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La peliblanco estaba bastante segura de que el comportamiento del chico seguramente derivaba de algún tipo de timidez, o confusión momentánea. Habiendo pensado en un primer momento que tomar la iniciativa sería la mejor opción, no tardó en retractarse de su idea. No lo hizo público, pero se dio cuenta de que realmente podía ser una mala idea. Lo mejor era darle a él la opción de elegir sitio, así al menos se encontraría algo mas cómodo, en su entorno.
El chico sin embargo no pareció estar seguro de si el sitio que él había "propuesto" tenía el nombre que la chica mencionaba, según decía, no era bueno para los nombres. Como mucho sabia el camino, casi era capaz de orientarse medio bien si sabía el lugar concreto.
—Jajajaja... Bueno, pues vayamos a ese sitio que dices, a ver si vamos a un sitio que no era. Tu dirás el camino.
Conforme hablaba al chico, hizo una pequeña reverencia, y señaló con ambas manos que le cedía paso para que éste se adelantase y guiase a ambos por el camino. Eso si, en todo momento con una cálida y risueña sonrisa que casi le llegaba de oreja a oreja. Si había algo de lo que pudiese quejarse Len, seguro que no sería por la paciencia de la chica, o por su carácter tosco y seco, eso seguro.
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La sincera respuesta de Katomi, seguida por una amable a la vez que sutil reverencia, hizo que Len se pusiera algo mas nervioso; como si en un juego de citas fuese aumentando poco a poco la barra para hacer que tu senpai comience a preocuparse por ti. Intento mantener la calma acariciandose la nuca y sonriendo algo sonrojado.
— B-Bueno... D-Desde luego si nos perdemos tampoco pasa nada, estoy bien acompañado — Consiguió zafarse un poco de su vergüenza intentando desviarle la mirada a Katomi y comenzando a andar mientras señalaba una calle — P-Por aquí se iba a un pequeño puesto de comida caliente muy bueno.
Liderando la marcha de los dos por uno o dos metros por delante de Katomi, Len estaba todavia algo nervioso, pero poco a poco por fin comenzo a relajarse; parece que el llegar o ir por lugares conocidos para el, pese a ser un desastre recordando nombres de calles o plazas, le alivió bastante. Finalmente, llegaron a un pequeño y oscuro callejón el cual parecia sacado de una novela negra; habia varios tipos con muy malas pintas, muchos tenian cicatrices y algunos de ellos, no solo le faltaban los dedos, si no que incluso a alguno le faltaba una pierna entera o un brazo. Sin embargo, y casi por contradictorio que pudiera parecer, Len estaba completamente relajado y con una dulce sonrisa en sus labios, llegando a tararear una melodiosa canción mientras se acercaba a otros tipejos, que parecian hacer cola. Alzó la mano ya que fue corriendo hasta la cola, para que Katomi se acercase hasta el mientras utilizaba su otra mano a modo de potenciador de voz ¿Eso realmente funciona?.
— ¡Katomi-neechaaaaaaaaaaaaaaan! ¡Es aquí! — Agitaba un brazo en alto aquel pequeño renacuajo blanco de metro y medio, entre varios armarios de mas de 90 kilos y dos metros casi de altura, de manera enérgica y alegre.
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La Sarutobi cometió un gran error dándole la mano guía al joven rubio. Error que poco después de caminar un buen rato comprendería. El chico no había hecho mas que llevarla a una serie de callejones oscuros, sacados de película de terror, donde gente de aspecto bastante rudo acompañaban al ambiente en su máximo esplendor. Pese a los ánimos del rubio, la chica lo miraba con algo de indignación.
¿Por qué había decidido ir a un lugar así?
La chica dejó caer un suspiro, y aguantó el tirón. Ya no iba a echarse atrás, iba a aprovechar y cenar fuera de casa, casi le daba pereza el simple hecho de pensar en qué cocinar. Sin duda, si en algún momento tuviese la oportunidad de montar su propio negocio, jamás de los jamases sería uno de alimentación o gastronomía.
A grito pelado, Len llamó la atención de la peliblanco. Junto a él, unos cuantos individuos que le sacaban a la chica 3 cabezas y al menos 80 kilos de ventaja, miraban al joven de mala manera. Pero él parecía inmune a esas miradas, vivía o parecía vivir en su mundo de fantasía y felicidad.
