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Otoño-Invierno de 221

Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
#16

Yota no ha posteado ausencia y ya lleva bastante más de 72 horas sin contestar, así que me lo salto :3


Los guardias dispersaban a la multitud con rapidez, y otros tantos clientes escapaban por donde podían, por lo que el local quedó despejado en un tiempo sorprendentemente corto. Hogo, el Gordo, salió de las cocinas blanco como una tiza y con los ojos muy abiertos, observando el cadáver que yacía en el suelo con la garganta abierta. Había mucha sangre alrededor y sobre la mesa y las sillas derribadas. El corpulento cocinero empezó a lamentarse estruendosamente tan pronto recuperó el habla y, harto de sus llantos, el que parecía el encargado de aquella cuadrilla de guardias armados mandó a uno de sus muchachos a que se lo llevara de allí. Tuvieron que ser finalmente dos guardias los que, entre protestas y subidas de tono, se llevaran al dueño a las cocinas.

Con el lugar asegurado y despejado, el sargento y otro guardia más se dispusieron a inspeccionar la escena del crimen, pero entonces... Se dieron cuenta de que un chiquillo de pelo rojo y ojos del mismo color estaba allí sentado, con los ojos muy abiertos, mirando el cadáver.

¿¡Pero qué demonios...!? Maldito crío, ¿¡cómo has entrado tú aquí!? —interrogó al chico, mientras su subordinado lo levantaba en volandas—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Has visto lo que ha pasado?


— — —


Una vez en la calle, Akame notó como el frío aire nocturno de las montañas le aguijoneaba los pulmones. Se arrebujó en su capa de viaje, tratando de entrar en calor y con la cabeza trabajando a toda máquina para encontrar una explicación al grotesco espectáculo que había presenciado.

Ni siquiera tuvo tiempo para marcharse de allí cuando oyó pasos detrás suya. Se apostó tras una esquina cercana, en guardia y listo para poner pies en polvorosa si resultaba que alguno de los soldados del Daimyo estaba buscando rezagados. Sin embargo, y para su sorpresa, quien atravesó aquella puerta fue una chica muy joven, de pelo blanco y largo. Su palidez contrastaba con el rojo sangre de sus ojos, dándole una imagen de lo más intrigante. Akame la observó con cautela primero, pero al ver que parecía estar tan alerta como él, decidió que no era probable que tuviera nada que ver con el misterioso suceso.

Dime que tú también has visto lo que ha pasado ahí dentro.

El Uchiha salió de entre las sombras, ya sin su Henge, cubierto por su capa de viaje. Llevaba el pelo largo recogido en una cola, la bandana de Takigakure oculta en un bolsillo de su pantalón y el portaobjetos en la cintura. Sus ojos negros observaron de arriba a abajo a la muchacha; «parece un espíritu de las nieves, tan pálida y misteriosa...»

Vaya, había oído muchas historias sobre estas montañas, pero ninguna mencionaba que aquí los muertos no se quedan... Bueno, muertos —añadió, alzando las manos con gesto conciliador.
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#17
Había revuelo en el interior de la posada. Podía sentirlo. Podía escucharlo. Los pasos apresurados de las personas que, aterrorizadas, buscaban salir cuanto antes de aquel lugar de pesadilla. Pero otros pasos más pesados entraban, cargados de metal. Debían de ser los guardias. Alguien maldecía entre alaridos su suerte, pero aquellos llantos no tardaron en alejarse de su rango de audición. Debía de haber salido de la posada también...

Los pasos de metal se repetían en un escenario ahora más silencioso. Arriba y abajo. Ayame, en su forma líquida, no podía llegar a saber qué era lo que estaba pasando con exactitud. Pero entonces escuchó nuevas exclamaciones:

—¿¡Pero qué demonios...!? Maldito crío, ¿¡cómo has entrado tú aquí!? —parecía que Ayame no era la única que había entrado a hurtadillas en la posada. Y parecía que aquel chico había tenido menos suerte que ella para escapar—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Has visto lo que ha pasado?

Ayame aguardaba, con el corazón en un puño. Estaba asustada, tenía miedo, y tenía frío. Pero la curiosidad, las ganas de saber, la empujaban. De las declaraciones del chico y de las respuestas del soldado dependería de lo que pudiera enterarse acerca de lo ocurrido.

Aunque, quién sabe; era incluso probable que ni siquiera ellos tuviesen una explicación al respecto.
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#18
Fría y ruda fue la bofetada de aire casi ártico que golpeó las mejillas de la peliblanca. Del bullicio y la cálida sala, al frío de la noche y la ausencia de gentío. La chica alzó la mirada entre hombros, y buscó fugazmente rastro de vida. Con el corazón a una mano aún, solo cabía confiar en que no demasiada gente hubiese tomado ésta ruta, o bien la obstaculizase. Por un sentido u otro, cuanto menos jaleo mejor.

