Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Curiosamente a la hora de dejar al empleado en el suelo nadie la interrumpió y no hubo más golpes de parte de una horda de personas desesperadas por escapar. Todos o se habían ido o ya no sentían la necesidad de pasarle por encima a nadie y era hasta lógico, pero lo que la rubia no entendía aún era por qué, estando tan cerca de la salida había decidido regresar al encuentro con el bijuu.
No tenía sentido, a si misma siempre se consideró perfecta y muy hábil pero frente a esa cosa tenía más que claro que no podría hacer absolutamente nada principalmente por el miedo que apenas le permitía mantener la comida en su estómago.
Justo cuando aquella atroz escena volvió a aparecerse ante la kunoichi pudo que la criatura que estaba destruyendo absolutamente todo era partida a la mitad aunque por las distancias ni siquiera pudo divisar qué lo provocó. De todas maneras la atención de la rubia estaba en los alrededores, buscar a alguien que pudiera necesitar ayuda y a medida que bajaba escaleras y evitaba tropezar con miembros amputados y vísceras de los civiles asesinados pudo divisar una silueta rojiza que hasta cierto punto le resultaba conocida.
—Dime que no… —Se dijo a sí misma la de Taki que comenzaba a temerse lo peor, encontrarse a su compañera de villa muerta cuando hacía unos minutos había estado tan bien no le resultaba una idea seductora por muy mal que le cayera.
Tardó bastante poco en llegar al lugar donde se encontraba la pelirroja y para su sorpresa allí lo vio, un niño de unos diez años con suerte, bañado en sangre y demasiado pegado a la chica. —¿Qué…? —Apenas alcanzó a soltar presa del pánico al ver la sangre de su compañera derramándose por el suelo.
Era bastante obvio lo que había ocurrido, lo suficiente como para que una kunoichi como Noemi fuese capaz de deducirlo por lo que no dudó ni un segundo en sacar su katana y apuntarla al niño que muy probablemente estaría con la guardia en alto.
Sin perder aún más tiempo la rubia lanzó una estocada directa al torso del niño ya que muy inocente no parecía, con un poco de suerte se lo cargaba allí mismo y podría ocuparse de sacar a Ritsuko de la escena aunque… Tener a un bijuu tan cerca la intimidaba bastante.
Karamaru soltó un largo suspiro de alivio al ver que el cuerpo a su lado se movía, aun respiraba. Su corazón latía y la sangre corría por sus venas, estaba vivo. Lastimado, sí, parecía sentir dolor pero por lo menos su vida no corría peligro. Sin embargo, la respuesta de su compañero de aldea tardó unos largos segundos en llegar.
Respuesta rara, absolutamente, pero respuesta al fin.
—¿Eres un buda? ¿Estoy muerto?
«¿Pero qué carajos?»
El pelado hizo un gesto extraño con su cara, claramente no entendía muy bien en que estado mental se encontraba el morocho.
¡Que no hombre! Estas vivito y coleando y nos tenemos que ir rápido, a menos que quieras ser presa de esa bestia gigante.
Karamaru se levantó y extendió hacia abajo su brazo para ayudar a levantar a su compañero. Si podía caminar caminaría y si no, el pelado no tendría problemas en cargarlo y correr con el en sus brazos.
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
-Maestro Yoda.
Los ataques de Ritsuko habían hecho blanco pero no como se lo esperaba, uno de los brazos falló totalmente y pasó de largo hasta dejarle una herida superficial en el pecho al niño y en consecuencia este se desplomó lloriqueando, aunque para la distorsionada vista de la pelirroja este parecía inerte, como si estuviese muerto y…
—¡Te he dicho que no lo mates! ¡Soy tu madre! ¡Deberías hacerme caso! —Le gritó la mujer a la que tanto apreciaba.
Al instante en que esas palabras resonaron en la mente de la chica, esta se quedó de piedra, mirando al niño con manos temblorosas incapaz de entender lo que había sucedido.
—Pero… No quería… —Soltó nerviosa la chica con su mirada en manos, no había nada en ellas pero en una de las cuchillas pudo divisar algo de sangre del contrario.
—¡Eres una inconsciente, Ritsuko! ¡Has matado a un niño, miralo, miralo, está muerto!
