Fecha fijada indefinidamente con la siguiente ambientación: Los ninjas de las Tres Grandes siguen luchando contra el ejército de Kurama allá donde encuentran un bastión sin conquistar. Debido a las recientes provocaciones del Nueve Colas, los shinobi y kunoichi atacan con fiereza en nombre de la victoria. Kurama y sus generales se encuentran acorralados en las Tierras Nevadas del Norte, en el País de la Tormenta. Pero el invierno está cerca e impide que cualquiera de los dos bandos avance, dejando Oonindo en una situación de guerra fría, con pequeñas operaciones aquí y allá. Las villas requieren de financiación tras la pérdida de efectivos en la guerra, y los criminales siguen actuando sobre terreno salpicado por la sangre de aliados y enemigos, por lo que los ninjas también son enviados a misiones de todo tipo por el resto del mundo, especialmente aquellos que no están preparados para enfrentarse a las terribles fuerzas del Kyuubi.
Haskoz estalló en estruendosas carcajadas, eclipsando incluso la risa de su propio compañero, por la irónica frase que acababa de lanzar. Tenía que reconocer que el cabrón se ponía muy gracioso cuando bebía. Debería beber más a menudo.
—Creo que me entendiste al revés… —matizó, para luego hacer un ademán, como quitándole importancia. No quería desviarse de lo verdaderamente importante: su pregunta sobre Eri.
La respuesta no fue la que hubiese querido, pero era la que se imaginaba. Quizá Akame fuese un Devoralibros, el típico alumno que hacía los deberes y trabajos dos semanas antes de la fecha final de entrega, pero con las mujeres parecía ser más… paciente. Sin embargo, Eri era una de las chicas más guapas y —pese a que quizá ella no se diese cuenta— populares entre los varones. Mucho se temía que como fuese demasiado paciente alguien se le adelantaría. Algo que, como camarada y amigo, no podía ni pensaba permitir.
No mientras el corazón le siguiese latiendo en el pecho.
—Lo dije, Akame. Lo dije. Tan alto y claro como que tú te ocuparías de Riko —le observó, inquisitivo. Nunca creyó que Akame fuese de esos que iban repartiendo justicia por su cuenta, pero tras ver lo que le hizo a Chokichi… ya no lo tenía tan claro—. Y sí, claro que pedí información. Pero verás, resulta que Noemi no era tan amiga suya como pensaba. Dice que sí lo son, pero… —esbozó una mueca irónica—. Creo que no se ven desde la graduación como Gennins, así que ya me contarás…
Su mano, como el de un borrachuzo de toda la vida, se lanzó a por su presa: la botella que sujetaba Akame. Acercó la boca de la botella al ojo, y, cuando su visión se estabilizó y dejó de ver doble, comprobó que ya no quedaba mucho contenido.
Lo cual era una auténtica tragedia.
Irritado, se levantó. El mundo bajo sus pies pareció moverse, y a punto estuvo de caerse al suelo. Aquello tenía una razón, un motivo que todo borracho de pueblo sabía: no había bebido lo suficiente. Dispuesto a ponerle remedio rápidamente, empinó la botella y dio un generoso trago. La cabeza le daba vueltas y a punto estuvo de caerse otra vez. Pero se sentía pletórico, imparable. Con la sensación de que, hiciese lo que hiciese aquella noche, e intentase lo que intentase, todo le saldría bien.
—¡Oie! —exclamó de pronto, repentinamente lúcido—. V-vamosh a verla. A shu casa. Aquí y ahora. ¿Hay huevos o no los hay?
Akame sobrio era una cosa. Pero Akame borracho era otra muy distinta. Divertido, gracioso, abierto a explorar un mundo nuevo de posibilidades. Parecía hasta más…
… Se sacudió la cabeza, quitándose aquella idea extraña de la cabeza. Pero lo que estaba claro era que su compañero necesitaba un pequeño empujoncito, y él estaba dispuesto hasta tirarle desde un acantilado para ayudarle.
Tal era el aprecio que le tenía.
