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—Si la persona en cuestión es un hombre bajo y gordo, recorrer una distancia larga en poco tiempo sin duda alguna debería dejarlo exhausto, jadeando.
»¿No deberíamos haber sido capaz de escucharlo...?
Tienes razón, pero también podrías no tenerla
Dudo que lo podríamos llegar a escuchar ¿Y qué si es shinobi?
Karamaru lo dudaba mucho, un shinobi no actuaría como lo hizo ese hombre pero el mundo nunca dejaba de darle sorpresas. Tal vez esta era una de ellas.
Sólo quiero decir que las apariencias engañan. Como ninjas nosotros mismos somos capaces de cosas increíbles.
Coincido, puede que llegue a ser hasta imposible encontrarlo.
El calvo sabía que si eso ocurría dejaría un alma angustiada, un pobre niño sin nada. Debían encontrarlo no por su sentido del deber si no por el de la compasión, de la solidaridad y de la voluntad.
Podría estar en cualquier edificio o calle. Deberíamos de separarnos supongo yo, aunque tratando de mantenernos a la vista o cerca para poder llamarnos..
"El miedo es el camino al lado oscuro. El miedo lleva a la ira, la ira al odio, el odio al sufrimiento, y el sufrimiento al lado oscuro"
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Daruu lanzaría una carta sobre la mesa en contestación al planteo que habría hecho el joven médico, independientemente de la constitución de aquel sujeto rubio, regordete y de poca estatura si fuese un shinobi no debería ser subestimado.
Me gustaría pensar que ningún shinobi de Amegakure sería capaz de asaltar a un pobre niño...
Comentó expresando su preocupación sobre el tema. Prefería que fuese hasta un alíen quien le robara a aquel niño a que fuese un soldado de su propia nación, y solo por un collar.
No paso mucho antes de que la idea de dividirse fuese planteada, no era una mala idea, cubrir mas terreno pero mantener cierta distancia donde aún fuesen capaces de contactarse.
Voy a revisar los contenedores de allá, si siguió por este camino podría haberse llegado a esconder dentro de uno de esos.
Suficiente tiempo se habían tomado para recuperar el aliento y charlar sobre la situación. Por mas rubio y gordo que fuese aquel ladrón, terminaría llegando a Uzushiogakure si no dejaban de hablar y retomaban la persecución.
¿Realmente puede ser tan difícil dar con algún rastro de este sujeto...?
Pensaba mientras se daba a la tarea de revisar en los contenedores. Para eso tuvo que desprenderse de su paraguas por unos instantes.
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—Me gustaría pensar que ningún shinobi de Amegakure sería capaz de asaltar a un pobre niño...
—Y a mí también, Mogura-kun. Y a mí también. —Daruu dio un largo y tendido suspiro—. Pero siempre hay algún lobo que trata de aprovecharse de la bondad de la manada. ¡Vamos, puede estar en cualquier parte!
—Podría estar en cualquier edificio o calle. Deberíamos de separarnos supongo yo, aunque tratando de mantenernos a la vista o cerca para poder llamarnos..
—Voy a revisar los contenedores de allá, si siguió por este camino podría haberse llegado a esconder dentro de uno de esos.
—Está bien. Yo subiré al tejado y trataré de dar con él.
Daruu acumuló una fina capa de chakra en la suela de los zapatos y emprendió la caminata hacia la azotea del edificio más cercano.
No parecía que hubiera rastro alguno de un gordo rubio por allí. Aún así, rastreó a conciencia todos los lugares donde podría esconderse allá arriba.
Entretanto, cuando Mogura revisó el primer contenedor, se encontró con que éste se movió de golpe y le golpeó en la cara, rompiéndole la nariz. Torpemente, un hombre corpulento, de cabello dorado, trataba de huir por el callejón. Si Karamaru no se apartaba, lo arrollaría de un codazo.
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«"No quiero pensar que fue un shinobi" "No no, si yo tampoco" Somos ninjas, tenemos que tener la mente abierta para todo. ¿Por qué lo descartan tan rápido?»
