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Kōtetsu escuchaba el transcurrir de la historia con una atención casi académica. Se había concentrado tanto en el tono y en las palabras que, llevado por el fuerte hablar, olvido que se encontraba en medio de una ventisca que por momentos se hacía muda a sus oídos. Incluso llego un punto en donde pudo escuchar el viento y casi pudo asegurar que los mismos elementos se oponían a que se diera conclusión a aquel relato, como si se tratase de un tabú ofensivo contra fuerzas antiguas y misteriosas.
“Vamos, continúe con la narración, no importa lo que pase.” pensó, luego de que el narrador cayera de su improvisado asiento.
Como si pudiera escuchar sus suplicantes pensamientos, se reincorporo y reanudo lo contado en el punto en que se había quedado.
—Desde las profundidades de un mundo helado, emergieron por sobre el suelo congelado, como las frías manifestaciones del terror que nos esperaba. Eran seres que nos resultaban tan atemorizantes como incomprensibles. Llegaron a nosotros con apariencias hermosas y cristalinas: Pieles blancas como la nieve recién caída, cabellos claros y brillantes como el hielo más puro y ojos que brillaban con un helado fuego azul.
»Pero su magnífica apariencia solo hizo que sus diabólicas intenciones fuesen aun más terribles: Nos señalaron como ganado o esclavos, una condición que habíamos “aceptado” al invadir su tierra. Pues nuestra sangre caliente nos hacía, a sus crueles creencias, simples alimañas sin derecho sobre nuestra propia vida. Como es natural, nuestro pueblo se rebeló contra tan demenciales pensamientos. Fue entonces cuando los otros mostraron su verdadero rostro: Eran brutales demonios de hielo que deseaban arrebatarnos todo rastro de verdadera humanidad.
»La guerra fue inevitable… Nos defendimos como mejor pudimos, pero enfrentábamos poderes más allá de nuestra compresión y control… Eran gobernantes de la muerte: Cada uno de nuestros caídos se levantaba como un frio cuerpo sin alma, listo para unirse a la cada vez más inmensa legión enemiga, y para matar a quienes en vida fueron su pueblo. Eran señores del hielo: Arrojaban sobre nosotros interminable ventiscas y tormentas de granizo, que nos mantenían sumidos en perpetua oscuridad y en insoportable frio.
»Nuestra extinción se mostraba próxima, pues aunque corroboramos que podían morir, por cada uno de sus caídos cien de los nuestros perecían, para luego sumarse a sus huestes. Elevamos millares de oraciones al cielo, en busca de los antiguos dioses que vieron nacer a nuestra gente. Pedimos esperanza, piedad y fuerza... Les dijimos "ayúdennos" pero con su ominoso e indescriptiblemente cruel silencio nos respondieron "no".
»En nuestra desesperación recurrimos al único poder que podía darnos una mínima posibilidad de sobrevivir. Recurrimos a la demencia del mundo que habíamos dejado atrás, al poder inhumano de aquellos que podían dar muerte a lo que fuera. Cuando nos vimos reducidos a un centenar, y creíamos que el fin nos encontraría, llegaron ellos: El que no debe ser olvidado y su gente. Se trataba de un hombre de un poder y sabiduría inmensos, solo comparables a su deleite por los conflictos bélicos. Aquel sujeto se llamaba Sarutobi Yabu.
»Él fue quien mantuvo viva la llama de la esperanza que brillaba en medio de la ventisca. Nos enseño que los otros tenían una debilidad, el fuego. Aprendimos a utilizar el aceite de ballena para elaborar mejores formas de crear llamas. También aprendimos a quemar a nuestros muertos para que no pudieran ser reanimados. Los Sarutobi nos permitieron seguir viviendo, mientras ellos se mantenían como la línea de frente en una guerra que se extendió por toda la región durante décadas.
»Aquel conflicto fue llamado la guerra de fuego y hielo. Nadie sabe en realidad como termino todo, pero visto que nuestro pueblo sigue en estas tierras y que no se ha vuelto a ver a uno de los otros en cientos de años, es seguro decir que nosotros fuimos quienes obtuvieron la victoria.
Un gesto de asombro generalizado recorrió el interior del trineo, pues aquella historia resultaba impresionante. Se asemejaba a una alegoría sobre como el calor de la vida triunfo sobre el frio de la muerte.
De pronto, todos pudieron notar que la ventisca había cesado desapercibidamente, como si hubiera ido perdiendo fuerza a medida que el relato avanzaba, y a medida que se reafirmaba la supremacía del fuego sobre el hielo.
—¡El clima mejoro, pronto llegaremos a Hakushi! —grito el conductor, que ahora se escuchaba claramente.
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Sin importar las adversidades que ocurriesen en el interior, y exterior, del trineo, el relato continuó su curso, transmitiendo así todo el dolor y vivencias por la cual pasó los pobladores de Hakushi.