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«¿Riko? ¿Qué Riko? ¿Qué pasa con Riko?». Akame no fue capaz de dilucidar a qué se refería su amigo con eso de "ocuparse de Riko", no hasta que las manos de Haskoz —que a él, igual de ebrio, le parecían ágiles y diestras— le arrebataron la botella.
—Ah, de Riko, ya... Lo de la votación y toda esa mierda —respondió con voz pegajosa—. A ver, esh que... Ya sssabes, el tío se coló, pero... ¿Tanto como para matarlo?
El Uchiha hipó y, con la cabeza dándole vueltas, se recostó en el respaldo del banco. Echó la cabeza hacia atrás y cerró un momento los ojos. Mientras, Haskoz le contaba que al final su novia no había sido capaz de recopilar aquella información. Akame le restó importancia con un gesto de su mano zurda, como si quisiera espantar una mosca. Entonces oyó cómo su amigo se ponía en pie y abrió un sólo ojo.
—¿A... A... A su casa? —balbuceó—. Tú estás majara, ¡tío!
Entonces estalló en risas, atrapándose la barriga con ambas manos. Paró cuando las carcajadas le dieron ganas de vomitar y trató de recomponerse.
—No, no, no, no me metas en más de tus líos, Haskoz... —negaba con la cabeza, con los ojos medio cerrados por la borrachera—. A quien tienes que ver es a Noemi, sí. No... No... No... No puede tratarte así, colega.
7/05/2017, 21:11 (Última modificación: 7/05/2017, 21:11 por Uchiha Datsue.)
—¡Sí! —exclamó Haskoz—. ¡SÍ! —rugió, como un guerrero al pie de guerra—. ¡Sí, sí y sí! Se merece que le quitemos las putass tripas y le colguemos con ellas. Es nuestro deber como glorioshos shinobis que somos —dijo con voz exageradamente pomposa—. Entre recado y recado —dijo, en referencia a la “misión” que acababan de realizar—, seguro que encontramos un hueco para darle a ese bashtardo creído maleeeducado sucio bastardo su merecido —Haskoz se balanceaba de lado a lado. O mejor dicho, su cuerpo lo hacía por él, de manera inconsciente.
El tema de Riko le hacía hervir la sangre. El alcohol también se la hacía hervir. Por tanto, era un cóctel demasiado peligroso para su seguridad… o la del propio Riko. Mejor cambiar a temas más inofensivos como el de Eri.
—¿A... A... A su casa? Tú estás majara, ¡tío! —balbuceó Akame, ante la fantástica propuesta de Haskoz de irla a visitar. ¿Acaso era tan difícil de comprender que era la mejor idea del mundo?
Pero a Akame, más que parecerle acertado, le resultó gracioso. Tanto que estalló en carcajadas como nunca antes lo había visto. Cuando se recompuso, el muy cretino le soltó la tontería más grande del mundo. Le soltó que, en realidad, a quién deberían ir a ver era a Noemi.
Dio un trago.
—T-te voy a deir ua coa, Uchilla Akame —le señaló con el dedo… A algún punto cercano a él, al menos, y dejó que las últimas gotas del licor bajasen por su garganta.
»Tienesh toa la rasón de Ooonindo. Y cuando la tienesh, la tienesh. Ashi que vamos a sheguir tu plan. Vamosh ala casa de Eri, y luego pashamos por la de Noemi. ¡Y LESH DEJAMOSH LAS COSHAS CLARAS A LAS DOS!
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Akame aguantó, estoico, las bravatas de Haskoz. Mientras que al gennin de melena blanca el alcohol parecía haberle hecho entrar en calor, propulsando sus emociones y llenándole con la vitalidad de Izanagi, al moreno le había sentado totalmente al contrario. Se encontraba taciturno, torpón y somnoliento. Ni siquiera las voces de Haskoz, que debían haberse oído en toda la Academia, fueron suficientes para sacarle la soñera.
—Bueno, bu... Bueno, tranquilo... —balbuceó el Uchiha, gesticulando de forma acorde—. Está bien, está... Está bien. Ya haré algo con R-Riko...
