeta en la mano. —¿Ah? —¿Qué queríais que dijera? RE: Doctrina glacial - Sasaki Reiji - 26/10/2015 —Quien eres? Pregunto el joven en voz alta a la persona que se encontraba frente así. Aunque la verdad es que no le hacia falta, en el fondo de su corazón el chico sabia la respuesta. Se estaba mirando a si mismo, con el pelo un poco mas largo, sin teñir y con unos cuantos años mas que el. Era una versión adulta de si mismo. Aparecía de vez en cuando en sus sueños, en una habitación completamente blanca. —Ya lo sabes, deja de negarselo a tu corazón Aquello era lo único que decía las pocas veces que se dignaba a aparecer. Pero aquel hombre tenia razón, fuera cual fuera la respuesta a la pregunta y pese a que la conocía de verdad, Reiji se negaba aceptarla. Había algo dentro de su cabeza o tal vez algún tipo de sentimiento, que no le dejaba aceptar aquella verdad. Y dolía, dolía lo suficiente para querer arrancarse el corazón del pecho. —Respondeme! Daba igual cuanto gritara o lo alto que lo hiciese, simplemente aquel reflejo adulto de Reiji sonreía y se marchaba. Y entonces despertaba. Aquello no pasaba con frecuencia, pero las pocas veces que sucedían se levantaba con un terrible dolor de cabeza, como si se hubiese metido entre pecho y espalda litros y litros de alcohol la noche anterior. El muchacho se llevo la mano a la frente y pensó que tal vez debería contárselo a su madre algún día, pero no seria aquel. Cuando se le paso un poco se incorporo de la cama y se acerco a la venta de su habitación para sacar la cabeza y que le diera un poco el aire y el agua. Como siempre vestía con un pijama de color gris decorado con un montón de caritas de osos panda. El joven había utilizado uno así desde siempre. Su habitación no era gran cosa. Pese a que el negocio de su madre iba bien y sus padres tenían bastante dinero, vivían en una piso bastante modesto. La habitación de Reiji era bastante pequeña, tenia el espacio justo para una cama, un armario, una estantería y un pequeño escritorio. En realidad la mesa, la estantería y la cama formaban parte del mismo mueble, que hacia una L en una de las esquinas de la habitación. La ventana estaba situada sobre el escritorio, y el armario estaba frente a la cama separados por muy poco espacio, el justo para moverse y vestirse. Tampoco había mucha decoración, la estantería tenia algunos libros y cómics de cuando era mas pequeño, pero la mayoría de las estanterías estaban repletas de complejos puzzles de madera y de cristal que había acumulado y resuelto a lo largo de los años. Aun le fascinaba desmontarlos y volverlos a montar. Cuando el muchacho se encontró un poco mejor, volvió a meter la cabeza en su habitación y cerró la ventana. Los días que le pasaba aquello se encontraba sin ganas de hacer nada, apagado, desanimado. Y solía salir de su casa a dar una vuelta por la ciudad, o incluso se acercaba a la joyería por si su madre necesitaba ayuda, aunque no le apeteciera tratar con ningún tipo de persona. Sus dos progenitores hacia tiempo que se habían marchado. Así que el muchacho se ducho, se puso la ropa y se tomó algo para desayunar antes de decidirse a salir de su casa. Pero algo le detendría antes de marcharse. Siempre dejaba su ropa de abrigo colgada en un perchero al lado de la puerta. Evidentemente la de sus padres ya no estaba, pero lo raro no era eso, lo raro era que la del joven tampoco estaba allí. Su gabardina había desaparecido, y en su lugar, pegada al perchero con un trozo de celo, había una notita de papel que decía: «Si quieres recuperar tu bandana, ven a la orilla este del Gran Lago de Amegakure antes del mediodía.»