El calvo andaba un poco enojado como para pensar con claridad, todavía seguía molesto por la situación. Se imaginaba la cara de ese chico desamparado, sufriendo por un simple collar. Claramente para él no era tan simple como parecía ser.
Voy a revisar los contenedores de allá, si siguió por este camino podría haberse llegado a esconder dentro de uno de esos.
Está bien. Yo subiré al tejado y trataré de dar con él.
Iré para allá entonces.- El calvo señalo con el dedo un el fondo del callejón por donde caminaba Mogura para llegar a los contenedores. Su compañero de aldea aceleró el paso para adelantar al monje que pudo ver en primer plano una divertida situación.
Un rubio regordete salía de un salto del contenedor golpeando a Mogura. Karamaru estuvo a punto de reirse pero vio que el toro se le acercaba a todo lo que podía. Gordo, rubio y sospechoso. Esas tres cosas eran suficientes, combinadas con el enojo de Karamaru, para que este no lo dejase pasar.
En cuanto lo tuvo cerca le revoleó un derechazo directo a la nariz con toda la rabia y bronca que tenía acumulada, de esos que luego de pegar uno sacude la mano del dolor que genera darle de lleno a un cráneo.
«Yo.... quiero..... ese.... COLLAAAAAR» y el puño voló.
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Uno a uno fueron tomando un lugar a revisar siendo el joven médico el primero en ponerse a la tarea de retomar la busqueda del sospechoso. No demoró mucho en dar con un resultado que fuese provechoso para la empresa que se había formado entre los tres genin de Amegakure.
¡Argh! ¡Kisama!
Exclamó con el tono de un marinero. El tener razón en su teoría y el no tener tanto cuidado le costarían llevarse un golpazo directo en la cara, la nariz precisamente.
¡Ahí está!
Gritó para llamar la atención en caso de no haber sido visto, para ese entonces Mogura se estaría cubriendo la cara del dolor con un poco de sangre saliendole de la nariz. Por mucho que quisiese hacerse cargo del sujeto, en ese momento puntual se encontraba totalmente aturdido por el tremendo golpe, depositó su plena confianza en sus compañeros.
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Daruu escuchó el ruido metálico del golpe, luego el lamento de Mogura en un idioma extraño y su aviso, y luego un lamento más, un tono grave y afligido. Para cuando se había acercado al balcón para ver lo que sucedió, el mastodonte rubio ya estaba en el suelo, tumbado y sangrando por la nariz.
—¡Bien hecho, chicos! —exclamó Daruu, quien bajó de un salto y avanzó rápidamente hacia el maleante—. Eh, tú, el collar. ¿dónde está?
—E... En mi bolsillo derecho... Por favor, no me matéis, no quiero morir...
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Contento y con emoción Karamaru veía el cuerpo que yacía en el suelo. Si no le hubiesen insistido tanto con el auto-control en su educación en ese momento hubiese estado sobre el gordo dandole más y más golpes en la cara. Bastante bronca se contenía en el cuerpo del calvo que poco a poco se fue disolviendo con cada respiración que hacía.
—E... En mi bolsillo derecho... Por favor, no me matéis, no quiero morir...
En un rápido movimiento el pelado se acercó al ensangrentado hombre, metió la mano en su bolsillo y encontró el collar que tanto buscaba, o por lo menos él suponía que era el correcto.
Se levantó y lo seguía mirando fijo con cara seria y de rencor. Tan enojado estaba que no podía dejar de dudar si era la joya correcta la que tenía entre sus manos. Estuvo a punto de seguir revisando pero se contuvo y espero a la acción de sus compatriotas.
Decidan ustedes que hacer con el hombre, la ira me nubla el juicio.
El calvo se alejó del hombre y se fue hacia una pared cercana. Apoyo su espalda y la suela de su pie izquierdo y mientras jugaba con el collar entre sus manos trataba de ir calmándose y tratar de escuchar las palabras de los shinobi.