—Lo quería llevar con Yubiwa… —Balbuceó ahora entre sollozos mientras lentamente desviaba la mirada al crío que seguía allí en el piso.
La kunoichi no podía evitarlo, las palabras de su madre tenían demasiado valor en su mente y para colmo con tantos nervios y miedo comenzaba a hacerle un eco ensordecedor en la cabeza que le terminaría por reventar la cabeza.
Fue así como la pelirroja se vio incapaz de reaccionar ante el chico que se había puesto en pie y habría gritado antes de clavarle el puñal en el vientre, sin nada que lo evitase de por medio y por ende comenzó a perder sangre a montones en el mismo instante en que ese filo le atravesó la carne.
~No lo maté… ~Pensó la chica ya que las palabras se negaron a salir de su boca y segundos después terminó por caer de rodillas presa del pánico y el dolor. ~No lo maté, mamá… ~Repitió en su cabeza mientras lágrimas caían por sus mejillas y poco después todo su cuerpo terminó en el suelo mientras abrazaba su propio vientre con ambas manos como si aquello fuese a ayudarle con la hemorragia.
~Está vivo… ~Decía en su cabeza como si realmente fuese un logro, por lo menos así su madre debería dejar de regañarla.
Aunque de forma inconsciente esperaba una respuesta, esta no llegó. Pasaron varios minutos hasta que decidí dar un paso, momento en el que golpee con las andalia algo metálico.
Era mi kunai.
Me agaché y lo recogí, empuñándolo con excesiva fuerza en la mano diestra. De poco iba a servirme en aquella oscuridad, pero me daba algo de seguridad.
¿Estarían todos muertos? ¿Por qué nadie acudía a mi rescate? ¿Me habían dado por muerto ya? Hacía falta mucho bijuu para matar a Yota. Solo de pensar en aquella memez me hinchaba como un pavo y se dibujaba una tenue pero fugaz sonrisa en mis labios.
Hasta que se hizo la luz.
Fue repentina y me cegó pro completo provocando que mis orbes se cerrasen y alguna fuerza extraña me chupase sin que siquiera pudiese evitarlo, cogiéndome completamente por sorpresa. Pero la mayor sorpresa estuvo por llegar. Cuando los abrí se hizo de día, volviendo al estadio.
-¡YOTA ESTÁ VIVO, JODER!-
Me salió del alma.
Eché una rápida ojeada, no sabía qué coño había pasado y no estaba seguro de querer saberlo, pero de nuevo me movía por puro instinto. Instinto de supervivencia.
Vi de reojo una mujer que empuñaba una katana la cual su hoja era ¿Carmesí? y más allá el mapache gigante estaba partido en dos, pero su aferraba a la vida tratando de unirse de nuevo. Alguien le había cortado en dos y eso me liberó.
*Joder, gracias*
Tuvo que ser aquella mujer que ahora que me fijaba llevaba una venda en uno de sus ojos. Vi que trataba de hablar con alguien, busqué su interlocutor rápidamente. nada más y nada menos que Shiona-sama. Cerca de la uzukage estaba el takikage y el cabrón ese de las ruinas que la verdad tenía peor pinta que en aquella ocasión. Se había superado el muy mamón. La tipa de la katana les apremió a que era el momento con una simple indicación y estos se pusieron a hablar rápidamente para que luego de forma fugaz e increíble un montón de cadenas recubiertas de chakra surgieran del cuerpo de Shiona, clavándose en los dos trozos del bijuu, impidiendo su regeneración, manteniendolo separado por aquellas dos enormes piezas.
Aquellos no eran los únicos acompañantes, tan solo eran los de las altas esferas. También había un par de gennins, bueno o tres, además del imbécil que yacía al lado de su kage. A un lado, Ayame estaba arrodillada, como si estuveira fuera de si, por el otro, estaba mi amiga, Mizumi Eri, la muchacha peliazul que estaba ayudando a un rubio quedaba la sensación de estar inconsciente.
*¿Qué mierdas ha pasado aquí?*
La de Amegakure, además de estar fuera de sí, estaba envuelta en un chakra rojizo que sin saber por qué me daba cierto mal rollo.