”¿Zombies de hielo? Fue lo primero en que pensé al escuchar la descripción que dio aquel sujeto, sentí un leve escalofrío, no sabía si era por el frío o por la idea que surgió en mi mente, eso eran fabulas ¿no?
”Sí volvían de la muerte… SÍ SON ZOMBIES!” Mi imaginación voló un poco más de lo normal por aquella temática; luego se escuchó la posible solución ante la crucial batalla que tuvieron que dar. ”Y yo que no sé katon” Comenté como sí en algún momento tuviera que llegar a pelear contra aquel tipo de criaturas.
La historia llegó a su fin, se podía decir que era un final abierto, pero daba como conclusión que ellos habían ganado. No obstante las dudas empezaron a surgir ¿Sería un cuento de camino o sería verdad? Y esa no era la única… ¿En Hakushi habría algún tipo de misterio? Ciertamente el clima no era nada acogedor, pero siempre había motivos para ir a lugares nevados…
Entre tanta incertidumbre otra vez se manifestó, anunciaba que habíamos atravesado la ventisca satisfactoriamente y que pronto llegaríamos, eso me alivió un poco. Miré a Haze, seguía durmiendo…
"Quiero una ducha con agua caliente" En ese momento recordé el clima totalmente opuesto cuando fui a las termas.
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Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
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Toda aquella historia sonaba a fantasía desde que unos zombies helados habían hecho acto de presencia en ella pero, a pesar de ser bastante escéptico, Riko no podía obviar todo aquello, ¿y si fuera cierto? Tampoco iba a comprobarlo, por lo que prefirió seguir escuchando lo que el hombre les estaba contando.
Al parecer la guerra de la que tanto habían huido les había pillado allí, y contra enemigos mucho más formidables pues a pesar de que consiguieran vencer a unos cuantos, las pérdidas aliadas se transformaban en parte de las huestes enemigas, lo que complicaba todo. Pero la aparición de un formidable héroe trajo la paz a los hombres que allí se habían asentado, tal y como pasa en los cuentos de aventuras, por lo que, el peliblanco no creyó la historia, a pesar de que le había encantado.
— Gran historia, señor, gracias por compartirla con nosotros. — Agadeció una vez haabía terminado.
Desde dentro del carruaje se pudo notar como la ventisca por la que habían estado pasando, empezaba a amainar, lo cual era un gran alivio.
—¡El clima mejoro, pronto llegaremos a Hakushi!
Los ojos de Riko, que era la única parte visible del muchacho, se llenaron de un brillo fruto de la emoción.
— Espero que tengamos una buena fuente de calor allí donde nos quedemos tía, si no... — Suspiró el joven, mirando a su tía Akiko.
— Seguro que sí, ya verás
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Aquel que estaba narrando la historia se levanto e hizo una leve reverencia a los presentes, como agradeciéndoles el permitir contarles un poco sobre el origen de su gente.
—¿Qué te ha parecido la historia, Naomi? —pregunto con entusiasmo, pues disfrutaba de aquellas pequeñas muestras de folclore.
—Con toda honestidad, mi señor, era mucha más fantasía que historia —Su forma de hablar fue amable, pero aquello no evito que el Hakagurē se avergonzara de su excitación de chiquillo.
De pronto, el vehículo comenzó a perder velocidad hasta el punto en que se detuvo por completo. El conductor abandono su puesto y se acerco hasta la parte trasera, dispuesto a quitar la gruesa piel que cubría y cerraba la parte interna. Se asomo al interior, dejando que el brillante sol dejara perplejos a la multitud de ojos que ya se habían acostumbrado a las frías sombras.
—Fue un camino un tanto movido, pero ya hemos llegado al pueblo —aseguro con una sonrisa bonachona.
Kōtetsu se apresuro a bajar del trineo, ansioso por ver aquel lejano sitio que no salía en los mapas.
Hakushi era un pequeño pueblo emplazado a los pies de unas colinas rocosas, que estaban parcialmente cubiertas de nieve, provocando un bonito contraste entre el negro de la roca y el blanco de la escarcha. La gran mayoría de edificaciones tenían techos empinados y triangulares, para que la nevada resbalase y no se acumulara, y enormes pilares de roca que, por cómo estaban anexados, solo podían ser chimeneas, que debían de generar muchísimo calor para mantener comodos a sus ocupantes. Todas las casas y locales compartían estas características que les hacían lucir como un bello y rustico conjunto, a excepción de una en particular: Se trataba de un enorme edificio que se erigía en medio de todo, como una especie de estaca que emergiese desde el suelo congelado. Su altura era solo comparable con el brillo que mostraba cuando le daba el sol, pues estaba colmado de dorado y naranja en cada una de sus esquinas y paredes. De alguna forma evidente, resultaba antinaturalmente suntuoso, pero también transmitía una sensación de calidez y fuerza difícil de ignorar.
