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Hanaiko Daruu fue el primero en tomar la palabra, y Ayame suspiró para sus adentros, profundamente aliviada. Mientras escuchaba con atención a su compañero, se tomó la libertad de tomar la cantimplora que llevaba enganchada en la parte posterior de su obi para dar un par de tragos y refrescarse la garganta. Le llamó la atención el comienzo de la presentación de Daruu, como si se hubiese visto con el deber de convertirse en ninja. Parecía que, de alguna manera, le gustaba más la cocina que el mundo shinobi.
«¿Por qué no se dedicó a ser cocinero entonces?» Se preguntaba, aún con la pajita sujeta por sus labios. "Porque alguien debía hacerlo", había sido su respuesta, pero no terminaba de convencerla. Dicho así, parecía que se había visto obligado a convertirse en shinobi, no que había seguido aquella senda por su propia cuenta. De hecho, parecía importarle más el dinero que lo que aquel camino significaba, y Ayame torció ligeramente el gesto al escucharle.
Una vez finalizada su introducción, el aula volvió a sumirse en un tenso silencio durante unos segundos. Kōri había escuchado con educada atención, y ni siquiera intervino cuando hubo terminado. Había anotado algo en una de las carpetas que ahora reposaban sobre la mesa; y, tras cerrarla y apartarla a un lado, ahora aguardaba en silencio al siguiente voluntario. Ayame, que ya se había habituado al habitual frío que despedía su hermano de manera natural y enfriaba el ambiente, seguía empeñada en desviar la mirada para apartar la atención sobre ella, y el plan parecía estar funcionando a la perfección. Kurozuka Reiji tomó el turno de la palabra.
Ayame no pudo evitar sonreír con cierto nerviosismo al ver cómo el chico se refería a sí mismo como vampiro, aunque con sus posteriores alegaciones, si ellos no hubiesen sabido las peculiaridades de su alimentación, podría haber pasado por un chico normal y corriente. Si no fuera, por supuesto, por aquella bolsita que llevaba entre manos y cuyo contenido carmesí le revolvía el estómago a la muchacha cada vez que le veía beber de ella.
«Otro que no entró en la academia por su propio pie...» Meditó Ayame, al escuchar que había sido su corpulento padre el que le había convencido de que se convirtiera en shinobi. «Sólo espero que en aquella ocasión no le tirara al interior de la clase como ha hecho hoy.» Se sonrió para sí. Aunque lo veía perfectamente posible.
Sin embargo, la presentación de Reiji adoptó un tinte oscuro cuando habló de sus temores. ¿Acaso era posible que perdiera el control de sus actos y se convirtiera de verdad en un vampiro sediento de sangre capaz de cualquier cosa por obtener su alimento? Ayame palideció de sólo imaginarlo, no quería siquiera pensar en esa posibilidad.
Sin embargo, algo llamó la atención de la muchacha. Y fueron las aspiraciones de sus dos compañeros. Mientras que Daruu había afirmado que deseaba convertirse en chunnin, Reiji iba varios pasos más allá: él quería convertirse en ANBU.
Kōri asintió para sí cuando el chico terminó con su presentación. Ayame notó que había vuelto a anotar algunas cosas en otra de las carpetas, y pronto comenzó a sospechar qué eran aquellos documentos. Sin embargo, no tuvo tiempo de pensarlo. Habían pasado varios segundos desde que Reiji había puesto punto y final a sus palabras, y los gélidos ojos de Kōri estaban clavados en ella, esperando pacientemente a que empezara a presentarse. Ayame se sonrojó inevitablemente.
—Y... yo... yo me llamo Aotsuki Ayame... —comenzó, y nada más abrir la boca ya se sintió estúpida. Se mordió el labio inferior, tratando de reunir el escaso valor que sentía, y respiró hondo antes de continuar—. Fue mi... familia...
«Mi hermano.»
—La que me introdujo en el mundo shinobi al permitirme participar en sus entrenamientos desde que era pequeña... Yo ya quería convertirme en kunoichi, aunque... mi condición aceleró los hechos.
«Mi condición de jinchūriki...» Apretó las mandíbulas, ligeramente ruborizada.
—Mis miedos... bueno... la... la oscuridad... —admitió, con un hilo de voz, y entonces se dio cuenta de que Kōri había entrecerrado ligeramente los ojos. No apuntaba nada, al contrario que con Daruu y Reiji, y Ayame supo muy bien por qué. Él ya la conocía a la perfección. Aquello no era más que un trámite para presentarse ante sus compañeros. Fue en ese momento cuando la invadió una súbita oleada de coraje, y sus siguientes palabras sonaron decididas y enérgicas—. Y mis aspiraciones de futuro es que me reconozcan por lo que soy realmente, no por ser un jinchūriki.
Terminadas sus palabras, la muchacha dejó escapar todo el aire que retenían sus pulmones. Kōri asintió para sí, y volvió a apilar las tres carpetas.
—Muy bien. Pues con esto hemos terminado.
Ayame alzó la cabeza, súbitamente sorprendida. ¿Cómo que habían terminado? ¿Eso era todo? ¿Una simple presentación?
—Mañana os esperaré a los tres en la orilla del Gran Lago de Amegakure que queda más cerca de la academia. Estoy seguro que de que sabréis llegar —Kōri se alzó de su asiento, sin duda dispuesto a marcharse—. A las nueve en punto de la mañana. No consentiré que ninguno de vosotros llegue tarde a la primera reunión del equipo.
—¿Y... qué es lo que vamos a hacer allí, Kōri...-sensei? ¿Nuestra primera misión? —se atrevió a preguntar Ayame.
Kōri le dirigió una mirada significativa.
—Algo así, Ayame. Haréis una pequeña prueba que decidirá vuestro destino como genin.
La muchacha parpadeó ligeramente, más confundida si cabía.
—Una prueba que decidirá si de verdad os merecéis ser genin; o, por el contrario, debéis regresar a la academia como estudiantes.
—¡¿QUÉ?!