—Ya voy... ya voy... pero deja de molestar a esta gente, por favor...— Contestó al chico mientras una gota de frío sudor recorría su sien.
Con un paso mas ligero, la chica se acercó hasta encontrarse a la altura del joven. Le posó la diestra sobre el hombro, y acercó su rostro al del chico. Concretamente lo hizo hacia su oreja, buscando decirle algo sin que el resto pudiese darse por aludido.
—¿Estas seguro de que es aquí donde quieres comer? No parecen muy amigables por aquí... ¿la comida es buena?
Katomi se llevó la mano tras ello al mentón, y dubitativa observó el puesto donde Len decía de comer. Ante todo, lo importante no era el resto de gente, si no el sabor y quien la acompañaba, lo demás sobraba.
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Feliz como unas castañuelas y sin borrar la sonrisa de su rostro, seguia tarareando la pegadiza canción, inclinandose a los lados por la emoción y la alegria. En ese momento, Katomi se puso detras de él a susurrarle como con algo de miedo debido al sitio donde le habia metido; desde luego, si alguien de los presentes les apuñalaba y los dejaba a los dos malheridos en el suelo, seguramente nadie les socorreria y moririan lenta y dolorsamente desangrados. Cosas que pasan.
— Confía en mi Katomi ¿porque iba a meterte yo en un lugar tan oscuro y peligroso lleno de posibles asesinos en serie? Menudas tonterias tienes — Soltó una carcajada mientras hablaba para luego mirarla risueño y cargado de felicidad. Otra vez su aspecto infatil tal vez iba a golpear en el corazón de la kunoichi.
La cola avanzaba con lentitud mientras por una puerta al lado de por donde entraban, salian otros, en ocasiones los corpulentos hombres y algunas mujeres de no muy buen ver, se chocaban en la entrada y salida, intercambianose insultos y algun que otro puñetazo. Un poco mas adelante, dos comenzaron a discutir fuerte y acaloradamente hasta comenzar a darse de puñetazos, en ese momento, un tercer hombre se acercó, al parecer era el guardia del local. Los saco de la cola a empujones y puñetazos y los dos que habian comenzado a discutir al principio siguieron peleandose mas a lo lejos.
Como si en otro mundo viviera, o en su defecto, a traves de sus ojos viera solo un pais de caramelo y golosinas, Len se giró a Katomi ilusionado al avanzar debido al espacio que habian dejado estos
— ¡Que bien, la cola avanza mas rapido! — Alzó nuevamente las manos lleno de alegria mientras los que estaban en la cola miraban extrañados a los dos joven genins.
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Ante el comentario de la chica, Len respondía con confianza y alegría, negando completamente la cruda realidad. No hacía mas que mirar hacia los lados para mascar la tragedia, no hacían mas que jugarse el físico permaneciendo en aquella cola hacia un local que a saber qué vendía. Sin duda, no era un lugar sacado de un cuento de hadas.
—Ya... claro...
Los ánimos de la Sarutobi no estaban para tirar cohetes. La verdad, estaba arrepintiéndose bastante de haberle dicho a ese inquieto y dulce trocito de cielo rubio de salir a comer. Pero en fin, también quedaba el pensar que aún estaban dentro de Amegakure, jamás se le ocurriría a un maleante meterse con un shinobi, era una idea absurda.
No tardó en formarse una buena pelea casi al lado. Un jaleo de aúpa, que no tardó un solo instante en ser retenida por el "guarda" del local. Sin embargo, ésto no retuvo la fogosidad de los implicados, que siguieron dándose de hostias justo donde el portero del sitio les había plantado. Absurdo y sin sentido, pero para ellos era una forma de vida, dejando bien claro quién era el macho alfa. Nada en lo que la chica debiese meterse, no le beneficiaba en absoluto.
Len por su parte le vio el lado positivo al hecho, haciendo gala de que la cola avanzaba rápido. Obvio que avanzaría rapido si todos se implicaban en una pelea callejera de semejante estilo...
—Si, ya veo que avanza bien rápido...— Contestó con desdén.
¿De verdad ese chico no estaba viendo ésa realidad? Parecía irónico, el chico sí que vivía en un cuento de hadas.
