Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Pese a que tanto Kazuma como Akame aceptaron cortesmente la invitación a sentarse, Tatsuya se quedó tieso como una estaca, allí clavado frente a la mesa. Puso una cara de lo más rara, se agarró la tripa con ambas manos y echó a correr —probablemente en dirección al servicio—.
—Vaya, una necesidad, imagino —comentó el Uchiha, mientras se acomodaba en la silla.
Entonces reparó en que había un comensal más, que les observaba bajo la sombra de su capucha. «¿Para qué diantres querrá llevar la capucha puesta aquí dentro?». Akame no pudo evitar sentirse intrigado por aquella misteriosa figura, cuyas facciones eran difíciles de intuir en aquel momento. «Por su complexión parece alguien joven, o un adulto muy pequeño», caviló el Uchiha.
—Vaya, qué agradable compañía shinobi —dijo el extraño—. ¿Qué hacen dos ninjas de Takigakure y un... samurai, tan cerca de Amegakure?
Akame tomó un la taza de té caliente que le ofrecía el camarero justo en ese momento —también traía la bebida de Kazuma— y le dio un sorbo muy largo. Notó como el calor le bajaba por la garganta y luego se expandía por todo su cuerpo, reconfortándole. «Ah, mucho mejor, sí». Sólo entonces volvió a levantar la cabeza y a clavar sus ojos profundos en el encapuchado.
—¿Qué hace un encapuchado dentro de un ferrocarril? —contestó el Uchiha con tono afable—. Tranquilo, era una broma —agregó poco después con una sonrisa calma—. Lo cierto es que viajo de vuelta a mi Villa, y tuve la suerte de encontrarme con mi compañero de armas y su camarada en el vagón.
—¡Cagunmimare! ¡Po zi que vas lejo', zagal! —exclamó de repente el hombre rural, del que por un momento Akame se había olvidado—. Meno' mal que hoy en día la ternología no' lo facilita tó, ¿eh?
El Uchiha asintió, un tanto turbado por la misteriosa forma de hablar de aquel tipo.
—Sanyeon Kuchiro, pero podéi llamarme Kuchi —agregó el hombretón, sin apenas dejar tiempo para que nadie contestase—. Yo vengo der pueblo, que tengo que í, como tó los año', a comprá grano y demá avíos pa la ziembra de Primavera.
—… Creo que aun no está acostumbrado a esto de los trenes —supuso el Ishimura, al ver como su amigo se alejaba corriendo con algún tipo de incomodidad estomacal.
—Vaya, qué agradable compañía shinobi —pregunto de repente una voz que se acercaba desde el otra lado del vagon—. ¿Qué hacen dos ninjas de Takigakure y un... samurai, tan cerca de Amegakure?
—Yo solo estoy de viaje por una cuestión de negocios —respondió cortésmente, más al pendiente de su platillo, que venía en camino, que al muchacho que les estaba abordando.
Fue solo por un hábito relativamente reciente, pero Kazuma coloco su mano sobre el kashira de su sable, con lo que por un instante pudo escuchar las palabras de Bohimei: «¿Es que todo el que porta una espada es un samurái?»
El joven de ojos grises no sentía molestia por la confusión, aunque tampoco lo consideraba un cumplido; en general las armas de los ninjas eran discretas y se llevaban ocultas o selladas. En el caso de las espadas, lo más común era el portarlas en la espalda según la costumbre del oficio. Pero Bohimei era una katana inusualmente ornamentada, y la forma en la que el joven la llevaba, colgada en la cintura, le hacían parecer un practicante de las costumbres de los guerreros del país del hierro.
«No te lo tomes a mal, es que eres bastante llamativa y un tanto caprichosa en cuanto a cual es la forma en la que debo llevarte…», le recordó. Bohimei no solo exigía que se le llevase del lado izquierdo de la cintura, único lugar digno para una espada. También consideraba una afrenta el que se le cubriera con una funda, el que la llevasen sellada y el que alguien ajeno la sostuviera.
El espadachín se había quedado un tanto ido al estar hablándole a su katana, pero la voz del comensal lo devolvió al momento presente. Se acomodo y trato de seguir el hilo de la conversación que había iniciado aquel señor de lenguaje rural.