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Pasado su turno de presentación, era el de sus compañeros. Daruu miró intermitentemente a uno y a otro mientras se frotaba los brazos para entrar en calor. «En serio, podría bajar un poco el nivel de esa habilidad, ¿no? Hace frío...», pensó, observando de nuevo a su nuevo sensei.
Como era de esperar, el estrafalario Reiji se presentó antes que la tímida Ayame. Un escalofrío recorrió el cuerpo de Daruu cuando terminó de escuchar la intervención. Por mucho que intentara insistir en que se trataba de alguien normal, estaba seguro de que todos los presentes habían escuchado que temía volverse loco por falta de alimento. Si sólo se podía alimentar de sangre, ¿qué ocurriría durante un viaje largo si no encontraban qué comer? Parecía necesitar bastante cantidad. «Podría ser peligroso... Es simpático y compartimos aficiones, pero...»
Tal y como había hecho cuando había terminado su intervención, Kori apuntó un par de cosas sobre Reiji y observó a Ayame con ojos interrogantes. Había llegado su turno. La debía conocer mejor que a ningún otro, por algo era su hermana, pero Daruu entendió que quería equipararla al resto sometiéndola a las mismas preguntas y a las mismas pruebas.
Con la voz entrecortada, Ayame fue dando datos sobre sí misma. Su familia fue la que la introdujo en el mundo ninja. Así que se trataba de algo como lo suyo, aunque sospechaba que en su familia nadie se dedicaba a la cocina. Mencionó que debido a su condición aceleró que le dejaran participar en entrenamientos. «¿Condición? ¿Qué condi...?»
Se acababa de dar cuenta, y se sintió como un estúpido.
«¡¡Es la jinchuuriki del Gobi!! ¡La guardiana de la bestia!»
Los jinchuuriki, los guardianes que impedían que las bestias escaparan y destruyeran el mundo, eran muy respetados en su cultura. Conocía el nombre desde hacía mucho tiempo, incluso sabía que Kori era su hermano, y sin embargo... Se había sentido tan agusto con ella, la había visto tan normal que la percepción idealizada que tenía sobre quién debía ser el guardian no le había dejado acordarse en aquellos pocos días que se habían conocido. «Es tan... tímida, de aspecto tan frágil... Es... Normal». Al fin y al cabo, nunca se le había pasado por la cabeza que la jinchuuriki era una persona de su edad.
Curiosamente, después de anunciar sus miedos, la muchacha dijo que su mayor aspiración es que la reconocieran por quién era como ninja, como persona, no como jinchuuriki. Sonrió.
«Es muy tímida, pero esa actitud... Me gusta».
Permaneció callado durante el diálogo entre hermanos que sucedió a sus tres presentaciones. Sin embargo, Kori anunció algo que lo hizo levantarse, indignado, y poner el pie encima de la mesa, señalándole.
—¿¡Qué!? ¡Los tres hemos aprobado un examen de acceso, no es justo!
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Si alguien sabia de monstruos ese era yo. Y desde luego que Ayame no tenia pinta de ser uno, claro que yo tampoco, creo. Tal vez mi padre, una mole de dos metros de puro musculo, eso si era un monstruo. Por suerte para mi, no me parecía a él en ese aspecto, aunque lo intento durante un tiempo, pero mi interés por la fuerza bruta que el poseía nunca fue el suficiente. Y aquello era lo que me faltaba a mi, tachado de vampiro y encima gigante y musculoso? mejor no.
El caso es que ella en si no era un monstruo, aunque a veces la tachaban de ello, sino que lo llevaba guardado y custodiado en su interior. Por suerte para mi, nadie había intentado por el momento sellarme dentro de una pobre muchacha. Por ahora.
Terminadas las presentaciones, no tenia queja alguna de mis compañeros. Tampoco la hubiera podido tener de ser otros, en todo caso ellos de mi. De toda la clase yo era el tipo mas temido, no por que me metiera con nadie, si no por que gracias a mis leyendas, ni siquiera los matones se atrevían a meterse conmigo.
En fin, cuando todos terminamos de presentarnos, llego el Turno de Kori. Bueno, el hablo, pero en ningún momento se presento como nosotros lo hicimos. Dijo que por hoy ya había llegado la hora y que nos esperaba al día siguiente en la orilla del lago. También añadió que si no superábamos la prueba que nos iba a imponer, regresaríamos a la academia. Mis dos compañeros se alteraron demasiado.
—Técnicamente si ya hemos superado un examen, esto deberíamos superarlo, no? — Dije mientras encestaba la bolsita de sangre vacía en la papelera —Por mi esta bien, si quiero llegar a ANBU tendré que superar cosas mas difíciles, creo
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Ayame no fue la única que se alteró ante la súbita noticia, y pronto la clase se convirtió en una especie de colmena de abejas furiosas.
Kōri ni siquiera se inmutó, pero dirigió una gélida mirada a Daruu cuando se alzó repentinamente de su asiento y colocó el pie encima de la mesa con una escandalizada exclamación al tiempo que le señalaba descaradamente.
—Baja ese pie, Daruu-kun —le espetó, con los ojos ligeramente entrecerrados.
Ayame se mantenía en su asiento, en absoluta tensión. Sus labios se habían convertido en una tensa línea y la muchacha apretaba los puños contra sus rodillas. Estaba haciendo verdaderos esfuerzos por contenerse; pero la intervención de Reiji la sobresaltó. Sorprendentemente, él era el único de los tres pupilos que conservaba la calma; y, como si le estuviese dando la razón, la papelera restalló contra la pared cuando encestó la bolsa de sangre ya vacía.
—Reiji-kun tiene razón —correspondió Kōri, que había tomado las carpetas y ahora se dirigía a la puerta de salida con paso calmado—. Si aprobasteis el examen de ascenso a genin, no deberíais tener ningún problema a la hora de superar una pequeña prueba más. ¿O acaso creéis que os pondrán las cosas fáciles ahí fuera cuando os envíen de misión? —añadió, ya en el umbral, y se giró hacia sus tres alumnos con gesto sombrío—. Sois genin, así que actuad como tal. Ya no sois esos niños que dependían de los cuidados de un profesor: sois shinobi.