Claro que no pensaba hacerlo, pero incluso ebrio Akame sabía que la forma más rápida de que su amigo dejara de formar escándalo era darle la razón. Sin embargo, lo que le dijo a continuación no pareció sentarle tan bien a Haskoz. El tipo se aproximó cual parroquiano, le señaló con el dedo y...
—Tienesh toa la rasón de Ooonindo. Y cuando la tienesh, la tienesh. Ashi que vamos a sheguir tu plan. Vamosh ala casa de Eri, y luego pashamos por la de Noemi. ¡Y LESH DEJAMOSH LAS COSHAS CLARAS A LAS DOS!
Akame no pudo contener otra carcajada. Pese a estar él mismo borracho —o quizás por eso mismo—, el comportamiento de Haskoz le resultaba rematadamente gracioso. Se puso en pie, pasando un brazo sobre los hombros de su compadre, y posándole la otra mano en el pecho como si quisiera consolarle.
—E-Esa me parece... Me parece una idea coj...
De repente un ruido seco y fuerte le sobresaltó. Alzó la mirada para intentar encontrar el origen, pero todo cuanto veía era doble y, además, las luces de la pista de entrenamiento no estaban encendidas, por lo que todo estaba envuelto en la oscuridad nocturna. Akame trató de concentrarse en el ruido, pero era incapaz. Sentía como si tuviese la cabeza metida en un barril de manteca.
Escuchó una voz, pero le sonó lejana e ininteligible. Luego otro ruido más fuerte, y el sonido de un candado abriéndose.
—¿¡Quién anda ahí!?
«¿Qué demonios...?». Ahora lo había entendido a la perfección. La puerta de la valla que rodeaba la pista de entrenamiento se abrió con un característico chirrido, y una figura se recortó contra la luz de la farola exterior.
—La puta madre... ¡Corre! —exclamó el Uchiha, súbitamente más despejado, dando un empujón a Haskoz hacia el tramo de valla que tenían más cerca.
—¡Eh! ¡Eh! ¿¡Qué estáis haciendo aquí!? —les gritó aquella figura, que por su voz debía ser un hombre adulto—. ¡La pista está cerrada por algo!
A la carrera, ofreciendo una imagen un tanto penosa, Akame trató de escalar la valla de madera y ponerse a salvo al otro lado.
—¡Un muerto! —exclamó Haskoz, partiéndose el culo de risa nada más soltarlo. Lo había dicho sin pensar, sin llegar a procesar, siquiera, que aquella era la voz de un guardia y no la de Akame.
—La puta madre... ¡Corre!
De pronto, todo pasó a cámara rápida. Akame le empujó, provocando su irremediable caída al suelo. Él gruñó, maldijo y soltó un par de improperios. No necesariamente por ese orden. Escuchaba nuevos gritos del guardia, más enfadado y alterado. Se levantó como pudo, mientras el mundo seguía dando vueltas a su alrededor. Por instinto, siguió los pasos de Akame —el supuesto más cuerdo de los dos— y se abalanzó contra la valla. No debía medir más de dos metros, pero le pareció tan alta como una montaña.
Cuando llegó a la cúspide, sus manos resbalaron y cayó de espaldas al otro lado. Por suerte, la medicina llamada alcohol que acababa de tomar le previno de todo dolor. Se levantó, dio dos pasos y volvió a caer, dando una voltereta nada estética por el suelo. Veía todo distorsionado, borroso, como si acabase de montarse en un tiovivo que diese demasiadas vueltas.
A gatas, avanzó unos pocos metros hasta que volvió a tomar impulso para elevarse de nuevo. En ese momento localizó un hombro y tiró de él. Era el de Akame. Le gritó que le siguiese. No supo si le entendió o no, pero en todo caso el Uchiha no tuvo problema para seguir al peliblanco. Estaba dejando un rastro tan claro que hasta un Gennin borracho podría seguir: la carcajada de otro borracho. Una risa que mantuvo, sin poder contenerse, mientras cruzaban media Uzu por sus solitarias y oscuras calles.