¿Cómo se las apañaba para acabar en una situación así? De veras, la buena suerte perseguía a la chica, pero ésta corría tanto que la dejaba atrás. Era ridículo, haber pasado de estar pensando qué tipos podían necesitar algún buen trago, o algo que fumar... a estar a despensas de no ser reconocida.

En la fría noche solo se escuchaba su agitada respiración, hasta que su vista y oídos alcanzaron a identificar a otro fugitivo. Éste no pidió mas a la chica, tan solo que confirmase que había visto lo mismo que él dentro de la taberna. La chica guardó silencio por un segundo, mientras que el joven desvelaba su silueta de entre las sombras. A cada paso suyo, sus orbes tan oscuros como la propia noche se hicieron mas notorios. Añadió a sus anteriores palabras que había escuchado numerosas historias acerca de esas montañas, pero ninguna hablaba sobre los muertos que se oponían a su destino —La muerte— y seguían andando con descaro.

¿No ha sido un espasmo de esos que se supone la gente tiene cuando anda entre la vida y la muerte?— Preguntó la Sarutobi, inconsciente de si realmente debiera haber andado tanto el muerto en sus últimos segundos de vida —Es... es la primera persona que veo morir...

Ni los entrenamientos hablaban sobre éstas cosas, ni ciertamente había llegado a éste límite. Está mal ser tan sincera, y mas con un desconocido, pero tampoco tenía miedo a decir la verdad. Siempre lo dijeron, se coge antes a un mentiroso que a un cojo.

« La verdad... es que no he sentido nada raro... ni bueno ni malo. Nada. ¿Tan insensible me he vuelto a la sangre y la violencia que no me ha afectado en absoluto ver un cadáver? »

Su mirada se fue inconscientemente hacia detrás, hacia la puerta cuyo umbral había atravesado poco antes. Pero ese lapso temporal fue fugaz, rápidamente clavó de regreso sus orbes color carmín sobre los del chico. —Sea como sea... no creo que éste sea el mejor sitio para que dos chicos queden hablando en mitad de un toque de queda. ¿No crees?

Razón no le faltaba.
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#19
¿¡Pero qué demonios...!? Maldito crío, ¿¡cómo has entrado tú aquí!? —interrogó al chico, mientras su subordinado lo levantaba en volandas—. ¿Cuánto tiempo llevas aquí? ¿Has visto lo que ha pasado?

— ¡Suéltame, joder! — vociferé en cuanto sentí como aquel desgraciado me levantaba como si nada — Fueron aquellos dos gorilas, yo solo estaba disfrutando de unos dangos

Lo cierto es que pareció un instante, me embobé viendo aquel cadáver con al sonrisa carmesí pintada en el gaznate. Un breve pero crucial espacio de tiempo desde que aquel tipo me sugirió que me largase de ahí y que aparecieran los guardias de Notsuba. Ahora la cuestión era saber qué pasaría conmigo. ¿Me creerían? ¿O por el contrario pasaría lo que quedaba de noche en un calabozo maloliente y putrefacto?

— Sí... Tuvieron que haber sido ellos. Entraron empujando a la gente y cuando los perdí de vista empezaron los gritos, estoy seguro de que aquellos dos hombres fuertes y altos como 2 robles son los culpables de esta muerte

No podía seguir viendo aquel cadáver, tuve que apartarle la mirada y localizar al guardia que había pedido explicaciones con la mirada.

— ¡Tiene que creerme! Yo no he hecho nada malo..

Esperaba que con la teatralización fuese suficiente.
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#20
Un espasmo de lo más raro, entonces —contestó el Uchiha con una media sonrisa—. El tipo ha caminado como tres metros, gimiendo y... —calló un momento, haciendo memoria—. Llamando a un tal Kenji. No soy médico, pero para mí parece más bien imposible.

Akame seguía observando a la chica con penetrante fijeza. En realidad, estaba tratando de discernir qué clase de persona era. Cuánto podía contarle. Cuándo debía dejarla allí, sola, en mitad de la fría noche notsubeña para evitarse mayores complicaciones. Y, sobre todo, qué información podía darle sobre lo ocurrido. «Pues parece que ninguna. Está confusa y parece impactada, pero no hay rastro de miedo en sus ojos. Curioso...»

Es... es la primera persona que veo morir...

El Uchiha frunció el ceño. Si había algo que no estaba dispuesto a hacer aquella noche, era perder el tiempo oficiando de "hombre bueno". Ya estaba a punto de darse media vuelta y desaparecer de entre las sombras cuando la muchacha dejó caer una sutil indirecta. Akame abrió los ojos, sorprendido. Era guapa, no tan guapa como otras chicas que había visto en Takigakure, pero sí más que las que había visto en Notsuba. Él no era de esa clase de hombres que dejaba que sus instintos se interpusieran en su camino... De modo que tuvo que esforzarse un poco en buscar una excusa creíble que darse a sí mismo. «Puede que me dé más información si se tranquiliza y piensa con más claridad. Sí, eso es, esta chica puede ayudarme a indagar más en este misterioso suceso».