—Un gusto, señor… —Se encontró incapaz de repetir aquel nombre que había escuchado, por lo que decidió dar el suyo—. A mi pueden llamarme Kazuma, a secas y sin ningún honorifico ni formalidad.
Lamento la tardanza, en serio lo lamento mucho . Postdata: ¿Durru xD?'
Al parecer las últimas papas fritas con pescado que almorzó ese día no le cayeron demasiado bien al estómago de nuestro héroe de ojos dispares. Eso sumado al traqueteo del tren le provocó unas repentinas naúseas que le obligaron a agarrase el estómago e ir de emergencia a los servicios sin siquiera avisar a sus compañeros, pero es que la necesidad no se lo había permitido.
"¿¡Naze ja!?
Tras echar el buitre en la taza del inodoro se enjuagó la boca y regresó apenado al comedor mostrando un leve rubor en sus mejillas. No era su culpa pero le avergonzaba la falta de cortesía que mostró al salir corriendo así de la nada. Cuando llegó el resto del grupo ya se hallaba conversando con toda tranquilidad y lo último que quería era importunar la conversación. De hecho el grupo ya se había hecho medio grande y es en ese tipo de tumulto donde menos le agrada estar.
—Disculpen mis malos modales, ya he vuelto— Hizo una reverencia y tomó de nuevo su asiento.
Los demás ya habían pedido sus respectivas órdenes, pero él ni tiempo tuvo. Aunque como recién acababa de pasar por problemas vomitivos lo mejor sería no comer nada que le cayera pesado al estómago, no era del todo malo.
—Esto...— No importaba cuantos manuales de conducta se supiera de memoria, le costaba realizar una simple conversación —Creo que soy el único que falta por presentarse, soy Takanashi Tatsuya— Dijo con tono seco.
Estaba en un punto donde preferiría quedarse callado, si no le hablaban a él no hablaría a los demás. Simplemente se mantendría a la expectativa, analizando la situación, además de mantener vigilados los alrededores. Aún no se olvidaba del extraño hombrecillo que dejaron atrás en el vagón.
9/11/2016, 00:08 (Última modificación: 9/11/2016, 00:08 por Amedama Daruu.)
—¿Qué hace un encapuchado dentro de un ferrocarril?
Se le tensaron los músculos de las piernas y endureció la mirada. Las relajó después, cuando el extraño aseguró que era una broma. Aún le preocupaba la forma seca y misteriosa de hablar del samurái.
Al parecer el trío extranjero estaba volviendo a su país. Tenía sentido, si uno se paraba a pensarlo. El ferrocarril tenía como destino Yachi, y de allí podrían volver fácilmente a Takigakure.
—Perdonadme, comprenderéis que como shinobi de Amegakure tenga el deber de informarme de qué hacen unos extranjeros en mi país. Hanaiko Daruu, encantado. ¿Y vosotros sois...?
—¡Cagunmimare! ¡Po zi que vas lejo', zagal! —casi interrumpió el hombre que estaba cenando antes de que ellos llegaran—. Meno' mal que hoy en día la ternología no' lo facilita tó, ¿eh?
—Sanyeon Kuchiro, pero podéi llamarme Kuchi.
Sí, Daruu había estado varias veces en Yachi, y sí, había escuchado antes el acento propio de allí, pero nunca se había topado con uno tan cerrado.
—A mi pueden llamarme Kazuma, a secas y sin ningún honorifico ni formalidad.
—¿Y de dónde eres, Kazuma? —inquirió Daruu, justo cuando se presentaba el último integrante del grupo, que acababa de volver del baño.
Disculpen mis malos modales, ya he vuelto... Esto... Creo que soy el único que falta por presentarse, soy Takanashi Tatsuya.
—Hanaiko Daruu, mucho gusto, ya se lo he dicho a tus compañeros.