Al final acabó con la garganta escocida y sin aire en los pulmones de tanto reír.
—¿Eh? ¿Necesitas un descanso? —Quien lo necesitaba era él. Llevaba corriendo toda una eternidad y no sabía ni dónde estaba. Agotado, se llevó las manos a las rodillas y cerró los ojos. Tanta carrera la había despejado… ligeramente. Ahora tenía ganas de vomitar—. ¿Lo hemos despistado?
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Akame trató de escalar la valla como pudo, aferrándose a la madera hasta que se le clavaron astillas en las manos. Luego recordó que era ninja, de modo que intentó concentrar chakra en las suelas de sus pies para ayudarse. Lo consiguió —a medias— y finalmente fue capaz de propulsarse por encima de la valla hasta el otro lado. Hasta la calle, la liberación.
¡PAM!
El golpetazo que dio su espalda contra los adoquines de la acera le dejó completamente aturdido y desubicado. Ni siquiera se dio cuenta de que, al otro lado de la valla, Haskoz estaba teniendo verdaderos problemas para escapar. De fondo, los gritos del hombre que les increpaba, llamándoles niñatos, vándalos, borrachuzos —cuando encontró la botella casi vacía— y otras lindezas.
Al final el Uchiha consiguió ponerse en pie y echar a correr. O, más bien, a trotar de forma tan torpe que creyó que se iba a caer otra vez. Sintió que alguien le agarraba y, asustado, no tardó en voltearse y ver que era su compadre. Así corrieron los dos, Haskoz riendo, Akame tosiendo por el esfuerzo y carcajeándose luego también, por las calles de la Aldea.
Cuando el de la melena blanca se detuvo, el moreno le imitó. Akame se dejó caer sin miramientos sobre la calzada, con la espalda apoyada en la pared de un edificio y el corazón a punto de salírsele por la boca. Sintió unas naúseas tremendas, pero se contuvo de vomitar.
—Jo... Joder... Eso ha sido... Ha sido... —balbuceó, algo más despejado—. ¡La ostia! —exclamó finalmente, alzando un puño victorioso.
Trató de ponerse en pie, y tras varios intentos lo consiguió. Todavía apoyado en la blanca pared, trató de ubicarse.
—Eh, oye... Oye... ¿Vamos a casa de Eri-san, o no?
7/05/2017, 22:48 (Última modificación: 7/05/2017, 22:49 por Uchiha Datsue.)
—¿¡CÓMO!?
Akame acababa de preguntar si iban a ir a casa de Eri. No lo había dejado pasar por alto, esperando a que el Uchiha se le olvidase. Ni había sacado otro tema de conversación. No. Había corrido media docena de kilómetros con el estómago en la boca y la primera pregunta que hacía era si iban ver a Eri.
Demonios, solo existía una respuesta para aquella pregunta.
—Uchiha Akame, permíteme decirte una cosa —Haskoz le dio tal palmada amistosa en el hombro que bien podía habérselo desencajado. Luego tiró de él, quedando a dos palmos el uno del otro—. Estos ojos tienen una particularidad: pueden ver el futuro —la sangre de Uchiha Hazama corría por su iris. Había olvidado el cansancio, las náuseas, el mareo. Ahora la firme determinación brillaba en su mirada, roja por el sharingan. Estaba lúcido, transparente, despejado. Aquella última frase no eran las palabras de un borracho, sino las del destino—. Y que Izanami me lleve ahora mismo si miento: pero nos veo a ti y a mi bajo la ventana de su habitación mientras ella se asoma, primero sorprendida, pero luego complacida, por tan dichosa visita.
¿Qué otras palabras podían ser, sino las del destino, para hacer que Uchiha Haskoz hablase como un poeta? Si de algo estaba seguro en aquella vida, eso era de que Furukawa Eri recibiría una visita aquella noche.
Hipó.