Tienes razón, y hace un frío de mil demonios. Conozco una posada bastante acogedora cerca de aquí. Creo que podemos hablar más de lo que ha pasado ahí dentro con una buena taza de té entre manos.

Y sin más preámbulos, el Uchiha se echó la capucha por encima y, tras internarse en las sombras del callejón, empezó a caminar en dirección a la posada donde estaba alojado, esperando que aquella muchacha tan pálida le siguiese.


— — —


¡Suéltame, joder! Fueron aquellos dos gorilas, yo solo estaba disfrutando de unos dangos.

El soldado que había levantado en volandas a Yota le soltó instintivamente cuando éste gritó con una fuerza impropia de su edad, pero rápidamente volvió a agarrarle por los hombros con una fuerza muy superior a la suya. El sargento, mientras tanto, escuchaba la historia que le estaba contando aquel muchacho con mucha atención.

Cuando terminó, el hombre se rascó la barbilla puntiaguda, surcada por una cicatriz muy profunda, con gesto reflexivo. Sus ojos pasaron de Yota al cadáver que yacía inerte en el suelo, luego a la mesa volcada manchada de sangre —donde, dedujo, habían asesinado al comensal— y luego otra vez a Yota. Su expresión se ablandó ligeramente —todo lo que podía ablandarse una barra de acero—.

Está bien, está bien. Te creo. Cuéntame con todo detalle lo que has visto.


Ayame, por su parte, estaba tan concentrada en escuchar la conversación de los guardias con aquel muchacho pelirrojo, que casi ni se dio cuenta de que alguien se había agazapado junto a la ventana, justo al lado de ella. Era un tipo flacucho y pálido con una bufanda roja alrededor del cuello. Parecía bastante nervioso mientras observaba la escena.

Joder... Putos cabrones... ¡No tenían que hacerlo así! Menudas semanitas nos esperan, con la guardia del Daimyo tocándonos los cojones... Me cago en...

De repente se oyó un ruido tras la esquina, y el susodicho dio un respingo. Blasfemó por lo bajo y, con la agilidad de un gato, trató de escabullirse entre las sombras del callejón.
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#21
— ¡Suéltame, joder! Fueron aquellos dos gorilas, yo solo estaba disfrutando de unos dangos. Sí... Tuvieron que haber sido ellos. Entraron empujando a la gente y cuando los perdí de vista empezaron los gritos, estoy seguro de que aquellos dos hombres fuertes y altos como 2 robles son los culpables de esta muerte. ¡Tiene que creerme! Yo no he hecho nada malo...

Dentro de la posada continuaba el jaleo. Desde su posición, Ayame no era capaz de ver qué era lo que estaba pasando, pero las palabras llegaban hasta sus oídos claras como el agua. El chico que se había quedado rezagado balbuceaba, asustado. Sin duda había visto lo mismo que ella, a aquellos dos matones abriéndose paso a través de la multitud a base de empujones justo antes de que se desencadenara la catástrofe. Debían de haber sido ellos los causantes, ¿quién si no? ¿Pero por qué? ¿Y qué había pasado para que el hombre degollado se pusiera de nuevo en pie de aquella manera tan sobrenatural?

—Está bien, está bien. Te creo. Cuéntame con todo detalle lo que has visto.

Ayame agudizó aún más el oído, conteniendo los alocados latidos de su corazón. Sin embargo, un pie se posó justo junto a ella, y la superficie del agua vibró ligeramente cuando la sobresaltó.

«¿Cuándo ha aparecido aquí?» Se preguntó, horrorizada.

Era un chico delgado como un palo y de cabellos de color rojo como la sangre, que hacían juego con la bufanda que llevaba anudada en torno al cuello.

—Joder... Putos cabrones... ¡No tenían que hacerlo así! —balbuceó, pálido, y Ayame volvió a sobresaltarse al escucharle. Por un momento estuvo tentada de retenerle en el sitio y hacerle cantar, pero se contuvo al darse cuenta de que aquello sólo armaría un nuevo revuelo que alertaría a los guardias que se encontraban en el interior de la posada y la obligarían a enfrentarse a incómodas preguntas—. Menudas semanitas nos esperan, con la guardia del Daimyo tocándonos los cojones... Me cago en...

Un sonido tras la esquina los alertó. El hombre de la bufanda maldijo para sus adentros y se escabulló entre las sombras del callejón. Ayame aguardó unos segundos, inmóvil como una estatua de hielo. Y sólo cuando la figura del hombre de la bufanda desapareció en el callejón, recuperó su forma corpórea de manera lenta y cautelosa; y, tras echar una breve ojeada a su alrededor, siguió los pasos del sospechoso entre largas zancadas.

Ya estaba claro que dentro de la posada nadie sabía qué era lo que había pasado. Su fuente de respuestas se encontraba en aquel misterioso hombre.
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#22
El chico que había aparecido de entre las sombras, con ojos mas oscuros que la propia noche que les acogía en pleno invierno, afirmó que el espasmo post mortem del individuo había sido de lo mas raro; no era médico según decía, pero recorrer casi tres metros mientras escupía sangre y llamaba a todo pulmón a alguien, quizás a su padre, no era de lo mas normal. En fin, la chica tampoco es que fuese una experta en el tema, pero si que había sido un poco mas denso de lo que había de ser habitual. Ni tan siquiera en sus películas de serie B los actores eran tan malos interpretando la muerte...