Se marchó, sin darles tiempo a replicar. Y con él se fue también el frío.
Pero aquello no la reconfortó. Ayame se hundió en su asiento con un profundo suspiro, mirándose las manos con gesto abatido. Sabía que tenía razón, que debía crecer y dejar de depender en los demás, que debía confiar en sí misma como Reiji lo había hecho...
«Pero no quiero volver a la academia» Pensó, con un doloroso nudo en la garganta. «No quiero volver con... ellos...»
No supo cuánto tiempo pasó así; pero, finalmente, la kunoichi se levantó.
—Yo... creo que vuelvo a casa... —murmuró, incapaz de formular siquiera una sonrisa—. Nos veremos mañana entonces, chicos.
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4/06/2015, 18:03
(Última modificación: 4/06/2015, 18:05 por Amedama Daruu.)
El temperamento de Daruu había subido de nivel en muy poco tiempo. Más tranquilo, se habría dado cuenta de que estaba a punto de cometer un error. Pero en aquél instante, sus ojos echaban chispas, y de su espalda comenzaban a brotar pequeñas ascuas de fuego. Era algo que nunca había conseguido controlar. Kori empezó a enfriar los ánimos —qué expresión más adecuada, por cierto— intimidándole, pero lo que finalmente le hizo perder la concentración en su ira fue la bolsa de sangre de Reiji cayendo dentro de la papelera. Al obligarle a desviar la atención del profesor, se abrió a otros diálogos. Y las palabras del vampiro le convencieron.
Se cruzó de brazos, resopló y se recostó sobre la silla con los ojos cerrados, tal y como estaba antes. «Superaré tu estúpida prueba. Entonces, tendrás que aprobarme, tendrás que reconocerme».
El frío se fue al mismo tiempo que Kori. Quedó con la mirada baja hasta que Ayame decidió despedirse.
— Hasta luego —dijo, simplemente. Y no se fue de la sala hasta que no la hubieron vaciado sus dos compañeros.
Off: No sé si te referías a los matones, Reiji, pero:
Cita:El caso es que ella en si no era un monstruo, aunque a veces la tachaban de ello
Desde niños se les enseña a los críos la importancia de lo que son los "guardianes de las bestias". Son respetados, como mínimo, protegidos e importantes.
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Me sentí un poco orgulloso de mi mismo cuando Kori-sensei me dio la razón. Sabia que la confianza en uno mismo, muchas veces no era buena, pero en realidad no era en mi mismo en quien confiaba. Confiaba en la sangre que había heredado de mi madre, y en las habilidades que mi padre había implantado a mi cuerpo por la fuerza, por que no había nacido con ellas. Me pregunto muchas veces si mama hubiese hecho lo mismo. Pero no, no transformamos a la gente bebiendo su sangre ni dándole la nuestra ni nada por el estilo.
Pero Kori se marcho del aula tan rápido que ni siquiera nadie pudo reprocharle, como una ráfaga de aire frió llego, e igual se había largado, dejando a los tres allí solos. Su hermana no tardo en marcharse, aun parecía preocupada por volver a la academia, pero en fin, quien era yo para intentar animar a alguien? Toda misión fallida tendrá un castigo en el futuro, y cuanto mas avancemos mas peligroso sera, volver a la academia parecía cosa de niños mas pequeños si lo pensabas detenidamente.
—Bueno, yo también me marcho, nos vemos mañana, Daruu
En realidad, no me marche directamente a casa, seguramente mi padre tenia tantas ganas de sacarme de allí por que estaba planeando algo, y si llegaba tan pronto seguro que me lo encontraba haciendo alguna cosa desagradable. Subí hasta la azotea de la academia, y me senté en el borde. Una de las habilidades que papa me había otorgado era la de poder volar, por lo que, nunca me había dado tiempo a temerle a las alturas.
— La verdad es que no ha sido tan malo, bueno, tal vez nuestro sensei es un poco frío, cada vez que le miro se me hiela la sangre
Me atreví a bromear conmigo mismo. Cualquiera que me observara en aquel momento, mientras hablaba con mi propio yo, sentado en el borde de la azotea de un enorme edificio, podría pensar que era un loco que estaba planeando su suicidio. Pero hacia años, muchos años, que no importaba para nada lo que la gente opinara. O igual simplemente ya aborrecía el tema y me daba lo mismo. A veces simplemente asentía y les daba la razón para que me dejaran en paz. La gente es muy pesada cuando quiere.
Cuando me cansé de estar allí, volví a casa. La verdad es que todavía quedaba un día muy largo por delante y no sabia muy bien que hacer. Tal vez entrenaría, o tal vez saliera por ahí a asustar adolescentes rubias. Entre a casa con temor de encontrarme alguna escena no apta para mentes de mi edad, sin embargo, no había nadie. Como entre directamente a mi habitación, y me tire a leer comics, no vi la nota que habían dejado mis padres.
En definitiva, pase el día solo en casa. Y al siguiente tampoco aparecieron. Fue entonces cuando leí la nota de que se habían marchado de misión "una semana o así" y que no sabían cuando volverían. Inocente de mi me lo creí, pero en realidad se habían largado de viaje de paraje los dos. Sin mi. Maldita sea, yo también quería irme de viaje,
En fin, como habíamos quedado a las nueve, salí de casa una hora antes, o así. No quería ser el ultimo en llegar, y mucho menos quería llegar tarde. Mejor llegar pronto. Muy pronto. Por que el lugar no estaba a mas de quince minutos andando.
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7/06/2015, 12:23
(Última modificación: 7/06/2015, 12:33 por Aotsuki Ayame.)
Había abandonado la clase muy pronto a propósito. Pese a los nervios y la incertidumbre que la atenazaban, la verdadera intención de Ayame era la de alcanzar a Kōri en la calle. Fuera del aula, y sin la presencia de sus otros dos alumnos, quizás hablara con ella de hermano a hermana. Como siempre había hecho, antes de que se distanciaran de aquella manera. Tenía muchas dudas que deseaba preguntarle, pero la lluvia fue su única compañera en su trayecto a casa. Nunca llegó a alcanzarle. Y cuando llegó a su hogar, se encontró con que sólo Zetsuo estaba allí.