La ostia, perdonad, me había olvidado completamente de esta trama XD Si no llega a ser porque me he puesto a liberar espacio en la bandeja de entrada... XD
Akame no pudo evitar alzar una ceja, escéptico, ante el comentario de aquel shinobi de la Lluvia. «Tan beligerante como esperaba... ¿Será cosa del clima?». El Uchiha, tranquilo como era, se limitó a suspirar ante la pretensión de autoridad de aquel chico. «¿Quizás es un jounin, o un ANBU?». Estuvo a punto de contestar con otra ingeniosa broma, pero el pensamiento de buscarse problemas con un miembro de las fuerzas especiales de Amegakure —y para más inri, en mitad de las Llanuras de la Tempestad— bastó para mantener sus labios sellados.
En lugar de ello, se dedicó a seguir comiendo mientras el ninja que se hacía llamar Daruu seguía interrogando a sus compañeros. «A juzgar por el desdén que parece mostrar Kazuma ante preguntas de extraños, esto puede ponerse interesante... mente mal», concluyó el Uchiha de Takigakure. Y, por si acaso, trató de devorar su estofado de carne con verduras lo antes posible; si iba a fomarse algún lío, no quería quedarse con su segunda cena a medio terminar.
Mientras tanto, el jornalero —al que casi todos los presentes habían ignorado— había terminado ya su comida. Con un gesto llamó al mesero para pedirle un vaso de sake, y mientras se lo traían sacó de uno de los bolsillos de su camisa un paquete con tabaco de liar y un papelillo. Tomó un poco entre índice y pulgar y empezó a hacer lo propio. Antes de que cantase un gallo, el tipo se había liado un cigarrillo casi perfecto que fumaba con hondas caladas y visible satisfacción.
—Bueno', contarme. ¿Eh' verdá que los ninja' podéi dezaparecé por arte de magia?
«¿Hanaiko Daruu?». Aquel nombre le sonaba de algo al igual que aquella apariencia le hacía recordar una vaga descripción.
—Creo que es importante que sepáis lo máximo posible sobre él, por si nos lo encontramos como enemigo en algún momento… Su nombre era Hanaiko Daruu —le había contando su compañero rubio hacía tiempo.
«Ya veo… Interesante, y problemático», pensó, mientras recordaba lo dicho por Nabi en aquella época del torneo de los dojos.
El joven de ojos grises le observó con una mirada calmada mientras que su plato, recién servido, humeaba, apetitoso justo frente a él. Se imaginó varias maneras de contestar, algunas eran similares a como le hablaba a Nabi cuando le daban sus episodios de “reglas y responsabilidades”, pero pronto recordó que sus comentarios liberales siempre le causaban conflictos con el Uchiha. Su expresión no daba señal alguna de que siquiera estuviese pensando en algo, pero tampoco parecía ser indiferente a lo que se le estaba preguntando.
Al final, un suspiro escapó de sus labios mientras sus ojos se cerraban con tranquilidad. Era su forma de demostrar paciencia ante las situaciones incómodas.
—Demasiadas preguntas, Hanaiko —dijo, con voz neutra—. “¿Qué hacen aquí? ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen?”. Me haces dudar sobre si quieres socializar con nosotros o interrogarnos bajo alguna sospecha.
En general el joven de ojos grises no era de los que buscaban problemas, pero se llevaba demasiado mal con los agentes de la ley y con su multitud de preguntas incómodas y su actitud inquisitiva. Claro, bien podría ser que aquel chico estuviera de servicio, patrullando el tren mientras que va de una estación a otra, solo cumpliendo con su trabajo, pero el Ishimura ni siquiera se detuvo a pensar en ello, al igual que no pensaba en las incomodidades que podía llegar a causar.
MIERDA, ahora fue a mí a quién se le olvidó este tema. T.T SSSOOORRRRYYYYYYYYYY. SOOOORYYYYYY, SSSOORYYYYYYY A la próxima si ven que no posteo avísenme plox xDDDD
Se seguía sintiendo incómodo, cómo si el fuera un sobrante en la conversación que previamente habían armado. De haberlo sabido mejor se hubiera quedado en el baño donde no importunaría nadie, además la charla había parecido tomar un rumbo no muy agradable, ya que aparentemente el recién llegado de Amegakure les inquirió sobre el propósito de su viaje. Por otro lado estaba el señor que ni al cuento con los shinobis, es más, todos parecían simplemente seguirle la corriente para salir del paso o ignorarlo directamente.