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Siguiendo con su feliz y jovial alegria, Len seguia algo impaciente junto a Katomi en la cola. Delante suya, habia un hombre de casi dos metros y medio de alto, y no se queda muy lejos de ancho de espalda tambien, su cabello era oscuro, y tenia una larga barba de color oscuro, bastante perfilada y cuidada, la cual le salia desde las patillas y tapaba la mitad de su cara casi. Como muchos de los maleantes que estaban por esa zona, vestia con una camisa blanca la cual parecia casi que iba a romperse al forzar los musculos, de hecho las cortas mangas estaban algo rotas. Llevaba algunas bolsas de cuero alrededor de su cintura y unas botas de cuero oscuro. Sin ir mas lejos, no se sabe que parecia mas duro, si su expresión mal humorada o tal vez sus curtidos musculos.
— Neeeeeeee.. Porque avanza tan lento hoy... — En ese momento, comenzó a trepar por la espalda del corpulento hombre que mas bien parecia una montaña. — ¿Esto no avanza o que?
Algunos de los que estaban allí, quedaron amedentrados ante la acción que acababa de ocurrir.
— ¡O-Oye muchacho! B-Bajate de ahí... N-No le molestes... — Comentó algo tembloroso un hombre con cicatrices que se acerco a intentar advertirles
— ¿Eh? ¿Y a ti que mas te da? Si a este buen hombre no le importa, anda vete vete — Agitó la mano con desprecio esperando a que no volviera a molestar, mientras seguia montado en el coloso de inmesas proporciones.
La cola siguió avanzando, hasta llegar a la puerta. Despues de 'la roca' en la que Len estaba aferrado con los brazos por encima del musculoso cuello, les tocaria a ellos. El guardia que estaba en la puerta, se quedo algo confusó viendo que el hombre no reaccionaba a la hora de zafarse del canoso joven, por lo que se quedo mirando algo estupefacto hasta que le llegase el turno de entrar al titán.
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Si Troya hubiese visto el sistema de combate que Len acababa de buscarse, jamás hubiesen usado un maldito caballo de madera. El chico sin venir a cuento se había montado en un coloso, un hombre que si no medía los dos metros de alto, los superaba. No solo eso, era casi tan alto como ancho, y no precisamente en materia grasa, si no mas bien todo lo contrario. Ni tan siquiera parecía conocer al hombre, pero eso le había importado dos pimientos y tres zanahorias.
La chica quedó tensa y pálida, casi tanto como el resto de maleantes que había alrededor. Solo uno de ellos se atrevió a advertir al chico, esa no había sido su mejor idea, pero éste no atendió a razones. De hecho, hasta lo echó con desprecio indicando que si al "buen hombre" no le molestaba, a él tampoco había de molestarlo. Sería lógico pensar eso si se tratase de un familiar, un amigo, o simplemente le hubiese pedido permiso... Pero no, ninguna de esas situaciones era la actual.
—Len... ¿Por qué no haces el favor de comportarte? No eres un niño pequeño ya...
Con un poco de suerte, hasta recapacitase de su acción, aunque realmente la chica no tenía todas sus esperanzas en ello. Sin embargo, por mucho que le doliese, era el chico quien estaba buscando ésta situación. En un abrir y cerrar de ojos la chica era capaz de formar una nube de humo y escaparse, lástima por lo que le pudiese pasar al joven. Pero igualmente, sería su culpa.
Pese a ello, tenía en mente intentar enderezar al chico. Casi sentía un instinto de protección algo absurdo hacia esa bala perdida, como si la peliblanco fuese su hermana mayor. Dejó caer un suspiro, mientras que su zurda se alzó un poco. Casi al instante, bajó el enfoque de la mano, y el índice quedó señalando el suelo. Claramente era una indicación para que bajase de la espalda del hombre. —Baja ahora mismo!— Imperó de forma autoritaria, casi con voz de madre.
Por el momento el hombre casi no parecía haberse ni inmutado, o al menos no se había enfadado. Suerte la de los genin, y la del resto de maleantes cercanos. Nadie de los presentes deseaba ver a ese hombre soltando tortas a diestro y siniestro. Podía ser una mala idea, por no hablar que escapar de ahi con vida podría convertirse en algo casi imposible.