—Te has vuelto a olvidar el paraguas, ¿verdad, niña?
Ayame se sobresaltó al oírle. No se había acordado del paraguas hasta que se lo había mencionado; de hecho, ni siquiera se había dado cuenta de que estaba completamente empapada.
Zetsuo pareció leer sus pensamiento, porque suspiró pesadamente.
—Joder. ¿Cuántas veces tengo que decírtelo? La próxima vez no te dejaré entrar en casa, te lo advierto.
Ayame se estremeció inevitablemente ante su torva mirada. Sin embargo, se atrevió a dar un paso adelante.
—¿Dónde está Kōri?
—A saber. Ya es mayorcito para que ande detrás de él, ¿no te parece? —respondió, con una ladina sonrisa.
Ayame sospechaba que se le escapaba algo. Sospechaba que había algo que le estaba ocultando. Pero no se atrevió a ir más allá. Sabía que por mucho que le preguntara, si su padre no quería responderle no lo haría.
—Entiendo —agachó la cabeza, dócil, y se dio media vuelta para ir al cuarto de baño para secarse y cambiarse de ropa.
«No importa.» Se dijo. «Tarde o temprano tendrá que venir. Y entonces hablaré con él.»
Pero Kōri no vino en ningún momento. Ni siquiera acudió a cenar, y Ayame tuvo que soportar una tensa comida con su padre, cargada de un silencio tan penetrante que podría haber sido cortado como la mantequilla. Ni siquiera vino a dormir, y eso que Ayame se mantuvo en su cama despierta todo el tiempo que pudo, con el oído alerta por si oía la puerta de la entrada.
Ni siquiera estaba allí cuando Ayame se despertó.
...
Hacía tiempo que el sol había salido por oriente, aunque los nubarrones de Amegakure no dejaran verlo. La noche y el día eran dos conceptos fácilmente confundibles en la aldea de las eternas lluvias, y era escasa la luz que conseguía atravesar aquel manto, por lo que la diferencia de luz entre una etapa y otra era también poca.
Kōri ya se encontraba en el lugar de reunión. Se trataba de un pequeño claro de unos diez metros de diámetro sin apenas obstáculos más remarcables que algún que otro matorral. Estaba limitado al norte por las aguas del Gran Lago de Amegakure, al oeste y al sur por un denso bosque de pinos, y al este por un conjunto de bloques de rocas de granito que actuaban a modo de dique adentrándose en el agua.
Tras haber pasado la noche fuera de casa para evitar la curiosidad de su hermana pequeña, el jonin había madrugado a propósito para preparar la prueba a la que sometería a sus tres nuevos alumnos. Para entonces ya estaba todo listo, por lo que se había limitado a apoyarse sobre el improvisado dique mientras leía los documentos de las tres carpetas y su mano derecha jugueteaba distraída con algo que tintineaba delicadamente cada vez que lo movía.
Sabía que tendría que esperar un tiempo hasta que los tres jóvenes genin se presentaran ante él, pero aún quedaban unos cuarenta y cinco minutos hasta el toque de queda cuando uno de ellos se presentó ante él.
—Buenos días, Reiji-kun.
...
Poco faltó para que se olvidara de nuevo de llevarse el paraguas, pero la amenaza de Zetsuo resonaba aún peligrosa y reciente en sus oídos, y la muchacha no deseaba tentar a su suerte. Aunque pronto comenzó a darse cuenta de que un paraguas sería más un estorbo que otra cosa en una prueba como la que podría plantearles Kōri.
No le importó, siguió corriendo por las calles de Amegakure cubriéndose con aquel aparatoso objeto. En realidad no llegaba tarde. De hecho, llegaba con media hora de antelación, pero tenía la esperanza de encontrarse con Kōri y poder al fin hablar con él. Cuál sería su decepción al llegar y comprobar que no era la única que había madrugado. Su hermano ya se encontraba allí, como era de esperar, pero ya estaba acompañado por uno de sus compañeros de equipo.
Por el oscuro e inquietante Reiji.
Suspiró profundamente para sí, apesadumbrada, y dejó de correr para acercarse a ellos con paso sosegado. Ya no le servían las prisas.
—Buenos días...
Kōri la saludó con una inclinación de cabeza y cerró las carpetas que parecía haber estado leyendo hasta entonces.
— ¿Qué vamos a...? —comenzó a preguntar, pero Kōri la interrumpió alzando una mano.
—Os lo diré cuando Daruu-kun llegue.
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Tinininí, tinininí. Tinininí, tinininí. Tínininí, tininiPLASCA.
«Vaya por Dios, otro despertador roto» —pensó Daruu mientras se restregaba los ojos para poder abrirlos. Definitivamente, tenía un problema con los despertadores. Algo dentro de él los golpeaba fuertemente cuando aún no se había despertado. Era acertado decir que se despertaba por el ruido que hacían al caer al suelo en lugar del de la alarma.
Abrió el primer cajón de la mesita de noche y sacó un pequeño reloj de bolsillo plateado para ver la hora —en el despertador, imposible ya—. «Aún queda una hora, bien. Puedo ir con tranquilidad».
Su habitación tenía las paredes pintadas de color azul. En la pared con la gran ventana que daba a la calle, tapada por cortinas verdes, estaba pegada la cama de sábanas blancas, que no se había molestado en hacer. «Mamá me echará la bronca, como siempre... Pero esta vez tengo excusa, tengo que estar allí pronto. Sí, eso». En la pared de enfrente estaba la puerta. En la de la derecha de la puerta, una estantería llena de libros, cómics, y una pantalla con la que jugar a los primitivos "videojuegos" de Ame y ver cintas de vídeo. En la pared contraria a esa, había un escritorio de estudio... y de elaboración de masas. Para él. Para su madre eso era un sacrilegio. Al lado del escritorio, el armario de donde sacó el uniforme para vestirse.
Pasó un tiempo arreglándose el pelo —si no tardase tanto sin duda podría haber hecho la cama también— y recorrió desde el baño hasta la puerta, pasando por el salón, para salir de casa. La puerta daba a un pequeño rellano, que daba a su vez a una escalera que descendía hasta la Pastelería de Kiroe-chan.