Bueno, si... supongo... —¿Qué mas decir? ¿Qué mas añadir si no tenía ni la menor idea de lo que era una vida menos salvo lo que había visto por televisión? La televisión siempre había sido una buena tutora y mentora en ausencia de sus padres, pero siempre había escuchado que no todo lo que sale por sus imágenes es cierto. Igualmente, podía ser por envidia que dijesen eso. No hay mejor mentora que un banco indomable de información, por muy manipulada que pudiere estar.

Con el comentario de la chica en el aire acerca de que ese lugar no era el mas propio para entablar una conversación, su antagonista respondió raudo y veloz. El chico inquirió que fuesen a una posada "bastante acogedora" en la que se alojaba, en la cuál podrían resguardarse del frío, de la noche, así como tomar un té bien caliente y hablar de lo sucedido. «¿Será éste chico el causante de esa muerte...? Es un poco extraña ésta invitación... ¿y porqué me invita a esa posada? Lo mas normal del mundo sería que se intentase escaquear... Si dije de no quedarnos aquí hablando, era precisamente por evitarlo, al menos en parte...»

La peliblanca miró antes de tomar ninguna decisión a ambos lados. Se aseguró, por su propia seguridad, de que no había nadie mas por el lugar —Obviamente, un asesino raramente actúa en solitario— en éste acontecimiento tan llamativo, actuar en solitario era como un gran espectáculo, cuyo final estaba eclipsado en suicidio. ¿Estaría la kunoichi frente a un asesino? De nuevo llevó sus orbes color carmín hacia los de tono azabache. —De acuerdo, vayamos a esa posada.

»Por cierto, mi nombre es Katomi. ¿el tuyo es..?
—Descaradamente, buscó descubrir algo de información acerca de su antagonista. No sabía nada de él, salvo que había estado en el escenario del crimen. Pero ésto último también le daba un dato a tener en cuenta. Ella estaba bajo igual circunstancia... ¿Era también sospechosa a ojos del verdugo que tenía a su lado?
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#23
Tras mi grito el gorila que me estaba apresando me soltó pero rápidamente recuperó la corcura y volvió a agarrarme, por los hombros, imposibilitando en gran medida que me moviese.

Está bien, está bien. Te creo. Cuéntame con todo detalle lo que has visto.

Bueno, bueno, bueno. ¿Es que aquel tipo no escuchaba? No podía darle mucha más información al respecto. De hecho estábamos perdiendo el tiempo en aquel lugar. Pero bueno, le contaría, una vez más, lo que había visto.

— Vale, te lo volveré a contar, pero pierdes el tiempo. a quién deberíais preguntar es a toda esa gente que estaba alrededor de esta mesa y ha visto mucho más de lo que yo he visto

Chasquee la lengua. La cosa empezaba a ser problemática y tan solo deseaba poder irme de allí, no me gustaba nada estar con aquellos guardias.

— Estaba en la barra disfrutando de los dangos cuando de repente escuche una chica vociferando, justo allí, en la entrada — dije, señalando como pude la puerta principal, aquella por la que había huido todo el mundo — Me giré rápidamente para ver qué sucedía y vi como aquella voz provenía de una chica, de cabellos pelirrojos y ojos rojos como la sangre. Luego vi los dos matones, empujando a la gente, abriendose paso hasta aquí, donde se escondieron entre la gente y después aquellos gritos de terror. No vi qué sucedió pero creo que fácil pensar que fueron ellos los que le abrieron el gaznate en canal a este hombre. No pude evitara cercarme hasta aquí y vi como la víctima trataba de decir algo. Tan solo decía un nombre, no tengo ni idea de que significa o qué trataba de decir. Tan solo repetía Kenji una y otra vez

Me encogí de hombros, incapaz de dar más información.

— Me temo que eso es todo lo que sé



Bueno, si no os importa, voy a rolear con el nuevo Yota. Vamos a omitir las referencias al pelirrojo y ahora soy el Kaguya rubio platino.
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#24

Cuidado, que no he dicho que el tío que ha estado espiando por la ventana, junto a Ayame, sea un chico. Ni que tenga el pelo rojo XD De hecho he especificado que es un hombre y no he puesto nada sobre su pelo e,e


Akame sonrió plácidamente cuando la misteriosa chica pálida aceptó su invitación, no sin ciertas reservas. No podía culparla —él tampoco las tenía todas consigo, pero aun así, una charla infructuosa era mejor que nada—, «y, desde luego, no pienso irme de aquí sin averiguar qué demonios ha pasado». Todo apuntaba a que aquella era una historia demasiado interesante como para dejarla pasar sin pena ni gloria.