-¡Eri!-traté de llamar la atención de la gennin de Uzushio-Ayudame, vamos, tenemos que hacer algo o vamos a morir-
¿De donde sacaba todas esas fuerzas? Seguramente fuese la rabia que me ponía los pelos de punta y endurecía mis pómulos, activando mis ojos con un color más intenso, clavados en la bestia con cola.
No recibí respuesta de la paliazul.
-A tomar por c..-
Un chillido infernal nos sacudió, golpeándonos directamente con la fuerza de un tornado. De nuevo, algo fuera de mi control me hacía tambalearme y moverme en contra de mi voluntad, está vez con más violencia, golpeando en cabeza, piernas, costillas...
-¡¿Pero tu estás gilipollas o qué coño te pasa?!-grité furioso, mirando a Ayame a sabiendas de que era cosa suya, ya que todo vio en su dirección-Puta loca de los cojones, tenemos que matar a la bestia esa de ahí y no entre nosotros-
Me salió del alma. derramó la gota que colmó el vaso tratando de incorporarme, magullado de las contusiones recibidas por haber hecho la croqueta gracias a la brillante idea de Ayame, esperando que todos estuvieran bien. Por momentos tenía la sensación de tener que protegerlos a todos...
Las personas por lo general nunca escuchan lo que Tatsuya dice, no les importa su opinión y Anzu no era la excepción a esa norma. La kunoichi rechazó el ofrecimiento de su compañero y decidió camuflarse con el ambiente utilizando un ninjutsu básico. La táctica de la morena era mucho mejor que la del espadachín por obvias razones, pero no porque a él no se le pudiese haber ocurrido tal cosa, sino porque carecía de la capacidad de usar el Henge no Jutsu.
Los encapuchados entraron a los sanitarios y empezaron a examinar la habitación. El de cabellos azabache contuvo la respiración, el más mínimo indicio de su presencia podría ser su fin.
Mientras permanecía oculto pudo escuchar la conversación que mantenían los misteriosos personajes, todo lo que dijeran podría ser información valiosa.
—¡Tío! ¡Que no va a haber nadie cagando con la que se ha liado, coño! ¡Siempre actúas como un paranoico!
—¡Actúo como tiene que actuar alguien con tanta responsabilidad a nuestras espaldas! Eres la vergüenza del cuerpo de inteligencia, Tamae.
No tardó en deducir que aquel par eran espías, pero, ¿por qué estaban en ese lugar al momento del ataque? ¿qué estaban buscando? ¿para quién trabajaban? No importaba cuantas preguntas se hiciera, no encontraría las respuestas, ya tendría tiempo después para dilucidar sobre al asunto. Lo siguiente que escuchó fue cómo se marchaban de la habitación, el resto de la conversación no fueron más que murmullos ininteligibles para sus oídos.
"Fuff, no me lo puedo creer"
Se habían salvado por el descuido de ese tal Tamae, aunque Tatsuya no estaba del todo tranquilo aún, no quiso salir de su escondite hasta asegurarse de que se habían alejado lo suficiente de su posición. Lentamente se asomó por detrás de la puerta mientras intentaba localizar a su compañera respiró hondo, tenían un problema menos, pero aún estaba el riesgo de que el Ichibi los aplastase.
—Anzu-chan— Hablaba quedo, no por precaución sino porque aún no se le pasaba el susto. —Tenemos que irnos, esto lo tiene que saber Kawakage-sama.— El no se daba cuenta, pero estaba sudando frío.
La estructura se les podía venir encima en cualquier momento, pero debían cuidar de no toparse con el par misterioso mientras trataban de buscar una salida. Ahora que caía en cuenta, se fijó que estaban en los sanitarios, y que además poco antes la había tomado por la fuerza. Víctima de un efecto retardado, se ruborizó y le pidió disculpas.
—¡Perdóname!— Reverenció de repente, con una inclinación mucho más pronunciada debido al nivel de la falta, entre tantas cosas ya no sabía ni lo que hacía.
Kaido oyó las palabras de daruu y frunció el ceño. Se cabreo, porque pensó que el hijo de puta les estaba tomando el pelo. No obstante y a pesar de ello, el pelado tuvo la certeza de responderle lo obvio: que estaba vivo y coleando.