Aún no había abierto, pero como siempre su madre, Amedama Kiroe, ya estaba preparando en las cocinas los primeros bollos de vainilla y canela de la mañana.
—¡Buenos días, cariño! —le dijo con una sonrisa en el rostro—. ¿Cómo has dormido?
—Regular. —Estaba un poco arrepentido de haber saltado así frente a Kori. No solía ser así, en realidad era alguien bastante tranquilo, y se tomaba las obligaciones con la Academia con un poco más de seriedad. Pero ya no había manera de arreglarlo, así que intentaría dar una mejor impresión a su sensei y a sus compañeros el día de hoy—. Pero no importa. ¿Tienes mi desayuno?
—Tengooooooo... —Se hizo la misteriosa—. ¡Cuatro desayunos, tachaaaaán!
Siempre le dejaba un bollito de la primera hornada para él, pero esta vez le había tendido cuatro bolsas. Una para cada uno de sus compañeros, una para su profesor —a quien sin duda le encantaría el regalo— y otra para sí mismo. Daruu suspiró y cogió las bolsas.
—Ay, madre... Voy a hacer el ridículo, voy a parecer un pelota. ¡Además, Reiji no puede comer bollitos!
—¿Está a dieta? —Su madre torció el gesto, curiosa.
—Esto... No, es que... Es difícil de explicar. Bueno, yo se lo llevo, él que haga lo que quiera con él. ¡Hasta luego!
—¡Aaaadiooós!
En el perchero de la entrada de la tienda siempre habían dos túnicas negras impermeables. Daruu se echó una por encima y la utilizó para cubrir las bolsas de plástico mientras caminaba entre la tormenta interminable de Amegakure. Echó un vistazo al reloj. No quedaba mucho para la hora citada, pero llegaría bien.
En efecto, llegó al lugar cuando aún quedaban diez minutos, y aún así, ya estaban todos allí. «Joder, qué prisa tienen» —pensó, y se plantó delante de ellos con una afable sonrisa.
—Buenos días, Reiji, Ayame, Kori-sensei.
Acto seguido, se adelantó hasta sus dos compañeros y les tendió a cada uno de ellos una de las bolsas con un bollito de vainilla. Finalmente, se acercó a su profesor con timidez y le tendió el tercero.
Se colocó al lado de sus compañeros y le dio un bocado al suyo.
—Son de parte de mi madre —explicó—. Reiji, ya sé que no puedes comerlo, pero me insistió. Dáselo a tu padre, o algo, no sé.
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Había salido con demasiada antelación, yo lo sabia, no esperaba llegar el primero, pero desde luego no iba a llegar el ultimo y mucho menos pensaba llegar tarde a la reunión. Lo que no esperaba para nada era que el primero en presentarse en aquel lugar fuera Kori-sensei. Pensaba que el seria el ultimo en aparecer, y que llegaría justo a la hora indicada, tal y como había sucedido el día anterior. Sin embargo, cuando llegue, allí estaba él.
—Buenos días
Respondí y me senté sobre la hierba húmeda del claro. Sabia que tendría que esperar cuarenta y cinco minutos para que llegaran sus compañeros y no pensaba hacerlo de pie a no se que Kori se lo ordenara expresamente. De cualquier modo, no dije nada ni le pregunte nada, si hubiera querido darme instrucciones o preguntarme lo habría hecho, y suponía que no hablaría de la prueba hasta que no estuviéramos todos, así que espere en silencio.
Pero pronto el silencio se vio interrumpido por una voz femenina. Mas pronto de lo que esperaba. Creía que llegarían a tiempo, diez minutos antes, como mucho. Sin embargo Ayame, la hermana pequeña del sensei, llegaba casi tan pronto como yo. No eran muy parecidos, kori era tan frío e inexpresivo como un bloque de hielo, ademas de completamente blanco y con los ojos claros, por otra parte Ayame era morena y con los ojos del color de las almendras, y mucho mas expresiva que Kori, aunque claro, hasta una piedra podría ser mas expresiva.
—Buenos días —La salude también.
Ayame al contrario que yo, no tardo nada en intentar sacarle a Kori que íbamos a hacer, pero este, raudo como el viento, no le dejo ni terminar la pregunta para responderle con algo que yo mismo ya me esperaba.
Pasaron otros veinte minutos mas en absoluto y frío silencio hasta que apareció el ultimo de nosotros, cargado con varias bolsas de comida.
—Buenos días —repetí la frase por tercera vez, y de hecho, era lo único que había dicho en todo el día hasta el momento.
Daruu me tendió a mi también una bolsa con comida y me dijo que se la diera a mi padre o algo.
—Lo siento, pero mis padres no están en casa y no estarán por un tiempo, así que seria un desperdicio, pero invitare a mi padre a que se pase por la tienda y los pruebe, si no lo ha hecho ya, por el momento, alguien lo quiere?
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El silencio inundó el ambiente tras su llegada. Era un silencio frío, tenso... tan tenso que podría llegar a cortarse con el filo de un kunai.
Ayame, que se había visto privada de su deseo de hablar con Kōri a solas, se limitó a sentarse sobre el césped junto a Reiji con cierta timidez y le cubrió a él también con el paraguas que aún llevaba consigo. Pero no volvió a abrir la boca, se mantuvo con la mirada fija en el suelo mientras su mano libre jugueteaba distraídamente arrancando las briznas de hierba que encontraban sus dedos. Los veinte minutos que se sucedieron antes de la llegada de Daruu le resultaron interminables, y su hermano no era realmente elocuente, por lo que se mantuvo sumergido él también en aquel gélido silencio.
Aunque debía admitir que ella tampoco lo era.
«Menos mal, al fin.» Suspiró, profundamente aliviada, cuando divisó los relucientes cabellos del shinobi en la lejanía. Aunque pronto reparó en las bolsas con las que cargaba, y la muchacha ladeó la cabeza con curiosidad.