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La bestia de pelaje dorado había sido derrotada y el tesoro arrebatado de su poder. El monje tomaría la decisión de no dictaminar ninguna sentencia con la cabeza caliente.
¿Qué deseas hacer, Daruu-san?
Preguntó el joven médico mientras se acercaba cubriendo su nariz con una mano, mano que dejaba ver un resplandor verdoso. Ahora que habían logrado recuperar el collar del pobre niño tenían que ver que hacer con el ladrón.
Podríamos llevarlo con alguno de nuestros superiores...
Sugirió como una salida rápida a esa parte del asunto, técnicamente un superior podría encargarse de poner en su lugar a un mano larga como aquel.
Una medida mas inmediata sería llevarlo con Arashikage-sama... seguro que sabe que hacer en estos casos.
Dijo desviando su mirada al tipo que le había hecho un desastre en la nariz. Quién mejor que la propia líder de la aldea para dictaminar el castigo apropiado para un malavida que le roba a los pobres.
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Karamaru se acercó rápidamente al gordo, y durante un instante, dado el humor del shinobi Daruu pensó que iba a hacerle daño. Extendió la mano, pero cuando observó que sólo quería coger el colgante se relajó.
—Decidan ustedes qué hacer con el hombre, la ira me nubla el juicio.
En algo sí había acertado: Karamaru estaba muy, muy enojado con el ladrón. Daruu suspiró, obvió el comentario de que el calvo debía controlar sus emociones —no era quien para decirle a nadie de su mismo rango cómo debía actuar— e hizo un sello de la serpiente. Bajo el suelo surgieron dos piezas de madera con forma de esposas, que apresaron al malhechor. Daruu dio entonces una patada para separar las piezas del suelo y que quedaran en torno a las muñecas del mangante.
—¿Qué deseas hacer, Daruu-san? —dijo Mogura, que se acercaba mientras trataba de arreglarse la nariz con su propio Ninjutsu.
«Ninjutsu médico... ¡Interesante!»
—Podríamos llevarlo con alguno de nuestros superiores. Una medida más inmediata sería llevarlo con Arashikage-sama... seguro que sabe que hacer en estos casos.
Daruu apoyó el peso del cuerpo sobre una pierna, flexionando la rodilla. Giró la cabeza y se rascó la nuca, con los ojos perdidos en una esquina del callejón.
—Mira... Conozco poco a la verdadera Yui, pero si es como nos ha demostrado ser hasta ahora, sería capaz de matarlo directamente. No sabemos por qué ha robado el collar, y desde luego merece castigo, pero yo lo llevaría a un chunin o a un jounin.
»Hagamos una cosa: id a devolverle el collar a la niña, y decidle que considere pedir ayuda económica a la Arashikage. O que se aliste en la Academia, así quizás tendrá mejor porvenir que estar en la calle... En cuanto a mí, llevaré a este tipejo al calabozo y se lo entregaré al primer superior que vea.
Daruu le dio un puntapié al ladrón, quien se levantó, temblando de miedo.
—P... por favor, ayúdame, D...
—¡CÁLLATE! —Le propinó una nueva patada.
»Nos vemos, chicos, ojalá nos encontremos en otro momento más agradable.
···
Caminaban por los callejones de la aldea, con toda la discrección posible. Él aún estaba maniatado.
—Tío Danko, ¿por qué lo hiciste? Dijiste que no volverías a robar.
—No... no sirvo para nada más, y las deudas me asfixian. ¡Me buscan por todos lados, esos tipos de Shinogi-to...!
Daruu empujó a su tío contra una pared.
—¡Si no fueras a gastarte el poco dinero que te pasa mamá a la cuenta en esa sucia taberna, no tendrías que verlos nunca más! ¡Aquí estás a salvo!
—Pero chico, si no salgo de aquí de vez en cuando... —tragó saliva—. Mira, Amegakure es como una prisión...