Reiji no reconoció la letra. No era de su madre, ni de su padre y parecía escrita con algún tipo de maquina, era demasiado perfecta, y no parecía apreciarse ningún tipo de emoción en ella. Intento darle vueltas a su cabeza para ver quien querría robarle su bandana y por ende, su gabardina, donde la tenia cosida. Y no encontraba ningún tipo de respuesta, y probablemente no lo haría hasta que fuera al lugar indicado, por lo que no tardo en salir por la puerta y cerrarla con llave. Ahora con razón tenia que tener cuidado con la seguridad, le habían entrado a robar. El lugar en si no estaba muy lejos de donde vivía el muchacho, sin embargo este se temía que aquello fuese una trampa. Se preguntaba una y otra vez por que un ladrón dejara una nota de "rescate", y eso le llevaba siempre hacia la misma conclusión. Aquello era una trampa con todas las letras. Pero tenia planeado recuperar su gabardina y su bandana, y de pasado darle un escarmiento a quien quiera que fuese el ladrón. Llegó con bastante rapidez, y a lo lejos fue capaz de atisbar un par de figuras humanas, que desde la distancia a la que se encontraba era muy difícil distinguir. Se acerco andando, no sin cautela, por supuesto, pues aun tenia la certeza de que todo aquello no se trataba de otra cosa que una trampa para él. Cuando se acerco lo suficiente, distinguió a una joven y a un joven, ambos de oscuros cabellos y ojos marrones. Entonces Reiji alzo la voz. —¿Acaso sois vosotros los artificies de tal fechoría? ¿Seriáis tan amables pues de devolverme mi bandana? no quisiera tener que heriros Pese a todo, seguía muy atento a sus alrededores. El cuerpo del joven estaba tenso, aun creía que se trataba de algún tipo de trampa, y se la estaba esperando. RE: Doctrina glacial - Aotsuki Ayame - 30/10/2015 Los minutos pasaban, y su única compañía eran las efímeras gotas de lluvia que caían sobre ella sin descanso. Nadie se presentaba en el lugar, y conforme se alargaba el tiempo, Ayame se removía en el sitio, cada vez más nerviosa. Al final terminó por desenganchar la cantimplora que llevaba colgada tras la espalda y le dio un par de ávidos sorbos sin dejar de mirar a su alrededor. Y casi se atragantó cuando escuchó una voz familiar a unos pocos metros de su posición. —D... ¿Durru-san? —balbuceó, incapaz de creer lo que veían sus ojos—. ¿Qué sign...? Las palabras murieron en sus labios, como diluidas por la lluvia. No había podido evitar tener una primera impresión horrorizada de que podría haber sido Daruu quien le había robado la bandana, y las dudas incluso habían llegado a bombardear su mente como una cascada de preguntas. Pero su compañero de aldea parecía igual de confundido que ella. Y, lo que era aún más sorprendente... Él tampoco llevaba la bandana sobre su frente. —¿A ti también te han robado la bandana? —preguntó, con un hilo de voz, tras haber registrado todo su cuerpo. Inspiró, dispuesta a volver a hablar, pero una nueva voz la sobresaltó. Tenía un extraño deje arcaico, y cuando Ayame se giró en su dirección se sorprendió al descubrir a un chico de aproximadamente su misma edad. Lo que más llamó su atención fue la melena que lucía, de un color rojo como la sangre, y que se mecía tras su espalda como una llamarada con cada paso que daba. En un lugar siempre lúgubre y gris como Amegakure, el pelo de aquel era como un foco en mitad de una noche cerrada. Enseguida los recuerdos volvieron a su mente, desde luego no podía olvidar a alguien que parecía tener fuego por pelo. Habían coincidido en la academia, aunque no lograba recordar su nombre. —N... nosotros no hemos sido —dijo, y su tono de voz sonó mucho peor de lo que habría querido. Enseguida se apresuró a señalar tanto a Daruu como a sí misma para evitar confusiones innecesarias—. A nosotros también nos han quitado las bandanas. ¿Tenéis alguna idea de quién puede haber sido? De hecho dejaron una nota en mi habitación... pero no estaba firmada. Agitó suavemente el papel, que aún sujetaba en su diestra. La lluvia había convertido el papel en apenas una lámina de gelatina, pero