Un grupo de porteadores se acerco hasta donde estaban los pasajeros y se hicieron con todas las maletas y posesiones de los mismos, colocándolos en pequeños trineos tirados por un solo hombre. El sujeto que les había estado contando la historia se encargo de guiarles a través del camino que llegaba hasta el centro del pueblo, hasta el sitio donde la más hermosa de las edificaciones se levantaba. Cuando por fin estuvieron a la sombra de su imponente estructura, un hombre ricamente vestido, y un gran grupo de uniformados con sus mismos colores, salió a recibirles con gran pomposidad.
—Bienvenidos a Hakushi, viajeros —Extendió los brazos para abarcar a todo el grupo de visitantes—. Yo soy Sarutobi Kazushiro y este es mi cálido pedacito de cielo en medio de las llanuras hielo —Se giro hacia el hotel, para hacer la adecuada presentación—, el nido de cristal.
Kōtetsu y la mayoría de los otros huéspedes se retiraron las capuchas y coberturas, permitiendo que su cabellos fuesen fuertemente acariciados por la brisa helada y que sus rostros fuesen apreciados por todos los presentes.
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Sonreí e imité la acción del narrador, de esta forma le daría a entender que escuché su historia hasta el final. Nadie más se manifestó por lo que la atracción principal del trineo había culminado, así como la tormenta que en su momento azotó al vehículo, se escuchó el silencio y luego murmullos de los demás viajeros.
—Haze, despierta seguro que pronto llegamos.— Dije a la par que le movía suavemente de un lado al otro.
El Hyuuga seguía rendido, no respondió ante mis estímulos, pero sí noté que sus mejillas estaban sonrosadas, coloqué mi palma en su cuello para corroborar su temperatura, estaba un poco caliente, pero nada de qué preocuparse. —Guarda un poco de sueño para la noche jeje.— Bromeé e insistí hasta que despertase.
—Oi oi… Que pesado eres Kei-chan.— Replicó el ojiblanco mientras salía del mundo de Morfeo.
—Te perdiste la historia de los primeros pobladores, parece que el protagonista del cuento manejaba el Katon muy bien, además es de apellido Sarutobi, ha de ser familia de Kyubei.— Expliqué refiriéndonos a la vecina del edificio.
—Podemos preguntarle luego, aunque no creo que sepa de él, pero ya tenemos algo que contarle, bueno tú.— Me tiró el muerto a mí, ¿debía contarle esta historia? La respuesta era no, no tenía interés, además Kyubei era un poco extraña.
El trineo disminuyó la velocidad paulatinamente hasta el momento que no se movió más, el anuncio del conductor notificó que ya estábamos en el lugar de destino, Hakushi. De ese pueblo poco se conocía, por no decir que no sabía nada al respecto. Lo siguiente que vi fue la luz cegadora del sol, tras unos breves segundos mis pupilas se adaptaron y observaron la nieve, estaba resplandeciente y por todos lados.
El trineo volvió a ser como antes, ya no estaba el cuero que protegía a los viajeros y el panorama se manifestó, observé al primer chico descender, y seguro le seguiría más personas, así que esperé hasta el final para bajar del vehículo. Hazegawa salió primero y finalmente yo.
La cordillera fue lo primero que reconocí y luego el pueblo, que se encontraba justo debajo de la formación rocosa, seguro que ahí hacía aún más frío. Las casas del lugar tenían un estilo uniforme, sí todas y cada una de ellas eran similares, lo que resaltaba del resto era aquella estructura de dorada y naranja, debió llamar la atención de más de uno, y yo era uno de ellos.
”Ese debe ser el hotel” Aseguré sin dudar de ello. El guía se encargó de llevarnos al centro del pueblo, ambos dimos pasos lentos siguiendo al que tiraba del trineo y llevaba el equipaje.
La sombra del edificio nos protegió y la presencia de un hombre capto mi atención, no era el único pero sí el que resaltaba, ¿sería el dueño? A pesar de que varios se estaban despojando de alguna de sus protecciones para el frío, en lo personal me quedé con ellas, estaba más cómodo así.
—Gracias por la bienvenida.— Emití tras una leve reverencia hacia su persona. —Que nombre tan interesante le ha colocado.— Hice enfasis en el nido de cristal.
Hazegawa se quedó detallando la estructura en sí y la similitud con el caserío a su alrededor.
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Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
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—Fue un camino un tanto movido, pero ya hemos llegado al pueblo
Las palabras del hombre fueron lo que, de una vez, hizo que Riko se sintiera completamente tranquilo, habían llegado al pueblo en el que se iban a hospedar durante su estancia allí, por lo que, lo primero que deberían hacer, era dirigirse al hotel para acomodarse en sus respectivas habitaciones y así poder dedicarse a hacer algo de turismo.