«Desde luego... no entiendo cómo he llegado a ésta situación. ¿Por qué diablos le dije de ir a comer? ¿Y por qué le dije a el que me llevase a algún sitio? Desde luego... vaya tela.» Pensaba la chica mientras que esperaba respuesta o reacción por parte del rubio.
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El guardia que aun seguia algo alucinado por lo que estaba ocurriendo, se limitó a seguir haciendo su trabajo sin queja. Cuando finalmente alguna gente salió, fue a darle paso al coloso del que estaba colgado Len mientras reia aún.
— B-Bueno... L-Le toca a usted... Anda chaval, baja de ahí y ahora te aviso cuando te toque si no revienta antes el local... — Dijo con algo de broma para romper el hielo de la situación, el gigante le hechó una mirada al guardia.
— Vienen conmigo — Hizo un gesto señalando a Katomi y Len, y tras ello, el guardia les dió paso a los tres.
— Y tu quejandote Katomi, nunca ves el lado positivo de las cosas... — Con las piernas por encima de los hombros como si le llevasen a caballito, Len resopló mientras hablaba con algo de superioridad a Katomi. Tal vez la altura hacia que le faltase algo de aire ahí arriba o habia demasiado oxigeno puro, bastante improvable lo segundo con la mezcla de olores que habia en la calle. El gigante hizo un gesto a Katomi dejandola pasar primero con bastante caballerosidad para posteriormente, pasar el detras de ella, con la tonteria de estar arriba y sin ni si quiera prestar atención al verse en la cima del 'mundo', Len se dio un golpe contra el marco de la puerta quedando medio desorientado y caido por encima de la espalda de la montaña andante, él cual rió al darse cuenta cogiendolo de una pierna para que no se cayera al suelo detras de él.
— Bueno, no parece que vengas mucho por aquí, pero tranquila. Las apariencias, engañan bastante. — Tras pasar un breve pasillo y unas cortinas, llegaron a su objetivo. Una musica se escuchaba por todo el gran salón, procedente de un grupo que tocaba en lo alto de un pequeño escenario, se escuchaban gritos y golpes, pero por encima de todo, se escuchaban risas y un grandioso ambiente procediente de un montón de matones con pintas horribles; que se golpeaban y gritaban entre ellos entre las sillas y mesas del local. Por estupido y alocado que pareciera, dos hombres cerca de ellos discutian en un sofa-rinconera sobre dos personajes de un comic, llegando a las manos, rompiendose incluso unas sillas uno al otro en la espalda para acabar tras un rato en el suelo magullados, pero riendo y aún discutiendo.
El gigante de "acero" dio un pequeño bufido para esbozar posteriormente una sonrisa, atravesó saludando e incluso soltandole algun puñetazo a alguien que se le acercaba con ganas de pelea sin ni si quiera inmutarse para llegar finalmente a una pequeña barra donde se sentó en un, para su tamaño, pequeño taburete.
— Ayyy... La cabeza me da vueltas... — Gimoteaba colgando todavia de la espalda del coloso que reía en la barra.
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La chica quedó atónita ante la reacción del grandullón. Normalmente cualquier persona ya habría mandado a freír espárragos al rubio, pero éste no lo había hecho... ni tan siquiera le había dado un puñetazito. Casi parecía que se conociesen, de lo contrario la situación era de lo mas inverosímil. Ya lo era, pero lo sería aún mas.
El guardia le daba paso al gorila, pero éste no avanzó sin antes anunciar que la chica y el renacuajo que colgaba de su espalda iban con él. El hombre no pudo mas que darles paso al grupo, cualquiera le decía que no. Entre tanto, Len se jactaba de que las apariencias engañaban, que la chica nunca veía el lado positivo de las cosas. ¿Qué lado positivo ni qué leches? Lo que acababa de hacer era una tontería del tamaño de una montaña, literalmente.
La chica dejó caer un suspiro mientras negaba con la cabeza, resignada ante la actitud del rubio. A todo ésto, el grandullón le cedió el paso a la peliblanco, con toda la gallardía del mundo.
—G-gracias...— Contestó la chica ante tal actitud. Sin demora, avanzó para no hacerle esperar.
Poco a poco avanzaron por un pasillo con numerosas cortinas y vidrios que le daban un estilo realmente pintoresco y hippie. De fondo, una música pegadiza y de vocalistas realmente drogados comenzaba a avasallar los oídos de la chica. Sin embargo, ésta no se detuvo hasta llegar al destino, un gran salón sacado de la más polémica película de policías. Evidentemente, el sitio era el de la redada donde pillaban a los matones mas buscados.