las palabras aún eran legibles en ella. RE: Doctrina glacial - Amedama Daruu - 5/11/2015 Ambos se quedaron allí, mirándose el uno al otro, pasmados como si dentro de su mente estuvieren recreando la historia más increíble por imaginar, a cada cual menos realista. En el caso de Daruu, se encontraba tratando de enlazar las enigmáticas palabras y la nota de su madre, con la otra nota diferente, con el hecho de que a Ayame, aparentemente, también le habían quitado la bandana. —¿A ti también te han robado la bandana? —preguntó la muchacha, aparentemente tan confundida como podía estarlo él. —Pues... pues... Sí, sí, no la tengo, pero esto es muy extraño, esto... —se llevó ambas manos a la cabeza y puso su mirada en el horizonte, pidiéndole respuestas que no encontraba. ¿Su madre? Imposible. ¿Por qué su madre? Bueno, era la opción más probable. Era la que le había dejado la primera nota. ¿Pero y la segunda? Podrían haber preparado una sorpresa para él, pero ¿por qué a Ayame también? Ahora las cosas no tenían ningún tipo de sentido. Hay un dicho que reza: "las cosas no son siempre lo que parecen". Pues aquello, ni era lo que parecía, ni lo que era en lugar de parecerse. Había más. Nunca había hablado con él, pero su aspecto era bastante característico, por decir poco. No todos los días uno podía ver ese color de pelo tan rojo por Amegakure. Al principio le había costado reconocerlo, porque no llevaba la gabardina larga que tan raro le hacía parecer. Al menos para Daruu. Kagami Reiji, uno de sus compañeros, había hecho aparición en el escenario. —¿Acaso sois vosotros los artificies de tal fechoría? ¿Seriáis tan amables pues de devolverme mi bandana? no quisiera tener que heriros Daruu levantó una ceja. Si ya le había parecido excéntrico antes de oírlo hablar... —N... nosotros no hemos sido —dijo Ayame, y su tono de voz sonó mucho peor de lo que habría querido. Enseguida se apresuró a señalar tanto a Daruu como a sí misma para evitar confusiones innecesarias—. A nosotros también nos han quitado las bandanas. ¿Tenéis alguna idea de quién puede haber sido? De hecho dejaron una nota en mi habitación... pero no estaba firmada. —¿Una letra muy recta, como de imprenta? —se apresuró a destacar Daruu—. Lo digo porque a mí me han dejado otra. RE: Doctrina glacial - Sasaki Reiji - 14/11/2015 Despues de soltar su breve discurso en busca de respuestas, Reiji se paro un momento a contemplar a sus interlocutores, la verdad es que estaba tan concentrado en buscar al culpable del robo y a su vez en evitar una posible trampa que ni siquiera se fijo en quienes eran aquellas dos personas a las que se había dirigido. Los conocía a ambos de la academia, y estaba seguro de que ambos le conocían a él. El chico de oscuros cabellos y de ojos almendrados era Daruu. Lo poco que sabia de él era que a veces trabajaba en una pastelería, y lo sabia por que alguna vez había acompañado a su madre a comparar algo y le había visto allí. La otra persona, la chica, era Ayame. De ella sabia que en clase se metían con ella y que siempre se tapaba la frente, antes de tener la bandana, llevaba un trozo de tela azul, igual que ahora. A parte de eso, esa chica era un misterio, uno que tenia que resolver, aunque había algo en ella que no terminaba de gustarle, tal vez que tuviera algo que esconder. —Bien podéis tener razón, o bien podéis estar mintiéndome señorita, todos hemos recibido la nota, o bien podría ser que hubieseis sido vosotros y que estáis fingiendo ante mi, que todo esto no os huela a trampa es lo que os hace mas sospechos, incluso puede que no hayáis sido vos, pero quien me dice que no sois cómplice? Y aunque tenia la nota en la mano para mostrarla, para la mente de Reiji bien podía haberla escrito ella misma, y bien podían ambos estar compinchados para gastarle algún tipo de broma o tenderle algún tipo de