"No me parece correcto esto, es una falta de educación. Bueno, veré si lo arreglo, además así me safo de las hostilidades."
Volteó a ver al señor, para demostrarle que le estaba poniendo atención.
—Se podría decir que es una media verdad, Kuchiro-san— No estaba acostumbrado a tratar a los mayores con confianza aunque estos se la dieran —Si hay ciertos... Como decirlo, "trucos" que hacen aparentar que un ninja puede desaparecer así de la nada.— Era una respuesta muy vaga, pero eso era lo que quería. Con suerte, el señor se interesaría más y le preguntaría más cosas y así seguir charlando aunque sin dar demasiada información.
Entre tanto seguía parando oreja, estudiando la discusión que llevaban su compañero de armas y el recién llegado.
"¿Otra vez con eso?, vamos Kazuma-san. Sí hace ratos el desconfiado eras tú. Al final de cuentas no debemos descuidarnos, pero la verdad no es para nada agradable andarse amargando."
El Takanashi trató de contenerse, pero en vista de la situación suspiró, tomando aire para dirigirse a todos los presentes.
—Justamente hace poco estábamos conversando sobre lo protocolarios y cuidadosos que debemos comportarnos los shinobis ante los extraños— Dijo haciendo una breve pausa —Tú en especial, siendo tu tierra debes estar extrañado de la presencia de extranjeros, Daruu-kun, pero he de decir que al menos yo solo ando de paso mientras arreglo asuntos personales.
—Bueno', contarme. ¿Eh' verdá que los ninja' podéi dezaparecé por arte de magia?
—Se podría decir que es una media verdad, Kuchiro-san. Si hay ciertos... Como decirlo, "trucos" que hacen aparentar que un ninja puede desaparecer así de la nada.
El jornalero que se sentaba a comer junto a ellos se había afanado en liarse un cigarrillo. En cuanto lo encendió y dio la primera calada, Daruu arrugó la nariz, molesto por el olor del humo. Pero no dijo nada. Estaba concentrado en otra cosa.
—Demasiadas preguntas, Hanaiko —dijo, con voz neutra—. “¿Qué hacen aquí? ¿Quiénes son? ¿De dónde vienen?”. Me haces dudar sobre si quieres socializar con nosotros o interrogarnos bajo alguna sospecha.
Daruu arrugó la nariz aún más que si le hubieran exhalado una humareda de tabaco directamente en la cara.
—Cuidado con lo que dices, viajero en país ajeno —espetó, elevando el tono de voz—. Puede que sea sólo un simple genin, pero los shinobi tienen que velar por la seguridad y los intereses de su aldea y de su país. Tú estás en mi país. Yo sólo cumplo mi deber.
»Es evidente que quería interrogaros. Tampoco es que lo haya escondido. La actitud de vuestras respuestas, sean sinceras o me estéis mintiendo sin duda decidirá si acabamos socializando o no.
—Justamente hace poco estábamos conversando sobre lo protocolarios y cuidadosos que debemos comportarnos los shinobis ante los extraños. Tú en especial, siendo tu tierra debes estar extrañado de la presencia de extranjeros, Daruu-kun, pero he de decir que al menos yo solo ando de paso mientras arreglo asuntos personales.
—...y ese es un buen ejemplo. Si no tienes nada que esconder, no tienes motivos para decir quién eres y de donde vienes. La reluctancia sólo hace que las sospechas incrementen. Yo te he dicho mi nombre, me he presentado, me he disculpado por interesarme por vuestros motivos y destinos. Tú me has mirado desde arriba, me has llamado por el apellido y has tratado de decirme cómo tengo o no tengo que actuar de acuerdo a mi deber.
»Déjame darte un consejo ahora a mí, Kazuma-san. Sigue así y tú y yo acabaremos mal. Corrige tu actitud y tal vez lleguemos a... "socializar".
El ambiente se tornaba más y más tenso por momentos. Hasta el labriego pudo advertir la sombra de conflicto que planeaba sobre la mesa, porque apenas terminó su cigarrillo —no sin antes asentir reflexivamente a la explicación de Tatsuya—, se puso en pie y se despidió de forma tan lacónica como ininteligible.