El escualo no medió palabra y le tomo por el brazo derecho. Lo instó a que se sostuviera sobre su hombro, y que así karamaru hiciera lo propio con su izquierda.
—Llores o patalees, sólo agárrate duro pequeño marica. Tenemos que salir de este hervidero de tripas.
La peliblanca se había visto superada por la situación, más que supera se podría decir que aplastada. Rodeada por gritos, llantos, sangre, cadáveres desmembrados... y la visión de aquellos pequeños, a los pies de su madre.
"¿Por qué? ¿Por qué?" era lo único que la joven Hyuga se repetía una y otra vez en su mente, como un bucle incapaz de romper "¡¿POR QUÈ?!"
Un fuerte empujón la hizo caer de bruces contra el suelo, torpemente logró retener gran parte del impacto con sus manos pero no se reincorporó. Se quedó allí, quieta totalmente, llorando amargamente.
El impacto del cuadro que la rodeaba había trastocado su mundo, todo lo que creía se había venido abajo junto con aquel estadio. Ella había dedicado toda su vida a servir a un dios bueno y benevolente, un ser lo suficientemente poderoso como para labrar los destinos de los humanos con la misma facilidad con la que cambiaba los vientos... ¿Cómo podía permitir una cosa así? Ese estadio estaba repleto de personas inocentes, familias sin culpa alguna que tan sólo habían acudido a pasar un buen día... ¿Por qué los dioses permitían aquello?
—Hay un plan tras todo lo que pasa en el mundo...—
Por un instante le pareció escuchar la voz de su maestra, dándole la misma respuesta que le había dado cuando tan sólo era una niña y le hizo la misma pregunta que ahora se hacía así misma
"¿Un plan?..." la joven se hizo un ovillo abrazando sus rodillas "Un plan... un plan... un plan" se repetía ahora "Todo pasa por algo... todo pasa por algo... un plan" cerraba los ojos intentando no ver los cuerpos de los niños que yacían a menos de un metro, pero en la oscuridad volvían aquellas imágenes con la misma claridad que la realidad que se presentaba frente a sus narices —¿Qué clase de plan merece todo esto— gimoteo la de Kusabi
Off: Las tramas que quería enraizar en este tema están todas completas, la información que tenía que saber cada uno también.
Ha sido bonito, ha derivado hacia otra cosa diferente. Lo siento, Datsue, parece que la cosa se ha desviado, aunque claro, tu personaje jamás lo habría querido y Ayame me ha dado la excusa perfecta.
A partir de ahora, no posteéis. El siguiente post será mío.
Preparáos. Elevamos NW a su máximo esplendor. Llevo soñando con hacer esto un año.
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29/06/2016, 01:24 (Última modificación: 25/09/2016, 00:08 por Amedama Daruu.)
El ensordecedor grito de Ayame, enriquecido por el chakra de la bestia que albergaba en su interior, desgarró los oídos de todos los que estaban en la arena, hizo temblar el estadio, reverberó con fuerza y despegó los pies del suelo de Eri, Nabi, Yota, Yubiwa, Datsue, Migime… y de Shiona.
—N… no… ¿qué haces…?
La líder de Uzushiogakure tuvo que taparse los oídos para que no le estallaran los tímpanos. Pero la increíble fuerza de aquél grito la removió del sitio, rompió el sello y soltó las cadenas del Shukaku.
Ayame no era consciente de la fuerza de su propio lamento. El sonido era demasiado fuerte, incluso para ella, incluso desde ese ángulo. Incluso para los huesos de su cráneo. Las ondas rebotaron como el golpe al caer en plancha al mar desde un rascacielos. Se mareó, se mareó, y estuvo a punto de perder el conocimiento.
Y de pronto, se vio a sí misma allí. Pero a la vez, muy lejos de allí. En un lugar, sin embargo, que estaba muy dentro de ella.
Y frente a ella, un esplendoroso caballo blanco, con rostro cetáceo, con cinco colas. El monstruo que habitaba en su interior se alzaba ante ella, pero no parecía amenazador. Sus ojos, se podría decir, incluso transmitían emoción. Transmitían algo más, también. Quizás… ¿Añoranza?
Click. Clack. ¿Sonaba un click clack? No, ¡era un tic tac! Como el de un reloj.