Los dos Senju se bajaron del trineo, observando con fascinación el pintoresco pueblo, que, sin duda alguna tenía un aspecto rústico que encantaba al joven peliblanco, al menos, todo el pueblo menos un edificio, más alto que el resto, que lejos de seguir con la estética del resto del pueblo, presentaba unos colores mucho más cálidos, por lo que el Senju se sentía atraído por él. Un grupo de hombres se acercó hasta allí, para cargar con todas sus pertenencias mientras el hombre que les había contado la historia del pueblo les guiaba hasta el hotel.
—Bienvenidos a Hakushi, viajeros. Yo soy Sarutobi Kazushiro y este es mi cálido pedacito de cielo en medio de las llanuras hielo, el nido de cristal.
Vaya, un Sarutobi, como los de la historia.
Ahora todos los viajeros se encontraban a los pies del gran edificio, y el Senju estaba realmente inquieto, empezaba a tener algo de frío y quería entrar, por lo que se adelantó, ya con la cara al descubierto, y se dirigió al hombre.
— Encantado de conocerle, Sarutobi-sama, ¿podemos entrar ya? Tengo algo de frío. — Preguntó el peliblanco, algo avergonzado.
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— Por supuesto, por supuesto, pasen y pónganse cómodos —canto el dueño del hotel.
El grupo entero fue guiado hacia dentro de la estructura, a través de unas pesadas puertas doradas. En cuanto las mismas se cerraron tras de ellos, se encontraron en un increíblemente elegante vestíbulo. Era un sitio muy bien iluminado y espacioso. El frio exterior parecía ser cosa del pasado, pues una serie de grandes chimeneas se encargaban de generar unas llamas capaces de mantener una agradable calidez en el interior, junto con una buena aislación. Había multitud de braseros quemando suaves esencias, y variedad de jarrones con plantas florales que creaban un ambiente encantador.
— Es un lugar bastante bonito —señalo Naomi, fijando su mirada en el bellísimo bar, de maderas oscuras y botellas brillantes, que se alzaba en el centro.
— Es un poco extravagante, pero es bastante acogedor —concedió, mientras caminaba mirando todos los detalles y lujos.
Sus maletas fueron llevadas hasta una esquina, en donde un grupo de hombres se encargaría de llevarlas a sus respectivas habitaciones mas tarde.
— ¡Su atención, por favor, mis queridos huéspedes! —exclamo con voz alta y educada el Sarutobi—. Es un simple acto de protocolo, pero necesito pasar lista para asegurarnos de que nadie se haya quedado atrás.
Kazushiro era un hombre alto y también bastante voluminoso. Su elegante cabello era de un color negro brillante y de una forma estilizada y perfecta, producto de algún tratamiento capilar extremadamente caro. Su rostro de grandes mejillas y papada lucia una constante sonrisa de aspecto ensayado, pero muy amable. Se hallaba vestído con una túnica basta, constituida de seda naranja e hilo de oro.
“ Luego de ver el aspecto rudo y duro de la gente de por aquí, este sujeto parece bastante… blando y delicado.”
— ¡Inoue Keisuke…! —comenzó a leer los nombre que estaban escritos en un exageradamente adornado pergamino—. ¡Hakagurē Kōtetsu…!
— Aquí estoy —respondió.
— Senju Riko…
“ ¡Espera! ¿Senju… Riko?” —no le tomo mucho el recordar que conocía a un muchacho con aquel mismo nombre.
Se separo de Naomi y comenzó a mirar entre los presentes, en busca de algún rasgo que se le hiciese familiar. Entre la oscuridad del trineo y los rostros cubiertos no había podido identificar a su colega. Pero ahora que aquel cabello blanquecino con destellos de azul helado estaba al aire libre, no le cavia duda de que era la persona esperada. Se acerco trotando, casi llevándose una pequeña planta en su andar, y luego le llamo.
— ¡Hey, Riko-san! —exclamo, tratando de llamar su atención para que se girara hacia él—. Soy Kōtetsu ¿me recuerdas?
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Uno de los viajeros se manifestó proponiendo que nos resguardásemos de inclemente frío de la zona, el anfitrión ni corto ni perezoso dio paso al grupo de personas que nos hospedaríamos en el hotel.
—Oi oi… Cuan acogedor es este recibimiento.— Comentó el Hyuuga recorriendo brevemente el vestíbulo, el bar y las chimeneas.
—No pensé que tuvieran plantas por aquí…— Dije al ver los floreros que demostraban que entre todo aquel lujo había cabida para la naturaleza.
Mis ojos siguieron nuestras pertenencias hasta la esquina en donde reposó todo el equipaje de los turistas, el trato era magnifico, no había nada de que quejarse, en este momento no me arrepentía de haber venido al viaje. La voz del Sarutobi captó la atención de todos, y entre ellos la mía, pude detallarle un poco mejor, su cabello digno de un rey, sus mejillas un tanto cansadas al sonreír falsamente todo aquel trayecto y la vestimenta, la túnica naranja con detalles de hilo dorado; bastante adornado para mi gusto.