—No —cortó Daruu, tajantemente—. La prisión la vas a conocer ahora.
Danko palideció.
—¡No, no puedes, somos familia!
Daruu pensó en la niña. Pensó en toda la gente de la aldea de buena voluntad a la que el canalla de su tío había robado.
«Elige una manada. Protege a la manada.»
—¡Tu padre me habría ayudado!
—Mi padre te ayudó ya varias veces cuando aún estaba vivo, sólo para que faltes a su memoria traicionando la mano que cogiste entonces.
—¡Él no se habría rendido! ¡Toma ejemplo de tus padres!
—Lo haré.
—¿Entonces?
—La manada es mi familia. Es un ejemplo que tomo de mamá.
Empujó al ladrón adentro de los calabozos de Amegakure.
Fin del post
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Mientras observaba la escena y resolución de ambos compatriotas los ojos del calvo notaron un leve resplandor verdoso cubriendo la mano de Mogura. Karamaru desconocía ese tipo de técnicas, aunque recordaba haberla visto en el templo, pero sus recuerdos no eran muy nítidos con respecto a ese tema.
En cuanto vio que la nariz dejaba de sangrar tomó el coraje de arriesgarse y suponer de que se trataba todo eso. Después de todo tal vez que si era lo que él pensaba tendría algo de sentido recordar que ese resplandor verde también era usado en el templo.
«¿Acaso esa luz lo esta curando? ¿Será cómo una técnica... médica o algo así?»
Una medida más inmediata sería llevarlo con Arashikage-sama...
Si es como nos ha demostrado ser hasta ahora, sería capaz de matarlo directamente.
Id a devolverle el collar a la niña. En cuanto a mí, llevaré a este tipejo al calabozo y se lo entregaré al primer superior que vea.
Y así sin más, tras hacer gala de una técnica nunca vista por el monje, Daruu desapareció con el gordo. Ya no solo se impresionaba por ese estilo curandero que tenía Mogura si no también por las técnicas de madera del otro compañero. Parecía ser que sería todo un nuevo día de descubrimientos para el cenobita.
Y allí quedaron solos Mogura y Karamaru con un collar y una misión. Devolverlo a su dueño y llevarlo al edificio de la Arashikage para ayudar con su futuro.
Supongo que hay que ir a buscar al perteneciente de este collar. ¿Vamos?
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Para cuando Mogura pudo llegar hasta el sujeto del cual no había duda de que era el culpable, sus manos ya habían sido esposadas con una curiosa pieza de madera, prácticamente hecha a medida.
¿Y esto? ¿Quién lo hizo?
En respuesta a la sugerencia totalmente impersonal sugerida por el joven médico, Daruu advertiría sobre las consecuencias directas que tendría el llevar a aquel malandro directamente con la líder de la aldea. Antes de darle tiempo a contestar, sugirió un siguiente plan de acción, él se ocuparía del ladrón y ellos podrían preocuparse de darle una mano al pequeñin damnificado.
Proceda con cuidado, Hanaiko-san.
Despidió el shinobi de cabello azabache al muchacho, antes de que dejara la escena.
Ya solos en el callejón, Karamaru sería el primero en romper el silencio para proponer lo obvio.
Sería lo primero que se debería hacer si deseamos ayudar a ese joven. Vamos.
Recuperó un poco mejor la postura mientras comentaba su opinión al monje. Una vez le devolviesen la joya al chico, podrían preocuparse de darle una mano en su vida.
Aquella artesanía de madera que apresaba las manos del ladrón ¿Fueron obra suya, Habaki-san?
No deseaba conservar aquella duda durante mucho tiempo y fue por eso que una vez estuviesen en camino a la academia le haría aquella pregunta al cenobita.
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Con Mogura a su lado y ya caminando por lo callejones de su aldea para encontrar al niño, Karamaru guardó el collar en su bolsillo y lo dejaría ahí hasta llegar a destino. Si no recordaba mal el lugar donde habían encontrado a la víctima no estaba muy lejos, a no hacer que se moviera del lugar y los dos shinobis tuviesen que realizar otro intento de persecución.