Era extraño.
—¿Por… qué? ¿Por qué haces esto? ¿Por qué te preocupas? ¿Es por tu amigo?
Se acercó a Ayame, derrumbada sobre el suelo de aquél extraño dojo, iluminado con luz tenue. Su hocico, apenas unos centímetros separados de su cara. El extraño ser entrecerró los ojos.
—Espera. Eres… ¿eres… tú? ¿Eres tú? No…
Un flash. El reloj había parado.
Estaba de nuevo en la arena.
•••
Allá afuera todo se había salido de control. La gente, en el estadio, que se había controlado al ver como los líderes manejaban la situación y cómo la bestia estaba herida y bien atada, ahora gritaban desesperados. El bijuu era más fuerte que el kage. Y aquella mujer de la arena, aquella chica, había perdido el control. Algunos incluso chillaban que se había puesto de su lado, otros que habían varios monstruos más, otros más que la del pelo azul iba a tardar poco en descontrolarse también. Y luego estaban los más religiosos, que se arrodillaban y rezaban a los dioses.
Yubiwa y Shiona eran los únicos que tenían fuerzas para levantarse. Los genin estaban derrotados. Incluso Ayame y Eri, que parecían haber perdido aquella capa que les proporcionaba una energía extraordinaria.
Y aún así, ellos lo hicieron temblando como un flan, sin apenas capacidad para enfrentarse a aquél terror.
—¿Y nuestros antepasados se enfrentaron a nueve como… estos?
—No quiero ser apocalíptico… —increpó Yubiwa—. Pero no creo que vayamos a salir vivos de esta.
Señaló al Shukaku. El mapache emitió una risa gutural, casi diabólica. Estaba de nuevo íntegro. Levantó el morro hacia el cielo, y luego lo agachó hacia abajo, y empezó a cargar una esfera negruzca, morada, roja, blanca y negra que apuntó hacia ellos.
—¿Qué es eso…?
Un destello azul claro pasó entre Shiona y Yubiwa. Una Amekoro Yui, jadeante y sin energías también, había aparecido entre ellos dos.
—Estaba en la grada este cuando la malnacida de mi jinchuuriki decidió darnos un concierto —escupió, con un humor mordaz—. ¡Je! Otra cosa no, pero en Amegakure tenemos los pulmones bien fuertes.
—Yui… ¿Hay algo que podamos hacer?
Yui se dio la vuelta y observó a Shiona con rostro triste.
—Sé que no es buen momento para recordar lo que pasó en Kusagakure, pero creo que esa esfera es mucho más grande que la que destruyó la aldea.
¿Estamos jodidos?
Yui les dio la espalda e hizo un sello especial con las dos manos. Separó las piernas y un aura celeste la envolvió por completo.
—Por detrás y con vaselina, Yubiwa. Intentaremos que sea leve. ¿Tenéis chakra que prestarme?
Shiona bajó la cabeza y Yubiwa se encogió de hombros.
—Lo he gastado todo tratando de retenerlo…
—Te daré lo que necesites. ¿Será suficiente?
Yui observó la esfera que estaba cargando el bijuu. Ya era casi tan grande que el propio Shukaku. ¿De dónde había sacado tanta energía? Entonces observó a la izquierda, luego a la derecha.
La muchacha del pelo azul la había sorprendido desde la distancia. Quizás desde ese momento había dejado de prestar atención a los heridos y había dedicado la mayor parte de su tiempo a observar. ¿Uzu había robado chakra del bijuu de Amegakure? Conociendo a Shiona, era improbable, pero no imposible. ¿Ayame había regalado ese chakra? ¿Cómo iba esa chiquilla a saber siquiera cómo hacer eso? Diablos, si ella misma lo supiera habría utilizado otro método para el ataque a Kusagakure.
No tenía ni idea que Ayame pudiera desencadenar tanto poder sin hacerle daño al sello. Aquello sin duda podría ser peligroso, aunque quizás se le podía sacar algo de provecho…
Pero lo importante es que ya no había capa, en ninguna de las dos. Y entonces lo comprendió.
—Esto es malo. Se ha alimentado del chakra de bijuu de las otras dos. Dios santo, nos va a reventar.