"¿Asistencia? Al parecer no somos los únicos invitados" Me dije tras escuchar el supuesto acto de protocolo. Me sorprendí al escuchar que era el primero de la lista. — Presente.— Dije sin mucho énfasis por llamar la atención, sinceramente aquello me recordó a la academia.
Otros dos nombres se mencionaron posterior al mio, visualice al primero, quien "corría" con la intención de saludar al otro, por el momento no me moleste en prestar atención a ellos, tenía que resolver algo primero. — ¿Cómo te sientes?— Pregunte directamente al ojiblanco, aunque por su color sonrosado podía deducir que la fiebre volvió.
—No muy bien, me duele la garganta, quiero descansar y sopa de pollo.— Exigió el enfermo.
Di unos cuantos pasos para acercarme al anfitrión.— Disculpe Sarutobi Hakushi, mi hermano no se siente bien, ¿Podría llevarlo a la habitación para que descanse? — Propuse, no quería interrumpir el acto de bienvenida, pero Haze ameritaba reposo, no obstante, la expectativa del acto protocolar y curiosear un poco tanto el interior como el exterior del hotel estaba entre mis planes del día.
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Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
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Rápidamente, el grupo de personas que se encontraba a las puertas del hotel, entró, recibidos por un cambio total de temperatura, un lugar en el que poder deshacerse de todas las prendas de abrigo que los atosigaban y aún así estar lo suficientemente cómodos, pero Riko esperó, al menos, un poco, ya que quería entrar en calor antes de desprenderse de su abrigo.
— ¡CÓMO MOLA AKIKO! — Exclamó emocionado.
— Relájate Riko, acabamos de llegar, ya tendrás tiempo de emocionarte. — Sugirió su tía pero, a ojos de alguien que la conocía tanto como el peliblanco, se podía ver que ella estaba igual de emocionada o más.
—¡Su atención, por favor, mis queridos huéspedes! Es un simple acto de protocolo, pero necesito pasar lista para asegurarnos de que nadie se haya quedado atrás.
Riko puso toda su atención en el hombre que habló, tratando de escuchar cuando le llamaran pero, lo que no se esperaba era que, justo antes de pronunciar su nombre, pronunció otro que le era conocido.
—¡Hey, Riko-san! Soy Kōtetsu ¿me recuerdas?
El joven se dirigió hacia él en cuanto se adelantó al escuchar su nombre.
— ¡Sí claro! ¡Qué casualidad vernos aquí Kōtetsu-san! ¿A ti también te han invitado? — Preguntó, pues era bastante extraño encontrarse con alguien de tu villa estando tan lejos de la misma.
— Disculpe Sarutobi Hakushi, mi hermano no se siente bien, ¿Podría llevarlo a la habitación para que descanse? —
El Senju volvió su mirada hacia el foco de voz que acababa de hablar.
— ¿Qué le pasa? Si no es molestia. — Se interesó el peliblanco, acercándose un poco al chico de los ojos blancos.
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Su compañero de villa le recordaba, y aquello le hizo sentirse bien al rememorar la jornada de trabajo en la que colaboraron por primera vez.
—Más o menos, mi maestro fue quien recibió la invitación, pero al no poder venir él fui yo quien aprovecho la oportunidad —respondió, dejando en claro la curiosa suerte que lo había encaminado hacia aquel hotel.
Quizás el que ambos se encontrasen no era tan improbable como pudiese pensarse: Desde que Shiona había desaparecido en acción, la aldea había estado bastante agitada, y los ánimos de la gente también estaban un poco caldeados. Las emociones estaban a flor de piel con el inevitable asunto que concernía a elegir un nuevo Kage para que les guiara en el nuevo periodo. Pero había tantas intrigas, rumores e indecisión que el ambiente general resultaba demasiado agotador. Con todo aquello, era natural que algunos se tomasen un bien merecido descanso para poner sus pensamientos en orden sin estar bajo la presión causada por las tensiones de la espiral.
—Por supuesto, debió de haber sido un viaje agotador para todos. Mis disculpas por ello, estamos trabajando para que en el futuro sea un trayecto mucho más llevadero —repuso, ante la incómoda noticia de que uno de sus huéspedes no se encontraba bien de salud, y que por lo tanto no estaba disfrutando de su estadía—. En la noche habrá una cena de bienvenida, mientras tanto siéntanse libres de usar las instalaciones a plenitud.
El Sarutobi chasqueo los dedos y los trabajadores se pusieron en marcha mientras escuchaban sus órdenes.
—Escolten a nuestros invitados a sus habitaciones, y asegúrense de que nuestro medico le haga chequeo a nuestro joven y aquejado visitante.
Sin nada más que decir, el señor del nido de cristal se despidió con una agraciada reverencia y se encamino a cumplir con sus otros deberes. Por su parte, Kōtetsu se unió a su guardiana en la procesión que debía de llevarles a sus aposentos.