—Buenos días, Daruu-san. ¿Qué es...? —comenzó a preguntar, con una radiante sonrisa, pero antes de que pudiera terminar le tendió una de ellas. Un delicioso aroma, dulce y cálido al mismo tiempo, la envolvió de manera embriagadora, y Ayame se vio obligada a tragar saliva. Cuando miró en el interior de la bolsa, los ojos de Ayame se abrieron de par en par antes de dirigir una significativa mirada a Kōri.
Su hermano también había recibido una de aquellas bolsas, y una chispa de emoción derritió momentáneamente su mirada de escarcha.
—Gracias, Daruu-kun.
—¡Estos son los bollitos que nunca me dejas probar! ¡Me dijiste que estabas en una misión de inspección de calidad porque se creía que estaban contaminados! —exclamó Ayame, súbitamente airada. Pero Kōri le restó importancia al asunto con una floritura de su mano libre, que volvió a tintinear de aquella manera tan peculiar. Estaba demasiado ocupado devorando el bollo como para responderla con palabras—. Serás... —masculló, hinchando los mofletes. Terminó por volverse a Daruu, haciéndole señas para que fuera a refugiarse de la lluvia bajo su paraguas—. Pero muchas gracias, Daruu-san.
Probó al fin el dulce pecado, y una vorágine de sabores inundó su paladar. La muchacha gimió interiormente, nunca en su vida había probado algo tan delicioso. Aunque seguramente estarían más ricos aún con un toque de chocolate. Por un momento sintió lástima de Reiji, que era incapaz de probar alimento alguno aparte de la sangre.
—Bueno, se acabó el almuerzo —sin pedir ningún tipo de permiso, Kōri tomó la bolsa que contenía el bollo de Reiji y que había estado ofreciendo a los demás, y volvió a su lugar junto al dique de bloques de roca—. Tendréis que ganaros este último bocado, pero vayamos a lo que nos toca.
Con un vago movimiento de su mano diestra, Kōri lanzó dos pequeños objetos que rebotaron en el césped un par de veces, produciendo aquel delicado tintineo que tanto había intrigado a Ayame, antes de quedar justo enfrente de los tres genin.
—Vamos a jugar al escondite —comenzó a explicar, y la muchacha le dirigió una mirada cargada de extrañeza—. Pero las reglas no son las convencionales: Contaré hasta diez y seré yo quien os busque, pero para ganar el juego tendréis que mantener con vosotros al menos un cascabel durante la hora que durará la prueba. Aquel, o aquellos, que no logren conservar el cascabel serán devueltos a la academia, así que más os vale esconderos bien para que no os descubra...
—Pero... Kōri...-sensei... Aquí sólo hay dos cascabeles.
Un nuevo silencio inundó el ambiente, el silencio de la espera. Y, cuando Kōri respondió al cabo de algunos segundos, a Ayame le pareció discernir una fugaz sonrisa.
—Exacto —el hombre de hielo se separó del dique, con aquel semblante impenetrable—. Una cosa más, no podéis ir más allá del círculo del bosque. Y con esto...
Se dio media vuelta.
—Uno...
Una capa de escarcha comenzó a extenderse desde los mismos pies de Kōri. El hielo se arrastraba perezosamente por la hierba hacia ellos, como si pretendiera alcanzarlos.
—Dos.
Ayame dejó caer el paraguas a toda prisa y se reincorporó como si hubiese sufrido una descarga eléctrica.
—Tres.
Sus ojos se clavaron en los dos cascabeles que seguían en el suelo, pero retrocedió un paso. No sería ella quien condenara a sus compañeros al suspenso.
—Cuatro.
Pero de verdad quería, necesitaba aprobar. Si no lo hacía tendría que volver a la academia y enfrentarse a...
—Cinco.
Alzó la mirada, y fue la primera que se dio cuenta de algo más: Kōri tenía enganchado a la altura de la cintura otro cascabel. Tan cerca de su mano derecha...
¿Qué podía hacer? Dirigió una desesperada mirada a sus dos compañeros.
Nivel: 34
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Reiji rechazó el bollito de vainilla porque sus padres no estarían en casa por un tiempo. Daruu, como mensajero de la pastelera, no tenía ningún derecho a quedarse con el restante, así que simplemente negó con la cabeza cuando se lo ofrecieron y se fue, contento con el suyo, a sentarse a una piedra plana cercana para terminar de comérselo.
Ayame volvió a recordar la anécdota de los bollos contaminados. Daruu miró hacia Kori, y estalló en una carcajada. Por un momento le pareció que su profesor le estaba sonriendo. Pero con Kori nunca se sabía. Daruu imaginó que una sonrisa suya debía ser como una pequeña mueca al revés.
Cuando todos se habían terminado el almuerzo, menos Reiji, Kori se adelantó rápidamente y le quitó la bolsa al vampiro, señalando que el almuerzo se había terminado y que ahora empezaba la prueba. Que ya se ganarían el último bollo.
«¡Y una mierda, seguro que se lo come él!» —pensó Daruu, indignado. Era bien conocida la habilidad de su maestro para tragar y tragar bollos de vainilla sin descanso. Daruu no entendía por qué estaba tan delgado, si al menos debía tener un par de estómagos extra reservados para aquellos pasteles.
La prueba consistiría en un escondite. «Un juego de niños, aunque con un jounin experto buscándonos. Ya veo... Esto va a ser difícil.» Más difícil de lo que pensaba. Porque además, tendrían que conservar cada uno un cascabel si querían superar la prueba.
Y sólo habían dos cascabeles.
«Mierda, este tío va en serio, piensa hacer que uno de nosotros vuelva a la academia... No quiero hacerle esto a ninguno de mis compañeros... Sin embargo... Sin embargo...»
···
«Cuando seas un chunin hecho y derecho, y creas estar preparado para aprender más... Mi nombre es Hachi Ichigo. Búscame.»
«Es un favor que le debo a tu padre. Te enseñaré algo genial.»
···
«Sólo los que se arriesgan conquistan el cielo... Por ti, papá.»