—¡Has dicho que ibas a intentar detenerlo!
—Y lo haré.
Una masa de agua sin forma empezó a emerger frente a Yui. Creció y se removió con la furia de mil titanes, y compuso una columna más grande que el propio estadio y que el propio bijuu. Parecía una ola, pero estaba estática, quieta en el sitio.
—La corriente de mi técnica va hacia arriba, como un géiser —explicó—. Pararé la técnica y la desviaré hacia arriba… Y que estalle en el cielo. Que los putos ángeles se traguen esto, porque yo no pienso hacerlo.
—¡JIAJIAJIAJIAJIAJIA! ¡SOIS MUY DIVERTIDOS!
—¿Qué…? —¿¡Qué!? —¡¡Cojones, que habla!!
—Han sido cientos, miles de años soportándoos —gruñó la criatura—. ¿Creéis que os odio a vosotros? ¿Qué sois una amenaza, quizás? ¿Que quiero destruiros… a vosotros?
Como si se tratase de una pajita, hizo crecer un tubo de arena de su boca y lo clavó en la inestable bomba de energía que estaba creando frente a sí mismo.
—Sois unos egocéntricos. Unos esclavistas de mierda. Sois el mal en persona, humanos. HUMANOS. Sois una plaga.
»Oh, no… No os voy a matar a vosotros, no… ¿Pretendíais encerrarme de nuevo, verdad? —¿De nuevo…?
—¡JAJAJA! ¡¡IDIOTAS!! ¡¡¡SI MUERO, YO VOLVERÉ A LA VIDA!!! ¡¡¡VOSOTROS, Y TODOS VUESTROS NIÑATOS IDIOTAS, PROYECTOS DE ASESINOS EN SERIE, NO LO HARÉIS!!!
El Shukaku sorbió, y a medida que sorbía, su cuerpo se volvía de un color más y más negruzco, como si él mismo fuera la esfera que había creado anteriormente.
—¡¡Arrójale la técnica, Yui!!
—¡¡Es inútil!!
Yui extendió las manos hacia adelante y la ola se arrojó contra el Shukaku, pero apenas movió su cuerpo del sitio antes de perderse por la grieta que había dejado al entrar en el estadio.
—Ha sido un placer, señoritas. Se acabó…
¡¡¡MOOOORIIIIIID!!!!
JISATSU BAKUDAN BIJUU-DAMA
A la bestia no le importó explotar desde adentro llevándose consigo todo lo demás. Fue una muerte instantánea para todos los de la arena, y apenas unos segundos más para todos los demás del estadio. Quizás unos minutos para el resto de los Dojos del Combatiente. Pero todo el valle quedó arrasado por una fuerza que escapaba a la comprensión de todos.
Y en el último segundo antes de su muerte, todos escucharon ese endemoniado tic, tac.
•••
Qué extraño. Todos lo habían sentido. Como la piel se desgarraba del músculo, como la vida se les iba en el último aliento. Pero allí estaban. Inmóviles, sí, pero de pie sobre sus dos piernas. Incluso Riko, que había visto el final mucho antes que el resto, estaba allí, tan vivo como lo había estado desde que había nacido.
No podían hablar. No podían mirarse entre ellos. De hecho, ¿se veían, o simplemente era que estaban conectados? Todos sentían lo que el otro guardaba en su interior. Miedo, ira, desesperación… y aquella extraña calma.
Aquella profunda, extraña, y terrorífica calma.
Allá en el fondo de la oscuridad, como siempre ocurre en el fondo de todas las oscuridades, había un pequeño punto blanco. Tan sólo un punto, quizás una fina línea que oscilaba arriba y abajo. Una figura que se acercaba. Era extraño. Como la calma.
Aquella terrible, perturbadora y mortecina calma.
Iluminaba todo a su paso. Pero en aquél espacio vacío, todo flotaba sin ningún suelo. Y todo era negro. Es difícil de explicar. ¿Iluminaba algo que no se puede iluminar? Pero, sin embargo, lo iluminaba.
Pues él era la luz, y siempre lo había sido para todos ellos, para todos los ninjas.
No se había presentado, pero todos sabían quién era.