«¿Qué coño...? ¿No se supone que íbamos a cenar? En que momento se me ha ocurrido ésta genial idea...»
Katomi se volvió, con la intención de fulminar al rubio con la mirada. Para cuando lo hizo, del chico solo quedaba una pierna. La kunoichi quedó pálida, sin saber qué decir. Poco tiempo le hizo falta para darse cuenta de que no le había desmembrado al chico, tan solo se había caído por la espalda del mastodonte.
El hombre también había instado en que las apariencias engañaban, pero aquí solo parecía reinar el caos. ¿Quién diablos iba a cenar allí? La chica observó como el hombre avanzó con los rastrojos del rubio aún a la espalda hasta llegar a una barra. Cuando observó esa parte del lugar, cayó en cuenta. Éste sitio no parecía mas que un antro donde beber y bailar... los cálculos no podían fallar demasiado.
—Cuando lo pille... le voy a retorcer el cuello como a una gallina.
La genin soltó esas palabras para sí misma, castigando psicológicamente el recuerdo del maldito rubio. ¿En qué momento le había dicho que quería salir con él e ese sentido? Cerró los puños con fuerza, y se mantuvo allí en pie. ¿Qué debía hacer?
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Dejandose escurrir por la espalda del coloso de carne y hueso, ya con la conciencia recuperada, el joven de cabello albino se tio un pequeño topetazo en la espalda al caer; mirando de manera vacia al techo, como la de un viejo que espera a su buena amiga la Muerte, mientras esta anda tranquilamente hacia el anciano vacio de miedo hacia la otra vida. Despues, miró fulminantemente a Katomi, como queriendo decir con la mirada, que era la culpable del estado en el que se encontraba.
— Dios, me muero de hambre, mataria por unos bollos de carne — O tal vez no, porque el chaval no era precisamente un lumbreras.
Se levantó del suelo sacudiendose el polvo, para luego acercarse hasta Katomi agitando una mano por encima de la barra alegremente, queriendo llamar tal vez a un camarero. Una señora mayor y algo "entrada en carnes" se les acerco desde el otro lado de la barra, dandole un tirón de mejillas al joven de tez blanca dejandole una marca en estas.
— Vaya vaya, pero mira quien esta de vuelta por aquí. ¿Ya has vuelto a hacer alguna de tus trastadas jovencito? Desde luego no hay quien te pueda dejar solo. — Rió ampliamente dando una carcajada mientras Len refunfuñaba al tratarle como un niño pequeño, tal vez tuviera doce años, pero ya era un genin al menos, era un avance para él. — ¿Y esta jovencita? ¿Has caido frente a los encantos del cordero de ojos azules? — Volvío a soltar una carcajada para acabar con una calida sonrisa
— A mi dame lo de siempre... Una buena bandeja de bollos rellenos de carne y demas... — Contestó ruborizado mirando a otro lado acariciandose la mejilla dolorida, tras un breve rato, vió como se levantaban algunos clientes y se marchaban, yendosé a una pequeña rinconera con mesa que habian dejado vacia. Al menos estaria algo confortable mientras procedian a reirse de él.
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Perdida como un gusano en una convención de pesca, la chica permaneció inmutable y firme. Hasta llegó a cruzar los brazos, signo de no estar para nada de acuerdo con el lugar al que el chico le había hecho ir. No contento con ello, hasta la miró mal cuando cayó al suelo.
«¿En serio...?» No podía creerlo. El chico le había mirado mal, después de ser él mismo culpable de todo lo que le pudiese pasar y mas. La chica alzó una ceja incluso, incrédula ante tal situación. Mas el joven pasaba de todo como 10 kilos y 350 gramos... aproximadamente.
Sin mas, se levantó y se dirigió hasta la barra, donde una vez allí llamó la atención de una camarera. La rechoncha señora se acercó a paso desacelerado hasta el rubio, y lo saludó como si lo conociera de toda la vida. «Al final va a ser cierto y todo que Len conoce éste lugar...» La mujer hizo hincapié en la compañía que se había buscado, pero Len cambió rápidamente de tema, anunciando lo que quería comer.