Daruu salió corriendo tras atisbar el destello de un tercer cascabel, atado a la cintura de Kori. La capa de hielo que se extendía bajo sus pies no era sino un obstáculo más que superar. Su padre siempre le decía que tenía que aspirar a lo más alto. Por eso estaba intentando encontrar la masa de pizza más rica de toda Amegakure...
...¡no, del mundo!...
...por eso no cogió los cascabeles del suelo, que habría sido lo más sencillo, sino que prendió sus pies en llamas con el Kaenka para derretir el hielo a su paso y alcanzar el tercero. Cuando lo cogió salió disparado en dirección al bosque.
Nivel: 17
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Fue Kori quien finalmente se hizo con el bollito que sobraba, es decir, el mio. Y aunque dijo que se lo daría a quien se lo ganara, sospeche por los gritos de Ayame y la forma en que devoro el suyo propio, que quien se lo merecía no era otro que él mismo. A mi personalmente me importaba bastante poco quien se comiera mi bollito.
Y entonces comenzó lo que todos estábamos esperando. Lo primero que hizo Kori fue lanzar al suelo dos pequeñas esferas tintineantes. Un par de cascabeles. Pero eramos tres. Aquello en si no me gusto un pelo. Y su explicación termino de confirmar mi temor. Nos esconderíamos, de un jonin, y aquel que no tuviese en sus manos un cascabel volvería a la academia. Aquello no era para nada como el examen de gennin, pese a que Kori me había dado la razón. Aquello era una caída segura para uno de nosotros.
Miré a mis dos compañeros. Al parecer ninguno de nosotros tres quería condenar a los otros a volver a la academia. Yo por supuesto menos que ninguno de ellos dos, bastante mala fama tenia ya. No, yo tampoco seria quien dejara caer a mis compañeros. Aquello era como un simulacro de misión. Completabas la misión, o salvabas a tus compañeros? nos estaba preparando para una decisión real. Pero tenia que haber, debía existir una tercera opción.
Pero no fui yo quien la descubrió. Fue Daruu. Sin mediar palabra vi como se intentaba abalanzar corriendo hacia delante, y me di cuenta de por que. Kori llevaba un tercer cascabel atado a la cintura. No podía dejar que Daruu hiciera aquello solo, primero por el hielo que cubría el suelo, aquello no era natural, aquello debía ser una transformación elemental avanzada y entonces ni el fuego la derretiría. Daruu estaría condenado si ponía un pie sobre el hielo.
Cogí un cascabel de los que había en el suelo y dejé el otro para Ayame. Pero a pesar de lo que pudiera parecer no me fui, corrí hacia Daruu y le agarre de la camiseta para frenarlo y llamar su atención. No tenia fuerza para pararlo y en ese momento hubiese deseado tener los músculos de papa, pero me conformaba con que se diera cuenta.
—ei! cógelo y corre —Diría si conseguía llamarle la atención mientras le lanzaba el cascabel a la cara.
Ni un instante tardaría en adoptar la forma de un ave, un cuervo, y abalanzarme a coger yo él cascabel de la cintura. Si tenia posibilidades de cogerlo y escapar sin quedar atrapado en el hielo, ese era yo.
Nivel: 32
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14/06/2015, 23:38
(Última modificación: 14/06/2015, 23:48 por Aotsuki Ayame.)
Off: Dadas las circunstancias, Daruu me ha dado instrucciones para que le manipule ligeramente.
La tensión se palpaba en el ambiente. Los tres alumnos se habían quedado igual de estupefactos ante lo inesperado de la prueba, y mientras luchaban en un debate interno entre coger un cascabel y correr a esconderse o simplemente aguantar estoicamente y perseguir la opción más difícil, Kōri continuaba su cuenta.
—Seis.
Los dos cascabeles seguían en el suelo, intactos. Ayame tragó saliva, se veía incapaz de alzar la mano para coger uno pero tampoco se atrevía a correr a por el que tenía su hermano. Ella le conocía mejor que nadie, y conocía bien su poder sobre el hielo.
—Siete.
Fue Daruu el que marcó el pistoletazo de salida.
—¡No, Daruu-san! —exclamó Ayame, al ver cómo el shinobi arrancaba a correr. Pero no había sido lo suficientemente rápida para detenerle. Sus pies envueltos en llamas se acercaban peligrosamente al hielo, y Ayame estaba convencida de saber lo que pasaría en cuanto pusiera un pie sobre él.
Por fortuna, Reiji tuvo unos reflejos mayores que los de ella. Parecía que había decidido salvarse, pues se agachó a recoger uno de los dos cascabeles y después salió despedido tras el rubio. Ayame se había quedado sola con el cascabel restante...
—Ocho.
El vampiro alcanzó a Daruu y le hizo detenerse al agarrarle de la camiseta. Para sorpresa de Ayame, el chico le lanzó el cascabel que había recogido y después su cuerpo transmutó repentinamente en un ave negra como la noche.
«¡Dijo que sólo podía transformarse en murciélagos y lobos!»
—Nueve.
Pero no había tiempo de pensar en posibles engaños. El cuervo había alzado el vuelo y, como una saeta de oscuridad se abalanzó sobre la espalda de Kōri batiendo las alas con furia. Alcanzaría su objetivo en el momento en que Kōri había comenzado a pronunciar el último número; sin embargo, su pico apenas había rozado el metal del tintineante cascabel cuando el hombre de hielo estalló en una súbita nube de humo.
—¡¿Qu...?! —balbuceó Ayame, aún inmóvil en la distancia. Sentía las alocadas pulsaciones en el pecho, pero en el momento en que la humareda se disipó y vio que Kōri ya no estaba allí, su corazón pareció olvidarse de latir un momento. Sólo Reiji estaba allí, con las garras vacías, y la bolsa del bollito que había caído con la desaparición de Kōri. Como si su hermano sólo hubiese sido...—. ¿Un clon?
Pero no podía ser un clon ilusorio como los que ella sabía realizar. Había hablado con ellos, le habían visto comerse el bollo, ¡incluso había realizado una de sus técnicas de hielo! Había sido demasiado real...
«¡Espabila!» Se riñó, sacudiendo la cabeza bruscamente. No había tiempo que perder.