«Por fin, maldita sea. El acento de este tipo me estaba volviendo loco, y por si fuese poco, me destrae del problema que se está gestando aquí mismo». No pudo evitar lanzar una mirada reprobatoria a Kazuma, que parecía tan inmune a las reprimendas como a los entresijos de la diplomacia internacional. «Este espadachín va a meternos a los tres en problemas...»
Akame no pensaba esperar a que, en caso de suceder una eventualidad —como por ejemplo una vulgar pelea de bar, solo que a bordo de un tren—, a él, un shinobi de Takigakure no Sato, se le relacionase con todo aquello. De modo que, una vez finalizada su comida, alzó ambas manos en gesto conciliador.
—Como puedes ver, Daruu-kun, los de Taki reconocemos la importancia de las relaciones diplomáticas en toda su amplitud. En la Cascada no tenemos más que buenas palabras para nuestros aliados.
Pese a que Kazuma podía tomarse aquello como una puya —en el mejor de los casos— o como un descarado abandonen el barco —en el peor—, Akame habló con firmeza y convicción. De repente, la idea de juntarse con desconocidos para hacer el viaje más ameno se le antojaba mucho menos inteligente. «Hora de cambiar las cartas». El Uchiha esperó hasta que los demás comensales hubieran terminado y, sin perder un segundo, se apresuró a sugerir.
—La comida estaba muy buena, al menos para haber sido cocinada a cientos de kilómetros por hora. ¿Qué os parece si volvemos a nuestros cómodos asientos? Según creo, estaba a punto de deleitaros con una interesante historia... —miró al shinobi de la Lluvia—. ¿Te unes a nosotros, Daruu-kun?
El Ishimura observó con atención al joven de la lluvia, hasta que esté arrugó la nariz en señal de desapruebo. El muchacho comenzó a hablar con la misma presión y dominancia usual en los oficiales que confían más en su estatus que en su capacidad de convencer e intimidar. El peliblanco desvió la mirada hacia su plato y comenzó a comer mientras escuchaba todo aquello. Sorbiendo con cuidado el caldo de su udon y sosteniendo con delicadeza los gruesos fideos justo frente a él. Su expresión se mantenía críptica, absolutamente neutra e indescifrable. Sin embargo, se podía notar que era consciente de todo lo que le decían.
«Esperaba una reacción un tanto más agresiva —pensó mientras soplaba sus fideos—. Es un buen parlamento, pero le falta energía y convicción: Es como escuchar a un niño tratando de hablar como un soldado»
Su postura y mirada denotaban una serenidad absoluta, como si fuera indiferente al enojo y opinión de la persona que le reclamaba. Por su parte, Tatsuya se mantenía tan conciliador como siempre: arrojando una mirada recriminatoria a su amigo de blancos cabellos, a la vez que trataba de enfriar los ánimos de los presentes. El nativo de la espiral se limitó a contestarle, con el único gesto que había hecho en un buen rato, una especie de “hombre, pero si él es quien ha comenzado”
«Reluctante, descortés y soberbio… —repitió mentalmente mientras que seguía el hilo de lo dicho—. Si él fuera un criminal me sentiria sinceramente halagado»
La situación comenzaba a hacerle gracia, mas por el poco impacto que aquellas palabras tenían que por alguna otra razón. Se encontraba mirando serenamente al Uchiha y este le devolvía una mirada un tanto reprobatoria, cuando una sonrisa cómplice y despectiva comenzó a amenazar con manifestarse en su rostro. Pero dicha sonrisa se perdió rápidamente cuando sus oídos captaron algo que no esperaba escuchar y que para nada considero gracioso.
—…Sigue así y tú y yo acabaremos mal… —Las palabras hicieron eco en su mente.
En un instante, sus ojos grises pasaron a ser como el cielo encapotado que daba aviso de la tormenta inminente. De pronto toda la calma que emanaba de él se transformó en una tensión muy fácil de interpretar. Si había algo que lo ponía de humor para iniciar una pelea era el que intentasen intimidarlo. Su mirada acerada recorrió el cuerpo de los chicos de Takigakure, en busca de alguna intención de detenerle, a la vez que les advertía que lo mejor sería no intentarlo.