Katomi hizo una mueca, aún enfadada por la mirada del chico. Era ella quien debía estar enfadada, no él, ¿cómo se había atrevido? Aún no se sacaba eso de la cabeza. Se adelantó hasta la barra, pero dejó un par de sillas de distancia con el rubio, sentándose en uno de esos taburetes que parecían quedarle un telediario.
—A mi me pone un bollo de carne, y un zumo de naranja.— Anunció ella también. —Y no... éste rubio no haría caer a nadie en sus encantos si pasa mas de unos minutos con él... Está como una cabra.
Razón no le faltaba, aunque quizás había sido algo dura con el chico, de nuevo. Pero en fin, si Katomi tenía un gran fallo, sin duda alguna era su falta de tapar su sinceridad. Ea completamente incapaz de guardar las apariencias, si opinaba algo, solía soltarlo sin tapujos. Doliese o no, debía hacerlo.
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Tras un breve momento de espera, la anciana que los antendió, se acerco a Len dejandole un plato con varios bollos de carne en su mesa; despues, lo miro algo apenado y le acarició la cabeza
— Aiish... ¿Que le has hecho a la pobre muchacha? Se la ve algo enojada contigo — Sonrió brevemente preocupada mirando a Katomi de reojo mientras Len cogía el primer bollo con una clara ilusión en sus ojos.
— ¿Yo? Yo no he hecho nada... Siempre igual todo el mundo acaba culpandome de todo... — Tras el breve inciso, suspiró aferrandose al bollito con tristeza en la mirada y un gesto de disgusto. La mujer mayor se marchó de vuelta a la barra, para terminar de atender a Katomi y darle su pedido al rato. Len desvió la mirada con decepción, tal vez el sitio al que la habia llevado, no era el mas apropiado para una chica como ella, y aun menos para un crio como él, o simplemente estaba molesta por el comportamiento que habia tenido Len hacia ella todo el rato.
Esa extraña cosa, lllamada conciencia, hizo acto de presencia por una vez en su vida, sentado todavia solo, reflexionaba cabizbajo sobre su comportamiento, podria ser un poco alocado y sin sentido, ya habia causado problemas su manera de ser, ademas de en ocasiones incluso salirle bastante caro; pero aun así, el no poseia ninguna maldad y no queria causar problemas a nadie. Cogió con las dos manos un gran vaso lleno de lo que seguramente era su batido favorito, pues revosaba de nata montada y tenia bastantes galletas incluso; haciendo que sin querer, tras acabar de comer, se quedara mirando su propio reflejo del vacio vaso.
— ¿Tan irritante soy?... — Susurró a la nada, llevandose sus palabras el jaleo del local.
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La chica aún estando enojada con el rubio, estaba compartiendo con él esa hermosa velada. Bueno, lo de hermosa es irónico. A escasos metros de ella varios maleantes estaban armando un jaleo no mucho mas grande al bullicio que ese local tenía en todas partes. La camarera se había tomado su tiempo para hacer el primer encargo, tras lo cuál quedó algo preocupada por el chico. Éste dio una repuesta un tanto egocéntrica y a la vez típica de víctima, haciéndose ver tan inocente como su cara reflejaba.
El chico no hacía mas que enojar aún mas a Katomi, la cuál hasta se dio la vuelta en el banquete, mirando al lado contrario al chico. Poco le duró esa molesta actitud. Antes de que se diese cuenta, la chica estaba volando a los brazos del chico... a toda velocidad, haciendole hasta caer del sitio donde estaba sentado. —TGAHHH!— Se quejó al recibir el golpe. Si, evidentemente esa acción no había sido iniciada por ella, si no por un grandullón que había salido volando en mitad de una pelea. Éste la había derrumbado, y ella había chocado con Len a consecuencia.
La chica se retorció en el suelo, agarrándose las costillas en una clara referencia de dolor. Entre tanto, del asiento del chico solo quedaban astillas y restos de madera. La Kunoichi se levantó exaltada, escupió al suelo, y golpeó con fuerza el mostrador. El rotundo golpe casi hizo que hasta los cantantes detuviesen sus alaridos y continuos estruendos de guitarra. Una gran mayoría del antro miraban a la chica.
—Hasta aquí hemos llegado! Me marcho!— Vociferó la Sarutobi.