Así pues, el Uchiha echó un vistazo a su alrededor para orientarse, y una vez ubicado, echó a andar en dirección a donde él creía recordar que se encontraba la posada. No era fácil, desde luego, en mitad de una noche tan oscura.

Por cierto, mi nombre es Katomi. ¿El tuyo es...?

¡Vaya, qué modales los míos! Disculpa. Me llamo Akame —contestó el Uchiha—. ¿Eres de por aquí, Katomi? Si no es mucho preguntar, claro.

El gennin de Taki intuía la respuesta a aquella pregunta, pero le parecía poco conveniente ser más directo después de haber percibido que Katomi no confiaba mucho en él.


— — —


El sargento alzó una ceja, escéptico, mientras Yota le relataba, desde su punto de vista, lo sucedido.

Estaba en la barra disfrutando de los dangos cuando de repente escuche una chica vociferando, justo allí, en la entrada —el guardia desvió un momento la vista hacia donde le indicaba aquel muchacho—. Me giré rápidamente para ver qué sucedía y vi como aquella voz provenía de una chica, de cabellos pelirrojos y ojos rojos como la sangre.

Pelirroja y de ojos rojos... No he visto a nadie así por aquí, no desde luego entre la gente que hemos retenido allí fuera —contestó el sargento, con gesto reflexivo.

Luego dejó que el rubio continuase su relato, hasta que de repente...

Tan solo decía un nombre, no tengo ni idea de que significa o qué trataba de decir. Tan solo repetía Kenji una y otra vez.

¿Kenji? —replicó aquel hombre, visiblemente sorprendido—. ¿Estás seguro de que eso es lo que dijo? ¿Kenji?

Instintivamente los ojos duros y oscuros del sargento se movieron otra vez por la escena del crimen. Sus rasgos, su forma de hablar y de moverse por todo lo relacionado con aquel caos daban pie a pensar que tenía bastante experiencia en su trabajo. Los dos guardias que se habían llevado al dueño del local aparecieron por la puerta que daba a las cocinas, y el sargento les hizo un gesto para que esperasen fuera.

Muy bien, muchacho, has sido de gran ayuda —dijo por fin, rascándose la cicatriz del mentón—. Buscaremos a esos dos tipos y trataremos de averiguar quién es ese tal Kenji. ¿Cuál es tu nombre? —y, después de que Yota contestase, agregaría—. Puedes irte, pero si te vuelvo a pillar entrando en donde no debes, tendrás problemas.

Dando por concluido el interrogatorio, el sargento llamó a uno de sus chicos —concretamente, al que había estado custodiando el cadáver— y empezó a dar órdenes. En poco llegarían dos guardias más con una camilla en la que se llevarían el cuerpo mientras los demás guardias seguían interrogando a los asistentes que estaban retenidos fuera de la taberna.


— — —


Ayame se internó en el oscuro callejón en el que había desaparecido el misterioso hombre huesudo. La kunoichi tenía buen oído, y fue capaz de captar un sutil y rítmico traqueteo provocado —seguramente— por las botas de aquel tipo. Siguiendo aquel rastro, se fue adentrando más y más en aquel entramado de callejuelas pobremente iluminadas. La mayoría estaban casi completamente a oscuras, y sólo el resplandor procedente de alguna que otra lámpara de aceite o ventana de las viviendas colindantes, le permitía ver tres palmos delante de sus propias narices.

Tras un breve pero intenso trayecto, Ayame pudo distinguir claramente como los pasos de aquel tipo se silenciaban un momento, justo tras doblar una esquina. Instantes después volvería a escuchar el caminar de alguien... Pero, esta vez, parecía que el susodicho no estaba solo. Tras la esquina del oscuro callejón había, claramente, más de una persona. Sobre todo porque pudo distinguir el susurro de una conversación.
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#25
Se adentró en un callejón y entonces le entró un súbito ataque de pánico. Trató de contener un jadeo, pero tuvo que apoyarse en la pared más cercana para no verse absorbida por la oscuridad que la rodeaba. Por delante de ella, los rítmicos pasos del hombre al que perseguía se alejaron en la distancia. Tardó algunos minutos en obligarse a avanzar, concentrándose en la escasa luminosidad que proporcionaba alguna que otra ventana o una lámpara de aceite en la distancia para no quedarse completamente paralizada.

«¿Por qué estoy haciendo esto?» Llegó a preguntarse en más de una ocasión, cuando la oscuridad se hacía tan densa que la sentía como una garra cerrándose sobre su cuello. «Debería volverme y olvidar toda esta locura. No es asunto mío...»

Pero en su cabeza luchaban la curiosidad contra el pánico. Y era la primera la que terminaba por hacerle seguir adelante.

El camino se le hizo interminable, pero al final Ayame dejó de escuchar los pasos del hombre de la bufanda tras girar una esquina. Por un momento temió haberle perdido, pero entonces volvió a escuchar pisadas. Y esta vez, era más de una persona.

«Está con alguien...» Incapaz de resistir la tentación, Ayame se pegó a la pared y entrelazó las manos en tres sellos.