—Descuida, puedo solucionar ese problema… —aseguro con voz helada mientras comenzaba a levantarse lentamente y a girar su rostro hacia el recién llegado.
De pronto, Akame saltó de su asiento haciendo uso de su energía y buena disposición para tratar de disipar la mala nube que cubría aquel rincón del comedor. Kazuma no pudo evitar el sentir respeto por la inteligencia de aquel chico: con la mirada, le había dejado claro que no había forma de convencerle de no hacer lo que quisiera, por lo que en lugar de tratar de negociar con el espadachín optó por apaciguar la ofensa que yacía sobre Daruu.
«Ya veo lo que intentas hacer —aseguro con calma, mientras el Uchiha arrastró la conversación a otro tema que incluía el plan de noche de historias acordado anteriormente—. Vale, te seguiré el juego, pero solo por respeto al esfuerzo que haces por conservar la paz... Y por que me debes una buena historia»
—Vale, igual no tenía ganas de pelear —mintió con absoluta calma, confianza y naturalidad—. Prefiero relajarme y escuchar una buena historia.
Tan repentinamente como apareció, la tormenta en sus ojos se disipó. No considero necesario responderle al Hanaiko, pues igual todo lo que se le ocurriera en aquel momento se terminaría convirtiendo en alguna provocación. Se limitó a acercarse a la barra y ha agradecer al personal por tan cálida y abundante comida.
—Bueno, ya podemos ponernos en marcha. —Le hizo un gesto a su compañero de armas para que le siguiera y comenzó a caminar en dirección al vagón donde yacía su cómodo asiento.
Pronto el chico de Amegakure empezó a soltar un discurso bastante extenso y directo sobre lo que, según él, era el procedimiento correcto a realizar cuando se debía tratar con extranjeros. Al Takanashi se le hizo pesado el tono en el que hablaba, pues no consideraba que la situación ameritase tanta seriedad.
"Me recuerda a mi padre cuando da sermones sobre sus reglas, con la diferencia de que esto es patético. Parece ser de esa clase de gente que se la pasa estresada por la presión y sigue órdenes al pie de la letra. Además actualmente existe una alianza, no veo el problema de andar de un país a otro. Alguien debería recordarle que no estamos en Amegakure para que nos ande hablando de esa manera."
No le agradaba cuando la gente se portaba prepotente, pero menos le agradaba que se metieran con alguien cercano. Clavó su mirada en el de las marcas en el rostro, no iba a disimular su malestar. El colmo fue que el mentado Daruu se agarró de lo que dijo el Takanashi para seguir inquiriendo al Ishimura.
"No me refería a eso."
Se arrepintió de haber abierto la boca, mejor hubiese sido quedarse hablando con el extranjero, pero ya ni eso podía pues ante el ambiente que se estaba caldeando decidió retirarse. Y no lo culpaba, el también querría safarse de eso. Estaban todos los ingredientes para una cena desastrosa, y no se refería a la comida del sitio precisamente. Tal y como esperaba, su amigo Kazuma se mantenía impermeable ante la situación, pero cuando menos se lo esperaba pareció reaccionar a las palabras de Daruu. Fue en ese momento que Akame salió al rescate, salvando lo insalvable y logrando que todos decidieran mejor concentrarse en la cena.
—Yare yare.
Todos disfrutaron su cena, menos Tatsuya, que al ver como los demás comían se arrepintió de no haber pedido nada. Pero a su vez recordaba los problemas estomacales por los que acababa de pasar. El Uchiha les invitó a seguir con el plan que ya tenían armado para amenizar la velada, a lo que el espadachín de ojos dispares se limitó a asentir.
19/12/2016, 20:12 (Última modificación: 19/12/2016, 20:15 por Amedama Daruu.)
El ambiente en el vagón se calentó a un ritmo muy acelerado. Por debajo de la mesa, Daruu mantenía un sello formulado, y estaba a punto de formular el siguiente cuando Kazuma empezó a levantarse y los acontecimientos dieron un giro.