trampa. El problema de todo el misterio es que no encontraba ningún motivo por el cual ellos quisieran robarle su gabardina. Tal vez podían ser las joyas de su madre, o las que el mismo hacia, pero para que las iban a querer ellos? —Lo único que no comprendo es por que querríais arrebatarme mis pertenencias, no parecéis el tipo el tipo de personas que cometen tales fechorías, sin embargo no puedo fiarme de vosotros por ese mero hecho, bien pueden ser solo las apariencias RE: Doctrina glacial - Amedama Daruu - 14/11/2015 El extraño continuó hablando con el mismo tono, que se le hacía rancio y anticuado. Era tan educado que hablar así casi parecía maleducado en un contexto informal. —Bien podéis tener razón, o bien podéis estar mintiéndome señorita, todos hemos recibido la nota, o bien podría ser que hubieseis sido vosotros y que estáis fingiendo ante mi, que todo esto no os huela a trampa es lo que os hace mas sospechos, incluso puede que no hayáis sido vos, pero quien me dice que no sois cómplice? —Lo único que no comprendo es por que querríais arrebatarme mis pertenencias, no parecéis el tipo el tipo de personas que cometen tales fechorías, sin embargo no puedo fiarme de vosotros por ese mero hecho, bien pueden ser solo las apariencias Daruu se cruzó de brazos y dejó caer el peso en una pierna, inclinando ligeramente el cuerpo y observando a Reiji con cara de pocos amigos, el entrecejo fruncido y la mirada clavada en la suya. —¿Y quién ha dicho que esto no nos huela a una trampa? —contestó Daruu—. Claro que me huele a trampa. Me ha olido a trampa desde el principio. ¿Pero quién les había puesto la trampa? Esa era la cuestión. —A ver, mi madre me ha soltado una chorrada misteriosa y me ha puesto una nota para que fuese a buscar mi bandana —divagó, desviando la vista hacia el cielo, e inmediatamente arrepintiéndose, claro. Uno no podía desviar la mirada al cielo en un lugar en el que estaba lloviendo todo el rato. Bajó la mirada al suelo pues—. Tsk, maldita lluvia. El caso, la nota parecía escrita por una persona distinta. Llamadme loco, pero o esto es un juego de nuestras familias, o de la Academia, o de ambos. Yo qué sé, estoy hecho un lío. Suspiró y se sentó en una roca cercana, abatido. —De hecho, creía que todo tenía que ver con alguna excursión extraña, o un entrenamiento, o alguna cosa rara que tenía planeado mi madre. Pero ahora que estáis aquí vosotros dos con el mismo problema, no creo que sólo tenga que ver conmigo. RE: Doctrina glacial - Aotsuki Ayame - 17/11/2015 —¿Una letra muy recta, como de imprenta? —se apresuró a destacar Daruu—. Lo digo porque a mí me han dejado otra Ayame asintió enérgicamente. Hasta el momento no se le había ocurrido tal comparativa, pero lo cierto era que los grafemas de aquella carta estaban escritos de una manera tan firme y rectilínea que, efectivamente, sólo podría pensarse que habría salido de algún tipo de imprenta. Sin embargo, el pelirrojo no parecía tan convencido. Sus ojos de esmeralda intercambiaban miradas recelosas entre Daruu y Ayame, y ella no pudo evitar estremecerse ligeramente cuando sus ojos se encontraron. —Bien podéis tener razón, o bien podéis estar mintiéndome señorita, todos hemos recibido la nota, o bien podría ser que hubieseis sido vosotros y que estáis fingiendo ante mi, que todo esto no os huela a trampa es lo que os hace mas sospechosos, incluso puede que no hayáis sido vos, pero quien me dice que no sois cómplice? Lo único que no comprendo es por que querríais arrebatarme mis pertenencias, no parecéis el tipo el tipo de personas que cometen tales fechorías, sin embargo no puedo fiarme de vosotros por ese mero hecho, bien pueden ser solo las apariencias De nuevo, aquel tinte arcaico en sus palabras. Ayame se adelantó para replicar, pero apenas había tenido tiempo para tomar aire cuando Daruu se le adelantó. Como