Una nube de humo la envolvió, y cuando esta se disipó no quedaba rastro alguno de la kunoichi. En su lugar, un gato negro de ojos castaños que caminaba despacio hacia el cruce de la esquina, tratando de escuchar la conversación que tenía lugar al otro lado...
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#26
El chico parecía haber olvidado los modales, o simplemente el ajetreo lo había traído por el mal hábito. Pero allí estaba para recordarselo la chica, si señor. Con un sacacorchos, le tuvo que arrancar el nombre. ¿Cómo dirigirse a él si no? Era ridículo, ya que le había ofrecido que lo acompañase, qué mínimo. Se presentó sin demora como Akame, y acto seguido lanzó una pregunta que era bastante obvia.

No... la verdad es que no soy lugareña. Creo que pocos de los que intentábamos disfrutar la música ahí dentro eramos de aquí...

Lo cuál le llevaba a un dato importante. ¿Dónde estaba la banda musical? ¿Acaso no habían huido por ésta misma dirección? De entre todos, solo quedaba éste chico tan... cordial. Sin duda, despertaba sospechas. Pero antes de que decidiese qué debía hacer, el chico buscó orientación, y tomó rumbo hacia la mencionada pensión. Bueno, al menos eso era lo que parecía.

«Este chico... ¿querrá matarme también? No veo rastro alguno de los músicos. O bien corren mas que el diablo, o éste tipo los ha matado al igual que al hombre de antes... DIOS... ¿Qué hago?» Su mente no dejaba de buscar respuesta a tan agria pregunta, pero inconscientemente la chica empezó a andar, siguiendo los pasos del chico con liviano anhelo. A cada paso que daba, más incertidumbre rondaba su cabeza. Después de todo sería lo mas normal del mundo... acababa de presenciar una muerte en vivo y en directo.

Bueno, Akame... tengo que preguntarte algo... —Inquirió la chica en el camino. Rodeados ambos de edificios, y bajo la penumbra de la mas oscura noche, la chica alzó las manos en posición de guardia. —¿Lo hiciste tú?

Con los ojos clavados en los del chico, no pudo dejar escapar lo que pensaba por sus labios. Sus pensamientos se alzaron en voz alta, clara, y mas que concisa. Tajante y sincera, no podía dar de lado su pensamiento y andar tan tranquila al lado de un posible asesino, a saber a dónde la llevaba... Aunque quizás había cometido un leve error. Adoptar una posición de combate decente podría alertar al sospechoso de que conocía las artes de la guerra.
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#27
Sorpresivamente, el guardia que estaba al mundo decidió escucharme. supongo que debía dar las gracias. Seguramente estaban más perdidos que un bijuu en mitad de una aldea y lo más sensato para ellos era escuchar a los que habían estado allí para poder sacar alguna pista, una conclusión de la que sacar algo en claro.

Pelirroja y de ojos rojos... No he visto a nadie así por aquí, no desde luego entre la gente que hemos retenido allí fuera

Asentía a medida que procedía el guardia.

¿Kenji? —replicó aquel hombre, visiblemente sorprendido—. ¿Estás seguro de que eso es lo que dijo? ¿Kenji?

Vaya, por lo visto di en el clavo. Aquel nombre, Kenji, inquietó al agente de la autoridad notsubeño. Aquello despertó mi curiosidad y quería saber más. ¿Acaso sabía quien era el tal Kenji? y por encima de todo ¿Quién cojones era el tal Kenji para ser tan importante en aquel asunto?

— ¿Qué pasa con el tal Kenji? ¿Quien se supone que es? ¿El asesino?

Tenía mil dudas en la cabeza. Pero lo bueno, si breve, dos veces bueno. Así que me sugirió que me fuese y no me metiera en más lios.

Muy bien, muchacho, has sido de gran ayuda —dijo por fin, rascándose la cicatriz del mentón—. Buscaremos a esos dos tipos y trataremos de averiguar quién es ese tal Kenji. ¿Cuál es tu nombre? —y, después de que Yota contestase, agregaría—. Puedes irte, pero si te vuelvo a pillar entrando en donde no debes, tendrás problemas.

Supuse que no debía tentar a la suerte. Pero sabía que aquella noche sería larga así que antes de salir bsuqué algún lugar desde el cual pudiese husmear. Vi una ventana que podría ser útil. La misma ventana por la que previamente Ayame estaba husmeando, por lo que nada más salir me acerqué y observé lo que sucedía en el interior, desperté todos mis sentidos con tal de no ser sorprendido por nadie y vi como tan solo quedaba el tipo que previamente me había indicado que me largase, el guardia que parecía estar al mando.
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#28
No... la verdad es que no soy lugareña. Creo que pocos de los que intentábamos disfrutar la música ahí dentro eramos de aquí...

El Uchiha asintió, pensativo.

Sí, tienes razón. La fama de Rokuro Hei ha llegado a todos los rincones de Oonindo, ¡y ahora entiendo por qué! —agregó, recordando aquella hechizante melodía—. Con todo lo ocurrido, ya casi me había olvidado de la música.