—Descuida, puedo solucionar ese problema... —Acuchilló el espacio entre los dos y...
—Mokuton...
Un bloque sólido de madera creció de la propia mesa y se erigió entre los dos como un barrote de prisión. El objetivo era bloquear una posible ofensiva de la katana de aquél idiota.
Pero no hizo falta.
—Como puedes ver, Daruu-kun, los de Taki reconocemos la importancia de las relaciones diplomáticas en toda su amplitud. En la Cascada no tenemos más que buenas palabras para nuestros aliados.
—No hace falta que hagas tanto la pelota, sólo estaba preguntando porque se supone que es lo que tengo que hacer, pero agradezco que pongas algo de cordura, esto... ¿has dicho tu nombre antes? No creo recordarlo.
Seguramente el samurai aquél habría iniciado una masacre en el tren si el shinobi de Takigakure no hubiera intervenido.
De todas formas, Daruu se levantó.
—La comida estaba muy buena, al menos para haber sido cocinada a cientos de kilómetros por hora. ¿Qué os parece si volvemos a nuestros cómodos asientos? Según creo, estaba a punto de deleitaros con una interesante historia... ¿Te unes a nosotros, Daruu-kun?
—Vale, igual no tenía ganas de pelear. Prefiero relajarme y escuchar una buena historia.
Daruu se acercó al asiento que había estado ocupando con anterioridad y volvió a sentarse, tranquilo, en una esquina. Observó de soslayo al grupo.
—Me encantaría, pero la verdad, mientras tengáis al psicópata de la katana con vosotros, creo que paso —dijo—. ¿Kazuma, verdad? No tengo más datos pero me aseguraré de describirte en la aldea. A lo mejor les interesa tenerte en cuenta.
»Y, antes de que intentes hacer algo de lo que puedas arrepentirte, me extrañaría mucho ser el único ninja de Amegakure en este tren, o el único que pudiera, tal vez, dar noticias a la aldea.
—No hace falta que hagas tanto la pelota, sólo estaba preguntando porque se supone que es lo que tengo que hacer, pero agradezco que pongas algo de cordura, esto... ¿has dicho tu nombre antes? No creo recordarlo.
Akame estuvo tentado de mostrar su desaprobación ante la actitud de aquel muchachito frunciendo el ceño, pero se contuvo. El beneficio que aquello pudiera reportarle se le antojaba nimio al lado de las posibles contraprestaciones. El mejor curso de acción en aquella situación era —sin lugar a dudas— volver a su vagón e intercambiar alguna interesante historia con sus dos extravagantes compañeros. «Un espadachín bravucón y un compañero de Takigakure no Sato... Es más que probable que de ambos pueda sacar algún relato que merezca la pena».
—Uchiha Akame, de Takigakure —contestó al llamado Daruu, para después darse media vuelta y tomar el camino hacia su vagón.
Mientras cruzaba el vagón restaurante —primero— y unos cuantos vagones con pocos pasajeros —después—, Akame no paraba de darle vueltas a un detalle que le había sorprendido de sobremanera. Quizá el mesero no se hubiese dado cuenta, ni tampoco los comensales de las mesas adyacentes, pero Hanaiko Daruu había hecho surgir un pequeño tronco de madera en mitad de la mesa. «Mokuton... ¿Había dicho eso? ¿Mokuton?». Sin duda se trataba de una técnica ninja, pero no se parecía a nada que Akame hubiese visto antes o hubiese oído nunca. «Quizás sea un jutsu secreto de Ame». Parecía la conclusión más probable.
Cuando llegó al vagón dejó su capa sobre uno de los asientos y se recostó, satisfecho por la comida y la comodidad del tren. Echó un vistazo alrededor, buscando a sus compañeros, y se dio cuenta de que ahora estaban solos; el hombre del sombrero había desaparecido. Se levantó, curioso, y se acercó al asiento que antes había ocupado aquel tembloroso tipo.
Estaba vacío, y el cristal de la ventana junto a él estaba resquebrajado en su base.
23/12/2016, 16:42 (Última modificación: 23/12/2016, 16:46 por Hanamura Kazuma.)