si hubiese leído sus pensamientos: —¿Y quién ha dicho que esto no nos huela a una trampa? —contestó Daruu—. Claro que me huele a trampa. Me ha olido a trampa desde el principio. —¿Y por qué querría yo robaros las bandanas? ¡Es absurdo! —completó Ayame, casi ofendida por la suposición. —A ver, mi madre me ha soltado una chorrada misteriosa y me ha puesto una nota para que fuese a buscar mi bandana —divagó Daruu, desviando la vista hacia el cielo, e inmediatamente bajó la mirada al suelo en cuanto las gotas de lluvia se le metieron en los ojos—. Tsk, maldita lluvia. El caso, la nota parecía escrita por una persona distinta. Llamadme loco, pero o esto es un juego de nuestras familias, o de la Academia, o de ambos. Yo qué sé, estoy hecho un lío. El chico se dejó caer sobre una roca con gesto abatido, y Ayame se llevó el dedo pulgar a los labios. [sub]—De hecho, creía que todo tenía que ver con alguna excursión extraña, o un entrenamiento, o alguna cosa rara que tenía planeado mi madre. Pero ahora que estáis aquí vosotros dos con el mismo problema, no creo que sólo tenga que ver conmigo. —No lo sé... A decir verdad, he visto la nota nada más despertarme y he venido directa aquí. No he llegado a cruzarme con mi familia... —murmuraba, casi para sí misma. Entonces levantó la mirada hacia sus compañeros y agitó una mano en el aire—. Pero no lo entiendo, ¿por qué iba a ser un juego de nuestras familias? Aunque tú y yo somos vecinos, Daruu-san, por mi parte apenas conozco a la familia de... Se interrumpió bruscamente. Y aunque al principio fue un silencio dubitativo porque no recordaba el nombre del pelirrojo, enseguida se convirtió en un silencio tosco y alarmado. —¡Cuidado! Su advertencia llegó demasiado tarde. El vuelo rasante de un cuerpo blanco y emplumado pasó a escasos milímetros de la cabeza de Daruu, apenas rozando sus cabellos. El ave corrijo la trayectora grácil y elegantemente y se alzó en altura antes de pasar por encima de los otros dos muchachos y terminar posándose en una rama de una de las coníferas que les rodeaban. El ulular del búho repiqueteó como una campana en sus oídos. Era un animal espléndido, de plumas blancas como la nieve y un tamaño que muchos tildarían de sobrenatural. Sus ojos, bañados en hielo, parecían mirarlos de forma burlona. —¿Un búho nival...? —murmuró Ayame, y justo entonces se fijó en un detalle que le hizo contener la respiración—. ¡Mirad! ¡Entre sus patas! El búho llevaba agarrado un papel, blanco y arrugado. Muy similar a los que tenían ellos tres. RE: Doctrina glacial - Sasaki Reiji - 19/11/2015 La verdad es que a Reiji le importaba bien poco lo que pensaran de él. No cambio en nada su expresión cuando Daruu le miro con cara de pocos amigos, y mucho menos cuando Ayame le contesto como si la hubiese ofendido. No había ido hasta aquel lugar para hacer amigos, había ido a recuperar su preciada gabardina, y si alguien se sentía molesto por el comportamiento que el muchacho presentaba, a él le importaba bien poco. —¿Que voy a saber yo que es lo que te motiva hacer las cosas, acaso sabes tu si no he sido yo? y en ese caso, ¿por que iba a querer yo robaos la bandana? ¿por que me han pagado para ello?¿por que me aburría en mi casa? Yo personalmente os conozco a ninguno, no se nada, así que tampoco se si sois ladrones o no, mas por el momento todo a punta a que ninguno de vosotros sois los artífices de este malévolo plan —De hecho, creía que todo tenía que ver con alguna excursión extraña, o un entrenamiento, o alguna cosa rara que tenía planeado mi madre. Pero ahora que estáis aquí vosotros dos con el mismo problema, no creo que sólo tenga que ver conmigo. —No lo sé... A decir verdad, he visto la nota nada más despertarme y he venido directa aquí. No he llegado a cruzarme con mi familia...Pero no lo entiendo, ¿por qué iba a ser un juego de