Seguían caminando, pero había algo que al joven Akame no terminaba de gustarle. Katomi parecía desconfiar de él, y él no le quitaba ojo de encima. «Maldita sea, chica, relájate. Me estás poniendo nervioso...», se dijo el Uchiha. Y con buen criterio. Apenas giraron una esquina para terminar en otro callejón, la muchacha se detuvo en seco. Akame se giró inmediatamente para encararla. Bajo su capa de viaje, había movido discretamente su mano diestra para agarrar uno de los shuriken de su portaobjetos.

Bueno, Akame... Tengo que preguntarte algo...«Esto no tiene buena pinta»—. ¿Lo hiciste tú?

El Uchiha tuvo que contener una mueca de sorpresa. De seguro no se esperaba algo así, y mucho menos una acusación velada tan directa. Cuando Katomi alzó las manos, Akame flexionó ligeramente las rodillas, preparado para esquivar cualquier golpe y contraatacar. «Su guardia es correcta. Esta chica es más de lo que aparenta, ¿quizás una kunoichi? ¿O simplemente es hija de algún guerrero solitario?».

Hubo unos tensos momentos de silencio. Las sombras les cubrían parcialmente a ambos, dejando tan sólo entrever retazos de sus figuras iluminados por las luces de un ventanal cercano.

¿Qué clase de pregunta es esa? —replicó finalmente el de Taki—. Por supuesto que no.

Akame relajó un momento su postura como muestra de pacifismo.

Creo que hemos empezado con mal pie, verás, yo...

De repente, algo llamó la atención del Uchiha, y sus ojos se clavaron en la oscuridad por encima del hombro de Katomi. Frunció el ceño y, con un rápido movimiento, apartó su capa con la mano zurda mientras disparaba el shuriken que había cogido con la diestra. El proyectil, sin embargo, no iba dirigido hacia Katomi, sino hacia un tercer invitado en aquella conversación.

Un gato negro que había aparecido tras la esquina que los dos jóvenes habían torcido hacía tan sólo unos instantes.


— — —


Agazapado a la ventana, Yota pudo ver como los guardias se llevaban el cadáver. El sargento se llevó un rato de acá para allá, dando órdenes y hablando luego con Hogo el Gordo, que no paraba de llevarse las manos a la cabeza y de gritar cuánto dinero iba a perder y cómo aquello había arruinado por completo su negocio.

Por otra parte, el joven de pelo platino fue capaz de intuir alguna que otra conversación proveniente, no de dentro del local, sino de la entrada. Pese a que la mayoría de los retenidos ya se había marchado —seguramente después de responder algunas preguntas a los guardias de la ciudad— todavía quedaban allí algunas personas. De entre ellas destacaban un grupo de dos hombres, una mujer que lloraba desconsoladamente, y un niño que debía tener no más de seis años. Se trataba, probablemente, de amigos o familiares del muerto. La dama, que tenía el vestido manchado de sangre y se limpiaba de tanto en tanto las lágrimas con un pañuelo azul claro, era la que había estado sentada junto al asesinado.
Diálogo - «Pensamiento» - Narración

Mangekyō utilizado por última vez: Flama, Verano de 220

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#29
Las voces aumentaban en volumen y, por la diferencia entre estas, Ayame pudo deducir que tras la esquina había por lo menos dos personas. Un hombre y una mujer. E incluso alcanzó a escuchar algunos retazos de su conversación.

—...¿Lo hiciste tú? —preguntó la mujer.

Ayame se detuvo en seco, con el corazón latiéndole con fuerza en las sienes. Parecía que estaba a punto de descubrir al autor de aquel terrorífico capítulo. Se acercó un paso. Dio otro. Tenía que asomarse por la esquina para poder ver...

—¿Qué clase de pregunta es esa? Por supuesto que no —respondió el otro.

Tal y como había previsto, eran sólo dos personas las que se encontraban allí. Sin embargo, desde aquella distancia, no alcanzaba a ver más que dos siluetas iluminados tenuamente por las ventanas más cercanas.

—Creo que hemos empezado con mal pie, verás, yo...

Ayame dio un paso más, tratando de distinguir los rasgos de aquellas dos personas. Sin embargo, una de las dos figuras se sobresaltó y dirigió la mirada justo hacia su posición. Ayame se había quedado paralizada, aún sabiendo que bajo su disfraz nadie podría reconocerla. La silueta se movió de repente y Ayame apenas tuvo tiempo de saltar en el aire unas centésimas antes de que el proyectil que le había arrojado impactara de lleno en ella. El shuriken terminó clavándose en el suelo unos metros tras su espalda, y Ayame les miró con gesto disgustado.

Pero enseguida reparó en que ninguno de los dos era el hombre que ella había estado siguiendo. Confundida, miró a un lado y a otro. Y entonces dejó de ser aquel gato negro para volver a su verdadera forma.

—¡¿Dónde está?! —preguntó al aire. Y entonces dirigió su mirada hacia los dos chicos—. Hey, ¿habéis visto a un hombre con una bufanda roja?