—Imagino que sabes el camino…
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El grito de Haskoz sobresaltó a Akame de sobremanera, que todavía trataba de recuperarse apoyado en el muro del edificio. La cabeza le daba vueltas, y del respingo que pegó, estuvo a punto de caerse. Logró mantener el equilibrio sólo para recibir luego una palmada que le sentó como un cañonazo. Propulsado hacia delante, el Uchiha vió cómo el suelo se acercaba peligrosamente a su cara, sólo para alejarse de golpe un instante después, cuando Haskoz tiró de él. Aquel baile de San Vito le revolvió las tripas más si cabe, y le dejó la cabeza completamente embotada.
—Uch... Akame... una cosa... —la voz de su compañero sonaba distorsionada y lejana—. Estos... os... pue... uro...
Akame se limitó a asentir, blanco como la pared de la casa junto a la que habían parado. Haskoz siguió hablando, pero el más joven de los Uchiha ya era incapaz de entenderle. Tan sólo una frase sonó clara en su cabeza.
—Imagino que sabes el camino...
Uchiha Akame se incorporó como el auténtico pedazo de borracho que era en ese momento. Se ajustó el cinturón, y los shuriken de su portaobjetos tintinearon. Alzó la vista —los ojos, más bien— y empezó a caminar...
Casi una hora después el gennin se detuvo. Estaban ante una casa del barrio residencial, de arquitectura uzureña. No había nada resaltable en el exterior; o quizás en ese momento, ebrios y en mitad de la noche, los muchachos no supieron verlo. Sea como fuere, Akame se limitó a levantar un dedo lángido y señalar hacia la vivienda. De sus labios mortecinos salió una sentencia, pronunciada con un hilo de voz y seguida de una arcada que no llegó a terminar en vomitera.
Uchiha Haskoz era un tipo jovial, alegre y que se motivaba por el solo hecho de existir. Pero eso era una cosa, y otra muy distinta mantener los ánimos en alto tras dar vueltas como un pato sin cabeza por toda Uzu durante una hora.
Estaba reventado. Le dolían los gemelos de tanto andar, la estimulante sensación producida por el alcohol se había transformado en un malestar creciente en el estómago, y estaba cansado. Muy cansado.
—A... Aquí.
Pero solo le hizo falta oír la voz de su compañero para reactivarse. Se lo debía. Le debía que aquello saliese bien. Y claro que va a salir bien. Por Izanami que saldrá.
—Perfecto —Perfecto, sí. ¿Pero y ahora qué? Era de noche, las luces estaban apagadas y, teóricamente, invadir la propiedad de alguien era delito. Por no decir que no creía que los padres de Eri se tomasen muy bien que dos borrachos acudiesen a visitar a su hija en plena madrugada. Minucias, trató de decirse. ¿Acaso no era él Uchiha Haskoz, famoso por haber huido del Bosque de Azur?—. Ven —dijo de pronto, con la determinación de un toro al embestir.
Tiró de él —inseguro de que Akame no fuese capaz de cumplir aquella simple petición— y lo arrastró como pudo por encima del mediano cerco que rodeaba la casa. Decidió rodear el jardín y colocarse en un lateral. En el lateral derecho.
—Escucha… Tú espera aquí, ¿vale? Yo me encargo de todo. Tú solo… arréglate un poco, ¿entendido? Ponte guapo —Dio otra palmada a Akame, esta vez más suave, en ambos brazos, y le dejó junto al cerco.
Dio media vuelta y encaró la casa. Su problema. Había un par de ventanas en aquel lateral. Una baja y otra alta. Debía trazar un plan. Pensar una estrategia, contemplar todos los fallos, atar los cabos sueltos.
Hinchó los carrillos y dejó escapar el aire lentamente. Uchiha Haskoz nunca había sido bueno trazando planes. No creía que lo fuese a ser ahora que estaba borracho.
Por tanto, solo le quedaba una cosa: encomendarse al destino. Trepó por la pared gracias a su control del chakra y subió hasta la ventana de arriba. Cerró los ojos y no lo pensó.
Toc, toc. Toc, toc.