nuestras familias? Aunque tú y yo somos vecinos, Daruu-san, por mi parte apenas conozco a la familia de... —Ni siquiera se quien es mi familia... Reiji dijo aquello en un tono de voz extremadamente bajo, prácticamente para si mismo, mientras pensaba en por que su madre o su padre querrían quitarle la bandana. La verdad es que siempre se levantaban y se marchaban mucho antes que él, y cuando le necesitaban en la joyeria le dejaban una nota, así que para el joven pelirrojo había sido un día normal y corriente excepto por el hecho de que había desaparecido su gabardina y estaba allí para recuperarla, en medio del absurdo juego de alguien. —¡Cuidado! Aquello interrumpió los pensamientos pensamientos del joven. Una enorme ave blanca paso rozando el pelo de Daruu, y después alzo el vuelo para evitar a Ayame y a él. Reiji se encontraba ya con el cuerpo en tensión desde el momento en el que había entrado y la advertencia de Ayame le hizo dar un paso atrás. Al final, aquel ave de tamaño antinatural se poso en una rama cercana. —¡Mirad! ¡Entre sus patas! —Bien, terminemos rápido con este absurdo juego en el que nos hemos visto envueltos, señorita, me haría el favor de dejarme un poco de espacio, sera tan solo un momento Reiji haría una rápida serie de sellos, el ultimo irreconocible para sus dos acompañantes y luego estiraría sus brazos como si sostuviese un arco, mientras este se formaba de un hermoso cristal del color de la luna, y una flecha aparecía ya colocada y lista para disparar. No dudaría ni un solo segundo en apuntar en la dirección del ave y disparar, no apuntando a sus órganos vitales, si no a sus patas, aquel animal tampoco tenia la culpa, si no aquel que lo utilizaba, y Reiji pretendía que soltara el papel, aunque tal vez aquel no era el mejor método. RE: Doctrina glacial - Amedama Daruu - 20/11/2015 Por lo que respectaba a Daruu, aquél tipo, el tal Reiji, parecía un pirado de primera. Bien podría haber sido él mismo quien les robara las bandanas y venir ahora con ese cuento, o bien podría estar loco y haber perdido su gabardina. Porque Daruu y Ayame se conocían, tenía sentido que alguien hubiera preparado algo con ellos dos, pero no con Reiji, porque con él no habían hablado nunca ninguno de los dos. —No lo sé... A decir verdad, he visto la nota nada más despertarme y he venido directa aquí. No he llegado a cruzarme con mi familia... Pero no lo entiendo, ¿por qué iba a ser un juego de nuestras familias? Aunque tú y yo somos vecinos, Daruu-san, por mi parte apenas conozco a la familia de... Vio moverse los labios de Reiji, pero el "¡Cuidado!" de Ayame enmascaró cualquier cosa que el pelirrojo hubiera podido decir. Daruu se giró justo a tiempo para agacharse al paso de un ave blanca que no pudo identificar, aunque le rozó el pelo. Aquello le irritó más de lo que debió irritarse. Se repeinó los mechones impeinables con un par de caricias. «Pajarraco...» Se dio la vuelta y comprobó el estado de sus compañeros. Estaban bien. Ayame apuntaba hacia una rama cercana, donde un búho nival de considerable tamaño les observaba con unos ojos azules que parecían evocar el frío de un iceberg. Tenía un papel blanco, arrugado, parecido al que Daruu había encontrado cuando había buscado su bandana, entre las garras. —Ya, bueno, genial. Otro papelo. Pero a ver quién es el guapo que se lo quita. —Bien, terminemos rápido con este absurdo juego en el que nos hemos visto envueltos, señorita, me haría el favor de dejarme un poco de espacio, sera tan solo un momento Fue Reiji el que se adelantó, pidiendo el paso. El shinobi realizó una rápida serie de sellos y estiró los brazos en una floritura que Daruu consideraba natural para cómo había demostrado comportarse anteriormente. Mil partículas blancas, tal vez plateadas, tomaron la forma de un arco que el muchacho utilizó para disparar a las