Sin embargo, antes de que el calvo pudiese indagar en las técnicas de su compatriota, él recibiría la pregunta primero. Una pregunta que lo sorprendió e incluso hizo que mirara un poco raro al hombre.
«¿En serio lo pregunta?»
Vi muy claro como Daruu usaba un sello y tras golpear el piso la madera se resquebrajaba.
¿Acaso no podías ver por esa cosa rara verde que tenías en la cara? ¿Qué era eso?
Karamaru habló entre risas tratando de que Mogura no tomase sus palabras a mal y entendiese que solamente estaba bromeando.
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Parecía ser que el responsable de aquella demostración no era otro que aquel que había dejado la escena momentos atrás, Hanaiko Daruu. Ciertamente Mogura estaba demasiado ocupado tratando su herida con su propio ninjutsu y por eso no llegó a ver con claridad como fue que se dio el momento final de la búsqueda por el ladrón.
Hanaiko-san puede manipular de esa forma el terreno. Interesante.
Pensaba el shinobi mientras escuchaba las demás palabras del monje.
Me temo que si, accidentalmente he bloqueado mi vista con mi propia técnica.
Le gustase o no, tenía que admitir la verdad.
Es una técnica de ninjutsu curativo, puede ser muy útil aunque sea algo bastante básico.
Describió rápidamente lo que era aquel resplandor que habrían llegado a ver los dos colegas ninja momentos atrás.
¿Participaste... en el torneo?
No había llegado a ver ninguna técnica del monje, así que lo mejor que se le ocurrió fue devolverle la pregunta intentando saciar un poco su curiosidad con cosas de aquel fatídico día.
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«Mira por donde, con que es un médico. Es interesante conocer personas nuevas la verdad»
Karamaru estaba un emocionado, cómo lo estaba siempre que conocía personas nuevas, por las técnicas que nunca conoció y que por primera vez se enteraba de su existencia. La cantidad de capacidades para realizar diversas cosas lo asombraba en el día a día cuando veía a sus compañeros shinobi tan peculiares.
Siempre es útil saber en donde encontrar un médico. Que no extrañe si trato de buscarte con una herida y un poco de sangre.
Karamaru rió y sin dejarle mucho tiempo para el disfrute Mogura hizo una pregunta que al pelado le dolió. No eso en sí, sino el recuerdo que le traía a la mente. Ese terrible ataque, esa terrible derrota.
¿Participaste... en el torneo?
Sí, afuera en la primer ronda. Ni un rasguño al rival. ¿Estabas? No recuerdo verte visto.
Karamaru agachó la cabeza y caminó en silencio, mostrando toda la vergüenza que ese hecho le otorgaba. Era sumamente difícil para él superar ese tiempo donde toda su vida dio un extremo giro de tuerca.
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Por alguna razón sonaba un poco tétrica la idea de que alguien cubierto en sangre fuese en busca del joven médico, después de todo eran los médicos quienes se acercaban a los heridos para darles una mano.
Seguro que si es capaz de hacer eso no precisará mi ayuda, Habaki-san.
Comentó con una ligera sonrisa en el rostro que no duró mucho más de lo que duró su comentario.
Estuve unos días, los últimos, pero como un espectador mas. No hay mucho que un médico pueda hacer en un torneo de esos.
Respondió dejando en claro cual fue su rol en aquel evento, él no se ensució las manos en ningún momento con la sangre de nadie ni llego a recibir ningún golpe de algún ninja de otra procedencia. Sino que llegó a ver todo desde la comodidad de las tribunas, tantos los combates como el estruendoso final que tuvo todo el evento.
El último combate realmente tuvo un resultado inesperado... ¿No te parece?
Preguntó con cierta curiosidad. Ante todo sus pasos no cesaban, el objetivo seguía siendo la Academia de Amegakure, el niño y el devolver el collar.
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