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7/05/2017, 23:28 (Última modificación: 7/05/2017, 23:29 por Uzumaki Eri.)
Me meto en la trama como gustáis, pero luego me salgo sin recibir nada a cambio, solo el placer de participar xD.
Era conocida por tener un sueño profundo, tan profundo que ni una orquesta, ni una serenata bajo su ventana podrían despertarla. Pero aquella noche había decidido quedarse hasta tarde leyendo uno de aquellos libros que había recibido como regalo de su hermano. Se levantó de la cama, dispuesta a dejar el libro sobre su mesa y echarse a dormir, cuando...
Toc, toc. Toc, toc.
—¿Uhm?
Restregó sus ojos con sus manos desnudas, aunque la estación era cálida, por las noches hacía frío y solía cerrar la ventana ya que sus prendas de vestir siempre contaban con una camiseta de tirantes holgada y unos pantalones cortos, ambas prendas azules claro. Se acercó a la ventana y divisó una cabellera blanca.
— ¿Uchiha Haskoz?
Abrió la ventana lo suficiente para que Haskoz descansase en ella y no tuviese que estar en la pared mucho tiempo. Luego lo miró, entre somnolienta y curiosa, ya que desconocía por qué se encontraba en su casa, a esas horas de la noche, cuando no habían cruzado la más mínima palabra.
— ¿Estás bien, Haskoz-kun? ¿Necesitas algo?
Sí, bueno, era de noche y Eri no estaba del todo fina, a saber cómo iba a salir aquello.
—Grupo 5: Eri, Daigo, (Invierno, 220), Poder 60
—Grupo 10: Eri, Daruu y Yota, (Otoño, 220), Poder 60
—Grupo ???: Eri, Datsue, Reiji y Hanabi, (Invierno, 220), Poder 100
Para Akame, todo ocurrió como un remolino de oscuridad, sonidos y fuerzas tractoras que tiraban de él en una y otra dirección. Oyó la voz de Haskoz, distante, y sintió que alguien —presupuso que su amigo— tiraba de él hacia la oscuridad. De repente una luz le hizo cerrar los ojos y bajar la cabeza, y sintió un dolor tremendo, como si le estuviesen taladrando las sienes.
La brisa nocturna le espabiló un poco. Notó como bajo sus pies el tacto del suelo pasaba de ser frío y duro a húmedo y blandito. Haskoz le dijo algo, y él se limitó a asentir mientras buscaba, a ciegas, algo en lo que apoyarse. Lo halló en una pared, de modo que el Uchiha simplemente se recostó e intentó no echar la pota.
—El mismo —dijo, con voz más ronca de la que hubiese deseado.
Aquella noche había pasado una cosa muy curiosa. Las estrellas habían decidido alinearse para que a aquella pareja de Uchihas les saliese todo a pedir de boca. La casa era grande, con varios ventanales y sin pista alguna de cuál pertenecía a la habitación de Eri. Y aún así había conseguido guiarse hasta ella…
… No, él no. Los Dioses le habían guiado.
Tenía los ojos algo rojos por el cansancio, y las pupilas dilatas por el alcohol, pero en cuanto se dio cuenta de que Eri en persona abría la ventana, trató de serenarse. Aun así, su cara seguía gritando a los cuatro vientos que estaba más borracho que un Uzureño en la vendimia.
—¿Estás bien, Haskoz-kun? ¿Necesitas algo?
—Bueno, pues ahora que lo dices… —Haskoz no pudo evitar pasear la mirada desenfocada por la figura de Eri. Aún con un camisón de estar por casa y la cara somnolienta, era deslumbrante. Un hormigueo cruzó su estómago y, inmediatamente, sacudió la cabeza. No. No puedo hacerle esto a un camarada—. ¡Ejem! Pues… Verás… Esto… —No sabía si le trababa más la lengua el alcohol que corría por sus venas o su reflejo en aquellos preciosos ojos color magenta—. Verás, he venido aquí con Uchiha Akame —echó un vistazo atrás, señalando a la posición donde debía estar—. Tenemos… tenemos algo muy importante que decirte.