La luz de las ventanas reflejaba con fuerza el color blanco de los cabellos de la muchacha. El otro era un joven que, de alguna manera, se le antojaba familiar. Tenía más o menos su edad y el cabello recogido en una coleta. Entonces se dio cuenta de algo.

—Tú... ¿Tú estabas a mi lado en la posada? —preguntó, con los ojos entrecerrados y señalando al chico con el dedo índice. Se parecía mucho a aquel joven con el que había entablado conversación en la posada de Hogo el Gordo, aunque la persona que se alzaba en aquel callejón era más joven...

Pero bien era posible que hubiera utilizado una transformación para poder acudir al espectáculo, tal y como había hecho ella. Desde luego, no era capaz de ver si tenía bandana ninja o no, pero el shuriken que le había arrojado y su destreza a la hora de hacerlo fácilmente le delataba como tal.
[Imagen: kQqd7V9.png]
Sprite por Karvistico.


—Habitación de Ayame: Link

No respondo dudas por MP.
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#30
En el juego de luces y sombras, sendos jóvenes dudaban de los propósitos que el antagonista le podría llevar. No hacían para nada mal en dudar, pues eran ambos los que acarreaban un comportamiento extraño... y no había nadie mas en el sitio, curioso cuanto menos. Siendo así, no pudo evitarse la fugaz confrontación. Si bien la chica estaba mas perdida en el asunto que un calvo en mitad de una convención de peluquería, no había quedado demasiado lejos en lo referente a perspectiva. El chico no dudó un solo segundo en alzar la guardia, y bien se veía a la legua que sabía lo que hacía.

« Éste chico no es un civil cualquiera... »

Sin embargo, éste no parecía estar buscando el enfrentamiento. No titubeó un solo instante al negar la acusación, la indiscreta acusación, y tras ello bajó su guardia. La Sarutobi, al ver la acción de Akame, actuó de la misma manera. Comenzó a bajar la guardia, mientras que el chico comenzaba a explicarse. De pronto, el chico detuvo sus palabras, corrió hacia un lado su capa de viaje con la zurda. En un abrir y cerrar de ojos, el llamado Akame hizo que un metal silbase en el aire. Su lanzamiento fue tan rápido, que ni las palabras le salieron a la chica. Instintivamente, ladeo su cuerpo hacia la derecha, buscando alejarse lo máximo posible del shuriken. El gesto hasta sobró, había pasado bastante alto como para acertar en ella, pero bajo como para no buscar acertar en alguien.

¿¡Qué coño... !?

Para cuando miró hacia su retaguardia, tan solo vio un pobre gato. El pobre animal, pareció perder al menos seis vidas del susto. La chica no pudo evitar la reacción mas primaria e iracunda. Clavó los ojos en el chico, con un ceño fruncido hasta límites insospechados, y alzó las manos en un gesto de total desacuerdo y a la misma vez duda. ¿Por qué diablos atacaba a un gato?

¿Pero qué coño haces? ¿¡Es un gato joder!? ¿Qué diablos te pasa?

Pero para su sorpresa, el chico no estaba tan equivocado. El gato se deshizo en una nube de polvo tras haber esquivado a duras penas el arma, y de ésta surgió una chica. La chica tenía una cabellera mas oscura que la misma noche, y una porte que casi le resultaba familiar. ¿Acaso la había visto antes? Seguramente si hiciese gala de memoria fotográfica, recordaría las buenas imágenes de cierta chica que tenía una de las mas poderosas armas de Amegakure... pero no, ni lo recordaba, ni las fotos habían sido actualizadas con el paso del tiempo en los libros de texto.

Fuera como fuera, la chica parecía pasar de todo. Se limitó a preguntar por un tipo con una bufanda roja, un tipo que no había pasado por esos lares ni por asomo, allí solo estaban ellos dos... o ellos tres, si contábamos a la chica-gato. Con una mueca de indignación total, la chica alzó su dedo incriminatorio y o acusador hacia la recién llegada. —¿¡PERO TU DE QUE VAS!! Tía, apareces de la nada, disfrazada de gato, interrumpes mi interrogatorio, ¿y preguntas por un tío de una bufanda roja? Al menos podías pedir disculpa por darnos el susto... o por haber fastidiado el concierto... ¿¡FUISTE TU, VERDAD!?

Ahora era la chica de orbes oscuros como la noche de invierno la que pasaba a ser la principal sospechosa. No había otra, estaba buscando al sujeto que le faltaba por matar. Ya había visto demasiadas películas policiacas como para dar por alto éste giro en la trama. No podía ser otra, a menos que el muerto no estuviese muerto... que solo fuese una mala actuación en pos de fastidiar... —No ni hablar.— La chica blandió la cabeza de un lado a otro rápidamente, intentando despejar al menos un poco las ideas que efimeramente inundaban su cabeza. Incluso se llevó las manos a la cabeza, harta de tanto abusrdo en la situación.

Dios... que dolor de cabeza me estáis dando...

No había mayor verdad que esa...
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