El de blanca cabellera observó con aparente tranquilidad como aquel postigo de madera se levantaba desde la mesa. Ya sabía que aquel joven era capaz de manipular la madera, pero aun así le pareció algo sorprendente: Siempre había pensado que aquella fibra vegetal era lenta, ruidosa y rígida, pero lo que acababa de ver ponía en duda aquello. «Pero… resulta más llamativo que util», pensó con cierto desdén.
Se sintió un poco más aliviado cuando Daruu les dijo que no les haría más compañía… O quizás un poco decepcionado al ver que tanta rudeza solo se quedaba como una baladronada. «Se le ve inteligente, pero también un tanto crédulo… Veamos» Como fuese, se limitó a lanzar una pequeña pulla mientras se volteaba a responder:
—Una raya más para el tigre —aseguro, alzando los hombros en señal de indiferencia—. Luego de aquel incidente en la última fiesta de los Deseos Ahogados, me resulta difícil imaginar que Yui-sama pueda enojarse aún más conmigo. Pero si solo eres tú, no creo que ni se moleste en considerar el asunto… Igual tienes razón, no eres el único ninja de Amegakure en este tren… O en el vagón.
El joven espadachín le dedicó una última mirada serena y comenzó a caminar junto con sus acompañantes. Abrió la puerta y permitió que ambos pasaran primero. Justo cuando estaba por seguirles el paso, uno de los que atendían el vagón restaurante le detuvo con suma educación. Le escucho e intercambio amables palabras con él durante un minuto. Después, dio una rápida mirada hacia la esquina en la que había estado y, despidiéndose, abandonó el lugar para regresar a su asiento.
El sujeto se alejó de la puerta y se acercó hacia donde estaba Daruu.
—Joven —le llamó la voz del sujeto—. Me han informado que responde al nombre de Hanaiko Daruu, y que es un ninja de Amegakure —aseguro con una mezcla de cortesía e indignación—. Desconozco las costumbres de los ninjas de dicha aldea, pero aquí se considera de pésima educación el destruir o dañar la propiedad pública o ajena. —Señaló el barrote de madera que había atravesado el mantel y que aún seguía erguido—. Debo de pedirle que arregle esto o tendré que informar a uno de los guardias del tren sobre su reprobable comportamiento.
Sin darse cuenta, el encargado del vagón había subido la voz y ahora las demás personas del lugar miraban expectantes, a la espera de lo que pasaría.
El Ishimura llegó hacia su correspondiente sección con un poco de frío, pero con una leve sonrisa que danzaba en su rostro. Por alguna razon se sentia un tanto malicioso y divertido. No pudo evitar el imaginar que diría al respecto aquel chico Datsue, pues era el tipo de cosas que Kazuma esperaría de él.
—¿Has dicho algo? —Le pregunto a Akame cuando le pareció escucharlo susurrar algo.
Tatsuya se quedó observando con una mirada afilada al ninja de Amegakure mientras este daba un último alegato sobre su supuesta autoridad, pero igual se mantenía callado. Si fuera a él mismo a quién le estuvieran dirigiendo esas palabras, probablemente le hubiera importado un comino, pero lo que le molestaba era que se estaba metiendo con su amigo. Aunque el Ishimura estuviera tranquilo, él de todas formas se había molestado, pero se reprimía las ganas de contestarle.
"Pero que sarta de sandeces. Se está armando tres quesos por nada"
A su forma de ver, todo lo que el mentado Hanaiko acababa de decir y hacer estaba fuera de lugar. Tal vez su compatriota y su amigo decidieron obviarlo, pero Tatsuya se quedó con mala espina. Cuando se retiró volteó a ver de reojo una última vez al tal Daruu antes de regresar a su vagón.
Cuando regresaron a sus asientos todo estaba como antes, excepto por algo que el Uchiha pareció notar.
—¿Qué pasa Akame-kun?— Dijo mientras se acercaba despacio, ahí fue cuando pudo ver el vidrio rajado —¿A dónde se fue el señor que estaba aquí?, ¿será que lo hizo él?— Se irguió y se cruzo de brazos mientras fruncía el ceño —Sólo con que no nos echen la culpa, porque nosotros no lo rompimos.