—Nos vemos luego Riko-san. —Hizo una leve reverencia y se retiro.
Las habitaciones eran como debían ser las definiciones de lujo y comodidad: Eran amplias y generosamente decoradas; había varios cuadros interesantes y el trabajo de cerámica y ebanistería era sublime. La chimenea resultaba un ser un detalle ideal, más aun porque la encontraron encendida y caliente. Tenían una terraza con una grandiosa vista y un gran vidrio transparente que parecía tener la bondad de mantener alejados los fríos externos. Inclusive tenían un opulento baño y una cocina de aspecto tradicional. Lo que no esperaban es que también tuvieran su propio par de mucamas encargadas de realizar los pequeños quehaceres como calentar el agua.
“Ya veo, vienen se encargan de las tareas tediosas y luego se retiran, para volver cuando toque la siguiente ronda —aquello le incomodaba un poco, el tener a extraños entrando y saliendo de su habitación a intervalos regulares—. Creo que no hay mayor problema, pues es poco el tiempo que planeo estar encerrado en la habitación.”
Mientras Naomi se encargaba de organizar el equipaje, y de escribir una carta a su señor en Uzushio, Kōtetsu se atavió con unas ropas más cómodas y se dedico a leer una guía con todas las actividades recreativas que las instalaciones ofrecían.
“Aguas termales al aire libre… No puede ser —pensó, incrédulo—, con este clima el agua se congelaría en un instante… Aunque la idea de darse un baño caliente en medio de una llanura congelada tiene cierto atractivo poético.”
No tomo mucho tiempo el que la curiosidad le ganase a su falta de fe.
—¡Voy a tomar un baño, vuelvo más tarde! —le aviso a su guardiana, quien no le dio mayor importancia al asunto.
Se apresuro a bajar las escaleras, expectante bajo la promesa de ser el primero de la jornada en utilizar los baños, pues tenían la idea de que estarían cómodamente solos debido a que los otros huéspedes estarían aclimatándose o descansando. El sitio le resultaba enorme, por lo que tuvo que pedir media docena de indicaciones, que finalmente terminaron llevándolo hasta las puertas de su destino.
—Ahora… ¿Cual será? —aquello era todo un complejo de baños, y no sabía cual tomar—. Baños mixtos… Imagino que debe ser de esas cosas que tienen un poco de todo.
Guiado por la inocencia de no entender el término mixto, se introdujo en un baño donde el abundante vapor le dio la bienvenida. Camino un poco y encontró un casillero con el mismo número que su habitación; allí había toallas y otra variedad de implemento para la ocasión, incluyendo un fundoshi. Se quito la ropa, y solo con un pequeño balde y su entera desnudes deslizo la puerta y se dirigió hacia el patio. Le recibió un viento frio que castigaba su morena piel, pero el suelo y las aguas humeantes reanimaron su espíritu. Se acerco al borde del pequeño lago y se sumergió sin miedo, sientiendo el calor que le abrazaba por completo.
—Esto es fantástico —exclamo, mientras dejaba que el agua le llegara hasta el cuello, a la vez que se recostaba en una piedra caliente—. Tanta paz, podría estar así por horas. Aunque es un poco solitario.
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—¿Qué le pasa? Si no es molestia?— Preguntó un tercero, mis ojos le detallaron rápidamente, a pesar de que era un poco más bajo tenía algo, algo que llamaba mi atención… Su figura, su cabello… No sabía que pero ciertamente me di cuenta que destacaba por algo.
—Habrá cogido un virus en el camino, tiene fiebre y malestar general.— Comenté tras el obvio silencio, que pudo llegar a ser incomodo cuando observé al Senju.
Seguido al peliblanco se manifestó Sarutobi, quien accedió sin peros a la propuesta e incluso aseguro que el servicio médico del hotel le haría un chequeo a mi hermano, aquello sí que estaba bien, que buen trato estábamos teniendo. —Gracias.— Expresé ante sus atenciones.
Los empleados se movieron como hormigas trabajadoras ante el chasquido que hizo el dueño, sonreí fascinado por todo lo que estaba ocurriendo, parecía que fueramos de la realeza o algo así ¿Quién lo diría? Un par de huérfanos disfrutando de unos servicios de lujo por un poco de suerte.
—Apura Kei-chan.— Advirtió mi hermano, quien ya iba siguiendo a nuestro guía por los pasillos del hotel.
—Voy!— Exclamé y posé mi vista en el bajito. —Nos vemos.— Sonreí de forma cálida para luego dar pasos rápidos tras la alta figura del Hyuuga.
Tras unos breves minutos, que pasaron volando, llegamos a la habitación que se nos había otorgado, agradecí al botones e ingresamos al cuarto. Mis ojos brillaron como un niño en dulcería, no habían escatimado en gastos, caminé asombrado por toda la fachada que tenía, cuadros elegantes por aquí, madera de buena calidad por allá, el calor y la impresión que daba tener una chimenea propia y la terraza, eso sí que era digno.