—¡Reiji-san! —gritó, buscando llamar la atención del cuervo. La kunoichi se había adelantado y, con un movimiento de brazo, le había lanzado algo para que lo cogiera antes de salir corriendo directamente hacia las aguas del lago.
Para cuando Reiji cogiera lo que le había lanzado sería muy tarde para protestar. Era, precisamente, el cascabel que restaba. Pero Ayame se había apresurado a lanzarse de cabeza al agua y desaparecer bajo su superficie.
Lo odiaba, y sentía miedo de volver a la academia. Pero ahora sabían que Kōri tenía el tercer cascabel. Aquel no era un escondite normal y corriente, y Ayame sospechaba que su hermano lo había planificado todo desde el principio. Habían pasado de ser simplemente las presas, a acechar a su cazador.
Era un escondite a todas bandas.
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Alguien tiró de la camiseta, y Daruu se dio la vuelta justo a tiempo para interceptar con las manos el cascabel que Reiji le había arrojado casi a quemarropa.
— ¿Eh, qué? —dijo el chico, confundido.
El vampiro ahora era un cuervo, y anonadado el rubio observaba con la boca abierta como el animal conseguía surcar el cielo directo al cascabel que Kori tenía atado en la cintura. «¿Cómo coño...?» —pensó, pero no podía quedarse quieto mientras los demás actuaban. Y se le acababa de ocurrir una gran idea.
«Podría serme útil...» —Apuntó con uno de sus Darumanegai al suelo y absorbió la capa de hielo que se estaba formando bajo los pies de Kori, aproximadamente dos metros cuadrados de técnica. «Tu hielo es mío.»
Y lo mejor es que estaba de espaldas, con los ojos cerrados y contando. No podría haber descubierto la función de sus Darumas. O rezó para que no la supiese. De cualquier forma, aunque lo hubiese visto, no sabía que podía devolver la técnica absorbida... Jugaría con esa baza oculta.
Estaba tan concentrado en absorber la técnica de su sensei que no se había dado cuenta de que Reiji había alcanzado el cascabel. Y sin embargo, el Hielo había estallado en una nube de humo, dejando como único rastro la bolsa con el bollito de vainilla que Reiji no había podido comerse. Daruu apretó los puños. Eso solo significaba que... El último cascabel lo llevaba el auténtico. Y tendrían que quitárselo. No sería tan fácil como esconderse y esperar.
— Mierda —maldijo Daruu, y se acercó al envoltorio con el pastel. Lo agarro y entrecerró los ojos. «¿Y si...?»
Ayame gritó el nombre de Reiji, y Daruu volteó rápidamente para ver como la muchacha le lanzaba el cascabel restante y se lanzaba al agua de cabeza.
— ¡Espera, Ayame! ¿Y qué pasa contigo? —Extendió la mano, intentando detenerla, pero ya era tarde. «Mierda, mierda, ¡mierda!»
Se sostuvo un silencio tenso durante unos segundos. Finalmente, Daruu comenzó a caminar hacia el bosque.
— Ayame. —De espaldas a Reiji y al lago, el rubio se aventuraba sólo hacia la vegetación—. Somos un equipo, y aprobaremos como un equipo. Si tengo la oportunidad de quitarle el cascabel a Kori, vendré a dártelo. Estate atenta. Reiji, ¿estás de acuerdo, verdad?
No esperó respuesta, y echó a correr hacia el bosque.
— ¡Dividámonos!
···
Al borde del claro de un bosque, un extraño pollo de color dorado yacía postrado en la rama de un árbol.
— Pío —decía de vez en cuando—. Eh... pío —trataba de disimular Daruu cuando veía a otro pájaro diferente.
En el suelo, bañado por un haz de luz, una bolsa con un bollito de vainilla.
«¿Estoy haciendo esto en serio? No hay forma de que vaya a picar en un truco tan barato...»
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Como explicar la situación de manera sencilla y entendible? el juego había pasado de ser uno en el que nosotros nos escondíamos de Kori, a uno en el que teníamos que buscarlo a el. Y si por algún casual en mis informes no se encontraba que podía transformarme, cosa que dudaba, ahora Kori sabia como funcionaba.
Lo que paso fue lo siguiente: Conseguí detener a Daruu de su locura, pero yo me lance de cabeza en plan héroe alado, y sin embargo, el kori que había allí de pie , cuando pase rozando el cascabel, desapareció en una nube de humo. Aquel clon, era demasiado perfecto, había hablado, incluso comido. Pero sobretodo, nos la había jugado.
Y mientras todo eso pasaba por mi cabeza, un objeto volador no identificado arrojado por mi compañera, se dirigía a mi a toda velocidad, mientras la lanzadora corría a zambullirse en las frías aguas del lago. Cuando lo atrape con el pico, pude comprobar que se trataba del cascabel que había dejado atrás. Ahora Daruu tenia un cascabel, yo otro, Kori un tercero y Ayame ninguno. Si la pillaban.... Y por eso, había que dar caza al cazador. Y yo tenia le mejor plan.
....
Cuando mi obra de arte había sido finalizada sonreí. Volví a transformarme en un animal, esta vez un perezoso, y me deje caer sobre la rama del árbol al cual había trepado. Tallado en el tronco del mismo había una pequeña inscripción hecha con un simple fuinjutsu que conocía. Una flecha que apuntaba hacia arriba y decía "Reiji esta aquí escondido". Pero no era la única flecha. Desde el inicio del bosque, había estado marcando el camino con flechas que guiaban hasta mi actual posición.
Por que hice eso? bueno esta mas que claro, Kori, un experimentado Jonin, debía pensar que alguien como yo, un genin, había pensado algo tan simple como por unas flechas trampas que llevaban a un camino falso y que por supuesto, yo no me hallaba al final de ese camino. Pero yo pensaba también, que kori pensaría, que yo era mas listo que eso, y que por tanto, yo estaba al final de esas flechas. Y claro, el las seguiría, y vendría hasta mi. Y ENTONCES ME QUEDARÍA CON SU TERCER CASCABEL.
A no ser, claro, que mandara a otro de sus clones...
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