—Me llaman Sabio de los Seis Caminos. Rikudou. Pero sin duda eso ya lo sabíais, ¿verdad? —Claro, habían oído hablar de él, pero aquello sólo eran leyendas. Nunca lo habían visto, pero todos sabían, en su interior algo se lo decía, que se trataba del mismísimo Sabio de los Seis Caminos—. Lo que os voy a decir no va a ser fácil de digerir, pero debéis escuchar con toda vuestra atención.
Sus extraños ojos se paseaban por todos los presentes, aunque parecían detenerse más tiempo en algunos de ellos.
—Karamaru… robar sigue estando mal, nunca caigas en la tentación de hacerlo —dijo de pronto, dejando de lado el hilo de la conversación original.
»Daruu, tu enfrentamiento con Zetsuo no te lleva a ninguna parte. Seréis buenos amigos. Lo sé. Lo… conozco bien.
»Anzu, Datsue… Os recuerdo muy diferentes. No os metáis en problemas, ¿vale?
»Juro, ¿sigues creciendo tan rápido como entonces, eh?
»Yota… ¿has aprendido lo que se siente cuando estás encerrado dentro de alguien? Espero que eso os haga reflexionar a todos un poco. Has cambiado mucho, pero no engañas a nadie, eres un hijo del desierto. El desierto… te atrae. Está escrito.
»¡Ayame, Kokuo! Tardaréis en daros cuenta, pero vuestro lazo está tejido desde hace mucho tiempo. Tenéis que fortalecerlo. Sed una. Sed fuertes.
»Veo que sois los mismos de siempre, aunque también bien distintos… ¿Siempre en el centro de todo, todos vosotros, eh? Incluso allá afuera, lejos, una sombra conocida vuelve, sin nombre, hecha bestia. ¿O no? Tardará en descubrir que es más de lo que él cree. Siempre… Es el destino. Ya veo. Todo coincide. Ojalá tuviera tiempo para hablar con todos vosotros, pero se me acaba, se me acaba…
Dio un largo y tendido suspiro.
Era un hombre viejo, con el pelo negro canoso, liso y largo. Vestía una túnica blanca con magatamas negros, como negro era el bastón que sostenía en su mano derecha. Una de las partes terminaba en un círculo, como la luna llena, y la otra en un semicírculo, como una luna menguante. De no ser por sus ojos, extraños, de color morado pálido, con múltiples líneas concéntricas, cualquiera habría dicho que se trataba de un hombre normal.
—Y a mí me ha tocado este papel en este nuevo ciclo… —Dio otro largo y tendido suspiro—. Diantres. Ciclos. Todo se resume en eso. Estaba tan a gusto en mi pequeño despacho, rodeado de… En fin. Eso fue hace… mucho, muchísimo tiempo.
»Tenéis que comprender que la tela del mundo lleva construyéndose mucho, mucho tiempo. Puede que las cosas hayan cambiado, puede que siempre cambien, pero hay alguien empeñado en que los mundos, las personas, los acontecimientos se repitan una y otra vez. Vosotros no recordáis nada. Probablemente estas palabras os suenen a un extraño idioma extranjero. Pero yo os recuerdo a vosotros, como el hombre que siempre causa el fin os recuerda también, a cada uno de los que alguna vez os habéis cruzado con él.
»Recuerda el paso del tiempo, recuerda las reconstrucciones, porque él es el artífice. Comprenderéis que no puedo dejaros morir tan pronto. Los que estáis aquí seréis clave en el futuro del mundo. Si los líderes perecen, si los jinchuuriki perecen, si el mundo se queda sin contrapoder para sus hilos, él podrá operar sin que nadie se le oponga. Y esta vez, no tendrá que despuntar los hilos del telar, ¡como siempre ha hecho siempre que desmontamos sus planes!
»Hay un mal ahí fuera, uno que ha comprendido muchas veces cómo está hecho el mundo. Uno que ha entendido de dónde viene el chakra y sabe utilizarlo. Cada vez que algo no le sale bien, acaba con todo y la realidad renace. Él quiere alzarse, por encima de todos nosotros. Quiere usarnos como simples muñecos de trapo. Quiere ser el rey, el emperador. Quiere que seamos las hormigas de un terrario a sus órdenes.