—Tomaré una ducha tibia a ver sí se me pasa esta fiebre.— Expresó mientras se adentraba en el lujoso baño.
”Seguro ha de tener un jacuzzi” Pensé entusiasmado. ”¿Y qué más?” Pensé, aunque realmente no estaba acostumbrado a estar rodeado de tantos lujos, por lo que no sabía exactamente que otro tipo de sorpresas podría encontrarse ahí.
Tras unos escasos minutos la puerta se abrió, prácticamente, sola, me asombré pero no duró mucho tiempo eran las mucamas, que a pesar de que insistí, se encargaron de acomodar el equipaje y otros deberes que para mí fueron innecesarios, pero no iba a negarme del todo, debía aprovechar todos los lujos.
El calor se estaba haciendo un poco molesto, así que fui quedando cada vez con ropa más ligera y acorde a la temperatura, finalmente vestí con una musculosa gris y un short que llegaba un poco por encima de mis rodillas de color negro. —Haze por cierto, una de las empleadas dijo que te iba a esperar afuera para llevarte al área médica.—
—Oi..Oi… Ya me siento mejor ¿debo ir? ¿No me puedes chequear tú? Es un simple resfriado…— Empezó con las excusas, pero su voz fañosa le delataba, sobre todo su puntiaguda y roja nariz.
—Yo estoy de vacaciones jaja, así que anda que te están esperando.— Dije sin más. No era algo que me preocupase, después de todo él estaba en lo cierto. —Leí que tienen piscinas térmicas, iré a descansar un poco allá, después de todo tu estrenaste la ducha.— Expliqué ante de verlo salir por la puerta.
A paso lento y con mucha curiosidad fui caminando por todo el edificio, no quería ir directo a las aguas termales, el hecho de que todo era desconocido me daba curiosidad y una sensación que no podía explicar al ir descubriendo donde se encontraba cada área, que aunque no fuera algo desconocido, me causaba cierta ansiedad, pero solo un poco.
Descubrí las termas después de varias vueltas y entré sin dudar, observé el pasillo fundido en casilleros, la cerámica y todos los detalles y acabados. ”Espero que nos quedemos unos cuantos días” Pensé de forma egoísta, esos lujos no podían desperdiciarse.
Busqué el número que correspondía a mi habitación y guardé mi escasa ropa, la musculosa, el short y la ropa interior, luego anudé la toalla blanca a mi cintura, estaba prácticamente listo y luego me topé con las puertas: baños mixtos, baño de hombres y baño de mujeres. Me quedé ahí y vi hacia atrás, aparentemente no había nadie por ahí… ¿Cuál era la posibilidad de que hubiera gente en las piscinas?
Decidí sin más, agarré el camino de los baños de hombres y al llegar estaba como lo deduje, vació, nadie estaba ahí, posiblemente los otros estaban igual. Una corriente helada me azotó y me apresuré entrando en la cálida agua, que sería mi protectora.
Hablo - "Pienso" - Narro
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Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
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El agua alrededor de su cuerpo demostraba tener la bondad de suprimir el cansancio, secuela de un largo y frio viaje. En aquella piscina de agua humeante se le concedía una paz verdadera y reconfortante, mas el ulular del viento por sobre su cabeza le recordaba que estaba completamente solo y en silencio.
“ Se supone que las aguas termales son para relajarse. Creí que viniendo en un momento en que no hubiese nadie me sentiría mas ha gustó, pero lo cierto es que me estoy aburriendo.” pensó, mientras dejaba escapar algunas burbujas desde su nariz medio sumergida.
No encontrándose dispuesto a pasar el resto de su tiempo en los baños entre tanta soledad, se levanto, y entre chapoteos y salpicones, se adentro en el edificio, antes de que el frio clima le robara el calor obtenido. Se coloco una bata de baño y unas sandalias, y sin siquiera secarse el cabello salió al pasillo principal de la sección de los baños.
Cavilo durante unos minutos, pensando en que podría hacer para aliviar su incipiente incomodidad.
“ No quiero tener que regresar más tarde, pero no sé si hay más personas en las otras termas… Bueno, bien podría revisar en la de hombres, con un poco de suerte habrá alguien a quien hacerle compañía.”
Recorrió los metros que lo llevarían a aquel baño, y se adentro en el mismo. En el vestidor se encontró con otro casillero que tenía gravado su número de habitación, y en donde se repetía el mismo juego de artilugios y enceres para el baño. Procedió a quitarse la bata y a colocarse una pequeña toalla sujeta alrededor de la cintura, para no incomodar a quien pudiese estar en el patio. Se preparo para el frio y deslizo la puerta, quedando enfrentado al aire helado y al paisaje de nieve y piedra del exterior.