Evidentemente, anunciaba su despedida con Len. Ése sitio no era para nada uno de los mas adecuados para tomar un tentempié, mucho menos para descansar tras un largo día de entrenamiento. ¿Cómo diantres se le había pasado siquiera por la cabeza al chico?
Cabreada hasta límites insospechados, la chica avanzó por donde minutos antes había entrado. Le importaba poco mas que un comino si Len la seguía o no, o si se encontraba bien. El maldito rubio no había sido mas que una molestia, desde el primer segundo que lo había conocido. Desde luego no estaban en lo equivocado cuando decían que las apariencias engañan...
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30/06/2016, 13:28
(Última modificación: 30/06/2016, 13:30 por Himura Ren.)
Embelesado en sus propios pensamientos, no dejaba de repetirse una y otra vez, medio acostado sobre una mesa, el que hacer en un futuro, replanteandose su manera de actuar ademas de los problemas que no dejaba de dar constantemente a la gente. Una lagrima recorrio su mejilla mientras se disponia a comenzar a llorar como si fuera una pataleta, pero se vio interrumpido frente a un fuerte golpe proveniente de donde estaba Katomi.
— Hasta aquí hemos llegado! Me marcho! — Gritó innundando toda la sala con su vocerio para despues marcharse enojada.
Como queriendo interrumpirla, extendió brevemente una mano, para despues llevarsela al pecho. Aunque moviera los labios, las palabras no salian de sus palidos labios. Finalmente, la Sarutobi salio del local con un mosqueo de dos pares de narices; por su parte, Len se quedo cabizbajo en la misma mesa, comenzó a mover un vaso de un lado a otro, como intentando obviar la situación y pensar en otra cosa, pero era lo unico en lo que su cabeza pensaba.
— Muy bien hecho campeón... Otra amistad fugaz que deja de existir... — Dejo caer la mitad de su torso encima de la mesa, tapandose la cara con los brazos cruzados. Tal vez asi nade escucharia sus gimoteos, cesarian de salir las lagrimas, o con mucha suerte, el suelo se lo tragaria hasta el mismísimo Averno y su existencia, dejaria de ser una molestia.
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Pese a que la chica llevaba encima un enfado de mil demonios, era apenas la mitad de lo que reflejaba su compostura lo que ilustraba su corazón. No era de hielo, su musculo rey era tan ardiente como el mejor de sus katones. Imposible que no llegase a tener un ápice de arrepentimiento mientras que se alejaba. Pero tampoco quería darse la vuelta y parecer una loca... otra opción era hacer arder todo el local, pero tampoco parecía la mejor de las ideas, o la mas cuerda.
Con los puños cerrados y firmes como dos aceros, la chica continuó andando sin mirar atrás hasta salir del local por completo. Una vez fuera, observó que el que se encargaba de dar paso o negarlo tenía en las manos una libreta, y en su bolsillo un bolígrafo.
« Perfecto. » Pensó la chica mientras se acercaba al hombre.
— ¿Me podría prestar un momento una hoja y el bolígrafo? Porfa...
— C-claro, no hay problema.— Respondía el hombre mientras ofrecía lo solicitado a la peliblanco; la libreta y el bolígrafo.
La chica lo tomó, y realizó una pequeña reverencia en agradecimiento. Se tomó apenas unos segundos para escribir algo en el papel, y tras ello le devolvió al hombre sus pertenencias. Evidentemente, faltaba la hoja donde la kunoichi había escrito. — Muchas gracias. Aquí tiene.
— No hay de que, guapa.
La Sarutobi ni se molestó en contestar. ¿Guapa? ¿A qué venía eso?
Se acercó hasta una pared cercana, y comenzó a doblar el papel en varias formas. Lo plegaba y desplegaba, doblaba y giraba hasta que hizo de éste una auténtica obra aeronáutica. Si, había hecho un pequeño avión de papel. Sin demora, se acercó hasta la puerta del antro, y lo lanzó con sutileza y precisión. El avión voló, deslizándose en el aire como un pez por el agua, hasta que toparía con la nuca del chico.
Para aquél entonces, la chica se habría escondido, o simplemente se habría ido.
Len, a una chica se le lleva a sitios mas relajados o bonitos. Aunque se trate de una kunoichi, a veces una chica necesita paz y consideración.
Katomi.
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