»O peor aún… Estoy empezando a barajar que sólo quiere divertirse. Y eso… da miedo.
»¡El chakra es la energía del mundo! ¡De la realidad tal y como la conocemos! Y mucho me temo que a este mundo no le queda más energía que desperdiciar en renacer. Si este hombre, no, este monstruo sigue tirando el lienzo a la basura cada vez que el dibujo del artista no sale como él quiere, el cosmos va a quedarse sin tinta.
»Por eso, antes de que él lo controle todo y a todos y nos esclavice, o antes de que encuentre de nuevo los sellos que mantienen la energía del mundo fuera de sus garras… Debéis acabar con él.
»Después de lo que os he dicho, esto os va a resultar difícil: pero no debéis tener prisa. Sí debéis ser cautos. Lo más cautos que seáis posibles. Y mantener la estabilidad. Debéis mantener… la paz. Por favor, os lo pido. Ese mal del que os hablo no está entre vuestras filas. No está afiliado a ningún batallón. Ese mal del que os hablo trabaja por y para sí mismo… y es impredecible.
»El Ninshu me permite salvaros la vida hoy. El Ninshu me permite hablaros. Pero el Ninshu sólo me permite estar conectado con la gente que es afín al chakra. Cuando volváis ahí fuera, os váis a encontrar con civiles muertos. Cientos. Miles. Los Dojos, devastados. Debéis mantener la cordura, por vosotros, por vuestros hijos, por el futuro del mundo. Debéis tranquilizaros, organizaros, volver a vuestras villas, prepararos para lo peor e investigar. Pues el mal está ahí fuera, encarnado en hombre.
»No tardéis demasiado en hacerlo. Migime, Noka. Lo que váis a ver va a ser doloroso, pero vuestros guardias sobrevivirán también. Están aquí, ¿lo sentís? Debéis volver a vuestra tierra, al País del Hierro. Confiad en mis palabras, pero no esperéis encontrar allí nada agradable. Es vuestra tarea reconstruir vuestra patria.
»El futuro va a ser difícil. Primero vendrá la calma, pues el enemigo es astuto y calculador. Lento, sí, pero cada paso es un movimiento en un tablero gigante de ajedrez. Espero que vosotros sepáis jugar vuestras fichas tan bien como él.
»Cuidáos muy bien de él, por favor.
»Cuidáos del hombre de la risa escalofriante.
•••
Como si hubieran despertado de un mal sueño, los shinobi se levantaron, poco a poco, en el centro del gran cráter que había sido el Valle de los Dojos. No había rastro de víctimas. Porque se habían evaporado al instante, claro.
Y como un ejército invisible, todo el mundo sabía lo que tenía que hacer, aunque en el fondo nadie sabía qué había pasado exactamente, ni qué pasos había que dar para cumplir la tarea. Se levantaron, con rostro aciago. Se miraron los unos a los otros, y decidieron dejar las conversaciones para más tarde. Para otro momento. Para otro lugar más cómodo.
Así fue como cada shinobi volvió a su villa. Así fue como cada alma conectada fraternizó con la de al lado. Así fue como las sospechas de Yubiwa se evaporaron en el aire. Así fue como el miedo a la guerra de Shiona se desvaneció. Así fue como el ímpetu de Yui se apagó y su corazón se ablandó un momento para cuidar de sus hijos.
Así fue como Migime y Noka caminaron, juntos de la mano hacia el este.
Así fue como todos, a la una, se entendieron, aunque sólo fuese por un segundo.
Así fue como el Mundo Ninja continuó su nuevo camino… ¿o quizás, el camino que ya había andado desde el principio?
Salto temporal. Bienvenidos a Despedida del 201. Hay poco que destacar en cuanto a ambientación, y lo que hay es secreto e irá goteando. Recordad las palabras de Rikudo: la estabilidad es lo que había que encontrar, luego ya vendría la investigación.
Que cada uno tome lo que acaba de pasar a su manera . Espero que os haya gustado la trama hasta ahora, y espero que os haya gustado esto.
Seguimos, como siempre, y como desde el principio. Os quiero! .
Publicaré el anuncio oficial de finalización de la trama y os daré la experiencia correspondiente al salto temporal en breve.
¡Un saludo y un abrazo!
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