Camino lentamente, esperando ver a alguien entre el vapor que se elevaba hacia el cielo.
— Buenas —dijo con voz serena, en cuanto vio una figura medio sumergida en aquellas aguas verdosas e hirvientes—. Espero no le moleste que le hagan compañía durante un rato.
Aun no había escuchado la respuesta de aquella figura difícil de descifrar entre tanto vaho, pero de todas formas apresuro su cuerpo dentro del cálido oasis que le protegería de la inclemencia del clima.
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Al sumergir mi cuerpo en las cálidas aguas sentí un gran alivio, el frío se esfumó totalmente.
Estuve varios minutos en soledad, meditando en silencio y con casi todo el cuerpo bajo el agua, a excepción de mi cabeza. Después nadé un poco de un borde a otro e hice varias piruetas en el agua y sobre ella, pero brevemente porque el frío era devastador. Nadie apareció y a pesar de disfrutar de la calma y la soledad me estaba aburriendo, pero me quedaría ahí por un buen rato más.
Me deshice de la toalla y la puse en la orilla, luego me quedé flotando en medio de las termas, observé el cielo y las nubes, estas se movían lentamente. El efecto de estar en las termas sumado a ver el cielo me daba otro grado de relajación, aunque sintiera un poco de frío en la nariz, lo único que se encontraba sobre el nivel del agua era mi rostro.
El saludo del recién llegado altero la paz que había logrado encontrar, perdí toda estabilidad que mantuve para mantenerme flotando. Mi piel se encontraba un poco más roja de lo habitual, el efecto del agua estaba surgiendo efecto.
—Tranquilo, no me molesta.— Aseguré mientras le miraba. Visualicé su piel morena y cabellera blanca como la mismísima nieve, luego sus orbes grises que parecían tener un significado oculto. —Me viene bien tener un poco de compañía, ya me estaba aburriendo.— Sonreí tras aclarar lo último.
Me acerqué lentamente hasta él, respetando el espacio personal de ambos.—¿Qué tal te parece el hotel?— Me mantuve en silencio unos segundos y luego agregué. —Es prometedor, ¿no? Seguro hay una sorpresa en la cena de hoy.— Sonreí de manera infantil pensando en un presente después de la cena, pero ¿qué más podía pedir? La estadía era gratis y los servicios de lujo.
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Kōtetsu pudo escuchar una respuesta afirmativa para su intrusión en aquel baño, y por la suave voz dedujo que se trataba de un joven como él, hecho que confirmo cuando el muchacho se acerco un poco hacia el borde de piedra. El vapor y la cercanía dejaron ver que se trataba de alguien con cabello rojizo, corto y cuidadosamente peinado. Y que observaba el mundo atreves de unos ojos ambarinos e inocentes.
—¿Qué tal te parece el hotel? —pregunto, como quien quiere iniciar una conversación casual.
—Me parece que es un sitio enorme y extravagante —aseguro, haciendo un gesto de amplitud con sus manos—. Imagino que es el tipo de sitio al que vienen a vacacionar las personas más pudientes.
—Es prometedor, ¿no? Seguro hay una sorpresa en la cena de hoy. —La emoción de su voz era algo casi palpable.
—Es gracioso que lo menciones lo de la cena, porque he estado pensando sobre ello —dijo, mientras sonreía tenuemente—; me gustaría que fuese comida tradicional de la región, pues soy fanático de las preparaciones hogareñas, pero no estoy seguro de cuáles podrían ser los platos típicos de este sitio.
En su pueblo se solía comer mucha ternera y conejo de paradera, además de mucho nabo y calabaza. La mayoría de los platillos utilizaban estos ingredientes, pues eran los que más abundaban en la región. Sin embargo, en aquel paramo congelado no parecía haber animales de corral, y en aquel suelo frio y duro resultaría imposible el sembrar alguna de las hortalizas que conocía.
—Y tú, ¿qué piensa del hotel? —devolvio la pregunta.
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—Sí, sinceramente yo no podría costearme algo como esto.— Aseguré dando a entender que no contaba con una gran capital.
El moreno comentó sobre la posible comida tradicional que servirían, a mi mente vino algo un poco estúpido, pero lo comenté en forma de broma y con una sonrisa igual de estúpida. —A lo mejor tenemos un festín de puro hielo jajaja.— Aquel sí que había sido un chiste malo, mejor dicho malísimo.
— Sinceramente me gusta el hotel sobre todo por sus lujosas áreas, es como una experiencia que no podré repetir, por lo menos en mucho tiempo.— Agregué mientras dirigía mi visión nuevamente al cielo.
—Soy Inoue Keisuke, ¿y tú?— Pregunté al saber que no sabía su nombre y que posiblemente me toparía con él más de una vez. Mis ojos se posaron en los suyos demostrando la atención suficiente para cuando este se presentase.
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Byakugo no In: Inicio 19/04/2018
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