patas del búho. Daruu tenía las manos preparadas para hacer un sello, pero le pareció prudente esperar al resultado del tiro de Reiji. «¿Va a cargarse al pobre bicho?» Desde su perspectiva, no tenía forma de calcular la trayectoria de la flecha, y se temió lo peor. RE: Doctrina glacial - Aotsuki Ayame - 24/11/2015 El chico pelirrojo fue el primero en intervenir. —Bien, terminemos rápido con este absurdo juego en el que nos hemos visto envueltos, señorita, me haría el favor de dejarme un poco de espacio, sera tan solo un momento. Ayame ladeó ligeramente la cabeza, sin saber muy bien qué debía esperar de su compañero. Sin embargo, se apartó, con un extraño nudo en el pecho. El chico entrelazó las manos en una larga secuencia de sellos bajo la atenta mirada de todos los presentes. Ni siquiera el búho le quitaba los ojos de encima, con un extraño brillo de curiosidad destelleando en ellos. —¡Espera! ¿Qué vas a...? —exclamó Ayame, pero ya era demasiado tarde para interrumpirle. El pelirrojo había estirado un brazo y flexionado el otro por detrás de su oreja. En cuestión de segundos, la lluvia o el aire, Ayame no habría sabido explicarlo muy bien, se condensaron y materializaron una figura arqueada que parecía estar constituida por rayos de luz de luna. «¿Un arco de cristal?» Se había quedado momentáneamente maravillada por el color, el brillo y la textura de aquel arma que tanta familiaridad le antojaba. Sin embargo, aquella fascinación se rompió en mil añicos cuando comprendió lo que estaba a punto de pasar. —¡No! ¡ESPERA! —gritó, y se lanzó hacia delante para detenerlo. La flecha pasó silbando por encima de su cabeza, y Ayame reprimió una exclamación acongojada. Aunque el búho ni siquiera pareció invertir demasiado esfuerzo en esquivar el proyectil. En el último momento, y con un grácil movimiento, el ave se alzó en vuelo y la saeta jamás llegó a rozar siquiera una de sus plumas. Ayame suspiró, profundamente aliviada por el animal, pero se le volvería a caer el alma a los pies cuando vio cómo su objetivo se alejaba de la línea de árboles y se dirigía hacia aguas abiertas antes de que pudieran hacer nada por evitarlo. Sólo al cabo de algunos segundos de vuelo silencioso, los tres chicos verían que dejaba caer algo que terminó estallando una pequeña salpicadura en las tranquilas aguas. —Oh, no... —balbuceó Ayame. Y, sin pensárselo dos veces, se adelantó con dos zancadas y se zambulló en las aguas del Gran Lago de Amegakure. RE: Doctrina glacial - Sasaki Reiji - 24/11/2015 —¡No! ¡ESPERA! Hizo caso omiso a las palabras de la joven, al menos hasta que grito mientras se abalanzaba, por desgracia para ella, la flecha ya había sido disparada, y viajaba a toda velocidad en dirección hacia el ave. Pero esta parecía completamente tranquila y calmada, con extraordinarios reflejos y agilidad evito el proyectil con un grácil movimiento, así que la flecha ni tan si quiera lo había rozado. —¿Acaso sois una lunática? solo pretendía asustar al animal para que soltase el papel ¿Y que problema hay si hubiese disparado a matar? ¿Si se tratase de un ave espía enviada por algún enemigo, también os pondríais por en medio? Estamos tratando con un vil rufián que a entrado en nuestros hogares a robar nuestras pertenencias, no de un amigo o un aliado El ave se había alejado de los árboles y se dirigía a toda velocidad hacia las aguas del mar, alejándose de los tres jóvenes. Reiji estaba a punto de volver a disparar al ave, pero antes si quiera de que empezara con los sellos, el ave dejo caer algo a las aguas del mar. Probablemente la nota que llevaba entre las patas, o tal vez otra cosa que metiera a los chicos todavía mas en el juego, lo que molestaba por dentro a Reiji. Ayame se lanzó al agua sin pensarlo ni decir nada. —Supogo que es el turno de la señorita, habrá que esperarla —Dijo mirando a Daruu. |