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Gracias a la poca luz que alumbraban las luces de su barrio, pudo contemplar como los ojos de Haskoz no estaban del todo normales: estaban rojos, y sus pupilas muy dilatadas, algo no muy usual en él por lo que había visto en la academia. Pero ella no era quien para juzgar a un compañero, ella tenía que ayudarlo si lo necesitaba.
Asintió ante las palabras del joven, y cuando mencionó a Akame la joven no pudo evitar virar la vista hacia abajo, por la ventana; para ver si lo vislumbraba, pero no pudo ver nada ya que el cuerpo del Uchiha peliblanco tapaba la mitad.
— ¿Algo que decirme? Debe ser muy importante para venir a estas horas... — Hablaba mientras parpadeaba varias veces, por si podía perder el sueño. — ¿Queréis que baje...? No tienes buena pinta, Haskoz-kun, ¿queréis una bebida caliente o algo?
La muchacha lo miró de nuevo, era muy extraño lo que estaba sucediendo, pero algo le incitaba a seguir; y eso era extraño.
— Baja con Akame-san, Haskoz-kun; ahora bajo yo, no os preocupéis. — Alegó con una sonrisa en el rostro.
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Sin embargo, Haskoz nunca podría seguir las indicaciones de Eri. Ni siquiera ella misma sería capaz. Porque cuando ambos se percatasen, una figura se recortaría contra la luz de la luna, apoyada en el alféizar de la ventana. Al principio podría parecer tan sólo una sombra, encogida, casi derramada mitad sobre la habitación mitad sobre la ventana. Luego aquella masa oscura e informe se agitó, produciendo un ruido gutural que sonó como el lamento de una deidad del Yomi.
Akame trató de apoyarse con ambos brazos para incorporarse, pero lo consiguió solo a medias. Levantó un poco la cabeza, con medio cuerpo tumbado sobre el alféizar de la ventana, y vomitó.
Fue sólo una arcada, pero bastó para que el joven Uchiha echase una pota nada despreciable, tanto en cantidad como en consistencia y olor. Mayormente se trataba de un líquido amarillento; jugos gástricos mezclados con el alcohol que había bebido y algunos trozos de fideos que no había masticado bien.
—Ugh...
El Uchiha trató nuevamente de incorporarse, pero sólo consiguió perder el poco equilibrio que le quedaba y caer de bruces dentro de la habitación de Eri, por poco esquivando —sin quererlo— su propia vomitera. Y allí se quedo, tendido en el suelo, de lado y acurrucado cual bebé.
Poco después su respiración se ralentizó y quedó completamente inmóvil, con sólo un ligerísimo ronquido como prueba de que seguía con vida.
8/05/2017, 00:09 (Última modificación: 8/05/2017, 00:13 por Uchiha Datsue.)
—¿Algo que decirme? Debe ser muy importante para venir a estas horas...
Lo más importante del mundo. Por suerte, no puso voz a sus pensamientos.
—¿Queréis que baje...? No tienes buena pinta, Haskoz-kun, ¿queréis una bebida caliente o algo?
Eso me sentaría de lujo.
—N-no. No te preocupes, Eri, estoy perfectísimamente —La mentira más grande que había soltado por su boca, y eso era decir mucho siendo él Uchiha Haskoz—. Solo veníamos a decirte que…
—Ugh...
Haskoz jamás encontraría las palabras adecuadas para describir lo que vino después. Era demasiado surrealista, demasiado desgarrador hasta para el corazón de un frío Ameguriense. Era la pérdida de una ocasión. La pérdida de cualquier esperanza de una segunda oportunidad. La caída de un ninja. La caída de un hombre a ojos de su amada. Ahora, Eri ya no vería en Akame a un chico inteligente y disciplinado, sino que vería un…
… vómito. Una masa maloliente y descompuesta de vómito.
A no ser que Uchiha Haskoz, el héroe de Uzu, lo arreglase:
—... eso.
No. Uchiha Haskoz no era ningún héroe.
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